Mostrando las entradas con la etiqueta Temas controversiales. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Temas controversiales. Mostrar todas las entradas

sábado, 7 de diciembre de 2019

Revolución


(Fotografía de Susana Hidalgo, actriz)

Estos meses han sido, como suele decirse, “una montaña rusa de emociones”, tanto a nivel personal como a nivel país. Puede que algunos no lo sepan, pero vivo en Chile, en donde se ha producido un estallido social tremendo. No pretendo hacer un resumen cronológico de lo que ha ocurrido porque abunda información por internet, y respecto a ello, estoy muy agradecida por la existencia de las redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea, ya que de esta forma hemos podido mantener circulando la información más cruda y real, y no maquillándola como lo han hecho descaradamente los noticieros y programas nacionales. 

Cuando todo inició me fue necesario, no sólo participar en las protestas, marchas y distintas manifestaciones en mi ciudad, sino también hacer una reflexión, por decirlo de alguna forma, “sociológica”, para poder comprender lo que estaba ocurriendo: Lo que sucede en Chile es el enfrentamiento con el inconsciente colectivo que al fin ha salido a flote. Cuando hay tanto descontento en nuestro interior y no lo atendemos más que con parches momentáneos, tarde o temprano explota de todas las formas posibles, ya creativa o destructivamente. Hay que mirar todas las capas de lo que pasa y escuchar lo que nos quiere decir su mensaje de fondo; más allá de la pérdida material y la incertidumbre, nos hablan de un pueblo frustrado, dolido y cansado. Pero ¿por qué tardamos tanto en reaccionar? Probablemente fue el miedo de las generaciones pasadas, las que vivieron la dictadura de Pinochet. Desde ahí, el Chileno promedio se acostumbró a vivir en silencio, oprimido y temeroso. Era mejor vivir de forma indigna pero conservar tu integridad. Cuando el estado no te ampara, sino que te secuestra, te tortura, te viola y te asesina, sólo cuentas contigo mismo. ¿Se dan cuenta del gran desamparado que ha soportado el país? Y esto, amigos, se repitió en pleno 2019. Ya somos uno de los países con índices más altos en cuanto a la violación de los derechos humanos. Nuestra policía y milicia, una vez más, mostró su verdadera cara, una de psicópatas.

(Fotografía de Ramón Monroy Aton)

Las barricadas, las quemas y los saqueos provocados por el pueblo, de cierta forma son "un mal necesario" para que esta sombra ignorada, de una parte de Chile, tuviese visibilidad. Evidentemente se nos fue de las manos, se mezclaron la disconformidad social con las miserias personales y los montajes de carabineros para desvalorizar el movimiento social y propagar el temor.
Es momento de replantearnos la forma en que vivimos y pedimos lo que creemos justo. Y exigir cambios, pero partiendo por nosotros mismos también. Desde la transformación de cada quien podemos traer una realidad más sana y satisfactoria a nuestro entorno. Unámonos con fuerza, con sentido común y balance para que todos obtengamos mejoras y tranquilidad.

Siento dolor, tristeza, indignación e impotencia y quisiera hacer más, por ahora la forma más creativa y amorosa con la que me siento capaz de contribuir, es con esta clase de reflexión que les comparto, además de mantener la información real circulando, por más dolorosa que sea. No podemos tapar el Sol con un dedo.
Fuerza para toda latinoamérica, especialmente para Bolivia, Ecuador, Paraguay y Colombia que también comenzaron a protestar con valentía y firmeza. No podemos parar ahora, hay que resistir hasta lograr verdaderos cambios, se lo debemos a nuestros heridos, a nuestros baleados, a nuestros detenidos desaparecidos y a nuestros muertos. ¡Por los de entonces, por los de ahora y por los de mañana! ¡Por todos!



viernes, 10 de mayo de 2019

Espacio



No sé cómo podrían llegar a ser interpretadas estas palabras, pero ¿alguno de ustedes coincide en que a veces el tiempo invertido en los demás puede llegar a ser bastante desgastante? Hoy en día estoy practicando una fórmula de dar espacio. Por ejemplo: Te envío un mensaje preguntando cómo estás y si no respondes, no me lo tomo personal, pienso lo siguiente: “Tendrá ocupaciones o cero ganas de hablar”, como también me sucede a mí, cosa que es respetable. Si me dejas en visto, escojo la opción de no tomármelo como un insulto, sino como una señal de vida para no invadirte y entender que no te mereces tanta atención (al menos en este momento). Así que, dependiendo de quien seas y nuestra relación es probable que tengas que ser tú el que reanude la interacción si aún te interesa. Te doy esa libertad. Obviamente tomo en cuenta algunos factores extras y determino si vale la pena insistir después de un tiempo (aunque no hayas respondido), porque en ciertas situaciones es inevitable sentirme preocupada por ti.

A mí no me gustan esos juegos de hacerse el enigmático al que hay que exprimir para sacarle las palabras. Por favor, no es necesario hacerse el interesante a estas alturas. No hay paciencia ni tiempo para eso. Tengo mis propios asuntos también. Si quieres decir algo sólo dilo, si no quieres, ni lo menciones.
Tampoco me engancho cuando te dejan en medio de un “hoy no me siento bien” y no me responden el por qué. Cómo puedo ayudarte si mínimo no me dices qué pasa o qué necesitas. Ayuda a los otros a ayudarte. 

Quizás durante la adolescencia, donde las emociones son un alboroto y los eventos parecen todos graves, podía dedicar mi energía en subirte los ánimos, mostraste otro lado del prisma y acompañarte por horas en esa instancia de dolor. Hoy en día, no es que sea más insensible, sino que “estamos en una edad” de forjar nuestro camino de la mejor manera, con toda la dedicación posible sobre nuestros proyectos. Te acompaño, te apapacho, te ayudo a resolver los problemas, pero no estaré detrás de ti intentando salvarte cada día. Hoy entiendo que cada uno de nosotros somos nuestro propio salvador a la vez que nuestro principal verdugo. 

jueves, 18 de abril de 2019

Bajarse del pedestal; humanizarse



Estoy muy segura que más de alguno se identificará con lo que hablaremos hoy, aunque sea desde el polo opuesto de la cuestión. De hecho, estoy tan segura, que me dan ganas de reír como loca mirando al cielo, por esta gran ironía de la vida.

Podríamos decir que esta reflexión se relaciona con la entrada pasada sobre qué papel jugamos, pero aquí me extenderé en una experiencia personal que podría hacerte eco.

Considero que no hay nada más peligroso que quedarnos encerrados en los conceptos errados sobre nuestra persona, sin tener la valentía de confirmar su veracidad o de transgredir dichos límites. Quedarse cobijado en tu zona de confort, aunque seguro, es restrictivo y no te ayuda realmente a evolucionar. Eso sí, no toda la responsabilidad es tuya, tranquilo, el otro hace su gran aporte queriendo verse en ti, ya sea señalando defectos monstruosos o virtudes divinizadas. Es un juego vicioso e interminable sobre suposiciones y dar por sentado. Cuesta salir de esa rueda, de ese samsara social, en donde nos conformamos o criticamos sin proponer cambios de raíz.

