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sábado, 27 de agosto de 2022

El reino perdido

por Daniel Link para Perfil

El humanismo (clásico o burgués) bien podría entenderse como una ficción epistolar: el ámbito definido por amigos que se escriben cartas. Incluso los libros podrían entenderse como una correspondencia lanzada al vacío: no te conozco todavía, pero he aquí lo que pienso.

Los estados modernos se definieron por el alcance de sus servicios postales (había Estado hasta donde podía llegar una notificación oficial: para la guerra, el pago de impuestos o la convocatoria ante la Ley).

En el caso de esas figuras fantasmáticas que llamamos “autor”, las cartas que escribieron nos son preciosas. La famosísima y muy mal comprendida “Carta alemana” de Samuel Beckett es una piedra de toque de su poética, organizada alrededor de la noción de “palabras inapropiadas” que allí se lee.

Hay cartas de amor, cartas de suicidas, cartas desde la trinchera, cartas públicas (Émile Zola, Rodolfo Walsh) cuya trascendencia política no disminuye con el tiempo.

Hay también cartas intelectuales, un género que parece haber desaparecido de nuestro horizonte, dominado por la necesaria banalidad de los intercambios conversacionales, la inmediatez del correo electrónico y la chatura argumentativa que arrastra a la justicia, a los medios de comunicación, a la política a niveles de brutalismo ya casi intolerables (lo estamos viendo en estos días).

Para los círculos filosóficos entre los antiguos romanos, escribir cartas implicaba, al mismo tiempo, ordenar las propias ideas y adoptar una forma de vida propia, una ética, una perspectiva para ver el mundo y actuar en él. Las correspondencias intelectuales modelaron, cuando existían, la posibilidad y la necesidad del rigor para decir, proponer, objetar, hacer.

Como todo eso parecía haberse perdido, hay que saludar el libro Las posesas, firmado por Albertina Carri y Esther Díaz y distribuido en estos días por Caja Negra, como un verdadero acontecimiento: recupera para nosotras, lectoras ávidas de una humanidad críticamente renovada, la posibilidad de acceder al registro de dos testigas de un presente que (como ellas) no terminamos de entender del todo.

El ejercicio que dio origen al libro constituye la primera parte: convocadas por Liliana Viola, Albertina y Esther debían escribirse diariamente correos sobre la memoria, para realizar luego una performance en el CCK en marzo de 2020. Como la pandemia se llevó todos los proyectos por delante, ese objetivo quedó reducido a su mínima expresión (un podcast, líbrennos la musas de tener que escucharlo) pero las corresponsales decidieron seguir escribiéndose, esta vez cada quince días. Es la segunda parte del libro, cuyo tema habrían de ser las pérdidas pero que bien pronto, gracias a la agudeza de Esther, se complica con las perdidas: ellas, perdidas en el tiempo que les tocó vivir, no dejan de interrogarlo y de buscar en los libros viejos y en las recopilaciones de cartas las claves para poder hacerlo.

Que se trata de un género olvidado se nota en los titubeos de la primera parte, donde nada termina de cuajar y las corresponsales (que no se conocían personalmente antes del encargo) tratan, sobre todo, de agradarse. De paso, un libro como Las posesas es sobre todo un desafío para el editor, porque al pasar del circuito de lo privado al de lo público, la correspondencia adquiere un doble destinatario y esa duplicidad debe ser conservada a toda costa, para que no incomode a la lectura. Muchas de las decisiones de Caja Negra son, en este punto, objetables. Por ejemplo: es casi imposible creer que Esther le diga a Albertina: “lo que dice Buñuel en Mi último suspiro, que es su autobiografía”. Esa cláusula aclaratoria denigra a la corresponsal que recibe la carta pero también al lector que, si está dispuesto a leer la correspondencia de dos nombres mayores del pensamiento argentino (en la filosofía, en el cine y la literatura) no ignora el nombre del siniestro "amigo" de García Lorca, ni sus obras.

Más allá de esos titubeos y esos deslices de edición (después de todo, son cosas que se aprenden) los intercambios que incluye Las posesas incluyen apuestas de pensamiento de gran aliento y, sobre todo en la segunda parte, una voluntad para ponerse en juego que sobrepasa con creces al simple comentario de las circunstancias. El libro no es una “obra” sino la condición de posibilidad de toda obra: asumir el riesgo de pensar.

