Mostrando entradas con la etiqueta rock. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta rock. Mostrar todas las entradas

domingo, 30 de octubre de 2022

Pink Floyd - ANIMALS


1. Pigs on the Wing (Part One) (1:24)
2. Dogs (17:04)
3. Pigs (Three Different Ones) (11:28)
4. Sheep (10:20)
5. Pigs of the Wing (Part Two) (1:24)

Siempre que comento un álbum de Pink Floyd pienso que puedo aportar poco a estas alturas sobre uno de los grupos más importantes y admirados (incluso en la actualidad) de la historia de la música popular. No sé hasta que punto interesan a alguien mis opiniones sobre obras musicales que la gente lleva escuchando asiduamente desde hace más de 50 años. Pensaba empezar este análisis de Animals (1977) señalándolo como un álbum maldito, el trabajo de la banda que menos aura de excelencia tiene dentro de la que sería su edad de máximo esplendor, la que va desde The Dark Side of the Moon (1973) hasta The Wall (1979). Aunque Animals sea un álbum menos accesible, menos apoteósico que los anteriores y que el también indiscutido Wish You Were Here (1975), no se puede menospreciar un disco que es, bajo cualquier óptica, un icono del rock.

De izquiera a derecha: David Gilmour, Roger Waters, Nick Mason y Richard Wright.

Hace unos años pasé mi primera semana de turismo en Londres, en una zona llamada Lansdowne Green, en el suroeste del centro urbano. Deshechas las maletas, salí a la calle emocionado para ver si me situaba. Siguiendo una extraña intuición, caminé unos pasos hacia atrás para ver si lograba identificar algún edificio o monumento emblemático que sobresaliese sobre las azoteas de las viviendas. No había consultado ninguna guía, pero algo me decía que tenía que haber algo interesante muy cerca. Entonces emergió una enorme, gigantesca chimenea blanca, luego dos. El apartamento alquilado estaba a poco más de un tiro de piedra de la vieja central eléctrica Battersea. A la mañana siguiente, desde el autobús de cercanías, comprobé con desilusión que no había un cerdo hinchable atado allí a perpetuidad, pero esa misma tarde escuché todo Animals al completo. Un melómano no olvida una experiencia así, a pesar de que Animals no era un disco que me alucinase.

La imagen completa de la portada, que se extendía a la contraportada, obra de Storm Thorgerson.

No es un álbum especialmente accesible, más que nada porque -quitando la breve intro y el epílogo- consiste en tres temas largos tirando a estáticos dentro de lo que se puede esperar en un trabajo de un grupo de rock progresivo. En una escucha superficial no hay momentos de efectismo muy llamativos en Dogs ("Perros") ni en Pigs ("Cerdos"), que parecen más bien lineales, incluso un poco largos de más; y en Sheep ("Ovejas") tenemos en todo caso unos efectos sonoros espectaculares y un fragmento final de guitarra eléctrica que se salen de un esquema, por otra parte, no mucho más variado que lo anterior. No hay fragmentos de música cósmica tan potentes como los instrumentales de The Dark Side of the Moon o el inicio de Shine On You Crazy Diamond, sino que más bien se propicia un reencuentro con sus raíces rockeras más descarnadas. Nick Mason ha dicho alguna vez que Animals fue la respuesta de Pink Floyd al fenómeno punk, que él mismo apoyó en cierta medida. Buscaban un tono más de garaje, de rock sin más, como regresando a sus orígenes.

La imagen completa del remix de 2018.

Necesitamos un par de escuchas más para iniciar nuestro sereno romance con Animals, fijándonos en lo excelente de las interpretaciones, en lo trabajadas que están las letras, en lo hipnótico de esos mismos temas que antes se nos han hecho pesados, en esas pequeñas cosas que ocurren constantemente en un segundo plano, en el ambiente un poco sucio, un poco con olor a humo, metales y asfalto (véanse la portada original y la de la remezcla) que se desprende de su sonido, por mucho que la novela que lo inspira tenga un contexto rural. La reciente publicación de la remezcla realizada en 2018 por James Guthrie sirve, por lo menos, para apreciar mejor muchos de sus numerosos detalles.

Dogs

Como decíamos, Animals está libremente inspirado en la novela Rebelión en la granja (Animal Farm, 1945), de George Orwell, que es una fábula satírica sobre los totalitarismos en general y sobre la URSS bajo el poder de Stalin en particular. Más que una adaptación al estilo de las que se hicieron de los cuentos de Poe (The Alan Parsons Project) o La guerra de los mundos (Jeff Wayne), aquí se utilizan elementos simbólicos de la novela de Orwell para construir su urdimbre temática, dando pie a que Roger Waters desate a sus fobias políticas contra la sociedad de la época. Todo un personaje, Roger Waters, que en este Animals, más que nunca antes, se afianza como motor creativo de Pink Floyd. Ya llevaba tiempo demostrando su buen hacer como letrista principal, por no decir el único letrista, pero aquí también se hace cargo de cantarlo prácticamente todo.

Sheep (subtitulada)
 
Sin ser Waters un personaje 100% del gusto de todos los seguidores de PF (su expulsión de Rick Wright tras el lanzamiento de The Wall fue imperdonable y sus consecuencias irreparables), debe puntualizarse que los demás miembros de la banda estaban entonces con la atención puesta en otras cosas -David Gilmour, por ejemplo, acababa de ser padre- y seguramente era Roger Waters el único de verdad volcado totalmente en lo artístico. Aun así, el trabajo de todos los demás miembros también es magnífico, desde la potente batería a la guitarra principal o los fondos de órgano y sintetizadores. El disco tuvo críticas mixtas, pero tras años de recordarse en la cultura popular casi exclusivamente por el famoso cerdo-globo, el tiempo todo lo cura y Waters lo ha interpretado casi en su totalidad durante los conciertos de su gira de 2017-18, recogida en la película Us+Them. Supongo que en la actual gira This Is not a Drill también tiene presencia.

Pigs en vivo, por Roger Waters en solitario (con mensajitos para Donald Trump).

