Mostrando las entradas con la etiqueta Diario de un artista. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Diario de un artista. Mostrar todas las entradas

sábado, 25 de enero de 2025

Lo que se llama pop

por Daniel Link para Perfil

Tan temprano te despertaste para ir a hacerte un análisis de sangre que no tuviste tiempo para revisar los diarios. Una amiga te mandó, ya cerca del mediodía, el video de Donald Trump con Village People. No pudiste salir de tu perplejidad, hasta bien entrada la tarde. “¿Qué nos pasó?”, te preguntás.

Participás de una generación que todavía recuerda los grandes momentos de la década del sesenta del siglo pasado. Cuba, desde ya, el nacimiento del pop (como arte, como cultura), “una nueva relación entre la cultura alta y la popular que irrumpió en Estados Unidos a comienzos de los años sesenta, en consciente rivalidad con la canonización del alto modernismo durante las décadas: precedentes” (Andreas Huyssen).

Si bien los análisis de tu amigo Andreas te parecen todavía demasiado europeos, también retenés ese momento en que la alta cultura modernista ingresa a la Casa Blanca de la mano de los Kennedy (incluida Jackie, figura emblemática de aquellos tiempos) como un equivalente de la irrupción de Mercedes Sosa en el folklore argentino.

Robert Frost, Pablo Casals, Malraux y Stravinsky son algunos de los nombres que marcaron el ingreso de la altérrima cultura no sólo a la Casa Blanca, sino a la representación política. Más allá de lamuseificación de las vanguardias (cumplida ya en los cincuenta) y de su incorporación a la cultura industrial a través de la reproducción masiva, el modernismo y las vanguardias venían ahora a jugar un papel en la política exterior de los Estados Unidos (que, no hace falta subrayarlo, alcanzó niveles altísimos de violencia). La clase de arte cuyo propósito explícito había sido siempre resistir la institucionalización se asociaba ahora con las instituciones más imperialistas.

¿Qué quedaba por hacer? Obviamente, reinventar el ethos alternativo, el ethos resistente que reaparecería en los happenings, en el pop, en el arte psicodélico, en el rock pesado y el teatro alternativo de las calles. Mientras Malraux garantizaba un préstamo extraordinario de La Gioconda al presidente de los Estados Unidos (en la Galería Nacional la vieron más de 700.000 personas), la vanguardia pop retuvo su filo y su negatividad en proximidad con la cultura de confrontación de los sesenta que, lo quieras o no, te constituyen.

Más de sesenta años después, el nuevo presidente de los Estados Unidos baila como un muñeco desarticulado mientras los restos vivientes de Village People intentan reproducir una coreografía que todo el mundo sabe y repetir una letra que todo el mundo entiende como lo que es, salvo el único sobreviviente cisetero de la formación original, que amenaza con mandar a juicio a cualquier que se refiriera a “YMCA como un himno gay”.

Podrías detenerte en la paradoja de que un gobierno de oligarcas homofóbicos se rodee de estereotipos del deseo homosexual vestidos con chaps, pero te parece que esa batalla ya no te corresponde darla.

Eso sí, quisieras pensar en la distancia entre Stravinsky y Village People como participantes del poder absoluto (Virgilio, más allá de su innegable talento, tuvo el patrocinio del primer protofascista, Octavio Augusto, a quien los sedicentes emperadores del presente intentan replicar).

En un texto que este año cumple cien años, Ortega y Gasset había advertido que el modernismo produce dos especies diferenciadas de seres humanos, como quien dijera Cromagnon vs. Neandertal. Los primeros tuvieron arte; los segundos, no. Los primeros se comieron a los segundos y sobrevivieron, pensás.

Lo que la patética fiesta de Trump ofrecía como evidencia es el ascenso al poder de una especie humana diferente de la tuya, cuya única razón es la fuerza y que no pudiendo comprender ni el arte ni las humanidades, pretende destruir esas esferas para siempre deshumanizando la vida, reemplazando el arte (en cualquiera de sus variantes) por una pacotilla industrial reciclada hasta el vómito.

Esa ignorancia llevada al registro de la jactancia tal vez sea el signo de la actual coyuntura. Sea.

Pero es de una gravedad insoslayable que todo conduzca a la celebración de la ignorancia, a la falsificación de la historia, y la imposición de un ideario deshumanizante. Si en los sesenta la propuesta de un nuevo arte fue, en consecuencia, un ataque a las instituciones sociales hegemónicas, seguirás sosteniendo ese ethos y sólo repetirás la coreografía de Village People dentro del armario al que te condenan.

 

sábado, 7 de diciembre de 2024

El muelle de las brumas

Por Daniel Link para Perfil

Al principio uno ve de reojo lo que hay adentro y no quiere entrar: un montón de basura amontonada. Pero llega la exquisita Mariana López, y no queda más remedio que atravesar la puerta, porque la artista ha venido especialmente para acompañarnos en un recorrido de su muestra.

