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miércoles, 8 de junio de 2011

El olor del jazmín

Una preciosa flor de jazmín.
Una preciosa flor de jazmín,
las flores perfumadas colman la rama
blancas y fragantes para deleite de todos.
Déjame que vaya y recoja una flor
para dársela a alguien,
flor de jazmín,
ah, flor de jazmín.

Mo Li Hua (canción tradicional china de la dinastía Qing, siglo XVIII)

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Las autoridades locales se reunieron para celebrar la detención de la bandida conocida como Flor de jazmín. Llevaba años atemorizando a la población, dijo el alcalde satisfecho de la operación. Sin embargo, en el pueblo se respiraba un aire que no era precisamente festivo. “Flor de jazmín” encarnaba la resistencia, nunca robó a la población porque sabía que en esa región lo material nunca sobraba. Las calles seguían empapeladas con su rostro y una recompensa por cualquier dato que pudiera ayudar a dar con su paradero. “Flor de jazmín” en el calabozo, sin embargo, callaba. Adoptó un rictus de piedra, inmóvil, esperando a que llegaran las torturas. Era verano y casi todo el pueblo tenía abiertas las ventanas para soportar mínimamente el calor. También en el edificio del ayuntamiento, donde brindaban por el enorme éxito policial. De repente se levantó una brisa que entró por las ventanas y las puertas, un aire aromático que olía levemente a jazmín. Nadie le echó cuenta, pero con el paso de las horas el aroma a jazmín se hizo más y más penetrante. Pesado, dulzón, el olor inundaba los despachos del ayuntamiento. Ante esto, los jefes mandaron a sus subordinados cerrar cualquier hueco que diera a la calle, pero la misma calle estaba inundada de aquel olor. Se improvisó una comisión que decidió arrancar todos los jazmines del pueblo. A los días, ya no quedaba ninguno, pero el olor persistía sin conocerse su origen. La nueva solución fue cerrar puertas y ventanas por la propia seguridad del pueblo, a pesar del calor estival. Es una estrategia de los secuaces de “Flor de jazmín” para desestabilizar, sentenció el alcalde. Y buscaron en cada casa, en cada armario, en los templos y en los mercados, pero el jazmín despedía un olor cada vez más insoportable y no se encontró responsable alguno. Las autoridades locales contactaron con las regionales y éstas con las nacionales, que decidieron trasladar a la bandida a la capital. Sin embargo, el aire del pueblo ya era apenas respirable. Y se decidió cortar por lo sano. Se obligó a los ciudadanos a dejar sus casas y el pueblo se abandonó, y se decidió que nadie volviera a él bajo pena de muerte. Se suprimió de los mapas para evitar que nadie diera con él. Desplazados, errantes, las personas del pueblo del jazmín, como ya era conocido en los corrillos, no eran bienvenidas en ningún lugar. Las autoridades ante su propio fracaso decretó el silencio: la palabra jazmín estaba proscrita.

Una pequeña historia para ilustrar la paranoia de una dictadura para evitar lo inevitable. China lleva unos meses prohibiendo y censurando la palabra jazmín en los medios de comunicación e internet para evitar que la denominada “Revolución de los Jazmines” de Túnez cale en el ánimo del pueblo chino. Me parecen medidas extremas que sólo los gobiernos autoritarios se atreven a tomar, pensando que, como el Gran Hermano de Orwell, pueden controlar los pensamientos de su población. Es lamentable que alguien llegue a pensar esto y para ello bloquee incluso producciones de una flor sencilla y cotidiana, base del té tradicional chino. Siguiendo este ejemplo hasta el infinito, podemos suponer que se irán censurando más palabras, ya no sólo políticas como democracia o libertad, sino de uso común bien porque se parezcan a otras palabras proscritas, bien porque sean usadas en alguna de las muchas manifestaciones a lo largo del mundo. Finalmente incluso si el gobierno chino quieren ser consecuente con su estrategia terminarían prohibiendo la palabra central de su ideología: REVOLUCIÓN, porque puede que sea muy china, pero no vaya a ser que al pueblo le dé por pensar.

viernes, 27 de mayo de 2011

Sol de Justicia

Defenderemos nuestra isla, cueste lo que cueste. Lucharemos en las playas, lucharemos en los lugares de desembarco, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en los montes. No nos rendiremos jamás. […] y les romperemos las cabezas con botellas de soda porque no tenemos armas.

Winston Churchill (1940, exhortación ante la batalla de Inglaterra en la II Guerra Mundial)

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Barra de bar, dos cervezas, dos hombres de mediana edad hablan:

- ¿Has visto la que hay montada en la Puerta del Sol?

- Menuda panda esos de Sol. Mucha democracia y mucho cuento es lo que tienen. Los querría ver yo en nuestra época. Las cosas están mal, eso se sabe, y lo que hay que hacer es trabajar para mejorarlas. Unos vagos, te lo digo yo.

- Bueno, es verdad, hay mucha crisis y eso a quien más afecta es a los jóvenes. Lo sé por mis hijos.

