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viernes, 29 de abril de 2011

Interiores

Es una ironía; a pesar de que yo estoy preocupada por ti y tú me correspondes con desdén, me siento culpable. Creo que tú eres demasiado perfecta para vivir en este mundo. Todas esas habitaciones tan exquisitamente amuebladas, esos interiores tan cuidadosamente diseñados, todo tan controlado… No había lugar en ellos para los sentimientos humanos. No, no lo había.

Interiores (Woody Allen, 1978)

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Joey miraba el jarrón blanco de cerámica porosa que su madre le colocó en el aparador del salón. Pensó que era una imposición de su madre.

Una vez completada la decoración de la casa familiar, se había dedicado a comprar pequeños detalles para mejorar mi casa. Era un jarrón sencillo, quizá para poner margaritas. Según me dijo mamá, ninguna otra flor debía cubrir la belleza serena de la cerámica, ni las formas simples que tenía. Pero, bajo esa apariencia, sobre la madera, presidiendo el salón, se escondía el mandato firme de una madre, una mujer inteligente, dotada, culta y que quería lo mejor para sus hijas. Todo belleza, pero con un interior oscuro y autoritario, como el que había si mirabas por la boca del jarrón. Al igual que éste, mi madre podría lucir margaritas prendidas en su trenza, pero seguiría siendo mi madre, todopoderosa madre. Más allá del poder maternal de cualquier madre, la mía usaba mecanismos suaves, diplomacia blanda, buenas palabras y educación, pero imposición al fin y al cabo. No me molestaba realmente el jarrón, era bello. Mi madre tenía buen gusto. Si lo retiraba y lo colocara en otro lugar, sería lo primero que mamá observaría al entrar: “Hija, ¿dónde está el jarrón? Quedaba tan bien ahí… que es una pena que lo hayas quitado. Daba tanto juego con los muebles…” Y yo, por no escuchar nada más, lo volvería a poner en su sitio, con rabia, con un gesto frustrado de derrota por el indignante mando de quien me dio a luz.

En Interiores (1978), Woody Allen unifica dos de sus temas preferidos en su filmografía: psicoanálisis y Bergman. Más que nunca, esta película es un enorme homenaje construido en torno al gran cineasta sueco. No voy a incidir en las diferencias entre Ingmar Bergman y Woody Allen, porque son evidentes y este blog no pretende ser una enciclopedia. Pero es claro que en Interiores existe una admiración que sublima toda la película. Actores, diálogos, ambientación, todo es tan bergmaniano, aunque siempre pasado por el tamiz del director neoyorkino, lleno de ironía y situaciones inverosímiles. Una madre castrante y controladora a la que su marido, padre de la familia, decide abandonar después de muchos años de matrimonio. Tres hijas totalmente diferentes en su manera de ver el mundo, pero que tienen la característica común de la inconveniencia de esta separación. Y mucha intelectualidad y referencia a filósofos y escritores hasta en las conversaciones más triviales y caseras. El punto de normalidad lo pone la nueva novia del padre, Pearl, una divorciada madura, que llega a la familia como un terremoto. Los momentos culmen se producen en la boda del padre y Pearl. Todas las rencillas familiares estallan en la casa de la playa donde se celebra la ceremonia íntima. Junto a una noche tormentosa y un mar embravecido, luz nórdica, sobriedad y colores fríos, Bergman estaría profundamente halagado.


Vídeo: Renata (Diane Keaton) en su visita al psicoanalista.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Elizabeth Taylor

Cuando la gente dice “ella tiene todo”, tengo una respuesta: todavía no tengo mañana.

Elizabeth Taylor

Los ojos violetas se han cerrado hoy para siempre, ojos que llenaban una pantalla, cristalinos y penetrantes. Cleopatra echó la última mirada burlona y tomó el áspid, antes de recrearse en los recuerdos de toda una vida marcada a partes iguales por el lujo y la lucha. Fue gata en el tejado de zinc, mujercita malcriada, violenta alcohólica que no temía a Virginia Woolf, mujer marcada. Fue Liz, aunque no le gustaba. Tuvo un lugar en el sol, en Alejandría, en el papel couché y en todas las joyerías exclusivas de Beverly Hills a Nueva York. De niña, jugó a ser actriz como un prodigio, y cuando lo consiguió jugó a ser mujer enamorada. Su James Dean, su Monty Clift, su Rock Hudson, y cuando se cansó de eso, llegó su Marco Antonio, Richard Burton. Pero no descansó ahí, la pasión hay que regarla con diamantes y alcohol para ser digna de tal ilustre matrimonio. Peregrina Liz, protagonista de sueños, de luchas, de apoyo y buenas causas. Lengua mordaz, facciones de diosa, mujer indomable, robó el esplendor del Hollywood dorado para atesorarlo por siempre. Leyenda. Mito de un mundo que no existe ya, ni existió nunca.

Y de repente, el último verano. Descanse en paz. El cielo se llena de estrellas mientras la Tierra sigue fea y gris sin mujeres como Elizabeth Taylor.

jueves, 24 de febrero de 2011

Carta de una desconocida

Cuando leas esta carta, puede que haya muerto; tengo tanto que contarte y tan poco tiempo...

