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sábado, 7 de febrero de 2009

LECTURAS PARA LA PAZ

Cartel por el que la librería La Clandestina convoca al acto.
Copiado del blog del citado establecimiento

.
Escribo esto, porque no podré estar, y porque si alguno que me leéis aquí os pudierais acercar.
A lo largo del mes de diciembre y parte de enero se ha producido la tragedia en la Franja de Gaza. Este blog, como tantos otros, se ha hecho eco de ello en la medida de mis posibilidades. Esto es mucho decir, a lo mejor tendría que haber hecho más, así que lo tendría que borrar. Bueno lo dejaré.
Siempre se puede hacer más.
A la derecha de estas entradas, hay un huequillo donde tengo colocados otros blogs por los que suelo pasearme, si es que me queda un poco de tiempo.
Habréis visto, supongo, e incluso podéis entrar, el blog de Adrián Dorado, el de Saramago, el de Juan Cruz, el de S.C. y los de Alena Collar y Mariano Zurdo. De estos dos os quería hablar ahora.
A Alena se le ocurrió proponer a Mariano (cuando el fragor del fuego era más intenso en Gaza) la organización de un acto que reivindicara la paz. Se me olvidaba algo importante, Mariano trabaja en una librería de Madrid, La Clandestina.
Como tantos otros, entre los que me incluyo, Alena y Mariano tienen la convicción de que el verdadero camino hacia la paz pasa obligatoriamente, después de haber derrotado al hambre, por la cultura, por la formación y pasa, sobre todo, por buscar los puntos de encuentro. Alena pensó que tiene que haber, y los hay -seguro que entre ambos los han encontrado, pues menudos son- escritores palestinos y escritores israelíes que también se les revuelve en las tripas toda esta situación de muerte y desesperación. Escritores que piensen que la paz es un valor y la guerra la exterminación.
El pasado dos de febrero, cuando comentaba la presencia de Mario en un acto a favor de la paz escribí que a, mi modo de ver, no es lo mismo estar contra la guerra, que estar a favor de la paz, ya que estar a favor de algo implica construir, erigir, elevar, mientras que estar en contra...
Estar por la paz es buscar la luz donde la oscuridad, la vida donde la muerte, la sonrisa donde el sufrimiento, las palabras donde los disparos.
La paz es fruto de la justicia. Esta no es una idea muy moderna como bien se sabe, pues ya la Biblia la recoge, y sin embargo aún nos suena a revolucionaria.
Quizá sólo sea un pequeño gesto, quizá llegue tarde (no lo creo, puesto que aún nadie ha resuelto el verdadero problema), pero poner en el mismo escabel los poemas u otros textos de escritores palestinos y de escritores israelitas que tengan en común la paz, es un acto de justicia, es una candela en mitad de la madrugada, una sonrisa donde sólo se vierten lágrimas, y es intentar que las palabras inutilicen a las balas.
Enhorabuena y suerte...

Se ve en el cartel, pero por si acaso, la dirección de La Clandestina es C/ La Palma 49 en Madrid, y según me contó Mariano un día, está cerca, muy cerca, del metro de Tribunal. Si alguno vais porque aquí lo habéis leído, dadles un abrazo de mi parte a Mariano y a Alena y si la encontráis, a la paz-paz.
Enhorabuena por la iniciativa.

jueves, 22 de enero de 2009

CONTRA EL VIENTO DE LA TARDE. (Poema en prosa)



Del poemario inédito Jirón de viento (Segovia, 2005)
Inútil dedicatoria a los inocentes muertos en Gaza.
In memoriam

Contra el viento de la tarde plúmbea serpea el cortejo enlutado, flébil, extendido en lo más recóndito del cosmos. El camino albo cansinamente parpadea por no libar lágrimas de caliza ausente. La perenne angustia de la nada se esfuerza por retener entre sus garfios metálicos, fríos, azabaches, el hálito de cada paso, las vahara­das de una noche ojival y negra y cercana donde podía caber un milagro luminoso, mas utópico. El afán no fue suficiente. Cargó la parca eterna con su guadaña oscura contra el corazón ínfimo, exánime, contra el postrer latido agónico, ya vacilante. Nadie quiso estar allí, aunque todos lo estuvieron dentro de cada neurona agarrotada, paralizada, asustada. Un grito, un quejido de desesperación, filtró su veneno inmisericorde, aunque impotente. A lo lejos, reposa como dormido el lecho de eternidad con cabellos carmesíes y nívea faz. Una fosa abierta trocará en cuna su infeliz destino. La hojarasca otoñal se agita en el último deseo de prorrogar el último suspiro. Nada es posible ya, todo está consumado y resta tan solo dejarse llenar por el dolor que todo lo sana, que todo lo cauteriza. Dos cipreses centenarios han encorvado su corpachón secular al contemplar el blanco ataúd en el lejano horizonte. La luna quiso llorar lágrimas argénteas. Ulula el viento entristecido. Una viejecita, cual cósmico signo de interrogación del universo, pliega sus cabellos plateados a la tierra. Mientras, una lágrima gris perla riega la cripta donde las alas del universo han detenido su caminar cotidiano para llenarse de dolor. Sufre la madre que recuerda con la exactitud de un espejo quebrado en su centro la calentura del amanecer, la angustia de millones de insectos haciendo inútiles cada una de las caricias, acaso rudas, pero llenas de la pasión maternal. Por fin, el sideral latido ha roto su indiferencia de dios olímpico y ha crujido en un estremecimiento, en un llanto que todo lo inunda. Nadie entiende tanto dolor, tanta angustia, tanta guerra. Contra lo imposible, serpea el cortejo endrino hacia el lecho de la eternidad de cabellos carmesíes y nívea faz, donde una fosa abierta trocará en cuna amable su infeliz destino de hediondos insectos fagocitadores. El unicornio azul, cernido sobre la cima del monte esmeralda, ha gemido con un relincho de cristal y oro y baja al galope para alzar hacia las estrellas al ser, pero solo el lirio vespertino sabe de su meta.

lunes, 19 de enero de 2009

¿EL PODER AUTORIZA A DISPONER DE LAS VIDAS?

