Hablando de la dificultad de crear personajes positivos, Dostoyevski dice que en la literatura universal no conoce más que a dos: Don Quijote y el señor Pickwick. «De entre todas las figuras hermosas de la literatura, la más lograda es Don Quijote».
Thibaudet. Su idea es que a un escritor le es fácil crear lo que le es inferior y difícil lo que le es superior. Ejemplo: Flaubert, Madame Bovary, donde Homais es un personaje vital, mientras que el profesor Larivière está completamente apagado.
A los dos nombres que indica Dostoyevski hay que añadir el del príncipe Mischkin, al igual que los de Hamlet y Alceste. Romano Guardini se atreve a distinguir en Mischkin elementos crísticos. La aureola que circunda su cabeza después de que Ganea lo abofetee. En Pickwick, sin duda alguna, todos se comportan tal y como observa Chesterton: como si vivieran en el paraíso. Aquí la afabilidad, el buen humor. la bondad y la alegría son los peldaños de la escalera de Jacob.
Pero en ningún sitio la paradoja evangélica es tan evidente como en Don Quijote. en ningún lugar se plantea el problema de manera más universal. en ninguna parte se contrastan de manera tan desgarradora el alejamiento y el acercamiento al ideal, las oscilaciones entre lo que somos y lo que desearíamos ser, entre lo que hemos olvidado que somos y lo que deberíamos ser, lo que hemos llegado a ser y lo que estamos destinados a ser; en ningún sitio se desarrolla con un ritmo más estremecedor el juego sin fin castillo-venta, palurdo-señor, hombre-demonio u hombre-ángel (365-6).
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jueves, 9 de junio de 2016
Personajes «positivos»
Un pasaje de Steinhardt sobre «personajes positivos». Como no acabo de tener del todo clara la cuestión (yo creo que se refiere a personajes «santos», pero no sé muy bien), os copio todo el pasaje, a pesar de lo telegráfico que es a veces y de las lecturas previas que supone, por si me podéis iluminar sobre la cuestión:
miércoles, 8 de junio de 2016
La realidad de verdad
Una cita de María Zambrano que traía el otro día Enrique García-Máiquez:
La realidad nos cerca y, sin embargo, hay que buscarla.Steinhardt, hablando del beso de Cristo al Gran Inquisidor, dice que tiene el mismo efecto que una gran obra de arte:
rompe el conjuro. La fe nos alegra porque nos pone de repente en contacto con lo real. De donde se deduce que la realidad -la realidad incorrupta- es bella y que la resonancia es una ley fundamental (37).En otro lugar se refiere al mundo «contaminado por el pecado y aliado con el diablo -que no es el auténticamente original»-, porque «no es más que una imagen secundaria, deformada y distorsionada, una ilusión que los campesinos y los habitantes de la ciudad perciben como una venta, pero que don Quijote sabe que es un castillo» (146-7).
miércoles, 23 de marzo de 2016
Steinhardt sobre el amor a vivir
De El diario de la felicidad (348):
Entre los presos hay un delicioso dicho hindú -antes que caminar es mejor estar de pie, antes que estar de pie es mejor estar sentado, en vez de estar sentado es mejor estar echado, mejor que estar echado es dormir, mejor que dormir es estar muerto, mejor que estar muerto es no haber nacido- que resalta por oposición el valor del cristianismo, que es el amor a la vida. la promesa de vida eterna. Unamuno: el deseo de la inmortalidad del yo, eso es el cristianismo.
En India la finalidad de todas las religiones es la desaparición, la aniquilación, el desapego a las cosas del mundo. El cristianismo, por el contrario, es blanco, es goetheano (Am Anfang war die Tat [«En el principio era el hecho»] es una afirmación cristiana en la que el autor salta por encima de Al principio ya existía la Palabra y pasa directamente a Todo fue hecho por ella); el cristianismo es la exaltación: la alegría de ser a imagen y semejanza de Aquel que dijo «Yo soy el que soy».
