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martes, 11 de noviembre de 2025

The Tolkien Ensemble - AN EVENING IN RIVENDELL


1. Verse of the Rings (4:06)
2. The Old Walking Song, The Road... (4:58)
3. Tom Bombadil's Song, Hey Dol! Merry Dol! (5:40)
4. There Is an Inn, a Merry Old Inn... (4:58)
5. Song of Beren and Luthien (7:59)
6. Galadriel's Song of Eldamar, I Sang of Leaves (6:23)
7. Elven Hymn to Elbereth Gilthoniel, Snow White! Snow White! (5:31)
8. The Ent and the Ent-wife (7:45)
9. Sam's Rhyme of the Troll (5:19)
10. Galadriel's Song of Eldamar, Ai! Laurië lantar... (6:10)
11. Sam's Song in the Orc-tower (5:20)
12. The Old Walking Song, the Road... Reprise (2:41)

Uno de mis fenómenos literarios favoritos, y creo que también uno de los más queridos de la cultura popular, es el conjunto de obras del autor inglés J.R.R. Tolkien sobre la Tierra Media. Ni que decir tiene que el fenómeno de El señor de los anillos ha ido mucho más allá de lo literario a partir de la fiebre suscitada hace ya casi un cuarto de siglo por el estreno de la trilogía cinematográfica. Es un mundillo que me encanta, que me llena, y por eso intento traer por aquí de vez en cuando alguna de las numerosísimas obras musicales relacionadas con el vasto "legendarium" que constituye toda esta mitología moderna.

Lo cierto es que el universo de la Tierra Media fue durante muchos años, y para mucha gente, una afición de culto. No es que hubiese de qué avergonzarse por leer fantasía (Tolkien fue candidato al Nobel), pero todos sabemos que el seguimiento de esta clase de material se ha asociado habitualmente con la cultura friki, los juegos de rol o a la pura evasión psicodélica, por no hablar de músicas fuera del circuito de la radio comercial. Existe, de hecho, toda una constelación de grupos de rock duro (metal, sobre todo) que han tirado de la inspiración Tolkiana para su música y sus letras. Todo tan estupendo como nos quiera parecer, pero indudablemente minoritario. Aunque el propio profesor llegó a grabar en su día un disco recitando -y hasta cantando- algunos de los poemas contenidos en sus libros, nunca hubo un intento tan riguroso como el de The Tolkien Ensemble que aquí nos ocupa por grabar todos los poemas y canciones contenidos en El señor de los anillos, que no son pocos. En total, llegaron a registrar cuatro álbumes, el primero de los cuales, de 1997, es anterior incluso al inicio de la producción de las películas, momento en el que el "fandom" se volvió poco menos que universal.

 
Galadriel's Song of Eldamar

La influencia de Tolkien abarca desde Led Zeppelin hasta Enya, pasando por la música clásica académica, el jazz de vanguardia y el rock progresivo. No obstante, lo que hace tan interesante el álbum que tenemos entre manos es que está ideado para responder precisamente a lo que promete su título: un atardecer en Rivendell. Rivendell es un refugio para el pueblo de los elfos que aparece tanto en El hobbit como en El señor de los anillos. Es la residencia del sabio Elrond y su corte, una casa de exquisita arquitectura al pie de las montañas, en un valle repleto de riachuelos y cascadas. Es también un bastión de las artes, y en sus salones se compone y se interpreta música, se canta y se recitan poemas a diario. Este Ensemble nos ofrece con coherencia la clase de música que podríamos escuchar si estuviésemos de paso en Rivendell, interpretada por un pequeño conjunto que utiliza instrumentos sencillos y tradicionales. Está a caballo entre el folk y la música de cámara, sin arreglos épicos y sin recurrir gratuitamente a socorridas sonoridades new age.

 
The Tolkien Ensemble (de su web oficial)

The Tolkien Ensemble es un conjunto danés fundado en Copenhague en 1995 que tiene como líderes y compositores principales a Peter Hall (guitarra, armónica y flauta irlandesa) y a Caspar Reiff (guitarra), que había sido alumno del anterior. Destacan también la voz solista de Signe Asmussen, el acordeón de Oyvind Ougaard, el contrabajo de Katja Nielssen y el violín de Morten Ryelund Sorensen. Su debut en concierto se produjo en 1996, en el castillo de Gjorslev, tras el cual realizaron esta primera grabación suya de obras de Tolkien. En An Evening in Rivendell intervienen, además de otros músicos, varios vocalistas que hacen el papel de personajes como Aragorn, Bilbo Bolsón, Gildor y Baya de Oro, todos interpretando las mismas canciones que cantan en el libro. Cuentan con el beneplácito de las editoriales que han publicado las obras de Tolkien, así como con el visto bueno de los herederos del autor, que se han dejado ver en alguno de sus conciertos. Una aliada de lujo de este conjunto musical es la reina Margarita II de Dinamarca, que aporta la ilustración de la portada en este trabajo y que continuó aportando material de su colección personal, creado cuando era princesa heredera, para posteriores álbumes.

 
Tom Bombadil's Song

La sensación que queda al escuchar el álbum al completo es que hay dos tipos de canciones bastante diferenciadas: algunas de corte rústico, popular, con sabor a cancionero medieval; y otras con un carácter más elevado, más etéreo, en este caso un poco más propias de un contexto fantástico, y que en algún momento (por ejemplo, en el tema de Eldamar cantado por la reina élfica Galadriel) parece entrar en un campo parecido a aquel en el que se mueven algunos fragmentos de las posteriores BSOs de Howard Shore. El contraste es notable, pero el propio libro establece bien ambos tipos de canción, condicionados por el intérprete y el contexto. Y de ambos tipos se canta en Rivendell, al fin y al cabo.

Portadas alternativas

Posteriormente, saldrían a la venta A Night in Rivendell (2000), At Dawn in Rivendell (2002) y Leaving Rivendell (2005), que completan el conjunto de poemas y canciones de El señor de los anillos y que en alguna ocasión se han publicado en un solo pack. En los dos últimos discos mencionados, ya a rebufo del éxito de las películas de Peter Jackson, contaron con la intervención del actor Christopher Lee y realizaron una gira en la que reinterpretaban pasajes compuestos por Howard Shore mezclados con sus propias versiones del poemario.

jueves, 27 de marzo de 2025

Madredeus - O PARAÍSO


1. Haja o que Houver (4:30)
2. Os Dias são à Noite (4:31)
3. A Tempestade (5:14)
4. A Andorinha da Primavera (3:04)
5. Claridade (5:25)
6. A Praia do Mar (6:25)
7. O Fim da Estrada (3:53)
8. Agora (9:23)
9. À Margem (4:43)
10. Carta para Ti (3:49)
11. Coisas Pequenas (5:25)
12. Não Muito Distante (4:10)
13. O Sonho (5:07)
14. O Paraíso (6:49)

El subtítulo del álbum O Paraíso (1997) no deja mucho lugar a la duda: 14 canciones. Es esto y nada más que explicar, entre otras cosas porque es probable que los componentes de Madredeus no tuviesen mayores ambiciones que las de componer canciones. Buenas canciones, me explico, con su estilo característico y todo eso, pero canciones al fin y al cabo. No conozco mucho de su trayectoria posterior, pero difícilmente se diría que, cuando salió a la venta el álbum que nos ocupa, los de Madredeus se habían vuelto vanidosos. Porque el éxito y los agasajos no les faltaban.