Mi cruz ha sido cargar con una visión angelizada de mi ser por muchos, muchos años. En donde me han idealizado de una manera impresionante, no sólo la familia, también los entornos sociales y las amistades. Creo que hay facetas que se confunden; por ejemplo, es cierto que por mucho tiempo he sido bastante seria, reservada y cortés, dándome un aire muy maduro que incluso logra un efecto de halo misterioso a mi alrededor. Cosa que no pedí, pero que sin embargo no me molestaba en su momento. De hecho, era mi zona de confort, ya que las personas no hacían preguntas impertinentes ( aunque seguro que un par se obsesionó con “develar la verdad”), estaban más interesados en que las analizara en vez de analizarme a mí. Pero esto creó un absurdo sentido de inferioridad, en donde, incluso amistades se sentían intimidadas por un intelecto sobre-natural que se inventaron de mí. Es como si fuese una persona inalcanzable, cuando ni siquiera me sé todas las tablas de multiplicar y estoy lejos de alcanzar el estado búdico. Deduzco que todo partió a raíz de las temáticas que me interesaban y las preguntas existencialistas que hacía, el asunto es que eso no muestra, necesariamente, que alguien sea mejor, sino que quiere compartir solamente gustos (según yo). 

Recuerdo especialmente a alguien, la primera persona que me confesó sobre sentirse intimidada y “tonta” al lado mío, sólo por tener intereses diferentes. El punto es que ella se empequeñeció sola, cuando yo jamás intenté disminuir sus problemas o gustos, todo lo contrario, me encantaba su compañía y su forma de ser. Aquí fue cuando supe que las personas me estaban idealizando. 
El segundo “despertar” importante fue gracias a otra persona, que se vió sorprendida y decepcionada cuando me supo enojada, frustrada y triste. Mayor fue su espanto cuando me oyó decir “¡mierda!”. “¡Oye, dijiste mierda!, qué raro...”, y cada vez que salía algún improperio de mí ella me lo hacía notar, era divertido, hasta lo hacía intencionalmente para molestarle. Esta persona consideraba que estaba mal, no por la grosería en sí, sino porque no era “propio de mí”. Finalmente confesó que me había idealizado demasiado y que le decepcionada que la visión que tenía de mí se hubiese roto, pues me hallaba una persona centrada, inteligente y muy equilibrada, pero saber que podía enojarme fue demasiado, aún cuando mis sentimientos negativos no iban hacia ella. Recuerdo muy bien esa charla, en la que le dije que no era de extrañar que yo tuviera sentimientos como los que todas las personas experimentan, que soy humana y que sentía la confianza suficiente en ella para mostrarme vulnerable. Tristemente, fue mucho para ella. Quizás, a riesgo de malinterpretar, el rol que estaba jugando era el de ser un pilar inamovible, capaz de sostenerle siempre. Pero se ignora que los pilares también pueden sufrir fisuras e incluso caer.

Me puse a reflexionar mucho y caí en cuenta que se me encasilló como una chica dulce, centrada y callada desde pequeña, que no daba problemas y tenía una voluntad de oro. Y no es que esa visión no haya sido real, pero sí exagerada y restringida a la vez. Me oprimió por muchos años, puesto que muchas cosas las viví en secreto. Es como si expresar facetas contrarias a la creencia que tenían de cómo era yo, fuese pecado. Yo quería equivocarme con libertad, desahogarme, expresar mis arrebatos, pero un ”angelito tan tierno” no tiene sentimientos negativos ni deseos estrafalarios. Hasta que decidí romper ese molde impuesto, quitar esas cualidades y características sobre-dimensionadas, bajarme de ese pedestal celestial y ser humana. Rompí muros y otros se levantaron, esto es así. Hay que saber que todo a tu alrededor se opondrá al cambio, pero es parte del proceso. Es difícil, pero la libertad de ser quien eres no tiene precio.
A mí también me inquietaba salir de mi encasillamiento, tomar una a una las etiquetas y desmentirlas o bajarle la dosis, y creo que esta lucha es más compleja que el cómo te verán los demás. 

La honestidad contigo mismo es fundamental aquí. Tienes que ser consciente de cuándo es el mejor momento para ti y la manera más conveniente de proceder. No hay formas perfectas, pero sí más prudentes que otras. 
Por eso quiero que sepan que río más de lo que se piensa, juego y bromeo mucho, ya no me interesan tanto los libros como en el pasado, digo groserías y estoy dispuesta a tomarme un café contigo hablando de cómo contactar a los dioses Sumerios, teorías de conspiración, el otoño o sobre la última serie que viste, y aún seguiré tomándome algunas cosas con mucha solemnidad y, seguiré siendo igual de flexible y pacifista como me gusta ser. Porque debes entender que sólo son distintas facetas de mí.

martes, 9 de abril de 2019

¿Qué papel juegas?



Con honestidad ¿estás satisfecho con tu rol, tu personaje y tu lugar en el mundo?, ¿cómo llegaste a ser de la forma en que eres hoy?, ¿te moldeaste a ti mismo o te ayudaron proyectándose en ti?

Es tan interesante y a la vez limitante el papel que nos fabricamos con ayuda de la familia, el contexto sociocultural, la herencia y la necesidad de sentirnos amados, protegidos y aceptados, que al final, muchas veces, tenemos que replantearnos: “¿quién soy realmente?, ¿hago lo que me hace feliz o lo que me traerá aprobación?, ¿soy yo quien decide o un sistema de patrones inconscientes?”

Aprendemos a movernos en el mundo por observación e imitación. Conforme crecemos entendemos qué comportamientos son aceptables y cuáles no, en qué momentos expresar determinadas peticiones, necesidades o acciones y el cómo nos veremos mayormente recompensados con afecto. Aprendemos a transar y a ceder. A exigir y a callar, y nos vamos adaptando a las normativas éticas y de convivencia social. Muy bueno para la subsistencia, hemos de decir, sin embargo, ¿hasta qué punto te permites ser tú mismo?

No podemos negar que nuestro entorno nos construye; nos crea traumas, inseguridades, pero también nos forja el carácter y nos da herramientas para sacar nuestro potencial, cosa que hay que agradecer. Pero hay un punto muy importante a tener en cuenta y es si estás demasiado cómodo con la estima en la que te tienen, es decir, con qué etiquetas estás relacionándote. Me explico; todo gira en torno a catalogar a las personas y en dejarnos catalogar,  poniéndonos los unos a los otros en un pedestal o al final de la lista. El problema aquí es cuando alguien se siente esclavizado y obligado a seguir con un patrón de conducta particular para que su clan no lo excluya. Cumplir las expectativas de los demás sumado a las de nosotros mismos es una carga que se puede llegar a sentir como una cadena limitante, y soltar esa atadura y miedo es vital para todo ser humano, sin embargo, cuando se rompen las visiones que tienen otros sobre uno, la cortina se cae, la ilusión revela la esencia real y todo tambalea. Ponen en duda tu juicio. 
Desafortunadamente cuesta asimilar que alguien se enfrentó al cambio y se aventuró a la libertad, porque en el fondo, no estamos acostumbrados a que el otro rompa el molde y deseamos que siga siendo como le hemos querido ver, como le hemos etiquetado, con todas nuestras proyecciones e ideales puestos en él, en vez de permitir que sea quien es en realidad, con sus errores y particularidades.
También es responsabilidad de uno mismo elegir continuar jugando con ese personaje impuesto por los demás o no.

¿Cómo saber que estás dentro de un personaje irreal? cuando estás cansado, cuando en el fondo deseas hacer algo o no hacerlo, pero te detienes y haces lo opuesto a tus propios deseos para complacer y no perder el afecto de tu entorno.