(El Alcázar de Segovia, residencia real, contemplado desde la Cuesta de los Hoyos, zona donde se ubicaba el cementerio de los segovianos judíos. Foto tomada por Marián.
Los ojos de los judíos expulsados por los Reyes Católicos en 1492 divisarían una imagen similar, acaso desde más abajo..., si es que sus lágrimas se lo permitieron)
Ayer, Marián continuaba con andancio*. No le apetecía pisar la calle, no fuera a empeorarse. En fin, el caso es que la mañana dominical salí a dar un paseíto, por estirar un poco las piernas y, de paso, el ánimo.
Durante el paseo, me encontré, junto con su esposa, a José Antonio Abella. Si mi memoria no me falla, este escritor, escultor y médico rural, ya ha aparecido en algunas de las entradas de esta desorndenada bitácora cibernética.
José Antonio Abella hace unos cuantos años publicó una de las novelas más deliciosas que uno ha leído en mucho tiempo. Se titula Yuda y trata de la expulsión de los judíos de España, vista desde el ángulo de unos cuantos judíos segovianos. En realidad tendría que decir que se trata de una novela corta, pero tal tecnicismo, además de no llevar a ninguna parte, es irrelevante para este comentario. Lo que me queda en el recuerdo de la lectura de Yuda es el la estremecedora descripción del instante en el que los pobres judíos que salieron de su aljama** segoviana, Puente de la Estrella abajo, dejando a un lado las tumbas de sus ancestros en la Cuesta de los Hoyos, camino de Arévalo hacia el reino de Portugal, donde se les prometió asilo. (Otra engañifa, pero tampoco es el caso de entrar en ella ahora). Esta descripción mueve a la piedad por el pueblo judío, que tuvo que abandonar todo lo que disponía en esta tierra: casas, mobiliario, animales, pertenencias varias, luz, paisaje, idioma... Sin embargo, la mayoría de los judíos poderosos, los que supuestamente hacían daño a la corona católica, no salieron hacia el destierro junto a sus hermanos de religión y paisanaje. La mayoría de este grupo se convirtió al cristianismo, aunque con poca convicción en general, para salvaguardar sus inmensas riquezas.
El destierro de 1492 es uno de los tantos sufridos por este pueblo a lo largo de su milenaria biografía. No hay más que darse una vuelta por la Biblia, primero, y luego por algún libro de historia universal, para intuir que el sino de los judíos es el de vagar y vagar, como si la condición de errabundo fuera la que le definiera.
Y uno, que seiscientos y pico años después comparte la misma geografía que ellos amaron, al leer el libro de Abella, entiende perfectamente ese dolor, como de quebranto de los huesos del alma, como de rasgueo de piel que se hace jirones con un temible alfanje. La mayoría cristiana de la población segoviana, castellana, española, miró con alegría y algazara o indiferencia la decisión regia, los más acaudalados olfatearon los despojos como posiblidad de acrecentar más aún las riquezas, unos pocos piadosos (siempre los ha habido) se compadecerían (es decir, padecerían con ellos) ante semejante decisión que tuvo más de miedo y ambición e integrismo religioso (la Inquisición no estuvo lejos de la voluntad final de la reina Isabel), que de justicia o defensa del reino como se explicó al pueblo.
Cuando Hitler y el nazismo concretaron su particular modo de entender la palabra destierro, que consistió en la expulsión, no de una patria, sino de la vida, se comenzó a fraguar la vieja idea sionista ya puesta sobre el tapete de la diplomacia internacional a la conclusión de la I Guerra Mundial, es decir, entregar a los judíos un pedazo de este planeta que constituiría el estado de Israel. En 1947 la idea se materializó y los territorios del Israel bíblico, más o menos, serían los del moderno estado israelita. Como un nuevo regreso de Babilonia o de Egipto, se repobló por judíos aquella parte del globo que entonces formaba parte de uno de los protectorados del Reino Unido.
Pero aquel territorio no era, precisamente, un desierto abandonado.
De pronto, los habitantes de aquella zona se convirtieron en el nuevo pueblo perseguido. Los palestinos, que nunca importaron mucho a nadie, comenzaron a vagar de acá, allá, de la Ceca a la Meca. El caso es que los hermanos árabes hablan a su favor, pero no terminan de admitirlos tampoco. Así hemos llegado a 2009, con miles de muertos sembrando de sangre la Tierra Santa de las tres religiones monoteístas de este pedazo de sílice que gira alrededor del sol, qué sarcasmo.
Hoy, quienes fueron desterrados, quienes fueron ultrajados, quienes sufrieron de un sistemático genocidio organizado con todo lujo de detalles, han asumido el papel de verdugo, en el que se mueven con total pericia, tal y como se ha visto en estas luctuosas semanas trágicas en las que tanta muerte de inocentes ha apedreado algunas conciencias.
Hace unas horas, he escuchado al primer ministro israelita Ehud Olmert. En inglés dice sentir profundamente que hayan existido víctimas inocentes durante la ofensiva llamada Plomo Fundido, y pide disculpas por ello, y sostiene que el enemigo del pueblo palestino no es Israel, sino Hamás. Es decir, y en una especie de traducción libre: Pedimos perdón por haberles matado, pero lo hemos hecho por su bien, pues nosotros somos sus salvadores, Hamás, su gobierno, les llevará al desastre.
Junto a Mario Benedetti, en su Haiku 77, me hago esta reflexión, como quien confirma que Caín es la esencia humana:
guerra tras guerra
así transcurre el mundo
¿y la paz cuando?
José Antonio Abella y yo estamos de acuerdo en una cosa. Mientras nadie escuche algo tan sencillo como lo propuesto por Barenboim, no hay solución posible. Y ambos también coincidimos en otra pregunta: ¿Quién escuchará al director de orquesta? Transcribo, por si acaso el resumen de su propuesta, según la anoté en la entrada del día seis de enero:
La violencia palestina atormenta a Israel y no sirve a la causa; la venganza militar de Israel es inhumana, inmoral y no garantiza la seguridad. Como he dicho anteriormente, son los destinos de dos personas cuyos destinos están relacionados inextricablemente, lo que les obliga a vivir lado a lado. Son ellos los que deciden si quieren hacer de esto una bendición o una maldición.
Tal y como están las cosas, parece que los dirigentes han optado por convertir en maldición la vida en aquella tierra.
Desde hace unas horas, sin embargo, parece que aflora un rayito de sol. Hamás, siguiendo el ejemplo hebreo ha acordado una tregua. Es decir que tenemos dos treguas. Hamás ha dado un plazo de una semana para que Israel se retire de su territorio. En teoría hay una semana para que se obre el milagro. Un poco después, parece que Israel ha comenzado una retirada parcial de Gaza.
El verdadero milagro, porque sería el perdurable, sería que quienes ostenten el poder decidan responder negativamente a la pregunta que me hago y da título a esta entrada: ¿El poder autoriza a disponer de las vidas? La historia, con su contumacia inamovible, ha demostrado que quien ostenta el poder dispone de las vidas y las haciendas de los más débiles. Incluso quienes un día fueron los más débiles, al ocupar el escalón del poderoso se revisten de la misma prerrogativa, y olvidan que un día fueron esclavizados, deportados, perseguidos, torturados, asesinados, reducidos a escoria o escombro, hacinados sus cadáveres famélicos en fosas comunes...
__________________
* Según la RAE, andancio es enfermedad epidémica leve. El descubrimiento de esta palabra se lo debo a José Antonio Molledo, ya que es un vocablo más bien utilizado en la zona palentina y cántabra. Sin embargo la RAE, al menos en la versión digital de su diccionario, no especifica que se trate de un término que use con preferencia en dicha parte del territorio.
** La tercera acepción de aljama en el DRAE es la de morería o judería.

