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lunes, 12 de diciembre de 2016

ESPECIAL KIRK DOUGLAS: RÍO DE SANGRE (The Big Sky de Howard Hawks, 1952)

Con motivo del centenario de Kirk Douglas (9-12-1916), uno de los grandes del Hollywood dorado, y de los pocos supervivientes de esa época, hemos decidido iniciar un especial dedicado al actor donde se hablará de cinco películas protagonizadas por "el hijo del trapero", tal como el mismo Douglas se llamaba en sus entretenidas memorias. Las iremos publicando por orden cronológico intercaladas con otros posts. Advertimos que del quinteto de reseñas, dos han sido colgadas con anterioridad en el presente portal (aunque ahora hayan sido ligeramente retocadas), pero el resto son inéditas. Espero que las disfruten, o mejor, que vean las películas si es que no las han visto ya.



Río de Sangre es un western de los llamados menores de Howard Hawks, pero que a mi juicio resulta una de sus obras más personales. La cinta propone una historia muy conectada con el descubrimiento del paso hacía el Pacífico. Aunque la película tiene un desarrollo sensiblemente diferente –y una mayor calidad- la trama coincide en su planteamiento con Paso al Noroeste (Northwest Passage de King Vidor, 1940) y Horizontes Azules (The Far Horizons de Rudolph Maté, 1955). Con la segunda, la semejanza también tiene que ver con el conflicto entre los tres personajes principales: dos colonizadores (Kirk Douglas y Martin Dewey) y una indígena (Elizabeth Threatt), por cierto mucho mejor caracterizada que la nativa de la cinta de Maté.

El paisaje y los rodajes exteriores del parque Grand Teton de Wyoming dan una muestra del realismo con el que Hawks se enfrenta a la historia. La película es un bello documental, cuando transcurre de día (la secuencia del remolque de la balsa es de lo mejor que se ha rodado en exteriores), y un relato intimista por la noche, cuando los personajes se despojan de sus ataduras y confiesan sus temores y ambiciones a la luz de las fogatas.



El narrador de la historia es el magnífico tío Zeb (Arthur Hunnicutt), un personaje que emerge progresivamente a medida que transcurre la acción, controlado por un magnífico guión a cargo del reputado Dudley Nichols, habitual colaborador de John Ford en la década de los treinta y cuarenta.

No obstante, el alma de la historia, en el que descansa toda la épica de la aventura que propone Hawks, es el personaje interpretado por Kirk Douglas. Un héroe al estilo de las mejores cintas de Hawks, acompañado del grupo con el que solía estructurar la mayoría de sus películas (el héroe, el joven, el viejo, la chica, etc.) y con el desarrollo de la mayoría de sus habituales subtramas dramáticas: el aprendizaje; el conflicto creado por la mujer a la que desean los dos amigos; el grupo frente al peligro; y la camaradería por encima de todo.

Comparado con los otros “Ríos” de Hawks, Río de Sangre es tan épico como Río Rojo, resulta más entretenido que Río Lobo y se acerca al intimismo de Río Bravo. Pero, sobre todo, está muy bien narrado por uno de lo mejores contadores de historias: Howard Hawks, que aunque se basa en una novela de A.B. Guthrie, no tarda mucho en hacerse con las riendas de la trama para hacerla suya.

Ficha de Río de Sangre.





jueves, 11 de junio de 2009

SILENCIO SE... GRABA (Semana del 12 al 18 de junio de 2009)

Celebramos estos días el primer aniversario de la sección “Silencio se… graba”. Un año en el blog y parece que fue ayer cuando iniciamos la primera entrada, un tímido post donde comentábamos Simbad y la princesa y Paso al Noroeste. Hoy tenemos la suerte de contar con verdaderas obras maestras para conmemorar el evento. Encontramos películas tan importantes como Lo que el viento se llevó, Los Comulgantes, La Lista de Schindler, Río Grande o Escrito sobre el viento. También destacan producciones mudas de Buster Keaton (El Colegial) o del genio Von Stroheim (Esposas Frívolas); la inacabada cinta del maestro Jean Renoir (Una Partida de Campo), homenaje a su padre; la divertida comedia de Gregory La Cava (Al servicio de las damas); el thriller de Hitchcock, con Grace Kelly como protagonista; y muchas otras más. Un afectuoso saludo a todos los lectores.

Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)

Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:

El Perdón (The Claim de Michael Winterbottom, 2000). Natasha Kinski, Wes Bentley, Peter Mulan, Milla Jovovich. (Aragón Televisión, domingo 14 a las 01:20)

Moderno y atractivo western del buen realizador Michael Winterbottom. Muy en la línea de Los Vividores (McCabe and Mrs. Miller de Robert Altman, 1971) tanto en la estética: planos atrapados por el teleobjetivo mezclados con otros muy generales; como en el entorno nevado: un blanco inmaculado que contrasta con la oscuridad del pueblo -y con el carácter gris de los que allí habitan- y que hace más hostil, si cabe, la vida en el ya complicado Oeste

Quizás lo que más destaque, en la citada aproximación al cine de Altman, es el empeño en mostrar una trama realista. Una forma de hacer cine que persigue un claro objetivo: desmitificar al género. Mientras tanto, la separación entre ambos cineastas se apoya en la diferente estructura narrativa y en la ausencia de elementos de comedia por parte de Winterbottom. En The Claim los insertos, a base de flash-back, van acompañando a la historia del cacique del pueblo que ve como su pasado acude para rendirle cuentas; un argumento basado en la novela de Thomas Hardy (autor ya utilizado por Winterbottom en Jude, 1996) y que el director inglés convierte en tragedia, con final apocalíptico incluido.


El director se rodea de buenos actores, donde destacan Peter Mulan (presente en varias de las mejores cintas británicas del nuevo cine social) y una consagrada Natasha Kinski. Además la elegante cámara de Winterbottom nos regala algunos planos memorables, como el de la muerte de un personaje que el director, por respeto, esconde tras un caballo; o el largo travelling final, que recuerda al de Infierno de Cobardes (High Plain Drifters de Clint Eastwood, 1973).

Con El Perdón, Winterbottom investiga en el género épico por excelencia, pero se resiste a abandonar del todo su cine social y de denuncia. De hecho, aprovecha el western para mostrarse más duro de lo habitual, obteniendo un resultado excelente.



Detour (Edgar G. Ulmer, 1945). Tom Neal, Ann Savage (Canal 300, domingo 14, a las 04: 45, y lunes 15, a las 05:55)

Cinta negra del cada día más admirado Edgar G. Ulmer, un director especialista en conseguir que películas de la serie B se conviertan en clásicos.

El filme se estructura a lo largo de un flash-back contado en off (como señal inequívoca del género al que pertenece). Es un relato en primera persona desde la barra de un bar de carretera. Un relato que se convierte en pesadilla, que transforma el rostro del protagonista y que, gracias a las sombras, lo muda en una máscara de la propia muerte.

La cinta trata de las zancadillas del destino. De lo imposible de luchar contra él. Un largometraje, por tanto, muy langiano. Con pocos personajes, contados decorados, pero con una riqueza en los diálogos que compensa todo lo anterior. Son frases cortas y cortantes; cargadas de pesimismo que caen como losas sobre los hombros de la pareja protagonista: dos perdedores que están condenados a entenderse, en un inútil intento de salir de una situación desesperada.

Ulmer los sitúa en muy pocos escenarios, pero en todos ellos se encontrarán atrapados: en un automóvil, causante de todos sus males; o entre las cuatro paredes de la habitación de un motel, donde el propio destino es el guardián de la única llave.

La visión amarga de Detour recuerda a algunas obras importantes del film noir donde una pareja transita errante por la carretera acercándose a un final trágico. Sólo se vive una vez, Los Amantes de la Noche, Bonnie and Clyde, etc., todas ellas tienen en común el destino fatal, y disponen del amor redentor como compensación final. Detour cumple con lo primero; pero se le niega lo segundo.



Manuale d’Amore (Giovanni Veronesi, 2005). Carlo Verdone, Sergio Rubini. (Televisión de Galicia, domingo 14 a las 17:45)

La cinta, en apariencia, es una comedia sin muchas pretensiones acerca del amor y de todo, o casi todo, lo que le rodea. Aunque su principal objetivo es entretener existe un trasfondo muy interesante de homenaje al género que vamos a tratar de analizar… leer más.



Río de Sangre (The Big Sky de Howard Hawks, 1952). Kirk Douglas, Martin Dewey, Elizabeth Threatt. (Castilla-La Mancha TV 2, lunes 15 a las 00:30)

Western de los llamados menores de Howard Hawks, pero que a mi juicio es una de sus obras más personales. La cinta propone una historia muy conectada con el descubrimiento del paso hacía el Pacífico. Aunque la película tiene un desarrollo sensiblemente diferente –y una mayor calidad- la trama coincide en su planteamiento con Paso al Noroeste (Northwest Passage de King Vidor, 1940) y Horizontes Azules (The Far Horizons de Rudolph Maté, 1955). Con la segunda, la semejanza también tiene que ver con el conflicto entre los tres personajes principales: dos colonizadores (Kirk Douglas y Martin Dewey) y una indígena (Elizabeth Threatt) mucho mejor caracterizada que la nativa de la cinta de Maté.