Te pongo un ejemplo: Decidiste ayudar en los quehaceres del hogar para quitarle algo de peso a tu madre, todos se maravillaron con este comportamiento y te encasillaron como un niño hacendoso, muy bueno en la organización y limpieza. Te gustaron los halagos y el orgullo que sentían hacia ti, y aunque a veces quisiste parar para jugar, distenderte y olvidar las responsabilidades, no lo hiciste para no perder la aprobación que con tanto esfuerzo ganaste. Te programaste como una persona sumisa y complaciente. Priorizarte y tener tiempo para ti es difícil, se te acusará de irresponsable y de tener mala voluntad, pues quién hará las labores que están bajo tu cuidado ahora. Sólo puedes reconocer que tú te pusiste en este rol impulsado por la necesidad de amor y aceptación, y que las etiquetas que te mantienen atado a este personaje que te creíste impuesto por otros, te bloquean, y aunque en cierta medida tengan algo de verdad, no deben ser un peso que te impida avanzar, así que es hora de quitárselas.

sábado, 30 de marzo de 2019

¿Qué hace a una persona bella?



Algunos sabrán que comencé a practicar el journaling para reconciliarme con el mundo de los diarios de vida, especialmente para usarle como una herramienta de autoconocimiento, en vez de un mero medio de desahogo.
El ejercicio de hace unas semanas fue responder una pregunta simple en apariencia: “¿Qué hace a una persona bella?”. No se preocupen, no fui tan vaga como para responder que “un buen físico y una sensual sonrisa”, y mucho menos limitar el asunto a “una agradable personalidad”, porque eso son puntos o cualidades específicas que algunos buscan y no una definición en sí.

Sí, ya imagino lo que muchos querrán decir a esto: “La belleza es relativa”, “una cuestión de perspectivas y gustos”. “depende del ojo que mire”, “es un constructo cultural”, etc. Sí, todo eso ya lo sabemos, así como la mayoría coincidimos en que hay parámetros que intentan medir un tipo de belleza y desacreditar injustamente otros, y que muchos estamos algo hartos de eso. También sabemos que los atributos físicos son los que enmarcan este tema, dejando en segundo plano los demás. 
Pero si pudiésemos integrar todos los aspectos de una persona ¿cómo concluir si es bella o qué tanto lo es? Créanme que lo reflexioné bastante y diría que la palabra que más se ajusta para resolver esta inquietud es “Armonía”. Pienso que esta idea abarca perfectamente a todas las aristas de la belleza en cualquier parte del mundo. 

La armonía se caracteriza por el balance, equilibrio y orden de los elementos. Por ejemplo, un cuerpo es biológicamente más atractivo si hay una adecuada proporción anatómica y simetría en el rostro; aunque ideológicamente diremos que hay “imperfecciones” que yo considero simples “particularidades”, las que otorgan un toque único y de interés a cada individuo. 
Unido a esto va la coherencia a grandes rasgos; es decir, concordancia entre lo que se dice y se hace, o entre lo que se piensa y se siente. Básicamente tener un estilo de vida que vaya con la forma de ser sin contradicciones, porque traicionar nuestra propia esencia es de las cosas más feas y poco armoniosas que existen. Y es este punto el que destaqué en mi journal: “La capacidad de proyectar la esencia, es decir, la naturalidad con la que una persona se permita ser ella misma, porque eso habla de un corazón honesto y un alma valiente, atributos magnéticos e inspiradores. La esencia, para mí, es el verdadero estandarte de belleza y poder manifestarla libremente debería ser nuestra real aspiración.
Alguien que es sinceramente quien es, se vuelve una persona libre, alegre y agradecida. ¿Y qué hay más atractivo que la alegría genuina de alguien? Inspira y conmueve. Y algo bello siempre provoca una sensación profundamente agradable”


Una persona desequilibrada, tóxica y desenfocada se relaciona con el aspecto caótico de la belleza, y aunque ya sabemos que en gustos nada está escrito, por ende, puede ser algo interesantemente atractivo para algunos, rompen el patrón armónico de su propia belleza (conforme a la forma en que estamos hablando aquí). Porque según la idea de armonía, la salud física, psicológica, emocional y espiritual deberían ir amorosamente unidas. La salud es un equivalente de balance externo e interno, por ende, una expresión de belleza.

Ojo, no por atravesar épocas duras, uno que otro vacío existencial o problemáticas variadas es que seamos más o menos guapos. Sólo estamos construyendo el camino y pasando los procesos necesarios hasta llegar a una vida más armoniosa y sana, por ende, más bella.

sábado, 8 de septiembre de 2018

Egoísmo creativo



Sé que entre nosotros hay profesionales y aficionados de alguna o varias ramas artísticas, ya sea desde la escritura, la pintura o la fotografía. Sé que todos tenemos nuestros procesos de aprendizaje, etapas de bloqueo y de evolución. Sé también, que buscamos inspiración tanto en nuestro fuero interno, así como contagiarnos de motivación con la pasión que otros transmiten. Somos una comunidad de amantes expresivos y "creadores creativos", fervientes buscadores del autocrecimiento y perfeccionamiento. Es seguro que a veces busquemos tips para mejorar en una técnica o nos emocionemos por probar un material nuevo.
Toco este tema porque así como me he topado con personas que abiertamente enseñan lo que saben, cómo lo han aprendido y cómo podrías implementarlo también tú, a su vez me he topado con personas que muy egoístamente ocultan un saber que podría ayudar al resto. Estoy de acuerdo en que estás en tu derecho de guardar silencio y no revelar tus secretos preciados. De acuerdo, nadie pide tu técnica maestra, pero a veces pareciera que tuvieses miedo de ser superado por otro. La idea, creo yo, es que tú seas tu único rival, en el sentido que debes superarte cada vez más, cada día hacerlo mejor y no preocuparte por las habilidades o capacidades de otro a menos que sea para inspirarte; pues cada artista tiene sus experiencias personales y curvas de aprendizaje. No puedes ni debes querer impedir que ese otro aprenda y se supere a sí mismo. 

Recuerdo un episodio que me inspiró justamente este artículo, en el que interactué, hace un par de años, con una dibujante/ilustradora bastante conocida (cuyo nombre no viene al caso). Le manifesté mi agrado hacia su trabajo y la felicité por sus proyectos. Luego de intercambiar algunas ideas, le pregunté unas cosas relacionadas con el negocio, como el método de envío o de pago que ella utilizaba, me contestó de forma evasiva. Inmeditamente supe que no quería decírmelo. Está bien, pensé erróneamente, que podíamos compartir -entre amantes del arte- este tipo de información. Entonces surgió mi chispa “científica” y quise realizar un experimento de comportamiento humano. La conversación continuó por otra línea, pero al despedirme le dije que quizás me interesaría adquirir uno de sus productos. Eso fue todo, me dio todos los datos que antes no me quiso dar. Es así como comprobé que el ego es muy fuerte y quiere todo para sí mismo.

En otras oportunidades, ya sea que me haya pasado directamente u otra persona me lo haya contado, me he enterado de artistas que esconden hasta el tipo de papel o marca de lápiz que usan, como si el “talento” te lo diera un soporte. Dudo mucho que alguien logre replicar tu talento exacto, sólo por usar el mismo bolígrafo… El mundo de las ideas es tan único como únicos somos cada individuo. Pero no importa, amigos míos, como dicen por ahí: “La práctica hace al maestro”, y el conocimiento o material que requieras llegará a su tiempo. Sólo sigue enfocado en tu trabajo y no te compares, porque tienes tu proceso individual de mejoramiento. Da lo que tienes para dar.

