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viernes, 1 de febrero de 2008

Capítulo 1º







Capítulo 1º

El terror erótico de Jess Franco.

Un mago en Barcelona.Hace aproximadamente un año no podía mantener relaciones sexuales normales porque me sentía poseído por una imagen negra. Tampoco podía tomar ningún transporte público por miedo a que las ondas cerebrales de la gente penetraran en mi mente provocándome un profundo dolor.

Mi situación devino desesperada, cuando por sincronías del destino vino a Barcelona Alejandro Jodorowsky para realizar un taller de Psicomagia. Conocía algunas de las obras de Jodorowsky, y consideré que su psicomagia podía ayudarme, así que me presenté en su taller.

Jodorowsky, siempre muy atento con todos, aprovecho el caso para desarrollar sus ejercicios, y me leyó las cartas del Tarot. En las cartas aparecía el diablo invertido, que representaba todos mis problemas mentales; también apareció La Estrella, por lo que Jodorowsky resolvió que las fuerzas del universo acudían en mi auxilio. Así que se dispuso a recetarme un acto de psicomagia. La psicomagia es una terapia que se basa en el psicoanálisis y el chamanismo, desarrollada por Jodorowsky para ayudar a las personas a superar sus traumas con ejercicios poéticos y metafóricos que utilizan el lenguaje de los símbolos. Es de hecho un acto simbólico que puede curar enfermedades orgánicas : “ Compra una película de terror de Jess Franco - me dijo-, visiónala tres veces seguidas y después viaja por el metro hasta que encuentres una persona que acepte la película como un regalo”.

En un principio rehusé a semejante locura, pero dada mi situación límite y el abismo que me atraía a su caída sin fondo, decidí seguir el ejercicio propuesto. Comprar la película de terror del señor Franco no fue fácil. En el Corte Inglés y otros establecimientos en que busqué una de sus películas nadie tenía conocimiento de ellas. Al fin pude encontrar un DVD de ese extraño director, aunque sólo disponía del idioma inglés, que por cierto domino más bien poco.

Es igual, pensé, y compré una película que se llamaba ‘Lust for Frankenstein’. En la cubierta aparecían, entre rojos intensos, unos ojos inquietantes que me miraban. Aquello excitó mi espíritu y me dirigí a casa a cumplir con lo pactado con Jodorowsky.

Después de diez minutos de ver la película no entendía nada. Mis reducidos conocimientos de inglés y el extraño argumento desarbolaron mi pasión cinéfila, que la tengo, para ir a vomitar. Vaya bodrio, pensé, y no me veía con fuerzas de ver toda la película. Pero es curioso lo que un ser humano puede llegar a sufrir.

La película relataba la historia de Moria, hija de un músico llamado Frankenstein, que resulta ser el descendiente del célebre doctor que dio vida al mítico monstruo. Moira regresa a la casa de sus padres donde su madrastra Abiagail la recibe ´con el rabo entre las manos’, demostrando una falta total de delicadeza hacia su hijastra que enojaría a los mismísimos ángeles del cielo. Allí, en sueños, recibe por la noche la irreal visita de su ensangrentado padre, que le da las claves para la recreación del monstruo de sus ancestros.

El monstruo resulta ser una criatura femenina de grandes pechos y tremendas cicatrices que enmarcan su cuerpo. Esta criatura muy pronto revelará sus más bajos instintos proyectando sus frustraciones de forma compulsivo-destructiva sobre la vida sexual de la pobre Moira y sus amantes.

En la película se superponen las imágenes en un ejercicio experimental de libertad absoluta para castigar las pupilas del espectador con regueros de sangre. La protagonista se nos presenta con un look desaliñado, moratones en los muslos de sus maduritas carnes y sostenes del mercadillo, pero es capaz de sumergirnos en un desaforado libertinaje que al final resulta atractivo.