 

lunes, 8 de agosto de 2022

jueves, 24 de marzo de 2022

Yolleo

La vidala (la ira de ls hombrs) y el canto gregoriano (la ira de Dios) en una plegaria sin respuesta.

sábado, 5 de marzo de 2022

Milenarismo y mundialización

 Por Daniel Link para Perfil

Al comienzo del siglo XXI se nos había ocurrido, en la UBA, ponerlo bajo la imaginación del Milenio, que llama a la destrucción y al apocalipsis. Nos habíamos entrenado en las lecturas necesarias (desde la Apocalíptica hasta las concepciones finalistas de la historia y las teratologías) pero después nos pareció que tal vez no fuera para tanto, para qué alarmar. “Ustedes siempre igual”, nos habrían dicho.

Pero ya en la segunda década del Siglo la imaginación se realizó: la crisis ecológica, de la cual pende ya de un hilo una humanidad exhausta, la pandemia que suspendió el tiempo durante el cual, sin embargo, las voces de alerta en relación con una creciente paranoia estatal fueron varias (Agamben, Bifo Berardi) y finalmente la guerra senil y psicótica (así la definió Bifo) de dos provincias de la supremacía blanca. Occidente no es una región geográfica sino un Estado Universal Homogéneo y, sobre todo, homogéneamente racial.

El mundo “libre” reaccionó airadamente: Rusia fue expulsada primero de Eurovision, después de Pornhub (los videos gay rusos siguen ahí, sin embargo) y del fútbol, después del espacio aéreo “occidental”, después del sistema financiero mundial, finalmente del transporte marítimo y las tarjetas de crédito. En cualquier momento Rusia quedará también fuera de Google Play y de Apple Store, lo que desencadenará la rebelión final de ls moscovits.

La guerra en curso no es una guerra del Imperio contra los bárbaros sino algo nuevo, una guerra del Capital consigo mismo, que enfrenta diferentes formas de acumulación, y que le sirve como excusa para dejar en segundo plano la catástrofe ecológica que es nuestro día a día.

Mientras las bombas rusas de racimo siguen cayendo sobre Kiev, Corrientes no termina de quemarse y Brisbane, en Australia, está bajo el agua. Lo que antes podía suceder cada cien años ahora inevitablemente sucede cada diez.

¿Milenarismo? ¿Imaginación?

sábado, 1 de enero de 2022

Plegarias atendidas

Por Daniel Link para Perfil

No debería quejarme, porque todo sucedió según mi deseo, aunque los lectores de Teresa de Ávila o de Truman Capote saben que «Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por aquellas que permanecen desatendidas».

Siempre odié a esa tribu urbana llamada “taxistas”, que nos miraban cuando necesitábamos de sus servicios y aceleraban frente a nuestras narices haciéndonos gesto de no con el dedito, o que cuando se dignaban a detenerse nos preguntaban antes de que abriéramos la puerta a dónde íbamos para decirnos que iban para el otro lado.

Si teníamos la suerte de que accedieran a llevarnos nos encontrábamos con la radio a todo volumen saliendo por los parlantes traseros y, algunas veces, éramos testigos de peleas callejeras entre diferentes integrantes de la tribu o con integrantes de esa otra tribu ominosa, los motoqueros.

Más allá de la guerra, de todos modos el taxista iniciaba una conversación imposible de sostener alrededor de tópicos como las tetas de alguna mujer parada en una esquina, los vagos que cortan las calles o las formas de exterminio a las que someterían a las personas que adherían a tal o cual opción política.

Sucedió la pandemia, sucedió el confinamiento. Sucedió que mi marido y yo nos quedamos sin auto y descubrimos, en octubre de 2021, que los taxistas habían desaparecido de Buenos Aires. Ya no hay taxis, es inútil buscarlos o esperarlos.

No me quejo de eso, pero sí tal vez de lo que surgió en reemplazo.

