El nombre de Charles Vidor y el de Rita Hayworth permanecerán
unidos en la memoria cinéfila colectiva gracias a Gilda (1946), película legendaria donde las haya. Sin embargo, un par de años
antes el director y la actriz ya habían trabajado juntos en un estupendo musical del que vamos a hablar
a continuación:
Como ocurrió con la mayoría de estudios en plena contienda mundial, la Columbia también se apuntó a la serie de películas cuyo objetivo era el entretenimiento de la retaguardia, de los que se habían quedado en casa. Se trataba de musicales, comedias o cintas de aventuras donde el color era tan brillante como las estrellas que los protagonizaban.
La compañía de los hermanos Cohn lo tenía complicado para competir
con los musicales de la Metro Goldwyn Mayer y con las cintas a todo color de la
Fox (estudio que se destacó en el escapismo para tiempos de guerra);
pero gracias a su política de cesión de profesionales (en este caso la Columbia
consiguió que la Metro le cediera a Gene Kelly) logró algún que otro éxito en
esta faceta, como el obtenido por Las modelos.
La película es un convencional musical backstage, pero con una original estructura debido a la doble
historia que se cuenta, una en el presente y otra en el pasado; ambas con Rita
Hayworth como protagonista, y ambas con el mismo tema: el de tener que elegir
entre la fama —y el dinero que lleva consigo— o el amor. En realidad el
argumento es una variante de la típica trama de “Ha nacido una estrella”, donde
Gene Kelly es el modesto empresario enamorado de Rita, y ella es la cantante
emergente a la que quiere contratar el tercero en discordia: un potentado del
mundo del espectáculo.
No obstante, la propaganda bélica se deja sentir con fuerza.
Así, en la película se habla de la escasez de alimentos y de la necesidad de
“machacar” al régimen nazi; en el número final se aprovecha para publicitar la
venta de bonos; e incluso el propio Gene Kelly hace de sí mismo en un momento
determinado de la ficción cuando se une a un grupo de artistas cuyo objetivo es
divertir a los soldados que combaten en el frente.
Aunque el realizador del filme, Charles Vidor, no era de los
directores musicales de primer nivel (como Vincente Minnelli, Stanley Donen o
el propio Kelly), los números de la película sí se encuentran a la altura de
los grandes musicales. Destaca el famoso tema “Long ago and far away”, que
canta Rita Hayworth, que fue nominado al Óscar, y que resultó todo un éxito en
Estados Unidos y en el mundo entero, una canción que ha sido versionada en
multitud de ocasiones. También son notables, por su originalidad, el número
“Alter-ego dance”, donde Gene Kelly baila con su propio reflejo en un
escaparate; y el simpático “Poor John”, donde la Rita del pasado se ríe de su
prometido con una divertida canción y un no menos gracioso baile.
Todos esos números son una maravilla, no obstante, nuestro preferido es “Make way for tomorrow”, interpretado por el trío formado por Kelly, Rita y Phil Silvers. Es el número que ahora vamos a analizar:
La secuencia comienza en el bar después de que el trío de amigos abran sus
ostras como es costumbre y descubran que no hay perlas en ellas, “quizás mañana
cambie la fortuna” dicen a una y comienzan a cantar y bailar dentro del local.
En esta primera parte hay música diegética pues alguien les acompaña al piano,
y se puede decir que la escena pertenece al género tradicional. Sin embargo
el resto de la secuencia, la que tiene lugar en el exterior, tiene mucho de musical
moderno. Hay que recordar que la transformación fundamental surgió ese mismo año con el estreno de la coetánea Cita en San Luís (Meet Me
in St. Louis, Vincente Minnelli, 1944).
En ese filme y en los que vinieron después los personajes que cantaban y
bailaban ya no eran artistas, sino gente de la calle, y los números surgían de
forma espontánea sin necesidad de formar parte de una revista o de una
actuación ante el público.
La
segunda parte de la secuencia tiene lugar cuando Gene, Rita y Phil cogen unos
instrumentos de fortuna y salen al exterior para recrear diversas acciones como
las de la marcha militar del 4 de julio o la de un bote de remos hundiéndose. La canción sugiere que no hay que ceder a la tristeza, que hay que
levantarse ante cualquier contratiempo y seguir adelante. Por cierto un tema muy adecuado para la época (nótense los sacos terreros de la calle que subrayan que estamos en guerra). La coreografía
representa esa idea con pequeñas subtramas que demuestran que se puede narrar
con el baile. Sin duda otro signo de que el musical se estaba haciendo adulto.
La
tercera y última parte arranca con el encuentro con el policía. Al parecer toda
esta escena rodada en la calle fue dirigida por Gene Kelly y se compone de travellings
encadenados, algunos bastantes largos. El número ha vuelto a cambiar y ahora
los tres amigos interaccionan con otros personajes que van apareciendo
sucesivamente: el policía, una pareja besándose en un portal, el lechero y un
borracho. Los dos últimos incluso se integran en la acción y forman parte de la
coreografía que continúa imitando diversos oficios o acciones, como la de
montar a caballo o bailar una danza india, ahora ya totalmente disparatados, de
hecho han dejado de cantar, ya solo suena la música sin letra y por tanto sin
un tema al que dedicar el baile.
El número que acabamos de ver fue
compuesto por los prestigiosos Jerome Kern e Ira Gershwin y fue fotografiado
por Rudolph Maté que obtuvo una nominación al Óscar; premio que finalmente se
llevó la banda sonora de todo el filme.