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jueves, 10 de septiembre de 2009

Chocolate (Prachya Pinkaew, 2008)

Rápida y mortal


Zen es una adolescente diminuta y escuálida, desaliñada e introvertida, que tiene una deficiencia mental que la acerca al autismo. Pero también tiene habilidades especiales, sentidos hiperdesarrollados, reflejos prodigiosos, una velocidad inconcebible y una capacidad única de aprehender técnicas marciales con sólo observarlas. Junto a su sobrealimentado primo Len comienza a hacer exhibiciones callejeras, donde ataja objetos arrojados desde varias direcciones al mismo tiempo. Pero cuando a su madre le diagnostican cáncer, ambos deben cambiar la estrategia para obtener dinero y hacerse de los costosos medicamentos. Len descubre un cuaderno que especifica quién le debe a su tía por su antiguo trabajo en la mafia tailandesa, y ambos salen a exigirle a varios grupos de maleantes que salden sus deudas. Como no podía ser de otra manera, en todos los casos reciben negativas, y por ello Zen debe despachar a decenas de ellos, en catárticas golpizas generales.
La actriz Jee-ja Yanin es un hallazgo total. De veinticuatro años, parece que tuviera catorce, pero además el arduo papel le calza a la perfección, logrando un personaje querible e implacable al mismo tiempo. Las habilidades físicas de Jee-ja son asombrosas, y se desempeña en el estilo del muay-thai, una brutal técnica de kickboxing tailandés en la que se utilizan más que nada las rodillas, los codos, las canillas, los pies y los puños para impartir golpes paralizantes. El movimiento característico de Jee-ja consiste en asestar una rápida y poderosa patada en la espinilla justo en el momento en que el oponente está levantando la pierna para patear, y por lo general parecería estar utilizando la fuerza y la inercia de sus enemigos para infligir mayor daño. Las hazañas físicas que pueden verse en Chocolate requirieron mucho tiempo de preparación, y le insumieron a la actriz cuatro años de entrenamiento. Una toma mínima que apenas dura unos segundos muestra a la protagonista arrojando rápidamente grajeas de chocolate hacia su propia muñeca; allí rebotan y van a parar directamente a su boca. La proeza está concebida sin efectos y puede recordar a aquellos esmeradísimos logros cinéticos que pergeñaba Buster Keaton. Chocolate es de esas películas donde importa mucho la forma y poco el contenido, donde las coreografías y los cuerpos en movimiento definen el espectáculo. En este sentido pocos podrían hablar de ella como de una obra mayor, pero sí de una excelente película de artes marciales.
El director tailandés Prachya Pinkaew llamó la atención con su éxito Ong-bak, en el que introducía al hasta entonces desconocido artista marcial Tony Jaa. Aquella película dio a conocer mundialmente al cine de acción tailandés, y sugería que el epicentro de las artes marciales dejaba de ser Hong-kong y comenzaba a situarse en Bangkok. Desde los títulos promocionales Ong-bak se jactó de estar filmada “sin dobles de riesgo, sin efectos de CGI y sin cables”, también destapó el talento del coreógrafo Panna Rittikrai, quien demostró una notable capacidad para integrar las peleas a la distribución espacial de los objetos. En Chocolate, como en las mejores películas de Jackie Chan, la protagonista utiliza cualquier intersticio para escabullirse, y se arma de lo que venga que encuentre en su entorno. Un caño, unos cables sueltos, armarios y hasta ganchos de carnicero pueden ser armas circunstanciales para sus feroces contiendas.
El problema de aquella Ong-bak es que carecía de una historia mínima y de un personaje que pudiera sostener la película sobre sus hombros. Es cierto que tuvo momentos notables, pero eran sólo fuegos de artificio que se perdían en una obra insustancial, carente de unidad. Por más buen artista marcial que sea Tony Jaa, de momento no ha demostrado tener el carisma de un Bruce Lee, Jet Li o Jackie Chan, y es algo que sí posee esta pequeña Jee-ja, una de las razones principales por la que el director Prachya Pinkaew haya logrado en Chocolate la mejor película de su carrera.

Publicada en Brecha 11/9/2009

viernes, 15 de mayo de 2009

El reino prohibido (The forbidden kingdom, Rob Minkoff, 2008)