Ahora hay que pedir ubers o cabifys, si es que uno todavía se resiste a usar el transporte público por precaución sanitaria. Y sucede que esas compañías incluyen un suplemento tarifario por “alta demanda”. Y sucede que, advertidos de tal variación, nos han contado los choferes mismos de esas compañías, complotados en una plataforma de chat apagan sus aplicaciones hasta que la señal de “alta demanda” se enciende y entonces, sí, corren a buscarte.

Lo de “corren” es más bien metafórico, porque uno puede ver en la aplicación el movimiento lentísimo del cochecito de juguete en el planito y las circunvalaciones inexplicables que da para llegar al lugar de la espera. Pero al menos los autos están limpios, los conductores no hablan y no nos someten a la sordera.

¿Llegará el día en el que consigamos liberarnos para siempre de los aparatos, las aplicaciones y las intimidaciones?

Ése es mi sueño: encontrar un lugar donde cada movimiento no implique un desgaste irrevocable.

 

martes, 21 de diciembre de 2021

Duda y precaución

 

Y el final agambeniano suelto, para los perezosos:

jueves, 21 de octubre de 2021

miércoles, 20 de octubre de 2021

sábado, 9 de octubre de 2021

Crisis de energía

por Daniel Link para Perfil

Creo que los diarios argentinos se han hecho eco de la crisis energética en China, que tiene una triple causa: el compromiso con las pautas de emisión de gases, la escasez de carbón (el 72 % de la energía china se produce en centrales carboníferas) y la fuerte demanda de la industria.

El asunto repercute mundialmente. El titular de La vanguardia de hoy (6 de octubre) señala un máximo histórico para el precio del megavatio-hora en el mercado mayorista, lo que se vuelca en el consumo industrial y hogareño. Se han establecido franjas horarias con diferentes precios (lo que no parece demasiado lógico). La gente ya empezó a lavar la ropa de madrugada y los aires acondicionados domésticos no se prenden nunca antes de la medianoche (los valencianos con los que hemos hablado dicen haber pasado un verano infernal).

En los edificios piden que el ascensor sólo se use para eso, para subir. Para bajar, están las escaleras. De planchar o de usar el lavavajillas, mejor ni hablar. El gobierno de España anunció esta semana una reducción de varios impuestos sobre los precios de la electricidad: pan para hoy y hambre para mañana, como bien sabemos ls argentins.

Además de la escasez de carbón y de la merma en las reservas de gas (cuyo precio está también por las nubes), el verano europeo no ha tenido demasiado viento, por lo que los campos de producción eólica han trabajado poco. Europa podría enfrentarse a un duro invierno, con posibles apagones, cierre provisional de fábricas, escalada de precios y aumento de muertes por frío.

La catástrofe del COVID no ha terminado y la Tierra todavía no se repone de los dislates civilizatorios de la sobreproducción y el hiperconsumo. Producir energía para producir más bienes parece ya un nudo gordiano: las fuentes renovables son intermitentes o no alcanzan y las otras son, directamente, la muerte. Pregunté a mis amigos: “¿Qué onda con el hidrógeno?”. Para qué. Es complicado el hidrógeno, porque si bien es abundantísimo está siempre acompañado y es, por lo tanto, carísimo (o consume mucha energía) aislarlo.

Reconozco y en parte comparto la algarabía que produce en Europa actuar como si nada hubiera sucedido o como si hubiéramos salido de una pesadilla colectiva.

Pero la verdadera pesadilla recién comienza, por la incapacidad de todos los Estados para superar el fracaso suicida de un modelo de acumulación. Lo que está en crisis es la energía de la imaginación.

 

viernes, 6 de agosto de 2021

Humanos y lemmings

por Giorgio Agamben en Una Voce vía Artillería inmanente 

Los lemmings son pequeños roedores de unos 15 centímetros que viven en las tundras del norte de Europa y Asia. Esta especie tiene la peculiaridad de emprender repentinamente migraciones colectivas sin motivo aparente, que terminan en un suicidio masivo en las aguas del mar. El enigma que este comportamiento ha planteado a los zoólogos es tan singular que, tras intentar dar explicaciones que resultaron insuficientes, prefirieron eliminarlo. Pero una de las mentes más lúcidas del siglo XX, Primo Levi, cuestionó el fenómeno y aportó una interpretación convincente. Damos por sentado que todos los seres vivos desean seguir viviendo: en los lemmings, por alguna razón, esta voluntad ha desaparecido y el instinto que les impulsaba a vivir se ha invertido en un instinto de muerte.

