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viernes, 4 de febrero de 2022

Algunas consideraciones para el afrontamiento de la pandemia – 2da parte (*) (**)

 

“El psicoanálisis es la última en cuanto a fecha de las graves humillaciones que el narcisismo, el amor propio del hombre en general, ha recibido hasta el presente de la investigación científica.
Existió ante todo la humillación cosmológica que le infligió Copérnico, destruyendo la ilusión narcisista según la cual el habitáculo del hombre estaría en reposo en el centro de las cosas; luego fue la humillación biológica, cuando Darwin puso fin a la pretensión del hombre de hallarse escindido del reino animal. Finalmente vino la humillación psicológica: el hombre que sabía que ya no es ni el señor del cosmos, ni el señor de los seres vivos, descubre que no es ni siquiera el señor de su psiquis.” (Sigmund Freud)

“En tiempos de incertidumbre y desesperanza, es imprescindible gestar proyectos colectivos desde donde planificar la esperanza junto a otros”

(Enrique Pichón-Riviére)

 

Y se quedó nomás. Y hay para largo. Con o sin flexibilización.

                Y lo que parecía mentira se fue tornando cierto, no solo en cuanto a la amenaza y el efecto directo del COVID 19, sino por sus efectos subjetivos, familiares, sociales, económicos, como consecuencia de la única medida que hasta ahora pareciera efectiva para evitar su expansión y cuyo logro es fruto de la comunidad toda: el confinamiento social obligatorio (la cuarentena) y el distanciamiento, a la espera de que llegue la vacuna y se inmunice una parte importante de la población.

                Coronavirus, cuarentena y distanciamiento que fueron modificando la vida misma en todo el mundo, el cual muy probablemente no vuelva a ser “exactamente” el mismo. Un tsunami global en un mundo globalizado. Desigualmente globalizado.

                Y como en toda situación estresante de tal magnitud, el ir saliendo del impacto inicial, donde la sensación de “estar viviendo como en un sueño”, la despersonalización (sentirse raro) y la desrealización (sentir la realidad como extraña), fue dando lugar a distintos síntomas y comportamientos que podemos considerar normales ante una amenaza tan inquietante. Tanto por sus efectos directos (la posibilidad del contagio y/o la muerte) como también por su versatilidad, la falta de conocimiento sobre su verdadera naturaleza – más allá de saber que es un virus que se replica –, a partir de la vivencia que más angustia nos produce cual es la de la incertidumbre.

                Incertidumbre que produce desasosiego, incerteza, y una sensación de pérdida de control, no solo frente al virus, sino respecto al futuro, el cual es absolutamente imprevisible. Todo lo opuesto a lo que nos genera tranquilidad, seguridad y confianza.

                Pero, en la medida que fue transcurriendo el “tiempo de cuarentena”, el cual se fue tornando inasible, distorsionado, fugaz y lento a la vez, generando una desorientación y no pocas veces una confusión (1) como ocurre con todo encierro prolongado, muchos fueron adaptándose “exitosamente”, en tanto otros van padeciendo un agotamiento (2) que se torna cada vez más insoportable.

                Porque los efectos de la pandemia ya no solo dependen del Coronavirus y la posibilidad de contacto con el mismo, sino de los contextos personales en los que le toca vivir a cada uno. Esto es:  no todos estamos expuestos del mismo modo. No solo ante el virus sino también en lo laboral, lo educativo, lo familiar que, de verse perjudicados, incrementan aún más el estrés, pues dicha conflictiva comienza a predominar por sobre el temor al virus por el grado de desamparo, vulnerabilidad y desvalimiento que implica. (3)

                De modo tal que lo estresante se va tornando traumático. Esto es: que no solo sobrepasa (desborda) nuestras defensas psíquicas y emocionales, sino que se torna imposible de entender, de procesar, de hacerlo viable en nuestra mente para su elaboración y significación y en consecuencia para poder transformarlo en decisiones y conductas que puedan dar cuenta de ello.

Entre algunos de los hechos de sobrecarga traumática además de la enfermedad posible o consumada del COVID 19, podemos mencionar: las pérdidas, los duelos atípicos por la imposibilidad de realizar los rituales del mismo  (4), la lejanía de seres queridos por obstáculos de traslado,  la merma o quebranto económico por el cierre de negocios, empresas, cines, teatros;  la disminución o retrasos en los pagos de los salarios, la pérdida del empleo (5) no solo en PYMES sino en distintos oficios, artesanías, actividades profesionales; la imposibilidad de mantener los gastos mínimos necesarios, la ausencia o pérdida de cobertura social; la falta de los insumos básicos para vivir (alimentación, agua, etc.) o para realizar las tareas sanitarias adecuadas en contacto con el virus (elementos de protección de trabajadores de la salud), los desalojos, los femicidios, los abusos intrafamiliares, la estigmatización, el racismo, la xenofobia (lo que ocurre en EEUU es un ejemplo de lo que estoy planteando), el “bombardeo” informativo, entre otros.