Madredeus en 1997.

Madredeus, pese a ser una banda con un estilo en teoría muy localista (portugués), logró hacerse con un espacio muy importante en todo lo que fue el auge mainstream de la constelación new age a finales de los años ochenta y principios de los noventa del siglo pasado. Quizá porque la "saudade", siendo un concepto difícil de traducir, sin embargo es bastante fácil de comprender, su sonido se nos antojó universal, prácticamente una de tantas propuestas de world music como también entonces había. Tranquilidad, bienestar, placeres sencillos y un puntillo de melancolía no del todo definido. Lo que hacían no era exactamente fado, dicho por ellos, sino una especie de amalgama de matices de la tradición musical popular portuguesa. No era new age, desde luego, pero sí que podía tocar al mismo tiempo esa fibra espiritual y al final era común que apareciese alguna canción suya en los muchísimos recopilatorios de nuevas músicas de aquellos años. 

 Haja o que Houver

O Paraíso llegó en uno de los momentos de más popularidad de la banda, después de un muy promocionado documental de Wim Wenders sobre Lisboa (Lisbon Story) para el que Madredeus aportó su banda sonora. También fue su primer álbum sin el teclista Rodrigo Leão, que se había marchado de la banda no mucho después de arrancar su carrera en solitario con Ave Mundi Luminar (1993). Llegaron a la formación dos nuevos miembros, Carlos Maria Trindade (sintetizadores) y Fernando Júdice (bajo acústico), y el grupo que había llegado a ser un sexteto pasó a ser un quinteto. Están ahí también el fundador Pedro Ayres Magalhães (guitarra acustica), José Peixoto (también guitarra acustica) y sobre todo la esencial Teresa Salgueiro. Su voz suave y expresiva aquí se recrea un poco más en lo lúdico que en otros discos anteriores, tiene un poco menos de carga dramática. La propia Salgueiro, según parece, intentaba dejar atrás su imagen como de joven viuda rural.

Supongo que el tema más conocido de O Paraíso es Haja o que Houver, pero todos los temas tienen un buen nivel. En general, el sonido del álbum evoca escenas más bien luminosas, optimistas si se quiere. El disco se grabó en Venecia (Ayres dijo que la ciudad italiana era "el destino ideal para la construcción de este nuevo barco en el que vamos a viajar"), en un espacio de tiempo relativamente corto y buscando aislarse un poco del bullicio, en un estudio no muy transitado. Teresa Salgueiro buscaba una conexión íntima con las canciones que la ayudasen a desarrollarlas con naturalidad, y el álbum en su conjunto irradia una sensación serena y agradable, de "paraíso". 

 O Paraíso

El álbum, de gran éxito internacional, fue considerado por muchos críticos como el mejor de Madredeus hasta aquel momento, y que el propio Pedro Ayres consideraba que O Paraíso quería ser desde su origen una demostración del estado de gracia del grupo, un momento dulce en el que todo funcionaba armónicamente en lo musical y en lo personal. Parece que, después, los seguidores se lo han pensado un poco y ponen algún otro trabajo por delante de este, pero desde luego yo recomendaría O Paraíso como un punto de partida perfecto para introducirse en la música de Madredeus.

sábado, 22 de junio de 2024

William Ackerman - IN SEARCH OF THE TURTLE'S NAVEL


1. The Pink Chiffon Tricycle Queen (5:32)
2. Ely (5:26)
3. Windham Mary (4:27)
4. Processional (3:43)
5. Second Great Tortion Bar Overland of West Townshend, Vermont, Jose Pepsi attending (2:33)
6. What the Buzzard Told Suzanne (4:33)
7. Barbara's Song (7:28)
8. Gazos (4:36)
9. Slow Motion Roast Beef Restautant Seduction (3:34)
10. Dance for the Death of a Bird (5:59)

El "guitar hero" de la new age, William Ackerman, debutó discográficamente con este In Search of the Turtle's Navel ("En busca del ombligo de la tortuga", 1976), que hoy es recordado también por ser el primer álbum editado por el sello independiente Windham Hill Records, fundado por el propio Ackerman para la ocasión. En realidad, y por extensión, muchos consideran que este álbum fue el primero del género new age propiamente dicho.

Una imagen de juventud de William Ackerman (de su propia web www.williamackerman.com/)

Tengo entendido que, en su momento, tuvo una repercusión discreta, entre otras cosas porque algunos críticos consideraron tediosa la idea de un álbum completo de guitarra solista... y sobre todo porque la tirada del álbum fue muy limitada. Se trató de un disco casero, autoeditado, y bajo esta premisa se puede considerar que es un trabajo con mucho mérito. Al parecer, William Ackerman era carpintero de barcos en Palo Alto (California) y tocaba la guitarra como hobby, a veces como acompañamiento a obras de teatro locales, pero casi siempre en reuniones de amigos. Los mismos amigos que organizaron un crowdfunding de la época para que se pudiese grabar y editar el disco.

The Pink Chiffon Tricycle Queen

Preguntas importantes que podrían surgir, una vez sabido todo lo anterior, es: ¿Y qué tiene de revolucionario un disco para guitarra? ¿Acaso no se habían grabado ya numerosos trabajos de guitarra solista en 1976? Evidentemente, sí. La diferencia es que aquí no estamos ante piezas de corte clásico, sino ante composiciones propias de Will Ackerman en las que, más que lucirse con la técnica (y lo hace en muchos momentos, desde luego), lo que más consigue es una interesante creación de atmósferas evocadoras, profundas, partiendo de melodías sencillas y sin muchas pretensiones. Cuando pensamos en música new age suele venirnos a la cabeza el típico ambiente más o menos relajante a base de sintetizadores, pero recordemos que sin salir de Windham Hill tenemos a otros grandes solistas acústicos como el pianista George Winston.

Barbara's Song

La mayor parte de los temas tiene un indiscutible sabor americano casi country (The Pink Chiffon Tricycle Queen, What the Buzzard Told Suzanne), y algunas piezas son más intimistas (ElyBarbara's Song, Gazos), pero el enfoque de todo el trabajo es de corte folk. Quizá se pueda decir que la segunda mitad es algo más relajada que la primera.

