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lunes, 17 de abril de 2017

ESPECIAL KIRK DOUGLAS (y V): EL FINAL DE LA CUENTA ATRÁS (The Final Countdown de Don Taylor, 1980)

La última película del especial sobre Kirk Douglas pertenece a su época digamos ya decadente o menos gloriosa, donde el actor aún demostraba fuerza interpretativa en una cinta de ciencia ficción que, como veremos, en realidad se trataba de un filme bélico.


Kirk Douglas ya había producido con anterioridad con su compañía Bryna historias de ciencia ficción con la guerra fría como telón de fondo —Siete días en mayo (Seven Days in May, John Frankenheimer, 1964)— así que un proyecto como El final de la cuenta atrás no le era en absoluto extraño. Tampoco se encontraba a disgusto con la fantasía un director como Don Taylor, antiguo actor secundario que se había pasado a la realización, y que casi se había especializado en el tema cuando en los años setenta dirigió una de las secuelas de El planeta de los simios (1971), una versión de La isla del doctor Moreau (1977) y un filme de terror como La maldición de Demian (1978).

El argumento de El final de la cuenta atrás, escrito por Thomas Hunter, Peter Powell y David Ambrose resultó muy atractivo, ideal para ser rodado en 1980 ya que enlazaba la Guerra Fría con la Segunda Guerra Mundial gracias a un ingenioso salto en el tiempo: El analista de sistemas Warren Lasky (Martin Sheen) embarca en el USS “Nimitz” para sugerir cambios en su sistema de combate. En mitad de las operaciones, el “Nimitz” se ve envuelto en una extraña tormenta que surge de la nada. El comandante Yelland (Kirk Douglas) no entiende lo que ocurre cuando diversos sucesos indican que han viajado al pasado, concretamente al 6 de diciembre de 1941, el día anterior al ataque de Pearl Harbor. Mientras la fuerza nipona se acerca a Pearl Harbor, Yelland duda si intervenir o no en el devenir de la historia.


Del guión de la película, todo ficticio por supuesto, sólo el barco es real y además es el verdadero protagonista del filme. Lo es porque la cinta no deja de ser un escaparate mundial para admirar —y temer, según de dónde sea el público— al USS “Nimitz” y a toda su potencia armamentística. El “Nimitz” es el primer buque de la clase que lleva su nombre (segundo portaaviones nuclear construido en USA después del “Enterprise”), entregado a la Navy en 1975 y todavía en activo. El enorme barco de mas de trescientos metros de eslora, casi 100.000 toneladas a plena carga y con más de noventa aviones a bordo, puede dar, gracias a sus dos reactores nucleares, una potencia de 260.000 caballos de vapor, o lo que es lo mismo, más de 30 nudos de velocidad y autonomía ilimitada de combustible.

En la película da la impresión de que no fue el portaaviones el que se sometió al guión, sino todo lo contrario, que el libreto se escribió de tal forma que pudiera justificar el espectacular despliegue de imágenes documentales de aterrizajes, despegues, situaciones de emergencia, zafarrancho de combate, etc. Aunque los tomcats en misión CAP (Combat Air Patrol) tienen más presencia, sobre todo en la secuencia del desigual combate aéreo contra los zeros, la operación de SAR (Search and Rescue) de los helicópteros, la de reconocimiento fotográfico de los crusader en la bahía de Pearl Harbor, o la de vigilancia de la flota japonesa a cargo del AWACS (avión sofisticado de alerta temprana y control), encajan muy bien en el guión y logran completar el muestrario de operaciones aeronavales. No en vano el largometraje se usó durante mucho tiempo como parte del proceso de reclutamiento de la Navy.