                Es decir: si bien la cuarentena se muestra efectiva ante la pandemia hasta el momento, por un lado, también se van manifestando sus efectos traumáticos, por el otro. Algo que suele ocurrir en todo desastre y emergencia sanitaria como la que estamos viviendo, dado que no se trata solo un problema médico ni mucho menos ni sus consecuencias son solo sanitarias, como tampoco los modos de resolverlo.

                En otras palabras. La pandemia y la cuarentena van produciendo una “desconfiguración”, desestructuración o desestabilización de nuestro psiquismo. De un modo intempestivo, disruptivo, dada la multiplicidad de amenazas que se perciben. No ya solo el temor COVID, sino también al derrumbe económico y personal.

Los seres humanos necesitamos referentes cotidianos que nos orienten y sustenten, tanto en nuestras necesidades más elementales como así también para promover nuestro desarrollo y crecimiento y todo aquello que le dé sentido a nuestra existencia. Y en la misma medida su ruptura, su pérdida de continuidad – mucho más si es súbita- impone una readecuación, una readaptación de todos los vínculos de los cuales se nutre nuestra identidad, nuestra mismidad, nuestro sentido de pertenencia: personales, familiares, sociales, laborales, académicos, culturales, espirituales, etc. Es decir, todo aquello que nos constituye como sujeto.

Y todo ello ha cambiado vertiginosamente. Para los que han quedado separados y para los que han podido permanecer juntos. Para quienes toleran la soledad y para quienes el encierro se torna claustrofóbico. Así, hay quienes se integran y cohesionan y hay quienes se disgregan destructivamente. Favoreciendo una convivencia impensablemente armónica para algunos, y la peor de las intolerancias y abusos para otros.

               Cabe mencionar que si bien la comunicación virtual – que también llegó para quedarse - cumple una función que vaya a saber si alcanzamos a dimensionar en este momento, ésta no suple el contacto directo, cuerpo a cuerpo (vincular), inherente a la humanización misma, puesto que no es lo mismo estar con alguien que con la imagen de alguien (aunque, cabe acotar es un recurso inestimable cuando el contacto personal no es posible). Además, cabe agregar, en una gran parte del mundo no cuentan con ella.

                De modo que estamos ante un arduo trabajo psíquico que en la medida que lo realicemos colectivamente más se fortalecerá nuestra salud mental. Aunque hay quienes por distintos motivos van padeciendo crecientes estados de ansiedad y depresión (6), el abuso de sustancias, los intentos de suicidio (y también los consumados) (7) (8)y demás, tanto en adultos como en niños (donde se presentan conductas regresivas cada vez más frecuentes tales como incontinencia urinaria y fecal, fobias, pesadillas y terrores nocturnos, entre otros).

                Como mencioné al comienzo: hay para rato y es en serio. En pandemia y en pospandemia.

Esto es: bienvenidas las distracciones, los pasatiempos, el humor, los memes, pero la cosa viene complicada.

Se trata no solo de “aguantar” hasta que se termine la cuarentena (9) (es más, después de la cuarentena vienen extraordinarios desafíos para el mundo todo), sino de seguir viviendo, en la cuarentena y pese a ella.

Seguir viviendo haciendo lo mejor posible de y por nuestras vidas y la de los demás.

Solidariamente.

               

               Dr. Miguel Angel de Boer

Comodoro Rivadavia, junio 6, 2020

               

(*) Ver en este link la 1ra Parte  https://lasbabasdelangel.blogspot.com/2020/03/algunas-consideraciones-para-el.html

(**) Como pueden ver escribí este artículo en junio del 2020. Como me parece que puede ser de interés, tal vez testimonial, es que lo hago público en este mes de febrero del 2022.

 

 

(1)     Lo cual tiene que ver, entre otros factores, con los cambios que se producen en el Ritmo Circadiano (que se vinculan a los relojes biológicos, que son los que regulan distintas funciones como el sueño, la alimentación, temperatura, secreción hormonal, etc.), que, sumado a la pérdida de la rutina que se tenía en la pre cuarentena (con alteraciones en los horarios de sueño, excesos de pantallas, alimentación irregular y demás), reforzó aún más la vivencia de irrealidad. De ahí que el refugio en los recuerdos, mirando álbumes de fotos, videos, retomando contactos mediante llamadas por voz o videollamadas con familiares y amigos, se convirtieron en modos de tolerar la angustia que nos fue generando.

(2)     Coincidente con la etapa de agotamiento debido al estrés crónico (ver primera parte) se van exacerbando  o produciendo recaídas de quienes tenían un padecimiento previo (entre los que se destacan los ataques de pánico o angustia y los episodios depresivos, descompensaciones en el caso de las psicosis, etc.). o bien en la aparición de síntomas en quienes venían sintiéndose estables, lo cual genera un gran desconcierto. “Ahora que puedo salir no tengo ganas”, “empecé a trabajar, pero me canso muchísimo”, son algunas de las frases que se escuchan de quienes ya vuelven a la flexibilización. “Estoy harto, de mal humor, duermo cada vez peor”, “ya no aguanto a los chicos”, de los que aún están en cuarentena absoluta. Los efectos se van manifestando a corto, mediano y largo plazo, y van mucho más allá de que sigan persistiendo o no las causas desencadenantes.