Portada de la primera versión del álbum.

Los coleccionistas podrán encontrar este álbum, por cierto, también bajo el título ligeramente distinto de The Search for the Turtle's Navel ("La búsqueda del ombligo de la tortuga"), aunque en todas las ediciones se repite la imagen de la hija de Ackerman, Elinor, muy pequeña. En aquella primera versión del disco, la difundida hasta 1979, se incluía un tema cantado que no está en las ediciones más actuales, Woman She Rides, con el que cerramos esta entrada.

Woman She Rides

jueves, 10 de marzo de 2022

Esa musiquilla en mi cabeza, capítulo 12: "BRIAN BORU'S MARCH"

Aunque el propósito de esta serie de entradas suele ser el de certificar la autoría de algunas melodías que nos suenan pero nos resultan esquivas, en esta ocasión nos vamos a decantar por un tema tradicional y anónimo que ha sido insistentemente versionado. Cuanto más lo escuchas, más seguro estás de haberlo escuchado antes, aunque quizá la primera vez no lo parezca.

Brian Boru, rey de Irlanda.

Entre la Historia y la leyenda, las hazañas del héroe guerrero irlandés Brian Boru se sitúan entre los siglos X y XI de nuestra era. Brian Boru no solamente logró (probablemente) expulsar a los vikingos de Irlanda, sino que fue rey supremo de una isla unificada y fundó su propia dinastía, la de los O'Brien. Cuenta la tradición que el tema que nos ocupa, la Marcha de Brian Boru, era interpretada cada vez que el rey hacía aparición en la corte y se sentaba en el trono. Es indudable que el tema tiene un toque elegante, ceremonial, que puede situarlo con coherencia en una corte medieval.

La versión de The Chieftains.

Como es lógico, quienes más han versionado este tema han sido los músicos del mundo celta, nacionalistas o no, si bien se han tomado la libertad de interpretarlo de maneras diversas. Según algunas fuentes, se cree que la melodía se compuso para arpa celta, y también hay quien afirma que quizá fue originalmente una pieza dulce, cortesana, que se convirtió con el tiempo en una marcha, y que el instrumento que mejor se le ajusta es el fiddle o violín folk. Podría ser la obra para fiddle más antigua que se conserva en el repertorio.

La versión de James Galway.

Hace poco tuve el gusto de visitar la monumental biblioteca del Trinity College de Dublín, donde se expone (yo no lo sabía hasta que la tuve delante) el arpa celta más antigua que aún existe en Irlanda, la llamada precisamente "de Brian Boru". Este instrumento en particular no solamente es uno de los principales símbolos nacionales, sino que también aparece en el reverso de la moneda irlandesa de 1 euro. Vista desde el otro lateral, es el emblema de la cerveza Guinness. No pude evitar tararear la famosa melodía mientras sacaba unas fotos.

La versión de Loreena McKennitt.

Una de las primeras versiones actuales del tema es la de The Chieftains de 1969, del álbum The Chieftains 2, en la que el recientemente desaparecido Paddy Moloney la interpretaba a la gaita. También tienen cierta celebridad las interpretaciones del flautista de Belfast Sir James Galway, alguna grabada en 1978 como poco, que en su día Ramón Trecet seleccionó para sonar en su propio funeral. Otra versión muy accesible y actual es la de Loreena McKennitt en el álbum The Wind that Shakes the Barley (2010). Para concluir añado una bella interpretación en vivo a cargo de Anima Keltia, que toca el arpa celta para la que tal vez se compuso la pieza.

La versión de Anima Keltia.

jueves, 26 de marzo de 2020

The Chieftains - 4


1. Drowsy Maggie (4:00)
2. Morgan Magan (2:53)
3. The Tip of the Whistle (2:57)
4. Bucks of Oranmore (2:17)
5. The Battle of Aughrim (7:36)
6. The Morning Dew (3:34)
7. Carrickfergus (or Do Bhi Bean Uasal) (2:49)
8. Sláinte Bhreagh Hiulit / Hewlett (2:34)
9. Cherish the Ladies (2:29)
10. Lord Mayo (2:44)
11. Mná na hÉireann (Women of Ireland) (3:33)
12. O'Keefe's Slide / An Suisin Bán (The White Blanket)/ 
The Star Above the Garter / The Weaver's Slide (3:39)

Me llevé una sorpresa hace unos días mientras escuchaba por primera vez este álbum. Todo el mundo sabe que la banda de Paddy Moloney alcanzó gran notoriedad en los años setenta gracias a su participación en la banda sonora de Barry Lyndon (1975), la película de época de Stanley Kubrick, pero pensaba que el tema Women of Ireland, uno de los más prominentes de la película, había sido grabado para la ocasión. Resulta que no, que Mná na hÉireann (que así se llama el tema "Mujeres de Irlanda" en gaélico) llevaba grabado en un álbum de los jefazos desde 1973.

Women of Ireland

Y no es este un álbum cualquiera, porque los aficionados lo consideran un trabajo bisagra en la discografía de The Chieftains. Se supone que aquí comienza la etapa de plenitud de la banda, lo que también vendrá a reflejarse en su plena profesionalización. Para cuando se publicase su siguiente trabajo, los Chieftains ya habrían dejado sus empleos para dedicarse del todo a la música. Sorprende el hecho de que los primeros trabajos de una banda tan mítica fuesen obra de un "simple" grupo de amigos que se reunían para tocar por amor al arte en su tiempo libre.

The Morning Dew, en vivo y en la tele.

El impulso definitivo para que los Chieftains se dedicasen plenamente a la música se lo dio el empresario y cazatalentos Jo Lustig, que había trabajado con Miles Davis y Nat King Cole, y que en aquellos años sintió que había negocio en el pujante folk británico. Se convirtió en mánager de la banda y les consiguió tanto un contrato con una productora internacional como un gran concierto en el Royal Albert Hall de Londres. The Chieftains 4 se convertiría en un gran éxito mundial, y algunas figuras de renombre como el actor cómico Peter Sellers declararían su amor por la obra de los de Moloney.

Una versión de The Battle of Aughrim junto al guitarrista country Chet Atkins.

The Chieftains 4 es también el primer vinilo de la banda en el que participa Derek Bell, aportando una bellísima arpa que redondea el sonido del conjunto. Hay aquí algún que otro tema imprescindible del repertorio de los Chieftains, como The Morning Dew, y un estupendo tema largo muy celebrado, The Battle of Aughrim. Pero Women of Ireland se ha convertido en la pieza más conocida del trabajo. Hay quien la considera equivocadamente como un tema tradicional de autoría anónima, pero en realidad es un poema de Peadar Ó Doirnín (siglo XVII) convertido en pieza musical por Seán Ó Riada. Este último, uno de los impulsores del gran renacimiento celta a mediados del siglo XX, era también un buen amigo de Paddy Moloney, y al estar este tema incluido aquí a modo de homenaje (Ó Riada había muerto dos años antes, en 1971), adquiere un fuerte matiz melancólico que tal vez no estaba presente cuando los Chieftains lo tocaban en pubs tiempo atrás.