El álbum se grabó en el flamante nuevo estudio Britannia Row construido por la banda tras comprar un conjunto de salones parroquiales en un mismo edificio, en la zona londinense de Islington. Según explica Mason en su divertida autobiografía Inside Out/Dentro de Pink Floyd, estaban encantados con el proyecto de crear su propio estudio, pero terminaron tomándole manía por resultar ser demasiado grande, frío, poco acogedor. Aquí grabaron este Animals y solo una parte del siguiente álbum, The Wall (incluido el coro de niños), y después de que el propio Nick Mason se quedase con él en propiedad, terminó vendiéndolo. Hoy en día está dividido en pisitos unifamiliares. Me lo apunto para ver si lo localizo en futuras visitas a Londres.

viernes, 5 de febrero de 2021

The Alan Parsons Project - EYE IN THE SKY


1. Sirius (1:55)
2. Eye in the Sky (4:36)
3. Children of the Moon (4:51)
4. Gemini (2:10)
5. Silence and I (7:20)
6. You're Gonna Get Your Fingers Burned (4:22)
7. Psychobabble (4:52)
8. Mammagamma (3:34)
9. Step by Step (3:54)
10. Old and Wise (4:55)

Me encanta The Alan Parsons Project, no solo porque conecto con su manera de desarrollar entretenidísimos álbumes conceptuales, sino porque tengo bastante claro que en su momento fue la perfecta puerta de entrada al mundo del rock progresivo desde un ámbito pop-rock algo más mainstream, como podía ser la música que hacían grupos en la línea de la E.L.O. (Electric Light Orchestra), los Wings de Paul McCartney o -a ratos- la Steve Miller Band y los personalísimos Supertramp. Hasta desde la música disco hubo una oportunidad de usar el Project como bisagra para explorar otros territorios. 

La lámina trasera del CD.

Lo malo es que, cuanto más tiempo pasa más me doy cuenta de lo difícil que puede ser para parte del público actual aceptar ese toque tan "de entonces" de Alan Parsons y Eric Woolfson, sobre todo con sus lentas baladas hipermelódicas, sus instrumentales con trompetas y sus coros en falsete. Desde el respeto y la admiración  hacia ellos, que en mi caso nunca menguarán, creo que mucho tienen que cambiar los gustos musicales populares para que The Alan Parsons Project vuelva a sonar fresco en el futuro.

Dicho esto, podemos ir presentando Eye in the Sky (1982) como uno de los dos álbumes más célebres del Project, junto con Tales of Mystery and Imagination (1976), este último quizá menos vendido a su salida pero más atemporal y con un mayor prestigio crítico. Eye in the Sky cuenta, por encima de todo, con el tema más radiado de la trayectoria del dúo, el que da título al disco, y eso al final tiene tanto peso que la popularidad del álbum ha crecido exponencialmente a su alrededor. En realidad, y voy adelantando lo que comentaré después, es una pena que a su lado sean mucho más "desconocidos" otros trabajos a mi juicio superiores y más redondos como Pyramid (1978) o, sobre todo, The Turn of a Friendly Card (1980).

Sirius

Para empezar, es un hecho innegable que entre el álbum anterior y Eye in the Sky se produjo la pausa creativa más larga que había necesitado hasta entonces el grupo para lanzar material nuevo. Hasta entonces habían publicado un álbum al año, mes arriba o abajo, y aquí hubo más tiempo para componer y grabar, por lo que era de esperar que las expectativas fuesen altas. Sin embargo, Eye in the Sky es el trabajo más irregular del Project hasta aquel momento. El más descompensado entre sus mejores y sus peores momentos. Incluso poniendo sobre la mesa el flojete Eve (1979), tengo la certeza de que los puntos bajos de Eye in the Sky son un poco más bajos. Por suerte, sus puntos altos también son mucho más altos.

Eye in the Sky explora la idea un tanto conspiranoica de que existe alguien vigilándonos constantemente, un Gran Hermano que diría Orwell, llamémosle gobierno mundial en la sombra, iluminati, conspiración masónica o gobierno dictatorial de turno. El diseño de la portada es una estilización de ese ojo que todo lo ve. No me parece que el álbum termine de desarrollar del todo bien este concepto más allá de los textos, sobre todo porque su naturaleza es más bien política y esto es difícil de ilustrar musicalmente con la clase de piezas que en discos anteriores reproducían bien los ambientes tétricos de Allan Poe, la ciencia-ficción de Asimov o el antiguo mundo egipcio. No obstante, el álbum comienza fuerte con el estupendo instrumental Sirius (que en la TV norteamericana se utiliza como sintonía de transmisiones deportivas), seguido de la mencionada canción homónima Eye in the Sky, de sobra conocida.

Eye in the Sky

Children of the Moon es un poco menos potente, si bien su producción y arreglos marca de la casa le aportan muchisimo encanto; y Gemini, un tema en general modesto, sorprende al menos por lo poco trillado de su sutil sonido en la discografía de la banda. Una gran sorpresa es el largo Silence and I, "muy Woolfson" y con un pasaje central instrumental-sinfónico fabuloso. Creo que la peor parte del álbum comienza a partir de aquí.

Silence and I, con un cortometraje animado hecho por fans.

You're Gonna Get Your Fingers Burned ("Te vas a quemar los dedos"), sin ser una cosa horrible, parece un intento de hacer un tema pop extremadamente convencional que encaja a medias como un parche en medio del álbum. Está bien hecho y tal, pero difícilmente parece encajar con los desarrollos de pop progresivo escuchados antes. Eye in the Sky toca fondo con la -esta sí- horrible Psychobabble, cuya existencia solo se explica mediante la idea de rellenar unos minutos que aporten duración al álbum, y si acaso con la letra, que trata sobre alguien que habla al psiquiatra sobre sus pesadillas recurrentes y puede emparentarse con el concepto general del disco. La expresión "tema de relleno" encuentra aquí un ejemplo digno de un diccionario. Ni los arreglos, que en un álbum de The Alan Parsons Project se dan por sentados, aportan prácticamente nada. Los coros son especialmente molestos.

Mammagamma, en una versión extendida.

Tras la estupenda Mammagamma, que es una de esas geniales pero a veces demasiado breves piezas instrumentales de mitad de álbum del Project, seguimos poco entusiasmados con Step by Step, que es apenas mejor que las dos canciones previas al instrumental. Afortunadamente, el álbum reserva uno de sus mejores momentos para el final: Old and Wise, una maravillosa balada producida en el olimpo de Parsons, genialmente bien compuesta y arreglada con instrumentos de cuerda y un gran saxofón.

Old and Wise

En la línea de otros trabajos de The Alan Parsons Project, son varios y variados los vocalistas invitados, todos masculinos: David Patos (Children of the Moon), Chris Rainbow (Gemini), Lenny Zakatek (You're Gonna Get Your Fingers Burned y Step by Step), Elmer Gantry (Psychobabble) y Colin Blunstone (Old and Wise), además del propio Eric Woolfson (Eye in the Sky y Silence and I), que como todos sabemos, era el alma compositiva del dúo por mucho que Alan Parsons le diese nombre.

Mencionaba lo del espacio de tiempo respecto al trabajo anterior porque, escuchado con distancia y sin profundizar en detalles sobre el proceso de grabación, la impresión paradójica que se percibe es que Eye in the Sky se concibió como con prisas. Parece que, en el momento mismo en que Parsons y Woolfson se reunieron para grabarlo, traían en la mochila solo tres o cuatro temas que mantenían la brillantez de los mejores trabajos de ambos. Después, no sabemos si con premura, por desgana o buscando un nuevo horizonte musical en el panorama de los ochenta, el trabajo se completó con piezas que resultan más ramplonas por estar poco maduradas que por la falta de talento de sus autores.

