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jueves, 7 de julio de 2016

Las mejores películas (XXVIII)

Hace ya bastante tiempo que sobrepasé la decena de películas para recomendar, se me fueron acumulando sin que pudiera escribir estas breves sinopsis, y hasta llegué incluso a considerar dejar de publicar este tipo de entradas de "las mejores películas". Pero sé que son de las más leídas de este blog, y unos cuantos lectores me las han pedido especialmente. Además son las que más satisfacción me dan, así que decidí cambiar su enfoque; ya no voy a dejar constancia de todas y cada una de las mejores películas que haya visto en los últimos meses, sino que voy a poner un filtro aún mayor, señalando sólo las que están al alcance de todos y que realmente se me antojan imprescindibles. Tampoco me voy a detener en películas obvias que todo el mundo vio como The Hateful Eight o Tangerine (obviamente, las recomiendo enfáticamente), pero voy a acortar el recorrido porque simplemente no encuentro tiempo para escribir sobre todo el cine bueno que existe.

Oh Boy de Jan Ole Gerster (Alemania)

Esta es del 2012, pero la vi hace poco y si encabeza esta lista es porque me parece una condenada maravilla. Una errática odisea en blanco y negro a través de las calles de Berlín puede contener tantos imprevistos como despropósitos, y los variopintos personajes que se le aparecen a Niko, el algo mimado y desconcertado protagonista, nunca son lo que en un principio parecen, como todo en esta acuosa y extraña película. La Alemania de hoy es un coloso a la deriva, pero aferrado a sus raíces, desviado, neurótico, ocasionalmente violento. Y lo único que quiere Niko es tomarse un café...  

Gente de bien de Franco Lolli (Colombia, Francia)

Creo que nunca vi una película que desplegara tan nítida y brillantemente la esencia misma de las brechas sociales, la discriminación, la exclusión, el resentimiento, el odio de clase. Los niños pueden ser muy crueles, y una iniciativa altruista y caritativa por parte de una madre progresista puede acabar reforzando la exclusión y el prejuicio, convertiéndose en lo contrario de lo que en un principio pretendía. Es terriblemente triste, es brutal, es terrorífica en su planteo, y quizá también sea la mejor película colombiana de todos los tiempos.

Langosta de Yorgos Lanthimos (Grecia, Irlanda, Bélgica, Reino Unido, Francia)

Con Canino, muchos intuíamos que estábamos ante un director absolutamente diferente, un nihilista del porte de un Haneke o Von Trier, pero con un estilo quizá más personal e intransferible. Esa sensación se convierte en certeza al asistir a esta portentosa película. En un futuro distópico, los solteros son arrestados e internados en un hotel, bajo estrecha vigilancia. Cuentan con 45 días para conseguir una nueva pareja, o de lo contrario deberán someterse a una transformación irreversible. En contraposición, un submundo de rebeldes supone la salvaguarda para los usuarios en fuga, pero también presentando una nómina de reglas...

Tag de Sion Sono (Japón)

Con esta película me confirmo como un adicto fanático de Sion Sono. La adolescente protagonista no sólo tiene el problema de que a su alrededor el universo parece convertirse en caos, sino que ella misma va cambiando, transformándose sucesivamente en otras personas a lo largo de su recorrido. Como dice wikipedia, Tag es una película de "acción, terror, surrealismo, suspenso y filosofía". Yo agregaría que es la obra más poética que haya filmado el maestro japonés, y que por detrás de la demencia imparable y de algunas escenas completamente inolvidables, existe un encanto y una sensibilidad muy especial.

Victoria de Sebastian Schipper (Alemania)

Otra más por las calles de Berlín... pero qué bien que vienen filmando los germanos, maldita sea. Acá tenemos a una protagonista un tanto desquiciada e inconsciente, sedienta de adrenalina y descontrol, que se encuentra casualmente con una partida de ebrios que podrían darle justo lo que precisaba. Y efectivamente, todo se termina saliendo de madre, quizá hasta un tanto más de lo que ella hubiese querido. Un plano secuencia de dos horas veinte, con grandes actuaciones, un gran trabajo fotográfico, y un suspenso que se impone sin nunca decaer.

The Witch de Robert Eggers (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Brasil)

Si bien la vida en la Nueva Inglaterra de comienzos del XVII no debió haber sido fácil, menos lo era si tocaba vivir expulsado de la comunidad, de la caza y la recolección en las inmediaciones de un bosque siniestro. Si además una extraña maldición recaía sobre la familia, comenzaban a acontecer desapariciones y extrañas posesiones, la estabilidad tendía a perderse, y ganaba espacios la desesperación. Una película de terror histórico dotada de una densidad inconcebible, que se presta para lecturas sobre la religión y los dogmas, la locura y la marginación, sobre los chivos expiatorios y la persecución a las mujeres, entre otras nimiedades.

La tercera orilla de Celina Murga (Argentina)

La vida de Nicolás no es la de un adolescente típico. Si bien la situación económica de su familia es estable y más bien desahogada, sobre sus hombros pesa un legado insalubre; él quisiera estar más tiempo entre amigos, con sus hermanos o simplemente haciendo nada, pero su padre, a quien ni siquiera puede llamar por su nombre, quiere que siga su recorrido, estudiando medicina, heredando sus tierras y sus más pesadas responsabilidades. El patriarcado no sólo genera víctimas entre las mujeres sino también entre los hombres, y pocas cosas podrían demostrarlo mejor que esta brillante película.