Contraportada

"Mujeres de Irlanda" es una de las piezas más populares de la música celta, la clase de tema que trasciende el género. No en vano, existen versiones diversas del mismo a cargo de The Christians, Sinéad O'Connor, Mike Oldfield, Kate Bush, Sarah Brightman, Jeff Beck y Sharon Corr, entre otros. Además de en Barry Lyndon, también ha sonado en el western Arma joven y en la versión de Robin Hood de Ridley Scott. Sin lugar a dudas, la versión de The Chieftains es considerada como canónica.

Los componentes de la banda, en la funda interior del vinilo.

Paddy Moloney toca la gaita y la flauta irlandesas, Seán Keane y Martin Fay el violín, Derek Bell el arpa, Peadar Mercier el bodhrán, Seán Potts otra flauta y Michael Tubridy la concertina y más flautas. Música celta en estado puro a cargo de los mejores.

miércoles, 30 de octubre de 2019

La edad de plata de Les Penning.

Leslie Penning, de 74 años.

Si buscamos Penrhos en Google, encontraremos que está en un lugar indeterminado (al menos en lo que a la app Maps se refiere) en los alrededores de una localidad no muy grande llamada Kington, en el condado de Herefordshire, no lejos del límite entre Inglaterra y Gales. En realidad, se supone que Penrhos Court sería poco más que un grupo de edificios con tejados a dos aguas en lo alto de una suave colina. A mediados de los años 70, podías ir allí a comer o tomar unas pintas en el modesto restaurante rural, un lugar sin duda bucólico en mitad de la campiña inglesa en el que Tolkien o sus hobbits habrían estado como en casa. Hoy el restaurante se llama The Cattle Shed. 

The Cattle Shed, 4,5 puntos de 5 en Tripadvisor.

Pero estamos en los setenta, así que llegas, te sientas, pides tu jarra de cerveza y escuchas tocar a un músico local. Generalmente es un flautista el que toca allí su repertorio tradicional, un hombre de mediana edad con patillas y expresión seria, casi hosca; pero hoy le acompaña un chaval, un flacucho guitarrista hippy. Ni por un momento se te ocurriría pensar que el músico invitado -toca a cambio de una botellita de vino- es autor de un álbum que ha sido número 1 en ventas en Inglaterra y todo un fenomeno cultural. Está allí prácticamente de incógnito, huyendo de su repentina fama. Caes entonces en la cuenta de que la verde colina Hergest Ridge está a un paseo y de que son Les Penning y Mike Oldfield quienes están improvisando piezas de corte folk para los parroquianos y para ti.

Les Penning es el que viste de azul y rojo en primera fila, a la izquierda.

Leslie Penning no es un artista que naciese y muriese para el público gracias a la música de Oldfield, ni mucho menos, pero está claro que su carrera tiene como eje aquella foto de la funda del vinilo de Ommadawn

Les Penning no es sólo el flautista del famoso álbum de 1975, sino que también fue decisiva su aportación a miniaturas de Oldfield tan célebres como In Dulci Jubilo, Portsmouth, Cuckoo SongArgiers y Wrekorder Wrondo. Se supone que fue Penning quien descubrió a Mike el cancionero instrumental medieval, toda una revelación personal que, en lo que se refiere al contenido folclórico de la música de Oldfield, sigue siendo relevante incluso hoy. Y no digamos en la época de sus álbumes instrumentales épicos. 

La portada de Belerion.

Tal fue la compenetración entre ambos artistas que a punto estuvieron de grabar un álbum a dúo, del que habrían formado parte algunos de los temas antes mencionados. La cosa no fraguó y, aunque podría haber material grabado e inédito archivado por ahí, ha tenido que llegar Robert Reed para dar nuevos bríos al viejo Penning y materializar lo que pudo ser y no fue hace más de cuarenta años en forma de dos maravillosos álbumes. El primero se llama Belerion (2016) y el segundo, Return to Penrhos, acaba de salir a la venta. Recordemos que Penning ha intervenido también en los discos de Robert Reed Sanctuary II y Sanctuary III, y en un inclasificable single que versiona el tema de Doctor Who.

Portsmouth, de Belerion.

In Dulci Jubilo, de Return to Penrhos.

No sé hasta qué punto se parecen Belerion y Return to Penrhos al álbum "fantasma" que planearon Les Penning y Mike Oldfield, pero está claro que el magnífico emulador Rob Reed hace un excelente trabajo a la hora de envolver la exquisita flauta de Penning con una producción digna del Oldfield setentero. Colabora también en Belerion el guitarrista Phil Bates, ex-líder de una reencarnación de la ELO. Todos los temas que fueron singles de Mike están en estos álbumes, aunque -supongo que por no hacerlos parecer simples regrabaciones- suenan distintos, con otros ritmos o arreglos. Lo dicho, son dos trabajos maravillosos que, aunque sea de forma muy tardía, reivindican a Les Penning como un mago hasta ahora en la sombra.

Portada de Return to Penrhos.

martes, 20 de enero de 2015

Clannad - CLANNAD


1. Níl Sé Ina Lá (Níl Sé'n Lá) (4:50)
2. Thíos Cois Na Trá Domh (2:55)
3. Brian Boru's March (3:50)
4. Siúbhán Ní Dhuibhir (4:30)
5. An Mhaighdean Mhara (2:10)
6. Liza (2:00)
7. An tOileán Úr (4:03)
8. Mrs. McDermott (3:03)
9. The Pretty Maid (2:40)
10. An Pháirc (3:00)
11. Harvest Home (1:40)
12. Morning Dew (3:45)

Cuando se escucha uno de los trillones de antologías de música celta que hay por ahí, es posible quedarse con la impresión general (a mí me ha pasado) de que el género es más o menos compacto, y de que especialmente aquellos grupos con más renombre se parecen por aquello de ser, en general, los más apegados al folklore común. Clannad no se ajusta demasiado a esta característica, ya que siempre ha sido un grupo muy reconocible gracias a un estilo propio que le da carácter, y que se basa en la utilización de la voz, en polifonía por lo general, como principal elemento musical.