Estoy agradecida de ver a blogueros que, por ejemplo, recomiendan a otros blogs o participan en dinámicas conjuntas. Ese compañerismo es hermoso y motivador. Agradezco a todo aquel que le haya dicho a otro que me leyera, porque ha sido extraño y a la vez bonito cuando alguien me ha dicho: “Llegué aquí por recomendación y me quedo.” Eso hace que la familia bloguera crezca y que podamos nutrirnos más como creadores, artistas y por sobre todo como personas.

martes, 14 de agosto de 2018

Juicio de valor




¿Aprovecharse del error o tomar la oportunidad? No sé cómo le llamarías a esto,  pero es un cuestionamiento que me parece interesante y a la vez complicado. Diría que para la mayoría puede tratarse de un asunto en el que dependan las circunstancias, elementos y/o personas involucradas, pero en realidad, todo girará en torno al criterio individual. Me explico con un ejemplo no tan grave ni complicado: Acudes a una tienda en donde intentas conseguir un producto que necesitas o simplemente te gusta, pero te das cuenta que al etiquetar su precio se confundieron y lo rebajaron. Lo comparas con los otros artículos; la misma marca, la  misma cantidad y todas las especificaciones son iguales, sólo que ése, dentro de su grupo, en particular, tiene otro precio más conveniente. ¿Escoges del mismo producto, pero con el precio que corresponde?, ¿avisas de la confusión?, ¿o coges el que está rebajado, pues ha sido tu día de suerte? Lo único que podría pasar es que el vendedor lo notara y rectificara su precio, o puede que no, y salgas con tu nueva adquisición abaratando costos. Total, cada peso cuenta ¿no?. Por otro lado, como consumidor tienes todo el derecho a solicitar que respeten el precio, la equivocación fue de ellos, de lo contrario puedes reclamar por publicidad engañosa según la ley, (pero seguro no lo harías, porque serás tú el que sienta que está engañando ¿cierto?). No es un gran riesgo desde mi punto de vista, suena más a una aventura para probar suerte, pero también entra en juego tu paladín interior. ¿Qué harías?

miércoles, 18 de abril de 2018

Egoísmo mal-entendido




Cuando escuchamos la palabra “egoísmo”, automáticamente le damos una connotación negativa y oscura. Nuestra mente nos pone la imagen de una persona individualista, fría y poco solidaria, como un personaje caricaturezco salido de algún cuento clásico, cuya moraleja habla sobre la importancia de compartir para no quedarte solo en Navidad.

Nos han dicho tantas veces que ser egoístas es malo y que es un pecado que te puede enviar al averno, como si procurar tu bienestar por sobre el de los demás, estuviera prohibido. Pienso que a veces todo lo queremos mirar con demasiado dramatismo y desde una posición extremista: Algo así como tener a un ser a tu lado muriendo de hambre y que no seas capaz de darle la mitad de tu pan. Por eso digo que el egoísmo aplicado en justas dosis y en las situaciones pertinentes, es lo que se conoce como un sano amor propio. Sí, no te alarmes, leíste muy bien, estoy diciendo que debemos aprender a ser balanceadamente egoístas; para mí, esto no significa no ayudar al prójimo cuando está dentro de nuestras posibilidades y ganas, trata, más bien, de saber poner límites, para que no seamos santos estúpidos, y después termimenos resentidos por la falta de reconocimiento, interés o ayuda de los demás, cuando seamos nosotros quienes necesitemos una mano. 

Cuando terminas relaciones tóxicas, por ejemplo, no importa que te tachen de egoísta por priorizar lo que consideras correcto, sano y justo para ti. A la larga, si más personas aprendemos lo importante que es saber cortar de raíz todo lo que es dañino en nuestras vidas, dejándolo ir para darle la bienvenida a lo nuevo, sin lugar a dudas, con toda la certeza de mi corazón, sería capaz de afirmar que tendríamos una sociedad más consciente, sana y armoniosa, pues todos nos estaríamos responsabilizando de nuestras propias necesidades físicas, mentales, emocionales y espirituales que pide nuestro ser. Nos cuidaríamos en todos los niveles, por ende, nadie tendría que cargar con culpas y sufrimientos ajenos que no le corresponden por estar lidiando con un ambiente insano, como el de un trabajo en el que explotan o no poder parar malos-hábitos y vicios sólo por encajar. No, no estoy hablando de un mundo rosa, lleno de arcoíris y unicornios, estoy hablando de personas desarrollando un mejor juicio sobre su propio bienestar, adultos comportándose como adultos, que a la vez son capaces de guiar sabiamente a niños más conectados consigo mismos, en donde decir "basta", "no quiero", "no ahora", "no me siento bien con esto" o "esto no me gusta", sea totalmente respetado. En donde todos podamos manifestar nuestros deseos y pensamientos en los contextos más propicios, teniendo resiliencia para mejorar por medio de nuestros errores. De esto estoy hablando, de vivir sin culpas al tomar decisiones por querer cuidar de ti mismo, procurándote aquello que te hace feliz y alejándote de todo cuanto te haga mal, sin reproches ajenos ni contradicciones internas.  
Debemos entender que a veces ser balanceadamente egoístas puede mantenernos libres.

sábado, 7 de abril de 2018

Pedir nacer


(Imagen: Autor desconocido)

Si alguien te dijera que todos tus “¡Yo no pedí nacer!” o tus “Detesto a los padres que tengo” y además el infaltable “La familia no se escoge” -dicho con aire rezongón-, no sólo son (o fueron) excusas victimistas para culpar al otro por las miserias en tu vida, sino que además se tratan de un autoengaño, ¿cómo te lo tomarías?. Es muy probable que la forma de mirar cada suceso importante que te haya ocurrido, a las personas que te rodean, e incluso la manera en que te ves a ti mismo, cambiarían por completo, ¿no lo crees?, porque esto significaría, que no existen otros responsables más que uno mismo sobre el venir a este mundo. ¡Vaya... Pero qué bofetón!, ¿verdad?.

Desde mi perspectiva, de adulto es posible que lo ignoremos, pero desde que somos pequeños todo ser vibra con el deseo de vivir, independiente de miedos e inseguridades que aparezcan luego. Digamos que existe una chispa divina e inmoral que vendría siendo una célula del Gran Todo o de la Fuente Primera, la cual es “encapsulada” por un alma para experimentar desde la individualidad; es el alma la que solicita materializarse en algo palpable y denso, por ello se crea un cuerpo para nacer y no al revés, de lo contrario se trataría de una especie de clon elemental, un envase que han hecho vivir a la fuerza y no por voluntad. Dicho de otra manera, el cuerpo es una expresión física del alma, que se utiliza como vehículo para sus experiencias vitales, y a su vez, para compartir con otras almas el trozo de realidad que lleva con ella.

Ahora bien, todos esos pensamientos melodramáticos que podemos tener, nos los genera la personalidad, nutrida por la crianza, las experiencias vividas y la cultura, incluso hasta la fase de tu vida en la que te encuentres.
Según tengo entendido, antes de nacer uno hace un acuerdo, algo así como un contrato con un grupo de almas, en donde mutuamente se proporcionarán experiencias, lecciones y aprendizajes. Aquí es donde se caería la teoría inmadura sobre la no escogencia de nuestros familiares. Por más loco que parezca, todos somos maestros, para bien o para mal, con nuestras ligerezas, torpezas, aciertos y desatinos. Una persona iracunda puede enseñarte la importancia del autocontrol o la paciencia, y una persona ruidosa, la relevancia de respetar los espacios personales y el silencio, o al revés, alguien introvertido te mostrará lo necesario de expresarse y a la vez de ser prudente, por dar unos ejemplos. En ocasiones todos somos lo que llamo “Torpes Maestros Inconscientes”, tema sobre el que hablé hace un tiempo y el cual te invito a leer para que entiendas más a fondo lo que intento decir.