La edición del 35º aniversario.

Existe una edición regular en CD en la que se incluyen seis temas más, tanto versiones preliminares y maquetas de los temas del álbum como algunas interesantes piezas inéditas, al parecer borradores instrumentales de los momentos más destacados del álbum, por lo que esta es la compra que recomendamos. Si todavía la puedes encontrar por ahí a un precio decente, también es suculenta la edición de 2017, del 35 aniversario, con 3 CDs, vinilos, etc. No es ni de lejos un mal álbum, pero tengo claro que no es el primero que recomendaría a alguien que quiera sentirse del todo impresionado por lo que eran capaces de hacer estos dos. Si ya eres seguidor y todavía no lo conoces, eso sí, merecerá mucho la pena.

martes, 20 de junio de 2017

Peter Gabriel - (3 "MELT")


1. Intruder (4:54)
2. No Self Control (3:56)
3. Start (1:21)
4. I Don't Remember (4:42)
5. Family Snapshot (4:29)
6. And Through the Wire (4:58)
7. Games Without Frontiers (4:06)
8. Not One of Us (5:22)
9. Lead a Normal Life (4:15)
10. Biko (7:26)

El álbum del que vamos a hablar no tiene título, al igual que tampoco lo tienen los dos anteriores trabajos en solitario de Peter Gabriel y tampoco lo tiene el cuarto. Hoy en día se los distingue por un simple número y por algún término en inglés que haga referencia a su portada. El primero se conoce como "Car" (1977) porque Gabriel va dentro de un coche, el segundo es "Scratch" (1978) porque el músico parece estar rasgando su propia imagen, y este es "Melt" (1980) porque Gabriel parece derretirse como una figura de cera.

Otro diseño sobre la misma idea, esta vez para un single. 
Los autores son el estudio Hipgnosis de Storm Thorgerson, los de las portadas de Pink Floyd.

Este hombre ha encarnado durante muchos años el arquetipo del músico raro pero genial desde su legendaria participación en Genesis, donde era mitad cantante mitad performer, disfrazándose de diversos personajes estrambóticos en las actuaciones. El público enloquecía con su gestualidad y con las historias surrealistas que contaba entre canción y canción, y no es de extrañar que, en un momento dado, Gabriel quisiera trabajar en solitario. 

Tras seis álbumes de estudio en Genesis, Gabriel comenzó su andadura como solista con un primer álbum (el del coche) del que después renegó por su excesiva producción. Su segundo e irregular trabajo le dejó más satisfecho en lo personal, pero tuvo menos impacto comercial. Cuando llegó el tercero, el que nos ocupa, nos íbamos a encontrar con el eslabón perfecto entre el fabulador surrealista de sus primeros tiempos y el extravagante showman de la generación MTV en que se convertiría tras el bombazo económico del conocidísimo So (1986).

Contraportada

No es "Melt" un disco accesible a la primera. Gabriel antepone su afán experimental a su interés comercial, y de hecho no es hasta la segunda mitad del disco (aproximadamente) cuando éste estalla en una supernova de colorido e imaginación. Los primeros temas nos bombardean con percusiones estruendosas y una guitarra agresiva que vienen a acentuar las estructuras casi nunca predecibles de las canciones. Aquí están Intruder (en la que colaboran Phil Collins y el "synthesizer hero" Larry Fast) y No Self Control (con apoyo vocal de Kate Bush e instrumental de Collins, Fast y Robert Fripp). Start es un diminuto instrumental con protagonismo del saxo de Dick Morrissey (el de Blade Runner), y I Don't Remember, que tuvo videoclip, ya suena como sus futuros hits ochenteros.

I Don't Remember

Con saxo y sobre todo con piano llegamos a la más o menos intimista Family Snapshot y a la rockera And Through the Wire, ésta con Paul Weller a la guitarra. Damos la vuelta al vinilo para darnos de bruces con el himno Games Without Frontiers, un tema un tanto sarcástico sobre aquel concurso tipo gimkana llamado Juegos sin fronteras que se disputaba entre distintos países europeos y emitían aquí mismo en televisión. El vídeo tiene un toque "creepy" importante.

Games Without Frontiers

Muy ochentera es también Not One of Us, y pura delicadeza es Lead a Normal Life, instrumental salvo por un breve pasaje central, en la que apreciamos el gusto creciente de Gabriel por los arreglos y ambientes étnicos. El álbum concluye con un segundo himno, éste de mucho mayor calado. Se trata de Biko, inspirado por el activista anti-apartheid Steve Biko, que fue torturado brutalmente hasta la muerte por la policía de su país. El tema, que pone la piel de gallina, combina cánticos sudafricanos y gaitas. Fue recuperado años más tarde para promocionar la película Grita libertad (Richard Attenborough, 1987) con un interesante videoclip.

Biko, en la versión del álbum.

Aunque hemos mencionado varias colaboraciones, son muchas más las que figuran en Melt, un álbum que en su momento debió ser acogido por los mejor informados como un verdadero acontecimiento, si bien es cierto que algunos historiadores de la música mencionan los cuatro primeros trabajos de Peter Gabriel (incluyendo "Security", de 1982) más como obras de culto que como éxitos en sentido pleno. No lo sé, pero está claro que el álbum, pese a que no todos sus elementos han envejecido igual de bien, hace que te preguntes de dónde podía salir tanta creatividad. Un imprescindible en cualquier colección que se precie.

miércoles, 27 de enero de 2016

Mike Oldfield - DISCOVERY


1. To France (4:37)
2. Poison Arrows (3:57)
3. Crystal Gazing (3:02)
4. Tricks of the Light (3:52)
5. Discovery (4:35)
6. Talk About Your Life (4:24)
7. Saved by a Bell (4:39)
8. The Lake (12:10)

El proximo viernes se publica la reedición en formato "deluxe" del famoso álbum de Mike Oldfield de 1984, Discovery. Siendo el músico uno de los predilectos del blog, he decidido dedicarle un comentario al trabajo, pese a que no lo incluí en el pequeño widget de la derecha que informa sobre próximas entradas. Mucho se ha quejado el multiinstrumentista de cómo la compañía Virgin Records le presionaba para componer temas cantados radiables, pero, tal como intenté argumentar en una entrada hace tiempo, dudo mucho que crear obras tan hermosas como ésta supusiese un sufrimiento. No voy a dejar a Oldfield por mentiroso, pero sí que es evidente en él una enorme inestabilidad emocional que le ha conducido a distintos ejercicios de revisionismo sobre su propia vida y obra, calificando cualquier cosa de basura y luego de obra maestra, o al revés, según tenga el día. De Discovery llegó a decir que era su mejor disco, y aunque está claro que exageraba por razones promocionales, hay mucho amor y dedicación puestos en él.