Un director en el Olvido.
De la angustia al éxtasis hay un breve camino, un espacio solitario lleno de músicas de explosiones, y durante la tercera proyección se produjo el encuentro con la esencia, un interruptor en mi interior encendió una nueva luz. En las cicatrices del monstruo descubrí los estigmas de la maldición original que se leen en los bellos rostros rotos. No puedo explicar muy bien lo que pasó, pero fue entonces cuando entre hierros y fuegos me interesé por este director de cine llamado tío Jess.

¿Quién era Jesús Franco? Cuales sus obras, sus pasiones, sus ilusiones. Me hundí en el pútrido lodo humano para descubrir el sentido ambivalente de una vida y una obra tristemente marginada que al pasar el tiempo adquiere todo su significado.


Jesús Franco Manera nació en Madrid el 12 de mayo de 1930. En un principio estudió derecho, pero pronto se desató su furia por el cine. Con 23 años formó parte de algunos grupos de jazz, su otra gran afición, de la que quedará testimonio para siempre en su ‘nombre artístico’ : Jess, y en la producción de algunas bandas sonoras de sus propias películas

La primera película que dirigió fue en 1959 y se llamaba “Tenemos 18 años”. También escribió novelas de terror, mientras trabaja en la productora Unión Films y ayudaba a Berlanga en el rodaje de "Los jueves milagro".

El inició de su particular producción ocurrió en 1961 con la película ‘Gritos en la noche’, que en aquellos momentos se llega a considerar una obra maestra del cine de terror español, y que marcaría el principio de un boom de este género en nuestro país. Aunque Jess siempre ha considerado que “si eres español lo mejor que puedes ser es un director mediocre, una mierda que se pudre de hambre”. Por esta razón siempre se ha considerado un marginado, un outsider con más de 200 películas ‘de caspa y sayo’.

Capítulo 2º


Capítulo 2º.

Jess Franco director

En 1965 le llama Orson Welles para dirigir la segunda unidad de su película “Campanadas a medianoche”. Luego prefiere rodar en el extranjero a un ritmo frenético de seis o siete películas por año; un peregrinaje para dirigir películas en países como Francia, Portugal, Alemania y donde fuera, por lo que ha sido ‘el vagabundo del horror’. Jess siempre se ha lamentado amargamente de que su obra ha sido más reconocida en todos los videoclubes del extranjero que en España, o sea, que definitivamente no ha sido profeta en su tierra.


En esta época consiguió uno de sus grandes éxitos a nivel internacional, “ El Necronomicón”. Esta película producida en 1967 rinde homenaje a Lovecraft y a uno de sus ídolos: el marqués de Sade. Para Franco el marqués es un verdadero revolucionario, el icono de la libertad total de expresión, en el cual se reconoce.

La película estuvo seleccionada para el festival de Berlín y Roger Corman al verla se interesó por Jesús y le ayudó a comenzar una gran carrera cinematográfica en Estados Unidos, donde se encuentran en la actualidad sus más numerosos grupos de fans.

El origen del “Necronomicón” de Jess Franco fue un curioso encargo de un productor alemán que le pidió hacer una película moderna de terror y erotismo. En la breve fase de documentación descubrió que el famoso Abdul Alhazred no era un invento de Lovecraft, sino que ese hombre realmente existió, vivió en Córdoba en el siglo XVI y escribió un libro lleno de parábolas sobre la pervivencia de los muertos en nuestro mundo al que llamó Necronomicón. Naturalmente, a ese Alhazred le quemaron en la hoguera junto a su libro, pero alguien salvó una parte, que al parecer se repartió entre la biblioteca de la Universidad de Sevilla y la de la Universidad de Ginebra. Jess pudo leer esa parte salvada y de una de esas parábolas, contenida en tres páginas de una belleza extraordinaria, surgió la película. Rodó la película con esas tres páginas en el bolsillo, sin guión previo y con una estructura que se improvisaba cada día.

