Mostrando entradas con la etiqueta R1. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta R1. Mostrar todas las entradas

Me crecen los enanos

... y no, no hablo sólo de mi pequeño Enigma. Como ya os conté aquí, hacerse mayor como residente implica que, poco a poco, pasas de aprender a enseñar. La mayoría de la residencia, es verdad, te la pasas haciendo ambas cosas (desde R1 ya estás con estudiantes e, incluso de R5, se tiene mucho que aprender), pero creo que el paso de R1 a R2 es muy importante a este respecto, ya que te sientes verdaderamente "responsable" de los pequeños.

Llevo ya casi otro año completo, lo que implica que desde mayo del año pasado estoy ejerciendo como R mayor (¡¡o eso intento!!), pero el sábado pasado, cuando muchos valientes se presentaron al examen MIR, no pude dejar de pensar que, algunos de ellos, estarán en mi hospital dentro de nada y que a ellos, como a tantos otros que vendrán, tengo que acogerlos y enseñarles tanto como pueda.

El verano pasado me agobié mucho con ésto: mucho. De repente, no sólo pasas de ser la pequeña, de que se espere poco de ti, sino que de un día para otro se espera de ti que lo sepas todo (o casi) y que, además, te responsabilices de los nuevos y les enseñes lo que en tu día te sirvió a ti. En mi caso, sobre todo en las guardias, prácticamente desde el principio de R2 he estado ejerciendo totalmente de R mayor: o sea, que no he tenido a nadie "por encima", excepto a los adjuntos (y no siempre...). Eso hace que muchas decisiones, sobre todo las rápidas o las que se hacen a horas intempestivas, las haya tenido que tomar sola desde un tiempo que me parece excesivamente pronto en mi formación. Pero no sólo eso, de repente tenía que tomar también decisiones por otros, y responsabilizarme de las consecuencias.

A mí me encanta enseñar y explicar las cosas. No sé si lo hago bien, no sé si lo hago lo suficientemente a menudo, pero me gusta mucho. Los residentes pequeños que han estado rotando conmigo, o han compartido horas de guardia, dicen que les gusta mucho que esté yo porque estoy pendiente de ellos...¡¡qué me van a decir!! Me cuesta creer que ejerza tan bien como mayor cuando he tenido que aprender sobre la marcha, pero entiendo que una respuesta totalmente sincera sea difícil para ellos (a mis resis pequeños: si pasáis por aquí, aprovechad y criticadme en los comentarios). También es verdad que hay días y días: guardias horribles en las que estoy hasta arriba de trabajo y superviso-explico lo mínimo indispensable y, por suerte, otras que me permiten tomarme unos minutos de calma, sentarme con el residente para que me exponga el caso y barajar juntos las diferentes opciones.

Hoy por hoy, muchos meses después, creo que el agobio ha dado paso a un entendimiento de que, como todo el mundo, una llega a dónde puede. Eso implica que no tengo que saberlo todo y que, ser 100% responsable de un residente es tarea de un médico adjunto, no mía. Por eso, seguiré intentando transmitir lo mejor que pueda lo que sé, seguiré dando la cara por mis decisiones (y las que otros han tomado guiados por mí) y, sobre todo, seguiré aprovechando esta gran oportunidads para darme cuenta de todo lo que me queda por aprender. Pero, desde luego, dejaré de sentirme tan responsable de los peques (sobre todo cuando los que sí lo son se desentienden) e intentaré mejorar con los nuevos enanos que lleguen al hospital.

Sesión clínica tipo CPC

Repasando las cosillas que he hecho este año, he visto que no os hablé de mi primer (y único) CPC en el Servicio de Medicina.

Para los que no conozcáis el tema, se trata de una sesión en la cual se me facilita de antemano sólo la mitad de la información de un caso, para que yo pueda llegar a las pruebas complementarias a solicitar y el diagnóstico de presunción.