Buda nos estimula con la nada. Cristo nos lo ofrece todo.
martes, 22 de marzo de 2016
Steinhardt fantasea sobre nueve cielos
En un pasaje que fecha en la cárcel, cuenta que fantasea sobre un cielo de nueve cielos:
Una tarde fría que alberga, sin embargo, una lejana promesa de primavera. A través de los intersticios de las tablas adivinamos el deshielo. Me embarga la nostalgia y la modorra. Me gustaría poder encogerme como un niño, como un gato encima del horno. Me vienen a la memoria, claros y cercanos, el inmenso patio de la fábrica de Pantelimon, la calle Armenească y su increíble serenidad, el árbol de Navidad en la casa Şeteanu, la sonrisa de la señora Boerescu con su vestido de terciopelo violeta, el bosque entre el río Târgului y el Doamnei en Clucereasa, los movimientos apresurados de la señora Florescu (...)Se acurruca debajo de la ventana y
al igual que el niño que se cuenta a sí mismo historias sabidas desde hace tiempo, me repito y sistematizo la teoría de los nueve cielos a la que le estoy dando vueltas y que me consuela desde hace algún tiempo.
En los tres primeros cielos reina y trabaja Dios, el Creador de todas las cosas, el Omnipotente, el Gran Anónimo de Blaga, el Gran Relojero de Voltaire, el Gran Arquitecto de los francmasones. Del cuarto cielo hacia arriba hasta el séptimo mora el Juez justo, el que da miedo, el Legislador del Antiguo Testamento, el Dios de la Justicia Áspera. A partir del séptimo cielo se revelan -a los que se les concede este don- algunos secretos finales inesperados. Pero, a diferencia de lo que creen los iniciados, los guenonistas, los teósofos, los antropósofos, los espiritualistas o los hombres positivos de grandes ideas, o los ateos de corte agnóstico, la divinidad del noveno cielo no es una «fuerza» o una «energía» impasible e impersonal, un coordinador escondido o un constructor, sino que es el Dios de la barba blanca, dulce y bueno, el Dios de la lejana infancia, de los villancicos, de los cozonaci [bollo típico de Navidad y Pascua, con masa de pan, nueces y pasas], de los aguinaldos, de las tortas y de las noches más bellas de Navidad, el de Dickens y la Bibliothèque Rose.
Aquí está Cristo, consuelo y descanso, el que nos ha prometido que nos salvará del mal, del asco, del pecado, del dolor, en quien piensan los personajes de Chejov en El tío Vania. (254-5)
jueves, 10 de marzo de 2016
Steinhardt sobre Sócrates y Cristo
Es una de las preguntas centrales de Occidente. Lo que dice Steinhardt no tiene pretensión de ser la última palabra, pero es muy verdad:
Lo lógico habría sido que la muerte de Sócrates, el hombre, llevara el sello del desorden, de la sangre, de la traición y de la rabia: pero no, fue enormemente serena y digna. la de Cristo, por el contrario, lleva, por completo, el sello de la tragedia, de la repulsa y del horror. Sócrates muere tranquilo, rodeado de sus discípulos fieles y atentos. que sorben sus palabras mientras que él -imperturbable y luminoso- bebe el veneno indoloro ofrecido con mucha cortesía por el carcelero. Abandonado y traicionado por los suyos, Cristo se retuerce en la cruz, atormentado por la sed y cubierto de insultos. Sócrates muere como un señor, Cristo como un miserable, entre dos bandidos, en un descampado. Sócrates da gracias a los dioses por liberarse de las vicisitudes del mundo material, Cristo exclama: «¿Por qué me has abandonado?».
La diferencia entre las dos muertes es absoluta y precisamente la divina parece inferior, turbia. Pero lo cierto es que es infinitamente más humana; la de Sócrates, en toda su grandeza, parece -por contraste- literaria, abstracta, sometida a la puesta en escena y, sobre todo, irreal. Sócrates -con buena fe y en buena medida como un vencedor- se eleva desde el estado humano al divino. Cristo desciende, indiferente a la inmundicia, hasta los estratos más bajos de la condición humana (96-7).
martes, 1 de marzo de 2016
Cervantes
Este texto que fecha Steinhardt en 1958, dos años antes de ser detenido y encarcelado:
Cervantes en Argel, tras algunos años de cautiverio, consigue organizar junto con otros una evasión. Por la noche se encuentran todos en el muelle. El barco acordado está allí, listo para partir. Pero falta uno de ellos. Lo esperan. Pasa el tiempo. Deciden marcharse sin esperar al que se ha retrasado. Cervantes insiste: esperémosle, imaginaos su desesperación cuando llegue y vea el barco a lo lejos... Se quedan, se impacientan, llega por fin el que faltaba... Era el traidor. Los cogen a todos y los devuelven a la esclavitud.