Carta de una desconocida (Max Ophüls, 1948)

LetterFromAnUnknownWoman-1T

Aún recuerdo el día en que apareciste en mi vida. Era un día cualquiera, ni siquiera ocurrió nada extraordinario más. Hay dos fechas claves en la vida de una persona, el día en que naces y el día en que se despierta a la vida. Y aquél fue éste segundo. Comenzó con la llegada de un carro de mudanzas. Los operarios fueron sacando, uno tras otro, objetos maravillosos. Un arpa, unos candelabros de plata, cajas de libros, cartapacios llenos de libretos y partituras, copas de cristal envueltas en papel de periódico… Yo me paseaba admirada como si hubiera entrado en la cueva de los ladrones de Alí Babá. A pesar de que oía de fondo a mi madre llamarme, no había nada, ni nadie que pudiera hacerme reaccionar. En esos momentos, sentí un agudo dolor dentro del pecho. Como el pollito que sale del cascarón, mi corazón nacía en aquel preciso instante. Me enamoré de los libros, de la lámpara de tu despacho, del piano, del pesado cajón donde se podía leer: FRÁGIL, de todo lo que veía salir de aquel camión. Y entre el ir y venir de hombres y cajas, por fin te vi dirigiendo al resto. Como un director de orquesta, movías tus brazos y dabas instrucciones. Allí me vi, sucumbiendo a la dulce melodía. Mi destino quedó sellado a ella.

Carta de una desconocida (1922) es un precioso relato de Stefan Zweig, que hace tiempo que leí. Supongo que con una buena idea como la de este libro, hacer una película buena es más fácil. Y también puedo suponer que Max Ophüls era el director indicado para traspasar al cine un relato ambientado en la Viena de principios de siglo, aunque la película se hiciera en el Hollywood de 1948. Pero tener un texto excelente no es la panacea que puede salvar una película, especialmente cuando se tiene una historia que es un flashback continuo. Son necesarios actores solventes, una preciosa ambientación y todo el talento necesario para no convertir una historia de amor-obsesión en una cursilada mayúscula. Creo que Carta de una desconocida (1948) lo consigue con creces. Ver los ojos ansiosos de Lisa (Joan Fontaine) cuando Stefan (Louis Jourdan) la descubre espiándole bajo su casa, llorosos en su despedida del tren y decepcionados cuando se da cuenta de que nunca va a recordarla, son toda una muestra de interpretación. Con una película así, uno recuerda que el amor no siempre va a la misma velocidad en dos personas, y lo que para uno es un momento clave en su vida, para otro es pura y ordinaria monotonía. Porque no hay nunca una sola historia, ni siquiera dos, la tuya y la mía, sino millones, dependiendo de los ojos que la ven, del momento en que ocurre, del estado de ánimo, de la hora del día, de la música que suena o de cómo incide la luz. Quizá por eso nos sintamos tan inseguros cuando descubrimos que estamos enamorados… porque no depende de nosotros.

jueves, 18 de junio de 2009

La novia de Frankenstein

Nada vale tanto la pena de ser encontrado, como lo que jamás ha existido.

Pierre Teilhard de Chardin

Que tenga el pelo largo, largo y sedoso. El color da igual. Los ojos grandes, misteriosos, que digan algo. Una cara bonita, pero no de esas bellezas sosas que empalagan. Me gustan las caras con carácter. Que sea femenina también. Aunque si lo pienso, el físico no es tan importante. Recapitulando las mujeres que me han gustado, son todas muy diferentes entre sí. Recuerdo aquella bajita que me sorbía el seso en la universidad o la morena con la que acabé tan mal. No, el físico no me importa, dentro de unos límites, claro está. La personalidad es otra cosa. Es en lo que realmente me fijo. Que tenga genio, aunque no tanto como para que me anule. Que sepa lo que quiere. Odio a las indecisas. Que sea simpática, extrovertida, aunque en su justa medida. Que tenga conversación, que podamos hablar sobre todos los temas del mundo. Claro y para eso es necesario que tenga cultura. Lo ideal sería que tuviéramos gustos similares. Aunque puede llegar a ser tedioso. No quiero un clon. Pero tampoco una mujer totalmente opuesta a mí. Lo de que los contrarios se atraen está muy bien para la Física, pero no es útil en la vida real. Que me complemente. Una mujer con valores, que no sea superficial, aunque tampoco aburrida. Siempre es bueno un punto de frivolidad pero que no mate por unos zapatos de marca. Que me atraiga. Aunque la atracción tiene que ver con el físico. No se puede despreciar el físico tan a la ligera, porque es lo primero que entra por la vista. Y que me quiera, sólo eso.

Terminó de pensar y salió a la calle a buscar quien encajaba con este perfil.


Vídeo: Creación de la novia (Elsa Lanchester) en La novia de Frankenstein (James Whale, 1931).

jueves, 12 de marzo de 2009

La ventana indiscreta

Nos hemos convertido en una raza de mirones. Lo que deberían hacer es salir de sus casas y mirarse hacia dentro para variar.



Día 1. Hace calor y encima tengo escayolada toda la pierna. Reposo y más reposo, y paciencia, me prescribió el médico. Y poca cosa más puedo hacer. Supongo que unas semanas sin trabajar pueden ayudarme a desconectar algo. Pero me aburro, no estoy acostumbrado a estar entre las cuatro paredes de este apartamento, que ahora se me antoja diminuto. Como estamos en plena ola de calor, las ventanas siempre están abiertas, como las de todos. Por ellas, veo todo el vecindario. Amas de casa haciendo sus faenas, chicos escuchando música, gente viendo la televisión. Rutina y rutina encerrada en sus casas. Y un par de tortolitos...