En plena Guerra Fría, para los norteamericanos el alarde exhibido en la película estaba justificado. Hasta hay un guiño a la crisis cuando un pesquero ruso en labores de inteligencia se dedica a “faenar” en las inmediaciones de la flota. La película se llegó a prohibir en algunos países de la esfera soviética, como Hungría, y en otros se suprimieron las escenas en las que aparece el buque espía. Parece ser que las naciones del Este se dieron por aludidos e interpretaron la superioridad yanqui de la película como una especie de metáfora en la que ellos eran los obsoletos japoneses. 
Ver ficha  de El final de la cuenta atrás.



El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a El final de la cuenta atrás
en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas




lunes, 20 de marzo de 2017

ESPECIAL KIRK DOUGLAS (IV): EL ÚLTIMO TREN DE GUN HILL (Last Train from Gun Hill de John Sturges, 1959)

El Último Tren de Gun Hill, pertenece al extenso ciclo de películas del oeste que protagonizó Kirk Douglas, y que le reportó grandes éxitos. Además de la excelente actuación de la estrella, también destaca su implicación personal. La historia que escribió Les Crutchfield (“Showdown”, como originalmente se llamaba) pasó con nota el filtro de posibles proyectos de la Bryna, productora propiedad del actor:



Un sheriff (Douglas) persigue a unos criminales que han asesinado a su mujer. El rastro le lleva hasta el hijo de un antiguo amigo. Ni su compañero de años pasados (Anthony Quinn), ni casi nadie del pueblo, están por la labor de dejar que se lleve al asesino en el tren del título.

El guión de James Poe destacó sobre los demás porque la trama pertenecía a la serie de películas que se realizaron a la sombra de Solo ante el Peligro (High Noon de Fred Zinnemann, 1952). Eran cintas pertenecientes a un subgénero que quería aprovechar el tirón y seguir con la acertada simbología Mccarthysta del héroe abandonado a su suerte, pero decidido a seguir hasta el final; eso sí, sensiblemente preocupado y no exento de tentaciones para dejarlo todo.

En contraposición al western de Zinnemann, donde el protagonista roza la cobardía, surgieron otros con el ánimo de volver a dejar en buena situación la figura del representante de la ley y confirmar que no necesitaba a casi nadie para llevar a cabo su misión. La trilogía de Howard Hawks, Río Bravo (1959), El Dorado (1967) y, en menor medida, Río Lobo (1970), podrían encontrarse en esa línea. Sin embargo, Last Train from Gun Hill pasa por ser una mezcla de las dos corrientes. En efecto, Matt Morgan, el crispado sheriff -nadie mejor que Kirk Douglas para dignificar la crispación- actúa también solo, sí, pero sin temor; quizás por la inmunidad que otorga los deseos de venganza. Realmente es un personaje más cercano al interpretado por Arthur Kennedy en Encubridora (Rancho Notorious de Fritz Lang, 1952) que al de Gary Cooper en Solo ante el Peligro.



Para llevar a buen término el filme, Kirk Douglas se rodeó de verdaderos especialistas: utilizó el productor más eficiente, Hal B. Wallis; se sirvió de uno de los mejores directores de fotografía, Charles Lang, que ya había ganado un premio de la Academia y, nada menos, que 17 nominaciones en toda su carrera; y redondeó la faena con la música del gran Dimitri Tiomkin, el mismo que participara en la ya muy citada cinta de Zinnemann. Pero sobre todo consiguió poner al frente del proyecto a John Sturges –un director siempre en alza- para asegurarse una película entretenida y con creciente suspense hasta el final.

Del realizador ya nadie duda acerca de su habilidad para la puesta en escena y para el aprovechamiento de los formatos scope. Si su mejor activo es la destreza en las secuencias de acción propiamente dichas -el arranque y el último cuarto de hora son de una tensión tremenda-, en Gun Hill demuestra que también sabía emocionar. El último plano, una panorámica desde el punto de vista de Matt/Kirk, en el ya famoso tren, así nos lo confirma. ¿Hay mejor forma de acabar este artículo que recordando esa imagen?







domingo, 19 de febrero de 2017

ESPECIAL KIRK DOUGLAS (III): LOS VIKINGOS (The Vikings de Richard Fleischer, 1958)

El best-seller “The Vikings” de Edison Marshall fue el origen de la mejor película hasta la fecha sobre el pueblo normando. Fue dirigida por Richard Fleischer, y producida por Kirk Douglas; y no por casualidad ya que director y estrella habían colaborado juntos un par de años antes en otra cinta con el mar como entorno: 20.000 leguas de viaje submarino (20,000 Leagues Under the Sea, 1954).


