El paisaje y los rodajes exteriores del parque Grand Teton de Wyoming dan una muestra del realismo con el que Hawks se enfrenta a la historia. La película es un bello documental, cuando transcurre de día (la secuencia del remolque de la balsa es de lo mejor que se ha rodado en exteriores), y un relato intimista por la noche, cuando los personajes se despojan de sus ataduras y confiesan sus temores y ambiciones a la luz de las fogatas.

El narrador de la historia es el magnífico tío Zeb (Arthur Hunnicutt), un personaje que emerge progresivamente a medida que transcurre la acción, controlado por un magnífico guión a cargo del reputado Dudley Nichols, habitual colaborador de John Ford en la década de los treinta y cuarenta.

Comparado con los otros “Ríos” de Hawks, Río de Sangre es tan épico como Río Rojo, resulta tan entretenido como Río Lobo y se acerca al intimismo de Río Bravo. Pero, sobre todo, está muy bien narrado por uno de lo mejores contadores de historias: Howard Hawks, que en seguida se hace con las riendas de la película para hacerla suya.

jueves, 7 de mayo de 2009

SILENCIO SE... GRABA (Semana del 8 al 14 de mayo de 2009)

Volvemos con renovadas fuerzas, después de los “fatigosos” días festivos, para presentar una tabla repleta de buenas películas (algunas obras maestras como Cautivos del mal o 2001: Una odisea del espacio), y especialmente motivados para comentar dos cintas de John Ford.

Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)


Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:

Pan, Amor y Fantasía (Pane, Amore e Fantasia de Luigi Comencini, 1954). Vittorio de Sica, Gina Lollobrigida (Castilla-La Mancha TV 2, domingo 10 a las 00:15)

Título fundamental de la llamada comedia “a la italiana”. La película gozó, en su día, de un éxito sin precedentes en el género y, a pesar de su carácter costumbrista, aún puede verse con agrado. Y es que son muchos los atractivos que tiene esta cinta de Luigi Comencini. De entrada, supuso el inicio de lo que se dio en llamar el "Neorrealismo Rosado"… leer más.



El Juez Priest (Judge Priest de John Ford, 1934). Will Rogers, Tom Brown, Anita Louise. (Canal 300; domingo 10, a las 05:40; lunes 11, a las 02:55)

Ford muestra su maestría cuando consigue reflejar –de forma muy personal- los aspectos costumbristas de los estados del Sur de principios de siglo. Lo hace apoyándose en el guión de su colaborador habitual, Dudley Nichols, para narrar como el juez de una ciudad sureña, saltándose tantas normas judiciales como puede, es el único que defiende a un hombre acusado de intentar asesinar a otro.

Esa trama central es la excusa que necesita Ford para exponer el peculiar modo de vida de un personaje y, con ello, representar los valores tradicionales americanos. Claro que Ford hace “trampa”: coloca a Will Rogers como protagonista, sabiendo que el actor era muy querido por el gran público en la época del estreno de la cinta. Es, realmente, la segunda colaboración de Will Rogers con John Ford, y probablemente la mejor de las tres películas que rodaron juntos (las otras dos fueron Doctor Bull, 1933 y Steamboat Round The Bend, 1935, también muy interesantes). La experiencia fue tan buena para ambos que se nota en el resultado final del filme. Gran parte del mérito le corresponde al actor, que consigue dotar a su personaje de una naturalidad extrema gracias a su excelente trabajo de improvisación.

Hay escenas que demuestran el buen humor de Ford, como todas las referentes al juicio surrealista del último tercio de la película: las del miembro del jurado borrachín que trata de interrumpir al fiscal escupiendo continuamente; o el jurado en pleno, veteranos sudistas de la guerra de secesión, que se abstraen totalmente del contenido del sumario y deciden sólo por lo que les dicta el corazón.

Por último señalar el cariño que John Ford le tenía a la historia, la prueba está en que no se resistió a realizar un remake (The Sun Shines Bright, 1953), tan notable como el original y, según las propias palabras de Ford, su película preferida.



El Fugitivo (The Fugitive de John Ford, 1947). Henry Fonda, Dolores del Río, Ward Bond. (Castilla-La Mancha TV 2, lunes 11 a las 00:30)

Basada en la novela "El poder y la gloria" de Graham Greene, y con guión, una vez más, del prestigioso Dudley Nichols, El fugitivo narra el viaje del único (y último) sacerdote de un país sudamericano en plena revolución. El religioso, interpretado por un sobrio Henry Fonda, escapa de la policía que quiere ajusticiarlo y se refugia en un pequeño poblado donde una mujer, madre soltera (Dolores del Río), se decide a ocultarlo. En su camino se cruza con todo tipo de personajes, desde un embaucador cazarrecompensas hasta un asesino (Ward Bond), al que ayudará posteriormente.