Día 2. El calor persiste. Después de un buen rato sin gran cosa que hacer, decido ver que hay de nuevo tras las ventanas de mis vecinos. La que ayer barría la casa, hoy hace la comida. Música alta en otro apartamento. Y el matrimonio de enfrente discute a gritos, aunque la atronadora potencia de la música ahoga sus palabras. Ella está metida en cama, igual que ayer. Debe estar enferma. Él llega al cuarto y comienza la trifulca. Ella ríe histérica, él golpea la cómoda del dormitorio. Se cruzan gestos y él sale dando un portazo como alma que lleva el diablo. Ella se lleva las manos a la cabeza en señal de dolor.

Día 3. La escena del matrimonio se repite con iguales consecuencias. Pasa algo en ese piso. Mientras alrededor, todo sigue igual. Duermo y como. Me aburro.

Día 4. ¿Dónde está ella? Ha desaparecido. Es extraño. ¿A dónde ha podido ir una mujer enferma? Quizá al hospital. Él se ve nervioso. Da vueltas por su casa, sin rumbo fijo. Y de repente, le veo envolver algo en papel de embalar. Parecen una sierra y un cuchillo grande, como de carnicero. No, no. No puede ser. Con ello hace un paquete que deja sobre la encimera de la cocina. Se marcha al salón. Apaga la luz pero sigue ahí. Veo el rojo incandescente de su cigarrillo. ¿Qué tipo de persona fuma a oscuras? Sólo un sospechoso.

Día 5. Su actividad se vuelve frenética. Ha traído cuerdas y está haciendo las maletas. Piensa dejar el piso porque lo ha empaquetado todo. Una vecina me ha chivado que su esposa se ha ido de viaje y que él se encontrará con ella más tarde debido a su trabajo. Bonita coartada. Sigue el trasiego. De repente coge un bolso de mujer. ¿Qué saca? Son joyas. Ninguna mujer se iría de viaje sin sus joyas. Se las guarda en el bolsillo del pantalón. No puedo llamar a la policía. No tengo pruebas.

Día 6. Habla por teléfono constantemente. Parece que alguien le espera. ¿Un cómplice quizá? Una empresa de transporte se ha llevado hoy un baúl grande de su casa. Voy a poner a prueba sus nervios con algo sencillo. Escribo una nota y la guardo en un sobre. Pido amablemente a una vecina que lo eche por debajo de su puerta. Cuando se da cuenta, abre el sobre y lee: ¿Qué has hecho con ella? Su cara se nubla en un instante. Mira hacia todos los lados sin saber quien se lo ha enviado. No puedo aguantar la excitación y casi tengo medio cuerpo fuera de mi ventana. No puedo perderme los detalles. Él se gira y me ve. Nuestras miradas se cruzan en un segundo eterno. Sale apresurado por la puerta. ¡Oh Dios mío! Creo que viene a mi casa...

Lo que se ve a través de una ventana puede ser espectacular. Arrasa con nuestra capacidad de discreción y activa toda nuestra curiosidad. Es como observar una obra de arte. Puede que la vida en sí de nuestros vecinos no sea demasiado interesante, pero el hecho de observar sin que lo sepa el que está siendo observado, es tremendamente atractivo. Dicen que sólo somos nosotros mismo en la soledad de nuestra casa, tal es el nivel de disfraz que usamos en nuestras relaciones con otras personas. Ver esa naturaleza real en la confianza de un hogar es el interés de espiar a través de una ventana. Desde que se estrenó La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954), las ventanas se han ido multiplicando. Si queremos estar al día, ya no basta el visor de la cámara que usaba L. B. Jefferies (James Stewart), ni la inocente sagacidad de Lisa C. Fremont (Grace Kelly). Es mucha la curiosidad que saciar y millones de ventanas se muestran a nuestro alrededor. Todo un gran vecindario global en el que hay misterios, matices, miserias y alegrías, nacimientos y por supuesto, sangre y muerte. Ni siquiera basta una vida para conocer todos los detalles de lo que pasa tras una ventana. Por mi parte, sigo espiando por la mía en busca de algo interesante que me saque de la rutina.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Groucho y yo

El problema de escribir un libro acerca de ti mismo es que no puedes andarte con bromas. Si escribes acerca de otra persona, puedes estirar la verdad de aquí a Finlandia. Si escribes acerca de ti, la más mínima desviación te hace dar cuenta de inmediato que bien puede haber honor entre los ladrones, pero que tú no eres otra cosa que un cochino mentiroso.


Apueste su vida, Groucho, hermano, de tendencia de ti mismo, sabio y guasón. Avaro por naturaleza, porque tú sabías lo que era que te faltara un centavo. Mujeriego de condición, a causa de una juventud llena de mujeres altivas y rechazos. Mente ágil, hija de la Ley Seca, hija de la Gran Depresión, de los arrabales de Manhattan. Te sacudes el polvo de las tournées por villorrios donde nunca ha pasado nadie. Gente con corazón de teatro en trenes desvencijados que recorren praderas interminables. Lugareños que cuestionan con malos ojos tus gestos más locos. Habanos baratos, bigote pintado, carcajadas sinceras, luces de candilejas y por fin grandes pantallas. Genio con ingenio ilimitado hasta las últimas consecuencias, libre personaje en un país encorsetado. Histrión de histriones de verso rápido, andares de ganso y lengua afilada. Te empeñaste en ser Julius y Groucho, pero en realidad sólo eras Groucho desde el nacimiento. Simplemente Groucho y también dos huevos duros.