(3)     Cabe agregar que el confinamiento prolongado también puede exacerbar las tensiones y conflictos personales y familiares dado el predominio de los componentes endogámicos de los vínculos al producirse una retracción en el contacto social.

(4)     Algo que jamás imaginé que habría de vivir con motivo de la muerte de mi hijo Manuel en la ciudad de Córdoba el 11 de junio, es decir 5 días después de escribir este artículo. Recién hace muy pocos días fue autorizada la cremación de su cuerpo (agregado el 16-11-2020)

(5)     Como ocurre con quienes tienen menores recursos. Y no me refiero solo a lo socioeconómico, sino también a lo cognitivo y emocional y al apoyo familiar, comunitario y sanitario de que se dispone, que son indispensables.

(6)     Y aun cuando muchos conservan sus trabajos o pueden ir recobrando sus actividades, lejos está de que esto implique una “recuperación” tal cual era AC. (Antes de la Cuarentena, al decir de Alfredo Grande)

(7)     Temas que estoy desarrollando en: https://www.facebook.com/migueladeboer/?ref=aymt_homepage_panel&eid=ARARRZWLJNhxUEQDDbh0OCdRgKuV1XrwmmbTkZgtk5C9AmDD1vQzK2DcnczV0awT19Dgl0IMP-SF_qda

(8)     De acuerdo a los datos de que se dispone (si bien no hay estadísticas precisas) tanto los intentos como los suicidios consumados han ido aumentando desde el comienzo de la pandemia, tanto en jóvenes como en adultos, sea por su vulnerabilidad o limitación de recursos emocionales o cognitivos sea debido a patologías previas (depresiones complicadas, pacientes duales – psicosis y uso problemático de sustancias, demencias, etc.), o por dificultades o pérdida de recursos económicos.

(9)     Que según se observa en el mundo irá concluyendo en la medida en que deje ser tolerable para la población, más que vinculada directamente al fin de la pandemia o la aparición de una vacuna.

               

               

sábado, 24 de agosto de 2019

La desocupación (algunas de sus consecuencias)


  
5 Historias 5: Un hombre, una mujer, un joven, una anciana y un niño.

1-      Un hombre.

- Tengo una duda tremenda debido a un ofrecimiento que me hicieron...y bueno...quisiera saber que pensás. Resulta que tengo la posibilidad de vender drogas. Tengo que juntar una suma equis de dinero y si la vendo ganaría como diez veces más, un negocio. Pero no sé ...yo nunca anduve en esas y tengo miedo que me pase algo.
- Pero además, por lo que yo sé, siempre fuiste un tipo honesto y tenés un criterio ético acerca de ese tipo de cosas.
- Por eso quería hablarlo con vos, aunque sabía que me ibas a decir eso. Pero vos sabés, me estoy por quedar sin trabajo...me estoy volviendo loco... ¿Qué va a ser de mis hijos?... Si ya la plata no me alcanza…
- Me doy cuenta que la situación es muy difícil, pero también vas a tener que pensar que va a ser de tus hijos si te convertís en un delincuente.
- Yo...creo que no lo voy a hacer pero estoy desesperado...No quiero ser un mal padre...pero no sé que voy a hacer si me quedo sin trabajo...estoy muy mal...

2-      Una mujer

- Todo este tiempo que dejé de verlo anduve muy bien doctor, con algunas dificultades pero pude salir adelante hasta ahora, por eso vine a consultarlo. Ud. sabe que soy una mujer honesta que a pesar de todo hice lo mejor por mi familia. Mis hijos se han criado bien dentro de todo y les brindé cariño y atención, son excelentes personas. Pero ahora...las cosas así ...no puedo quedarme sin hacer nada...
- Supongo que se refiere a la situación económica
- Sí, no sólo que no mejoró, estamos cada vez peor. Nos ayudan mis padres que ya están jubilados... imagínese... Bueno por eso quería consultarlo...esto que le voy a decir no lo puedo hablar con nadie. Mire...siento mucha vergüenza por lo que estoy por hacer, pero ya no nos alcanza para vivir .Uno de mis hijos está estudiando en la Universidad y si seguimos así se va a tener que volver.
- ¿Qué piensa hacer?
- Soy una mujer atractiva todavía...bueno...me han ofrecido dinero...
- ¿Está ejerciendo la prostitución?
- (llorando) ...pensar que siempre me jacté de mi moral, soy cristiana. Nunca fui una mala mujer...
- Lo sé. Pero muchas personas sienten que el hambre y la falta de recursos es algo peor, más aún si tienen hijos.
- Ud. no debe estar de acuerdo que haga algo así. Por favor no me juzgue, sólo quiero que me escuche...