Éste es el resultado de mi caso... Al final no acerté el diagnostico (ya os lo adelanto), aunque estuve cerca y, lo más importante, aprendí muchísimo. Veréis que al final del caso hay una pequeña revisión bibliográfica sobre el diagnóstico que yo di, aunque no fuera el correcto.
Si a alguien le interesa el tema, me hice con mucha bibliografía, así que me la podéis pedir si queréis.

¡No seáis duros conmigo!
La resolución real del caso, podéis encontrarla aquí.

Un peldaño más...

Atrás quedaron ya los nervios del primer día, la primera guardia, y un montón de cosas más, tan díficiles de resumir, que he vivido en mi primer año como residente. Sin duda, "intelectualmente" hablando, el mejor año de mi vida.

Como os conté hace ya tiempo, en esto de la Medicina se asciende aunque uno no quiera. Y así, sin apenas darme cuenta del tiempo que ha pasado, me he convertido ya en R2. Bueno, oficialmente para el Ministerio de Sanidad y mi contrato laboral, este cambio se producirá mañana, día 13, en que hace exactamente un año que empecé a trabajar... pero a la práctica, desde ayer en que llegó mi relevo, ya no soy más la pequeña del servicio.

Y es que, efectivamente, ayer se incorporó la R1 de Medicina Interna (junto al resto de sus coRs de otras especialidades, excepto los de Familia, que vienen más tarde). ¡Qué carita que traía ayer! Nerviosa, asustada, y creyendo no saber nada... ¡me recordó tanto a mí! Ahora, como su "mayor", me toca enseñarle todo lo que pueda, ayudarla a sobrevivir a su primer año. Pero me gusta tan poco dejar de ser la pequeña, la mimada, la nueva... Contrariamente a lo que pueda parecer, desearía que el tiempo no avanzase y seguir siendo R1 porque, ahora me doy cuenta, estos 5 años pasarán tan rápido que dejaré por el camino demasiado por aprender.

El balance de mi primer año, como podéis suponer, es excelente. Además, he tenido suerte, y mi evaluación ha sido muy satisfactoria. Estoy muy contenta... ¡y están muy contentos conmigo! Aunque más que con la nota de mis supervisores, me quedo con saber que, de momento, sigo siendo el tipo de médico que quería ser; sigo sonriendo cada vez que un paciente me da las gracias y me dice que he sido muy cariñosa con ellos, sigo despertándome contenta por ir a trabajar. Sigo sabiendo que tengo taaaaanto que aprender, que no puedo darme un minuto de descanso.

Y, sobre todo, sigo disfrutando tanto de esto como el primer día.

Bienvenida a Rosana, mi R1, y a todos los demás. Bienvenidos a vuestra nueva vida; espero que seáis tan felices como yo.

Algunas reflexiones sobre la muerte

Una de las cosas que, inevitablemente, menos me gusta de mi profesión, es comunicarle a alguien que un ser querido ha fallecido. Pero, dentro de lo malo, hay tres escenarios clínicos que suelo encontrarme en estas situaciones, y no todos me disgustan por igual.

El primero, quizás el más cómodo aunque sin duda el más sentido por mí, es la muerte de uno de mis pacientes. Ya os lo he contado en alguna ocasión (y las que he callado...), no lo paso nada bien. Cuando se muere uno de mis pacientes, a los que he estado tiempo viendo muchos días, con los que he compartido muchas conversaciones, ya sea de forma inesperada o largamente anunciada, suele ser un día en el que llego derrotada a casa, cansada, frustrada... Aún así, es cierto que a veces sé que la mejor "solución" para un paciente que sufre es la muerte. Pero siempre, siempre, es una mala solución para los que se quedan atrás. Para mí, como médico que conoce a ese paciente y parte de su familia (los que hayan venido a visitarle), es más fácil comunicar la mala noticia, pues suelo saber de antemano que el proceso se acerca y preparar el terreno, puedo intentar aliviar su sufrimiento, puedo ofrecerles respuestas de por qué ha pasado. Su familia me conoce, saben que hemos hecho lo que hemos podido, y decirles un "lo siento" acompañado de un abrazo es un gesto natural y sincero para todos.

