GENEROSOS AMIGOS QUE ME SIGUEN

El Tiempo en Segorbe. Predicción

El Tiempo en Segorbe
Mostrando entradas con la etiqueta Cámara viajera. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cámara viajera. Mostrar todas las entradas

viernes, 23 de noviembre de 2012

El último suspirar de una reina




Cuando estuve en Medina del Campo, lo primero que hice fue visitar el castillo de la Mota. Y recuerdo, porque estuve en los actos, la conmemoración del 5º Centenario de la muerte en Medina de la reina Isabel “La Católica”, ahora que la televisión dedica una interesante serie a su vida.








Y allí, desde la maciza torre del homenaje, donde vio discurrir las distantes aguas del Duero, me pareció escuchar los sonidos de cientos de dulzainas anunciando la fiesta grande, mientras las últimas amapolas del verano pintaban de rojo el semblante ocre del castillo, donde el sol se fija como un lucero brillante, como un blasón de la historia, que iluminó a cristianos, judíos y moros, a pinos y trigales, a linajes, leyendas y las cruces de Alcántara, rubricando la grandeza de un castillo, santo y seña de Medina, donde acogió el último suspiro de una reina.






miércoles, 27 de junio de 2012

VOLVER A SALAMANCA



Volver a Salamanca. Me gustaría. Para revivir emociones, para renovar encuentros, para disfrutar caminando por sus calles y plazas emblemáticas. En esta ciudad nos encontramos con la España profunda, vital, histórica, estudiantil... Salamanca es pura poesía, que ilustra monumentos, palacios, rincones... Salamanca es literaria. Es estética. Es sólida, con sus catedrales. Es dinámica, con sus gentes. Son sus blasones. Es su voz festiva...

Salamanca atrae. Y a mi siempre me deja un sabor mágico, como una llama, como una luz que ilumina mi alma.

Volveré, porque Salamanca siempre es una invitación al recuerdo, aleado por los exámetros de su esplendor monumental.







sábado, 2 de octubre de 2010

"Una habitación con vistas"



"Florencia te maravillará”, me dijeron mis amistades viajeras. Y allí, en sus calles, en sus plazas, con  su histórica y legendaria poesía,  con su relumbre artístico y cultural, Florencia, la capital del renacimiento,  nos encantó y nos enamoró más.

-He ido tres veces a Florencia, y cada vez me gusta más, me comentó mi amiga Matilde.

Recorrimos el centro histórico; visitamos algunos monumentos y palacios, galerías; admiramos los diversos estilos arquitectónicos que atesora y nos abrazó su ambiente acogedor, tranquilo y señorial.

Ese caudal artístico que se capta en cada paso que das abruma y te deslumbra. Saboreamos cada elemento de Florencia, cada espacio, cada símbolo, cada monumento: La Catedral, el campanario de Giotto, el Baptisterio, el Palacio Viejo, la plaza de la Señoría, la basílica de la Santa Cruz, la galería de los Uffizi, el museo nacional del Bargello…

¡Florencia!. Una bellísima ciudad que encadena.

Romántica también.

“Una habitación con vistas”…

Maravillosa!!!!



jueves, 23 de septiembre de 2010

Venecia, magia y belleza





Esta foto  está hecha en la ciudad de los canales: la histórica, pintoresca, bella y famosa VENECIA.

Es una vista del Canal Grande. Y se aprecian a la izquierda notables ejemplos de palacios, mientras al fondo asoma la iglesia de Nuestra Señora de la Salud, con su estructura octogonal, con arcadas sobre las que se apoya una imponente cúpula. Al final, se divisa la Punta Della Dogana, que divide el Canal Grande de la Giudecca.

Desde el puente donde está tomada esta foto me dijo mi mujer:

-¿Luis, volveremos a Venecia?

Pasó una góndola con su color negro. Y el gondolero,  con su típica camiseta rayada y un sombrero de paja con cintas, iba cantando:

“Y escucha la canción que con amor cantando va el gondolero. En ella está diciendo y expresando todo lo que te quiero. Y deja que lo arrulle nuestro idilio con un beso que dure una eternidad”.

-Sí,  María.


domingo, 11 de octubre de 2009

De Granada a la Alpujarra. Y 2.

Haz click para ver una foto mayor y con más detalle


El autobús que nos llevaba a la Alpujarra pasó de largo por el “Suspiro del Moro”. Dejamos atrás Dúrcal y Lecrín y paramos en el antiguo puente Tablate. Entramos así en la Alpujarra. El espacio era transparente, hialino. Y una gran montaña se elevaba frente a nosotros. Era la sierra de Lújar, que proclama la cercanía del mar, vigía de Sierra Nevada. Pasamos por Lanjarón, con su famoso balneario y aguas medicinales y surgió la evocación de las ventas, donde se cambiaban de tiro las diligencias. Paramos en la Venta “El Buñuelo”. Feliz parada, ya que Paco y Encarni tuvieron la gentileza de agasajarme con exquisitos buñuelos. Me dijeron que se pueden tomar con chocolate, con queso y jamón. Puedo decir que pocas veces he degustado buñuelos con tanto arte. Desde la terraza de la venta se contempla una preciosa vista de Lanjarón y de su castillo árabe dominando una angosta hoz.