La historia del grupo es bastante conocida. Los tres hermanos Bhraonáin (o Brennan) Moya, Ciarán y Pól, junto con sus tíos, los mellizos Noel y Pádraig Dúgáin (o Duggan) se reunían para interpretar música tradicional en un pub rural del noroeste de Irlanda cuando recibieron la oferta de participar en un concurso cuyo premio sería la grabación de un disco. Efectivamente, resultaron ganadores del certamen y su carrera discográfica comenzó con este Clannad (1973), de manos de la compañía Philips. Una década más tarde sería reeditado con el nombre de The Pretty Maid y una portada distinta, aunque para su primera versión en compact disc se retomó tanto el nombre como el diseño originales.

Contraportada del CD.

En su día comentamos el que es tal vez el disco más conocido de Clannad, Magical Ring, que contiene su archiconocido Theme from Harry's Game, aunque esta formación familiar tiene en su haber algunos otros títulos célebres que podrían haber sido comentados antes de este trabajo de su primera y más desconocida época. ¿Por qué he elegido este? Porque me encanta el sonido que Clannad tenía entonces, un claro ejemplo de la luminosa mezcla de tradición y espíritu pop hippy de que hacían gala muchos folkloristas setenteros. Clannad suena insultantemente auténtico, artesano, pese a que solemos tener en mente momentos posteriores en los que el grupo haría gala de una exquisita producción y unas voces mucho más trabajadas, cercanas a veces al mundo etéreo de la new age. Aquí suena exactamente como lo que era: un grupo de personas de la misma familia, gente más o menos sencilla del campo con un gran talento para la música, y que eran capaces de llevarse a su terreno unas cuantas de las muchísimas canciones populares irlandesas de siempre.

Brian Boru's March

Como suele pasarme, me he fijado especialmente en su estupenda versión de la Marcha de Brian Boru, que es instrumental, aunque sus alegres y bellas canciones -en inglés y sobre todo gaélico- suenan maravillosas. No es solo música celta, ni abandona del todo este terreno para entrar en la fusión pop. Seguramente los Brennan y los Duggan estaban empapados de la edad de oro del pop-rock que se vivía en las Islas en los últimos años, y por mucho que conociesen al dedillo las maneras de los celtas más ancestrales, tendrían la necesidad de realizar un trabajo fresco y abierto que gustase al público general de los primeros años setenta. Incluyen, por cierto, una versión de la canción Morning Dew de Bonnie Dobson, cosa bastante curiosa en un álbum de música tradicional, considerando su temática post-apocalíptica.

Morning Dew

No es tanto un disco para disfrutar de las bondades de Clannad en su mejor momento como una dulce excusa para recuperar aquella época maravillosa en que hasta la música más sencilla renegaba de las etiquetas. Pura evocación y simplicidad bien entendida.

sábado, 1 de febrero de 2014

Milladoiro - A GALICIA DE MAELOC


1. Danza de San Roque de Hío (4:03)
2. Tecendo Liño (1:47)
3. Danza de Cariño (2:33)
4. A Bruxa (3:12)
5. Muñeira do Areal (2:45)
6. Si Bheag Si Mhor / John Ryan's Polka (3:32)
7. Rosalía (3:54)
8. Alalá / Muñeira / Jiga (4:03)
9. Danza de Astureses (2:46)
10. Lla Vai ó Mar (4:10)
11. Pasodoble do Berbés (3:03)
12. Axéitame a Polainiña (4:16)
13. Polcas (de Arousa e do Tapal) (2:29)

Es bien sabido que el norte de Europa fue en la Alta Edad Media objeto de constantes movimientos demográficos causados por numerosas oleadas de conquistas. Existiendo distintos pueblos nórdicos en pugna por sus territorios, algunos de ellos se movieron hacia lugares relativamente lejanos durante estos períodos de expansión, llegando por ejemplo hasta España, y contribuyendo a la enorme variedad cultural que, incluso hoy, existe entre distintas zonas de nuestro país. Por ejemplo, los bretones del este de la actual Gran Bretaña se vieron arrastrados hasta costas remotas en su huida de la invasión de los anglos y sajones (y gente con casco cornudo y rostro pintado de todo tipo), asentándose en lo que se conoce hoy en día como la Bretaña francesa, o una amplia zona de la actual provincia española de Lugo que llamaron Britonia. Maeloc, de quienes se acordaron los miembros de Milladoiro a la hora de titular este álbum de 1980, es el primer obispo que figura en los anales de Britonia, un importante patriarca histórico que puede considerarse como un eslabón fundamental entre nuestro país y el resto del mundo celta. La Galicia de Maeloc es, de algún modo, la Galicia arraigadamente celta.

Milladoiro en una imagen reciente.

"¿Y qué es Milladoiro?", se preguntará el incauto poco conocedor de la fabulosa música tradicional gallega. No está del todo claro si un milladoiro es una estación del ritual del peregrino del Camino de Santiago o un simple hito que marca las millas en los caminos. Escrito con mayúscula, Milladoiro es el grupo que se formó con la unión de los miembros de la efímera banda Faíscas do Xiabre y los músicos Rodrigo Romaní y Antón Seoane, a los que se sumaron algunos nombres más para la creación de este primer álbum. Milladorio es, por así decirlo, la formación de referencia de la música celta Gallega. Por ahí dicen que son el equivalente patrio de The Chieftains, y si bien no hay por qué establecer comparaciones de ese tipo, seguramente se trate de una opinión acertada. 

A Galicia de Maeloc (1980) fue el álbum que los puso en el mapa, en unos años -los de la todavía candente transición democrática en España- en los que múltiples talentos artísticos se abrían paso en un contexto de euforia y frenesí creativo en todos los campos. No es que la dictadura pusiese demasiadas trabas a gaiteros y flautistas, pero se puede decir que el régimen había convertido cualquier manifestación del folclore tradicional en una mera anécdota de cara al turismo, sofocando todo aquello que oliese a "regionalismo" o, en definitiva, a futuro intento secesionista. Tampoco debía ser fácil algo tan sencillo como ponerle un nombre en gallego a un disco. Milladoiro contribuyó como pocos a la creación de toda una primera división de nombres propios del folclore tradicional peninsular, ayudando a que la música gallega se conociese mucho mejor dentro y fuera de nuestras fronteras.

Danza de San Roque de Hío.

Durante las últimas décadas ha habido en todo el mundo un gran auge popular de la música celta, y en nuestro país alcanzaron en su momento mucha popularidad nombres como los de Carlos Núñez, Luar Na Lubre, Cristina Pato, Hevia, Susana Seivane o Berrogüetto entre otros muchos (Kepa Junkera ha hecho lo propio por el folclore musical vasco), casi siempre apostando por un estilo bastante moderno que ha dejado lugar de sobra para la fusión y la experimentación tecnológica. Pese a que A Galicia de Maeloc pertenece a una generación anterior, lo cierto es que suena perfectamente moderno, entre otras cosas porque -sin apaños digitales ni sobradas épicas- no se pusieron reparos a la hora de hacer una música agradable y accesible para cualquier oyente, empleando de paso instrumentos propios de otros países del universo celta para buscar un sonido internacional muy aperturista. También es importante aquí ese cierto toque medieval, como de aldea antigua, con el que cuentan muchos trabajos clásicos del género celta, y que ayudan al oyente a sumergirse en ese "viaje" casi novelesco que debe ser toda obra de este estilo.

