Lo que para unos es una bendición, para otros es la peor de
las maldiciones.
Afortunado aquel que
le saca el jugo a estos paisajes llenos de acertadas pinceladas vacías de
siluetas que rompan el encanto. Yo me encuentro en este grupo. Me fascinan los
paisajes dormidos. Mi soledad en esos momentos se convierte en la mejor de las
amigas. Me da lo bueno: su calma, la paz y esos sentimientos que fluyen libres
sin nada que los espante o enturbie. Pero pobre de aquel que viva atrapado en
la falta de color, en el silencio obligado, carente de besos o abrazos y que
llora vagando en busca de una mirada devuelta o simplemente de otras presencias…