Imágenes del interior del libreto del CD.

Estamos a mediados de los ochenta, y Oldfield, que va dejando atrás su época de mayor originalidad (los años setenta), se adapta a los tiempos con nuevos trabajos que, si bien mantienen su popularidad y sus ventas muy altas, dejan a los fans un poco pendientes de qué pasará, hibernando a la espera de nuevos instrumentales épicos. La irrupción de nuevas vertientes en el pop mundial debieron impulsar al músico a tontear con canciones propiamente dichas, tímidamente con aquel I Got Rhythm de Platinum (1979), y con mucho más calado en el álbum Five Miles Out (1982), con Family Man. La explosión pop de Oldfield llega con el álbum Crises (1983), cuya segunda mitad, salvo por una pequeña miniatura aflamencada, es una pequeña colección de canciones muy variadas y llamativas. Destaca entre todas la sempiterna Moonlight Shadow, que sigue siendo el tema más popular del británico junto a Tubular Bells, pese a que alguien poco informado jamás supondría que son obra del mismo autor.

Contraportada del vinilo.

Pues bien, el álbum Discovery está planteado como una potente secuela de la vocación pop de Crises, ambiciosa por dejar el instrumental -mucho más breve- al final, y llenar cara y media del LP con canciones vocales. El sonido de éstas es muy depurado, meritorio a más no poder si valoramos la faceta de Oldfield como ratón de laboratorio musical (le ayudó en la producción Simon Phillips, también batería), aunque está claro que, escuchadas hoy en día, algunas de las canciones suenan muy de su momento. La cantante Maggie Reilly se consagra aquí como una de las voces femeninas más características del pop ochentero, revalidando el éxito de Moonlight Shadow con la excelente To France, que abre el disco. Fue un pepinazo en la radio y sigue sonando con frecuencia en la actualidad.

El vídeo "oficioso" de To France
El original, con la banda tocando en un tejado en llamas durante una inundación (?) es cada vez más difícil de encontrar.

Se alterna o complementa Reilly con la voz masculina de Barry Palmer en una serie de temas que se enlazan muy elegantemente, con unos arreglos cada vez más elaborados y una atmósfera medio cósmica (se utilizó abundantemente un sintetizador Fairlight en la composición), medio folk-rock. No soy muy admirador de la ingenua Tricks of the Light ni de la para mí un pelín seca Discovery, pero sólo puedo caer rendido ante la belleza de Poison Arrows, Crystal Gazing y, sobre todo, Talk About Your Life, que reinventa inteligentemente la dulce melodía de To France. Hay quien se queja de que Saved by a Bell es ñoña, y de que a Barry Palmer le falta fuelle en algún punto de la melodía, pero me gusta su toque soñador.

Poison Arrows

Hacia The Lake, y a sabiendas de que es uno de los cortes instrumentales más admirados por los seguidores de Oldfield en su etapa ochentera, tengo sentimientos encontrados. La pieza está inspirada por el lago Lemán, o Ginebra, en Suiza, cerca del cual se grabó Discovery. Como dice una frase impresa en la contraportada del disco, todo él fue "grabado en los Alpes suizos, a 2000 metros de altitud, con vistas al lago Ginebra en días soleados". Es un tema bonito, digno del mejor Mike Oldfield (recuerda por momentos al tema Taurus II de Five Miles Out, más que al precedente inmediato Crises), pero hay tramos que me dejan un poco frío pese a ser en general una composición briosa e imaginativa (suena incluso la sintonía de la 20th Century Fox y -creo- el rugido del león de la Metro) y, como el conjunto del álbum, exquisitamente bien producida. Algunos fragmentos se me hacen un poco simples, aunque es cierto que otros son muy profundos y expresivos. Hay grandísmos fragmentos de guitarra.

The Lake, en vivo en San Sebastián.

Creo que mi problema es que suelo escuchar los álbumes de Oldfield de principio a fin, y para cuando llego a The Lake ya tengo la sensación de haber disfrutado de una experiencia completa con las canciones anteriores (recordemos que la penúltima recupera melodías de la primera, cerrando una especie de círculo conceptual), con lo que estoy... digamos que saciado. El postre, por muy bueno que sea, se me hace largo. Tal vez la cuestión esté en que el mismo Mike considera, de algún modo, que el instrumental es una obra separada, independiente de lo que segundos antes ha sido el álbum Discovery, y de ahí el título secundario del LP, Discovery and The Lake.

No sobra mencionar que los singles de Discovery incluyeron algunos temas reseñables que después han aparecido en recopilatorios, y que están en la novísima reedición del álbum. Hablamos de Afghan, In the Pool y Bones, las dos primeras muy bonitas, la tercera un interesante experimento. Por cierto, Afghan ha sido reelaborada y ampliada bajo el título The Royal Mile para la "deluxe".

 Los singles de Discovery.

Discovery dio origen a una gira europea de presentación, muy arquetípica del sonido en directo de Mike y lo que era su banda más o menos estable de los ochenta. La nueva edición no contiene el clásico concierto de la gira en el segundo CD, sino la extraña Suite 1984 que pretende hermanar musicalmente el álbum que nos ocupa con la banda sonora de Los gritos del silencio (The Killing Fields), creada poco más o menos en paralelo y que, más allá de la proximidad de las fechas, no tiene nada que ver ni con Discovery ni con The Lake. Otra vez Mike Oldfield, el revisionista de sí mismo, haciendo de las suyas.

viernes, 22 de enero de 2016

David Bowie - LOW


1. Speed of Life (2:46)
2. Breaking Glass (1:52)
3. What in the World (2:23)
4. Sound and Vision (3:05)
5. Always Crashing in the Same Car (3:33)
6. Be my Wife (2:58)
7. A New Career in a New Town (2:53)
8. Warszawa (6:23)
9. Art Decade (3:46)
10. Weeping Wall (3:28)
11. Subterraneans (5:39)

De entre los varios álbumes de David Bowie que entran en la categoría de clásicos (y son unos cuantos), Low es, además, uno de los más firmes candidatos a obra maestra del músico británico. Publicado en 1977, Low es el primer disco de la etapa que conocemos como "trilogía de Berlín", y que en su momento comentamos conjuntamente con sus dos continuaciones, "Heroes" (1977) y Lodger (1979). Es cierto que "Heroes", gracias sobre todo a su maravilloso tema homónimo, suele ser un disco de referencia en la carrera de Bowie, aunque Low retiene una pátina especial de trabajo de culto que lo hace muy especial. Por su parte, Lodger es un trabajo más convencional en lo que a estructura se refiere, y que en su momento pasó relativamente más desapercibido.

Contraportada de una edición en CD.