Premio Klemm en 2022, Mariana tituló irónicamente Obra completa a su monumental instalación. Una vez dentro de la sala, nos encontramos parados sobre una plataforma de madera cuyo sentido se adivina de inmediato: es un muelle. Su “obra completa” se ha transformado (mediante el procedimiento de la canibalización) en una gigantesca acumulación de desperdicios. Allí están algunas piezas que reconocemos de instalaciones previas, los restos de mecanismos que ya no funcionan, libros infantiles, camisetas y pantalones de fútbol, instrumentos musicales, baratijas que venden los senegaleses en las veredas porteñas.

Digo mal: porque en vez de recolectar esos objetos y ponerlos en su justo lugar, Mariana ha hecho sus versiones (pintadas, recortadas en papel, esculpidas o moldeadas) de esas cosas.

Lo extraordinario de su perspectiva es que su obra previa, integrada en esta Obra completa, cambia de sentido: ya no son más representaciones estilizadas de objetos sino que son “la cosa”. Lo que aspiraba a ser reconocido como arte ahora ha mutado en basura.

Si esa transformación de profundo alcance estético no fuera suficiente para conmovernos (porque contradice la vanidad del arte, la jactancia del artista, su relación con el mundo) hay todavía otra meditación en la que deberíamos detenernos. Lo que vemos son los restos de una civilización acumulados a orillas de un muelle.

Contra el arte ilusionista (que quiere hacer pasar por verdadero lo falso) y el arte de relojería (que se sostiene en la precisión del mecanismo y el lugar calculado para cada trazo y cada mancha), el arte de Obra completa se muestra indiferente a las idolatrías de la semejanza o de la exactitud. La acumulación es insensata, es lo que queda después de la destrucción.

Es ahí donde la muestra de Mariana López se vuelve una imagen justa, como llamada a pensar el día después de la extinción (del mundo, del arte, de la vida). Agradecemos a Mariana y a Klemm la mejor muestra de 2024.

 

sábado, 30 de noviembre de 2024

Arte inerte

por Daniel Link para Perfil

Está terminando la Bienal de Venecia, tal vez la peor de la que se tenga memoria. Por supuesto, los debates sobre sus contenidos fueron puramente ideológicos: mentar la extranjería, como hizo el comisario general Adriano Pedrosa al elegir el lema de esta Bienal, ¿es una política inclusiva o excluyente?

El asunto puede ser interesante pero palidece ante una fatal evidencia: la mediocridad apabullante de la selección oficial en Arsenale, una de las dos sedes de la Bienal, que incluso llegaba a opacar algunos de los extraordinarios envíos que podían admirarse en los Giardini.

Los enemigos de la politización del arte aplaudirán mis palabras pero les advierto que es poco lo que podrán aprovechar de ellas. La Bienal pasada (The Milk of Dream, curada por Cecilia Alemani), igualmente tensionada en relación con políticas de la visibilidad y la equidad, mostró una selección soberbia de piezas de arte: abrían ante nuestros ojos mundos que estaba ahí pero no habíamos sabido ver o que se nos habían escamoteado. L'art pour l'art es una consigna política que el Siglo XX demostró insostenible al poner en contacto indiscernible el arte con la vida.

No es, por lo tanto, lo político del arte a lo que hay que achacar el estrepitoso fracaso de esta bienal 2024, sino al haber provocado que en el pasaje de una categoría (“arte”) a otras categorías (“Sur Global”, “indígenas” , “personas queer”) la experiencia de lo viviente quedara asfixiada en un puñado de etiquetas sin sentido.

Lo que se vio en Venecia este año fue un “arte inerte” e impolítico: no sólo fuera de la política sino, sobre todo, incapaz de suscitar la menor emoción.

Sirva como ejemplo el de una señora argentina (es difícil decir su nombre, que oscila entre la líquida lateral y la vibrante múltiple, según quién lo pronuncie) con una obra que constaba de acuarelas y papeles escritos y dibujados al mismo tiempo con pereza imaginativa y con obediencia al mandato recibido. La “obra”, en su trivialidad, fue ¡premiada! No tanto por su calidad sino por el carácter “queer” o “trans” de la persona que la produjo.

Dentro de poco estarán premiando “la intención del artista” o su grupo familiar, lo que sería la mayor traición a las batallas estéticas del Siglo XX.


sábado, 21 de septiembre de 2024

Idea de pueblo

 por Daniel Link para Perfil

El mundo del arte es tal vez el más cruel de todos los mundillos. Como no participo de las redes me entero mal y tarde de algunas polémicas intensas, como la que rodeo la exhibición de la Manifestación de Mondongo en Malba. Y como me enteré antes de las feroces objeciones (de la izquierda y de la derecha) tardé en ir al Malba porque no confiaba en ir a verla con la cabeza llena de opiniones ajenas.