En los veinticuatro meses que duró la preproducción de Los Vikingos se construyeron tres buques según los planos técnicos del drakkar encontrado en Gosktad, Noruega. Precisamente, el país escandinavo fue el elegido para los rodajes de exteriores. Allí se filmaron las secuencias más bellas de la película, en el fiordo de Hardanger y en el pueblo de Kvinnherad, donde sus habitantes aún recuerdan la experiencia de trabajar como extras.

La trama del filme se encuentra inspirada en un hecho real acaecido en el siglo IX cuando dos hermanos vikingos vengaron la muerte de su padre conquistando uno de los reinos británicos:
El monarca vikingo Ragnar (Ernest Borgnine) saquea la costa inglesa, mata al rey de Northumbria y viola a la reina. Han pasado dos décadas y Einar (Kirk Douglas), el primogénito de Ragnar, consiguen secuestrar a Morgana (Janet Leigh), la prometida del rey inglés, por la que esperan obtener un suculento rescate. Mientras tanto, en el poblado vikingo sobrevive como puede Eric (Tony Curtis), un esclavo que ha provocado que Einar pierda el ojo izquierdo durante una cacería. Nadie lo sabe, ni siquiera él, pero Eric es el bastardo al que le pertenece el trono británico. El drama se complica cuando Ragnar cae en las garras del enemigo y cuando Einar y Eric (todavía ignoran que son hermanos) se pelean por Morgana.


El guión de Los Vikingos es un drama bien ensamblado donde se intercalan algunos temas interesantes como la mitología nórdica o el enfrentamiento, tan afín al medievo, entre superstición y ciencia. Así, Eric supera gracias a una brújula rudimentaria el temor a la niebla cuando aún no existía la aguja náutica. Los vikingos eran verdaderos expertos en la navegación por observación de las estrellas, gracias a esa técnica consiguieron adentrarse mar abierto y llegar a Islandia y Groenlandia; sin embargo, no se atrevían a navegar en baja visibilidad: a la niebla la consideraban un castigo divino.

Con relación a la mitología nórdica, es significativo el guiño final cuando Einar y Eric se enfrentan en un duelo a muerte. Uno está tuerto y el otro manco, es decir, los dos combaten a imagen y semejanza de Odin y Tyr, los dioses de la guerra. Mitología y tradición también se unen en una secuencia que no podía faltar: la del funeral vikingo, la del viaje al Valhalla en un drakkar en llamas que hace de ataúd.

A pesar de elementos narrativos tan interesantes, lo más atractivo de la cinta es el aprovechamiento de la trama épica para poder filmar secuencias tan bellas como espectaculares. Destacan la de la batalla naval y las dos escenas casi documentales que muestran la entrada de los barcos vikingos por los fiordos noruegos; planos de transición con los que Fleischer “pierde el tiempo” en beneficio de la imagen.


En la última de las secuencias a destacar, Einar y su dotación se lo pasan de maravilla tras el éxito de su misión, ya con la valiosa rehén a bordo. Los salvajes guerreros juegan como niños saltando de remo en remo por fuera de la embarcación. Al parecer, la escena se rodó después de muchas horas de ensayo por parte de los dobles y especialistas. El propio Kirk Douglas participó en el juego y se cayó varias veces en las heladas aguas del fiordo, pero demostró que era capaz de saltar entre los remos. A pesar de tan buen ambiente, tanto Douglas como Tony Curtis confesaron que se pasaron casi todo el tiempo resfriados debido a las bajas temperaturas que sufrieron durante el rodaje.