En efecto, lo que hace de Low una obra tan interesante es no ser en absoluto un disco convencional. Si bien es verdad que el Duque blanco nunca se caracterizó por atenerse a los tópicos de la música popular del momento, no deja de ser sorprendente que un artista al que podemos considerar como vocalista publique un álbum poco menos que instrumental. A ver, la segunda mitad del LP es un experimento cercano al ambient, mientras que la primera consiste en una pequeña colección de piezas cantadas en la órbita pop de la época... pero incluso en éstas últimas vemos que Bowie está mucho más volcado en cuidar la instrumentación y las atmósferas que en lucir su personal estilo vocal.

Contraportada de otra edición, esta vez con temas extras.

En la época en que se grabó Low, Bowie estaba luchando por salir del mundo de las drogas y encaraba cambios importantes en su vida personal y artística, lo que, suponemos, le animaba a experimentar un poco en varios campos. Por ejemplo, el año anterior protagonizó por primera vez una película, El hombre que vino de las estrellas (The Man Who Fell to Earth, Nicolas Roeg, 1976), que se aprovechaba una vez más de su imagen extravagante y "marciana". Para aquella película se le propuso componer una serie de temas musicales a modo de banda sonora, que finalmente no fueron utilizados. Se supone que Low nace como mezcla de las ideas musicales heredadas del anterior álbum Station to Station (1976) y los experimentos para la película.

Decisiva en el sonido de Low fue la inteligente producción de Tony Visconti, que sabe jugar con el sonido general y el equilibrio entre instrumentos para transformar una simple melodía en algo mucho más interesante (gran trabajo el realizado con el sonido de las percusiones, por ejemplo), y para hacer que las canciones tengan un carácter áspero, sin limar, muy vanguardista y más urbano que lo que venía siendo buena parte del art-rock de entonces. Low contiene joyas como Speed of Life, Sound and Vision o Be my Wife, sin que ninguna de las otras canciones merezcan menor atención.

Sound and Vision

Pero la palma se la lleva Brian Eno, que en la segunda cara del vinilo es poco menos que coautor fifty-fifty, desarrollando las composiciones de Bowie con su habilidad para la innovación electrónica hasta lograr resultados impresionantes en temas como -por citar el más conocido- el instrumental Warszawa. Aunque el disco se grabó en Francia, la influencia berlinesa en la música queda clara si pensamos en los parecidos que hay entre los temas casi del todo instrumentales de Low y lo que en los años setenta hacían los grupos punteros del krautrock, desde Neu! a Kraftwerk. Las texturas sobre por encima de las melodías, lo cósmico por encima de lo terreno. Puede permitirse Bowie intervenir en toda una segunda cara como un elemento más de la amalgama, añadiendo algunas voces sueltas, más cánticos sueltos que verdaderas canciones. En cualquier caso, y aun siendo Eno quien marca la diferencia, los instrumentales de Low se mantienen en la atmósfera agradable del ambient de su coautor, sin llegar al grado de frialdad electrónica del krautrock.

Warszawa en directo, en 1978.

Con estos trabajos de David Bowie, al igual que con muchos de los grandes títulos del rock de los setenta, uno no puede dejar de sorprenderse al ver cómo la música popular alcanzó sus más altas cimas en lo que a libertad creativa se refiere. La industria lo fomentaba y el público lo bendecía de buena gana, tal vez porque los medios de entonces eran menos dados a crear sus propios ídolos prefabricados y solían apoyar a los de verdad, a los que se hacían a sí mismos. La relación entre las compañías discográficas, los medios de comunicación y el público ha cambiado muchísimo desde aquella década del siglo pasado, y en muchos casos sólo los supervivientes de entonces han podido mantener su independencia artística. La evolución artística de Bowie solo se ha detenido cuando le ha fallado el cuerpo, cuando una maldita enfermedad le ha impedido seguir haciendo lo que le daba la gana. A falta de que se publiquen todos los recopilatorios que son de esperar en estos casos, nos sigue quedando una larga discografía a la que poder acudir de vez en cuando, con la suerte de que no contiene música de usar y tirar. Sirva esta reseña como homenaje a su indiscutible talento y su influencia irrepetible sobre quienes no nos conformamos con medianías.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Mike Oldfield - MAN ON THE ROCKS


1. Sailing (4:46)
2. Moonshine (5:50)
3. Man on the Rocks (6:11)
4. Castaway (6:35)
5. Minutes (4:52)
6. Dreaming in the Wind (5:29)
7. Nuclear (5:04)
8. Chariots (4:39)
9. Following the Angels (7:05)
10. Irene (4:00)
11. I Give Myself Away (5:11)

¡Qué idea tan original! ¡Qué decisión tan inesperada! ¡El conde publicando una review del nuevo álbum de Mike Oldfield! Pero, ¿esto no era un blog sobre música experimental, predominantemente instrumental y más o menos alejada del mundo pop-rock? Cierto, pero me vais a permitir el capricho de analizar el primer álbum totalmente nuevo que Mike Oldfield lanza desde que comenzamos con el blog, por mucho que (ya lo sé) Man on the Rocks sea un álbum de música rock convencional

En fin, Man on the Rocks (2014) viene promocionándose desde hace tiempo como el álbum número 25 de Mike Oldfield, aunque esta cifra es discutible si tenemos en cuenta obras medio bastardas y firmadas por él como The Orchestral Tubular Bells, el álbum en vivo Exposed o la regrabación de Tubular Bells en 2003. En fin, el dato no importa demasiado. Lo que interesa es que Oldfield ha regresado con bastante fuerza después de seis años en los que parecía que se había retirado definitivamente. Algo había en Music of the Spheres (2008) que sonaba a despedida, y tras verle lucir su bañador de slip en las Bahamas mientras jugueteaba con las reediciones de su catálogo, no era seguro que fuésemos a encontrarnos nada nuevo con su nombre que no fuese algún tipo de "revival" de algo antiguo. La presencia de este sesentón en los Juegos Olímpicos de Londres pareció confirmar finalmente su jubilación.

Mike Oldfield, bronceado a conciencia a base de sol y playa.

Man on the Rocks es, en cualquier caso y con independencia de la opinión que podamos tener de él, una asignatura que Mike tenía pendiente desde hacía tiempo, un álbum dirigido mucho más a su placer experimentador que a contentar al fan de toda la vida, y esa es una de sus mayores virtudes. De los últimos años de carrera de Mike Oldfield se podrán decir muchas cosas, pero nunca se le podrá acusar de renunciar a su eterno afán de renovarse, a su proverbial empeño en seguir construyendo una discografía tan variada que puede asombrar -asustar incluso- a quien se acerque a ella por primera vez. Tenemos en su carrera retazos de rock progresivo, folk, electrónica, pop-rock, música clásica, chill-out, música étnica y hasta bandas sonoras, todo amalgamado por ese estilo tan peculiar de Oldfield que podríamos describir ante todo como extraordinariamente imaginativo y virtuoso. 