Pasamos cerca de Orgiva, de la que sobresalían las torres gemelas de su iglesia. La carretera iba elevándose y acercándose a Sierra Nevada. Rebasamos Soportújar, ya inmersos en el valle del Poqueira, labrado con antiguos bancales escalonados.

Nos detuvimos en Pampaneira, a 1.050 m. de altitud, en el umbral de la Alpujarra Alta. Y visitamos este pueblo, de gran tipismo por su arquitectura popular, con sus “terraos” (tejados planos), construidos con pizarra y launa, cobertizos y calles empinadas adornadas de flores, acicalando con tan bello ornamento las encaladas casas con sus características chimeneas. Este paseo por la belleza de Pampaneira fue de gran placer por su original sabor.

Continuamos viaje hacia Trevélez, abrazando una espléndida vegetación las orillas de la carretera, entre robles y castaños. Paramos para visitar la fuente Agria, a 2 kms. del pueblo de Pórtugos, que invitaba a beber. Al lado hay una ermita. Sus aguas son muy apreciadas y tienen un elevado componente de hierro. Frente a la fuente, al otro lado de la carretera, nace una escalera que baja hasta un espléndido y umbrío rincón, embellecido por unas cascadas donde se precipitan las ferruginosas aguas del manantial entre cortinajes vegetales, tiñendo el surco por donde discurre la corriente de una chillona tonalidad calabaza, resultado de la limonita que contienen.

Las encinas ponían su nota de color mientras nos acercábamos a Trevélez, famoso por sus jamones. Paraíso natural y gastronómico. Consta de tres barrios, que son joyas enjalbegadas entre el irrepetible esmeralda de los prados. La sierra impone su altura, dominando el valle, cumbres que ya rebasan los dos mil metros de altitud.

Nos volvimos hacia Pampaneira, pero no llegamos al pueblo. La carretera nos elevó con su rosario de curvas a Capileira “el Chamonix español”, ya que vimos bastantes montañeros de regreso de sus rutas. El recorrido por el pueblo fue de nuevo un encuentro con la arquitectura popular de la Alpujarra. Empinadas callejuelas, delirio blanco, gatos que enrollaban sus colas alrededor de las patas, tranquilos y felices, y balcones henchidos de flores. Una plaquita reproducía el nombre del escritor inglés Gerald Brenan, que recorrió los caminos de la Alpujarra. Se instaló en Yegen y escribió su famosa obra “Al Sur de Granada”, adaptada al cine por el director Fernando Colomo.

El tiempo final de este viaje por la Alpujarra tuvo como broche de oro mi propia “aventurilla” en solitario. Las montañas se elevaban regiamente, pero de una forma uniforme. El final del amplio valle del Poqueira está dominado por las cimas más altas de Sierra Nevada: El Mulhacén (3.482 m., la máxima altura de la Península Ibérica) y el Veleta (3.396 m.).

Así que tomé el Camino de la Sierra y me elevé hacia los mágicos paisajes serranos, embebidos de luz y de un aire limpio. El sol era luminoso y hería casi la vista. Y el azul restallaba en el cielo, salpicado por livianas concreciones nubosas. Alcancé la Hoya del Portillo (2.150 m.) y rematé mi corto periplo en el Puerto Molina. No podía seguir más, tenía que regresar. Pero estuve unos minutos en esta tribuna natural contemplando a los dos colosos, y surgió el deseo por “hacer” estas cumbres. Mi pasión montañera se desató entonces. El prestigio de los itinerarios que tenía delante me atrapaba como un imán. Pero tuve que volver. Y mientras descendía al pueblo, bañado por el inefable efluvio de una balbuceante brisa, me preguntaba ¿Volveré algún día a hollar estas cumbres?


Lanjarón desde la Venta "El Buñuelo"

Cocinando buñuelos en la Venta "El Buñuelo"

Cascada en la fuente Agria

Pampaneira

Capileira desde Pampaneira

Rincones de la Alpujarra

Los "terraos" de Pampaneira

Detalle de un tinao alpujarreño


Casas encaladas en Pampaneira. Al fondo, el Veleta, con su afilada punta cimera


Capileira, con su típica arquitectura, herencia del pasado árabe de este territorio

Pintoresca imagen de Capileira

Una magnífica vista de Sierra Nevada, alzándose el Mulhacén a la derecha, y el Veleta, a la izquierda.

miércoles, 7 de octubre de 2009

De Granada a la Alpujarra-1

La Alhambra desde el Albaicín
(Haz click para ver una foto mayor y con más detalle)
El andén de la estación de Granada apareció como recién regado. Así lo vimos al descender del tren. Hacía escasos minutos que un aguacero descargó sobre Granada. Los lavajos retenidos en la calzada de la avenida de la Constitución reflejaban las luces de los focos de los automóviles, y las plantas de los jardines perlaban diminutas gotas de agua, recibiendo a nuestro paso el beso de la humedad.