- Pero no compares a tus hijos con los desarrapados de Sol. Tus hijos tienen estudios, son gente educada, no van a tener problemas para encontrar trabajo. Además, enseguida que cambien el gobierno, la situación pasará. Lo que no sé es como se permite que acampen ahí, en pleno centro, donde todas las familias pasean. Ahora ni se podrá pasar por ahí. ¿Quién se creen para darse ese permiso?

- ¿Crees que la policía debería desalojarlos? Son muchos…

- Claro, la policía está para cumplir la ley. No van a ser ellos menos que nadie. Indignados, indignados, más indignado estoy yo con ellos. Y además, ¿qué piden? ¿que vayamos todos a la comuna? ¿qué piden?

Se dirige al camarero que estaba escuchando la conversación y le hace la misma pregunta. Él piensa para sí: No piden nada, exigen justicia. Pero se hace el mudo y se va a ordenar algo en la cocina sin contestar.

Hay en un momento en la vida que tienes que saltar indignado por las cosas que realmente importan. Igual no te tocan directamente a ti, pero escuchas cada día historias dramáticas e incluso trágicas de personas que te rodean y piensas que, en algún momento futuro, podrías ser tú quien estuviera contándoselo a otra persona. A veces nos escudamos en la palabra mágica “crisis” que lo explica todo, pero otras veces necesitamos explicaciones. Creo que eso ha pasado en la Puerta del Sol de Madrid. Mucha indignación acumulada que se ha derramado en forma de acampada. Ahora llega el momento de las propuestas. Da gusto ver a personas proponiendo soluciones e ideas en plena calle. Gente de todo tipo y condición, como las que nos cruzaríamos por la calle sin darnos cuenta de que están y que se esmeran en hablar al resto. Otra cosa diferente es que los que gobiernan, representantes del pueblo para más señas, reciban, debatan y aprueben o denieguen estas propuestas. Pero al menos, da la satisfacción de comprobar que no todo está perdido, que hay gente que bajo su apariencia cotidiana, tiene iniciativa y arrojo para cambiar algo. Eso me reconforta, al menos eso. Sé que es poco y que las revoluciones no surgen de esta manera. Quizá sea sólo una pequeña gota de agua en un océano, pero es nuestra gota y tenemos derecho a exponerla con indignación y respeto.

martes, 17 de mayo de 2011

Madame Mao

Yo era el perro enojado de Mao. A quien él dijese que había que morder, yo le mordía.

Jiang Qing

Madame Mao

La noche antes del juicio pensó en Mao. Sabía que el día siguiente iba a ser muy duro. Conocía el sistema mejor que nadie. Retransmitirían el juicio a toda la nación para que la humillación fuese mayor y el castigo asustara a todo el pueblo. Así sabrían de lo que es capaz la Gran República Popular. ¿Contrarrevolucionaria? Aún no lo podía creer. Ella había sido alabada como madre de la Revolución Cultural, el apoyo de Mao, la cara visible de las mujeres chinas. Hoy, sin embargo, todo ha cambiado. La nueva China que diseñamos no se parecía a ésta. El comunismo ya no lucía en los carteles exhortando a los ciudadanos. Ahora sólo se usa cínicamente el retrato oficial de Mao, cuando todos sus sucesores han traicionado su espíritu. Pensó en el aburguesamiento de los actuales líderes, en el ansia de poder, en los años dorados, pero nada de eso podía salvarla ya. No se decidía en si defenderse fieramente o adoptar un profundo silencio, resignándose a un castigo ya dictado de antemano. La Revolución Cultural había fracasado, el Gran Salto Adelante se había convertido en un nuevo paso atrás. Ahora su vida no valía nada. Estaba preparada.

Jiang Qing fue la cuarta y última esposa de Mao Zedong. Encarnó el ideal de mujer maoísta y fue líder e ideóloga de la Revolución Cultural China. Era la compañera perfecta y la camarada leal. A la muerte del Gran Timonel, sirvió de chivo expiatorio por el ala más reformista del Partido Comunista Chino, que en ese momento ascendió al poder. Después de décadas de culto a la persona de Mao era imposible revertir sus consecuencias y se detuvo, encarceló y enjuició a sus más fieles colaboradores. Se les llamó la Banda de los Cuatro y Jiang Qing estaba entre ellos. Como forma de escarmiento público, el juicio, con cargos de intento de golpe de estado y de contrarrevolución, se retransmitió en la televisión pública. Madame Mao, como en Occidente se la denominaba despectivamente, se mantuvo impertérrita ante las acusaciones y decidió defenderse a sí misma en un juicio que ya estaba decidido de antemano. Fue condenada a muerte, por supuesto, aunque su pena se conmutó por cadena perpetua, como signo de la misericordia de la República Popular. Murió el 14 de mayo de 1991, hace ahora veinte años. El régimen informó de su suicidio, un final supuestamente expiatorio para una mujer que construyó la faceta más renovadora (y a la vez sangrienta y censora) de la China comunista. Vivió las dos caras del poder en su persona y pagó su osadía.