Por otro lado, no miremos esto desde un tinte filosófico-existencialista-espiritual si no te apetece, veámoslo bajo el prisma del sentido común: ¿Es realmente justo, sabio y sensato responsabilizar a un tercero por tus propias decisiones y sus resultados?, ¿es realmente inteligente decir que por fulano o mengano no te va bien en la vida? Cada quien está donde está por sus méritos o falta de ellos, tenemos que asimilarlo por más que nos duela en el ego. La psicología humana es compleja y siempre teje velos ilusorios llenos de justificaciones, críticas y juicios, ya hacia sí mismo o hacia el otro para no enfrentar aquello que le causa pesar. Es cierto que los demás influyen, es cierto que los demás nos lastiman, es cierto que ocurren muchas injusticias, pero dentro de lo posible, es necesario comprender que si queremos cruzar el puente, nadie debería cargar con el peso que supone llevarnos en su espalda hasta el otro lado. Nadie te debe nada, nadie tiene el deber, el compromiso o la obligación de salvarte; muy distinto es apoyarnos en el desarrollo o fases de nuestras evoluciones personales e ir juntos, lado a lado, por el camino, pero sólo tú y nadie más, es capaz ni merecedor de sufrir en tu nombre o de quemarse en tu infierno cuando lidia con el suyo también. ¿Me entiendes?.  No se trata de que vivas tus penas a solas, pero sólo tú puedes digerirlas, los demás te aconsejaremos, te ayudaremos, te amaremos, pero no podemos vivir tus procesos ni sanar por ti, cuando eres tú el de la herida.

sábado, 24 de marzo de 2018

Lo sano v/s lo justo


(Imagen: Autor desconocido)

Hace unos meses interactué brevemente con una bloguera, cuyo sitio es un diario-blog en donde cuenta sus pesares. Quise darle un par de consejos y levantar ese ánimo tan menoscabado. Al parecer los recibió con mucho entusiasmo. Ningún problema hasta ahí. Yo también recibí con agrado sus opiniones. Comenzó a buscarme con una leve intensidad que no me incomodó, pero con la que decidí poner atención de acuerdo a su perfil en donde algo me inquietaba; pues cuando alguien se fascina con una persona ambas tienen las de perder; la una agobia a la otra, y a su vez, ésta, tarde o temprano no llenará las expectativas de la primera, ¿me explico?. Nunca pongas a alguien en un pedestal. De hecho, terminó desilusionándose de mí porque esperaba más de la cuenta, cosa con la que estoy bien, porque nadie te debe nada, más todavía cuando no tienen ninguna relación.

Al poco tiempo escribió muy enojada contra sus contactos blogueros, porque no leíamos ni interactuábamos en todos sus posts. Manifestó con gran molestia ver que algunos comentaban en otros sitios, pero no en el suyo. Aunque yo era un muy nuevo contacto supe que era una indirecta que me incluía; usualmente no contesto las indirectas, pero entendiendo las condiciones depresivas de esta muchacha, decidí disculparme por mi falta de atención, suponiendo que era pertinente, ya que uno no busca lastimar a sabiendas. Aquí mismo terminó nuestra nula relación, una porque no hubo respuesta de su parte y otra, porque no vi necesario suplicar perdón por mis actos que fueron con mucha consciencia. Le expliqué mi propia experiencia al respecto, sumando el hecho que ninguno de nosotros estamos en la obligación de leernos siempre o de comentar; por lo menos yo no quiero un compromiso forzado. Además, debemos ser sensatos y, recordar que tenemos distintos horarios y actividades. A veces no hay tiempo (o ganas) para mantenerse al corriente. Sé que a veces es triste y podemos llegar a no sentirnos lo suficientemente valorados, o dudamos de las temáticas y calidad de nuestro contenido al no recibir el mismo interés que prestamos a otros, pero la vida es así, no debemos atar a nadie ni nosotros esposarnos a los demás. Lo único que no le dije en su momento, es que fue mi decisión no sobre-dosificarme con su densidad; ese tono tan autocompasivo y negativo no es algo que quiera en mi vida ahora, agregando que es muy desanimante, por ello, me había dicho a mí misma, que no revisaría todas sus actualizaciones intentando salvar a alguien que no busca salir de ese estado. En el pasado lo hice y es algo a lo que estoy tratando de desacostumbrarme. Esto no significa que no ayude a quien esté pasando por un mal momento, pero puedo decidir a quién, cuándo y en qué medida. Ustedes ya saben que no me siento cómoda con las personas clamantes de atención, pues todos tenemos una vida.

Algunos de los blogueros con los que me frecuento son contactos en común con esta persona, no les pediré que no vayan con el chisme, pero sí que sean discretos y entiendan que usé esta experiencia para ejemplificar mi punto. De hecho sé que muchos nos hemos sentido alguna vez como ella.

Con esta anécdota, en el fondo, quiero decir que lo que es sano para mí no es necesariamente justo para ti y visceversa, pero es un asunto de autoconservación con consciencia, muy diferente a reaccionar con el clásico instinto egoísta y no racionalizado. Básicamente esto se reduce a decisiones, en donde ponemos muy claramente nuestra escala de prioridades sobre la mesa, siendo los principales amos y señores de nuestra vida, con todas las elecciones que conlleva la misma, le duela a quien le duela…No se trata de hacer daño al otro porque sí, pero tampoco intoxicarnos por ser incapaces de poner límites y apartar esos agentes externos que sacuden negativamente nuestro mundo. No tenemos por qué ser los “segundones” en nuestra propia película.

miércoles, 7 de febrero de 2018

Por la vista y los oídos




En cuestiones románticas, ¿qué tan cierta y válida es aquella creencia que dicta que a los hombres se les conquista por los ojos y a las mujeres por los oídos? No sé si es algo real a gran escala o sólo un estigma ignorante. Tampoco sé qué tan a gusto o conformes se sientan las personas con esta idea. En lo personal me parece un poco básica, limitante y obsoleta en la actualidad, les explicaré por qué: 

Intentando responder mis propias dudas empezaré hablando bajo un supuesto muy general, y diré que, al menos en apariencia, la mayoría deducimos que la premisa en cuestión, está instalada en el inconsciente colectivo dándole cierta relevancia y validez, independiente de la connotación que le demos, porque algunos pueden aprobarla y guiarse por ella, y otros tantos pueden desecharla rotundamente. 
Lamentablemente al tener esta idea tan arraigada en nuestra cultura se hace un poco difícil de obviar y no encasillar a ambos géneros, metiendo en el mismo saco a todas las personas. Puede que sea algo a nivel biológico, pero somos más que seres instintivos, somos individuos con preferencias particulares, aún perteneciendo a un grupo.

Soy de esas personas que no se sienten muy cómodas con esta frase, ya que de cierta manera se tacha a los hombres de cazadores visuales, que persiguen todo aquello que lleve una falda, y por su lado, las mujeres se transforman en presas dispuestas al engaño auditivo, siendo envueltas por frases preparadas y superficiales, creando todo un ambiente seductor, pero ilusorio, muy enfatizado desde los años 20. 

