Editorial de La Nación
El oficialismo kirchnerista ha demostrado a lo largo de los años un enorme desdén por la verdad, una pasión desordenada por las tergiversaciones, por el doble discurso y las omisiones.
La recesión económica que se avecina podría resultar en nuestro país mucho más tenue o pasajera de lo que, casi con seguridad, resultará. Sólo bastaría que la sociedad y, sobre todo, el Gobierno se decidieran a observar el fenómeno, analizar sus razones y prever sus efectos con realismo. Sin embargo, al mismo tiempo que apareció la crisis con sus primeras señales de crudeza, apareció el esfuerzo por negar el problema en sus consecuencias y en su existencia misma. Ejecutivos de importantes compañías industriales ocultan a sus empleados, aun a sus gerentes, los males que podrían sobrevenir.
En el sindicalismo este ocultamiento es más llamativo. El secretario general de la CGT, Hugo Moyano, niega la existencia de la crisis, mientras su consejero laboral, el diputado Héctor Recalde, aboga por establecer una doble o triple indemnización por despido, con la ilusión de que así evitará el desempleo. El consenso en la falacia es llamativo para una dirigencia a la que le cuesta tanto ponerse de acuerdo.
La presidenta de la Nación lideró esta corriente de ocultamiento en los últimos días. Primero, la crisis no existía. Y cuando fue imposible ocultarla, se la presentó como una contingencia internacional. Esta lectura pretendió ocultar las deformaciones que ya afectaban a la economía nacional antes de la tormenta del mundo: una inflación del 30 por ciento, la parálisis en la creación de empleo, urgencias fiscales crecientes, descenso en los niveles de actividad. La interpretación por la cual lo que suceda de malo es sólo una contingencia externa pretende que aquellas desviaciones endógenas sigan sin revisarse.
No debería sorprender esta disociación entre lo que sucede y lo que se reconoce. Las dos administraciones Kirchner han sido pródigas en tergiversaciones. Ya en 2005 el esposo de la Presidenta manifestaba que "el índice de inflación es perfecto".
También el superávit fiscal es muy inferior al que se pregona, lo que obliga a esfuerzos cada vez más dolorosos y recesivos para evitar el default. Para que esas dificultades no sean percibidas, se recurre a argumentos imaginarios. Así, las retenciones móviles, por ejemplo, no fueron un arrebato impositivo, sino, primero, una medida para evitar la expansión del área sojera; después, un mecanismo para garantizar la redistribución del ingreso; más tarde, una contribución extraordinaria para construir escuelas y hospitales, y, posteriormente, una política para abaratar los precios de la mesa de los argentinos, hasta que el ex presidente Kirchner admitió que el país requería recursos para honrar sus compromisos.
El penúltimo zarpazo del fisco, la estatización de los ahorros previsionales de los trabajadores, fue presentado como un salvataje para evitar la quiebra de las AFJP y para "proteger los ahorros de los futuros jubilados". Es cierto que esas compañías estaban al borde de la bancarrota, sobre todo por haber adquirido títulos públicos que la pésima política financiera del Gobierno degradó hasta sus actuales precios de default.
Sin embargo, las falacias quedaron otra vez al descubierto, cuando el jueves último la Presidenta anunció que, para impulsar su plan de promoción del consumo y la producción, se recurrirá a los fondos que las AFJP habían depositado en plazos fijos, los cuales serían colocados a un año a una tasa testigo del 11 por ciento. Si se quisiera proteger efectivamente los ahorros del sistema previsional, esos mismos fondos podrían ser colocados a la actual tasa de mercado, superior al 20 por ciento anual.
Otra tergiversación reciente consistió en presentar un nuevo paquete fiscal, que apunta al blanqueo y la repatriación de capitales no declarados, como un programa de reactivación. Todas las medidas tributarias y laborales que lanzó la presidenta de la Nación están orientadas a que el Estado pueda superar el desequilibrio de sus cuentas. Esa voracidad hará, casi con seguridad, que la retracción económica sea más aguda de lo que sería si el Tesoro, con las cuentas en orden, estuviera en condiciones de dinamizar la economía bajando impuestos o subsidiando el consumo. Así, se quiere hacer creer que una batería de disposiciones recesivas es un shock de reactivación.
La coartada para justificar las falsificaciones es que el Gobierno debe administrar las expectativas de los ciudadanos con dosis adecuadas de engaño. Además de paternalista, la estrategia es errónea: una vez que la palabra oficial cae bajo sospecha, el público suele tomar recaudos exagerados porque la gravedad de los males se vuelve difícil de medir.
La sociedad argentina y, lo que es más inquietante, casi toda su dirigencia parecen resignarse a vivir encapsuladas en un universo en el cual todos los significados han cambiado. La inflación no es la que parece cuando se realizan las compras; el empleo no cae en las estadísticas como lo hace en la realidad; el crecimiento no es el que se mide; los que se van volviendo pobres no quedan registrados en ninguna cifra, y las muertes y los asaltos provocados por la violencia urbana son meras sensaciones de quienes los padecen. Ni el presidente es el que es.
Un gobierno tan interesado en blanquear capitales debería, tal vez, preocuparse por que la Argentina no termine de convertirse en un país en negro. Una geometría aislada, en la que las palabras no se corresponden con las cosas. Un texto imposible de ser traducido. Una nación aislada.
- 16Rodoco
07.12.0814:35
- Las 2 caracteristicas fundamentales del pensamiento totalitario son 1:la negación lisa y llana de los hechos y 2) La teoria de la conspiración. Cualquiera que exponga los hechos de una manera crítica es un golpista que amenaza a la patria, ya que para el totalitario la patria y "él" son la misma cosa.-
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2 comentarios:
Yo se que soy una rompe bolas, pero estas cosas pasan por alejarse de la fe.
Porque solo la verdad -zemeth- es sólida, válida y auténtica.
Es 'aquello en lo que se puede confiar'.
Y no hablo de las creencias, sino del principio de fidelidad.
Porque zemeth tiene como raíz a 'zâman' que significa seguro, o firme, como zemunah: certidumbre, lo que realmente es.
Kirchner y Fernández ya eran un “obstáculo” con el viento de cola. Con el viento de frente, son, siguiendo la idea de la nota, directamente “recesivos”. Me gustó el adjetivo “recesivo” aplicado al kirchnerismo.
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