Mis impresiones, desde ya, importan poco y nada. Pero digamos lo obvio: el cuadro con el que Juliana y Manuel recrearon el celebérrimo lienzo de Berni es majestuoso y es raro que un “tributo” compita en pie de igualdad con su modelo. Además, se agregan a la presentación una estilizada casilla villera y dos cuadros más, que completan el recorrido conceptual.

Se han objetado muchas cosas a Mondongo: la espectacularización de la pobreza, un uso no militante de los motivos más estables de la imagen del pueblo (“sin pan y sin trabajo”, “pan y trabajo”) y una “traición” al modelo al haber reemplazado a los personajes retratados por Berni (que eran sus amigos) por otros (que son los amigos de Mondongo).

Además: que la villa estilizada funciona como un escenario para que las visitantes del museo se tomen selfies abominables para publicar en redes o que lo que falta allí es precisamente la vida precaria, que dice mucho más que cualquier otra protesta.

Es como si Mondongo fuera, de pronto, responable de la desigualdad social, del veto presidencial al aumento de las jubilaciones, de la indiferencia gubernamental respecto de las condiciones de higiene y habitabilidad de los barrios populares. Y, mucho más: Mondongo es mainstream y “los pobres quedan afuera, objeto de una obra que no van a ver, que trata sobre ellos pero es para los demás”. Desde las agrupaciones se escucha: “No contentos con expropiarnos nuestra historia del arte, van por banalizar nuestras luchas contemporáneas”. Qué disparate.

Mondongo es mainstream, sí, y lo es desde hace mucho tiempo. Por decir algo, desde que la familia real de España le encargara sus retratos en 2004 (espejitos de colores). El asunto es como habita ese lugar incómodo. Ernesto de la Cárcova, muy presente en la instalación de Mondongo, también le vendió cuadros a los reyes de España, porque esa es la lógica del mundo del arte. Manifestación también es un encargo, esta vez del MALBA, que la propone como una instalación site specific. Es, pues, el MALBA, que ha comprado la obra, quien decide dónde ponerla y para qué público.

No es, claro, la tarea principal de Mondongo participar de tales o cuales luchas. Su campo es la representación y la producción de sentido. Que circule la potencia de Berni, la potencia de De la Cárcova. Que se entienda que esas imágenes siguen estando presentes porque las condiciones que las hicieron necesarias todavía nos involucran.

¿Está mal aceptar dinero del MALBA? “Es además un museo privado. Es de la fundación Costantini, empresario que hizo su fortuna, entre otras cosas, a fuerza de gentrificación y destrucción de humedales”. ¿Son los Mondongo responsables indirectos de la destrucción de los humedales?

Lo dudo. Mondongo es responsable del arte que hacen, del que debe decirse que: 1. es un arte figurativo (se animan a figurar, a producir imágenes reconocibles), 2. es un arte de una técnica exquisita (el uso de ese material tan escolar, la plastilina, es llevado por el dúo a un umbral de sublimación inconcebible; el Baptisterio de los colores es una obra que quita el aliento), 3. es un arte deliberamente irónico que selecciona materiales de trabajo como índice de un efecto de sentido (¿no habrá algo de eso en Manifestación)? 4. Y es, finalmente, un arte de la celebración.

En el arte de Juliana y de Manuel yo escucho voces.... Por ejemplo, una vocecita que dice “Despojemos la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalizante. No imaginemos que es necesario estar tristes para militar, incluso si la cosa que se combate es abominable. El lazo entre deseo y realidad es lo que posee fuerza revolucionaria (y no su huida hacia las formas de la representación)”.

Tal vez Manifestación sea un poco más condescendiente que el Baptisterio, pero de todos modos es un pensamiento: nos piensa como sujetos de la historia, como objetos del arte, como espectadores y como parte del pueblo.


sábado, 14 de septiembre de 2024

Piromanía

Por Daniel Link para Perfil

Además de sus muchas virtudes, la muestra “Una imagen mil palabras” curada por Guillermo Piro para el Centro Cultural Recoleta interroga el estatuto mismo de la fotografía y, todavía más, de lo imaginario (ese registro en el cual las imágenes adquieren su consistencia y su gramática).

La muestra funciona así: 50 personas hablan (los textos fueron grabados y se accede a ellos a través de un código qr) de 50 fotografías que, presuntamente, “marcaron sus vidas”. Como yo fui convocado, sé que esta caracterización es endeble, porque a mí Guillermo Piro me asignó una fotografía bastante conocida, pero que tiene un lugar marginal en mi vida. Otras personas eligieron fotos familiares o fotos propias (como modelos o por haberlas sacado).