Creo que algo parecido le ocurre hoy a otra especie de seres vivos, la que llamamos homo sapiens. El suicidio colectivo se produce aquí —como corresponde a una especie que ha sustituido el instinto por el lenguaje y un impulso endosomático por una serie de dispositivos externos al cuerpo— de forma artificial y complicada, pero el resultado podría ser el mismo. Los seres humanos no pueden vivir si no se dan a sí mismos razones y justificaciones para sus vidas, que en todos los tiempos han tomado la forma de religiones, mitos, creencias políticas, filosofías e ideales de todo tipo. Estas justificaciones parecen hoy —al menos en la parte más rica y tecnologizada de la humanidad— haber caído, y los hombres se encuentran quizá por primera vez reducidos a su pura supervivencia biológica, que parecen no poder aceptar. Sólo así se explica que, en lugar de asumir el simple y amable hecho de vivir unos al lado de otros, hayan sentido la necesidad de instaurar un implacable terror sanitario, en el que la vida sin más justificaciones ideales se ve amenazada y castigada a cada momento por la enfermedad y la muerte. Y sólo esto puede explicar que, a pesar de que las compañías fabricantes de vacunas han declarado que no es posible predecir sus efectos a largo plazo, porque no se han podido cumplir los procedimientos establecidos, y que las pruebas de genotoxicidad y carcinogenicidad no estarán terminadas hasta octubre de 2022, millones de personas hayan sido sometidas a una vacunación masiva sin precedentes. Es perfectamente posible —aunque en absoluto seguro— que dentro de unos años el comportamiento humano sea similar al de los lemmings y que, por tanto, la especie humana esté abocada a su extinción.

 

domingo, 1 de agosto de 2021

Nos faltan poetas...

 .... como Andrés Bello:

 


 

sábado, 3 de julio de 2021

La lotería de Babilonia

Por Daniel Link para Perfil

Y sí, hermanes, quélevamohacé, Borges está siempre ahí, es lo más a mano para explicarnos el vértigo que nos domina. “Soy de un país vertiginoso donde la lotería es parte principal de la realidad” dice (y al hacerlo hace coincidir nuestra voz con la suya) el narrador de “La lotería de Babilonia”, relato que ha sido leído como una alegoría del fascismo (la movilización total), de la democracia (la posibilidad de sustraerse a la fatalidad, a los dictados de las determinaciones), del peronismo (“los agentes de la Compañía usaban de las sugestiones y de la magia. Sus pasos, sus manejos, eran secretos. Para indagar las íntimas esperanzas y los íntimos terrores de cada cual, disponían de astrólogos y de espías” y “Los escribas prestan juramento secreto de omitir, de interpolar, de variar. También se ejerce la mentira indirecta.”)

Como esas cabezas forman hoy para nosotros parte de la misma Hidra, bien puede pensarse que el cuento cifra una postulación metafísica sobre Argentina.

He aplicado la interpretación babilónica a mi propio presente. La tirada de dados me favoreció con una primera dosis de la vacuna AstraZeneca (su versión indiana). No es que confíe más en su potencia de inmunización respecto de la de, digamos, Sputnik. Eso supondría alguna razón, completamente reñida con el azar. En este caso: AstraZeneca me permitirá atravesar fronteras una vez que complete mi esquema de vacunación, mientras que (por lo menos hasta ahora) Sputnik no.

¿Para qué someterme a una suerte inaudita? Tengo compromisos laborales allende los límites de la patria que debería atender, pero un nuevo giro de la rueda de la fortuna podría arrojarme a costas desconocidas.

Hoy conocemos un nuevo capricho de la lotería. En las siguientes semanas, sólo 600 personas por día de las miles que se han ido por diferentes razones (no haría falta invocar ninguna para viajar a donde uno se le dé la gana) podrán volver al suelo patrio. El número de desterrados crecerá exponencialmente hasta que en cada puerto aéreo del mundo haya una pequeña colonia habitando en carpas y aguardando la próxima suerte, una ficha imposible de prever dado el carácter completamente sobrehumano de la inteligencia que la fragua. ¿Seré parte de esos campamentos precarios cuyo objetivo último se nos escapa salvo como ejercicio de un poder subjetivo? “El pueblo logró que la Compañía aceptara la suma del poder público. (Esa unificación era necesaria, dada la vastedad y complejidad de las nuevas operaciones.)”