3- Un joven

- Estoy mejor, menos deprimido. Por lo menos duermo mejor y no tengo ganas de matarme. Ahora tengo que ver como hago para irme de mi casa, porque así no puedo estudiar, no puedo hacer nada.
- Contame.
- Es un quilombo. Mi vieja se la pasa llorando todo el día, se levanta para hacer de comer y se vuelve a acostar. Mi hermano más chico no estudia, va al colegio cuando quiere, no la da bola a nadie. Yo creo que debe andar en la falopa o algo de eso. Vuelve a la hora que se le canta, trata de no estar nunca en casa.
- ¿Y tu papá?
- ¿Mi viejo?... un desastre. Anda de un lado para otro. Dice que se va a arreglar todo, que hay que tener paciencia. Es un boludo, siempre fue un boludo, un fracasado. A mí no me va a pasar lo mismo...
En casa no lo bancamos. No existe. El otro día no sé que me dijo y le pegué un empujón...si se hacía el pesado le metía una piña. Lo odio.
- Pero ¿Desde cuándo están así las cosas? No creo que haya sido siempre así...
- No... no fue siempre así... Se despelotó todo después del retiro... tuvo un preinfarto o no sé qué en el corazón y quedó hecho un pelotudo... Además se le dio por chupar...es un imbécil...
- ¿Qué retiro?
- ¿No te conté? Pidió el retiro en la empresa... Bueno ...antes de eso ya andaba medio loco...pero después en mi casa se fue todo a la mierda...Yo me tengo que ir lo antes posible de ahí... si no voy a matar a alguien o voy a terminar amasijándome... No me quiero volver a deprimir....

3-      Una anciana

- He vivido muchas cosas... Sobreviví a tantas cosas terribles... y ahora que soy una vieja tengo que pasar por todo esto...La vida así...mejor morir...
- A pesar de todo la veo mejor.
- Sí estoy mejor. Ahora no sufro tanto. Pero eso quería decirle...no quiero seguir sufriendo... ¿a ud no le parece que tengo derecho?
- Por supuesto.
- Por eso...como no me queda más plata este mes ya tomé una decisión...
- ¿Cuál?
- ¿Vio que yo tengo que tomar los remedios por mi problema cardíaco?....bueno... en mi casa ya no tenemos plata, así que voy a comprar nada más que los remedios para la depresión ...prefiero morir del corazón que estar como estaba... no quiero seguir sufriendo.... ud. me entiende doctor ¿no?...

5- Un niño
- En mi casa dicen que estoy enfermo...y que soy malo porque no estudio y no hago caso...Siempre hago alguna macana...yo pienso que tienen razón...Es que no sé que hacer y entonces rompo algo o los hago enojar...
-¿A quiénes?
- A mi papá, a mi mamá ... a todos...Pero a mi también me joden. Todos me pegan...por cualquier cosa...como tengo fuerza me agarran entre todos y me pegan...
- ¿Cómo... entre todos?
- Sí, me agarra mi hermana y mi mamá y viene mi papá y me pega... Mire como tengo...aquí me pegó ( muestra una marca en la espalda).... A veces mi papá le pega a mi mamá y ella me pega a mí...
- ¿Y vos que hacés?
- Nada... ya no lloro... pero estoy esperando a ser grande... Ya me voy a vengar...
- ¿Y qué les pasa que están así?
- No sé... antes no pasaba...cuando mi papá tenía el otro trabajo... Ahora se va a la seis de la mañana y vuelve como a las diez de la noche... y mi mamá también tiene que trabajar...Yo estoy solo todo el día...Y los fines de semana mi papá duerme todo el día... En el trabajo le dicen que si no le gusta que se vaya...A mí me da lástima (llora)... él antes era bueno... ahora anda siempre enojado... y siempre nos está diciendo a todos: al que no le gusta ya sabe lo que puede hacer...y nos muestra la puerta... Antes nos asustábamos...ahora no le damos bolilla total después se le pasa... A mí me tiene podrido que me peguen...pero a lo mejor es porque estoy enfermo y soy malo...

Cinco 5 historias (¿ficticias?) que tienen un nexo común: la desocupación y el temor a la miseria atravesando impiadosamente la vida de tantos seres humanos.
Cualquier semejanza con un hecho real es pura coincidencia

Dr. Miguel Angel de Boer



"LA DESOCUPACION: ALGUNAS DE SUS CONSECUENCIAS"

I- Breve introducción.