Ayer se cumplió el 45 aniversario del inicio de la Revolución Cultural China. Cuando me sumerjo en la Historia, siempre termino llegando a la conclusión que los grandes acontecimientos siempre traen aparejadas pequeñas historias personales como ésta, que tienen el mismo interés, al menos,  que las más grandes hazañas y las más terribles desgracias.

miércoles, 2 de febrero de 2011

El príncipe

Aquellos príncipes nuestros que durante muchos años permanecieron en su principado, que no acusen, por haberlo después perdido, a la fortuna, sino a su cobardía: porque, no habiendo pensado nunca en tiempos de paz que podían cambiar las cosas […], cuando después vinieron los tiempos adversos, pensaron en huir y no en defenderse; y esperaron que los pueblos, fatigados con la insolencia del vencedor, les reclamaran.

El príncipe (Nicolás Maquiavelo, 1513)

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El viejo dictador se pasó por la biblioteca antes de ir a dormir. Cogió, con algo de desgana, un pequeño libro encuadernado en piel y se lo llevó al dormitorio. Lo dejó en la mesilla de noche y abrió la cama. Miró su cara arrugada en el espejo y se sintió cansado. Había sido un día muy duro. No se atrevió a encender el televisor. Los gritos de la gente enfadada aún retumbaban en su cabeza como para conciliar pronto el sueño. Por eso tomó el libro, que había leído muchas veces, para intentar buscar soluciones que le aclararan las ideas. No sabía qué había cambiado. Había seguido fielmente sus directrices: es preferible ser temido a ser amado, ser cruel a ser clemente. Había tomado las adulaciones con desconfianza y las negociaciones con astucia. Seguía creyendo que el pueblo se deja llevar bobaliconamente por las apariencias y no había tenido escrúpulos para infringir sigilosamente determinadas reglas siempre bajo los intereses del Estado. Un libro que había sido inspirado por Lorenzo el Magnífico o Fernando de Aragón no podía equivocarse. Por eso no entendía los gritos, ni las pancartas de la multitud. Claramente, este país no era la Italia del siglo XVI. Probablemente estaba demasiado viejo, como decía la oposición.

Cuando los dictadores se dan cuenta de que no entienden nada a su alrededor es que llevan demasiado tiempo apoltronados en el poder. Y en vano, utilizan al ejército, a la policía y a los medios de comunicación a su disposición para no darse cuenta de lo que el pueblo quiere. Cuando la gente sale a la calle y desafía a un régimen, no sólo vence al dictador (ocurra lo que ocurra después), sino que vence a su propio miedo, que es la principal fortaleza de una dictadura. Maquiavelo y otros autores políticos, ensimismados en analizar la esencia de la autoridad, olvidan el poder del descontento popular. Una variable, que por ser difícil de cuantificar, especialmente en dictaduras, se llega a olvidar y que es el motor de los cambios. Nadie, ni en el mundo árabe, ni en Occidente, tomaba muy en serio el descontento del pueblo de Túnez, de Egipto, de Yemen o de Jordania. Quizá por eso seguimos tan perplejos como el viejo dictador las manifestaciones…

Foto: Manifestaciones en la Plaza Tahrir de El Cairo (2011).

domingo, 22 de noviembre de 2009

¿Debatimos?

Enfrentarse, siempre enfrentarse, es el modo de resolver el problema. ¡Enfrentarse a él!


Conocen las reglas, comienza el debate:

-Yo, yo, yo, yo, yo pienso, yo creo, yo opino, según mi propia experiencia...
-Pero ¿quién eres tú? No, no, no, más bien yo, porque yo he estudiado, yo he leído, yo creo y opino.
-Tu visión no es la real, yo he estado con ellos y ellos me consideran de confianza. No tienes ni idea de lo que trata.
-Tú y tú, hablemos de ellos, porque tu percepción está demasiado viciada por la cercanía. Hay que distanciarse de una realidad para analizarla.
-¿Qué yo? Pues tú y los tuyos no estáis interesados en llegar a un acuerdo.
-Nosotros estamos siempre abiertos al diálogo, pero no a cualquier precio y tú lo sabes.
-Sí, sí, no me hables de diálogo, porque ponéis tantas condiciones que es imposible ponerse a hablar con vosotros.
-No puedo creer que me acuses de eso. ¿Yo? Pues tú, tú y tú...
-Tú más, tú más...

Serénense, no podemos seguir discutiendo de esta manera. Aquí se acaba el debate.

¿Hay alguna manera de llegar a un acuerdo?¿Podemos creer en el consenso?¿Lo que está en juego siempre está teñido de intereses egoístas?

domingo, 8 de noviembre de 2009

La caída del muro

¡Nosotros somos el pueblo! ¡Que caiga el muro!