Otra cosa muy distinta es que alguien se muera en Urgencias. Cuando llega un paciente, por mal que esté, ni él ni su familia suelen esperar que fallezca en las próximas horas, muchas veces en un box sin intimidad alguna porque no ha dado tiempo a que tenga una habitación. Son personas que vienen al hospital porque se encuentran mal, pero la mayoría de veces no saben qué les pasa: lo que buscan son respuestas. Y, para su sorpresa, una vez en el hospital se van apagando y, desgraciadamente, algunas veces los médicos no sabemos por qué. Es normal, muchas veces no hemos tenido tiempo de hacer un diagnóstico, y sólo podemos suponer y dar respuestas aproximadas a la verdad... Pero lo más duro, además de este vacio de no saber qué ha pasado, es que un médico que acabas de conocer te diga que ya no hay nada que hacer. Como médico, me frustra más todavía esta situación (no sé qué tenia el paciente, no sé si podía haber hecho algo más, si he pasado algo por alto...) y, como persona, me resulta difícil decirle a unos desconocidos, pues sólo nos conocemos desde pocas horas antes, que su madre que esta mañana estaba jugando a cartas ahora ya no está. Las familias no lo entienden, se enfadan, piden explicaciones... y un abrazo de una desconocida no puede remediarlo.

Pero, de lejos, el escenario que más me incomoda es que muera un paciente que no es mío en planta, que no conozco de nada, y del que al estar de guardia me toca ir a certificar su muerte. Es una situación muy violenta, a pesar de que casi siempre la familia ya lo estaba esperando. Pero imagináos ser ellos: vuestro padre acaba de morir, por lo que dice la enfermera, pero como en las películas hasta que un médico no lo certifique legalmente no ha pasado nada... Llega una doctora, una completa desconocida, mientras vosotros lloráis en la habitación; no os hace salir del cuarto, pues tenéis derecho a estar allí, y rápidamente hace un breve reconocimiento de vuestro padre para deciros que, efectivamente, ha muerto, que lo siente mucho... y que necesita empezar el papeleo. En esta situación, yo no sé nada de ese paciente; la mayoría de veces entro en la habitación primero sin leer su historia porque las enfermeras meten mucha presión. ¿De qué habrá muerto ese hombre? No lo sé hasta después, cuando repaso su historial. Pero entrar allí, normalmente en una habitación llena de gente llorando, a decir algo que ya todos saben y a pedirles un DNI me parece grotesco. Ni siquiera intento el abrazo, sería casi una mofa.


Está claro que comunicar malas noticias, la peor noticia, es lo que peor llevo... Sólo espero que si alguna vez me toca a mí estar al otro lado, se produzca la primera situación. Espero que mi familia y yo conozcamos al médico, que su pésame sea sincero, y que no vivamos su noticia como una intromisión a la intimidad del momento.

Caso clínico: enfermedades infecciosas

El pasado miércoles me estrené presentando un caso de nuestro hospital en las Sesiones de Enfermedades Infecciosas que organiza el Hospital Clínic, en las que cada semana nos invitan a asistir y participar.

Éste es el caso que presenté, nada demasiado complicado, pero espero que os guste.


De padres e hijos...

Una de las cosas que más me ha sorprendido en estos meses de trabajo, ha sido la relación tan deshumanizada que existe entre muchos hijos y sus padres.

En mi hospital, donde los pacientes tienen una media de edad muy avanzada, pronto me "acostumbré" a decirle a la gente que su padre/madre iba a morir. Me "acostumbré" a que la mayoría de las veces las cosas no van bien, porque incluso cuando un paciente resuelve el episodio agudo y puede ir a su casa, muchas veces lo hace en condiciones muy, muy limitadas: con vida cama-sillón, sin apenas reconocer a sus familiares, con gran dolor por enfermedades intratables, con limitaciones físicas importantes...