A nadie le voy a descubrir a estas alturas la genialidad de Groucho Marx. Sencillamente es de esas personas que nunca, nunca, nunca debieran morir, aunque en esto la guadaña no hace distinciones. Acabo de terminar Groucho y yo (Groucho Marx, 1959), la autobiografía menos autobiográfica que jamás he leído. Quien quiera conocer una veraz tesis sobre él, éste no es su libro. Pero ¿qué importancia tienen los vulgares datos biográficos cuando se lee un discurso de gran Groucho? Pues ninguna. Sus anécdotas, inventadas o no, son divertidísimas. Dice en el libro que nunca en su juventud hubiera pensado que se iba a dedicar al espectáculo y es sólo gracias a un hogar demasiado humilde que buscó la manera de sacar algunos dólares en algo que no le supusiera esfuerzo alguno. Y pasó por los teatros de variedades de mala muerte, luego Broadway, el cine y finalmente la televisión, dejando en todos ellos su humor cínico y contestatario. También se atrevió con las letras, aunque renegara de su capacidad para ello. Hay personas que dejan su huella personal en todo lo que hacen y perdurarán en la posteridad, Groucho Marx es una de ellas. Estoy seguro.


Vídeo: Escena de Una noche en la ópera (Sam Wood, 1935).

lunes, 23 de febrero de 2009

La cara y la cruz de Penélope

Todas las experiencias son positivas. Si no hay sombras, no puede haber luz.


Finalmente no anduve muy desencaminado con las predicciones (me estoy replanteándome quitar el polvo a la bola de cristal). Sólo me falló el premio al mejor actor, con el que tenía más duda. No aposté por Sean Penn, porque pensé que pesaría que ya tenía un Oscar, pero finalmente no ha sido así. Como el año pasado, los premios más importantes (con la excepción de Penn) se han repartido a no-estadounidenses. Hollywood no barre últimamente para casa y demuestra que los nacionales deben ponerse las pilas ante tanto talento extranjero. Si algo caracteriza la Meca del cine es saber importar lo más destacado del resto del mundo bien sea un historia en el corazón de la India o un romance en la postguerra alemana.
En cuanto a la protagonista de la noche, al menos en España, ya se encargarán los medios de comunicación de desmenuzar todos los detalles más o menos preparados que una gala así tiene. Como advertía en las predicciones, no me gusta Penélope Cruz, ni antes ni ahora. Creo que algunos actores van a escuelas de interpretación para conocer las herramientas del oficio y otros, como es este caso, van mejorando su trabajo por el mero hecho de aparecer en una y otra película. Creo que la Penélope oscarizada no es ni de lejos la Penélope de Jamón, jamón (Bigas Luna, 1992) y aún le quedan muchos años de carrera para ir perfeccionándose. No me entusiasmó mucho Vicky Cristina Barcelona (Woody Allen, 2009), y el papel de María Elena, como artista temperamental y mujer pasional me parece un cliché de la visión romántica de un americano en España. Pero los Oscars son otra cosa, hay siempre deudas que saldar, intereses comerciales y ganas de premiar a algunos con la sola nominación y a otros con el premio. No voy a discutir la valía de Penélope Cruz a estas alturas, ni la justicia de este premio, porque los premios no son discutibles, son lo que son y los tomas o los dejas. Si lo pienso fríamente (es decir, desligado de esas reacciones tan pasionales como buen español) incluso estoy contento (¿suena contradictorio?). A partir de ahora comenzará a escucharse en los trailers aquello de "... la ganadora de un Oscar, Penélope Cruz" y me sonreiré satisfecho.

domingo, 22 de febrero de 2009

Oscars 2009

No me importa lo que declaren a la prensa, jamás he conocido en mi vida a un actor que no le de vueltas en su cabeza diariamente a su discurso de aceptación.


Siempre he pensado que los Oscars (como la mayoría de premios) no reflejan ni de lejos lo mejor del cine del año. Fueron creados como medio de promoción y sirven principalmente para satisfacer el gran ego de actores y demás miembros de la farándula. Pero ¿quién es el encargado de decir que es lo bueno y malo del cine? Un poco todos, porque tenemos dentro un pequeño crítico, que lucha por salir con alabanzas a lo que nos gusta y hachazos a lo que detestamos. Y qué mejor ocasión que los Oscars para sacarlo a relucir. Año tras año, hago una quiniela personal, que probablemente se aleje del resultado final, pero es divertido disfrazarse de adivino por unos momentos.

Mejor película:

Mi candidata es Slumdog millionaire (Danny Boyle, 2008). Viendo al resto de nominadas, creo que ésta es la que se sale un poco del canon de película "oscarizable" (aunque esto es, por supuesto, totalmente discutible). En el cine occidental, estamos demasiado acostumbrados a creernos lo único dignos de una película, olvidando, a menudo, que el mundo es tan vasto y ancho como para encontrar miles de historias interesantes para llevarlas al cine. Éste es un poco el caso de Slumdog millionaire, la historia de un chico de la calle de Bombay que no cumple el cacareado sueño americano, sino su propio sueño (¿el sueño indio?). A veces olvidamos que si hay algo extendido en todas partes del mundo es querer alcanzar un sueño. No hay razas, ni nacionalidades, ni situaciones económicas que pueda impedir este deseo en el ser humano.
Tampoco estaría mal que ganara, El lector (Stephen Daldry, 2008), porque es una historia de amor asimétrico, que lucha contra todas las adversidades posibles: la edad, los desastres de una guerra, los secretos...

