A todo el que pase por aquí hoy, 9 DE ABRIL, le invito a un café y un trozo de tarta.
Como abogado especialista en subastas
de arte tengo toda clase de anécdotas que contar. Quizás la más llamativa fue
aquella en la que con recelo accedí a licitar en nombre de un cliente que
pretendía invertir una gran cantidad de dinero fruto de un golpe de suerte en
la lotería. No es mi especialidad, pero la cuantía de la minuta resultó un buen
aliciente. Pujé por la pieza que más me gustó y la gané. Se trataba de una reproducción
de la Victoria alada de Samatrocia, una mujer sin cabeza, con túnica vaporosa
cubriéndole el cuerpo y un pie fracturado a la altura del talón, reflejo exacto
del original. Pese a carecer de
antigüedad, la figura merecía la pena, de eso no cabía duda, pero mi cliente no quedó satisfecho porque, según
me comentó molesto, estaba defectuosa.