Durante la década de los ochenta, el músico británico realizó numerosas incursiones en el pop, logrando éxitos tan notables como Family Man, To France o Islands, amén de la inolvidable Moonlight Shadow. Generalmente, Oldfield incluía varios temas cantados y comerciales en álbumes cuyo plato fuerte era una larga suite instrumental en alguna de las caras del vinilo. La excepción fue Earth Moving (1989), un interesante aunque fallido experimento totalmente vocal con el que Man on the Rocks, vaya por delante, no tiene demasiado en común. La principal diferencia, aunque así dicho parezca una menudencia, es que los temas de Earth Moving contaban con vocalistas distintos que lograban un conjunto de canciones muy variadas en su estilo, en su instrumentación y tratamiento conceptual, mientras que Man on the Rocks está planteado como la obra de una única banda estable de músicos con un único cantante, el joven Luke Spiller. Una banda de reputados músicos de acompañamiento que, por cierto, aunó sus esfuerzos con el bahameño vía Skype. Suponemos que no todo el mundo entenderá que un disco cantado al completo por Spiller solo lleve en la portada el nombre de Mike Oldfield. Encima, el líder de The Struts es una mala bestia cuyo estilo interpretativo está siendo comparado nada menos que con el de Freddie Mercury. Yo no entraré en tal comparación, pero es innegable que Spiller hace un trabajo apabullante.

Una exquisita versión acústica de Man on the Rocks.

Man on the Rocks no está ahí solamente para cubrir la papeleta de ser "el álbum puramente rock que siempre ha querido publicar Mike Oldfield", ya que estamos ante un disco de calidad media-alta que cumple de sobra con cualquier expectativa. Ya pueden respirar quienes estén en vilo por saber si es un buen trabajo. Lo es. Eso no significa que todos los once temas del álbum sean igual de memorables, pero incluso los "peores" tienen algo bastante salvable, sea un excelente solo de guitarra o un planteamiento sorprendente por algún motivo. Si cualquier álbum de un grupo o solista pop-rock del montón se fundamenta en dos o tres temas fuertes (los que suelen publicarse como single) y cinco o seis de relleno, de calidad variable, Man on the Rocks pasea con la cabeza bien alta, ya que cuenta con no menos de cinco temas que van de lo estupendo a lo magistral, y ninguno que podamos calificar directamente de "malo".

Contraportada del CD en su edición sencilla. Cuesta trabajo creer que aparezca en ella el logo de Virgin.

Por mencionar mis favoritas, destacaría Sailing, Moonshine (afortunadísimo reciclaje del tema descartado de The Songs of Distant Earth, The Song of the Boat Men, en este caso con la ayuda del músico celta Davy Spillane), Dreaming in the Wind y, sobre todo la magistral Man on the Rocks, que suena como uno de esos himnos rockeros que llenan el auditorio de mecheros encendidos en alto. Con el tema que da título al álbum, Oldfield bien puede haber alcanzado el punto más alto de su carrera como creador de temas cantados "convencionales". Tampoco hay que ignorar otros cortes como Castaway, Nuclear o I Give Myself Away, la última una versión de un tema gospel. La inclusión o descarte de muchos temas se debe, según apuntan varias fuentes, al buen consejo del co-productor del álbum, Stephen Lipson. Por cierto, aquí y aquí hay un micro documental sobre cómo se hizo el disco, en YouTube.

En Irene nos encontramos, por cierto, con una curiosa aproximación al sonido de The Rolling Stones, un grupo cuyos primeros álbumes han sido citados por Oldfield como una fuente de inspiración para el disco que nos ocupa. No es un tema maravilloso, pero como homenaje a los riffs característicos de Keith Richards cumple bastante bien. Otras influencias no tan claras se encuentran en el primer single, Sailing, que la primera vez me recordó lejanamente a algún tema de The Travelling Wilburys y a la presencia en aquella mítica formación del buenrollero Tom Petty; y también hay quien dice que Man on the Rocks recuerda al rock endemoniado de Meat Loaf en Bat Out of Hell, cosa que personalmente no veo tan clara. Por todo lo demás, cualquier parecido puede considerarse razonable si tenemos en cuenta que Oldfield ha querido tocar casi todos los palos posibles dentro de eso tan amplio que es el rock en sus distintas épocas y vertientes, del mismo modo en que, por ejemplo, intentó cubrir distintos registros de música celta en su álbum Voyager.

Contraportada de la edición "deluxe", que incluye un segundo CD con los temas en versión instrumental.

En cualquier caso, deberíamos terminar admitiendo que Man on the Rocks, aunque gustándonos mucho, no puede considerarse en absoluto como un trabajo representativo del estilo de su autor. No quedarán satisfechos por el momento quienes estén esperando -en vano, creo yo- un regreso de Mike Oldfield a las mimbres de Ommadawn o Amarok, pero va a ser difícil atacar otra vez a un músico que, después de haber sido declarado muerto por sus detractores hace años, logra un álbum tan fresco y resultón como el que se publica esta semana. Yo soy seguidor de Mike Oldfield desde mediados de los noventa, y Man on the Rocks, sin haber venido a salvarme la vida, me ha reafirmado como pocas veces en estas décadas en mi orgullo de fan.

El clip oficial de Sailing.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Varios artistas - AND I'LL SCRATCH YOURS


1. I Don't Remember - David Byrne (3:38)
2. Come Talk to Me - Bon Iver (6:20)
3. Blood of Eden - Regina Spektor (4:39)
4. Not One of Us - Stephen Merritt (3:49)
5. Shock the Monkey - Joseph Arhur (5:49)
6. Big Time - Randy Newman (3:29)
7. Games Without Frontiers - Arcade Fire (3:22)
8. Mercy Street - Peter Gabriel / Elbow (5:28)
9. Mother of Violence - Brian Eno (3:00)
10. Don't Give Up - Feist / Timber Timbre (5:28)
11. Solsbury Hill - Lou Reed (5:24)
12. Biko - Paul Simon (4:19)

Cuando no hay pan, buenas son tortas.

Algo así debió decir Peter Gabriel cuando, harto de esperar a que varios artistas de renombre le enviasen versiones de sus temas clásicos, prefirió pasar de ellos y lanzar finalmente al mercado -hace algo más de un mes- su esperado álbum de auto-homenaje And I'll Scratch Yours. El que espera desespera.

Si hacemos memoria, recordaremos que Gabriel publicó en 2010 el álbum Scratch my Back, que contenía una colección de "covers" bastante curiosas (alguna decididamente bastarda) de temas de otros artistas, con la intención de que estos mismos grupos y solistas realizasen a continuación versiones de temas del ex-Genesis. La cosa es que algunos de estos músicos se fueron cayendo del cartel, dándole tiempo a Gabriel incluso a publicar un par de álbumes propios entre tanto, hasta que finalmente ha tenido que echar mano de unos cuantos sustitutos para cubrir las bajas. Es cierto que en And I'll Scratch Yours echaremos de menos a monstruos como David Bowie, Radiohead o Neil Young, pero sí encontraremos a otros monstruos como David Byrne, Paul Simon o el recientemente desaparecido Lou Reed, de modo que podemos llorar por un ojo. En fin, si es un hecho habitual el que los álbumes de versiones estén cerca de lo simplón y previsible, podemos decir que este que nos ocupa es todo lo contrario.