Mejor director:

Mi candidato es Danny Boyle, porque normalmente si se gana por la mejor película, el director se lleva de rebote (o por méritos propios) el Oscar. Pero no sólo por eso, también porque es un director heterogéneo, que intenta innovar en cada proyecto y cuyas películas me agradan. Y sí, por si alguien lo dudaba, porque dirigió Trainspotting (1996), que me encanta, no puedo negarlo.
Me conformo si se lo dan a Stephen Daldry, porque el resto de directores no me seducen mucho, porque lleva una buena trayectoria y porque dirigió Las horas (2002), que también me encanta. (Me están quedando unos argumentos bien de peso... pero es mi particular apuesta).

Mejor actor protagonista:

Mi candidato es Brad Pitt (silencio sepulcral... en esta categoría estoy un poco dubitativo), por luchar consigo mismo para encontrar papeles interesantes. Si alguien tiene la etiqueta de guapo oficial ese es Brad Pitt y lo fácil para él sería hacer una y otra vez el mismo papel romántico de galán perfecto que al final se lleva a la chica, como han hecho muchos otros. Pero, película tras película, siempre busca algo más y eso es un mérito a reconocer. Nunca fue mal actor, pero ha estado mejorando con cada nuevo papel y creo que va siendo hora de que lo premien.
¿Y si se lo dieran? a Mickey Rourke... ¿puede un mal actor recibir un Oscar? Pues claro que sí, hay muchos casos en la Historia, pero a veces un mal actor se encuentra con el papel de su vida y esto le ha pasado a Rourke, que encarna casi biográficamente a un luchador profesional de wrestling caído en desgracia y que subsiste en cuadriláteros de tercera. Un poco como su vida...

Mejor actriz protagonista:

Mi candidata es Kate Winslet. Desde que la descubrí en Criaturas celestiales (Peter Jackson, 1994), la sigo muy de cerca y me parece muy buena actriz. Normalmente, elige muy bien sus proyectos, en los que encaja a la perfección. Además muchas de sus películas están dentro de mis favoritas (como ¡Olvídate de mí!, Michel Gondry, 2004) porque verdaderamente borda sus papeles. Tiene ese aire inconfundible de actriz de toda la vida. Y es su sexta nominación... pero bueno, ¿a qué esperan para dárselo ya?
No estaría mal: Meryl Streep, porque con una mueca de la comisura de su labio como monja metomentodo en La duda, supera las interpretaciones de muchas actrices de hoy en día.

Mejor actor secundario:

Mi candidato es ... y qué importa si se lo van a dar a Heath Ledger. Porque sí, porque murió en la flor de la vida, porque dar un premio póstumo es un homenaje que hará llorar a millones de telespectadores ávidos de emociones, porque los Oscars son espectáculo y este premio será un punto álgido de la gala y aunque hubiera hecho de espantapájaros mudo, este premio se lo iban a dar a él. Así que aunque crea que Josh Brolin se lo merece y que Philip Seymour Hoffman está muy bien, pues no pienso que nadie quiera verlos recogiendo un premio, porque se perderán la gran ovación del teatro cuando Tilda Swinton diga: And the Oscar goes to... Heath Ledger.

Mejor actriz secundaria:

Mi candidata es Penélope Cruz, qué curioso, si la película no me gustó mucho... si Penélope Cruz no me suele gusta mucho nunca... si casi fundo el club de antifans de Pe... pues veréis, tiene una terna de candidatas algo flojas y la favorita es ella. La película es de Woody Allen, es medio española, ella suelta incluso sus frases en español y qué queréis... pues me gana el corazoncito de que esté compitiendo en Estados Unidos. Además, sería un puntazo verla coger el Oscar de la mano de Javier Bardem.
Está bien, acepto a Amy Adams, también curiosamente una actriz que no me gusta un pelo, pero que en el papel de monja inocentona de La duda, pues, está creíble. Si es que al final es que te interpretes bien el papel y lo hagas tuyo.

Última reflexión desesperada: Creo que este año no voy a acertar casi nada, por eso admito apuestas. Cuando ya se conozcan a los ganadores, prometo dejar las artes adivinatorias y escribir una entrada reconociendo mis errores.

viernes, 3 de octubre de 2008

Vicky, Cristina y el país de los tópicos

A todos nos atraen las mujeres excitantes, aventureras y sexualmente intrépidas, pero es más fácil vivir con otro tipo de mujer, con la que puedes construir un hogar, tener hijos y encontrar el equilibrio. La mujer impulsiva es muy seductora, pero te termina rompiendo el corazón.