Los años venideros darán cuenta de si el cambio que se está viviendo en el mundo corresponde al colapso de la modernidad, o es un proceso del cual emergerá una instancia superadora de la misma.
Lo cierto es que nuevas condiciones políticas, económicas y tecnológicas han modificado a la sociedad de un modo impensable en cuanto a su magnitud y vertiginosidad.
La globalización de la economía con el consiguiente desdibujamiento territorial, es decir la transnacionalización; la aceleración del cambio tecnológico con el auge de la informática y su impacto en la comunicación; el predominio de la racionalidad del mercado en desmedro de la intervención del Estado como mediador de los distintos intereses sectoriales ( privatización) ; la descentralización del ser humano como sujeto prioritario del acontecer histórico; han condicionado una situación de precariedad en la vida cotidiana que se patentiza en una cada vez más aguda fragmentación social, con impactos múltiples a distintos niveles.
El culto al consumismo, la oferta ilimitada de la diversidad ("el imperio de lo efímero", donde todo lo que aparece ya es obsoleto), la pérdida de hegemonía del saber y el conocimiento, la transformación de los roles familiares y sociales, la modificación de las costumbres, están produciendo un cambio en la percepción de la realidad tal cual era captada hasta hace muy poco tiempo.
La sociedad pareciera estar decidida a mostrarse en toda su desnudez, tanto en su capacidad de desarrollo y evolución, como en el grado de injusticia e inequidad a la cual está dispuesta en función de la lógica del rendimiento.
Nunca se ha puesto tan en evidencia la ilimitada inteligencia del ser humano, como nunca se expusieron de un modo tan desenmascarado las desigualdades y las miserias.
Todo lo cual conlleva una vivencia de incertidumbre que derrumba los sentimientos de seguridad, vulnera los proyectos colectivos, dejando inerme a la gran mayoría ante una realidad cada vez más compleja, donde las expectativas se ven frustradas permanentemente, generando la pérdida de referentes indispensables para la cohesión individual y social con la consiguiente desorientación y confusión.
Ya nada es como era, y lo que es va cambiando permanentemente. La realidad se ha hecho más irreal en algún sentido y mucho más real (hiperreal) en otro. Todo es posible y todo es imposible. Se ha anunciado que sería posible superar la velocidad de la luz. Podemos presenciar cualquier acontecimiento que ocurre en cualquier lugar del mundo al instante, a la vez que no sabemos qu{e va a ser de nuestras vidas la semana próxima. El mundo se encuentra al alcance de todos (¿de todos?) aunque a muchos ya no les "alcance" el dinero para comer. Los llamados "chicos de la calle" manejan con habilidad juegos electrónicos que la mayoría de los adultos sienten como inaccesibles, y es de esperar que muy pronto se difundan a nivel masivo los juegos de realidad virtual. En muy poco tiempo los mecánicos que no conozcan computación no sabrán que hacer con los vehículos que salen al mercado. Los jóvenes no saben qué estudios seguir (los que pueden) porque las posibilidades de sobrevivencia a través de una profesión se ven acotadas. Ser comerciante o empresario no garantiza un futuro de bienestar económico. Las profesiones liberales no son reaseguro de nada. Las relaciones de dependencia tampoco.
Los pocos beneficiados ostentan sus privilegios sin ningún pudor, y los marginados comienzan a exteriorizar su malestar de múltiples maneras.
La democracia como sistema de gobierno parece haberse fortalecido. La dificultad radica en qué hacer con ella, para poder articular un proyecto que beneficie a la sociedad, esto es: que el crecimiento económico no se produzca a expensas de la justicia social.
Y dentro de los múltiples problemas que se deben resolver, se destaca una nefasta consecuencia de los cambios que se están produciendo y que se ha transformado en un emergente social que se agrava día a día: la desocupación.

II- Algunas precisiones.

El ser humano no adquiere su condición de tal únicamente por su condición biológica. Esto es: el cuerpo anatómico se humaniza en tanto adquiere una identidad, la cual se construye a través de (y lo enraíza en) la cultura. Y en ese recorrido de lo biológico a lo social deviene como un ser trascendente con conciencia de si mismo y para los demás.
De modo que el lugar que ocupa una persona en el medio social al que pertenece, es un elemento determinante de su constitución como tal, en tanto factor de sostén y de integración, sin el cual queda marginado y excluido como actor o agente social, queda desarraigado.
Un des-ocupado es alguien que ha dejado de ocupar su lugar. Lo ha perdido. Perdiendo no sólo un marco de referencia temporo-espacial, sino los atributos inherentes al mismo, tanto desde el punto de vista subjetivo (para sí mismo) como en relación a su contexto. Existimos en tanto seres vivos, pero somos en la medida que podemos expresar y desarrollar socialmente nuestra personalidad. En este sentido ser un desocupado equivale a un ser-a-medias o a un no-ser (en tanto vivencia de incompletud).
Es decir que el trabajo no sólo sirve para hacer dinero (hay muchos otros modos de poder lograrlo), sino que brinda la posibilidad de orientar los componentes vitales hacia fines sociales (entre ellos las pulsiones agresivas). Y con esto no me estoy refiriendo al trabajo en sí mismo, sino a aquel que contempla las necesidades y las capacidades, es decir al trabajo digno y no al que suele enmascarar las más crueles formas de explotación y denigración humanas o al que se utiliza para ocultar lo que en realidad no es sino parasitismo y corrupción.
De modo que quedar desocupado implica quedar afuera, al margen de las posibilidades, no sólo del progreso o la mera sobrevivencia, sino de la inserción social misma, en la medida en que la improductividad - en una sociedad que hace de la eficiencia y la capacidad de consumo valores de reconocimiento- estigmatiza (señala) a quien no trabaja como alguien que ha "fallado" en cuanto a responder a los mandatos que esta misma sociedad le ha impuesto, y que están interiorizados en tanto mandatos culturales.
Esto significa que todo aquél que ha perdido su fuente laboral vive tal situación como un fracaso personal (por más que la misma sea producto de un proceso socio-económico), generándose numerosos conflictos que se expresan a nivel individual, familiar y social.

