
06 01 09
Y le trajeron un sueño.
Siete de la mañana. Suena el despertador. Hoy es día de fiesta pero no para todos. Caminos siempre contracorriente y la costumbre que hace normal ser miembro de irredimibles minorías.
Apaga el despertador pero puede sentir cómo aún le envuelve el aroma del éxtasis natural de su sueño. Estaba soñándote. Puede todavía percibir el calor de tus manos en sus manos, sus brazos en tu cintura, tu voz al alcance de la suya y tu te quiero en un tono tan profundo e íntimo que el ocre lazo de la noche le ha desnudado la sonrisa ante la luz de un día radiante.
Ha girado su cuerpo en la cama para sorber las últimas gotas de esa gran mentira que ha potenciado su confusión y ha recorrido lentamente con pasos de muñeca que se exhibe ante la atónita mirada de la ilusión, cada movimiento de tu sorprendente presencia.
Se ha detenido instantes largos marcando las dos siluetas de forma embelesada y recreándose ante tanta belleza...
Pude observar la huída de su tristeza dejando un rostro desaparecido, como transformando en parálisis la vigilia para revivir la descompuesta realidad antes de su desvanecimiento.
Tantas veces durante este día quiso volver los ojos atrás, que las pesadas horas siguientes sólo supieron poner el lúcido manto de la niebla en la escena de su sueño para obligarle a caminar sin tropiezos. "No quiero volver a dormir sin dejar sus trazos mayores suspendidos en palabras huecas aunque suenen a extrañeza", dijo cuando pudo articular con coherencia una frase sin interrupción. "Alguien me ha regalado un sueño precioso, lo que más pude haber deseado hoy. Uno nunca elige lo que sueña, pero me he levantado con la seguridad de haber tenido tu espalda apretada a mi cuerpo, mis brazos estrechándote a mí y tus manos comprimiendo las mías. Ha sido el sueño más bonito de todos en los que me visitas." Y por primera vez creyó en la magia de los reyes.