sábado, 17 de enero de 2009

LA METAMORFOSIS DE LOS ALHELÍES

Duermen los alhelíes rojos, callan
bajo la tierra ensangrentada, blanda
de vísceras resquebrajadas, rotas.
Duermen los alhelíes rojos, tiemblan
acurrucados en la sombra inerme
de este dolor inabarcable, negro.
Duermen los alhelíes rojos, sueñan
con que el frescor de su perfume intenso
muera esta madrugada repugnante.
Duermen los alhelíes rojos, niegan
la opción de que su aroma desdibuje
la nauseabunda fetidez de sangre.
Duermen los alhelíes rojos, oran
para evitar ser cómplices incautos
de olvidos, desmemorias y mentiras.
Duermen los alhelíes rojos, borran
tirabuzones negros que sonríen
seda en los labios que musitan salmos.
Duermen los alhelíes rojos, miran
las ilusiones desgajadas, yertas
sólo aptas para pudrideros negros.
Duermen los alhelíes rojos, niegan
repartir el fragor de su perfume
dentro del territorio devastado...
Duermen los alhelíes rojos, sueñan
con marchitarse en este instante nítido.
¿Sabrán ellos que son inmarcesibles?
Duermen los alhelíes rojos, duermen,
ajenos a una voluntad más alta
que determinará un milagro oculto,
que su perfume ondeará en la brisa
de esta sangrienta madrugada bruna
Quizá, al amanecer, los alhelíes
rojos de sangre que declina y llora,
se conviertan en alhelíes blancos,
en alhelíes albos: vida y vida.