III- Consecuencias

A la luz de la experiencia que hemos tenido oportunidad de vivir hasta el momento se pueden considerar tres etapas (a los fines descriptivos) respecto a la desocupación:
l) la amenaza de quedar desocupado 2) el momento en que se produce la desocupación y 3) la situación de ser un desocupado.

l) La amenaza

Esta etapa - que hoy por hoy vive la mayoría de la población- se caracteriza por una serie de mecanismos que entran en juego con la finalidad de atemperar o conjurar la idea de que tal situación pueda llegar a producirse.
Las fantasías tienen un carácter mágico y su sustrato común es la idea de que "a mí no me va a pasar" o "a mí no me puede pasar". Racionalizaciones tales como: "con los años que llevo no creo que me despidan", " soy joven pero efectivo", van adecuándose según la situación de peligro va avanzando (despido de compañeros de trabajo, anuncio de reestructuraciones, etc.). En el caso de las empresas estatales (como YPF) el conjuro estaba sustentado en hechos como la supuesta seguridad que brindaban ciertos cargos jerárquicos o el "manejo de la información" que circulaba a través de una intensa y confusa campaña de rumores; argumentos emocionales tales como: "con todo lo que le dí a la empresa no me puede hacer esto" o francamente místicos: "no he hecho nada para que Dios me castigue de esa manera".
Los intentos de negar o desmentir la posibilidad del desempleo se van tornando con el tiempo cada vez más ineficaces, lo cual se pone de manifiesto en un incremento constante de la ansiedad, trastornos del humor, dificultades a nivel familiar con un bajo nivel de tolerancia y aumento de la agresión, incremento del consumo de alcohol y/o psicofármacos, con un paulatino estado depresivo (cansancio, pérdida de interés, dificultades de memoria y concentración, trastornos del sueño, etc, acompañado por lo general de fantasías catastróficas), donde no son infrecuentes los ataques de pánico (súbito temor a morir acompañado por sensaciones que semejan una crisis cardíaca, con mareos, palpitaciones, etc), diversas manifestaciones psicosomáticas ( hipertensión. gastritis, asma, problemas de piel) y afecciones compatibles con un elevado nivel de estrés tales como las crisis hipertensivas, los infartos y los accidentes cerebro-vasculares. Desórdenes todos compatibles con la sobreadaptación a la que se debe hacer frente.
La situación repercute a nivel familiar con las consecuentes dificultades de pareja (disputas de diversa índole, disfunciones sexuales, etc.) y diversos trastornos en los hijos: de conducta, de aprendizaje, alimentarios, psicosomáticos, etc. (los niños y los adolescentes por su vulnerabilidad suelen ser los primeros en acusar el impacto).
En el caso de las personas que no están en relación de dependencia las consecuencias no son muy distintas, salvo el desasosiego debido a la carga que implica la autonomía y la consiguiente autoresponsabilidad en los resultados de la posible catástrofe.

2) El despido.

Es vivenciado en un primer momento como el fin de una larga agonía, con el consiguiente alivio inicial respecto de una situación psicológicamente insoportable. "Ya voy a ver qu{e hago", " ya no aguantaba más" son algunas de las expresiones más frecuentes. Vivencias de este tipo aceleraron la decisión de muchos (sumado a la intensa presión psicológica a la que se vieron expuestos) a aceptar los retiros "voluntarios", como modo de acelerar el cese del sufrimiento. El alivio suele ir acompañado de cierta euforia (contracara de la depresión subyacente) respecto a las posibilidades de hacer algo "distinto", que se expresa en ideas como: "voy a trabajar por mi cuenta", "al fin y al cabo el trabajo ya me tenía podrido, "ya no voy a tener que bancar más a los del laburo", "con las relaciones que tengo, seguro que algo consigo", etc.
Alivio y euforia que luego van cediendo ante las dificultades que se van presentando para lograr los objetivos propuestos, con lo que la esperanza va disolviéndose para dar lugar a sentimientos de impotencia, de autodesvalorización, en fin, de intensa frustración y desasosiego.
En general el grupo de pertenencia (familia, pareja) - que un comienzo actúa solidariamente - va reaccionando frente a la nueva situación con actitudes de reproche y resentimiento hacia el desocupado, produciéndose una disgregación en los vínculos de cohesión, lo cual produce un reforzamiento del sentimiento de marginación. El tiempo ocioso forzado, con los consiguientes cambios en los ritmos cotidianos, son fuente de fricciones que van incrementándose con el tiempo, modificándose sustancialmente la valoración del rol que desempeñaba en el grupo familiar quien era - hasta ese momento- la base del sustento económico del mismo. Lo cual acrecienta el temor y la sensación de peligro del desocupado, puesto que a la marginación laboral se suma la marginación en el seno de la familia, es decir, se instala la amenaza de la pérdida del soporte y continente afectivo y emocional.
En esta etapa suelen aparecer en forma súbita - o se acentúan - las patologías enumeradas en la etapa anterior, destacándose la intensificación de la violencia, los conflictos de pareja (separaciones), los desórdenes en los hijos (quienes comienzan a descalificar al desocupado, quien es visualizado - ahora - como el responsable de la frustración de sus necesidades y de su desprotección). Los estados depresivos se instalan en toda su magnitud, del mismo modo que el uso de distintas sustancias, como modo de evadir tan penosas circunstancias.
En definitiva, la sensación de aislamiento es cada vez mayor, y al empobrecimiento económico se suma el empobrecimiento de la propia identidad, la cual se ve convulsionada por una verdadera crisis.