Vicky (Rebecca Hall) es sensata, prudente y busca un amor sereno del que pueda disfrutar toda la vida. Cristina (Scarlett Johansson) quiere sorpresa, pasión, un hombre que le remueva la realidad y la saque de este mundo. Vicky y Cristina son dos mujeres insatisfechas que buscan un país donde sus sueños se hagan realidad. Pero los países nunca son como nos los imaginamos, ni siquiera la Manhattan que sueña Woody Allen es como él cree que es. Siempre hay mucho más. Y es este el problema de teorizar con los tópicos. Está bien para dar una pincelada, pero el tópico es desconocimiento y ninguna obra se debería basar en éste. Todas las mujeres y todos los hombres son como Vicky y Cristina, queremos pasión y serenidad, sentido y sensibilidad y cuando tenemos lo uno añoramos lo otro e incluso queramos ambas cosas a la vez. Si una muere de amor por un pintor bohemio e intelectual, esta situación nunca puede ser definitiva, porque llega un momento en que la experimentación nos cansa y queremos algo más convencional. Si la otra tiene un novio formal a la antigua usanza, es lógico que quiera sentir en su propio cuerpo un amor arrebatado y prohibido. Los seres humanos somos así de contradictorios. Incluso diría más, esta argumentación se viene abajo porque es una generalización y como todas, hacen aguas cuando encuentran a una persona que no la cumple.


Temía que Woody Allen se dejara embaucar para rodar en España, pero si lo pienso bien: ¿en qué puede perjudicar jugar a los tópicos en el país de los tópicos? Barcelona, como paradigma del paraíso romántico, como ha sido usada Roma o París anteriormente. España como patria de artistas donde se bebe buen vino y se ama apasionadamente, una vez más. El dulce sonido de la guitarra iluminando la noche, la arquitectura de Gaudí o el sobrio prerrománico asturiano son elementos que pueden deslumbrar perfectamente a dos turistas estadounidenses buscando sueños. Los recuerdos de un Don Juan (Javier Bardem), pintor esta vez, a la gresca con una Carmen (Penélope Cruz) racial y pintora también. ¿Que qué me parece esta ensalada de ingredientes mediterráneos? Pues agradable y curiosa, por ver que es lo que andan pensando de España fuera, pero sinceramente falta de contenido por abusar de ideas un poco trilladas. Es lo que tiene juguetear con los tópicos. Y al menos, esta vez, los españoles nos hemos librado de ser toreros o flamencos, somos intelectuales y librepensadores y hablamos bien en inglés, que eso ya es todo un gran paso.


Vídeo: Giulia & los Tellarini - Barcelona
de la banda sonora de Vicky Cristina Barcelona (Woody Allen, 2008)

domingo, 18 de mayo de 2008

Gattaca

Bienvenidos a Gattaca. Bienvenidos a una sociedad donde una sola gota de tu sangre puede determinar a qué edad morirás, con quien deberías casarte o qué trabajo deberías desempeñar porque es el más apropiado para tu constitución genética. Una sociedad donde una persona no genéticamente mejorada tiene muy pocas posibilidades de triunfar, o donde un diseño erróneo puede marcarte para toda la vida.



Bienvenido a Gattaca. Bienvenido al mundo del futuro. Contamos con una sociedad perfecta, genéticamente seleccionada, con magníficos ejemplares listos para ejercer las diferentes funciones del planeta. El porcentaje de error es proporcionalmente insignificante. Hombre y mujeres capaces de disfrutar una vida plena conforme a sus posibilidades genéticas. Nadie puede escapar del férreo control de Gattaca, todo planeado para conservar la paz y la seguridad de la población. Nuestros conciudadanos gozarán de una mayor tranquilidad sin el caos que produce la aleatoria y caprichosa Naturaleza. Como seres superiores, es nuestro deber controlar esa Naturaleza a través de los cauces de la razón y de la ciencia. No sólo que podamos alterar a la Madre Naturaleza, creo que ella lo quiere así. Creemos firmemente que personas con una perfecta genética pueden conformar con facilidad una sociedad perfecta. Saber con antelación a su nacimiento cuáles son las mejores características de cada individuo hacen posible una mejor planificación de su vida. Si alteramos alimentos, animales o plantas para una mejor optimización de los recursos, es nuestra obligación mejorar a los seres humanos con los medios técnicos más avanzados para mayor gloria de la Humanidad. No hay posibilidad de crítica a una verdad tan incontestable como la Genética. La Genética lo es todo.

Pero la Genética no lo es todo. No hay gen para el espíritu humano, es al menos lo que viene a decir Gattaca (Andrew Niccol, 1997). Y es cierto, la Naturaleza aborrece la perfección de un laboratorio, porque ella misma no es perfecta. Una sociedad de seres humanos genéticamente perfectos puede llegar a ser perfectamente imperfecta. Ya no existirán las discriminaciones que todos conocemos, sólo una única y más cruel discriminación, la genética, con una clase baja no-válida que realizará los trabajos inferiores y una élite que gobernarán los destinos del planeta. Como no es posible el control absoluto sobre las mentes de las personas, en Gattaca surgirá Vincent (Ethan Hawke), un hombre concebido naturalmente y al que los médicos le conminarán a resignarse a no cumplir su sueño de volar al espacio. Pero su enorme voluntad y esfuerzo le llevarán a conocer a Jerome (Jude Law), un "válido" amargado que el azar le ha obligado a estar atado a una silla de ruedas. Para entrar en la sociedad aeroespacial, Vincent precisa del material genético de Jerome, para sortear los numerosos controles y crearse una nueva identidad que le permita alcanzar su sueño: las estrellas. Todo parece perfecto hasta que asesinan brutalmente al director de Gattaca y la investigación policial encuentra restos de una persona que nunca hubiera podido entrar en dichas elitistas instalaciones.