Tres maestros y un wuxia


El wuxia-pien o ficción marcial de caballería es un género cinematográfico de largo historial en Asia -de hecho Burning of the Red Lotus Monastery, la primer película wuxia china, data del año 1928- y fue dado a conocer en occidente recientemente por la mano de Ang Lee con El tigre y el dragón, y más adelante por Zhang Yimou con Héroe y La casa de las dagas voladoras. El género se diferencia del cine de kung-fu por tener presente el factor fantástico, y allí las espadas, la magia y las artes marciales son la moneda corriente. Si en una película de artes marciales se ven chinos levitando, o uno de los contrincantes da muestras de poseer poderes sobrenaturales, seguramente se trate de un wuxia.
He aquí un notable ejemplo. Claro que en este caso el género ha sido usurpado por Rob Minkoff, un director estadounidense que supo filmar basura (La mansión embrujada, Stuart Little y su secuela) así como algún despliegue visual bastante digno (El rey león). Pero lo curioso es que apenas se nota que la película fue rodada por un occidental, y Minkoff ha sabido recrear con admirable fidelidad el espíritu épico de esa clase de aventuras. Desde la notable introducción de créditos que homenajea a varios de los grandes (Bruce Lee, Gordon Liu, Hui Ying-Hung) a la utilización de varios estilos de kung-fu en las peleas (grulla, mantis religiosa, tigre, serpiente) se puede apreciar el conocimiento del terreno por parte de los realizadores.
Tres figuras enormes son el atractivo principal de esta película. Las primeras dos no precisan demasiada presentación: Jet Li y Jackie Chan son dos de las estrellas más populares del mundo, leyendas vivas cuyos fans dentro del continente asiático deben contarse por decenas de millones. Esta es la primera vez que ambos actores coinciden en una película, y aunque pueden estar ya un tanto mayores (Chan tiene 55 años, Li 43), aún parecen tener la energía y habilidad necesarias para esta clase de emprendimientos.
La tercer figura es invisible y no es nada menos que el maestro Yuen Woo-ping, el más grande coreógrafo de artes marciales de la actualidad, un hombre que lleva cuarenta años planificando grandiosas peleas y que es un genial innovador en la materia. Entre otros méritos, fue él mismo quien como director cimentó las carreras de Chan y Li, y en occidente es reconocible por su aporte en películas como El tigre y el dragón, Kill Bill y Matrix. En El reino prohibido es también productor ejecutivo, por lo que no es fácil establecer hasta qué punto se trata de una obra de Minkoff y no una de Yuen.
Como no podría ser de otro modo, el plato fuerte de El reino prohibido son las escenas de lucha, ideadas con todo el despliegue imaginativo y la originalidad de Yuen. El ataque masivo a Jackie Chan y a su inepto acompañante en una taberna está signado por el estilo lúdico del coreógrafo y en él la espacialidad y los objetos cumplen un rol preponderante. La esperada pelea entre Chan y Li alterna diversos estilos de kung-fu, y se extiende por varios minutos sin que su atractivo llegue a decaer. Claro que la película en su conjunto se ve acotada por pisar los más trillados lineamientos del género –se trata de una película de buenos y malos sin matices, el transcurrir del relato es predecible- pero también tiene el mérito de que, quizá en su autoconciencia, no se demora mucho en explicaciones ni en giros de guión, sino que va directo a los bifes, que es lo que más importa.

Publicado en brecha el 15/5/2009

jueves, 14 de agosto de 2008

Bruce Lee vs. Jackie Chan

No, no es un montaje. Este video lo demuestra, nunca nadie pudo con el boss. Sólo vean sucumbir al pobre Jackie, ante tan implacable llave maestra.

sábado, 28 de junio de 2008

Kung fu panda (Mark Osborne, John Stevenson, 2008)

Otro tanto para Dreamworks


Hay quienes dicen que no hay como una buena competencia para optimizar recursos y mejorar los productos propios; se dice también que cuando existe un importante y localizado foco de creatividad, ese florecimiento de ideas, el entusiasmo y las ganas de hacer se contagian en un entorno común. Lo cierto es que si Pixar (Toy Story, Buscando a Nemo, Los increíbles) se alzó en los últimos años como una de las más importantes empresas de animación, hoy su único competidor remarcable al interior de los Estados Unidos es Dreamworks (Shrek, Vecinos invasores, Bee Movie), quien viene levantando considerablemente el nivel con serios riesgos de que, de mantenerse ese alza, pueda arrebatarle a Pixar la cumbre de la animación occidental.
Kung fu panda es de las mejores películas animadas (o la mejor) que ha hecho Dreamworks en sus 14 años de existencia. Si bien su anécdota es convencional y repite constantes narrativas de las más simples historias del cine de artes marciales, lo original de esta película es la efectiva explotación de las posibilidades ilimitadas que ofrece la animación y su aplicación al wuxia, vertiente fantástica del género de artes marciales. La animación provee mayor libertad y menos riesgos a la hora de idear coreografías de kung fu sin límites físicos, al hacer que un personaje vuele o logre piruetas inconcebibles. La caracterización de distintos animales como personajes aporta practicidad para diferenciar, sin confusión posible, a cinco maestros de kung fu secundarios, algo que sería arduo de conseguir en el cine de acción real sin tener que recurrir a toscos estereotipos.
Los distintos animales-maestros de las artes marciales fueron tomados de distintos estilos de kung fu tradicional, de uso recurrente en el cine: grulla, mantis, mono, serpiente, tigre. En este contexto nada podía ser más desubicado que un oso panda, un animal grueso y pesado que suele alimentarse durante 12 horas diarias. El estilo de lucha del protagonista es torpe y accidental y recuerda al de los más graciosos filmes de Jackie Chan, Jet Li, y sobre todo, Sammo Hung, aquel actor hongkonés que utilizaba su sobrepeso para despachar a docenas de enemigos. La torpeza del panda es motivo para un sinfín de gags, efectivos en su mayoría aunque quizá en algún tramo la insistencia del recurso pueda resultar excesiva.
Quizá también haya demasiados parecidos con las trilogías de Star Wars: el maestro mapache parece Obi-Wan, la tortuga sabia es Yoda, el resentido leopardo de las nieves Darth Vader. Como contrapartida a un guión poco original, Kung fu panda regala secuencias de acción que cortan el aliento y quitan las ganas de parpadear, como el increíble escape de una cárcel de máxima seguridad -una de las mejores fugas jamás filmadas-, o la lucha de los cinco maestros contra el leopardo sobre un puente colgante, quizá la mejor escena de artes marciales de la década. Pixar tendrá que seguir esforzándose; su competidor ha demostrado tener aptitudes.

Publicado en Brecha el 27/6/2008