El éxito del largometraje fue tal que Kirk Douglas y su productora financiaron una serie de televisión inspirada en la película. La denominaron “Tales of Vikings”, comenzó a emitirse en 1959 y de ella se rodaron treinta y nueve capítulos.


Ver ficha de Los Vikingos.

El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a Los vikingos en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas


lunes, 23 de enero de 2017

ESPECIAL KIRK DOUGLAS (II): ULISES (Ulisse de Mario Camerini, 1954)

La estructura de “La Odisea” ha servido de referencia para multitud de guiones y la propia leyenda ha sido objeto de numerosas versiones. La más conocida sin duda es la dirigida por Mario Camerini, un proyecto que se llevó a cabo en los estudios de Carlo Ponti y Dino de Laurentiis. Ambos productores aseguraban en los créditos que los exteriores fueron rodados donde ocurrieron los hechos que se relatan, algo que no deja de ser curioso cuando el poema de Homero es una leyenda con mucho de fantasía y poco de realidad, tal como corresponde a la mitología griega:


La cinta arranca cuando Ulises (Kirk Douglas) sale victorioso de Troya desafiando a Poseidón. Esta afrenta complicará bastante el regreso del héroe hacia Ítaca donde le espera su mujer Penélope (Silvana Mangano) y su hijo Telémaco (Franco Interlenghi). En  el viaje, Ulises se las tendrá que ver con tempestades, cíclopes, sirenas que vuelven loco a los navegantes y, sobre todo, con Circe, una hechicera que lo enfrentará con la muerte y provocará la separación entre Ulises y su tripulación. Mientras tanto, Penélope se ve incapaz de rechazar al insistente pretendiente Antinos (Anthony Quinn).

Debido a lo limitado del metraje y al condicionante de la actriz principal, la trama omite, mezcla y cambia el orden de los distintos episodios que cantó Homero en su obra inmortal. A pesar de las mutilaciones y los cambios en el guión, la epicidad de la historia seguía intacta. Una epopeya, y un abultado presupuesto, que requería actores del mismo tamaño. De ahí el espectacular casting internacional encabezado por dos estrellas de la categoría de Kirk Douglas y Silvana Mangano.

Con Kirk Douglas y su personaje de Ulises sucede lo mismo que con Charlton Heston y Moisés: no nos imaginamos a otro intérprete en el papel del héroe griego. Su tendencia al histrionismo encaja como un guante en el carácter del aventurero; y su afición por el sufrimiento también. La colección de personajes que ha interpretado Kirk Douglas parece que se subliman por la aflicción física y psíquica que padecen. De hecho, una de las secuencias bandera de la película es aquella en la que un Ulises masoquista —casi un anticipo de otro de sus roles como sufridor: Van Gogh en El loco del pelo rojo (Vincente Minnelli, 1956)— está a punto de perder la razón cuando intenta resistir a los encantamientos de las sirenas amarrado al mástil.


De Laurentiis y Ponti no sólo se rodearon de buenos actores, sino que contrataron al mejor músico de su país, Alessandro Cicognini, y al director de fotografía, Harold Rosson, un prestigioso operador que había trabajado con los más grandes, pero que su principal virtud era el haber participado unos meses antes en el rodaje de Mambo (Robert Rossen, 1954). Una cinta donde ya había enfocado con su cámara a Silvana Mangano, con los sensuales resultados que todos recuerdan. En Ulises, la fotografía de Rosson es luminosa, como lo es la costa mediterránea. Es radiante cuando el héroe disfruta de sus vacaciones obligadas por la pérdida de memoria. Sólo se vuelve oscura en la tempestad, en la cueva de Polifemo o en los aposentos de Circe. También en Ítaca, para expresar el encierro voluntario y la angustia de Penélope que no sabe cómo deshacerse de los nobles que desean casarse con ella.