En todo este proceso, así como en el de cualquier hospitalización, uno esperaría que estos pacientes contaran con el apoyo y cariño de sus familias. Pero, desgraciadamente, son demasiadas las veces en que un abuelito viene directamente de la residencia y, durante todos los días que está con nosotros, su familia no aparece. Demasiadas veces me han traído a alguien a Urgencias diciendo que "no puedo más" o, lo que es peor, "es que nos vamos de fin de semana", tras lo cual, como desgraciadamente este paciente seguro que tendrá algún motivo de ingreso, me ha preguntado "bueno, ¿a qué hora o qué día tenemos que volver a recogerlo?". Tantas veces he visto a gente morir sola o a hijos desentiéndose de sus padres, que una se pregunta sino será lo normal...

A mí nunca, nunca, se me pasaría por la cabeza hacer algo así con mis padres. De hecho, nunca se me ocurriría hacer algo así con una persona, si está en mi mano ayudarle. Estamos hablando de gente muy mayor, necesitada y dependiente, que vienen al hospital desnutrida y sucia porque sus hijos no les cuidan. Evidentemente, todos tenemos nuestras limitaciones y la mayoría de gente no tiene los conocimientos de cuidados que estas personas necesitan... ¡Pero hay unos límites! Estoy cansada de sentirme en un párking para abuelos, de tener que pedir ayuda diariamente a Asistencia Social porque las cosas no funcionan como deberían.

Al principio, cuando veía estas cosas, cuando llegaba a casa enfadada, impotenten, llorando, me decía que yo sólo conocía una parte de la historia. Que ese abuelo adorable que me coge la mano y me da un beso cada día, que me cuenta sus batallitas de la guerra y me mira con ojos llorosos cada vez que me voy de la habitación, pudo haber sido antes un desalmado que maltrataba a sus hijos o a su esposa, un déspota con los demás. Pero ahora, cuando veo estos comportamientos, no dejo de pensar que no puede haber tantos padres malos, que no puede haber tantos hijos con verdaderas razones de odiar a sus padres.

Si éste es el futuro que le espera a nuestra sociedad, cada vez con una población que vive más y necesita más cuidados, no sé a qué límites vamos a llegar. Sólo espero que estos hijos, cuando sean padres, no esperen de los suyos que les traten mejor.

Mix de revisiones

Antes de Navidad, se decidió revisar todos los protocolos de actuación de nuestro hospital. Como residente, me tocaron un par de temas, que me gustaría compartir con vosotros... Como veréis, más que protocolos como tal, son una revisión actualizada y las ideas más importantes a destacar, sobre todo sobre la actitud en Urgencias.

Así pues, os los dejo a ver qué os parecen y espero que puedan seros útiles:

- Tromboembolismo pulmonar / enfermedad tromboembólica venosa
- Coma
- Síndrome confusional agudo
- Síncope

Perdonad que no os ponga las presentaciones directamente aquí, pero es que no me funcionan los códigos...

Caso clínico: Meningoencefalitis en inmunodeprimidos

¡Hola a todos!

Después de unas semanas sin pasarme por aquí (qué raro, no?), os dejo el último caso que presenté en Sesión Clínica de mi servicio hace una semanita... En los próximos días os traeré alguna cosa, que últimamente no paro con esto de las sesiones y los artículos.

Como siempre, para cualquier duda, crítica, comentario o petición de bibliografía, podéis dejarme un comentario.

Espero que os guste el caso, para mi esta paciente fue un quebradero de cabeza, aunque lo disfruté muchísimo, ya que la llevé desde que estuvo en Urgencias/UCI en su primer ingreso, hasta que dimos con el "diagnóstico" en su segundo ingreso.


Por cierto, hablando de presentaciones y demás... ¿os acordáis de que participé en la 3ª edición de la Guía AEMIR de Urgencias? ¿Pues ya la tenéis a la venta!