Rodada dentro del estilo expresionista, tal como hiciera con El Delator (The Informer, 1935) y con Hombres intrepidos (The Long Voyage Home, 1940), John Ford se apoya en un especialista para el manejo de la luz (Gabriel Figueroa) y se deja influenciar por otro maestro, Eisenstein, no sólo por rodar en México sino por utilizar alguno de los elementos del montaje que hicieron famosos al director ruso. Hay que decir que Gabriel Figueroa se sitúa a la altura del genial director al realizar todo un tour de force fotográfico. Hay escenas como la del bautizo o la que cierra la película que, aunque son demasiado estilizadas, resultan impresionantes vistas hoy en día.

La cinta se aleja algo del texto de Greene por lo espinoso que resultaba, en aquellos días, presentar la convivencia de un sacerdote con una mujer. Además contaba con un serio agravante que tenía nombre y apellidos: Dolores del Río. Una escena, la del baile encima de la barra de un bar, con los pies desnudos, ya era suficiente para provocar la excitación de todos los que asistían al espectáculo; entre ellos Pedro Armendáriz, estrella mejicana de la época. Ambos intérpretes eran los actores fetiches de otro genio del cine: Indio Fernández, al que utiliza Ford como asesor durante el rodaje y, prácticamente, codirige la película con él.



La ley del Deseo (Pedro Almodóvar, 1987). Eusebio Poncela, Carmen Maura, Antonio Banderas. (Castilla-La Mancha TV, miércoles 13 a las 00:00)

Primer largometraje de Almodóvar para su productora y la de su hermano Agustín, El Deseo S.A. Se trata de una de sus mejores cintas, pero adolece de falta de estructura narrativa y le sobra toda la investigación y actuación policial del último tercio de la película. Tiene escenas tan brillantes como la secuencia de la ducha nocturna en la calle, un buen ejemplo de la plástica que a veces muestra el cine de Almodóvar; o el montaje teatral de la obra de Jean Cocteau, "La voz humana". El final vuelve a confirmar lo dicho, que Almodóvar es un gran realizador de escenas aisladas: La espera en la calle a que se solucione el conflicto entre los personajes principales, la resuelve el director manchego con una excelente panorámica, donde las luces azules de los coches patrulla iluminan parcialmente a todos los que participan en el drama.

viernes, 8 de febrero de 2008

HOMBRES INTRÉPIDOS (The Long Voyage Home de John Ford, 1940)

John Ford influenciado por el expresionismo, crea una obra maestra. Es en sí pesimista y va claramente en contra de la corriente de la época, de fervor patriótico y propaganda pro-bélica. Es la antítesis de la aventura, es un alegato a la soledad, a la cruda realidad de unos hombres que se gastan la paga de dos años en una noche y que no tienen más remedio que volver a embarcar para subsistir.



El ambiente naval está tan conseguido que hace que nos olvidemos de que se trata de un decorado. Lo mismo ocurre con las tenebrosas calles de Londres, todo gracias a la maestría del director de fotografía Gregg Toland (aparece en los créditos a la misma altura que Ford). Ahora sabemos que sólo tardaría un año en firmar una película llamada Ciudadano Kane junto a un tal Orson Welles.

Pero Ford dispone de otro aliado fundamental para conseguir que esta película pase a la historia, se trata de Dudley Nichols que consigue adaptar las cuatro narraciones cortas del dramaturgo Eugene O'Neill y convertirlas en un guión redondo.

El casting no podía haber resultado mejor. El reparto, prácticamente de secundarios , consigue el propósito de hacer creíble la historia, que descansa, precisamente, en el compañerismo; en como un grupo de personajes se ayudan unos a otros sin que nadie destaque por encima de los demás. Es cierto que la presencia de John Wayne puede contradecir lo anterior, pero hay que pensar que aunque el actor estaba ya en alza después del gran éxito de La Diligencia (Stagecoach de John Ford, 1939), aquí realiza el papel de un marinero sueco -le costó lo suyo hacerse con el acento- que sólo se convierte en el personaje central en la segunda parte del filme.




Y es que la cinta se estructura en dos actos muy diferenciados. El arranque es soberbio: unos minutos sin diálogos donde nos damos cuenta de los sueños de esos marineros encerrados en el barco, de sus angustias y de la nostalgia por su tierra. La pelea a bordo, después de una orgía con las nativas del lugar, no hace más que reflejar la tensión acumulada de estos apátridas. Las sospechas de traiciones, las envidias y los pasados turbios es el equipaje que cargan sobre sus espaldas estos hombres intrépidos. Como queda dicho, la influencia alemana es clara: una vez en tierra las sombras alargadas de los marinos se proyectan sobre el pavimento mojado; y sobre ellos la de los "buitres" que buscan tripulación sin ningún escrúpulo. Y todo toma mal cariz...
Ford nos propone este largo viaje a casa que nunca termina y nosotros nos alegramos de haberlo visto una y otra vez.


Ver ficha de Hombres Intrépidos
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