Llevo bastantes años leyendo chick-lit y ahora me siento como una
de sus protagonistas. Los 30 están a la vuelta de la esquina, tengo un trabajo
que me mantiene y una relación que, después de un tiempo haciendo aguas, se ha
ido a pique. En estos momentos, me imagino como una Helen Walsh, valiente y decidida (aunque con sus problemones), pero
la mayor parte del tiempo me siento como Maggie:
asustada y dejándome llevar por la marea.
Es difícil ser una chica chick-lit, llevar a cuestas los
complejos, los defectos y, a la vez, esa actitud desafiante de “yo valgo tanto
como tú” hacia las brujas piernas largas
del mundo.
Aunque da miedo, la verdad es que en el fondo me gusta esa sensación de
vértigo, de aventura. La vida hay que vivirla, disfrutarla y no conformarse. Si
una relación no funciona, hay que ponerle fin, aunque eso suponga estar de
nuevo soltera, cerca de esos temidos treinta, y encima acumulando gatos. Aunque
suponga volver a aguantar las miradas y comentarios de los petulantes casados como si los solteros fuéramos una plaga (ay, Bridget, cómo te entiendo) o una
amenaza para su felicidad.
| Aprender a andar con tacones. Todo un reto |
Desde aquí les digo a esos petulantes casados, a esas parejas de novios
que vienen en pack y son incapaces de hacer nada por separado, que BASTA YA.
Sí, estoy soltera, tengo casi 30 años, no tengo un piso en propiedad y me da
exactamente igual. Mi felicidad vale más que las cosas que vosotros consideráis
importantes y, viendo el estrés que tenéis algunos o lo mucho que os quejáis de
vuestros hijos, muy felices no parecéis.
Así que reivindico mi categoría de chica chick-lit, no tendré un problema de adicción a las compras, o un
embarazo indeseado, ni siquiera una depresión, pero soy una más de esas mujeres
jóvenes e independientes, que somos capaces de coger la vida por los cuernos y
cambiar lo que no nos gusta de ella. Sí, nos seguiremos quejando de las
cartucheras, o de lo mal que tenemos el pelo, pero eso forma parte de nuestro
encanto.
Somos chicas chick-lit y bien orgullosas de ello.
2 comentarios:
Los casados o emparejados acosan a los solteros como si fueran apestados por envidia, que lo sepas. Igual que los solteros ansían lo que no tienen: una relación estable, casa, hijos, o el pack completo, los casados ansían lo que perdieron: la libertad, poder salir sin mirar el reloj o pensar en qué pondrán mañana de comida, y, sobre todo, no llevar juguetes en el bolso.
La vida es así, siempre quieres lo que no tienes.
Me encantan esas sandalias, por cierto.
¡Besotes!
Yo también soy chica chick-lit y creo que lo llevo bien. Estoy soltera porque prefiero estar sola que mal acompañada y claro que me gustaría emparejarme y ser felices y comer perdices, pero ahora esta es mi situación y punto.
Ánimo y prepárate a recibir cientos de propuestas de amigas que tienen amigos que creen que son perfectos para ti. Y son horribles, claro.
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