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miércoles, 6 de mayo de 2009

Millás y Marsé, hermanados

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En el 2001 la editorial Alba editó los Articuentos de Juan José Millás, volumen que se ha reeditado en dos ocasiones más, en la misma editorial, por lo que no parece que pasara inadvertido. Ahora, sin embargo, Debolsillo (sic) acaba de ponerle la misma cubierta a Si te dicen que caí, la excelente novela que Juan Marsé publicó en 1973. ¿No podrían evitarse estas coincidencias? Cuando menos da la sensación de desinterés, que alguien hace su trabajo de manera rutinaria. Así, Marsé y Millás aparecen hermanados por el desconocimiento o la pereza de un diseñador gráfico. ¿Y por qué Debolsillo, todo junto? ¿Los diseñadores tienen barra libre en el bar Ortografía?
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miércoles, 15 de abril de 2009

La promoción o el arte de tragarse el sable

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Suelen comentar los escritores, los más serios, al menos, que la promoción de sus libros se ha acabado convirtiendo en una auténtica tortura. Y no me extraña, porque hay que ver las piruetas que se les ocurren a los agentes, editores y a los directores de ciertas publicaciones para vender ejemplares. Pero lo que cuesta entender es por qué los autores se prestan a hacer el ridículo de esa manera. Aunque los ejemplos podrían ser infinitos, todo esto viene a cuento de las fotos de promoción que acompañan al lanzamiento, en España, de la última novela de la escritora belga Amélie Nothomb, titulada Ni de Eva ni de Adán, que publica Anagrama; una de esas pocas editoriales que seguimos considerando serias, con un excelente catálogo. En las tres fotos de Mondino que acompañan una entrevista en una publicación de divulgación literaria, aparece la escritora con ojos de loca, como en trance, mirando al cielo, apoyada en la pared con los brazos extendidos en cruz. En la segunda, con la misma mirada y los labios pintados de un rojo chillón, sostiene una espada de samurai entre los dedos, a la altura de la boca. Y en la tercera, la más ridícula de todas, lo que ya es mucho decir, se traga, literalmente, un sable. El que la novela transcurra en Tokio y relate una historia de amor con un joven japonés, no parece razón suficiente para semejante puesta en escena, para que la autora adopte esas poses de seudosamurai. Lo que no sabemos es si el trance y los ojos de extraviada son producto de la ingestión del sable. O a lo mejor, el sable no es tal y para los simbolistas rezagados es más bien otra corbata... Me debato en un mar de dudas.
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Lo penoso es que a los escritores los estén convirtiendo en payasos, seguramente por prestarse algunos a ello. Tal vez con estos astracanes atraigan a un público poco aficionado a la lectura, pero mucho me temo que con el alto precio de perder prestigio intelectual y alejar de sí a los lectores fervorosos, que son a los que más habría que mimar.
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En fin, que siga el circo, a ver qué nos dan ahora, tras la actuación de los payasos...
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miércoles, 19 de marzo de 2008

Sobre la cubierta de `Hoy, Júpiter´, novela de Luis Landero

En la cubierta de la última novela de Luis Landero (Hoy, Júpiter, Tusquets, Barcelona, 2007), en la que se reproduce una foto de Sven Hagolani, aparece en primer término un hombre con la mano extendida, mientras que al fondo, una sombra gigantesca, con un gesto semejante, se proyecta en la pared. Ambos visten con traje, están tocados con sombrero ¿Panamá? y en actitud de saludarse, de chocarse las manos, aunque el primero la tienda completamente y el segundo, la encoja.

Con algo de imaginación, no sería muy difícil sacarle punta a esta imagen, relacionarla con lo que se cuenta en la novela, elucubrar sobre la realidad y su imponente proyección. Lo que resulta evidente es que el envaramiento y hieratismo de la sombra, junto con la joroba que la corona, contrasta claramente con la inclinación del hombrecillo hacia delante, quien se esfuerza para acercar su mano a la pared, mientras que el hombrón parece dejar que todo el esfuerzo recaiga en el individuo del sombrero blanco, quien quizás estaría asomándose a otra proyección de su yo. No creo, sin embargo, que la función de la ilustración de la cubierta deba consistir en anticipar, sugerir o simbolizar el contenido del libro. Sí me parece, en cambio, que en esta ocasión hay una voluntad de captar la atención del posible lector, a menudo indeciso, con una imagen que pueda sorprenderle, sacándolo de su realidad cotidiana y abriéndole la puerta de otra atmósfera posible, que en este caso, anunciaría soledad e incluso inquietud.

El título de la novela, cuyo origen real se explica en el texto (p. 393), me parece un gran acierto, ya que esta poderosa metáfora remite a la ilusión, al autoengaño, a los sueños que necesitamos para seguir sobreviviendo. En la cita del Quijote que encabeza el libro puede leerse: “¿Quién está allá abajo? ¿Quién se queja?”. Es probable que en el relato de Landero casi todos los personajes estén “allá abajo”, y quizá por ello se quejen todos: Dámaso, Tomás y Bernardo, pero también el padre, e incluso Marta y Leoncio. Pero si entre ellos hay alguno que pueda salir de la cueva, quizá sea Tomás, a pesar de todos los pesares, con esa nueva vida posible que se le presenta en el desenlace. Asimismo, en la cita de Ortega y Gasset se apunta al sentido último de la narración, e incluso podría decirse que de toda la obra de Luis Landero, puesto que -en efecto- “el hombre se esfuerza y lucha por realizar (...) el personaje imaginario que constituye su verdadero yo”.

* Puede verse la reseña que le he dedicado a esta novela en Revista de Occidente, 322, marzo del 2008, pp. 135-144, con el título de "¿Soplo y sueño? Sobre Hoy, Júpiter, de Luis Landero".