Imágenes del libreto del CD.

Peter Gabriel, pese a poder catalogarse la mayor parte de su producción en solitario, incómodamente, dentro del género pop, nunca ha sido digno de ser tachado de rutinario. Músico experimentador, inquieto y único en su originalidad, es autor de una ya larga colección de canciones en las que su teatral forma de cantar se mezcla con traviesas melodías, letras inconformistas, arreglos imposibles medio electrónicos y medio étnicos, y un sentido de lo trascendente que es único. Tras permanecer apartado de la circulación desde mediados de los años noventa, el británico regresó a los escenarios con menos pelo y más kilos, pero con la misma mirada inteligente. Tras el relativamente fallido Up, un álbum en mitad de ninguna parte (cronológicamente lejos del anterior, lejos del siguiente), se ha dedicado a recoger lo sembrado mucho más que a realizar cosas nuevas. Entre versiones de otros y de sí mismo con instrumentación orquestal, Peter Gabriel bien podría cerrar este capítulo de autobombo con And I'll Scratch Yours, entre otras cosas porque es un muy buen álbum.

Solsbury Hill.

Y también es un "te lo mereces", ya que el tratamiento de algunos temas es tan cafre (o más) como los que realizase en Scratch my Back. Si el "Heroes" de Bowie era irreconocible en el trabajo de 2010, aquí podemos decir lo mismo del Solsbury Hill de Lou Reed, o del inenarrable Big Time de Randy Newman. Sencillamente maravillosos son I Don't Remember de David Byrne, que se lleva completamente la canción a su personal universo musical; Games Without Frontiers de Arcade Fire, que no ha podido hallar mejores versionadores; o Come Talk to Me de Bon Iver, sencilla pero perfecta. Lo de Paul Simon merece un capítulo aparte, ya que escucharle cantar un tema tan enorme como Biko con su guitarra y poco más... es de un épico que pone la piel de gallina.

Biko.

Games Without Frontiers.

No diría yo que hay resbalones importantes entre los temas del álbum, ya que incluso las versiones menos arriesgadas (pongamos Blood of Eden o Don't Give Up, baladas más o menos parecidas entre sí) funcionan a la perfección. Quizá suena un poquillo triste ese Mother of Violence en el que Brian Eno lucha infructuosamente por recrear el ambiente de un tema de Bowie, al que -al parecer- viene a sustituir. La variedad musical del álbum es muy grande, aunque en general desprende un aura experimental y futurista que es digna de los mejores tiempos de su compositor.

Portada de la edición especial que recoge ambos álbumes.

Muchos de los temas de And I'll Scratch Yours fueron publicados en 2010 como descargas de pago en iTunes, aunque el presente álbum es la mejor manera de conservarlos todos juntos tras una de estas portadas que se gasta Gabriel con fotografías del mundo microscópico. Además, una edición especial del álbum incluye Scratch my Back ("Ráscame la espalda") y And I'll Scratch Yours ("Y yo rascaré la tuya") en un solo estuche. Es más un capricho para fans que una obra esencial, pero si a algún joven melómano amante del indie le sirve para conocer la obra de Peter Gabriel, bienvenido sea.

domingo, 21 de abril de 2013

David Bowie. Brian Eno. Berlín. Y Philip Glass.

Artista ecléctico donde los haya dentro del mundo del pop, David Bowie ha atravesado un sinfín de épocas distintas en su larga carrera. Una de las más apreciadas en aquella en la que estuvo viviendo en la República Federal de Alemania, donde se hizo con una casa de campo y se dedicó a dar rienda suelta a su creatividad no solo en música, sino también en la artes plásticas contemporáneas. Su adicción a las drogas también tuvo mucho que ver en aquellas andanzas, pero personalmente soy incapaz de otorgar méritos creativos a tales sustancias.

Portada del álbum Low.

A estos años pertenecen tres grandes álbumes que se conocen como la "Trilogía de Berlín": Low (1977), "Heroes" (1977) y Lodger (1979). No solamente tienen en común el haberse gestado bajo la influencia del Krautrock alemán de entonces en la línea de Kraftwerk o Neu!, sino también la preponderancia otorgada en ellos (sobre todo en los dos primeros) a la música y la ambientación sobre la canción y lo meramente pop. Para dotar de ese carácter fascinante a estos álbumes, Bowie contó con la ayuda creativa de Brian Eno. Como no podía ser de otra manera, este último impregnó las composiciones de su magia ambient, conteniendo tanto Low como "Heroes" un alto porcentaje de piezas puramente instrumentales, desarrollos ideados a la limón entre Bowie y Eno que se acercan bastante a los famosos soundscapes del segundo. En fin, se puede decir que cuando Eno ejerce de invitado acaba convertido casi siempre en coautor de cualquier grabación.

Portada de "Heroes".

Low fue un álbum un tanto incomprendido por ciertos sectores, si bien a la larga está considerado como uno de los dos o tres mejores trabajos de David Bowie. "Heroes", por su parte, si bien no goza de un aura de culto tan acusada, es todo un icono del pop-rock gracias -sobre todo- al tema que le da título. En "Heroes", por cierto, también tuvo una importante presencia otro habitual de nuestro blog, Robert Fripp, cuyas largas notas de guitarra modificada escuchamos como parte del memorable fondo de aquel himno sobre el muro. Fripp ya había trabajado con Brian Eno anteriormente en álbumes como No Pussyfooting o Evening Star, por lo que el sonido conjunto de ambos funcionó mejor que bien.

 
Las sinfonías de Philip Glass sobre álbumes de Bowie.

Como muestra definitiva de la influencia postrera de estos álbumes, el compositor neoyorkino Philip Glass decidió convertir Low y "Heroes", respectivamente, en su 1ª y 4ª sinfonías. La Low Symphony (1992) consiste en tres piezas de larga duración que se inspiran de un modo un tanto vago en las sonoridades y cromatismos del  tándem Bowie - Eno. La "Heroes" Symphony (1996), por su parte, se basa de manera algo más clara en el disco al que hace referencia, con temas que son traslaciones libres de los originales, si bien aquí es mucho más sencillo comparar ambas versiones y hallar los parecidos. Parece que a Glass siempre le admiró la profundidad compositiva de ambos álbumes, que trascendía lo habitual en otros trabajos del mundo del pop-rock. Por ese mismo motivo me ha parecido interesante tener en cuenta estos trabajos dentro del blog. Low y "Heroes" están en Spotify, aquí y aquí. Y las sinfonías de Philip Glass están aquí. Añado un vídeo en el que Bowie y Glass hablan (en inglés) sobre su colaboración en las sinfonías del segundo.