Alalá / Muñeira / Jiga.

Un imprescindible, y a la vez un trabajo para (re)descubrir.

martes, 5 de noviembre de 2013

Miles Davis - SKETCHES OF SPAIN


1. Concierto de Aranjuez (Adagio) (16:19)
2. Will o' the Wisp (3:47)
3. The Pan Piper (3:52)
4. Saeta (5:06)
5. Solea (12:15)

6. Song of Our Country (3:23)*
7. Concierto de Aranjuez (Alternate Take, Part 1) (12:04)*
8. Concierto de Aranjuez (Alternate Take, Part 2 Ending) (3:33)*

(*Temas añadidos en la edición de 1997)

Soy demasiado joven para poder hablar en primera persona sobre los años sesenta, y mi familia seguramente es más capaz de recordar las pequeñas cosas de cada día que alguna clase de "sentimiento" o "conciencia nacional" del que fuesen conscientes durante aquella época. Acudiendo a los hechos meramente históricos que pueden consultarse aquí y allá, llegaríamos a hacernos una idea, eso sí, de qué imagen proyectaba España en el resto del mundo. Ejemplo de barbarie fratricida y de ideales rotos a tiros, nuestra Guerra Civil se vivió en todas partes con amargura, y el encumbramiento de un régimen dictatorial fascista seguía dando la impresión, transcurridos muchos años desde el fin del conflicto, de que España seguía siendo un lugar triste y relativamente mísero. Aunque Franco y su gente se esforzaron en los sesenta por exportar una imagen positiva de nuestro país como destino turístico de sol y playa, la España de los toros y la paella, de las damas en mantilla y los tablaos flamencos, eran vistos como un pintoresco atavismo que nos mantenía pegados al cliché. Muchos extranjeros hacían como Hemingway o Ava Gardner, y venían a hincharse de fino, a jalear a los toreros en la playa, o a correr en los Sanfermines, en una reivindicación de lo primitivo.

Miles Davis

¿En qué pensaba alguien tan inquieto e innovador como el norteamericano Miles Davis cuando se lanzó a grabar Sketches of Spain? ¿Le movía la misma fascinación guiri propia de la llamada Generación Perdida? ¿Fue una operación de rescate de una cultura musical riquísima pero anquilosada? Yo apuesto por lo segundo, hasta el punto de que podemos proclamar a Sketches of Spain ("Bocetos de España", 1960) como un álbum decisivo en la historia de la música fusión, de la world music a un nivel absolutamente pretérito pero brillante, e incluso como un paso de gigante hacia la música entendida como aventura, como creatividad sonora pura, que con el tiempo desembocaría en una liberación total de los esquemas tradicionales del pop (¡que todavía no había nacido!), hacia muchos de los géneros de los que hablamos en este blog.

No se quedó el trompetista en la pura floritura jazzística a base de ponerse la peineta y el traje de luces, sino que logró recrear a su manera piezas tan emblemáticas de la música española como el mismísimo Concierto de Aranjuez, dotándolas de un contrapunto canalla, como de oscuro club de jazz. Codo con codo con Davis trabajó, en la dirección de la orquesta y los arreglos, el músico Gil Evans, quien aseguraba que Sketches of Spain iba a consistir únicamente en una versión jazz de la obra de Joaquín Rodrigo, que evolucionó hacia un álbum sobre la música española en cuanto ambos artistas decidieron documentarse para iniciar la grabación. Lo cierto es que, a efectos prácticos, el adagio del Concierto de Aranjuez siguió siendo el núcleo principal del álbum, ocupando casi por completo la cara A, y llevándose unos minutos más cuando el disco se reeditó en 1997 en forma de bonustracks. El Aranjuez de este álbum puede entenderse como todo un reto para un músico de jazz, ya que es precisamente la fuerza arrebatadora de su melodía lo que la hace una pieza tan popular, y Davis se las ingenia para que su tendencia lógica a la improvisación se quede en el mínimo necesario. Un éxito que funciona tanto para crédito del músico como para ampliar los horizontes de la genial obra del maestro Rodrigo.

Contraportada de la edición en CD.

Miles Davis y su amplio abanico de colaboradores crean atmósferas muy densas y envolventes, cercanas a veces a lo que hoy conocemos como ambient, logrando aquí y allá maravillas tan curiosas como esa Saeta que el trompetista se marca, desde un balcón imaginario, mientras un inconfundible paso de Semana Santa -con tambores y todo- pasa justo delante de nuestros oídos. Otras melodías bien reconocibles son un fragmento de El amor brujo, de Manuel de Falla, que suena en el tema Will o' the Wisp; y un tema gallego tradicional, Alborada de Vigo, en el corte titulado The Pan Piper.

The Pan Piper.

Con la llegada a la democracia a nuestro país, muchos de los rancios emblemas patrios de la dictadura quedaron más o menos proscritos, relegados a momentos muy señalados de exaltación folclórica (fiestas patronales y similares), y mucho de lo que en aquel lejano 1960 era indiscutible, hoy despierta recelos entre los jóvenes y los que, indudablemente con razón, quieren que España sea identificada con ideas más modernas y aperturistas que todo aquel mundo de lutos y tarantos. Sketches of Spain sobrevivirá a cualquier donoso escrutinio que se realice a este respecto, precisamente porque Davis, Evans y su fabulosa orquesta no se agarraron a lo cañí, sino a músicas muy nuestras de las que podemos sentirnos orgullosos, carentes de carga ideológica y, sobre todo, impermeables a aquella pátina de minoría de edad mental que el régimen quiso extender sobre nuestra identidad colectiva. En Spotify.

Concierto de Aranjuez (Adagio).

martes, 20 de agosto de 2013

Rodrigo Rodríguez - THE ROAD OF HASEKURA TSUNENAGA


1. Kumoi Jishi (6:04)
2. Sagari Ha (3:34)
3. 5 October 1614 (3:38)
4. Sanya Sugagaki (9:20
5. Shika No Tone (5:21)
6. Kogarashi (6:23)
7. Azuma Jishi (3:12)
8. Dialogues: King Philip III (7:35)
9. Departure to Rome (5:55)
10. Azuma Jishi Duet (9:11)
11. Beneath High Cliffs (5:29)
12. Towards God (Hasekura's Baptism) (4:39)
13. Arrival in Sendai (6:16)

Lo primero que a muchos se nos viene a la cabeza al pensar en Japón es lo lejos que está. Está lo suficientemente lejos como para que lo poco que sabemos de él nos llegue convertido en un puñado de clichés a través de los medios de masas y la cultura pop: rollitos de pescado crudo y arroz, abigarradas calles con enormes carteles de neón, kamikazes haciéndose el harakiri, honorables samuráis y geishas moviéndose sigilosos por estancias con muros de papel... De su música actual tampoco sabemos demasiado. Solo sabemos que de allí sale una especie de pop electrónico meloso y ultramoderno que no se estila en occidente, pero que se prodiga en karaokes locales.