Manifestaciones en Leipzig (sept-oct. de 1989)

Hay símbolos que parece que van a durar eternamente, hasta que llega un día en que se resquebrajan y caen, y con él todo lo que significaban. El muro no sólo separaba una ciudad, sino dos mundos que estaban condenados a no entenderse, pero que podían hacerlo. El hormigón, el alambre de espino, los guardias resguardaban el infierno con su enfadado semblante. Era una división hecha pared, roca contra la que se enfrentaban los atrevidos, hierro que supuso frío y muerte. Muchos nacieron con su furioso ceño vigilante, por eso es normal que no creyeran que se podía vivir sin él. Muchos tiñeron de sangre sus paredes. Muchos soñaron con que se desmoronaba y pudieron comprobar como ese sueño se hacía realidad. Supongo que hubo también quien quería verse atrapado bajo la sombra del muro. Pero por fin llegó el día deseado, en que la sinrazón no se soportaba más, que los cimientos cedieron ante los gritos y se cambiaron alambradas por abrazos. Ese día no fue el fin definitivo del muro. Ya no existe físicamente, pero sí en el interior de las personas. Berlineses o no, cada día hay que luchar contra el muro que alzamos, contra el que nos separa, que nos divide, que nos acribilla.

Noche fría de noviembre en Berlín, picos, mazas, martillos y piquetas acabaron con los más de 28 años de vergüenza del muro. Una noche feliz de reconciliación entre los mismos berlineses que fueron durante esos años enemigos irreconciliables. Miles de personas consiguieron traspasar su férrea guardia y unos 200 murieron intentándolo. Tras su caída, el Telón de Acero fue oxidándose y sus países como piezas de dominó terminaron por caer. 20 años después, su recuerdo sigue presente en muchos otros muros construidos o que se planean construir, que intentan contener lo incontenible: el ansia del ser humano por vivir, por escapar, por alcanzar una libertad pisoteada por la mente perversa del poder. Hoy aún existen muros visibles e invisibles ante nuestros ojos. Muros que deben caer, muros que tenemos que derribar.

sábado, 6 de junio de 2009

El hombre de Tian'anmen

Los héroes del pueblo son inmortales.

Mao Zedong (Inscripción del obelisco de la plaza de Tian'anmen)

¿Dónde estarás hoy? ¿Qué será de tu vida? Callado pero firme, oponiendo débil carne a grueso metal, allí te alzaste, sin nombre, sin discurso. Tú solo, pequeño, diminuto en la plaza más grande del mundo. Esa plaza gobernada el miedo y la represión. Feroz héroe del pueblo que jamás saliste endiosado en un monumento alzando tu puño, ni tu hoz, ni tu martillo, sólo tú, sin armas más que tus brazos, sin fuerzas más que las de tus palabras. Enfrentado a la grandeza de las mecánicas orugas de los tanques, no desfalleciste por más que la sombra de Mao cayera sobre tu espalda. Débil hombre determinado a cambiar el rumbo sin saber que millones de ojos estarían pendientes de ti, de tu obstinación, de tu valor. Únicamente por permanecer de pie, resistiendo, el mundo te guarda respeto. Un sencillo gesto de soledad para decir a todos que China sigue viva, que nadie puede controlar los designios de millones de personas secuestrando sus mentes y sus vidas. No hay dragón, por muchos años que pasen, que pueda con un hombre rebelde como tú.

Estos días se cumplen el vigésimo aniversario de la masacre de Tian'anmen, de la que aún hoy no se conoce con seguridad cuántas personas murieron a manos de gobierno chino. Sangre inocente derramada, como otras veces, por intentar forzar la maquinaria, por tratar de torcer la dirección de las agujas del reloj, por querer parar los engranajes. Este hombre es símbolo de todos aquellos que murieron allí, reivindicando libertad. Este minúsculo hombre sin nombre del que nada se conoce, ni siquiera hoy, me hace pensar en lo ridículo que pareceremos los que pretendemos cambiar las cosas sentados en nuestros sofás o frente a una pantalla de ordenador. Los que hablamos y hablamos sin cesar polemizando sobre lo que está bien o mal y nunca saldremos de los seguros muros de nuestro hogar. A todos nosotros, el hombre de Tian'anmen no da un ejemplo de valentía que ninguno podremos jamás en la vida ni siquiera probar.
Paradójicamente, las palabras del viejo Mao en el obelisco de la plaza adquieren una nueva dimensión brindando la inmortalidad al hombre frente al tanque. Sin embargo, veinte años después, el partido comunista sigue queriendo dominar la vida de millones de chinos. Ilusa idea que cada dictadura cree posible sin caer en la cuenta que la mente es libre y que no hay consignas, ni libros rojos, ni purgas, ni represiones que puedan cambiar este hecho. Y aunque ya son décadas de comunismo en China, hubo un día que frente al poder absoluto de los emperadores y ante la tumba del Gran Timonel, un hombre se hizo fuerte y dijo NO.

martes, 4 de noviembre de 2008

Barack & John

Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería.