Pero al día siguiente el cielo amaneció limpio de nubes y emergió el goloso color turquí. Un broche de luz sembró de gracia y poesía los amorosos jardines de la Fuente del Triunfo, con su fantástico repertorio de aguas cristalinas y rumorosas. Así nos saludó esta bella ciudad. Y más jardines, soberbias arboledas y serpenteantes arroyos preludiaron nuestra visita a la Alhambra y al Generalife, subiendo con la caricia de las sombras por la puerta de las Granadas. Y este paraíso granadino, conjunción de maravillas, emblema de Granada, impar embrujo admirado por el mundo entero, nos colmó de belleza, de arte y gozo, abriéndose los corazones al sentimiento y al lirismo.

Y recorrimos la Alhambra, construida por los Reyes Nazaritas, joya de la arquitectura árabe, recreándonos con su profusión decorativa, como los mocárabes, los palacios con sus regios salones y patios, descollando el de los Leones, con sus cuatro arroyos que confluyen en la fuente, que en esta ocasión apareció sin sus populares leones, pues estaban en proceso de restauración.

Entre jardines, pasando por las torres de los Picos y de la Cautiva, visitamos El Generalife, entre perfumes de rosas, acipresados setos y cortejo de fuentes, lagrimeando surtidores de plata entre un delirio de colores, sobresaliendo el espléndido patio de la Acequia con sus pabellones.

Aunque el autobús de la línea 31 te sube al Albaicín, se descubre mejor a pie este núcleo urbano, con el tablero de sus rincones y callejas que evocan el pasado musulmán. Por la carrera del Darro, al pie de la colina de la Alhambra, llegamos al mirador de San Nicolás, un lugar de visita obligada en Granada, acariciado por los besos de las auroras, donde se descubre con sonido de castañuelas una de las más bellas panorámicas de Granada: La gigantesca sierra Nevada, el Generalife, la Alhambra y toda la ciudad, con el Darro y el Genil cantando seculares plegarias.

Desde la calle Calderería, que toma aspecto de zoco, con sus tiendas y sus esencias de aromas intensos, degustamos el típico elemento de la gastronomía granadina: las “tapas”, con la exhibición de sus diversas especialidades, entre cervecitas y una copa de vino. Leímos que “el origen de la tapa se remonta siglos atrás, cuando a los mesoneros de la ciudad se les ocurrió tapar los vasos de las bebidas que ofrecían a sus clientes con un plato con algo de comida, para evitar que entraran insectos en el mismo”.

Estas jornadas granadinas se engalanaron con el arrebatador conjunto de monumentos de gran valor y belleza, modelados con el florón de sus estilos más diversos, entre el columnario y el serial arquitectónico. El punto de partida fue la típica plaza de Bib-Rambla. Así los vimos estos estilos (gótico, renacentista, barroco y neoclásico) en la Catedral, en la Capilla Real (donde descansan los Reyes Católicos), en la basílica y en el museo de San Juan de Dios, y en los monasterios de la Cartuja y San Jerónimo, que conforman la “ruta de los monasterios”, aunque ambos figuran muy distantes, aconsejando tomar el autobús de la línea 8 para visitar el primero.

Lo último que visitamos en Granada fueron el barrio del Realejo, con su plaza del Campo del Príncipe, donde se encuentra “el Cristo de los Favores”, al que los granadinos le tienen una gran devoción, y el Parque de las Ciencias (línea 1), donde disfrutamos contemplando sus pabellones, salas y espacios expositivos del Macroscopio. Era muy visitada por chicos y grandes la sala dedicada al arte de la taxidermia y que nos gustó mucho, viendo detenidamente los 110 grandes mamíferos naturalizados, 80 especímenes conservados y otros elementos entre maquetas, talleres, etc.

Y nada mejor para rematar esta apasionante visita al parque -visita obligada en Granada- que subir a la airosa torre de observación, un excelente mirador orbital de Granada, desde donde se nos brinda en bandeja dilatada los encantos de esta hermosa ciudad, con sus mágicas ascensiones a los barrios blancos, con la grandiosidad y esbeltez de la sierra Nevada, con sus ronda de cumbres: Mulhacén, Veleta, Alcazaba…, con sus brazos abiertos al mar y a los horizontes.

Puerta de la Justicia

Jardines de los Adarves

Por la calle Real

Patio de la Acequia y Pabellón norte

La Alcazaba, espléndido mirador de Granada

Vista del Albaicín desde los Palacios Nazaritas

Vista parcial del Patio de los Leones

Detalle de columnas y mocárabes

El patio de los Arrayanes

Mirador de Lindaraja

Mirador de San Nicolás


La Alhambra vista desde el mirador de San Nicolás

La plaza Nueva

Calle Calderería, con tiendas de artesanía moruna

La puerta Elvira

La Catedral

Puerta del monasterio de Cartuja y la iglesia

Parque Fuente del Triunfo

El Cristo de los Favores en el barrio del Realejo

Torre de observación del Parque de las Ciencias