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martes, 25 de agosto de 2020

Donde muere el tiempo



“La gente siempre decía que el pueblo estaba muerto, pero en realidad cuando había un funeral era cuando más se animaba.”

ALICE MUNRO


 


domingo, 25 de septiembre de 2016

La llegada del otoño

Imágenes rescatadas del disco duro, del año 2009


OTOÑO

Otra vez el otoño;
vuelven las tardes ocres, el color triste de tus ojos,
las miradas perdidas, taciturnas,
y los días que, marchitos,
tiritan en los calendarios;
vuelven desde otros más remotos, besandos por el tiempo,
ahora, cuando todo lo convierten y lo derrotan;

Nos miramos y, sin decir nada,
sabemos que es nuestro
y que se manifiesta desde los párpados, ya vacíos, del verano.

¿Te acuerdas, mujer, de aquellos otoños de tus labios?
Un beso lo cubría todo y una caricia todo lo explicaba…

¡Oh! aquellas caricias de nuestros tiempos,
de aquellas calles sin arrugas,
de aquellas estaciones sin crepúsculos…

¡Ya pasaron!
¡Y otra vez el otoño viene buscando la vida!






martes, 3 de mayo de 2016

La luz del atardecer


"Por muy alto que sea un árbol, sus hojas siempre caen hacia la raíz"

Anónimo


lunes, 4 de noviembre de 2013

Retorno al hogar.


     Hay gente a la que no le gusta el gas y prefieren echar unas horas en el monte, haciendo haces de leña seca y bien seleccionada. Toño es alguien que pertenece a esa gente, le aburren demasiadas horas en casa, necesita como las plantas la luz del sol y la lluvia, y a no ser que caigan mares desde el cielo, no hay quien le quite su larga mañana en el monte, trabaja con su propio afán, sin nadie que le mande, siente el frío, el calor, el viento o la suave brisa. Se siente vivo, vivo y libre, sonríe para sí. Cuando baja del monte sobre su jumento y ve su pueblo, se sigue emocionando, sabe que vuelve al calor del hogar, la compañía de su María, el calor del fuego y una comida caliente. Otro día cae en el calendario, pero sólo es un número, piensa Toño.


Texto: Pedro Maximiano Cascos
Foto:   Ana Manotas Cascos


Origenes



viernes, 18 de enero de 2013

El ánima de Gonzalo


   Todas la viejas ciudades están llenas de leyendas, que van de boca en boca. Algunas muy conocidas, otras no tanto y las verdaderas son aquellas que se ocultan en el tiempo y nadie sabe. Paso a contar como buenamente pueda, la historia  me llegó de alguien que ya murió y me dio permiso para hablar de ello. Por el año de 1605, un joven llamado Gonzalo, considerado hombre de múltiples virtudes en Cáceres, estaba prometido con Beatriz, joven de su misma edad, beldad que alegraba la vista, de bucles dorados y piel nívea. Pese a las virtudes de Gonzalo, no le acompañaba la bolsa de los dineros a la par que la de la familia de Beatriz. Estaba la muchacha prometida a un capitán del ejército, recio y estirado en su orgullo. Beatriz nunca encontró a un hombre en ese capitán llamado don Ginés, le parecía una bestia engalanada. Una noche que don Ginés estaba bastante bebido se llevó obstinado en su empeño a Beatriz a una casa de mala fama, refugio de gentes de mal vivir al amparo de la noche, era noche oscura y de persistente llovizna. La familia de Beatriz creyó que estaba en casa de den Ginés tratando con su futura familia. Don Ginés presentó a la muchacha como quien luce un trofeo de caza y alardea de ello, dando voces puso en subasta el virgo de Beatriz, aunque hubo varios que les sobraba lujuria, a la par que les faltaba escrúpulos y monedas, don Ginés sacó una bolsa de dinero y se la quedó él, se echó al hombro a la chica y subió con ella arriba, no creo necesario contar lo que sucedió. Después salió don Ginés a la calle, más bebido que entró, todo el mundo callaba. Gonzalo vio salir a don Ginés del lugar, temiendo lo ocurrido, fue a por él y lo apuñaló sin mediar palabra, repetidas veces, la última en el costado, buscó luego a Beatriz y la sacó de allí malherida y balbuciendo que la matará pues había perdido el honor, murió en sus brazos, cuando le encontraron soldados de don Ginés que lo mataron a lanzadas. Por las noches su ánima camina entre las calles del casco viejo, buscando burdos fanfarrones a los que poder apuñalar, es un ánima que no está en paz, que la rabia le guía más allá.