lunes, 12 de enero de 2009

EL DÍA DEL CUMPLEAÑOS DE CELIA, MADRID SALIO A LA CALLE

Foto tomada de la edición digital de El País

Venimos la familia de celebrar el cumpleaños de una de las peques: nuestra sobrina Celia, cinco años. Se le escapa la vida por los ojos y nos llega hasta el corazón. Su lengua, que ya no es media lengua, sino lengua entera, acierta con el comentario divertido a través del que se vislumbra una personilla a quien no se le engañará fácilmente.
Sigue con su delgadez que presagia buena altura, pero, sobre todo, sigue con su risa dorada, que como el sol del mediodía, calienta estos fríos que a ratos hielan el alma.
Ha sido un día para la contemplación del hielo que aún continúa ahí abajo, para el silencio reflexivo, para el trabajo en la tarea, para la celebración familiar, y para sentirse orgulloso de Madrid.
Como tantas veces, Madrid.
Según los organizadores, unas doscientas cincuenta mil personas han colapsado el camino que va desde Cibeles a Sol. Un buen trecho. Los periódicos y sus primeras páginas sacarán las fotos de los famosos (sindicalistas, actores, actrices, políticos, algún escritor...), así que he elegido a esta muchacha anónima porque en su gesto, en su mirada que se adivina, en el grito que se ha escrito en la mejilla, ALTO EL FUEGO, se resume el espíritu de la inmensa mayoría de los manifestantes.
Madrid, otra vez, ha salido a la calle, ha vuelto a dar una lección como tantas veces viene haciendo desde hace tantos siglos. No me pondré erudito, ni sacaré muchos datos. La memoria obrará en justicia en cuanto que se convoquen los gestos por la libertad.
Madrid despreocupada y vital, trascendente y solidaria, orgullosa y extrovertida, directa y veloz. Madrid, con todo lo que tiene a favor y en contra.
Madrid que me asusta y me atrae, Madrid que a veces me desespera y a veces me enamora.
Madrid ha salido a la calle para defender una causa que nos lleva golpeando la conciencia desde hace más de dos semanas. (Herodes fue más rápido, y según se desprende del texto bíblico, también fue selectivo).
Escrito en esa mejilla tersa de juventud bendita e incipiente, ALTO EL FUEGO, más que un deseo debería ser orden.
Y si uno tuviera mando en plaza, nombraría a esta joven general en jefe de cualquier ejército, mejor dicho, de todos y cada uno de los ejércitos y la llevaría ante las mismísimas puertas del presidente de gobierno israelí y le ordenaría ALTO EL FUEGO. Y luego la invitaría a que se trasladase a Gaza, para que allí, a los terroristas de Hammás, les gritara lo mismo y con la misma fuerza: ALTO EL FUEGO. Y si hiciera falta a Cisjordania, al Líbano, a Siria, a Irán...
Ellos, los jóvenes, tienen las ideas muy claras. Es difícil que se les engañe de cualquier manera, con cualquier excusa, con tal explicación. Y si las explicaciones requieren muchas palabras, peor, mucho peor. Ellos, como toda la juventud de toda la historia, han entendido mucho mejor las consignas que los libros. Ellos no dudan: ALTO EL FUEGO. Después veremos. Después se verá. Lo primero, ALTO EL FUEGO.
Son la generación de la imagen. Directos, y muchas veces, certeros.
Hoy su grito es un disparo al centro de la diana: ALTO EL FUEGO.
Segovia sigue dentro de una nevera blanca, pero Madrid nos ha calentado el corazón y Celia, a estas horas en que el día cruza el umbral de una nueva jornada soñará con un mundo mejor. Esperemos no estropearle su sueño.

viernes, 9 de enero de 2009

CUENTA ATRÁS CRUEL EN LA HORA DEL ÁNGELUS


La idea que ha movido esta entrada no es mía. Está tomada de una parte de la entrada titulada Menos tres correspondiente al día 8 de enero del blog de literazurda, que, como sabéis, pues es público, es uno de los paisajes que frecuento. Desde aquí agradezco a Mariano Zurdo la idea. La imagen es la viñeta de El Roto publicada por El País en su edición digital de ayer, jueves ocho de enero. ¿Por qué seguir con la cuestión?. Es lo único que nos queda a quienes todavía nos duele la muerte tan injustificada. Siento ser tan reiterativo, pero si no puedo hacer más (además de alguna firma en algunas partes, a la que también os animo si tenéis ocasión), seguiré con lo mío. Para mí es un deber de conciencia.

