Todas la viejas ciudades están llenas de leyendas, que van de boca en
boca. Algunas muy conocidas, otras no tanto y las verdaderas son aquellas que
se ocultan en el tiempo y nadie sabe. Paso a contar como buenamente pueda, la
historia me llegó de alguien que ya
murió y me dio permiso para hablar de ello. Por el año de 1605, un joven
llamado Gonzalo, considerado hombre de múltiples virtudes en Cáceres, estaba
prometido con Beatriz, joven de su misma edad, beldad que alegraba la vista, de
bucles dorados y piel nívea. Pese a las virtudes de Gonzalo, no le acompañaba
la bolsa de los dineros a la par que la de la familia de Beatriz. Estaba la
muchacha prometida a un capitán del ejército, recio y estirado en su orgullo.
Beatriz nunca encontró a un hombre en ese capitán llamado don Ginés, le parecía
una bestia engalanada. Una noche que don Ginés estaba bastante bebido se llevó
obstinado en su empeño a Beatriz a una casa de mala fama, refugio de gentes de
mal vivir al amparo de la noche, era noche oscura y de persistente llovizna. La
familia de Beatriz creyó que estaba en casa de den Ginés tratando con su futura
familia. Don Ginés presentó a la muchacha como quien luce un trofeo de caza y
alardea de ello, dando voces puso en subasta el virgo de Beatriz, aunque hubo
varios que les sobraba lujuria, a la par que les faltaba escrúpulos y monedas,
don Ginés sacó una bolsa de dinero y se la quedó él, se echó al hombro a la
chica y subió con ella arriba, no creo necesario contar lo que sucedió. Después
salió don Ginés a la calle, más bebido que entró, todo el mundo callaba.
Gonzalo vio salir a don Ginés del lugar, temiendo lo ocurrido, fue a por él y
lo apuñaló sin mediar palabra, repetidas veces, la última en el costado, buscó
luego a Beatriz y la sacó de allí malherida y balbuciendo que la matará pues
había perdido el honor, murió en sus brazos, cuando le encontraron soldados de
don Ginés que lo mataron a lanzadas. Por las noches su ánima camina entre las
calles del casco viejo, buscando burdos fanfarrones a los que poder apuñalar,
es un ánima que no está en paz, que la rabia le guía más allá.
Texto: Pedro Maximiano Cascos
Fotos: Ana Manotas Cascos