Queda ahí muy claro uno de los rasgos más inquietantes de la fotografía: es un arte intermedio. En algunos casos se trata de fotografías que aspiran al arte, en otro caso se trata de fotografías profesionales y están, finalmente, las fotos que salen de un archivo privadísimo que se construye al margen del fotoperiodismo y del arte de la mirada.

Ese inestable y fascinante estatuto de la fotografía es correlativo de la cantidad de personas convocadas para participar de la “anotación” de las imágenes, lo que pone en contacto dos imaginarios: el que las fotos muestran y en el que cada quien navega (o naufraga).

Cuando se habla de imágenes, se presuponen fotografías, cuadros, diagramas. Pero las imágenes son mentales y allí establecen la lógica propia de lo imaginario, que por lo general es público. La imaginación pública suministra los materiales para poder pensar el mundo. Las fotos (o lo que fuera) no son sino la actualización de esas condensaciones mentales de aquello que, por definición, no está (o está en otra parte).

Un ejemplo. La imagen elegida por Rubén Szuchmacher es una foto de su padre en su Polonia natal. Esa imagen, además de traer al presente a alguien ausente, relaciona un imaginario de época (el presente de la foto) con el imaginario que arrastra a Rubén a verla como una identidad conflictiva para su padre (el presente de Szuchmacher).

La gran felicidad que la muestra de Piro nos regala es una travesía en la calesita de las identificaciones imaginarias.

 

jueves, 27 de junio de 2024

¿Who's that girl?

 

¿Quién es Daniel Link, el escritor que la vio?
¿Quién es Daniel Link, el escritor que la vio?
 
Por Juan Mendoza paraClarín

En la zona del encuentro de la literatura con las tecnologías, los libros de este académico y narrador ocupan un lugar central.
Por supuesto que se trata siempre del arte de hacer pasar la vida a través de las palabras. Pero hay una zona de la literatura, que podría llamarse la zona del encuentro de la literatura con las tecnologías, en la que los libros de Daniel Link ocupan un lugar central.

Está ocupada por libros como Los años 90 (Adriana Hidalgo, 2001) y La ansiedad (El Cuenco de Plata, 2003). Presintiendo la tragedia, Los años 90 había aparecido nada menos que en el 2001: Ese Año. La novela narra la historia de un personaje a través de los mensajes de diferente índole que extraños y conocidos le dejan a través de la contestadora automática –aquella antigua tecnología hoy casi olvidada pero al mismo tiempo súper vigente en los mensajes de audio a través de Whatsapp–.

Si tuviéramos que describirlo con esas frases aborrecibles y tan poco oportunas para hacer crítica literaria, ninguna podría ser mejor que decirlo así: Daniel Link sí que la vio. Vio, antes que muchos, que un profundo orden de las transformaciones de lo humano estaba acechando los aparentemente inofensivos cambios en el lenguajes.

En Los años 90, la contestadora automática del teléfono era el verdadero personaje de la novela. O dicho de otra forma: en la novela el dispositivo tecnológico y el dispositivo novela estaban como superpuestos. Se trataba allí de una estrategia narrativa para hacer que la polifonía de la novela aparezca. La novela tenía mucho de lo que Alberto Giordano había acuñado como la gran virtud de la literatura de Manuel Puig y que por aquel entonces llamaba con una preciosa fórmula: “hacer pasar la vida a través de las palabras”. Leyendo la novela tecnológica de Link, lo que en verdad encontrábamos detrás del dispositivo, era una vida.

La Ansiedad repetía el procedimiento: lo actualizaba. La novela estaba construida a partir de la bandeja de entrada de un correo electrónico del personaje. El dispositivo novela que Link pergeñaba aquí era básicamente el mismo, con sutiles pero enormes modificaciones. Lo que cambiaba era el dispositivo tecnológico que aparecía representado.

Entre los cambios, también había un desplazamiento: de la voz de los mensajes en la contestadora a la escritura se pasaba ahora al correo electrónico. Lejos de lo que se había diagnosticado a propósito de los años 90, el neoliberalismo, la cultura audiovisual y los mass media –que habían puesto a la imagen en el centro–, ahora la era digital –Internet– la que traía consigo la promesa de una verdaderamente nueva cultura de las artes, que ponía otra vez a la lectura y a la escritura en el centro.

El asedio de la IA

Y aquí, nuevamente, la frase inoportuna pero atinada, a falta de originalidad para utilizar una mejor. Daniel Link, una vez más, la vio. Ninguna novela se anticipa tanto al asedio de las inteligencias artificiales –como él prefiere llamarlas–, como La Ansiedad, verdadero anticipo de las escrituras automáticas de tercera generación, las que él no sólo escrutó como nadie, sino, y sobre todo, con las que cuerpo a cuerpo también experimentó.

El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.El investigador y crítico Daniel Link dio su última clase la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fotos Emmanuel Fernández.