Doce del mediodía en Gaza. El sonido del estruendo de las bombas, de las ráfagas de las ametralladoras, los disparos de los blindados callan, de pronto. Ensordece este silencio repentino, ensordecen los alaridos de los niños, de las mujeres, hasta el crepitar de las llamas ensordece...
Llega la hora del ángelus.
El ejército israelí, bendecido por los rabinos que contemplan su pirotécnico espectáculo de muerte, ha decidido que es la hora de permitir que alguien pueda prestar la ayuda humanitaria. Ellos son el pueblo de Yahvé y se toman prerrogativas divinas, deciden la hora de la vida, deciden la hora de la muerte.
Un regalo, pensaron los corazones ingenuos de los occidentales que estamos acostumbrados a las películas que nos venden en EEUU y a los matices de lo políticamente correcto, a esos matices que cada jornada la prensa difunde. Repito, por si alguno os habéis saltado las otras tres o cuatro entradas que hablan de esta cuestión: la actuación de Hammás es deleznable, repugnante y casi seguro que cómplice de lo que está sucediendo, pero allá, en Gaza, los muertos son palestinos, son siempre palestinos. Y hasta las estadísticas oficiales ya indican que casi la cuarta parte de los muertos (de los heridos y mutilados no hablamos) son inocentes: niños, civiles, mujeres...
Esta medida tan generosa, sin embargo, es la peor de las trampas.
No hizo falta mucho. Ya el primer día en que se implantó esta tregua demostró su auténtica perfidia, el veneno que lleva, ese efecto retardado que la hace una de las crueldades más atroces que se le puede ocurrir a mente humana. Similar a las atrocidades que los nazis cometieron con los judíos.
Durante tres horas, los pobres niños y sus madres y los padres desesperados porque no pueden hacer nada con sus fuertes brazos desarmados, corren a buscar comida, corren a buscar agua, corren a buscar a algún familiar, quizá remuevan cascotes de las ruinas de una escuela que servía de refugio, que estaba controlada por la ONU, que estaba perfectamente señalizada, quizá ayuden a morir a algún cuerpo moribundo, quizá retiren algún cadáver, quizá busquen una salida desesperada que les permita huir del infierno. (No saben, pobrecillos, que, como mucho, lograrán salir del centro del infierno; del infierno no se sale).
Es la hora del ángelus.
No hay ataques militares durante tres horas. Ciento ochenta minutos... El primer minuto es para comprobar que la ausencia de explosiones no se debe a una sordera repentina. Ciento setenta y nueve... '¿Estamos todos los de esta casa?' Rápida mirada. 'Sí, aquí estamos todos'. Ciento setenta y ocho...
Ciento setenta y uno... Ciento setenta... Ciento sesenta y nueve... Infernal descuento.
Cuenta atrás cruel en la hora del ángelus.
Un padre y sus tres hijos han salido a alguna parte. Se subieron al coche.
(Este pobre escribidor castellano no puede saber dónde fueron, ni a qué fueron, no puede saber de sus ocultas intenciones. En realidad no sabe nada.)
Ciento cincuenta y uno... Ciento cincuenta... Ciento cuarenta y nueve...
Tienen tiempo. El silencio se hace más denso aún que el estallido y las deflagraciones de las bombas. En el asiento de atrás los niños no hablan. Acaso lo mirarán todo con el terror de los ojos muy abiertos, esos ojos que hemos visto en estos días. Ese terror que está abonando su odio de adultos, si es que llegan a adultos. Cosa cada día más difícil.
¿Para qué inventar una historia? El padre cuenta con tiempo suficiente. Va, vuelve. Tres horas. Ciento ochenta minutos.
Ciento uno... Cien... Noventa y nueve...
Alguien empieza a mirar preocupada la posición del sol, quizá no tenga reloj. Los nervios le atenazan el estómago. Sé que me lo estoy inventando. Sé que no puedo estar seguro. Pero es que otra opción sería mucho peor aún. Muchísimo peor. Por ejemplo: El padre salió con sus hijos, porque no tenía con quién dejarlos ya, porque, si esto era así, a lo mejor los llevaba a un hospital (perdón por la metáfora) para ver a su madre herida (¿o era a una tía porque la madre había muerto?)... Mejor no seguiré con las posibilidades que se me ocurren en este instante. Pensemos que el padre les ha acercado al mar para que lo contemplen, acaso por primera vez, por si acaso no tiene tiempo de enseñárselo, para que sus hondas pupilas infantiles puedan tener la caricia de la vida y del horizonte y él pueda, al mismo tiempo, contemplar su mirada dulcificada por unos minutos. 'No te preocupes', le habría dicho a la esposa, 'Son tres horas, tengo tiempo. Voy y vuelvo... Que por si acaso, Alá no lo quiera, vean el mar' (¿Os gusta más este argumento...? ¿Qué más da? Dejemos los argumentos literarios. Limitémonos a los hechos objetivos. Se han ido el padre y los tres hijos, y alguien, pasados los primeros noventa minutos, empieza a impacientarse). Es el primer día de la tregua, y quizá haya alivio en su mirada, porque piense que si los hebreos han parado tres horas, ciento ochenta minutos, puede que en pocos días dejen de arrojar bombas con desesperación.
Cincuenta y uno... Cincuenta... Cuarenta y nueve...
'Sólo nos queda la vida. ¿Qué más nos pueden quitar?' Quizá este sea su pensamiento, ahora que toma el volante y regresa a su casa. (Aunque parezca imposible en Gaza hay casas que se mantienen en pie). Ella (seguimos con la ficción) lo ve acercarse. A lo mejor piensa en la misericordia de Alá.
Pero la precisión de los relojes del ejercito israelí no entiende ciertas palabras...
Tres... Dos... Uno...

¿Sabéis el final de la historia, no es cierto?