Sobre la música tradicional japonesa tampoco se difunde demasiado en los medios, aunque sí que se tienen atisbos de sus sonidos gracias a documentales y películas "de época". Algo nos suena de su instrumentación minimalista (con percusiones de madera, por ejemplo) y su tono sobrio, muy poco melódico. Quizá estas sensaciones de lejanía se deban a que Japón siempre fue un país relativamente aislado del resto del mundo, no solamente por su condición de isla, sino sobre todo por el conservadurismo a ultranza que lo mantuvo estático durante muchos siglos, mientras en occidente manteníamos un proceso de evolución cultural mucho más palpable. La música tradicional japonesa de hoy no es muy distinta de la que se componía allí mismo hace dos mil años. Quizá el propio Hasekura Rokuemon Tsunenaga escuchaba una música parecida a la que contiene el disco que nos ocupa, y que es una obra conceptual sobre su persona a cargo de Rodrigo Rodríguez que se publicó hace muy poquito.

Rodrigo Rodríguez

Hasekura Tsunenaga fue, de hecho, la personificación del inevitable aperturismo que un día Japón, en el siglo XVII, necesitó practicar de cara a presentarse ante un mundo cambiante del que no quería quedarse descolgado. Su expedición, recordada como Embajada Keicho, llevó a Hasekura -convertido en una especie de embajador universal de su nación- a recorrer medio mundo en busca de alianzas comerciales y políticas. No solamente se detuvo en varios puntos del continente americano tras atravesar el océano Pacífico, sino que cruzó el Atlántico para visitar la principal metrópoli global del momento, la mismísima España, remontando el Guadalquivir. No sé muy bien qué debieron pensar los españoles de entonces cuando vieron bajar del barco a aquel hombre de ojos rasgados y extrañas vestimentas... pero por lo menos, sabemos que en Coria del Río (Sevilla) hay una estatua en su honor, con katana y todo.

El monumento a Hasekura Tsunenaga en Coria del Río (de www.abcdesevilla.es).

Tampoco tengo noticia de qué pensaron los japoneses cuando el músico hipano-argentino (mallorquín de adopción) Rodrigo Rodríguez bajó de un avión con la sana y muy respetuosa intención de doctorarse en uno de los instrumentos tradicionales del folclore nipón, la flauta Shakuhachi. No sé si algún día le dedicarán una estatua en Tokio como hicieron con Hasekura Tsunenaga en Coria, pero en cualquier caso se ha demostrado que Rodríguez no solamente adquirió un dominio perfecto del instrumento, sino que su buen hacer está muy solicitado en ámbitos internacionales en lo que se refiere a conciertos y colaboraciones de prestigio. El disco que nos ocupa ha salido a la venta en un dulce momento de relaciones diplomáticas entre España y Japón, celebrándose precisamente la llegada de Hasekura a nuestro país hace 400 años, con lo que Rodríguez se ha encontrado con la oportunidad -que no el oportunismo- de ser también profeta en su tierra.

Los viajes de Hasekura Tsunenaga (commons.wikimedia.org).

¿Qué nos vamos a encontrar en The Road of Hasekura Tsunenaga? Pues una colección de piezas para ejercicio y lucimiento de la flauta Shakuhachi, ese cálido instrumento de bambú que Rodríguez maneja con maestría. Sin más. Y tampoco es que hagan falta aderezos, ya que esta flauta es por sí sola tan expresiva que puedes pasarte todo lo que dura el disco en un estado de fascinación permanente. El viaje a través de la imaginación que nos produce su escucha es tan rico como puede imaginarse en un trabajo de esta naturaleza. Sí que resulta algo más difícil identificar los temas con los títulos que poseen en el "tracklist" del álbum, y que están relacionados con diferentes etapas del viaje (y la vida) del embajador Hasekura, tales como su llegada a Roma, su encuentro con el rey de España, Felipe III, o su abrazo del cristianismo. La narrativa de esta obra conceptual es bastante sutil, complicada de seguir, dada la naturaleza minimalista del planteamiento de Rodríguez. Quizá no sea necesario complicarse la vida y convenga dejarse llevar.

Además de la música propiamente dicha, hay algo muy atrayente en The Road of Hasekura Tsunenaga. Music for Shakuhachi Flute: la sensación de trascendencia de una obra que, de algún modo, nos hace imaginar a Rodrigo Rodríguez realizando un viaje a la inversa respecto al emprendido por aquel sirviente del Shogun. Japón se abrió a occidente con Hasekura, y de vez en cuando, de un modo mucho más modesto pero igualmente loable, algún avispado occidental viaja al país del sol naciente para que occidente se abra a Japón al traer consigo sus exóticas esencias casi inalteradas. Otsukaresamadesu ("buen trabajo").

En la web del autor hay mucha más información, y el álbum puede escucharse en Spotify.

Kumoi Jishi.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Tom Newman - FAERIE SYMPHONY


1. The Woods of... (2:14)
2. Fordin Seachran (1:42)
3. Bean Si (0:21)
4. Little Voices of the Tarans (1:48)
5. The Fluter (3:00)
6. The Seelie Court (4:27)
7. The Spell Breaks (4:07)
8. The Fairy Song (1:17)
9. Dance of the Daoine Sidhe (3:35)
10. Memories of Culchulainn (1:30)
11. Aillen Mac Midna (1:17)
12. The Unseelie Court (4:50)
13. The Woods of... (1:56)

La Sinfonía de las hadas de Tom Newman es un ejemplo perfecto de cómo en los años setenta, sobre todo en el Reino Unido, los límites entre la música folk, el rock progresivo y la incipiente new age eran difusos y se mezclaban con sorprendente facilidad. Y con buenos resultados.