Es un tema que da que pensar: la Genética como la peor de las eugenesias para el control de la población. Refleja cómo un avance puede convertirse en algo tremendamente injusto si no se actúa con precaución. Dado que los progresos espectaculares en la investigación del genoma humano han abierto un panorama nuevo, esta película incide en un futuro que puede que no sea tan lejano. ¿Es más perfecto el hombre que es perfecto en su ADN? ¿Dónde dejamos otros factores como el azar, el esfuerzo, la voluntad, la educación? No somos pura genética, es mi opinión, hay algo más, debe haberlo, llámalo alma, espíritu, energía o lo que quieras, pero es esto lo que diferencia con el tiempo a dos personas esencialmente iguales.


Vídeo musical con imágenes de la película: Télépopmusik - Into Everything.

lunes, 25 de febrero de 2008

La vida en rosa

Quand il me prend dans ses bras, il me parle tout bas, je vois la vie en rose.



En el duermevela he escuchado esta preciosa canción en el Kodak Theatre muchas veces esta madrugada como símbolo casi infalible de haber sido una gala de los Oscars muy europea. Que Hollywood siempre ha mirado a Europa como granero de talentos es de todos conocido, Greta Garbo, Ingrid Bergman, Marlene Dietrich son algunos de los muchos ejemplos de intérpretes europeos ya incluidos en el imaginario de las estrellas hollywoodienses. Y la gala de los Oscars 2008 ha destacado por esa curiosidad, los premios de interpretación no han sido para ningún estadounidense: un irlandés y un español, una francesa y una inglesa en su palmarés. Lo cual para mí es doblemente meritorio. Hollywood sabe como nadie que necesita caras nuevas para su ingente producción y cuando no las encuentra en casa, debe recurrir a exportarlas. No voy a hablar más de la pica en Flandes del Oscar de Bardem porque hoy ya se han encargado los medios de comunicación de contárnoslo. Me parece muy merecido y además estaba en la película adecuada en el momento adecuado, lo cual es una ayuda inestimable. Muchos lo daban por hecho pero hasta que no se palpa lo dorado en las manos, supongo, que no se cree. Si premiar a un español es algo excepcional no lo es en el caso de Daniel Day-Lewis y Tilda Swinton, porque sí es habitual para irlandeses y británicos acceder a estos premios debido al idioma. En cualquier caso, él era el favorito por derecho propio y en cuanto a ella, fue una sorpresa para casi todos (incluso para mí, aunque quería que ganara). La propia Swinton se veía sobrepasada por el momento y subió al escenario con una cara de interrogante. Ambos justos ganadores. Y para finalizar, la categoría más abierta era la de mejor actriz protagonista que finalmente obtuvo Marion Cotillard. Aplausos, muchos aplausos por el valor de la Academia de Hollywood por premiar una interpretación en francés. Fuera de la máscara de Édith Piaf, Marion es un bellezón y me cautivaron esas manos tapándose la boca de asombro al escuchar su nombre para subir al escenario. Hoy, me quedo con ella, escuchando a Piaf, olvidándome del negro que suele vestir a la vida, para sumirme en esos ojos emocionados por los que hoy verá la vida en rosa.

domingo, 24 de febrero de 2008

And the Oscar goes to...

Hace años, ganarlo era importante para mí, pero es como perseguir a una mujer guapa. La cortejas durante años y al final, cuando se rinde, le dices: "estoy demasiado cansado".


Sí, vale, que los Oscars no reflejan sino el cine comercial, que están comprados, que organizan sus pequeñas "sorpresas" para dar emoción, que las galas son largas, etc... pero los Oscars siguen siendo los Oscars y me gusta seguirlos. Esta noche es la gran noche y he decidido hacer una quiniela propia, sin querer pronosticar nada de nada, sólo lo que yo votaría si fuera académico, es decir, hecha con el corazón únicamente. Cuando salgan los resultados habrá que actualizar todo y no me tiréis tomates si no he acertado ni una, dicho queda.

Mejor película:

Mi candidata es Expiación (Joe Wright, 2007), creo que es la más completa y me gustan mucho las adaptaciones literarias inglesas. Me niego a aceptar el subtítulo "Mas allá de la pasión" porque me parece una aberración de traducción para enganchar a los que esperan un drama romanticón al uso (que no lo es). La historia es muy interesante, vibrante en muchas ocasiones, han huido de la cursilería, las interpretaciones correctas (sí, incluso Keira), las imágenes sobrecogedoras y la banda sonora una delicia.
Está bien, la aceptamos, No es país para viejos (Joel y Ethan Coen, 2007), no es fácil para mí elegir como mi favorita a la anterior estando una de los Coen en liza, pero bueno, c'est la vie.

Mejor dirección:

Mi candidato es doble, sí, porque son los Hermanos Coen, Joel y Ethan. Por cierto, ¿les darán dos estatuillas o se la jugarán a los chinos? Merecidísimo, por la trayectoria que llevan y porque no tienen ningún Oscar por dirección (sí por el estupendo guión de Fargo). Los Coen son de los pocos directores estadounidenses en activo a los cuales sigo con mucho gusto (a pesar de los resbalones de Ladykillers y Crueldad intolerable) y creo que serían unos justos ganadores, en vista del resto de nominados.
Bueno, vale, de acuerdo, Julian Schnabel, porque se sale de la norma de Hollywood yendo a rodar a Francia, porque es un artista integral y porque los sueños deberían ser posibles.

