Un momento, un fuego, un deseo de espiritualidad y me adentro en la profunda respiración de mi ser... Me adentro en mí para descubrir que estoy viva, que la tristeza que siento es real y me alimenta. Es bella, me acuna en sus brazos, me crea dificultades e inseguridad. Ella es mi compañera, no importa cuántas veces la intente evitar, retorna a mí, junto a la alegría, junto al placer, junto al llanto.
He deseado vivir y he vivido, aposté, seguí el corazón y la vida me compensa con tristeza...le estoy agradecida. Consiste en vivir con pasión, con total dejadez, consciente de la aceptación de los riesgos, sonreírle y tomarla de la mano. Vivir con intensidad significa vivir peligrosamente, tocando los bordes, los límites de la locura, los límites de la belleza. La belleza de unos ojos que miran amorosos o que sortean el dolor y el desprecio sin lograrlo y sucumben al odio. Me agradezco el valor y la cobardía, mi mente y mi corazón. Agradezco cada pedazo de quien soy y de quien no conozco ser. Agradezco la apuesta y el fracaso. Lo que no mata, me enseñará a cometer otros errores, no el que ya conozco, sino otros. De eso se trata, de equivocarse y aprender, de volver a equivocarse en cosas nuevas, de no aferrarse a lo conocido, a lo que ya sabemos cómo es. De caerse y volverse a levantar. Yo no voy a juzgarme, me importa más mi conciencia que la opinión de los demás. No voy a juzgarme y obvio juicios ajenos que nada saben de mí, que nada conocen de mi naturaleza, de mi ser. Es mentira que alguien me conozca, si apenas yo misma puedo conocerme. No se trata de conocerme sino de amarme, de amarme en cada uno de los actos que haga, en cada una de las experiencias que me permita vivir. Nadie nos pone condiciones sino que nosotros las aceptamos o no. Cuando es así, somos nosotros quienes permitimos que nos ocurran las cosas, nadie nos "hace" nada, somos nosotros quienes aceptamos que ocurran.
Me aferro a mi soledad, a mi tristeza, con la mente y, sobre todo, el corazón abiertos, regocijados, nunca alerta sino despiertos. Me inundo de ella como un día hice con la alegría.
En esta noche mágica para muchos, mis ojos fijos en una vela rosada piden deseos, deseos puros que mi ser anhela, todavía lejana de la paz interna. Un día volveré definitivamente a mí para ser feliz, mientras voy al mundo. Deseos para mí, hoy no pido para nadie más que para mí, en un bello acto egoísta. Salud!