Esta historia atroz, en la que Cervantes se nos aparece tan noble y en la que se demuestra que no fue casualidad que escribiera el Don Quijote. me la traen a la memoria, sin ninguna relación directa, las colas ante la comisaría.
lunes, 29 de febrero de 2016
Un refugio provisional cálido
De Nicolae Steinhardt, El diario de la felicidad 190. Está recordando una estancia en Londres de 1937:
De noche. por las calles no veo a nadie, sólo viento. lluvia y farolas; la desolación me llega a los huesos, de modo que la modesta habitación en la que encuentro a Nuti me parece un refugio: en la chimenea luce un fuego eléctrico de color púrpura, la lámpara junto a la butaca tiene una pantalla verde, en la mesita destacan las tacitas de té. El contraste entre el confort británico basado en elementos simples (calefacción, agua, luz matizada, un elixir: las hojas de te, la botellita de ron) y el paisaje otoñal de fuera resulta tan chocante que no puedo dejar de conmoverme. ¿Acaso no es esa la esencia de la vida: como una selva en la que pululan las bestias, llena de agujeros y trampas, sacudida por relámpagos y ráfagas de lluvia y, en el margen del bosque, una sola casita iluminada y caliente, de la que todos los habitantes tendrán que salir antes del alba implacable?
Por ahora en la habitación todo es simple y efímero. dulce y tierno. Nuti sirve el té en tazas, el radiador reemplaza a los tradicionales troncos de madera y nos calienta suficientemente; en una pequeña sartén hay huevos fritos. Pobre lucha de la humanidad en contra de la naturaleza y de la realidad, una lucha en la que los ingleses son auténticos maestros. ¡Cuánto me gustaría poder hundirme en ese confort salvador, olvidar el bosque enemigo que acecha y nos circunda! ¿Quién lo ha plantado? ¿Dios? ¿0 es Dios el artífice de la villa que se encuentra en el margen de la selva? San Chesterton, ruega por nosotros. (Según el San Sócrates, ruega por nosotros de Erasmo).
¿Se puede resistir?
jueves, 25 de febrero de 2016
Contra los maximalistas incorruptibles ejemplaridadistas públicos
Nicolae Steinhardt, El diario de la felicidad, 364-5
Cuando una entelequia cualquiera (por muy buena que sea) se vuelve absoluta y adquiere carácter de monopolio, la demencia se avecina.
Los políticos del tipo de Calvino, Robespierre y Hitler, que no conocen ninguna otra satisfacción y preocupación que la de poner en práctica por la vía política su idea única, llegan fácilmente a la locura.
En un mundo que ha roto con Dios, ningún absoluto puede reivindicar la exclusividad.
Jan Kott: Hamlet está loco porque, cuando la política elimina todos los demás sentimientos, ella misma se transforma en una locura inmensa.
Se puede llegar incluso a sostener que las debilidades, las obsesiones y hasta los vicios de los dirigentes políticos llegan a ser el fundamento de una contención y de un apaciguamiento, una fuente de libertad. Un corrupto como Barras, el del Directorio, será más tolerante y hará menos mal que el incorruptible Robespierre. Por suerte para nosotros, dice un personaje de Balzac, las hermanas de Napoleón eran unas putas; si no, ¿qué habría sido de nosotros?
jueves, 18 de febrero de 2016
Steinhardt sobre Cervantes
He puesto cosas sobre política de Steinhardt, pero son lo mínimo del libro. A mí me han venido bien porque me angustia que los neomarxistas bullshitistas sigan ganando peso, ante la estúpida fascinación de media España. Yo decidí hace tiempo ignorarles, por no darles eco siquiera, pero necesito recordar con él todo lo que he leído sobre el terror marxista al otro lado del telón de acero: Solzhenitsyn sobre todo, pero todos los demás que dejaron su testimonio, con Steinhardt.