Texto: Pedro Maximiano Cascos
Fotos:  Ana Manotas Cascos


lunes, 9 de agosto de 2010

Guadalupe (Cáceres)



COMARCA DE LAS VILLUERCAS


Una tarde de invierno, esperando el autobús de vuelta a casa en la estación Méndez Álvaro en Madrid, se me acercó un hombre bajito de unos sesenta años,me preguntó la hora y nada más hacerme esta pregunta,pude darme cuenta de su desatada verborrea, cuando dije que era de Extremadura, parecía tener todavía más ganas de hablar, y al hilo de la conversación o más bien soliloquio, me contó una historia acerca de Guadalupe y dos peregrinos, uno creyente y otro ateo, se juntaron cuando apenas quedaba una hora para llegar al pueblo, y se dieron a conocer, al uno le movía su fé y el fervor mariano, al otro su pasión por el arte, no me estaba creyendo nada mientras me lo contaba ,todo sonaba a fábula con su moralizante moraleja final. Religión y arte se dan de la mano en Guadalupe, y hacen que gente tan dispar como esta se junten en un camino con un rumbo determinado. Me contó que no discutieron mientras iban con el camino,pese a sus diferencias,escuchaba con cortesía pero me estaba cansado y el autobús aún no llegaba. Me dijo que entraron juntos en el monasterio y cada uno explicaba al otro lo que ignoraba, salieron sabiendo un poquito más, después comieron juntos y me contó que fué el principio de una gran amistad,entre la morenita y pinturas de Zurbarán, pensé para mí que había sido un final a lo Casablanca en plenas Villuercas, pero no me creí nada,subimos al autobús y en la parada que este hacía en Lagartera, el hombre bajito y hablador bajó y me dijo hasta luego, bajé después a tomar algo en el bar y allí ví a este señor que era muy afectuosamente por un hombre moreno y más grueso de su edad aproximadamente, este hombre llevaba en sus manos una lujosa edición de un libro sobre Zurbarán. Comencé a creer.


Pedro Maximiano Cascos
Aromas de paz y Zurbarán


Guadalupe (Cáceres)



COMARCA DE LAS VILLUERCAS


Una tarde de invierno, esperando el autobús de vuelta a casa en la estación Méndez Álvaro en Madrid, se me acercó un hombre bajito de unos sesenta años,me preguntó la hora y nada más hacerme esta pregunta,pude darme cuenta de su desatada verborrea, cuando dije que era de Extremadura, parecía tener todavía más ganas de hablar, y al hilo de la conversación o más bien soliloquio, me contó una historia acerca de Guadalupe y dos peregrinos, uno creyente y otro ateo, se juntaron cuando apenas quedaba una hora para llegar al pueblo, y se dieron a conocer, al uno le movía su fé y el fervor mariano, al otro su pasión por el arte, no me estaba creyendo nada mientras me lo contaba ,todo sonaba a fábula con su moralizante moraleja final. Religión y arte se dan de la mano en Guadalupe, y hacen que gente tan dispar como esta se junten en un camino con un rumbo determinado. Me contó que no discutieron mientras iban con el camino,pese a sus diferencias,escuchaba con cortesía pero me estaba cansado y el autobús aún no llegaba. Me dijo que entraron juntos en el monasterio y cada uno explicaba al otro lo que ignoraba, salieron sabiendo un poquito más, después comieron juntos y me contó que fué el principio de una gran amistad,entre la morenita y pinturas de Zurbarán, pensé para mí que había sido un final a lo Casablanca en plenas Villuercas, pero no me creí nada,subimos al autobús y en la parada que este hacía en Lagartera, el hombre bajito y hablador bajó y me dijo hasta luego, bajé después a tomar algo en el bar y allí ví a este señor que era muy afectuosamente por un hombre moreno y más grueso de su edad aproximadamente, este hombre llevaba en sus manos una lujosa edición de un libro sobre Zurbarán. Comencé a creer.


Pedro Maximiano Cascos


Aromas de paz y Zurbarán