martes, 6 de enero de 2009

CARTA ABIERTA A SUS MAJESTADES LOS REYES MAGOS DE ORIENTE


Quizá sea tarde, majestades, para escribir esta carta, porque a estas horas según las más precisas informaciones habéis comenzado vuestro reparto anual, pero en este caso, da igual que el regalo llegue el mismo día seis o se retrase algo, aunque convendría cierta celeridad, y no es que ahora me ponga exigente.
Si fuera niño, comenzaría diciendo que durante el pasado 2008 he sido bueno; pero a estas alturas, mejor dejarnos de engaños. A estas alturas sabéis, casi mejor que yo, cómo me he portado. Tenéis un servicio de información que para sí quisieran todos los servicios de inteligencia de cualquier gobierno del mundo, incluso el israelí.
Pero aún así, majestades, me atrevo a decir, por si sirve de algo (sobre todo para que mi petición tenga acogida en vuestros corazones), que no he sido mal chico del todo, que he intentado portarme bien con los que tengo al lado cada día, que a veces me he enfadado, sí, pero que lo he intentado disimular, que es verdad que he sido un poco perezoso algunos días, pero no se me han quedado cosas por hacer, que a lo mejor alguien ha necesitado más de mis sonrisas, pero si no se las he dado ha sido porque no me han salido en ese momento, que he procurado escuchar los mensajes secretos que se escondían debajo de frases anodinas e irrelevantes, que no he hecho daño a nadie, al menos a conciencia. Quizá se me hayan podrido besos y caricias, por no depositarlas a tiempo donde corresponde, quizá alguna palabra de ánimo tendría que haber florecido para que el camino se le hiciera menos empinado a alguien y no la he dicho, porque me ha dado vergüenza o porque no me he dado cuenta. He intentado mantener los ojos abiertos, para saber qué ocurre más allá de mi calle, para que este oficio de escribidor no sólo sea el de un narciso convaleciente: a veces ha salido bien, y muchas otras no he visto el dolor o el llanto, la soledad o la angustia, la mentira o el latrocinio, el espanto o el miedo, la cobardía o la zafiedad, la miseria o el hambre, la injusticia o el asesinato... Soy consciente, pues, majestades, de que lo que me dejéis esta noche sobre mis zapatos cansados y desgastados, no lo merezco; pero como sé que lo dejaréis, os doy las gracias por anticipado y prometo acostarme bien temprano, y dormirme cuanto antes, y esperar paciente al final de la madrugada para levantarme y empezar a abrir aquellos obsequios destinados para mí.
El objeto de esta misiva, es otro.
Quizá sea tarde, así empezaba esta carta, pero, en fin, parece que es el único recurso que nos queda a los humanos; además, y no es excusa, la puñalada comenzó hace pocos días y casi no hemos reaccionado.
Sé que la sonrisa de los niños a quienes dirigís vuestros presentes no es culpable de las atrocidades del mundo, ésas que llevan prodigándose por el planeta desde siempre, desde que Caín eliminó a Abel de la faz de la tierra. Pero algunas veces, ciertas cosas duelen más, se clavan en la conciencia con más fuerza que otras.
¿Recordáis majestades vuestro viaje de hace 2009 años, más o menos, a Belén de Judá?
No, no me refiero ahora al momento en que descubristeis el pesebre con el Niño, a sus padres palestinos de religión judía, ni al buey ni al asno; ni siquiera me refiero a la estrella que os sirvió de guía… Me refiero a esas horas previas en que ofuscados por lo evidente (los sabios también se equivocan) acudisteis al palacio de Herodes, el Tetrarca galileo, ese monigote –pues ni a títere llegaba- puesto por los romanos, que estaba aquellos días por Jerusalén.
¿Cómo no lo vais a recordar...?
La visita rápida a Belén (ni siquiera pudisteis departir unas horas con los padres de la criatura)... La huida alocada, advertidos en sueños por el ángel... Los gritos: los gritos de hombres y mujeres y adolescentes que miraban con pavor cómo los niños eran pasados por las armas del poderoso homicida, quien había sentenciado el sacrificio de cuantos niños tuvieran menos de dos años, no fuera a ser alguno de ellos el Mesías prometido... Y el llanto de Raquel (símbolo de todo el pueblo, de todas las madres) atravesando el desierto…
Han pasado 2009 años, más o menos, de aquello, ahora, un poco más al oeste de Jerusalén, en una zona bañada por el Mediterráneo, habéis visto el mismo horror (pues una lágrima es el resumen de todas las lágrimas) multiplicado por cientos, por cientos de miles, para ser precisos…
En estos días, algunos, hemos dado muchas vueltas a la cabeza sobre el asunto. Hemos intentado ver las razones de uno y de otro, y sólo hemos visto sinrazones, de unos y de otros; pero, a algunos, nos parece insoportable tanto cadáver de niño y de adolescente y de mujer y de hombre y de anciano esparcido por la ciudad de Gaza.
A mí, majestades, lo que más me ha hecho reflexionar ha sido la carta que Daniel Berenboim nos escribió a todos y que publicó mi amigo argentino Adrián Dorado. Supongo que tendréis noticia de ella. Sólo apunto sus últimas palabras.
La violencia palestina atormenta a Israel y no sirve a la causa; la venganza militar de Israel es inhumana, inmoral y no garantiza la seguridad. Como he dicho anteriormente, los destinos de dos personas cuyos destinos están relacionados inextricablemente, lo que les obliga a vivir lado a lado. Son ellos los que deciden si quieren hacer de esto una bendición o una maldición.
Por más que, repito, le doy vueltas, me parece, a la vista de estas frases, que sólo una intervención divina puede salvar la situación.
O hay milagro o hay exterminio.
Aunque hablar de intervención divina entre judíos y musulmanes es como meter a la zorra en un gallinero.
Por eso sólo me queda recurrir a vuestras majestades.
Melchor, Gaspar, Baltasar: cuando os hayáis repuesto de vuestra jornada agotadora, cuando vayáis a dar cuenta a la divinidad del día (no sé si será Dios, Yahvé o Alá, pero sea quien sea seguro que se parece en poco a las pálidas imágenes que los humanos nos hemos hecho de su persona), imploradle en mi nombre, y en el de la mayoría de hombres y mujeres de buena voluntad, que intervenga, que deje de aplicar a rajatabla aquello del libre albedrío, aquello de la conciencia, aquello de la responsabilidad. Que rompa con la naturaleza, que ablande el corazón de unos y de otros, que les haga entrar en razón, aunque sea con algo de resentimiento, pero que paren las armas, que dejen de arrojarse niños y niñas a las fosas comunes. Que Israel comprenda que Palestina existe. Que Palestina admita que Israel existe. Que Israel y Palestina se sepan vecinos. No hay más.
Recordadle, si es preciso, la profecía del viejo Isaías, quien fue su vocero por estas mismas tierras que hoy parecen una sucursal del infierno:

Habitará el lobo junto al cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el ternero y el leoncillo pacerán juntos; un muchacho pequeño cuidará de ellos. La vaca vivirá con el oso, sus crías se acostarán juntas; el león comerá paja, como el buey, el niño de pecho jugará junto al escondrijo de la serpiente, el recién destetado meterá la mano en la hura del áspid.