A comienzos de los años 2000, sino ya antes, sobre el borde mismo del siglo XX, Daniel Link pensó a la literatura como la oportunidad para hacer experimentos textuales pero también performances. Son inolvidables las obras de teatro que Daniel Link estrenó también en la primera década del siglo XXI, en el Centro Cultural Rojas.

Afecto a los obsequios, por aquellos años Daniel Link, regalaba ejemplares de sus libros y chocolates. Ejemplares de su obra Teatro Completo (Eloísa Cartonera, 2007). En las presentaciones de una de sus novelas, obsequiaba chocolates con la tapa de La ansiedad a sus amigos y lectores. Eso mismo lo volvió a hacer el 25 de junio de 2024 en ocasión de su última clase, Lección final, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

En medio de una cita literaria erudita, contra quienes hacen apología de lo serio y sacralizan las clases de literatura como algo anacrónico y dépassé, al mejor estilo de quien habló como nadie de los misterios del Bar Mágico –en su novela Montserrat (Mansalva, 2010)–, Daniel Link abrió su maletín cargado de papeles y clases y libros de la mejor literatura del siglo XX, y al estilo de esos números de magia habituales pero inverosímiles, volvió a sacar un gran paquete dorado de chocolates. Golosinas para nuevos y más lectores de una obra literaria inagotable y absolutamente actual.

Mucho más acá, Daniel Link es también el autor de Cómo se lee y otras intervenciones críticas (Norma, 2003), un verdadero clásico de la lectura y la literatura sobre el presente. ¿Cuál presente? Aquel, el del fin de siglo y los nuevos 2000, los años 2003, 2004, 2005.

Ningún presente es más actual que aquel en el que el encuentro entre dos cosas desconocidas se produce. Acaso, para comprender los avatares hiper-tecnologizados del presente, no haya tarea mejor que ir hacia el momento en que el primer encuentro entre la literatura y las tecnologías se produjo.

Bonus track: Cómo se lee (2003) venía con un anexo que recuperaba aquel libro mítico e inhallable. La chancha con cadenas (Ediciones del Eclipse, 1994), el libro con el que Link, comenzó a dar los primeros pasos de un derrotero interminable.

(¡De nuevo: Gracias, Juan!)

 

sábado, 8 de junio de 2024

El rufián recoleto

Por Daniel Link para Perfil

Recibimos pésames de muchas personas a propósito de la muerte de Edgardo Cozarinsky, como si fuéramos sus deudos. Éramos, en efecto, “familia” (eran sus palabras). Cada tanto saludaba a mi mamá en las redes. Escribí sobre sus libros y películas, asistí a sus rodajes, Sebastián Freire hizo fotos para uno de sus libros.

Edgardo era un escritor enorme y un cineasta exquisito pero era, sobre todo, discreto. Jamás la jactancia o el resentimiento (que es su contracara) opacaron su brillante conversación.

Becados en Bellagio, Edgardo quiso visitarnos y se alojó en el Grand Hotel Villa Serbelloni, a la vera del Lago di Como y comimos en ese lujo decadente que a él tanto le gustaba. Compartíamos un cierto gusto camp por esos ambientes que hablaban de épocas perdidas que Edgardo pudo haber conocido pero nosotras, con certeza, no.

Alguna vez, porque no entendíamos su entrañable recuerdo de una ciudad que no nos había gustado, tuvo que confesar que tenía que ver con un amor de juventud. Buah.

Edgardo decía mucho “Buah”, como para englobar un montón de cosas que no hace falta decir, pero que tienen que tener un lugar en el cuento. Era muy diferente del “Bueno”, que indicaba más bien un límite.

Además del gusto por la decadencia burguesa, Edgardo era un excéntrico. Un desencajado.

Su último gesto (que, por supuesto, hay que entender políticamente) fue su conversión al catolicismo. Siempre le habían divertido mis relatos de mi primera comunión tardía y mi carrera meteórica hasta ser responsable de misa de veinte en la parroquia del Niño Jesús de Praga. Además, era un admirador confeso de la orden de los capuchinos y colaboraba (no recuerdo bien de qué modo) con la Cripta de los Capuchinos, donde reposan los Habsburgo. Ésa era otra de sus obsesiones: Mitteleuropa. No sólo como autor (varias de sus novelas tomaban de ese inestable territorio algunos personajes y motivos narrativos) sino como lector (Joseph Roth).

Pese a lo mucho que significó París en su vida (sobre todo afectiva), terminó odiando la ciudad y sus habitantes nativos.

No obstante, hay algo profundamente parisino que se le pegó para siempre: su frecuentación de Roland Barthes. Lo había escuchado en su seminario sobre S/Z y se acercó a decirle que él era el emblema viviente de su teoría, porque su apellido familiar fue mal anotado en Migraciones y así pasó de la S a la Z. Yo siempre pensé que fue un invento de Edgardo, pero Barthes le creyó. Lo asesoró para su librito sobre el chisme e incluso le dijo que lo agrandara para hacer una tesis, a lo que Edgardo opuso como excusa mi “invencible pereza”.