Caso clínico: Ascitis maligna

Hace unos días presenté de nuevo un caso en sesión clínica del servicio de Medicina Interna y, como no, me gustaría compartirlo con vosotros. La verdad es que es un caso que me pareció muy interesante mientras lo fuimos llevando en planta, sin demasiadas florituras pero para repasar mucho y de muchos temas, así que espero que os guste.
Si a alguien le interesa la bibliografía, dejádme un comentario para que os la mande, ya que me revisé muchos temas y puede ser interesante si os gusta el tema. Y por supuesto, para cualquier otra cosa, también espero vuestras respuestas...

Pero... ¿qué eso de la pregunta PICO?



... pues algo tan sencillo (o complicado), como ésto.

Aprovecho para dejaros este vídeo, que me han proporcionado en el curso de Medicina Basada en la Evidencia que estoy haciendo y que, junto al  "Proyecto PICO" espero que os haga picar el gusanillo...

PICO del mes: dos mejor que una

Pregunta PICO del mes... ¡y de este proyecto! Y, como vamos tarde en el calendario, dos preguntitas para trabajar.
1ª- En pacientes ancianos (>65 años) ya tratados con acenocumarol que presentan una  embolia pulmonar (EP), es mejor iniciar tratamiento con heparina o mantener el mismo tratamiento anticoagulante para resolver la EP y prevenir nuevos episodios?
2ª- En los pacientes con infección urinaria de adquisición nosocomial por Pseudomonas aeruginosa es preferible la asociación de dos antibióticos frente a la monoterapia para mejorar el pronóstico en cuanto a supervivencia?
Las dos preguntas PICO de este mes han sido elaboradas por Núria Lamas, R1 de Dermatología de nuestro hospital. La segunda fase, que empieza ahora, será la búsqueda bibliográfica (tarea que me toca a mí) y, finalmente, os presentaremos las conclusiones en forma de lectura crítica de manos de Anna Lorda, R1 de Medicina Familiar y Comunitaria, también de nuestro hospital. Todo esto, por supuesto, revisado y comentado por los adjuntos y demás personal del hospital (Docencia, biblioteca...) que se ha unido al proyecto y que sabe mucho más que nosotras.

Por ahora nada más, a ver qué encontráis vosotros si os interesa participar. Lo que sí agradeceríamos, que para eso se comparte, ¡son muchos comentarios! ¿Qué os parece el proyecto?, ¿qué queréis aportar al tema tratado?, etc. Cuando terminen las 3 fases, volveremos a empezar con nuevas preguntas, y está será de momento la dinámica a seguir. ¡¡Espero que os guste y participéis!!

Mi primer congreso... frustrado

Hace ya unos meses os comentaba que, durante el pasado octubre, asistiría al Congreso Nacional de Medicina Interna, que este año se celebraba en Gran Canaria. Es más, sólo iba a ir como asistente, sino que desde el hospital mandamos un trabajo en el que aparecía como primera firmante, que se aceptó como comunicació oral, lo que suponía presentarlo y defenderlo entre los asistentes.

Como ya debéis imaginar, pues no dije mucho más, al final no pude ir. Las razones son muchas y no voy a entrar en detalles, pues hay varios "bandos" implicados y todos tienen/tenemos nuestros motivos... además, bien lógicos todos, así que no me parecería bien exponeros sólo mi punto de vista. Así que lo dejaremos en que no pudo ser, y el año próximo espero no faltar.

Mi trabajo, eso sí, fue defendido estupendísimamente por mi tutora. Y como tantos meses de trabajo deben reflejarse también por aquí, os dejo la presentación y el guión que iba a usar para la exposición oral (os recomiendo leerlo, para no perderos las explicaciones a las diapositivas).

Lectura crítica liderada por residentes

... en eso ando desde hace unos meses. Aunque el proyecto todavía no ha empezado de verdad, ya lo hemos dado a conocer y estamos trabajando en el primer tema. Y como en esta presentación de Núria, con la que se presentó el proyecto en mi servicio, está mejor explicado, os la dejo para que le echéis un vistazo:

Así que, a partir de ahora, todas las entradas que aparezcan con la etiqueta "PICO-M" tratarán sobre este tema. Espero empezar a publicarlas pronto, que os gusten, y que ¡participéis mucho!