Tom Newman

Faerie Symphony, no obstante, es un álbum que llegó tarde. Si en lugar de publicarse en 1977 hubiese salido a la venta a finales de los sesenta (aprovechando el tirón del renacimiento celta) o principios de los setenta, habría tenido un éxito notable. El momento mejor, eso sí, habría sido inmediatamente después de que el propio Tom Newman saltase a la fama como ingeniero de sonido del revolucionario Tubular Bells (1973). Newman ya estaba asociado a los estudios de The Manor y, por extensión, a la recién nacida Virgin Records de Richard Branson, con lo que tuvo bastante que ver en el porvenir del joven Mike Oldfield y su mitológico debut discográfico. Newman contó con varias colaboraciones de Oldfield en sus propios álbumes, y hasta los años 90 continuó aportando su granito de arena como ingeniero de Mike, hasta que éste cortó relaciones a causa de alguna rocambolesca rabieta. Al igual que sucedió con el desaparecido David Bedford, Tom Newman tuvo que aprovechar de la fama de Oldfield para lograr una aceptación popular que de otro modo habría sido difícil, si bien es verdad que Bedford llegó mucho más lejos que Newman en sus legítimas ambiciones como compositor.

Contraportada.

No es que Tom Newman hiciese de Faerie Symphony una mala copia del sonido folk-rock instrumental de Oldfield, pero sí que puede intuirse la imposibilidad de su gestación sin unos Tubular Bells, Hergest Ridge u Ommadawn de por medio. Aun siendo conscientes de ello, Faerie Symphony tiene sus propios puntos fuertes, sobre todo una evidente deriva hacia el folk bucólico de espíritu celta y, pese a su título, un menor talante cohesivo (y más experimental, si cabe) que los trabajos que hicieron famoso a Mike Oldfield. Una pena es su corta duración, acentuada por el hecho de que contiene muchos temas, demasiado breves para llegar a desarrollar ciertas buenas ideas.

Imagen del interior de la carpeta del vinilo (creo).

Newman es aquí un hombre orquesta que, con la ayuda de unos pocos colaboradores, trabaja a base de teclados, flautas, percusiones y guitarras acústicas. Entre los colaboradores más destacados de Faerie Symphony está Jon Field, miembro de la banda July, de la que Newman había sido miembro antes de que se consolidara (la banda, digo) con el nombre de Jade Warrior. Parece que Mike Oldfield, pese a no estar en los créditos por motivos de contrato, colabora con su inconfundible guitarra en el tema Dance of the Daoine Sidhe

Portada de la reedición en CD, con temas de Fine Old Tom inclusive.

Faerie Symphony transmite la calidez del rock experimental más inspirado de su tiempo y cuenta con un carácter propio bien definido, cosa que se ve enturbiada en ediciones más recientes, donde se incluye en un solo CD junto al primer álbum de Newman, Fine Old Tom (Faerie Symphony fue el tercero), todo el potaje bajo el título algo cutre de Faerie Symphony and Other Stories. Yo soy más proclive a quedarme con lo esencial, así que recomiendo la escucha de Faerie Symphony sin añadidos. Total, en media horita estamos listos.

Primer tercio del álbum. El resto también está en YouTube.

martes, 11 de septiembre de 2012

Penguin Cafe Orchestra - WHEN IN ROME...


1. Air a Danser (5:17)
2. Yodel 1 (4:46)
3. Cutting Branches for a Temporary Shelter (2:27)
4. From the Colonies (3:30)
5. Souther Jukebox Music (4:53)
6. Numbers 1 to 4 (7:44)
7. Telephone and Rubber Band (4:05)
8. Air (4:00)
9. Beanfields (4:28)
10. Paul's Dance (2:19)
11. Oscar Tango (3:20)
12. Music for a Found Harmonium (3:18)
13. Isle of View (Music for Helicopter Pilots) (4:39)
14. Prelude and Yodel (3:56)
15. Dirt (5:27)
16. Giles Farnaby's Dream (4:13)

"Si estuvieses en Roma, vive a la manera romana; si estás en alguna otra parte, vive como lo hagan allí."
Cita atribuida a San Ambrosio

No suelo comentar álbumes recopilatorios en el blog, y éste prácticamente lo es, pese a tratarse de un álbum en directo en sentido estricto. Pero es de la Penguin Cafe Orchestra, y a ellos se les puede permitir todo. When in Rome... (1988) contiene el primer concierto de la banda de Simon Jeffes que fue grabado oficialmente para un álbum. La actuación tuvo lugar en julio de 1987, un año después del álbum Signs of Life y, por lo tanto, estando los pingüinos en el mejor momento de su trayectoria y con la mayor parte de su repertorio convertido ya en imprescindible dentro de la música de nuestro tiempo.

Es cierto que When in Rome... no aporta temas nuevos a la fabulosa obra instrumental de Jeffes y los suyos, pero no podemos ignorar que su música sencilla y divertida parece haber nacido para su interpretación en directo, dada su frescura y espontaneidad. De hecho, si exceptuamos el primer trabajo que publicaron, Music from the Penguin Cafe (que contaba con el apoyo de Brian Eno y algunas de sus atmósferas etéreas de los setenta), no parece en ningún momento que estos álbumes hayan pasado demasiado tiempo en manos de un productor musical, o en un complicado laboratorio sonoro; más bien se diría que la troupe de Jeffes tocaba en el estudio y los LPs se editaban tal cual, in situ, como si de conciertos clásicos al uso se tratase. El caso es que, en esencia, siempre fueron precisamente eso: piezas de música clásica minimalista y levemente experimental, orientada en todo caso hacia el folk por su incursión de instrumentos y ritmos exóticos... de ninguna parte.

La banda en 1987 (de last.fm).

El álbum que nos atañe, grabado en el Royal Festival Hall de Londres, abunda en piezas maravillosas de los discos previos del Café, sonando todas ellas tan perfectas como en los álbumes, pero con la magia especial que supone el contar con un público entusiasta y con la fogosidad especial del escenario. De entre las piezas escogidas resulta muy difícil destacar unas sobre otras, de modo que me limitaré a enumerar mis favoritas: la inicial Air a Danser, Telephone and Rubber Band (que no estaba en el vinilo), Beanfields y Dirt (que tampoco estaba).

Portada de la versión en CD, con los títulos algo más grandes. La pintura es de Emily Young.

¿Imprescindible? Yo diría que no, sobre todo porque, como ya hemos mencionado, el álbum ni incluye temas inéditos ni suena especialmente distinto de como habría sonado un recopilatorio normal... y sin embargo, son multitud de webs de referencia las que mencionan When in Rome... como ejemplo de la música de la Penguin Cafe Orchestra. Quizá sea un buen modo de iniciarse en el peculiar sonido de la banda británica, aunque también existen antologías bastante efectivas. En cualquier caso, y divagaciones aparte, la discografía de esta formación descomunal -la original, la de Jeffes padre- es tan tristemente breve que no podemos pasar por alto ninguna de las obras que nos dejaron. Los seguidores de la banda lo tienen en casa sin lugar a dudas, y en lugar preferente, así que, como quiso decir San Ambrosio, adonde fueres haz lo que vieres. Por cierto, recomiendo la versión en CD frente a la original en vinilo, ya que incluye nada menos que cuatro temas más. Está en Spotify.

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