(Foto El País digital)

domingo, 4 de enero de 2009

Y ENTRARON



Supongo que todos la habréis visto. Esta imagen desoladora que produce náuseas y un dolor infinito se publicó en El País. Yo la he subido aquí del blog de Saramago que como un profeta sabio escribió su último comentario hace tres o cuatro días, que tituló Israel y no ha vuelto a publicar nada más en él, sabedor acaso de que no se trataba de un texto perecedero. Con la sabiduría del viejo fabulador que en sus cuentos narra las verdades más profundas del ser humano, en cuatro líneas contaba un cuento que resulta aterrador de puro sencillo, como un cuchillo cuyo filo es el diamante.
Adrián Dorado acaba de colgarlo también en su blog. Él, probablemente con un sentido más justo de su tarea, coloca el comentario de Saramago. Podéis verlos, ambos, un poco más abajo, a la derecha, en esta misma página presionando con el puntero del ratón.
Me imagino que cualquier hombre de buena voluntad que se haya enterado del asunto estará encabritado, encorajinado y triste.
Hace unos días (ver mi entrada de 29 de diciembre), ya se suponía que esto podría ocurrir. Escribí textualmente:

"Acabo de escuchar en la radio que los gobernantes israelíes han llamado a seis mil reservistas para que estén preparados, por si es necesario entrar en la famosa franja.

Entrarán"

No es que uno sea adivino, ciertas cosas se ven venir desde lejos, y tantas décadas de conflicto tendrían que generar semejante solución (¿?). A estas horas, según informan los medios de comunicación los muertos son ya centenares.
Israel, como los viejos dioses, se ha dado cuenta que el monstruo al que dio de comer y de beber, a quien adiestró para despedazar a la OLP se le ha vuelto en contra. Repitió la misma estrategia que los norteamericanos habían seguido con los talibanes de Afganistán para que los soviéticos tuvieran un oponente en tal lugar del mundo, y el resultado ha sido el mismo.
Cría cuervos y te sacarán los ojos dice el viejo refrán castellano. Una vez más se demuestra verdadero.
Ahora el gobierno israelita ha decidido acabar con Hamás, y para ello se lleva por delante todo lo que allí esté. Dan igual niños, ancianos, hombres que nada tienen que ver con el gobierno de la Franja de Gaza.
Nadie discute, me parece, que Hamás está enviando cohetes a territorio hebreo, y que estos envíos no esconden precisamente edulcorados caramelos para felicitar la llegada del año. Nadie discute, creo, que Hamás es un grupo terrorista que ha llegado al poder por medios democráticos. No es el primer caso de la historia, como bien saben los alemanes, por ejemplo.
Pero nada de eso implica que la acción del gobierno sionista sea desproporcionada. Salvajamente desproporcionada. Uno, que no entiende nada de derecho internacional, la calificaría de ilegal, claro que semejantes sutilezas en caso de enfrentamiento bélico son inútiles, por no decir absurdas, sólo se podrán dilucidar después, cuando a nadie le importe. Al menos a ninguno que viva en el presente, quizá a los politólogos, a los historiadores y a los juristas les parezca algo trascendente.
A nosotros no.
A nosotros nos tiembla el corazón, y casi se detiene, al contemplar esa foto que golpea en la retina con la dureza de sus blancas sábanas ensangrentadas.
Es verdad, como ya he leído a alguien, que si Hamás hubiera decidido parar sus absurdos ataques, esto que llaga el corazón no estaría sucediendo. Por tanto es culpable también, porque su estrategia de la provocación es evidente. Están consiguiendo mártires para su causa. La sangre de estas niñas y de tantas otras, alimentará el odio de muchos palestinos que bien poco tienen que perder.
También lo ha colgado Adrián en su blog y tengo la desfachatez de copiarlo aquí, sólo es el principio de la declaración del director de música, Daniel Barenboim:
"Solo tengo tres deseos para el próximo año. El primero de ellos es que el Gobierno israelí se dé cuenta de una vez por todas de que el conflicto en Oriente Próximo no puede ser resuelto por la vía militar. El segundo es para que Hamás tenga presente que sus intereses no se imponen con la violencia, y que Israel está aquí para quedarse. El tercero es para que el mundo reconozca que este conflicto no tiene parangón en la Historia. Es complejo y delicado; es un conflicto humano entre dos personas profundamente convencidas de su derecho a vivir en el mismo y minúsculo pedazo de tierra. Es por esto que ninguna diplomacia o acción militar puede resolver este conflicto".

Como afirma Juan Cruz es muy difícil escribir en tiempos de tristeza, pero es un deber inexcusable. Vuelvo a repetir la reflexión que hice el pasado día 29: Si uno tiene este altavoz semipúblico y no hace nada y no grita, y no pone sobre la mesa el estallido horrorizado de su corazón, tiene poco derecho a escribir sobre lo demás.
Estaba a punto de corregir la entrada que tenía prevista colgar nada más que comenzara este domingo, que aún forma parte de las navidades. Espero que mañana lunes aparezca. Hoy la he tenido que posponer. Hoy la obligación es la que me gritan esos cadáveres de cinco niñas palestinas, que, quizá tuvieron suerte de no contemplar la invasión de su tierra.
Nos faltan todavía muchos días de dolor, porque estoy convencido de que los palestinos no se rendirán, ni huirán.
En Segovia, la niebla tapa la imagen de la Catedral y del Acueducto. Todo el día ha estado lloviendo, con más o menos intensidad. Ha sido una jornada desapacible y fría. Era el estallido de la muerte en Gaza.
Si queréis saber qué hora marca el reloj de su sufrimiento, también la he puesto ahí abajo, a vuestra mano diestra. Era mi pequeño homenaje a esta tierra ensangrentada.