Lo decepcionante del asunto es ver al género masculino como un grupo muy básico que se guía sólo por apariencias. A la vez, es muy triste pensar en el género femenino como criaturas astutas, pero sin trasfondo, en el que sólo tienen sus encantos físicos para cautivar. Ellos mienten y exageran la realidad con piropos y frases clichés o muy creativas, para envolver a una chica bajo el sonido de una voz ronca y profunda, como si viniera desde un estéreo en AM. O son sólo ellos los intelectuales y cultos, y ellas las damitas que miran con ojos brillantes y llenos de admiración. Aunque existen y existirán casos parecidos al que describo, ya no sirve actuar así. Hay hombres que no ven a la mujer como un trofeo y aspiran a una compañera sabia, con la que puedan crecer y avanzar juntos en el camino. Hay mujeres que se cansaron de los despreocupados y sabiondos, y esperan a un hombre atractivo en todos los aspectos, capaz de debatir con ellas sin esperar que les inflen su ego varonil. 

Estamos en una era en donde aspiramos a la igualdad y camaradería entre géneros. Las mujeres si queremos tenemos el permiso y el derecho de andar despeinadas y desarregladas por el mundo, con nuestras cualidades y aptitudes a cuestas, demostrando que somos un mundo completo más que carne, y los hombres si quieren tienen el permiso y el derecho también, a demostrar lo complejos y profundos que en verdad son, y que se fijan en cosas más allá de banalidades. 

Por todo lo dicho, la creencia de que al hombre se le conquista por los ojos y a la mujer por los oídos, se me hace tan obsoleta y vacía ahora. Aunque No digo que no sea real hasta cierto punto, y, tampoco digo que no puedas usar esta pauta como guía, pero me atrevería a decir que hoy en día, más allá de una caratula atractiva, también se busca un trasfondo interesante y estimulante en partes iguales, para ambos géneros. 

Además ¿no se les hace muy emocionante ver cómo se van cayendo estos patrones, creencias y estigmas?

miércoles, 10 de enero de 2018

¿Una dosis extra de magia?





Mi padre era un fiel seguidor de las celebraciones tradicionales, sus épocas favoritas eran Navidad y Pascua. Sacaba toda su creatividad y niño interior para hacernos pasar las épocas más fantásticas posibles. No sólo eran los regalos que aparecían repentinamente, era toda la atmósfera de ensueños, enfatizada por su gran don de narrador. Me encantaba; aunque fuese extraño de alguna forma intuitiva, a la vez estaba dispuesta a entregarme a esas aventuras. Agradezco a mi padre y a mi madre por poseer un espíritu dadivoso y creativo.
Como era de esperar, con los años, mi sentido común me ayudó a percatarme que las tradiciones e historias con tintes mágicos en realidad existían en un mundo aparte; en alguna fibra muy sensible y profunda en el corazón humano. 
Continué presentándome a dichas celebraciones sin explicar mis teorías, pues así como mis padres, y adultos en general quisieron darnos algo de “magia extra” a la realidad de quienes éramos niños en ese entonces, no quise echarles abajo ese esfuerzo que habían creado con intención de enriquecer y extender nuestra inocencia infantil. Lo consideré un gesto puro de mi parte, así como reconozco aún hoy, sus buenas intenciones y las agradezco.

Mi hermana quería confirmar las obvias sospechas de todo niño con el pasar del tiempo; esta nueva realidad, muy distinta a la que le habían contado, estaba hoy, demasiado cerca de sus ojos. Las dudas hicieron mella en sus sentimientos. Ella preguntaba con severidad: “¿Existe de verdad o no?”- a lo que nuestra madre contestaba: “Existe en tu corazón”. Sigo pensando que fue una respuesta perfecta, amorosa y compasiva. Ella tenía razón. Todo cuanto tú desees puede vivir dentro de ti. Pero mi hermana lo vio como una traición por parte de todos los adultos.

Yo no veo culpables como tal, veo adultos construyendo mundos imaginarios sobre los niños para hacerles amar la vida y entrar en contacto con esa chispa única y mística, que a simple vista sólo te la alcanzan las fantasías. Pero, gracias a esto, también tenemos a niños rotos, que en algún punto dejan de creer. Una luz se apaga y se enfrentan a un mundo verdaderamente gris, sin magia ni aventuras fantásticas. Lo que de grandes ignoramos, es que los niños no necesitan una dosis extra de magia, porque ellos son mágicos per se. Tienen todo un mundo por descubrir y la maravilla está ahí mismo, abierta para ellos. No deberíamos interrumpirla ni sobre-adornarla.

El punto de todo gira en torno a la relevancia de hasta qué punto seguir o no perpetuando estas creencias, quizás es importante renovar el enfoque con el que pesentamos estas celebraciones a los niños de hoy. Pienso, a modo muy personal, que no debemos subestimar su criterio ni su astucia. Claro está que mucho depende del niño, pues para mí, no fue un golpe el ir re-descubriendo las cosas poco a poco, de hecho me pareció tierno y conmovedor, pero hay otros niños que lo toman como un engaño. “Las primeras y más importantes personas en mi vida me han mentido desde siempre. Me hacen sentir como un tonto, abusando de mi confianza, porque creí en ellos, di por sentadas sus palabras, pero las cosas no son de la forma en que me hicieron creer que eran…¿Por qué?”. Estos son los cuestionamientos que he escuchado de niños, ya en mi época o ya en otras generaciones.

Hay una presión social fuerte que pasamos por alto. Por eso no debemos juzgarnos entre nosotros, tanto para el que sigue al pie de la letra las historias y tradiciones con tintes mágicos, como para el que considera que ya es hora de darle un giro al tema.

Es un asunto delicado ¿cierto? Mi planteamiento es simple: No se trata de desmitificarlo todo, no es justo señalar que todo lo que exista en el mundo infantil es una falacia, porque cada personita tiene el derecho de ir construyendo su realidad. Se valen los cuentos de hadas y contestar con un “no lo sé” ante algunas preguntas. No des por sentado que toda la verdad está en tu boca y raciocinio, porque a veces los niños ven más allá de lo que podemos ver nosotros, y eso no se trata de mera imaginación, sino de una conexión superior y más honesta con el planeta. La Tierra abre sus puertas místicas a quienes tienen los ojos abiertos, por eso, pienso y repito, que los niños no necesitan una dosis extra de magia.

Pero veo necesario, mas no obligatorio, modificar la perspectiva en que estamos presentando las tradiciones. Puedo contar la historia de San Nicolás, los reyes magos, el nacimiento del niño Jesús, pero no tengo que comprometer a un niño a creer en su existencia ni condicionarlo a ser bueno para recibir por interés, la visita y regalos de estos seres. Son narraciones con enseñanzas que valen la pena contar; No estoy negando la existencia de estos personajes en particular, pero los regalos que reciba saldrán de nuestros bolsillos, y creo que esa parte no habría que omitirla. Otro asunto sería hablar del hada de los dientes y el conejo de Pascua… Tendrás que prepararlo para el golpe de la verdad que descubrirá si le das fe de la veracidad de estos cuentos, porque es triste para un niño darse cuenta que la moneda bajo su almohada o los huevos de chocolate que encontró alguna vez fueron puestos por ti y no por estos seres que le dijiste que vendrían. En este punto debo destacar que todo depende del cómo se digan y llevan a cabo las cosas, y sobre todo, la madurez o resiliencia del niño. No digo que algo esté bien o mal, sólo te dejo este planteamiento sobre la mesa.


lunes, 4 de diciembre de 2017

Hay que quererlas



Es probable que alguna vez hayas escuchado o pronunciado la célebre frase que dicta que “A las mujeres no hay que entenderlas hay que quererlas”, la cual se la debemos al escritor Irlandés Oscar Wilde, a quien quizás conozcas por una de sus obras más destacadas llamada “El retrato de Dorian Gray” o por “El fantasma de Canterville”. Pero hoy no pretendemos hablar de su trayectoria como poeta ni dramaturgo, pues lo que nos atañe es precisamente la frase señalada en el principio. Antes de exponer mi visión, quiero preguntarte: ¿Qué te hace sentir cuando la escuchas o dices?, ¿como hombre o como mujer concuerdas con ella?, ¿por qué?.