Sobre todo es un escritor que habla de Dios (no sé si eso le hace «universal», en la distinción que hacían aquí hace poco, que me sigue dejando perplejo). Por ejemplo, tiene unas páginas sobre Jesucristo como gentleman que dejan sin aliento. Como es lógico, Enrique las vio y las puso en su blog hace ya tiempo (hoy, en su artículo del periódico, vuelve a ideas sobre qué es ser un verdadero gentleman). Steinhardt acaba así:
¿Que quién quiero que me lea el Quijote, Francisco Rico o Steinhardt? Steinhard, claro, qué pregunta más tonta.
Sobre todo es un escritor que habla de Dios (no sé si eso le hace «universal», en la distinción que hacían aquí hace poco, que me sigue dejando perplejo). Por ejemplo, tiene unas páginas sobre Jesucristo como gentleman que dejan sin aliento. Como es lógico, Enrique las vio y las puso en su blog hace ya tiempo (hoy, en su artículo del periódico, vuelve a ideas sobre qué es ser un verdadero gentleman). Steinhardt acaba así:
[Cristo] Invita a todos los hombres a reconocerse como lo que son en realidad: hijos del padre, del dueño. Desde este punto de vista, el libro más cercano a los Evangelios es Don Quijote, puesto que el caballero de La Mancha les dice a los de la venta que son caballeros sin saberlo y les pide que se porten como tales.Como esta, tiene otras cosas sobre Cervantes que me fascinan. No responderán, como en este ejemplo, a la literalidad del texto, pero qué verdad son. Lo ha leído mejor (me imagino que en rumano), que todos los que hemos utilizado primorosas ediciones originales anotadas. Me pregunto una vez más si los filólogos hemos cargado la mano en la importancia de «leer en la lengua original»: a veces basta leer bien, como Steinhardt.
¿Que quién quiero que me lea el Quijote, Francisco Rico o Steinhardt? Steinhard, claro, qué pregunta más tonta.
miércoles, 17 de febrero de 2016
Los angelismos perfeccionistas
Debería ser evidente en una sociedad sensata, pero creo que es muy importante recordar lo que recoge Nicolae Steinhardt del Dr. Sergiu Al-George. Vosotros podréis fácilmente decidir a quién aplicarlo:
No podemos alcanzar aquí la perfección absoluta y todos los regímenes que lo pretenden conducen fácilmente a la tiranía y al horror, ya que persiguen un fantasma que inevitablemente con el tiempo serán capaces de alcanzar sólo si lo imponen por decreto. Quien persigue la sociedad perfecta llega siempre a la felicidad obligatoria sancionada por la policía y el código penal. Sólo los gobiernos relativistas son pacíficos; y, como decía el coronel Broser, puede ser que la idea más sensata la haya expresado con cinismo y de manera provocadora el conde Taufe, ministro del Imperio Austro-húngaro: hay que mantener a todas las naciones del imperio en un estado similar de insatisfacción.
(Por este motivo, los políticos corrompidos del periodo del directorio francés pudieron pasar por verdaderos ángeles en comparación con los incorruptibles del periodo de Robespierre) (287).
martes, 16 de febrero de 2016
Cómo enfrentarse a un mal no tan lejano
Estoy leyendo el libro de Steinhardt, a diferencia de lo que me pasó con otros grandes escritos de víctimas del comunismo, como un auténtico manual de instrucciones, ahora que en mi país hay tanta gente seducida por comunistas, a los que muestran una devoción que me produce un asco invencible. Todo lo que leí del desprecio por la verdad, de sus tácticas, del odio a la libertad, lo veo ahora mucho más cerca, fascinando a una sociedad que ya no puede ser peor en su falta de convicciones.
Steinhardt fue condenado por respirar, por no ser como ellos. El prólogo del libro explica tres tácticas (deja de lado la fe, la que más le valió a él) para «salir de un universo cerrado», el del totalitarismo.
La primera es la de Solzhenitsin: al cruzar el umbral de los servicios de seguridad, decirse a uno mismo: «desde este momento estoy muerto», pero de forma definitiva. Muy difícil, claro.