Una vez le mostró una foto de sus padres en la playa, su madre ya embarazada, y Barthes le dijo: “para abrir Cozarinsky par lui-même.

Todo lo que hizo Edgardo parece haber seguido esa indicación de volverse un capítulo de supar lui-même”, que escribió hasta el último suspiro.

La literatura argentina lo extrañará. Nosotras seguiremos conversando con él, en ese espacio en el que se encontraba tan a gusto: la comunidad de los ausentes.

viernes, 5 de abril de 2024

Invitación

 

Presenta: Daniel Link. Lectura incomparable a cargo de Fernando Noy. Invitada especial: Ana María Chagras. Editores: Omar Genovese, Agustina Perez, Martín Maigua, Miguel Vega Manrique (eds.)  

 

sábado, 23 de septiembre de 2023

Una vida

por Daniel Link para Perfil

En una sala abarrotada de personas y de calidades, se presentó Esta no soy yo, la biografía de Aurora Venturini escrita por Liliana Viola. Participaron de la presentación Alejandra Flechner y Susana Pampin, en los roles de Fulvia y Flavia, dos personajes casi idénticos (o tal vez un mismo personaje geminado) como salidos de las ficciones de Venturini.

Lo que se festejaba era no tanto la vida de Aurora (1922-2015) sino el libro de Liliana. Es más, yo subrayaría: la invención de Liliana.

Esta no soy yo, con sus juegos de pronombres, sus idas y vueltas en el tiempo, sus conjeturas y su pasaje permanente de la ficción a las vivencias es un libro decisivo para entender la extraordinaria operación de Liliana Viola, con muy poquísimos antecedentes en la literatura argentina.

La historia es conocida: a sus 85 años, Aurora Venturini ganó el premio “Nueva novela” que Liliana Viola coordinaba para Página/12. Eso, en 2007 con la novela Las primas. Ocho años después, la autora había muerto y había nombrado a Liliana su heredera y albacea universal. Desde entonces, los libros de Venturini (siete títulos en la colección Tusquets) fueron traducidos a varias lenguas, las ediciones se agotan, circulan por el mundo.

Esta no soy yo comienza con la decisión del jurado. Insidiosa, Liliana subraya: “en esa mesa de caballeros se está decidiendo si esa mujer va a morirse sin que nadie la haya leído o si vivirá los ocho años que le quedan reconocida como el gran hallazgo de la literatura argentina”.

Es muy fácil imaginar la culpa machirula como herramienta de presión. Ése fue, tal vez, el primer golpe de Liliana Viola, el decisivo. Es fácil imaginar el resto, un poco porque el libro lo cuenta y otro poco porque sabemos lo que sucedió. Las primas es un éxito, la autora firma contrato con Mondadori, donde saca algunos libros. Luego Liliana Viola transfiere todo el paquete a Tusquets, cuyo clasicisimo conviene a los libros de Aurora.

Ahora bien: Venturini tenía una carrera entera (mediocre, pero cumplida), varios libros publicados, muchos premios, una vida. No había pasado nada. Hasta que Liliana Viola toma entre sus manos esa herencia y la hace pasar por el tamiz de su propia inteligencia, Venturini no había existido. Ahora es la amiga de Sartre, de Simone de Beauvoir, de Evita, de Quasimodo. La escritora todos quieren leer, la mujer cuya vida (mejoradísima) Liliana Viola nos entrega para que el mito siga creciendo. Escribir un libro es algo que puede hacer cualquiera. Inventar a un autor, casi nadie.


sábado, 9 de septiembre de 2023

Ritmos circadianos

por Daniel Link para Perfil

Razones familiares que sería penoso exponer aquí me tuvieron alejado de la ciudad, preso en una casa de campo en el medio de la nada, donde tenía que cuidar a tres animales, una de ellas una perra recién operada de una herida de guerra intraespecies. La perra herida no podía salir ni podía quedar sola, porque ya se había sacado los puntos de la sutura dos veces, pese a vestir un collar isabelino. La tarea parecía favorable a mis intentos por terminar de escribir las conferencias que, en breve, deberé pronunciar en foros europeos.

Me despertaba a las 7 de la mañana. Abría todas las persianas de la casa, bajaba las llamas de las estufas y, mientras sacaba a las perras para que hicieran pis, empezaba a hacer el desayuno: calentaba el agua para el mate o el té y organizaba la

mise en place de la manada malcriada que había quedado bajo mi tutela. El gato no come alimento balanceado duro, razón por la que hay que servirle un potecito de leche sin lactosa (para que no vomitara) y un potecito de alimento húmedo (no comía más el sólido). A las perras había que simular que uno les cocinaba especialmente, porquedespreciaban el alimento balanceado falto de amor hogareño. Así que, bajo su mirada atenta, revolvía el balanceado con una cucharada de atún de lata que luego les servía con ruidos estúpidos de satisfacción estomacal (“ñam, ñam”).