Esas operaciones, indiscernibles para el común de los mortales, afectan no sólo a la posibilidad de movimiento, sino también a los ingresos personales y a nuestra relación con el fisco. “La Compañía, con modestia divina, elude toda publicidad. Sus agentes, como es natural, son secretos; las órdenes que imparte continuamente (quizá incesantemente) no difieren de las que prodigan los impostores.”

Cada mañana es imprescindible que cada uno de los empleados de la Compañía (que es el único empleador del país, incluso cuando parezca haber otros) controlemos la danza de la fortuna (expresada en relaciones de cambio) para conocer cuántas monedas podremos ahorrar de nuestro salario o cuántas deberemos robar en la calle.

En un resultado de la lotería, se determinó el monto de la contribución que deberían realizar los inscriptos en el registro de artesanos y practicantes de las artes liberales. Un segundo resultado hizo que ese monto fuera retroactivo. La turbamulta elevó su voz destituyente. Un tercer resultado negó los anteriores (todo sucedió en el transcurso vertiginoso de media fase lunar) y transformó a los que antes eran deudores en acreedores del fisco.

“La Compañía (así empezó a llamársela entonces) tuvo que velar por los ganadores, que no podían cobrar los premios si faltaba en las cajas el importe casi total de las multas. Entabló una demanda a los perdedores: el juez los condenó a pagar la multa original y las costas o a unos días de cárcel. Todos optaron por la cárcel, para defraudar a la Compañía”, etcétera.

Por la sola fatalidad de ser argentino, “he conocido lo que ignoran los griegos: la incertidumbre”.

miércoles, 23 de junio de 2021

Horacio González (1944-2021)

por Daniel Link para Mu

Se pueden discutir las opciones ideológicas de una persona que, como Horacio González, nos ha abandonado a nuestra suerte. Se puede discutir también su obra inmensa. Lo que no se puede negar es que esa obra existió y existe. Que Horacio González modeló buena parte de lo que consideramos nuestro presente.

Horacio fue un militante, un intelectual, un funcionario público, un conversador incansable y un gran escuchador. Nunca fui su alumno, pero lo imagino un profesor generoso, dispuesto a compartir sus saberes. Después de todo, así funcionaba fuera de las aulas. En contra de lo que suele suceder con figuras de su talla, compartir un panel con él implicaba siempre (subrayo: siempre) su escucha atenta y una devolución enriquecedora.

Como bien señaló María Pía López, Horacio funcionaba en tribus o manadas. La más célebre de ellas fue sin duda el colectivo Carta Abierta, que sesionaba en la Biblioteca Nacional durante su gestión al frente de esa institución a la que le devolvió el brillo que había perdido, sosteniendo la revista La Biblioteca y una innumerable cantidad de colecciones de libros.

Pero hubo, por supuesto, otras tribus: las cátedras de las que formó parte, los proyectos de investigación e intervención pública de los que participó.

Creo que no hay una sola fotografía de Horacio González donde su cara no aparezca dominada por una melancolía profunda. Le había tocado en suerte esa máscara, pero no era una persona exenta de alegría.

De hecho, su prosa tan rica, tan brillante, abunda precisamente en eso, en explosiones de alegría, en volutas y circunloquios que son como una espuma riente superpuesta a la gravedad de las cosas que tenía que decir.

Cualquiera de esos acontecimientos que nos paralizan por un rato porque nos exigen una toma de posición encontraba en Horacio una resonancia particularmente rica. Había que esperar a que Horacio se expidiera en sus columnas de Página/12, no tanto para mimetizarse con sus opciones (aunque casi siempre tenía razón) sino para conocer mejor el campo de tensiones respecto del cual había que decidirse.

Al faltarnos Horacio nos faltan, hoy, su amabilidad, su capacidad crítica, su orientación sobre qué deberíamos ser capaces de pensar. Nos falta casi todo.