Como se ha dicho, la cinta de Camerini es la más conocida de cuantas se han realizado sobre la epopeya, y probablemente la de mayor calidad de las rodadas por el director después de la Segunda Guerra Mundial. Un cineasta que había llegado a la cumbre de su carrera en el Ventennio nero, en la etapa fascista, con aquellas excelentes comedias populares interpretadas por Vittorio de Sica. Con Ulises, Mario Camerini volvió a encontrarse con la fama, sólo que en esta ocasión el éxito fue de alcance mundial.


Fer ficha de Ulises.

El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a Ulises en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas



lunes, 12 de diciembre de 2016

ESPECIAL KIRK DOUGLAS: RÍO DE SANGRE (The Big Sky de Howard Hawks, 1952)

Con motivo del centenario de Kirk Douglas (9-12-1916), uno de los grandes del Hollywood dorado, y de los pocos supervivientes de esa época, hemos decidido iniciar un especial dedicado al actor donde se hablará de cinco películas protagonizadas por "el hijo del trapero", tal como el mismo Douglas se llamaba en sus entretenidas memorias. Las iremos publicando por orden cronológico intercaladas con otros posts. Advertimos que del quinteto de reseñas, dos han sido colgadas con anterioridad en el presente portal (aunque ahora hayan sido ligeramente retocadas), pero el resto son inéditas. Espero que las disfruten, o mejor, que vean las películas si es que no las han visto ya.



Río de Sangre es un western de los llamados menores de Howard Hawks, pero que a mi juicio resulta una de sus obras más personales. La cinta propone una historia muy conectada con el descubrimiento del paso hacía el Pacífico. Aunque la película tiene un desarrollo sensiblemente diferente –y una mayor calidad- la trama coincide en su planteamiento con Paso al Noroeste (Northwest Passage de King Vidor, 1940) y Horizontes Azules (The Far Horizons de Rudolph Maté, 1955). Con la segunda, la semejanza también tiene que ver con el conflicto entre los tres personajes principales: dos colonizadores (Kirk Douglas y Martin Dewey) y una indígena (Elizabeth Threatt), por cierto mucho mejor caracterizada que la nativa de la cinta de Maté.

El paisaje y los rodajes exteriores del parque Grand Teton de Wyoming dan una muestra del realismo con el que Hawks se enfrenta a la historia. La película es un bello documental, cuando transcurre de día (la secuencia del remolque de la balsa es de lo mejor que se ha rodado en exteriores), y un relato intimista por la noche, cuando los personajes se despojan de sus ataduras y confiesan sus temores y ambiciones a la luz de las fogatas.



El narrador de la historia es el magnífico tío Zeb (Arthur Hunnicutt), un personaje que emerge progresivamente a medida que transcurre la acción, controlado por un magnífico guión a cargo del reputado Dudley Nichols, habitual colaborador de John Ford en la década de los treinta y cuarenta.

No obstante, el alma de la historia, en el que descansa toda la épica de la aventura que propone Hawks, es el personaje interpretado por Kirk Douglas. Un héroe al estilo de las mejores cintas de Hawks, acompañado del grupo con el que solía estructurar la mayoría de sus películas (el héroe, el joven, el viejo, la chica, etc.) y con el desarrollo de la mayoría de sus habituales subtramas dramáticas: el aprendizaje; el conflicto creado por la mujer a la que desean los dos amigos; el grupo frente al peligro; y la camaradería por encima de todo.

Comparado con los otros “Ríos” de Hawks, Río de Sangre es tan épico como Río Rojo, resulta más entretenido que Río Lobo y se acerca al intimismo de Río Bravo. Pero, sobre todo, está muy bien narrado por uno de lo mejores contadores de historias: Howard Hawks, que aunque se basa en una novela de A.B. Guthrie, no tarda mucho en hacerse con las riendas de la trama para hacerla suya.

Ficha de Río de Sangre.





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