Es importante que analices tu respuesta porque no pretendo pasar a llevar a alguien, pero quiero demostrar que esta frase se ha instalado tan hondo en nuestra sociedad, haciéndola parte del “saber popular”, impactando la forma en que muchas personas se relacionan con el sexo opuesto. Diría que se le ha restado la importancia debida al machismo implícito en esta idea, camuflado o "hermoseado" por el son poético que parece tener. 

Muchas veces he sido testigo de la forma indiscriminada en la que se utiliza dicha frase para disminuir los sentimientos, acciones y pensamientos de una mujer, con ese falso tinte comprensivo y romántico que lleva en sí misma esta frase burlona.
Lo más desafortunado del asunto, es que muchas mujeres han adoptado esta idea sobre sí mismas y sus congéneres, ignorando que esta clase de pensamientos contribuye a la desigualdad entre géneros.

Ya te habrás dado cuenta que no soy partidaria de la premisa en cuestión, ya que se trata al género femenino como irracional, en el que sus actos no tienen ni son ni ton y que sus emociones son injustificadas. A mi ver, cada vez que esa frase es pronunciada, se nos está quitando valor como seres pensantes y libre-opinantes, subestimando nuestro intelecto y toma de decisiones. 
A su vez, se utiliza como excusa para no hacerle frente a las problemáticas entre parejas, como si las mujeres fuesen siempre las equivocadas y culpables, pero “se nos perdona por ser mujeres”, como si fuésemos lindos cachorritos haciendo tonterías y que con querernos bastase. Pero ¿de qué clase de querer estamos hablando entonces?, la forma en que yo entiendo un afecto y lazo verdadero, tiene como base no sólo la lealtad, sino también el respeto como pilar fundamental, en donde nos tratamos como compañeros en igualdad de condiciones; en donde tú me escuchas y yo te escucho, en donde tú argumentas y yo argumento, en donde ambos llegamos a un consenso para que las partes implicadas sean satisfechas, trabajando en pos del bienestar mutuo. Y esto es aplicable en relaciones laborales, sociales, amistosas, familiares y amorosas.

Cuando era mucho más joven siempre me hizo eco esta frase, algo nunca encajó, pero no comprendía en ese momento que se trataba de una visión machista que hace menos a las mujeres. Usualmente estas ideas se sobrevaloran porque fueron dichas por algún escritor reconocido, y al ser reproducidas por tantas y tantas personas sin distinción de género, rol, estatus o edad, uno da por sentadas esas visiones. Hoy en día entiendo que algo que se hace popular y que está inmerso en el inconsciente colectivo, no es necesariamente verdadero, correcto ni justo.

Quizás hayan personas que crean que esto es una exageración y que una frase como ésta no tiene ningún impacto sólido, contundente y real sobre una comunidad. Es seguro que algunos nos aconsejen hacer oídos sordos ante las cosas que no nos gustan y seguir de largo para que no nos afecten. De hecho, estoy de acuerdo en que una frase no debe amargarnos el día, pero hay que entender que el perpetuar pensamientos retrógrados como el que estamos tratando hoy, colabora a la forma en que una cultura se mueve y trata a su propia gente. Yo no quiero seguir viviendo en un mundo en donde se subestime a las personas por ser de uno u otro género, o de una u otra condición, sobre todo si son ideas dañinas de hace más de un siglo atrás; es hora de renovarnos y avanzar hacia una comunidad más unida y evolucionada.

Así, que en pos de lo anteriormente mencionado, procura bien tus palabras, escoge con sensatez lo que expresarás, para no seguir siendo parte de esos grupos que menosprecian a sus pares, muchas veces, por falta de conocimiento y análisis.

Por último, para entender a una mujer no debes subestimarla, escucha sus razones con respeto. Es una idea errónea creer que somos difíciles de descifrar. Esa es sólo una postura facilista y engañosa, nutrida, justamente, por ideas como las de Oscar Wilde.

domingo, 2 de julio de 2017

Cuando gritamos la consigna "¡#NiUnaMenos!"


 Ilustración: Cinwololo

Cuando salimos a las calles, cuando protestamos, cuando compartimos opiniones, experiencias y noticias diciendo “Ni una menos”, es por y para todas, no se trata de una consigna excluyente ni clasista, es un grito urgente exigiendo respeto y valor por la vida de todas las mujeres. Es un alto radical a los femicidios, a la violencia de género, al acoso, al maltrato doméstico y a todas las agresiones en general, que como mujeres, recibimos. 
Cuando vociferamos “¡Ni una menos! ¡Vivas nos queremos!”, es por ti, por mí, por nuestras hermanas, hijas, madres y amigas. Es por la niña, la adolescente, la joven, la mujer y la dama. Es por la millonaria y la pobre, por la delgada y la robusta, por la negra y la blanca, por la musulmana y la atea, por la empresaria y la desempleada, y aunque haya sido un movimiento que surgió en Argentina y llegó a Chile, las mujeres de todos los continentes están incluídas sin distinción. ¿Con qué derecho, entonces, deciden a qué extraviada vale la pena buscar primero?, ¿vale más la que tenía título, usaba gafas e iba cubierta de la cabeza a los pies que la que iba con mini-falda, saliendo de una fiesta?, ¿por qué estas cosas son decisivas?, ¿por qué se empeñan en juzgar a la víctima y en señalar su estilo de vida, su apariencia o sus preferencias?. ¿Qué sentido tiene querer culpar a una afectada cuando los verdaderos culpables son criminales que andan sueltos?, ¿es que porque lleves labial rojo es señal de que no mereces respeto y que tu vida no valga ni un céntimo?. Nadie quiere que vulneren sus derechos, su cuerpo ni su integridad. Nadie en su sano juicio busca que le secuestren, le torturen, le violen y le maten.
Cuando gritamos y lloramos por la consigna: “¡Ni una menos!” es por todas las mujeres a quienes atacan y quitan la vida sin compasión. A quienes le ahogan los sueños, le rajan el alma, le psiotean la dignidad, le rompen las bragas, le acribillan la vagina, humillan su cuerpo, irrespetan su espacio, agreden su lugar en el mundo y le destrozan la vida a ella, a  la de quienes les aman y de paso escupen a todo nuestro género.
Cuando apoyamos la consigna de “¡Ni una menos!” es que no toleramos más violencia, humillaciones ni asesinatos. No importa si ella tiene un estilo de vida como mojigata o liberal, es una mujer, un ser humano que merece poder vivir feliz, tranquila, sin temerle a su propia sombra. Merece poder confiar en su pareja, en un amigo o en un jefe, sabiendo que ninguno tiene derecho a agredirla sexual, física ni emocionalmente; merece encontrar apoyo en su familia y amigos, y hasta tener el resguardo de su vecindad, pero por sobre todo, merece ayuda de la justicia sin discriminación, merece ser valorada como persona por la sociedad, antes de ser criticada por nimiedades. Seamos conscientes de que culpabilizar a la víctima por ser una víctima de violencia de género o femicidio es de los errores más injustos e incongruentes que existen.