 

jueves, 17 de junio de 2021

Soy moderna

Por Daniel Link para Perfil

Sólo muy cada tanto me desvelo. Anoche, a las 4 de la mañana, me desperté incomodado por ciertos restos diurnos, y ya no pude dormirme.

Prendí el televisor en el instante justo en que empezaba una “comedia romántica” protagonizada por Anne Hathaway en el papel de una enferma de Parkinson en fase 1. Su contrafigura es un visitador médico de la empresa Pfizer en los años en que se lanza el Viagra, que llevó a la farmacéutica a una ganancia neta de US$21,308 millones en 2018, antes de que se venciera la patente del vasodilatador y empezaran a aparecer genéricos a troche y moche.

Con semejante balance, no sorprende que Pfizer gaste cientos de millones de dólares anuales en promoción y honorarios jurídicos. Amor y otras adicciones (2010) no escatima detalles sobre el arte que ejercen los visitadores para convencer o engañar a los médicos, presentados como víctimas de la máquina farmacológica: congresos-orgía pagos en diferentes paraísos del mundo, cuando no directamente sobres con miles de dólares para que receten la propia droga y no la de la competencia (en la película, Pfizer compite con Lilly por la hegemonía en el campo de los odiosos antidepresivos: Zoloft vs. Prozac).

Ahora, el departamento publicitario de Pfizer ha impuesto las ideas de que su vacuna es maná caído del cielo y de que sólo los tratos con otras compañías son sospechosos de corrupción.

No estaría mal que quienes participan del decadente universo periodístico argentino vieran esa película que pone en evidencia su ignorancia y su mala fe, antes que nada.

Gracias a la manía bien paga de la prensa, tememos a los trombos de Astrazeneca (cuya segunda dosis ya fue prohibida en dos países) porque nadie informa sobre las miocarditis que provocaría la vacuna de Pfizer.

Odiar la propaganda fascista no implica venderse a la propaganda capitalista. En tren de adherir imaginariamente a una vacuna elijamos el “¡Soy Moderna!”

 


sábado, 29 de mayo de 2021

Cataratas de pasión

Por Daniel Link para Perfil

Habíamos aprovechado el último congreso de la Latin American Studies Association al que fui en 2019 para visitar Toronto y las cataratas del Niágara. Se trata de un congreso que se organiza para que coincida más o menos con el Día de los Caídos, feriado estadounidense.

Como este año el Congreso se adelantó un poco (comenzó el 25 de mayo) y yo tengo obligaciones a las que no puedo renunciar ni virtualmente, en marzo canjeamos millas para el 19 de mayo y reservamos tres noches de hotel, porque me parecía poco patriótico que mi marido no conociera nuestras cataratas, más majestuosas aún que las norteamericanas.

Ya prácticamente sobre la fecha del viaje, comenzaron los rumores de encerrona. Viajamos bien (con el horario del vuelo cambiado como cuatro veces), nos hisoparon en Iguazú, el resultado fue negativo, disfrutamos de la Garganta del Diablo, del Circuito Superior y de la extraordinaria vista desde nuestra habitación (yo había llevado a mis hijos, hace 20 años al Hotel Internacional: no correspondía que mi esposo aceptara un destino inferior).

El vuelo de vuelta era el sábado al mediodía, con el nuevo DNU ya vigente. Durante el desayuno, un señor muy apesadumbrado vino a comunicar a los huéspedes que los Parques Nacionales habían cerrado desde las cero horas, así que quienes habían llegado en los vuelos del viernes no iban a poder ver las Cataratas.

Cuando al volver le comenté a mi mamá la penosa circunstancia me contestó, con un kirchnerismo de amianto: “bien hecho, para qué se fueron”.

 

sábado, 1 de mayo de 2021

El virus bizantino

Por Daniel Link para Perfil

En el Lacio italiano (cuya ciudad principal es Roma) un 70 % de la población ya ha sido vacunada con al menos una dosis anti COVID. Esto ha provocado una masiva apertura de los bares y terrazas (Roma sin aperitivo no es Roma), lo que inquieta a las personas más responsables porque temen que el semáforo amarillo se les vuelva de nuevo rojo en cualquier momento.