Las elecciones siempre son complejas; múltiples elecciones que todos tenemos que tomar a diario, sin saber cuáles serán sus consecuencias últimas. Elecciones con motivos o sin ellos, decisiones reflexionadas o surgidas improvisadamente. Todos andamos pendientes de ellas, bien sean para decidir algo tan colectivo como un presidente o algo tan modesto como lo que comerás hoy en el almuerzo. Nos exhortan diciendo que seamos consecuentes, responsables, que en nuestra decisión está el futuro, aunque pensemos que nuestra pequeña contribución poco aportará a que se cambien las cosas. Yes, we can, nos dicen, únicamente porque les hace falta nuestra papeleta, que una vez dada se guardará en el trastero con el resto de votos viejos. Siento sentirme escéptico, democráticamente escéptico, aunque comulgo cada cuatro años, por sentirme incluido dentro del mal menor. La democracia, una vez perdida la ilusión, se convierte en un sistema monótono y gris, por más que los contendientes nos intenten insuflar ánimos para que salgamos ese día del caparazón y demos nuestra confianza a alguno de ellos. En cualquier caso, decido decidir, aunque mi decisión se mezcle como una gota de agua en un océano, porque sé que una pequeña cabeza de alfiler poco tiene que pinchar en los grandes asuntos.

Hoy, 4 de noviembre, se elige al presidente de Estados Unidos y se vuelve a montar toda la parafernalia que surge alrededor de esta elección. Cabeza de potencia, nuevo emperador del universo, señor más industrializado, ciudadano número uno del mundo o cualquier calificativo imaginable cabe para el que salga elegido. El mundo contiene la respiración por lo que decida un país. Barack o John se verán con las riendas de un lugar, a mi juicio, tremendamente difícil de gobernar. Estados Unidos es el país de los rifles en las mesillas de noche, pero también el que vio surgir el movimiento hippie. Es la tierra del cinturón de la Biblia y el creacionismo pero también el paraíso del porno o de la Babilonia hollywoodiense. Es sinrazón en la cual el Partido Nazi de América (sí, existe) ha pedido el voto para el candidato negro. Es desierto y catarata, es llanura y rocosas, costa este y oeste. Una bomba de relojería con bienintencionada conciencia de policía y que luce orgullosa sus galas morales y religiosas. Estados Unidos de colores, de barras y estrellas, de dólar y de petróleo, democráticamente republicano y republicanamente demócrata. Si tuviera que votar allí, supongo que sabría lo que hacer, pero ajeno a tanto Dios y a tanto Washington, declino decantarme. Estoy harto. Esta es mi elección.

sábado, 18 de octubre de 2008

No sólo huesos

Podrán golpearme, romperme los huesos, matarme, tendrán mi cádaver, pero no mi obediencia.



Huesos, 206 huesos, tibias, rótulas, esqueletos mondos o llenos de polvo, todos iguales, como los huesos de todos, con el mismo destino, descansar para ir desintegrándose y convertirse en tierra y olvidarse en el subterráneo del mundo que existe encima de ellos. Todos los huesos son iguales, cráneos de desaparecidos argentinos o chilenos, largos fémures judíos, bosnios, musulmanes, kosovares o georgianos, costillas tibetanas, camboyanas o guatemaltecas, columnas armenias o ruandesas. Todos, antaño llenos de vida, hombres y mujeres murieron y fueron ocultados por órdenes de los represores, de los intolerantes, de los malditos que pensaron que era más fácil acabar a tiros con los que pensaban diferente, con los que les incomodaban. Y escondieron esos huesos como pruebas de sus crímenes, en cunetas, en pozos, en agujeros, para que, sin nombre ni razones, fueran olvidados y se deshicieran en la tierra para siempre. Por eso, las generaciones no pueden olvidarlos, porque hacerlo sería cumplir la voluntad de los dictadores, reyezuelos, militares salvapatrias, algunos de los cuales descansan, curiosamente, en tumbas de mármol. Se lo debemos a los hijos, a los nietos, a las familias de los que buscan esos huesos, a los que no dejaron llorar la muerte de sus seres queridos, a los que sufrieron la persecución sólo por estar próximos a los que hoy son sólo huesos.

El 16 de octubre de 2008, un auto del juez Garzón ordenó la apertura de 19 fosas comunes de represaliados del régimen franquista, como parte de un sumario por Crímenes contra la Humanidad. Se estima según los documentos aportados que la cifra puede ascender a 114.266 personas que desaparecieron entre el 17 de julio de 1936 y diciembre de 1951, de las que casi un tercio fueron asesinadas en Andalucía. Obviamente, los responsables de dichos crímenes ya son huesos también y el peso de la ley llega tarde para ellos, pero al menos las familias podrán localizar a los que fueron enterrados para ser olvidados. No entiendo ni los silencios cómplices, ni las negativas interesadas a un acto de sentido común como esta mínima reparación para los que las heridas no podían cicatrizar.

domingo, 24 de agosto de 2008

El nido de pájaro

Buscamos ir más allá de los estadios tecnócratas de siempre, con su arquitectura dominada por tramos estructurales y pantallas digitales.