El precio de la formación

¿Sabéis lo que cuesta la inscripción a un congreso?, ¿o los precios a los que ascienden la mayoria de cursos para médicos? Desde luego, no lo que puede pagar un residente. ¿Sabéis que los hospitales tienen un dinero asignado para nuestra formación?, pero, ¿sabéis que intentan ahorrárselo siempre que pueden? Entonces, ¿quién paga la formación médica? Efectivamente, las empresas farmacéuticas.

A pesar de que siempre he sido consciente de este problema, cuando todavía era estudiante me maravillaba con la tenacidad de gente como Emilienko o Enrique Gavilán, tan poco dados a aceptar "regalos" de las farmacéuticas. En mi mundo utópico, pensaba que yo también podría mantenerme fiel a mis ideales porque sí, ése es el precio de mi formación: renunciar a mis convicciones.

En lo que llevo como residente, he asistido a dos cursos (el último esta misma semana en Madrid, ya intentaré comentaros algo más) y me he inscrito al Congreso Nacional de Medicina Interna, donde tengo que hacer una comunicación oral. ¿He pagado algo de todo esto?, ¿lo ha pagado mi hospital?: la respuesta es no en ambos casos. ¿Hago bien entonces en aceptarlo?: la respuesta, quiero creer, es sí y no. Sí, porque con ello estoy mejorando mi formación, mi currículum y, por lo tanto, intentando ser mejor médico; no, porque eso podría llevarme a un conflicto de intereses... que es con lo que juegan estas empresas.

Porque todo esto no es gratis, sino que se da a cambio de que, llegado el momento, recetes el fármaco de la empresa que te ha pagado en detrimento de otro. Por suerte, al menos a mi nivel, nadie controla esto. Es decir, que yo puedo aceptar estos regalos (de la misma forma que muchas veces nos ofrecen libros, complementos, cenas, etc.) sin que eso condicione mi forma de prescripción. Pero, ¿no es la línea de la moralidad y la ética demasiado fina aquí?

Me siento mal aceptando estas cosas, no puedo evitarlo, a pesar de que sigo recetando lo que me parece mejor para el paciente en cada situación (y sí, a veces ha coincidido con un fármaco de la empresa en cuestión, aunque quiero creer que lo hubiera elegido aunque no me pagaran nada). Pero, por otro lado, yo no puedo costearme estas cosas, y pasarán años antes de que pueda hacerlo. Entonces, ¿qué debo hacer? Supongo que seguiré como hasta ahora, aceptando lo imprescindible y no condicionando mi forma de prescripción pero, entonces, ¿por qué me siento siempre tan mal?

Protocolos para Urgencias

Como ya os comenté, he escrito unos cuantos capítulos para la nueva edición de la Guía AEMIR de Urgencias, y como lo suyo es compartirlos, os los dejo para quien los quiera:
















Sistema de castas

Esta mañana he desayunado sola. Y la cafetería, como siempre, estaba llena...

Suelo llegar muy pronto por las mañanas, tiempo que normalmente aprovecho para responder algunos correos, consultar analíticas o pruebas pendientes, etc. mientras espero al resto del servicio para empezar. Esta mañana, he pensado en aprovechar el tiempo desayunando para no tener que parar a media mañana, así que mis compañeros todavía no habían llegado y he bajado sola al comedor.

He descubierto, como ya imaginé hace un par de días en que me encontré en la misma situación, que la primera hora del día pertenece al personal administrativo. Que se sienta en grupos. Juntos. Solos. No importa que la secretaria de Medicina Interna, por ejemplo, con la que compartes buena parte de las horas y penas, te salude en la cola... no te dirá que te sientas con ella porque, de hecho, hará ver que en su mesa todas las sillas están ocupadas. Lo mismo ocurre con algun@ enfermer@ que sube a desayunar temprano: no importa si al salir te invita a tomar algo, en el trabajo no puedes sentarte en su mesa.