Aquí, en cambio, estamos en rojo intenso, tirando a púrpura y recién ahora las autoridades sanitarias repararon en el disparate que significa andar exportando oxígeno o pagar anticipadamente vacunas que nunca llegan (aún cuando se fabriquen en suelo patriótico).

Por fortuna, ya se sabe que la presencialidad escolar no ha sido motivo de incremento de contagios. Si bien estos han crecido un 10 % en la franja etaria de hasta diez años, esto ha sucedido con independencia de la asistencia a las aulas (igual en la ciudad de Buenos Aires que en el Conurbano, donde no hay clases). Los sindicatos docentes no reconocen estos porcentajes e insisten en el riesgo de mantener las aulas abiertas, pero la mayoría de las jurisdicciones desoyeron la recomendación presidencial.

El problema no estaría en las escuelas. Los que más traccionan los porcentajes de contagio hacia arriba son las personas entre 20 y 40 años quienes, hay que subrayarlo, no tienen en principio obligaciones escolares que cumplir.

Los partidos y sindicatos de izquierda vienen advirtiendo desde hace semanas el incremento de contagios en los lugares de trabajo (especialmente fábricas), donde se han registrado altos porcentajes de ausentismo y, lo que es peor, ocultamiento de síntomas (porque no se cumplen con los protocolos sanitarios) ante el temor de una suspensión con salario recortado o, en el caso de los trabajadores precarizados, directamente una desvinculación de la relación laboral.

De eso, claro, no se habla, porque se trata de un callejón sin salida del cual los gobiernos de todos los signos políticos han decidido desentenderse.

Mi informante romana me había dicho: “Somos privilegiados, porque nos paga el Estado”. Y es cierto. Aunque aquí el ajuste haya llegado con toda su violencia a las jubilaciones y los sueldos docentes, algo es algo y los pedagogos que se entregan a la virtualidad seguirán cobrando sus sueldos aunque sepan que la eficacia de esa forma de aprendizajes en hogares empobrecidos hasta el horror es nula, sencillamente porque la mayoría de las familias argentinas no tienen acceso a la tecnología (tampoco a los alimentos) y porque en la mayoría de las familias argentinas no es fácil organizar y tutelar los aprendizajes de les niñes.

Alguien comparó la situación que vivimos con el hundimiento del Titanic. Una mejor analogía es Constantinopla: discutimos el sexo de los ángeles mientras el cerco de la muerte cada vez se estrecha más.

 

viernes, 23 de abril de 2021

sábado, 17 de abril de 2021

Esferas, burbujas, espuma

Por Daniel Link para Perfil 

La triología de Peter Sloterdijk llamada Esferas dedica las 580 páginas del primer volumen a desplegar el sentido de una palabra de moda: Burbujas.

La argumentación de Sloterdijk se sostiene en la convicción de que vivir, formar esferas y pensar son expresiones diferentes de lo mismo. Y todo se resuelve en relación con un límite cada vez más precario porque toda burbuja, en última instancia, está destinada a estallar (es decir: a perder su límite con el exterior).

La burbuja es transitoria porque es bipolar (padres-niñes; alumnes-docentes), o intrauterina, en definitiva: pequeño-mundana (como quien dijera: pequeño-burguesa). Y el mundo está ahí, con su vastedad y su apertura, que nos convocan a salir.

La microesfera que constituye la burbuja se resquebraja hasta convertirse en espuma y todo lo que estaba adentro (el soplo, por ejemplo, de quien hace pompas de jabón que entrega al viento, o el soplo de Dios) pasa al borde o afuera.

¿Nos piden que vivamos en burbujas? Hagamos el esfuerzo. Encontraremos que participamos, lo queramos o no, de varias burbujas (no me refiero solamente a los ámbitos profesionales, sino directamente a los vitales) y que la misma burbuja no acepta al mismo tiempo, a lo mejor, el “espacio interior de la madre absoluta” y el “espacio del compañero inseparable”.