Se acabaron los Juegos Olímpicos de Pekín, pero hoy, en que abundarán los análisis, quiero abstraerme de ellos y no entrar en la polémica política, organizativa o arbitral. Fueron lo que fueron. Centro mis ojos en el corazón del anillo olímpico. Como con una grúa, mi imaginación se lleva de la ciudad de Pekín el Estadio Nacional y lo transporta a un lugar indeterminado, a tierra de nadie. Un sitio en que no haya ideología, ni nacionalidad, ni presiones internacionales, ni hipocresía, ni doble moral. Lo admiro como construcción sin nombre, como maravilla de la naturaleza. Estadio que es nido de pájaro, pero también corona de espinas o arrecife de coral, ojo divino que todo lo ve o zarza ardiendo. Como maravilla de la naturaleza o como obra humana, el nido se levanta majestuoso, enrevesado. Capaz de albergar sentimientos en su poderosa estructura, se mantiene inerte esperando que la vida se encierre en sus gradas. El nido es una obra de arte del nuevo siglo que comienza, eso es seguro. Luego lo vuelvo a colocar en su ubicación, en el nuevo Pekín olímpico y me doy cuenta que es un edificio en su contexto, que sólo en mi imaginación se mantiene exento. En la realidad es el intento de la China comunista de dar una imagen internacional de legitimidad a su régimen y mi opinión sobre el estadio es otra, no puede ser la misma. El progreso de un país no reside en un estadio, ni en la organización de un evento internacional, el progreso reside en los derechos de sus ciudadanos, en la libertad de expresión y disensión, en la libre manifestación y asociación, en poder gozar de una vida tranquila más allá de los problemas habituales que ésta tiene, sin estar continuamente observado por el todopoderoso partido. Y hoy, 24 de agosto de 2008, veo el nido de pájaro más como un arbusto espinoso. Llegará el día en que esta percepción cambie. Ojalá lo vea.

martes, 19 de agosto de 2008

El final de la primavera

Nuestra desgracia servirá para iluminar al mundo.


Hubo un lugar en 1968, donde la primavera no terminó hasta el mes de agosto, una primavera excepcionalmente larga. Fue en Praga, en la extinta Checoslovaquia. Sin aviso previo, las flores, que aún no se había marchitado, soportaban estoicas los meses. Las personas de la calle celebraban las agradables temperaturas, aún con la extrañeza de que el pesado verano no cayera sobre ellos. Se organizaron bailes populares y la alegría se apoderó de la ciudad. Pero ya entrado agosto, la situación se estaba prolongando demasiado. Un sesudo comité en Moscú decidió que la primavera en Praga debía terminar. Sería por decreto si hacía falta. Daba igual que el ardiente sol no luciera o que las flores surgieran en cada pedazo de tierra. Podría ocurrir que la primavera se contagiara al resto de países y esa posibilidad no podían consentirla más tiempo. El 20 de agosto de 1968, la persistente primavera fue fulminada a golpe de tanque. Se pisotearon las flores, ráfagas de fuego soviético surcaron el cielo, intentando parar la suave brisa primaveral, los praguenses fueron obligados a bañarse en las aguas del Moldava como ocurría cada verano y finalmente las tropas impusieron el curso normal de las estaciones. En la calle se rehuía hablar de la larga primavera, nadie se atrevía ni siquiera a citarla aunque en el fondo todos sabían que el verano impuesto también caería, como caen todas las estaciones, sólo era cuestión de tiempo.

Pero como las imposiciones no convencen a todos por completo, algunas personas seguían sin ver el verano por ningún lado. Es más, la primavera se les instaló en el corazón de tal manera que eran incapaces de sentir ni calores agobiantes, ni fríos extremos. Nadie comprendía su situación, como aquejados de una extraña enfermedad, ni en su propia ciudad, ni en el Este, ni en el Oeste. La mayoría de éstos, enterraron su sentir por miedo a ser rechazados, otros huyeron, buscando aires nuevos. Ninguna opción era fácil. Sin embargo, Jan Palach, estudiante de 20 años, optó por el camino más crudo. Sin poder resistirlo más, el 19 de enero de 1969 prendió fuego a su cuerpo a los pies de la escalinata del Museo Nacional de Praga. El 25 de febrero, otro estudiante, Jan Zajíc, hizo exactamente lo mismo en el mismo lugar. Sobre los adoquines, dos cuerpos calcinados demostraron al mundo que hay estaciones que anidan dentro de nosotros, bien sean melancólicos otoños o resplandecientes primaveras y que éstas nunca finalizan. No hay bombas, ni represiones, ni tanques, ni torturas que acaben con ellas.

1ª imagen: Almendros en flor frente a la iglesia de San Nicolás de Praga.
2ª imagen: Monumento conmemorativo a Jan Palach y Jan Zajíc, en la plaza Wenceslas de la capital checa.

martes, 5 de agosto de 2008

La verdad al desnudo

Quien quiera enseñarnos una verdad, que no nos la diga: que nos sitúe de modo que la descubramos nosotros.


La verdad duele pero también nos hace libres. Con la verdad, uno se siente más seguro, sin nada que esconder, sin ataduras. Eres honesto si sigues a la verdad. Pero a veces se nos presenta la verdad velada, sin poder apreciarla en todo su esplendor. Vestida con ricos ropajes que distraen de la piel desnuda. La verdad adornada, la media verdad, que es frecuentemente más peligrosa que la mentira. Esta verdad vestida nos manipula, nos presiona para que actuemos en su defensa, sin saber que es torticera y egoísta. Por eso debemos procurar arrancar la ropa a la verdad, que con sus pechos al aire nos indique el camino. Luego uno puede elegir si seguirlo o no. En eso, cuenta también la libertad, la propia capacidad de decisión.