3) El post-despido.

Paulatinamente tanto el desocupado como el grupo familiar, van adecuándose a la situación, es decir, toman plena conciencia de su estado y sus consecuencias, frente al cual dos son las actitudes que se adoptan más frecuentemente:
a) La reorientación del grupo: con el reordenamiento de los roles, la intensificación de la solidaridad entre los miembros, la búsqueda de readaptación creativa a través del diálogo y el rescate de los lazos afectivos. En muchos casos se produce una ampliación de los vínculos en la red familiar (búsqueda de apoyo en parientes), como asimismo en el ámbito social de pertenencia (asociaciones, vecinos, etc.). En definitiva, se opta por el acercamiento y la confraternidad como modo de atemperar el impacto, lo cual se expresa a través de una participación social y cultural con predominio de los sentimientos de solidaridad y cooperación. Esta actitud posibilita una resignificación que abre las puertas a la búsqueda de alternativas de solución tanto individuales como colectivas (ó mejor dicho: donde los intereses colectivos no se viven como opuestos a los intereses individuales), por lo que ni el desocupado ni el grupo familiar quedan aislados de su entorno, lo cual permite la transmisión y el uso de la experiencia (y cultura) acumulada.
b) La cronificación del desajuste y el deterioro: en cuyo caso predominan la dispersión familiar, la resignación paralizante, el individualismo (cada uno se "arregla por su cuenta"), cuando no directamente la destructividad en sus manifestaciones más primitivas. La violencia, el desapego y la renuncia a las responsabilidades, generan situaciones que suelen ser irreversibles: tal el caso del suicidio, la agresión física descontrolada o el abandono de los más débiles (enfermos, niños y ancianos). La confusión gana terreno produciéndose una verdadera pérdida del sentido de realidad. La frustración y la agresión se suelen expresar en esta etapa a través de diversas patologías tanto a nivel psicológico como somático (los desórdenes de estrés post-traumático, las enfermedades cardiovasculares y psicosomáticas, los trastornos de ansiedad, la depresión, el cáncer, se ven incrementados), con lo cual se agrava aún más la situación económica, favoreciendo la aparición de conductas antisociales o delictivas.
Con la vivencia de que "no hay nada que hacer", de que "todo está perdido" y de que "ya nada importa", la agresión desborda el ámbito familiar para trasladarse al ámbito social (cualquier motivo se torna válido para expresar la violencia contenida).
La pérdida absoluta de expectativas, la desesperanza y el escepticismo socavan el psiquismo, naturalizándose así conductas denigratorias de la condición humana con la transgresión de las más elementales pautas de convivencia.
Todos están dispuestos a cualquier cosa con tal de "zafar", tanto del hostigamiento externo como del desequilibrio interno, "huida" que - por imposible - produce situaciones cada vez más complejas.

IV- Conclusiones.
De modo alguno he pretendido agotar con el presente las innumerables consecuencias de un problema tan complejo como es el de la desocupación. Trabajo que compete al ámbito de distintas disciplinas e investigadores. Mas no por complejo debemos eludir su reconocimiento y los modos de poder resolverlo.
No comparto el concepto de que se trata de un flagelo, pretendiendo con este eufemismo simplificar las causas que lo promueven. La economía de mercado - tal cual se ha implementado hasta el momento - ha traído aparejado una progresiva exclusión social, donde los "beneficiados" son cada vez menos. En la medida que no se promuevan soluciones genuinas, los efectos seguirán produciéndose inexorablemente. Los estallidos sociales que se presentan cada vez con mayor frecuencia son prueba de ello.
El asedio de la miseria y la pobreza generan un sentimiento de orfandad y de incertidumbre que llevan a la desesperación y al desdibujamiento de las expectativas. Se han globalizado la desilusión y el desencanto.
La exaltación de la ecuación costo-beneficio en desmedro de las necesidades de distintos sectores sociales vulnera los lazos de pertenencia y fractura los bases de arraigo a la comunidad.
La fragmentación familiar y la atomización social son el campo fértil para el surgimiento de la violencia en sus distintas manifestaciones. (hasta no sería improbable un resurgimiento de cuño mesiánico que pretenda "cambiar "el curso de la historia )
La deserción del Estado en su función de mediador para el logro del bien común ( que se patentiza en su desentendimiento en ámbitos como la salud y la educación) en conjunción con la reconversión que afronta el sector privado, sigue posibilitando la inequidad y la desigualdad de oportunidades, con el agravante de la declinación de valores éticos y morales sustentados en el afán de lucro y de poder, o en pos de la mera subsistencia (empleados "noquis", funcionarios supernumerarios, élites a nivel dirigencial estudiantil y académico en las Universidades haciendo su negocio particular, es decir: burocracia administrativa, política y pedagógica, que contribuyen así a fortalecer la idea acerca de la ineficiencia y la incredibilidad en las instituciones estatales, etc).(·)
La complejización de la realidad incrementa la vivencia de imprevisibilidad frente a la cual no caben soluciones simples. En ese sentido el problema de la desocupación afecta al conjunto de la sociedad y la única salida posible estará dada por la conjunción de esfuerzos de la sociedad en su conjunto.
Cabe señalar que entiendo que no es la desocupación el factor único y excluyente de todos los efectos que he señalado en el presente trabajo (puesto que cualquier patología es consecuencia de múltiples factores, y no toda persona que atraviesa esta situación necesariamente ha de enfermarse), pero es indudablemente en este momento, el más relevante. Con esto quiero significar que no sólo generando fuentes de trabajo es que se va a mejorar linealmente la salud mental de la población, pero sin lugar a dudas contribuirá a acrecentar la misma de un modo notable.