No conviene banalizar tanto como para decir que cada burbuja de las que participamos tiene su correspondiente grupo de telegram, pero algo de eso hay. ¿Cuál me garantizará, sino la inmunidad, la supervivencia?

sábado, 10 de abril de 2021

La nueva ola

por Daniel Link para Perfil

Qué pesadilla. Vuelve “el extraño de pelo largo”, vuelve “despeinada”, vuelve “estoy muy solo y triste aquí en este mundo abandonado” y sobre todo vuelve “hoy para mí es un día especial, hoy saldré por la noche”.

Pasamos un año de pandemia aceptando las limitaciones a la movilidad, el encierro y el confinamiento, los trabajos perdidos, el distanciamiento y las burbujas porque esperábamos los planes de vacunación. Mientras tanto, comentábamos los cuadros de situación de Giorgio Agamben, Bifo o María Galindo a quienes el tiempo les dio la razón.

Hoy estamos ante nuevas órdenes de confinamiento, de distancia y ante terrores potenciados. Porque no tenemos vacunas. Porque las vacunas, que compran los Estados a las farmacéuticas, cerrando un círculo perfecto de capital y gobierno, escasean.

La mercantilización de la salud (ya ni siquiera alcanza con decir “pública”, hay que decir “planetaria”) determina la escasez de vacunas y la apropiación del 90 % de las producidas por las principales potencias.

Desde el mes de diciembre, Naciones Unidas viene reclamando el cese de la crueldad que supone someter el régimen social de producción de conocimiento a la lógica de la propiedad intelectual y el patentamiento.

Se han presentado ante la OMS varios pedidos para que, en esta situación de emergencia, se libere la producción de las vacunas de comprobada eficacia en los laboratorios capacitados para producir genéricos. Médicos sin Fronteras ha reclamado de las multinacionales farmacéuticas el gesto de generosidad que la hora les reclama: ceder las fórmulas para curar al mundo.

La situación de Argentina es crítica. Al crecimiento exponencial de la curva de contagios (con circulación comunitaria de las cepas de Manaos, Reino Unido, etc.) sólo se ha podido oponer (en tres meses de “desplante de vacunación”) un 7 % de la población con una sola dosis y un 1.4 % con dos dosis.

Es una situación de emergencia. ¿Cuál es el diagnóstico? La culpa es de la gente: los jóvenes que salen, toman cerveza, mate, se pegotean unos con otros con lubricidad; los que se van al mar o a la montaña, los adolescentes que cumplen su rito de pasaje “viaje de egresados”, los deportistas que juegan con el jabón en el suelo en las duchas, los y las que toman trenes, subterráneos y colectivos. ¿Cuál es la solución? Toque de quena.

En Argentina, como se sabe, ya se ha producido el principio activo de la vacuna patentada por AstraZeneca equivalente a 40 millones de dosis. Aunque las autoridades nacionales no se han pronunciado sobre los riesgos de trombosis de la vacuna, la discusión en el mundo parece haberse resuelto en su favor.

Sin embargo, la empresa del Sr. Hugo Sigman exportó a México, donde la vacuna se fraccionará y se envasará en las empresas del Sr. Carlos Slim, la totalidad de la producción, sin que Argentina recibiera todavía ni una sola dosis (no confundir con la Covishield, de la cual llegaron 580.000 dosis desde la India).

Como respuesta a las denuncias de, por ejemplo, la Federación Sindical de Profesionales de la Salud (Fesprosa) y los partidos de izquierda (FIT), el Gobierno nacional anunció una partida para la tercera semana de abril (sólo el 4% de lo comprometido).

La situación es rarísima: Argentina es capaz de no pagar la deuda externa, insultar al FMI, enemistarse con los Estados Unidos, retirarse de Grupo de Lima, enemistarse con Uruguay (¡con Uruguay!) por unos puntitos arancelarios, pero no es capaz de habilitar a laboratorios públicos y privados argentinos a fraccionar y envasar la vacuna, lo que aceleraría considerablemente la “planilla de vacunación”.

Las razones del nuevo confinamiento deben de estar en los contratos suscriptos por Argentina, cuya confidencialidad ha sido expuesta por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en resolución de abril de 2020 (Pandemia y Derechos humanos en las Américas) y por el Comité de DerechosEconómicos, Sociales y Culturales del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas de diciembre de 2020 (“el Comité recuerda a los Estados partes que la propiedad intelectual no es un derecho humano sino un producto social con una función igualmente social”).