Que mejor idea que utilizar la reproducción de la pintura La Verdad desvelada por el Tiempo (Giovanni Battista Tiepolo, 1743) como fondo del lugar donde se conceden las ruedas de prensa de un gobierno. Es el lugar indicado donde un político debe decir la verdad y así lo pensaron en Italia. Pero La Verdad del cuadro de Tiepolo ahora parece no gustar al gobierno de Berlusconi, porque es una Verdad muy impúdica y muy ligera. ¿Qué va a pensar el pobre espectador italiano si ve un pecho junto a la cara del presidente? A ver si cree que el gobierno italiano se reúne en algún lugar pecaminoso... Pues la solución es simple. Nada de cambiar el enfoque de la cámara, lo mejor es proveer a la Verdad de un mojigato velo que tape sus turgencias. Como en la vieja historia de Il Braghettone, que tapó los desnudos de El Juicio Final de la Capilla Sixtina, Berlusconi se ha colocado la mitra papal y se ha erigido en sumo pontífice de la decencia. Menos mal que Italia lo tiene a él. Desde luego, el siglo XVIII fue un pozo de libertinaje. Este Tiepolo era un lascivo y no se puede consentir a estas alturas. Tomemos ejemplo en España y vistamos los desnudos cuerpos que Tiepolo nos dejó pintados en los techos del Palacio Real, no vayamos a pervertir a los turistas japoneses que lo visitan. Guardemos la moral, que un pecho es un pecho, aunque sea de la Verdad. Ahora me voy un rato a la playa a lapidar mujeres en top less, que ando aburrido.

Imagen: Original de La Verdad desvelada por el Tiempo, que se conserva en el Museo Civici de Vicenza.

domingo, 15 de junio de 2008

Expo Zaragoza 2008

And it's a hard, it's a hard, it's a hard, it's a hard,
it's a hard rain's a-gonna fall.


El agua es la vida, no invento nada. Sin ella no podemos sobrevivir, bebemos de ella y somos ella. Como las cosas importantes, nos damos cuenta de su valía sólo cuando nos falta. Sea agua dulce, salada, mineral, de lluvia, de pozo, sea sobre la hierba, en una botella o en un lago, el agua nos da fuerza, la necesitamos. Por eso, debemos cuidar el agua, como se cuida de lo más preciado. Y en una Tierra cada vez más poblada, el agua siempre escasea. Estamos tan acostumbrados a abrir un grifo y que el agua mane sin preocupación, que no nos acordamos de lo que cuesta que llegue a nosotros. Desde las nubes, nos alivia el ambiente que nuestra inconsciente contaminación produce. Satisface a las plantas y animales que se convertirán en nuestros alimentos. Calma nuestra sed. Limpia nuestra ropa, nuestra piel. Sin ella, somos desierto. Por eso, más que el agua se merezca una exposición, nuestra consciencia necesita un recordatorio. No podemos dejarlo correr.

El 14 de junio de 2008 se inauguró la Exposición Internacional de Zaragoza cuyo lema es Agua y Desarrollo Sostenible. Durante 3 meses, se dedicará un recinto entero a explicar la necesidad y la función del agua y los métodos para protegerla. Los diferentes países mostrarán al público su visión del precioso líquido. No sé sabe si las buenas intenciones de un acontecimiento multitudinario como éste luego se verán reflejadas en la realidad, pero puede ser un punto de partida interesante para reflexionar y concienciarnos sobre la importancia del agua. Cuidar del agua y su reparto equitativo debería ser uno de los puntos destacados de la política de todos los estados. Digo debería ser porque actualmente no lo es, sólo esperamos a la suerte de la lluvia, sentados, sin hacer nada. Si persistimos en esto, moriremos de sed en un planeta seco, yermo, sin vida.


Vídeo: Canción oficial de la Expo Zaragoza 2008: Amaral - Llegará la tormenta.
Imagen: Torre del Agua en la inauguración de la exposición.

martes, 27 de mayo de 2008

Estrellas cosidas a la ropa

Como niños que creen en la vida,
muchos se estremecen ante el espectáculo de la nieve
en un extraño país
necesitando algún tiempo para comprender
la clase de frío que les asalta.

Max Frisch (sobre los inmigrantes italianos en Suiza)