La segunda es la de Zinoviev: inadaptación total al sistema, convertirse en un paria, vivir al día, no tener nada para que no te puedan quitar nada.
La tercera es la de Churchill y Bukovski: ante el mal, sacar un deseo loco de vivir y luchar. Cuando Bukovski fue citado por la KGB, no pudo dormir esa noche, pero de «la impaciencia de gritarles a la cara la verdad y de entrar en ellos como un tanque». El libro de Steinhardt es un alegato del valor, por eso dice lo siguiente:
Steinhardt fue condenado por respirar, por no ser como ellos. El prólogo del libro explica tres tácticas (deja de lado la fe, la que más le valió a él) para «salir de un universo cerrado», el del totalitarismo.
La primera es la de Solzhenitsin: al cruzar el umbral de los servicios de seguridad, decirse a uno mismo: «desde este momento estoy muerto», pero de forma definitiva. Muy difícil, claro.
La segunda es la de Zinoviev: inadaptación total al sistema, convertirse en un paria, vivir al día, no tener nada para que no te puedan quitar nada.
La tercera es la de Churchill y Bukovski: ante el mal, sacar un deseo loco de vivir y luchar. Cuando Bukovski fue citado por la KGB, no pudo dormir esa noche, pero de «la impaciencia de gritarles a la cara la verdad y de entrar en ellos como un tanque». El libro de Steinhardt es un alegato del valor, por eso dice lo siguiente:
Me pregunto (...) si acaso este universo, con todos sus conjuntos de galaxias, compuesta cada una de ellas por miles o millones de sistemas, cada uno a su vez con miles de soles y miles de planetas a su alrededor; me pregunto si acaso todos los espacios, las distancias y las esferas medidas en años luz, pársecs y cuatrillones de kilómetros, si todo este hervidero de materia, astros, cometas, satélites, púlsars, quásars, agujeros negros, polvo cósmico, meteoros y qué sé yo qué más, si todas las eras, todos los eones, todos los tiempos y todos los continuums espacio-temporales y todas las astrofísicas newtonianas o relativistas no habrán llegado a existir sólo para que estas palabras de Bukovski pudieran llegar a pronunciarse (21).A ver si tengo yo un poquito del valor que Bukovski y Steinhardt tuvieron. Nos dan mil vueltas las víctimas del comunismo, los millones que sufrieron un sistema, suma de todas las herejías y errores que ahora somos tan obtusos de considerar «ideas»
lunes, 15 de febrero de 2016
Nicolae Steinhardt
It was meant to be, dicen los anglosajones: «tenía que ser así», en concreto que yo acabase leyendo el Diario de la felicidad de Nicolae Steinhardt.
Compré el libro en 2007 o en 2008. Leí con entusiasmo a Luis Daniel González sobre lo conmocionado que estaba con él y luego también a Enrique García-Máiquez [este es un artículo monográfico suyo, excelente]. Y encuentro ahora una reseña muy buena de Josemaría Carabante. Y tuve que leer esto de Jesús Sanz Rioja.
Tenía un 99% de posibilidades, con esas recomendaciones, de que me gustase muchísimo el libro.
Todavía no me explico qué me pasó, pero leí unas pocas páginas y lo dejé.
El otro día me encontré que criticaban un aforismo de Enrique por confesional:
A mí me parece que a Enrique quizá le compense esa pequeña incomprensión estúpida el que gente como yo nos hayamos lanzado a volver al libro gracias justamente a ese aforismo. Por lo demás, es la constatación de una deuda, algo que saber hacer tan bien Enrique y en concreto en ese libro de aforismos, que tanto le debe -ahora lo veo- a su lectura de Steinhardt.
Yo el libro lo estoy disfrutando una barbaridad. Es grandioso. Ya iré poniendo cosas que me he ido apuntando. Esto solo es la crónica que me hago para intentar explicarme por qué no lo leí antes.