Hijo de Saúl de László Nemes (Hungría)

Antes de que me digan "oootra más de campos de concentración..." les aviso que yo también estoy bastante harto del tema, pero que aún así, esta película me parece sumamente novedosa en su forma, y el planteo lo suficientemente poderoso como para ser desmerecido. El protagonista es un "sonderkommando" a cargo de conducir a los prisioneros a las cámaras de gas, y luego limpiarlas y recoger sus cadáveres. El recorrido de Saul a través del campo va exhibiendo diferentes instancias de deshumanización y horror, y su rostro inexpresivo e inconmovible quizá sea lo más inquietante de todo.

Nina Forever de Ben Blaine y Chirs Blaine (Reino Unido)

Que mientras se tiene sexo con alguien se aparezca el recuerdo de otra persona es algo que le debe pasar a muchos, y que podría considerarse hasta normal. Pero si esa otra persona es tu novia muerta, y no aparece en el recuerdo sino se aparece realmente su cadáver marchito, manchando las sábanas de sangre, entonces tenemos un problema considerable. La Jessica Hyde de la serie Utopia es aquí esta mortaja inoportuna que marca territorio sin nunca dejar a los personajes fornicar en paz. El british horror viene cada día más inteligente y profundo.

Un día especial de Francesca Comencini (Italia)

Un par de muchachos pertenecientes a los barrios periféricos de Roma se conocen a bordo de un lujoso auto. Él acaba de conseguir su trabajo como chofer, ella debe acudir a una promisoria entrevista laboral. Pero la cita se retrasa, y ambos deberán pasar un rato juntos. En ese lapso, aprovecharán para conocerse mejor, para divertirse en el centro de la ciudad, para confiarse deseos y angustias personales. El choque con el universo adulto y con realidades que existen pero nadie cuestiona, desvelan una Italia berlusconiana de decadencia moral, individualismo recalcitrante y víctimas varias.

jueves, 30 de junio de 2016

Victoria (Sebastian Schipper, 2015)

Gol de Alemania 

Los filmes rodados sin cortes, realizados con un único plano secuencia, ya han dejado de ser algo sorprendente y se han convertido prácticamente en una moda. Incluso antes de Birdman había ejemplos de las más variadas precedencias, pero es probable que la oscarizada película de González Iñarritú haya generalizado una osadía que, por el abaratamiento de las tecnologías, hoy se encuentra a la mano de cualquier realizador independiente. Que luego esas películas sean buenas es otro cantar pero, en este caso particular, esta imponente producción germánica es un logro por donde se la mire. 
La acción comienza en una discoteca electrónica berlinesa. Victoria, la protagonista, es una chica española que fue a trabajar a la capital. No habla alemán y baila y bebe sola, pero una vez dispuesta a marcharse se encuentra con un grupo de tipos borrachos a los que no dejan entrar. Saltándose todo criterio de prudencia imaginable, la chica se une al grupo de desquiciados y acepta su invitación a continuar la noche con ellos, con la idea de conocer “otra Berlín” intensa y callejera. Desde ese momento la tensión se dispara, los muchachos no sólo están desmesuradamente ebrios, sino que además gustan de saltarse todas las legalidades imaginables. Con uno de ellos, Victoria parece tener una mayor conexión, y en las andanzas callejeras, en la visita a la terraza de un edificio y en un café, esa primera tensión, la del peligro, va alivianándose hasta transformarse en tensión romántica. Más adelante esta también se diluirá, para imponerse otro tercer tipo de tensión, aún más urgente, transformándose la anécdota en algo inesperado, aunque no corresponde adelantar aquí más detalles de la intrincada trama. 
Es de suponer que una película filmada en tiempo real carezca de buen ritmo, que esté llena de huecos de transición en el desplazamiento de las cámaras de un sitio hacia otro, de tiempos muertos. Basta recordar la iraní El sabor de la cereza para imaginarse un recorrido soporífero y un sinnúmero de planos sin razón de ser. En Victoria, la impecable orquestación coreográfica en el recorrido, el desplazamiento de los actores y la sucesión de escenas se encuentra notablemente acompañado con una impecable dosificación del suspenso. Durante dos horas y veinte minutos la narración mantiene al espectador al borde de su asiento, preocupado por el destino de los personajes y los sucesivos acontecimientos que se les imponen. 

El director alemán Sebastian Schipper está lejos de ser un primerizo, y este ya viene siendo el cuarto largometraje de su autoría. Pero se había dado a conocer como actor antes de comenzar a filmar, con papeles importantes en películas como El paciente inglés, Corre Lola Corre, La princesa y el guerrero y Three. Aquí el nivel de las actuaciones permite entrever esta faceta del director, ya que el equipo actoral en Victoria se desenvuelve brillantemente y es llevado a constantes cambios de registro; desde una protagonista (Laia Costa) con una propensión hacia los excesos y un grupo de secundarios que pasan de la euforia más desacatada al pánico absoluto una y otra vez, los personajes convencen aún cuando los múltiples giros del guión demandan de ellos un desempeño sobrehumano (y sin posibilidad de cortes). Mención aparte merece el director de fotografía noruego Sturla Brandth Grøvlen, una de las grandes promesas de Europa, quien también se había desempeñado en películas con propuestas estéticas notables como la islandesa Rams y la también alemana I Am Here. Y es que si Victoria es una película increíblemente orquestada y dirigida, es notoria la sensibilidad de una cámara que coloca a la audiencia en una vigilia constante, que construye atmósferas, que se acerca con respeto y cuidado a los personajes, que se desenvuelve con maestría pero volcando la atención en aquello que es captado y no en sí misma. 
Cine de género, cine de autor, cine experimental, elevated genre, nómbrese y etiquétese como se quiera. Victoria es la clase de película que deslumbra en su forma al mismo tiempo que entretiene, y que ofrece además un cúmulo de nuevas ideas, inyectando vitalidad al panorama del cine europeo.

Publicado en Brecha el 1/7/2016