Mejor actor protagonista:

Mi candidato es Daniel Day-Lewis. Me parece un pedazo de actor, que recrea personajes que serían imposibles de asociar a cualquier otra cara. A mí me suele gustar incluso cuando la crítica lo pone a caldo. Creo que su anterior Oscar por Mi pie izquierdo (Jim Sheridan, 1989) fue concedido para dar un empujón a la carrera de Day-Lewis y el de este año sería para premiar su consolidación. Además es el favorito de las quinielas oficiales y con esto me contento.
No estaría mal: Johnny Depp por hacer una vez más de personaje en la alucinada mente de Tim Burton. Este sería un premio compartido entre los dos, aunque tal y como están las cosas, poco probable. Un pena.

Mejor actriz protagonista:

Mi candidata es Julie Christie, por miles de razones, porque es un mito del cine, porque hace cuarenta y tanto años que no la premian, porque hace un papel de los que suele gustar en los Oscars que mezcla drama y transformación física, porque no puedo dejar de acordarme de la Lara en el Doctor Zhivago (David Lean, 1965), porque sería un homenaje estupendo para una estupenda actriz. Venga, que se lo den ya.
Bueno no me enfado si se lo lleva Marion Cotillard, porque es francesa (jajaja, tiembla Hollywood), ha hecho un esfuerzo increíble en transformarse y porque hacer de Édith Piaf es un puntazo.

Mejor actor secundario:

Mi candidato es Javier Bardem. Este es su año, después de que lo nominaran por sorpresa pero muy justamente en Antes que anochezca (Julian Schnabel, 2000) la codiciada estatuilla debe ser suya. No sólo que su Anton Chigurh es un papelón, es el favorito (ay, Dios, luego se esfumará todo), es español, tienen que premiar a No es país para viejos, y el resto de candidatos no están a la altura. Por todo esto y mucho más, Oscar para el salón de los Bardem.

Con la boca pequeña diría Tom Wilkinson pero mi fascinación por Anton Chigurh me impide dar muchas razones más.

Mejor actriz secundaria

Mi candidata es Tilda Swinton, aunque entro dentro del más puro deseo irracional, ya que no he visto aún Michael Clayton (Tony Gilroy, 2007). Pero la tengo fichada desde que hizo Orlando (Sally Potter, 1992) y me parece una fantástica actriz increíblemente nada premiada. Espero que su cabellera roja suba al escenario a recoger lo que sería un reconocimiento para una carrera atípica pero muy valiosa.
Me quedo satisfecho si gana Cate Blanchett (curiosamente otra pelirroja) por hacer de gran Bob, porque la Academia la quiere y porque es otra gran actriz, aunque tiene ya un Oscar y tendrá más oportunidades, estoy seguro.

lunes, 18 de febrero de 2008

Elogio a Anton Chigurh

¿Qué es lo máximo que ha perdido a cara o cruz?



Siempre me he decantado por los malos. Los buenos suelen ser protagonistas, perfectos, encantadores y se salen con la suya al final de la película pero son tremendamente aburridos y planos. Los malos están hechos de otra pasta y son más atrayentes, polifacéticos, al menos para mí. Es mil veces mejor ver el sufrimiento del Drácula herido a las peroratas de Van Helsing o la carcajada de Joker al rostro impenetrable de Batman.

Hoy, he descubierto a un nuevo villano merecedor de la posteridad del cine como Lecter o Fu Manchú. Se trata de Anton Chigurh, el psicópata con cara de Javier Bardem y el peor peinado del estado de Texas. Sus motivaciones asesinas son claras, el sadismo ante el que le contradiga o simplemente se tope con él. Persigue insistentemente a Llewelyn Moss en un territorio fronterizo, inhóspito y como indica el título de la película no apto para viejos. Un maletín con dos millones de dólares es el punto de salida de la carrera de estos dos personajes cuya existencia se deben el uno al otro. Puede ser que el dinero mueva a Chigurh en un principio, pero la testarudez de Moss por seguir con vida es lo que le insufla energía para llegar hasta el final. En cualquier caso, el motivo no es lo que lo lleva a asesinar despiadadamente, es simplemente que disfruta de su trabajo. Los ojos enrojecidos de Chigurh llevan encerrados toda la vileza del ser humano y sobran las palabras, bien sean para pedir explicaciones o clemencia. Un personaje como éste vive como pez en el agua en un escenario como la frontera de Texas, con su sol inmisericorde y sus paisajes inmensos pero inhabitables, aunque igualmente podría desenvolverse en una gran ciudad.

Otras de las grandezas de Anton Chigurh, que lo diferencia de cualquier otro matón a sueldo, es su rendición a la suerte, representada en monedas que designan la cara y la cruz de las víctimas. Este mismo azar, en la película, toca a cada uno de sus personajes, que hubieran preferido no estar donde estaban en un determinado momento. Como en la vida de cualquiera de nosotros, la suerte juega un papel silencioso pero protagonista. Chigurh lo sabe y se erige en su mano ejecutora. Es la suerte la que, de cara, te hace ver esta película una tarde de domingo cualquiera y la misma la que hace que nunca te encuentres en la carretera con un hombre cargado con una bombona de aire comprimido.

Pero, ¿es tan malo este tío? ¿comparado con qué? ¿con la peste bubónica? sí, malo, malísimo (de los buenos), de los que tienen la mirada perdida ante los ojos de los débiles pero se miran las suelas de sus botas para comprobar si se ha manchado de sangre, fascinante.