Aunque hace ya bastante tiempo que la emitieron, hasta ahora no me he podido parar a hacer la crítica de Black Mirror, una miniserie británica de 3 intensos episodios. Antes de empezar quería comentar que la vi en su emisión en Cuatro, temblando de miedo ante los posibles múltiples cortes publicitarios, y al final, se portaron genial con eso. Dieron tres cortes, siempre antes del final del capítulo, para dejar con ganas de más, y nunca demasiado largos.
Black Mirror, de 2011, creado por Charlie Brooker (Dead Set), se compone de tres capítulos diferentes de 40 minutos cada uno, tres historias angustiosas, psicológicas, que muestran, cada una a su modo, lo peor del ser humano.
El himno nacional
La princesa Susannah ha sido secuestrada. El vídeo que el secuestrador ha difundido en Internet, la muestra a ella leyendo sus condiciones, que consisten en que el Primer Ministro mantenga relaciones sexuales en directo con un cerdo.
Una historia muy tensa, con un desarrollo sublime y un final devastador. Pone al espectador al límite de esa situación, da mucho de qué hablar, da lugar a debate. La política se basa (o debería hacerse) en la opinión pública, y aquí habrá mucho de eso a la hora de tomar la decisión.
Dirigido por Charlie Brooker (también guioniza) y Otto Bathurst. Los protagonistas son Rory Kinnear, Lindsay Duncan y Tom Goodman-Hill.
Tu historia completa
Realmente es el tercero y no el segundo, pero como en Cuatro lo emitieron así, voy a hacer la crítica siguiendo este orden. En un cercano futuro, la gente lleva implantado un chip en la cabeza que graba absolutamente todo lo que les pasa. Pueden revisar entrevistas de trabajo para ver cómo lo hicieron, mostrar a amigos y familiares las vacaciones de forma más real que en fotografías, y revivir recuerdos bonitos (o terribles). También puedes borrar los recuerdos, no tienes por qué conservarlos todos. ¿Esto realmente es bueno? ¿O te llevará a obsesionarte con algunas cosas y podrás repasarlas una y otra vez, buscando detalles...?
Es el capítulo que menos me gustó. Es bastante flojo, una historia de intriga, de celos, de pasión. Personalmente, lo de llevar ese chip implantado no lo veo, me parece muy peligroso, y me alegro de que aún no se haga.
Este capítulo está dirigido por Charlie Brooker y Brian Welsh y guionizado por Jesse Armstrong. Los protagonistas son Tobby Kebbell, Jodie Whittaker y Tom Cullen.
15 millones de méritos
En un mundo distópico, cuando los jóvenes llegan a cierta edad, deben montarse en una bicicleta para conseguir créditos y poder pagar cosas. Su vida es la bici, mientras pedalean, pueden ver reality shows, algunos aparentemente inocentes... o incluso porno. Si engordan demasiado, bajan de categoría y se dedican a limpiar lo que otros ensucian. En este ambiente, un muchacho quiere ayudar a una amiga a que se convierta en artista, porque considera que tiene una voz espectacular, y la empuja a presentarse a un programa tipo Tú sí que vales.
Este es el capítulo que más me gustó, precisamente por ser distópico. La verdad es que viendo los programas que abundan en televisión, la cultura de la distracción en la que nos movemos, no me extrañaría nada que terminásemos en algo parecido. En ese mundo, los que pedalean tienen un avatar al que le pueden comprar cosas, mientras ellos visten todos igual. Me parece el extremo del consumismo, gastar dinero en cosas inexistentes... Pero tampoco me extrañaría que acabásemos así.
Me quedé con ganas de saber cómo se había llegado a eso, pero la verdad es que el capítulo me gustó bastante.
Dirigido por Charlie Brooker y Euros Lyn, con guión también de Brooker. Los protagonistas son Daniel Kaluuya, Jessica Brown Findlay y Rupert Everett.
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En conjunto, la serie completa me parece muy recomendable. Invita a la reflexión, tanto de cosas actuales como la telebasura, la repercusión mediática, y la opinión pública, como de otras cosas más de ciencia-ficción (de momento) como lo del chip en la cabeza.
Si no la habéis visto, personalmente, os la recomiendo.