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lunes, 21 de noviembre de 2022

"El pasajero qué llegará del pasado"

Las estaciones abandonadas son el territorio del olvido. El territorio del olvido es el territorio de la naturaleza.
Alfonso Vila.





jueves, 19 de enero de 2017

DENSA QUIETUD


Una de las primeras entradas que hice en el blog el 4 de Junio 2010, he decidido ir recuperando alguna.
 Calle de Magacela (Badajoz)

Hay nublados inciertos en la tardía tarde de agosto, y las angostas calles de Magacela se desperezan y ven que todo sigue igual, gozan del tranquilo discurrir del tiempo y el viajero que curioso pasea entre sus calles, siente el bochorno en su piel, por un momento se detiene y perezoso prepara sus ojos para disfrutar de un paisaje, particular aunque no venga en las guías de carretera, desde Magacela,el balcón de la Serena.

Texto: Pedro Maximiano Cascos




domingo, 13 de marzo de 2016

PUESTA DE SOL EN LA SERENA


En la línea débil de aquel valle perdido

el sol se queda suspendido un momento.

Y ya sin fuerzas parece que regala

la ingravidez a aquél que lo contempla:

Ya somos luz desnuda sin temores ni cuerpo.


Pablo Guerrero (Tiempo que espera)


viernes, 21 de noviembre de 2014

"En la besana"

La entrada se la dedico a Baldomero, un hombre de campo, amable y buena gente.
    

 Besana: Labor de surcos paralelos.

    Comienza el día sin más, nada especial, ningún presagio que nuble el espíritu, tal vez es un día algo más fresco que el anterior y eso es algo que Baldomero agradece. Aguarda un día de duro trabajo, seguir la besana y domar la tierra, que año tras año ha ido dando sus frutos. Del trigo a la cebada, pasando por la avena, y los melones de secano en las cercanías de las lindes. Mientras Baldomero ara la tierra, hundiendo con firmeza la reja en el surco, tras el paso parsimonioso y certero  de sus bestias, recuerda a sus hermanos menores que él, Fermín y Eufronio, con los que siendo él un mozangüelo y ellos unos niños compartió algunas jornadas en el campo. "Seguid la besana" les hablaba el padre, Baldomero escuchaba, los hermanos pequeños se perdían siguiendo el rastro de los pájaros, "Tenía que ser así" piensa para sí Baldomero. Ellos no siguieron la besana y como mez uchas aves se marcharon, Fermín a Barcelona y Eufronio a Bilbao. "Todos repartíos por el mapa" esta vez Baldomero se ha parado y habla en un murmullo, sólo para él, nadie va a escucharle, da media vuelta y mira como viene la besana. "Viene recta, como otros años, no es mala señal".

Texto: Pedro Maximiano Cascos




viernes, 21 de marzo de 2014

La luz de la tarde

Sobre las cumbres

hay paz,

en las copas de los árboles

apenas puedes

percibir un aliento,

los pajarillos han enmudecido en el bosque.

Espera, pronto

descansarás tú también.

Goethe






viernes, 4 de octubre de 2013

EL CIELO PROTECTOR

"Como no sabemos cuando vamos a morir llegamos a creer que la vida es un pozo inagotable, sin embargo todo sucede solo un cierto numero de veces, y no demasiadas. ¿En cuantas ocasiones te vendrá a la memoria aquella tarde de tu infancia?, una tarde que ha marcado el resto de tu existencia, una tarde tan importante que ni siquiera puedes concebir tu vida sin ella. Quizás cuatro o cinco veces, quizás ni siquiera eso. ¿Y cuántas veces más contemplarás la luna llena?. Quizás veinte. Y sin embargo, todo parece ilimitado,"

 El cielo protector (Paul Bowles)



viernes, 15 de marzo de 2013

El duende providencial


 
     Quería dedicar la entrada a nuestro amigo Jesús Chueca, por su simpatía, por su buen humor y porqué siempre me hace reír.