Terminado el ritual matutino, me bañaba y me vestía. Entre una cosa y la otra ya eran las 9 de la mañana. Revisaba algún correo o planificaba la monótona jornada, con diálogos estrambóticos con los animales, encantados de que alguien le dirigiera la palabra aunque fuera para insultarlos dulcemente.

A las 10 de la mañana venía la asistente doméstica, cuya exasperante lentitud para todo evitaba yéndome al pueblo a hacer las compras (en las inmediaciones, ni un kiosco). A las 11:30, con suerte, estaba de vuelta.

La perra herida me saludaba como si me hubiera ido años atrás. Me instalaba ante la computadora a leer los diarios y las dos cánidas, detrás, dormitaban hasta las 12:00, cuando ya empezaban a reclamarme alimento nuevamente. La empleada de la casa (que iba a diario, creo, antes para controlarme a mí que para mantener la limpieza) se retiraba para buscar sus hijos en el colegio.

El mismo ritual: el gato comía sobre la mesa su alimento húmedo, tomaba su leche y las perras comían en el suelo su almuerzo pretendidamente personalizado.

Mientras, yo descongelaba para mí alguna milanesa o bife de lomo, preparaba una ensalada o hacía algún chutney.

Después de comer, dejaba los platos en la pileta para que la asistenta tuviera algo para hacer al día siguiente y salía a dar una vuelta por el parque con las perras.

A las 13:30 ya estaba sentado otra vez ante mi escritorio contestando mensajes: al equipo de tal revista, les daba indicaciones; al equipo de tal archivo, les pedía actualizaciones pendientes; para tal universidad europea, preparaba unas rendiciones de cuenta; a los equipos de cátedra les rogaba que por favor decidieran los temas y bibliografía para los cursos del año entrante.

De pronto, eran ya casi las 4 de la tarde y el sol brillaba bajo. A esa hora extrañaba mi casa, mi gata, mi marido, mis rutinas. Iba a la cocina a prepararme un mate, circunstancia que los animales entendían como una invitación para reunirse conmigo en la cocina.

Abría la puerta para que las perras salieran a hacer pis y, si no pasaba nadie por la calle a quien ellas entendieran que debían ladrarle, las dejaba un rato afuera.

Le daba la merienda al gato (por la tarde comía atún solo).

Por lo general volvía a mi escritorio a las 6 de la tarde como muy tarde, dispuesto a escribir, ya con sueño.Leía libros que subrayaba ocasionalmente para levantar luego citas importantes.

A las 8 ya era de noche. Tenía que cerrar las puertas, prender las estufas, encender las luces de afuera y empezar a preparar la cena para las perras, para el gato, para mí.

Esta vez, lo hacía acompañándome con un whisky que había traído de mi casa.

A las 10, ya no iba a volver a sentarme ante la computadora porque estaba cansadísimo (no sé de qué). Me acostaba a mirar Vikingos. Y me quedaba invariablemente dormido para despertarme, en la mitad de la noche, con las dos perras durmiendo conmigo. Las sacaba a hacer pis y volvíamos a dormir hasta el siguiente idéntico desayuno.





lunes, 24 de julio de 2023

Barbie-zombie

Estamos dispuestas a demostrar que Barbie es una mierda, pura basura ideológica, no importa qué. El juicio demorará porque no vamos a pagar para verla, así que dependemos de los ritmos de la piratería.

Además, se impone volver a dar en clase los textos de Theodor Adorno, que considerábamos un poco viejos. Pero ni Deleuze ni Foucaut habilitan a una celebración descerebrada de lo que ayer era el Pato Donald. 

Los ambientes estilísticos (la prosa plúmbea de los adornianos) pueden pasar de moda. Pero el enemigo es siempre el mismo.

 

martes, 18 de abril de 2023

martes, 28 de marzo de 2023

martes, 26 de julio de 2022

Mitema

 


miércoles, 20 de julio de 2022

Actitud San Sebastián


Inscripción acá.

 
 

sábado, 2 de julio de 2022

SInfonía de Juana

 A sus cuatro años, Juana ya compone música.


 



martes, 21 de junio de 2022

Documenta 15: Captura y contenido

 por Baruch Gottlieb para &&&

 


Documenta 15, heterogénea, accesible, resplandecientemente en proceso e incompleta, presente-aquí-ahora, y afirmativa, es soft-imperialista y arte globalizante en su apogeo.