Italia recibió a los artistas venidos de todo el mundo durante el Renacimiento, era el destino del Grand Tour para los ingleses en el siglo XIX que llegaron a formar colonias en ciudades como Florencia, reunía a los excéntricos ricos de la Jet Set internacional en la Costa Esmeralda o Amalfitana y millones de turistas recorren cada año sus calles y plazas. Pero parece que el Gobierno de Silvio Berlusconi, recientemente elegido, busca que los extranjeros lleguen a Italia, consuman, compren postales y se vayan. Han decidido que no se puede aguantar más con tanto inmigrante ilegal, que además no son rubios ni con ojos azules, ni siquieran traen dinero. Lleguen en patera o en avión, los que no tengan papeles serán delincuentes y como delincuentes serán expulsados del país. Además los que se atrevan a alquilar alguna vivienda a éstos, correrán la misma suerte, el delito, por favorecer la estancia de los indeseables. Es que ya no se puede pasear por las calles de Roma...
En Nápoles tienen otro problema, hábilmente solucionado por el gobierno del empresario. Hay asentamientos de gitanos rumanos, que claro, afean el entorno y encima nadie conoce de que viven, seguramente de robar. Una cosa es la Camorra, que es de allí y otra, estos rumanos. Los gitanos tampoco son rubios y visten con harapos. Para eso, el gobierno controlará los poblados para que no salgan a relacionarse con los napolitanos. Es mejor que estén vigilados por lo que puedan hacer, está claro. Si incumplen las leyes, pueden ser detenidos y conminados en centros de detención durante 18 meses. Espero que la UE no se ponga pesada y esgrima la libertad de movimiento que tienen declarada todos los ciudadanos incluidos los rumanos; éstos que se muevan por donde quieran pero no en Italia. Yo, desde aquí, además, propondría a Berlusconi que hiciera algo con el atuendo de los gitanos que da muy mala imagen, que luzcan algo distintivo para que la población de bien los reconozcan, no sé, estrellas de diferentes colores, triángulos o brazaletes cosidos a la ropa. Como algún gitano de esos puede que no tenga los rasgos que denoten su raza, el sistema de clasificación sería muy buena idea. Así todos estarían más tranquilos sabiendo quienes son. Y si viven todos en un mismo sitio, también mejor, que nunca se sabe que puede ocurrir.

La Historia de la Humanidad es la historia de los movimientos migratorios. La emigración italiana ha sido un caso singular, se estima que desde fines del siglo XIX hasta los años 70 más de 30 millones de italianos salieron de su país en busca de nuevas oportunidades laborales, fundamentalmente a Estados Unidos, Argentina, Brasil y Centroeuropa. En la actualidad, hay aproximadamente 15,7 millones de italoamericanos y entre 15 y 20 millones de argentinos que en distinto grado tienen también esta ascendencia italiana. Menos mal que no se toparon con gobiernos como el de Berlusconi.

domingo, 11 de mayo de 2008

El Mayo de la libertad

Después de lo que hemos vivido durante este mes, ni el mundo, ni la vida volverán a ser como eran.

Daniel Cohn-Bendit (junio de 1968)

En la plaza de La Sorbona, los jóvenes se congregan todos los días. La asamblea revolucionaria corea sus consignas: la revolución es necesaria, la imaginación al poder. La utopía sobrevuela la plaza, tocando las cabezas de cada uno de los estudiantes: todo es posible. Los objetivos son infinitos, las reivindicaciones múltiples: necesitamos abolir el autoritarismo, el aburrimiento es contrarrevolucionario, dejen salir a los borregos de sus rediles, seamos realistas, pidamos lo imposible. La utopía se extiende como una mancha de aceite, la Universidad, las calles del Barrio Latino, las fábricas, los intelectuales, el país entero... Mientras en otro lugar de París, el viejo general mira cansado al cielo y se lamenta, esta Francia no es la misma que liberamos de la Guerra. Eso no lo puede evitar ni él, ni nadie. Las ansias de cambio llegan tarde para el general. Los estudiantes, los sindicatos, el Partido Comunista, los anarquistas van tomando la ciudad, las barricadas vuelven a asentarse en la vieja París. Las estructuras comienzan a crujir, no son posibles los parches, están podridas. La policía carga contra el sueño, pero nadie deja de soñar. Pueden detener a Dany el Rojo, a los 8 líderes estudiantiles, a los 30.000 de Nanterre, al pueblo entero pero el Arco del Triunfo es suyo, rojo, rojinegro o de cualquier color. La chispa ya está encendida. Saca del suelo los adoquines, lánzalos, defiende tus ideales, bajo ellos está la playa, ancha y extensa, buena para todos. Luego llegó el tiempo de la decepción, de las traiciones, del fracaso, pero hubo un Mayo de la libertad, en 1968, en que las personas gritaron y lucharon por el cambio.

Han pasado 40 años, los ideales se han olvidado, de aquel Mayo sólo queda la nostalgia y el recuerdo. Aún se discute sobre si fue un fracaso absoluto o nuestra sociedad es heredera del 68. ¿Todo sigue igual desde entonces? Claramente, no. Algunos problemas siguen sin solución hoy, otros han cambiado de lugar o de gravedad y han nacido nuevos. Pero lo más importante, ¿se ha perdido el espíritu de lucha? De vez en cuando resurgen destellos de lucha ciudadana, como contra la guerra, esa misma y cruel guerra que sigue azotando el mundo sea en Vietnam o en Iraq o contra las injusticias, contra las dictaduras que permiten que el pueblo muera de hambre, contra la represión, contra la violencia... Pero los engranajes están oxidados y verdaderamente cuesta moverlos. Aún quedan adoquines en la calles, suelo contra en que se estampa la sangre y las ilusiones de los inocentes, pero debemos pensar que la arena de playa también siguen intacta ahí abajo, lista para que la destapemos.