Pensaba también estos días que a diferencia por ejemplo de la literatura griega actual (para mí tan decepcionante, empezando por Cavafis, siguiendo por Seferis y continuando por todos los demás que he probado), la literatura rumana es admirable. Que yo conozca: Mircea Eliade, Mihail Sebastian, por delegación Cioran (leído «por emanación» en otros nada más) o Ionescu. Muestran un nivel de cultura asombroso. Cómo debía de ser la Rumanía antes de la Guerra (y qué desastre el comunismo allí). Por ejemplo las lecturas de Steinhardt son amplísimas y profundas. Cada vez que habla sobre El Quijote, por ejemplo, dice cosas admirables, asombrosas y felices.
Esta es su tumba (de una web bien bizarra), con esa pobrísima lápida, «el monje Nicolás»:

Yo iría a visitarla con mucho gusto. Y en el cielo estaría feliz de poder hablar con él (llamadme «confesional» si os atrevéis).
En la web de la editorial tenéis las primeras páginas del libro en pdf.
Compré el libro en 2007 o en 2008. Leí con entusiasmo a Luis Daniel González sobre lo conmocionado que estaba con él y luego también a Enrique García-Máiquez [este es un artículo monográfico suyo, excelente]. Y encuentro ahora una reseña muy buena de Josemaría Carabante. Y tuve que leer esto de Jesús Sanz Rioja.
Tenía un 99% de posibilidades, con esas recomendaciones, de que me gustase muchísimo el libro.
Todavía no me explico qué me pasó, pero leí unas pocas páginas y lo dejé.
El otro día me encontré que criticaban un aforismo de Enrique por confesional:
El carácter confesional de la escritura de García-Máiquez se trasluce sobre todo en la sección que lleva por título “Paraíso”. La mayor parte de las anotaciones que la componen carecen de la independencia y universalidad que caracteriza al aforismo: “Allí ya no hay pecados, pero de todas maneras habrá cola para confesarse con el Padre Nicolae Steinhardt”.Es una grandísima tontada la que suelta JLGM (no se puede decir de otra manera). Yo hasta me apostaría a que ni siquiera sabe quién es Nicolae Steinhardt. Debió de leer la palabra «confesarse» y se le activó la tecla «confesional» y la tecla «ortodoxia» (en el sentido absurdo en que él la usa, sin saber cuánta verdad hay respecto a ese ortodoxo converso). A JLGM un aforismo como el que voy a poner a continuación y que me acabo de inventar seguro que no le parecería mal: «En el cielo conversaría con Borges y me perdonaría mi irremediable ignorancia». Pero es que hay gente que lee la palabra «confesarse» y le parece mal, hay que j*d*rs*. Y que convierten a sus ídolos en santos laicos pero no pueden entender que haya santos de verdad.
A mí me parece que a Enrique quizá le compense esa pequeña incomprensión estúpida el que gente como yo nos hayamos lanzado a volver al libro gracias justamente a ese aforismo. Por lo demás, es la constatación de una deuda, algo que saber hacer tan bien Enrique y en concreto en ese libro de aforismos, que tanto le debe -ahora lo veo- a su lectura de Steinhardt.
Yo el libro lo estoy disfrutando una barbaridad. Es grandioso. Ya iré poniendo cosas que me he ido apuntando. Esto solo es la crónica que me hago para intentar explicarme por qué no lo leí antes.
Pensaba también estos días que a diferencia por ejemplo de la literatura griega actual (para mí tan decepcionante, empezando por Cavafis, siguiendo por Seferis y continuando por todos los demás que he probado), la literatura rumana es admirable. Que yo conozca: Mircea Eliade, Mihail Sebastian, por delegación Cioran (leído «por emanación» en otros nada más) o Ionescu. Muestran un nivel de cultura asombroso. Cómo debía de ser la Rumanía antes de la Guerra (y qué desastre el comunismo allí). Por ejemplo las lecturas de Steinhardt son amplísimas y profundas. Cada vez que habla sobre El Quijote, por ejemplo, dice cosas admirables, asombrosas y felices.
Esta es su tumba (de una web bien bizarra), con esa pobrísima lápida, «el monje Nicolás»:
Yo iría a visitarla con mucho gusto. Y en el cielo estaría feliz de poder hablar con él (llamadme «confesional» si os atrevéis).
En la web de la editorial tenéis las primeras páginas del libro en pdf.
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