"New Edge" es suave, cariñoso, tranquilizador y ligero, un arte para el justo declive del proyecto de la Ilustración occidental y un himno para el ascenso del Sur Global, que rescata lo que encuentra útil de las ruinas, la vanagloria, la contaminación y la precariedad occidentales, para sacar el máximo partido a una poscolonialidad que aún depende de las vías de financiación más coloniales.

Venga a visitar los delicados, íntimos y cuidados espacios de los talleres abiertos y, para su comodidad, cariñosamente traducidos al inglés desde cualquier idioma local.

Con todas las mejores intenciones del colectivo curatorial Ruangrupa, lo que vemos en las salas principales del Friedricianum resuena con una generosidad vejada que es, al mismo tiempo, también la rendición involuntaria al capital global que une a todos los pueblos oprimidos del mundo, tanto en Indonesia como en Alemania.

Vemos aquí la evidencia de prácticas sociales desesperadamente creativas, prototipos para el mundo venidero de la desindustrialización y la migración involuntaria, con poca alegría, como debe ser, pues la vida debe continuar, y nadie sabe mejor cómo hacer habitable la vida insoportable que quienes emergen hoy del trauma de docenas de generaciones de opresión sin salida: los colonizados, las mujeres, los maricas.

Esta exposición brilla y bulle de buenas intenciones, es una ofrenda, una bendición para las élites imperialistas que prefieren la miseria global a la multipolaridad, aquellas a las que el mundo del arte sirvió durante décadas para blanquear sus ganancias mal habidas, aquí de nuevo cumpliendo obedientemente los ritos de exoneración.

No se preocupen por nosotros, estaremos bien.

De hecho, parece como si las estrategias de construcción y mantenimiento de la comunidad de las personas oprimidas durante mucho tiempo que aparecen en la muestra quinquenal, este brillante cometa de los valores humanistas occidentales en el pináculo de la programación mundial del mundo del arte, estuvieran allí para ser anunciadas para el empleo en el trabajo de cuidado de los ancianos prematuros.

El abroquelado y frágil Occidente, incapaz de consumar su grandiosa visión de futuro, que sólo fue siempre gansterismo autoengañado, aprende ahora a atenuar sus ambiciones y a mostrarlo a través del mundo de los otros, un colectivo de Indonesia.

"Euromérica", como la cultura gangsteril glorificada, busca ahora en la suave desobediencia del Sur Global sus cuidados paliativos. Lo que vemos en esta exposición no es un Sur Global emancipado para trazar su propio rumbo, vemos un Sur Global resplandeciente en su pobreza como modelo para las masas pronto pauperizadas del Norte Global.

"Miren cómo estos nobles nativos han soportado generaciones de la más extrema explotación y esclavitud y aún así han mantenido su dignidad. Queridos europeos, ¡ustedes también pueden hacerlo!"

"Miren las ingeniosas, amorosas, cuidadosas y esmeradas prácticas que han desarrollado en las circunstancias más adversas, usando su calzado y utensilios de cocina de plástico, esparciendo y luego retorciendo estos materiales reciclables para divertir a sus hijos. Mira qué sereno y feliz se puede ser pobre".

Este es el mensaje para los europeos transmitido con diligencia por el consejo de élites culturales que contrató al equipo curatorial indonesio para dirigir esta edición de Documenta.

Documenta 15 es una obra maestra de conciliación con un proyecto occidental en declive, que no puede limpiarse el culo.

Las últimas ediciones han señalado una desviación respecto del ascenso de la auto-recriminación occidental, la culpa y la exasperación, el histrionismo del macho blanco, el agobio de los ricos y los estigmas de la mala conciencia imperialista. Hoy en día, este triste-prometianismo nietzscheano ha sido sustituido por santurronas exhibiciones de trabajo de cuidado femenino cautivo, en colores alegres, su sombría perseverancia.

La noción de Joy James de las madress cautivas es útil para entender esta estética, en la que la monumentalidad se ha disuelto en las prácticas cotidianas, el resonante Beuys 7000 Oaks ocasionalmente sigue protegiendo silenciosamente a los ciudadanos de Kassel del duro sol de junio, pero aquí cada vez más precario, provisional e incidental..

La madre cautiva debe preparar a su progenie para sobrevivir o incluso tener éxito en futuros sin perspectivas de emancipación.

Con su amplia y brillante panoplia de prácticas, perseverancia y cultivo de la comunidad para compensar cuando el estado se retira, Documenta 15 se muestra tan afín y deferente como sea posible para los poderes fácticos.

Incluso en sus momentos más airados, gracias a las obras de grandes artistas que de alguna manera han pasado el filtro neoliberal establecido por los comisarios, la exposición sigue siendo más o menos fiel al propósito fundacional de Documenta: difundir el nihilismo y, lo que es más importante, excluir el horizonte comunista.



viernes, 1 de abril de 2022

Tres a quererse

 

                                                                                    Ayer en Klemm

sábado, 12 de marzo de 2022