Dr. Miguel Angel de Boer
Comodoro Rivadavia, Agosto 1995
(·) El Ministro de Economía (Domingo Cavallo) acaba de reconocer públicamente la existencia de bolsones de corrupción a distintos niveles gubernamentales ( "mafias").

(·) Seleccionado como el mejor Trabajo Libre presentado en las II Jornadas Atlánticas de Psiquiatría, organizado por la Sociedad de Psiquiatría y Psicología Médica de Mar del Plata y la Sociedad de Psiquiatría de La Plata, realizadas entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre de 1996.


lunes, 20 de agosto de 2018

El dolor de ya no ser (*)

«La incertidumbre de todo
en la certeza de la nada.»
Drummond de Andrade.

Es imposible desmentir el inexorable período de cambio que estamos atravesando. Lo que en algún momento fue una mera información intelectual («estamos en crisis»), se ha convertido en una vivencia cotidiana. Vivencia de angustia y desamparo ante la imprevisibilidad de un futuro desconocido.
Angustia. Miedo. Pánico.
La angustia se expresa subjetivamente como un sentimiento de desazón interior vago y difuso, de incertidumbre y desvalimiento, profundamente displacentero. Irrumpe desde la intimidad y suele manifestarse con síntomas somáticos variados: ahogos, palpitaciones, opresión, espasmos gastrointestinales, náuseas, diarrea, temblores, cefaleas, vértigo, etc.
Su exteriorización indirecta se traduce en trastornos del humor con irritabilidad, intolerancia, hostilidad o agresión, dificultando las relaciones interpersonales. No son infrecuentes las perturbaciones de la alimentación, del sueño y las disfunciones sexuales. Afecta, entonces, algunas o todas las áreas de la personalidad de quien la padece, dependiendo de su grado de intensidad y de su transitoriedad o permanencia.
Se suele distinguir la angustia real o miedo -producto de la reacción ante un peligro conocido- de la angustia motivada por conflictos internos inconscientes.
El pánico es un estado de angustia que desborda las defensas y por ende, la capacidad de respuesta. Conduce a la desesperación por cuanto se vive como una amenaza de aniquilación de la identidad (con un temor a todo, fundamentalmente a la muerte o a la locura).
Angustia social.
Los factores que intervienen en la producción de un estado de angustia son de distinta índole: biológicos, psicológicos, culturales. Son inherentes a la existencia humana misma.
Uno de esos elementos, de fundamental importancia, es el socioeconómico, pues hace al lugar que cada persona ocupa en la sociedad y a sus expectativas de vida (status). Ejemplo de ello, son los dos brotes hiperinflacionarios padecidos, que condujeron a una angustia generalizada (recordar los asaltos a los supermercados).
Angustia «recesiva»
La recesión (paralización o semiparalización de las actividades productivas) es una experiencia inédita. A diferencia de la hiperinflación, «no se ve pero se siente», se instala subrepticiamente, se palpa por sus efectos. Razón por la cual genera una sensación de catástrofe, pues ocasiona una verdadera confusión mental que impide diferenciar la angustia personal (lo que es propio de cada uno) de aquello que obedece a un peligro real (el impacto recesivo). Y esta confusión acrecienta aún más el sentimiento de indefensión, al menoscabar la capacidad de evaluar la realidad y de actuar frente a ella (pues ya no sólo se trata de «no saber a dónde vamos a parar» sino de «ignorar dónde estamos parados»).
La reactivación.
Es lo que todos estamos esperando, a pesar de que es incierto que se produzca a corto plazo. En tanto, qué dudas caben: es inevitable el mentado «costo social». Este pareciera traducirse en la deshumanización del progreso en detrimento de la justicia y la solidaridad, con sus consecuencias psicológicas. En definitiva: un lamentable costo mental. La historia nos dirá si se justifica.

Miguel Angel de Boer


(*) Publicado en “Desarraigo y depresión en Comodoro Rivadavia (y otros textos). 3ra. Edición “Vela al viento. Ediciones patagónicas¨. 2011. El artículo fue publicado por primera vez en Diario Patagónico en los años 90¨.