     A veces cuando lo que entendemos por suerte nos da la espalda, a la providencia nos topamos de frente, eso sí disfrazada para que no la reconozcamos. Jesús Chueca, viajaba al volante de su coche, era un día de primavera de tiempo cambiante y él se afanaba en cumplir con su ajustada agenda de clientes en el tiempo adecuado, miraba de reojo de vez en cuando su reloj de pulsera y pensaba que iba a ser un día agitado.  A su lado, llevaba siempre bien resguardada en su bolsa, a su fiel cámara, juntos Jesús y la cámara, como Quijote y Sancho campaban por España, no desfaciendo entuertos, pero si haciendo fotos, en busca de cazar la luz. Aquel era perfecto para hacer fotos, pero el trabajo apremia. De repente el coche se para, Jesús se para en la cuneta, echa un vistazo al motor y no ve nada raro, pero el coche no arranca, da a la llave, acelera con suavidad y nada. Vienen a su memoria las historias de duendes que escuchó en la infancia, ríe para sí, se tranquiliza y saca su cámara. Por unos instantes se olvida del trabajo, se siente más Quijote, mira, encuadra y dispara, es feliz, se siente satisfecho, el aire del exterior le ha sentado bien, es un día muy agradable. Vuelve a ver el motor, todo igual nada extraño. Sube al coche y mueve la llave, el coche arranca, parece que hasta con un sonido diferente. 

-Benditos duendes. Dice para si Jesús.



Texto: Pedro Maximiano Cascos
Foto:   Ana Manotas Cascos



lunes, 5 de marzo de 2012

SOBRE AMARGAS CENAS


    Mucho se ha escrito y se ha oído sobre amargas cenas y reinas moras, es agradable para el imaginario colectivo tener sus propias leyendas, poseer lo propio, que vaya pasando de generación en generación como las joyas de la familia, para sacarlas a relucir en las ocasiones apropiadas. Pero ha de hacerse saber, para quienes desconozcan sobre tan peculiar pueblo de la Serena, que desde tiempos remotos la historia y el devenir de hombres y mujeres ha ido dejando su impronta en tierras de Magacela, ora en forma de pinturas rupestres, dólmenes o antiquísimos cementerios, a los que han ido acompañando fortalezas árabes que han servido de balcón y torreón vigía de esta comarca extremeña que nos ocupa. Desde lo alto del  cerro de Magacela, dentro de su castillo, se puede ver en días claros una buena parte de la comarca, un terreno ondulado rodeado de sierras, bajo el amparo de limpios cielos que se pueblan de estrellas en las noches de verano, siempre y cuando el tiempo acompañe. Hace unos veranos, dos o tres años atrás, no recuerdo demasiado bien, acompañe a visitar Magacela a unos familiares que habían venido a pasar unos días al pueblo, venía con nosotros un niño de cinco años y viva imaginación, una imaginación que se debió sentir espoleada  entre las callejas empinadas de Magacela, era como si aquel niño hubiese entrado de lleno en alguna de esas películas de animación repletas de fantasía que tanto le encandilaban, para todo aquello estaba lleno de princesas, caballeros y magos, briosos corceles y dragones que de un momento a otro debían de llegar y posarse sobre el castillo. Pasamos una buena y larga tarde veraniega. Ya en el coche, de vuelta a casa, el niño miraba con atención por la ventana de atrás, observando la silueta de la sierra sobre la que se asienta Magacela. Su viva imaginación dedujo que ese pueblo de princesas estaba hecho sobre un enorme dragón que dormía por el encantamiento de un mago, y que algún día despertaría y echaría a volar. Puede ser, pero no creo que vuele más que la imaginación de aquel niño.

Texto: Pedro Maximiano Cascos
Fotos: Ana Manotas Cascos



viernes, 2 de septiembre de 2011

Cualquier tiempo pasado....

Magacela (Bádajoz) . Quería dedicar esta entrada a Ines, Alcaldesa de Magacela, y a Beatriz, Concejala, por su amabilidad y por invitarme a estas bonitas fiestas.

Lejana nos queda la Edad Media, mucho ha llovido y secado, mucho se ha sufrido y se ha vivido. Pero pasado el tiempo y con la distancia que dan los años (enorme distancia), recrear lo que no se ha vivido, nos sirve a las personas como válvula de escape a lo cotidiano, que en el mejor de los casos nos aburre. No deja de ser el mercadillo medieval un teatro en la calle, un agradable punto de encuentro, diferente a lo habitual, donde sacamos algo de nosotros que no hemos sacado .La imaginación sale a pasear en los calurosos días de verano. 

Textos: Pedro Maximiano Cascos
Fotos: Ana Manotas Cascos

Alegría de Oriente en Occidente

El caldero mágico

viernes, 4 de junio de 2010

DENSA QUIETUD

       
      Hay nublados inciertos en la tardía tarde de agosto, y las angostas calles de Magacela se desperezan y ven que todo sigue igual, gozan del tranquilo discurrir del tiempo y el viajero que curioso pasea entre sus calles, siente el bochorno en su piel, por un momento se detiene y perezoso prepara sus ojos para disfrutar de un paisaje, particular aunque no venga en las guías de carretera, desde Magacela,el balcón de la Serena.

Texto: Pedro Maximiano Cascos