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viernes, 30 de septiembre de 2011

Elites

                        Desde la Edad Antigua (y probablemente, desde antes), las sociedades han generado más o menos regularmente unos pocos individuos cuyo pensamiento ha ido por delante del pensamiento medio de su colectivo, al tiempo que depositaban en esa élite (en algunos casos, a título post-mortem) el timón que había de guiar el futuro desarrollo del colectivo (y no me refiero única o especialmente al timón político, evidentemente). Esos visionarios creadores han formado después parte de la historia del desarrollo de las civilizaciones. Hoy día parece que esta figura tiende a ser obviada, en parte en base a la creciente especialización en los saberes humanos que parece tener que negar la posibilidad de existencia de nuevos Hombres del Renacimiento. Y esta especialización se refleja en la fragmentación que ha sufrido el saber y a la vez en la emergencia de redes de conocimiento basadas en las nuevas tecnologías de la comunicación. Este último punto es particularmente atractivo por su asociación con un posible conocimiento globalizado o, mejor dicho, una posible mente global ó sistémica. La existencia,  sin embargo, de individuos cultos con brillantez de síntesis y grandes intuiciones sigue siendo básica para la evolución de la sociedad. Y quizás como en el fondo notamos a faltar la voz de dichos elementos, recopilamos sabias -ó a veces solamente ingeniosas- frases de destacados personajes del pasado y llenamos con ellas bases de datos. La apariencia externa de tales frases suele ser la de la paradoja, figura especialmente rica a la hora de despertar determinadas zonas de la conciencia. Cuando encorsetamos la paradoja con manuales del buen pensar y el buen hacer a los que nuestra sociedad es ahora tan aficionada, sin embargo, dejan de ser efectivas, como cuando queremos explicar la poesía con palabras.