¡#NiUnaMenos! ¡protección y justicia a todas las mujeres sin discriminación!

Ilustración: Jopi

viernes, 7 de abril de 2017

Críticas III (Manejo y aceptación)



En las entradas anteriores revisamos los tipos de críticas que existen y el arte de dar una crítica bien estructurada. Hoy trataremos, lo que considero, la parte más importante en este intercambio comunicacional: El cómo aceptar y manejar una crítica.

Consideraciones preliminares:

Es relevante, por más obvio que parezca, tener siempre presente la diversidad humana en todos sus aspectos, desde lo sociocultural a gran escala, como la vastedad de contextos grupales, hasta el marco más individual según cada persona, en cuanto a su rol social e ideologías particulares. Con esto, no digo que haya que meterse en la vida privada de alguien, sólo tener en cuenta la multiplicidad de factores que nos otorgan identidad, distinción y variedad los unos de los otros, y por ello, las distintas aristas y percepciones de la realidad que expresamos. Esto permite algo de flexibilidad mental y tolerancia, lo que fomenta el respeto.

Guste o no, somos seres sociales, esto se traduce en que estamos hechos para convivir, para ello debemos comunicarnos. Así que las opiniones jamás estarán fuera de nuestra vida. Sugiero ver esto desde el área positiva, ya que interactuar con los demás abre tu campo visual, nutre tu saber y te ayuda a moverte en el mundo por medio del ejemplo, la guía y la experiencia de los otros, sacando las pertinentes conclusiones.

Manejo y aceptación

Una crítica u opinión puede ser difícil de llevar si eres una persona muy sensible, pero no te culpes, en general, no se nos enseña cómo manejar este tipo de aporte ni cómo aprovecharlo o desecharlo, según corresponda. Comprendamos que estamos inmersos en una sociedad, en donde culturalmente se le suele dar demasiada importancia a la imagen que proyectamos, al resguardo de la reputación y sobre todo “al qué dirán”, como si el otro fuese nuestro salvador o nuestro verdugo, y aunque de alguna forma se sienta así, va en cada uno cuánto valor le dará a ese otro para afectar o influir en nosotros.

Tips

1.- Preparación: Todo puede ser enjuiciable, cuestionable o criticable (recuerda el concepto de “diversidad”, por ende, de captar las cosas desde diferentes visiones). Siempre que compartas contenido, sea personal o no, sea en un contexto privado con amigos o desconocidos, las personas se darán el derecho de opinar. Es parte de la necesidad por querer comunicar nuestras ideas. Así, que si no estás seguro de exponer algo, no lo hagas. No esperes que el otro escuche o contemple en silencio, aunque sea eso lo que quieras; no se pueden controlar las acciones ajenas ¿Cómo puedes preparar tu temple, entonces? Practica el autocontrol, nutre tu autoestima, asume y acepta lo variados que somos entre nosotros y que la base para convivir es la comunicación. Con una dosis media de estos componentes, ya estás listo para iniciar tu proyecto o expresar tus ideas.

2.- De quién viene: Uno de los factores más importantes a considerar es quién está haciendo la crítica. Un familiar cercano o lejano, un amigo íntimo, un conocido, una autoridad o eminencia en la temática que planteas, un desconocido, etc. Esto te ayudará a identificar las motivaciones de fondo de esa persona para criticarte ¿Quiere que mejores, es parte de su trabajo guiarte, en realidad no le interesa tu avance, está aburrido, es una persona entrometida, etc? Así sabrás si su intervención es pertinente a la situación o un ataque personal.

 3.-  Contexto: Una vez identificado quién hace la crítica y el grado de cercanía contigo o el grado de conocimiento sobre la problemática que tratas, entramos a analizar el contexto. Una exposición estudiantil o laboral, por ejemplo, usualmente aborda temas que otros pueden entender mejor que tú o por el contrario, te toca explicar para instruir a otros. Aquí siempre habrá preguntas, señalizaciones, mandatos de modificación o determinadas acciones, para que progreses en pos a tu aprendizaje o crecimiento grupal. Vamos a otro ejemplo: Eres dueño de una página en donde muestras tus proyectos artísticos. Es posible que fascines a muchos, así como muchos otros no sólo desaprobarán tus ideas, sino que se volcarán en ataques personales y hasta ofenderán a tu gato. A la mayoría no los verás jamás en tu vida, pero eso no significa que no estén participando en esta etapa que pasas. Tú decidirás si te están dando consejos sabios, recomendaciones desinteresadas o sólo no saben apreciar un estilo diferente. Recuerda: Quién hace la crítica y el cómo la realiza, te ayudará a aceptar o rechazar sus motivaciones. Esto ayuda un montón a manejar la variedad de opiniones que puedes recibir, y a discernir si debes tomarlos en cuenta o no.

4.- No les des poder: A veces el crítico cree que su opinión es de suma relevancia, una verdad innegable. Da igual si es egocéntrico, testarudo o simplemente rudo y directo para decir las cosas.  Recuerda que todos somos personas, más allá de títulos ganados o autoimpuestos, podemos equivocarnos, ser subjetivos o cerrados a la hora de hablar. Las visiones absolutistas pueden limitar tu trabajo, así que sólo escucha, toma lo que sirva y el resto déjalo pasar. No permitas que la percepción de una persona o unos cuantos, desmeriten tu esfuerzo o comprometan tu autoestima y el apoyo que te han dado otros.

5.- Aguardar y responder: No des una respuesta inmediata cuando te sientas atacado, herido o frustrado. Actuar a la defensiva se espera de personas inseguras, volátiles, inflexibles, pesimistas y sobre todo inmaduras ¿Por qué? porque cuando uno es maduro y experimentado, es más fácil desarrollar un criterio bien formado, con la capacidad de captar distintos tipos de información y análisis, sin tomárselo tan personal. Esto habla de una persona instruída, que aprendió a estar en armonía consigo misma y el entorno. Maneja bien situaciones tensas y por ende, tomará las mejores resoluciones posibles. Además, hay que entender que la mayoría no sabe cómo dar una crítica constructiva bien estructurada para que sea recibida sin malos-entendidos, así que nuestro trabajo es discernir. Separar los datos útiles de los agregados que no aportan. Prepara tus argumentos, toma aire y luego explícate si es necesario. Así no dirás cosas de las que te arrepientas luego.  A veces importa más la forma en que decimos algo que el mensaje en sí. La experiencia te enseñará a usar hábilmente estrategias para bajar el perfil y evitar enfrentamientos indeseables cuando sea necesario. También te dirá a quién le debes una explicación, cuándo debes defenderte o simplemente ignorar el asunto. Y lo más importante, aprenderás el valor del autorespeto.

6.- Receptividad y firmeza: La crítica, por lo general, es una oportunidad de nutrirse y expandir las capacidades, incentivando el autoanálisis y posteriormente el mejoramiento. 
Ahora, si estás convencido de tu buen juicio, de tus causas nobles y el amor por lo que haces, mantén siempre la entereza y tu integridad digna. Nadie tiene derecho a arrebatarte un sueño, una meta ni la pasión. Date crédito, habitualmente nadie ve trasbambalinas, ni conoce tu historia mejor que tú. No cambies porque otro diga que lo hagas o le duelan tus triunfos, aunque mantenerse abierto a los consejos nos ayuda a progresar.