Y es que lo decían en Friends, y en Scrubs, los comedores laborales sacan lo peor de los colectivos... y es donde las "castas" salen a reducir. Los médicos se sentarán con los médicos, aunque jamás hayan hablando antes; las enfermeras con las enfermeras, pero no con las auxiliares, que tampoco compartirán mesa con la gente de limpieza o mantenimiento... ¿Y eso por qué, señores?, ¿por qué no puedo tomarme un café con una auxiliar con la que hablo todos los días y debo sentarme con un médico que no conozco?

Algunos hablan de fortalecer lazos en el ambiente laboral y desjerarquizar las cosas; serán personas que desayunan en sus despachos...

Crisis asmática en Urgencias

Hace unos semanas, me llegó una propuesta para escribir algunos capítulos en la 3ª edición de la Guía AEMIR de Urgencias, cosa que me hizo muchísima ilusión y, por supuesto, acepté.

Me puse a mirar los temas libres, a proponer algunos, pero como estoy a mil cosas al mismo tiempo, uno de los que escribí se quedó en el aire, ya que otro autor lo presentó antes: la crisis asmática en Urgencias. ¿Pero de todo se aprende, no? Aunque no se publique, me sirvió para repasar el tema y, ya que está casi terminado, os lo dejo por aquí por si queréis echarle un vistazo.
Crisis asmáticaEn mi caso, no he atendido todavía ninguna crisis en Urgencias (bueno, una en mi primera guardia, ¡pero echando mano del R2!), así que estoy a la expectativa de poder poner en práctica lo aprendido. Para cualquier duda o corrección, ya sabéis dónde están los comentarios.

Caso clínico: Colecistitis alitiásica

Como os comenté en su día, hace unas semanas presenté mi primer caso en sesión clínica de mi servicio.

No es un caso espectacular, no es una presentación asombrosa, yo salía de guardia... pero no fue nada mal. Como revisión del tema, creo que es buen resumen, así que os lo dejo para que le echéis un ojo si queréis.


Dos despedidas

El Sr.P murió seguramente hace una semana; cuando me fui de vacaciones le quedaban pocas horas... La Sra. C también murió ese día; al irme, me lo acababan de comunicar.

En los 3 meses que llevo en el hospital, el Sr.P había estado entrando y saliendo de allí, siempre tratado por mi equipo. Se había convetido en una cara familiar, a la que me apetecía ver cada mañana, a pesar de que siempre esperaba poder darle el alta... y que no tuviera que volver. Su familia era muy amable y jamás se despegaban de él.

En estos meses, la mayoría de gente que he tratado eran ancianos dependientes, con mala calidad de vida, pluripatológicos, casi limitados de la cama al sillón. La Sra.C era la excepción; anciana sí, pero totalmente independiente y prácticamente sana. Ingresó unos días antes de su inesperada despedida.

El Sr.P siempre consultaba por problemas de pulmones, que tenía destrozados por la tuberculosis y años de tabaco. Los años le habían hecho mella y cada vez le costaba más a su familia reconocerlo como el hombre que fue. Durante sus ingresos le habíamos hecho un repaso completo, aunque siempre focalizados en los pulmones, siempre esperando que esa sobreinfección, esa reactivación de la tuberculosis que descubrimos hace unos días, esa fiebre, esas secreciones que no podía movilizar, terminaran con él. Por eso, cuando lo que se lo llevó fue un problema digestivo, nos sorprendió tanto a todos.

La Sra.C ingresó con el diagnóstico de embolia cerebral desde Urgencias; nos sorprendió que la ingresaran en nuestro servicio puesto que, a pesar de una hipertensión que le debilitaba el corazón, era una mujer sana. A pesar de que se sospechaba un infarto cerebral común, al segundo día vimos que sus síntomas eran predominantemente de tronco y cerebelo: le costaba tragar y hablar, vomitaba, no veía bien... Pero estaba bien, progresando rápidamente y esperando que le diéramos el alta al día siguiente tras realizarle una nueva RMN. Por eso al llegar esa mañana y enterarme de que había entrado en parada cardiorespiratoria se me cayó el mundo a los pies.