lunes, 29 de diciembre de 2008

INOCENTES Y GENOCIDIOS

Esta adenda la introduzco el día 30 de diciembre, picado por la iniciativa surgida en el blog de Juan Cruz, y secundada por Adrián Dorado. En caso de que lo queráis hacer, aquí va el enlace con la página de Amnistía Internacional, donde se puede firmar contra la acción genocida de Israel: http://www.es.amnesty.org/actua/acciones/israel-y-los-territorios-palestinos-ocupados-protejan-a-la-poblacion-civil/?tx_aiaccioneslogic_pi2%5Baccion%5D=2&tx_aiaccioneslogic_pi2%5BfirmaId%5D=2676552&cHash=db3ed1efcd

A mano izquierda de la página, en negrilla aparece la palabra ACCIÓN, si clicais ahí, aparece el texto. Si queréis después de leerlo, dais vuestros datos. Sólo eso. A mí me han devuelto un e.mail agradeciéndome la colaboración y pidiéndome la voluntad, ya se sabe, de algún modo se han de financiar las ONG.

Perdón por copiar, pero es lo mínimo que se puede hacer en estos casos, abrazar las iniciativas de otros. Sabemos que servirán de poco, pero como ha escrito alguien en otro sitio, si cada uno hace lo que puede, hace bastante.

Supongo que no tendrá nada que ver, supongo que los dirigentes del Gobierno genocida de Israel no habrán tenido en cuenta que buena parte de occidente celebra en estos días la Navidad, y, más en concreto los católicos la efémeride de otro brutal genocidio que recordamos bajo la denominación de los Santos Inocentes.
Es como si no hubiera pasado el tiempo. Es como si los que tienen el poder sólo lo usasen para aniquilar a quienes resultan peligrosos. Parece que los pobres palestinos de Gaza son peligrosos para la potente Israel.
El mundo entero lleva recordando este año que concluye el genocidio sistemático que los malditos nazis organizaron sobre los pobres judíos que tuvieron la desgracia de vivir en Alemania, Austria, Polonia, Holanda, Ucrania, Rusia... Sin embargo el Gobierno sionista sigue a lo suyo.
Llego de mis vacaciones navideñas, cargada la mirada de la belleza del paisaje asturiano, pero aún no os puedo hablar de ello.
Son más perentorias estas palabras. Más necesarias.
No, no soy un estúpido iluso. Si sé que no están escuchando a los diplomáticos, ni a los dirigentes de la ONU, menos escucharán a este pobrecillo escribidor. Sé de sobra que mis torpes vocablos no podrán evitar ni un sólo muerto. Sé de sobra que el gobierno hebreo ni siquiera se inmutará por mi vocerío arrojado en mitad de un cíberespacio que está más colapsado que el propio mundo denominado real.
Pero no sé, a estas horas de la noche, cuando se acaba este domingo extraño me hago una pregunta con muchos interrogantes.
¿Podría seguir escribiendo poemas y publicándolos; podría continuar con mi diario y entregaros algún fragmentillo de vez en cuando; podría seguir avanzando en el relato de la sombra y dar a la luz su tercer capítulo; podría, en fin, levantarme mañana con la mínima dignidad, si teniendo este pequeño altavoz a mi alcance, no dejo constancia de mi indignación, de mi dolor, de mi impotencia, de mi vergüenza...?
He echado un vistazo por algunos blogs amigos, he leído, así de pasada, después de haber aterrizado de nuevo en casa y nadie o casi nadie habla de otra cosa. Tampoco yo, claro.
Más de trescientos muertos y no se sabe cuantos heridos inhabilitan de facto cualquier explicación gubernamental, por plausible que sea. Por mucho que argumente lo de Hamás, por mucho que hable de que los túneles se utilizaban para tal o cual cosa, por mucho que diga que se trata de un acto de defensa, por mucho que sepamos que los musulmanes integristas (y Hamás lo es, tampoco conviene ser incauto o inocente) son peligrosos, su ataque no tiene justificación posible. Da igual la que utilice. Nadie se la creerá.
El daño ya es irreparable.
La espiral, por desgracia, no ha hecho más que comenzar.
Acabo de escuchar en la radio que los gobernantes israelíes han llamado a seis mil reservistas para que estén preparados, por si es necesario entrar en la famosa franja.
Entrarán.
Han decidido que se llevarán todo por delante. No van a esperar a que los amigos norteamericanos cambien de jefe, por si acaso. Para eso faltan veintitrés días mal contados. Mientras uno se va y otro entra, en medio de la confusión, aprovechando las celebraciones del fin de año occidental.
Los muertos inocentes yacen en la parte del mundo más resquebrajada y triturada por la violencia.
Tenía pensado contaros hoy otras cosas, pero será otro día, será en otro momento.
Quizá mañana, sólo quizá.
De momento os arrojo estos versos, porque me duele el alma:
Las calles se arroparon con su sangre,
el calor de su sangre mordió las raíces de la historia,
de otras sangres inocentes
que se columpian infinitamente en el infinito tiempo de
la masacre que no cesa.
sin que la historia detenga su ritmo de esqueletos que
retornan y retornan y retornan.
A la luz de una farola macilenta, se escucha el llanto de un niño,
sí, todavía quedan llantos de niños en el lugar del exterminio.
Mañana la mirada del anciano recordará que sobrevivió a la
nieve de Auswitch,
pero no sabrá por qué lo recuerda,
en su periódico de Tel Aviv hablan de la persecución al
enemigo exterminador.
Nuestra voz, dará vueltas, acaso extraviada, en un universo que parece silencioso,
ajeno a la brutalidad...