Concluimos con una interesante comparación del vídeo oficial del tema "Heroes" y su versión sinfónica minimalista:


sábado, 31 de marzo de 2012

El pop a regañadientes de Mike Oldfield.

La carrera de Mike Oldfield es toda una excepción dentro del selecto grupo de los músicos instrumentales contemporáneos más populares. Todos los grandes han evolucionado de un modo u otro desde sus inicios hasta el momento actual, y él también, aunque durante un período muy concreto -los años ochenta-, por motivos sobre todo contractuales, tuvo una muy fuerte participación en el panorama pop convencional. ¿Cómo se explica que alguien que logra una extraordinaria fama mundial mediante composiciones instrumentales de media hora, mezcla de rock progresivo, folk y melodías de corte clásico, se dedique durante una buena porción de su trayectoria a componer (¡e incluso cantar!) temas vocales con estribillo y todo? Pensemos en ello.

Mike Oldfield en la contraportada de Islands.

Ya hemos comentado en el blog algunos primeros acercamientos de Oldfield al pop comercial, sobre todo  como parte de sus álbumes Five Miles Out (1982) y Crises (1983), aunque el primer tema en esta línea, un experimento sin mayores consecuencias según él mismo debió pensar, fue aquel I Got Rhythm de Platinum (1979), una versión de George Gershwin y eso que en él sonaban campanas tubulares y todo. La cosa es que, si en Five Miles Out estaba Family Man como parte del "todo" variado y diverso que integraba aquel álbum, es en su siguiente trabajo donde Oldfield se propone adrede la creación de varios temas cantados y radiables, si bien todavía podemos argumentar que el tema fuerte del disco era el homónimo, el largo Crises de la cara A. Sucedió que como primer single del álbum del '83 se editó Moonlight Shadow, convirtiéndose este tema no solamente en un éxito internacional, sino en uno de los clásicos indiscutibles del pop de aquella década. Todo el mundo lo ha escuchado alguna vez, sin excepción posible.

Portada original del álbum Discovery.

Y aquí es donde podemos empezar a especular. Se supone que la compañía Virgin presionó a Oldfield para que siguiese incluyendo temas pop en sus discos, y él lo hizo, también supuestamente, a regañadientes. Y sin embargo, en 1984 sale a la venta Discovery, que el músico promociona como "su mejor disco hasta la fecha", y que es totalmente vocal salvo por un tema instrumental de 10 minutos que encima suena al final del álbum, casi de incógnito. O sea, que su mejor disco (según él) es uno que está lleno de canciones pop-rock cantadas, y no creo que algo así pueda hacerse a regañadientes. Ni creo que pueda concebirse a regañadientes una serie de singles tan estupendos como Crime of Passion o Pictures in the Dark, que afianzaron el prestigio de Oldfield como autor de canciones.

Vídeo de To France.

Vídeo de Crime of Passion.

A lo mejor me equivoco, pero creo que Mike Oldfield se lanzó a la palestra pop porque le apetecía, porque los tiempos habían cambiado desde los años de sus instrumentales épicos y él quería seguir en la cresta de la ola de cualquier modo, reservándose, eso sí, un importante espacio para seguir con los instrumentales de siempre. Eso no quiere decir que la discográfica le bendijese cualquier decisión creativa que hubiese tomado (hablaremos de Amarok), pero creo que Oldfield, un señor muy veleta, siempre ha llorado más de la cuenta por lo mal que se portaron con él, cuando seguramente la opción de hacer canciones pop nunca le pareció tan mala y en ella se dejó la piel en cuatro o cinco álbumes nada desdeñables. 

Portada de Islands.

Ahí queda su siguiente superventas, Islands (1987), que repite casi al dedillo la estructura de Crises y cuenta nada menos que con Bonnie Tyler en su primer single. En el largo instrumental The Wind Chimes vuelve a dar rienda suelta a sus apetitos instrumentales como antaño, pero la cara B es toda pop, y en este caso tan convencional y comercial (aunque de gran calidad, eso sí), que muchos de los fans no terminan de darle el visto bueno.

Vídeo de Magic Touch.

Y no hablemos de Earth Moving (1989), colista entre los favoritos del músico al ser hasta hoy su único disco totalmente vocal, con el inequívoco toque Oldfield, pero poco lustroso para los seguidores de siempre. Supongo que fue la manera de "compensar" anticipadamente por la publicación del inmediatamente posterior Amarok (1990), un caótico experimento instrumental de 60 minutos que no contó con el beneplácito de la Virgin y salió a la venta casi de milagro. En este momento puntual sí que quedó claro el amargo desacuerdo entre músico y compañía, aunque hasta entonces dudo que la cosa fuese para tanto. 

Portada original de Earth Moving.

Lo de Heaven's Open (1991) sí que fue más o menos explicable. Oldfield recibió clases de canto para poner su propia voz a una colección de canciones llenas de mala leche y dobles lecturas contra la compañía que ya abandonaba. Incluso se cambió el nombre para la portada.

Portada de Heaven's Open.

Fue su personal vendetta de artista ninguneado, un álbum musicalmente flojete cuyo principal valor (salvo por algún tema notable, véase el vídeo) fue el de arma arrojadiza. Incluso el largo instrumental que contiene, titulado Music from the Balcony, es casi una parodia del anterior Amarok, lleno de samples selváticos, cortapegas de estudio y raras estridencias melódicas.

Vídeo de Heaven's Open.

Pese a todo, incluso si estamos por la labor de creernos todo lo que el Mike de hoy opina sobre su pasado, Oldfield nunca perdió su toque mágico. Con Islands y Earth Moving muchos quisieron certificar su muerte como artista rebelde y original, y después llegó Amarok, que bien podría ser su mayor obra maestra, a tapar muchísimas bocas. No olvidemos tampoco que tras su salida de Virgin se reinventó para los noventa con Tubular Bells II (1992) que -pese a quien pese- es apoteósico, y quedó claro que en ningún momento anduvo perdiendo el tiempo o quemando su inspiración con las canciones. ¡Pero si encima siguió haciendo temas pop cantados muchos años después, como Man in the Rain en 1998 o To Be Free en 2002!

Todo buen fan sabe reconocer el buen trabajo realizado en la inmensa mayoría de su material pop-rock ochentero, donde hay clásicos que le honran y engrandecen como músico. Mike Oldfield no es quien es solamente por las campanas y sus secuelas, sino también por Moonlight Shadow, To France, Family Man, Shadow on the Wall, Islands, Magic Touch, Tricks of the Light y otras tantas canciones muy distintas entre sí, pequeñas joyas que amplían sorprendentemente los registros artísticos de un compositor inigualable.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...