Siempre, cada día, exploramos a los pacientes de arriba a abajo, por eso hace unos días vimos que al Sr.P le dolía al tocarle el abdomen... A pesar de que nunca se había quejado, ni había mostrado ningún signo de problemas a ese nivel, ya era tarde cuando nos dimos cuenta: empezó a sangrar muchísimo, las cuatro transfusiones que le hicimos no fueron suficientes para remontar una hemoglobina de 6. Acidosis extrema, fiebre, abdomen quirúrgico al final... los problemas se fueron sumando mientras nosotros lo veíamos impotentes, sabiendo que en sus condiciones no podíamos hacer nada más: no iba a soportar más pruebas, ni cirugía, ni fármacos agresivo... su cuerpo estaba tan debilitado por todas sus patologías que no podíamos hacer nada. Fue difícil decírselo a la familia, con la que tantos días habíamos pasado, aunque más difícil fue ver cómo él se apagaba, pero aún así todavía nos sonreía al entrar en su habitación.

Cuando me contó el médico de guardia que la Sra.C había dejado de respirar esa noche, ante sus ojos, me resumió todo ante mi incredulidad... Todo empezó con una taquicardia, por lo que le avisaron, pero mientras la exploraba, en pocos minutos, mostró lo que llamamos postura de descerebración. Dejó de respirar, a los pocos segundos su corazón dejó de latir, pero como mujer fuerte respondió milagrosamente a la reanimación: su corazón tenía ritmo de nuevo. Desgraciadamente no el suficiente, ni el adecuado, y mientras yo oía su historia, ella esperaba en la UCI con el diagnóstico de muerte cerebral, esperando su final. El Sr.P y su familia me necesitaban más urgentemente, así que no fue hasta unas horas después cuando bajé a verla a la UCI, donde sólo entrar el médico me dijo que acababa de morir.

Dos muertes, totalmente distintas pero con algo en común: no las esperábamos, no cuando sucedieron ni por los motivos que acontecieron. No pudimos hacer nada. Aún así, la culpabilidad estaba ahí; en un caso, porque en todos los ingresos anteriores nunca hubo síntomas digestivos y, aunque no podíamos saber que exisitiera un problema, es inevitable pensar que deberíamos haberlo sabido. En el otro, porque alguien que casi nunca había ido al médico, que estaba bien, que parecía dispuesta a comerse el mundo... terminó su vida de forma inesperada, sin que tampoco pudiéramos hacer nada para evitarlo.

En estos tres meses he perdido a muchos pacientes, pero ninguno me ha dolido tanto como ellos dos. La Sra.C, a quien recordaré hablándonos de su pueblo y sus futuras vacaciones; el Sr.P, de quien recordaré su sonrisa al vernos y el abrazo de gratitud, pese a todo, que sus hijas me dieron al final. Personas como ellas hacen que, a veces, ponga en duda si la gente que salvamos compensa estos momentos... pero personas como ellas hacen que mañana, al volver al hospital, recuerde que no hay que pasar nada por alto.

Descanso merecido

¡Hola chicos! Por fin, ¡por fin!, saco tiempo para escribir algo por aquí. Y es que hoy es mi primer día de vacaciones, y además de descansar, leer, ir a la playa y visitar a amigos, tengo muuuuchas cosas que contaros y algo de tiempo para hacerlo.

En estas semanas de ausencia en las que he terminado de adaptarme a mi nueva vida, ha habido de todo: guardias interminables, otras divertidísimas, pacientes adorables, muertes inesperadas, casos interesantes, mi primera sesión, un nuevo proyecto para el hospital del que tengo muchas ganas de hablaros, horas de estudio, nuevos compañeros... Pero vayamos poco a poco; de momento, hoy me dejo caer por aquí para deciros que espero contaros todo esto y más en breve y que os he echado muchísimo de menos.

Ahora, ¡a descansar!, que para ser mi primer día de vacaciones, no he parado.

Antecedentes personales

Contacto