El ‘Necronomicón’ narra formalmente las fantasías de Janinie, una bailarina de strip-tease, en unos escenarios espectrales y sadomasoquistas. Aunque en el fondo se nos revela como una curiosidad surrealista en que destacan los delirios oníricos y esquizofrénicos entre sesiones de psicoanálisis. Los juegos de palabras enmarcan las atrevidas escenas eróticas que vistas con perspectiva son un claro homenaje a su admirado Buñuel.
A partir de entonces se entregó enteramente al cine de terror con películas como “El Conde Drácula” (1970) y “Drácula contra Frankenstein”(1972) , que se han convertido en clásicos del género. Atraído severamente por lo erótico, en sus películas de terror siempre aparecían vírgenes y vampiras desnudas en explícitas escenas de juegos sadomasoquistas Así empieza a tejer los fragmentos de una gran historia que siempre es la misma: una joven que es secuestrada y llevada a un lugar extraño, donde los secuestradores la violan de mil modos diversos. A su rescate acude el héroe que no puede evitar asistir al excitante momento en que ella es encadenada con los brazos en alto y violada salvajemente, casi siempre en el fondo de una cueva.

Y entonces llega una película rompedora,"Vampyros Lesbos". En una época dominada por el cine de la Hammer, las vampiras de Jess hacen topless en la playa y se exhiben excitantemente sexis y ligeritas de ropa. En esta película Jesús Franco muestra su verdadero estilo, mezcla de horror y sexo, que configura su particular género del “Horrótika”. Los panoramas de sangre y semen marcan las directrices de este nuevo modelo cinematográfico. En la Edad Media el simbolismo cristiano ya distinguía entre ‘nuditas virtualis’, pureza e inocencia, y ‘nuditas criminalis’, lujuria o vanidosa exhibición. El desnudo que nos ofrece Jess provoca siempre una emoción equívoca, pues si por una parte nos eleva hacia la pura belleza estética, por otra nos sumerge en los fondos irracionales insensibles a lo intelectual.

Las vampiras de Jess constituirán el eje central de sus películas. Son figuras del amor y la muerte que sirviéndose del deseo consuman sus acciones maléficas y en su sexualidad muestran el sentido orgasmático del dolor. El mordisco de las vampiras constituye el clímax de las aberraciones sexuales como afirmaciones mágicas, al mismo tiempo que las victimas actúan como videntes que deben ser excitadas para recargar sus facultades y rociar en un intenso final al héroe franquiano con sus dones áureos.


Terror gótico-erótico y surrealista, la base de la horrótika de tío Jess, que aparece en la película, como en otras ocasiones, en un pequeño papel de sádico perverso. En la película Linda tiene que viajar a una isla por trabajo donde le espera la Condesa Nadine, lo que ella no imagina es que dicha Condesa es descendiente del mismísimo Conde Drácula y que además de su sangre desea otra cosa. La acción sigue los cánones de la mayoría de las películas de Franco, unas danzas eróticas en un club y un misterio.

La protagonista de Vampiros Lesbos fue Soledad Miranda. De apariencia débil, su físico desprendía una combinación de dulzura y erotismo capaz de convertir su inocencia en la más inquietante perversidad. Debutó en el cine a los 17 años y a partir de 1970 se convirtió en la musa de Jesús Franco apareciendo en todas sus películas. En ésta etapa, debido a la censura, las películas se rodaban en doble versión, una española y otra para el resto de países. En estas versiones decidió utilizar el pseudónimo de Susan Korda, debido al alto contenido erótico de las mismas.

Franco se enamoró de aquella maravillosa actriz, y podía haber filmado con ella hasta el infinito, pero en el verano de 1970 viajaba por la carretera de Estoril a Lisboa con su marido, y en un adelantamiento no vio a un vehículo de carga que circulaba en sentido contrario. Se estrelló y la colisión fue tan violenta que Soledad Miranda, que acababa de cumplir 27 años y de concluir el rodaje de “El diablo que vino de Akasawa”, una coproducción franco-germana filmada en doble versión y dirigida por Jesús Franco, sufrió graves fracturas en el cráneo y la columna vertebral y falleció horas después en el Hospital de la Cruz Roja de la capital portuguesa donde fue enterrada.

Capítulo Final


Capítulo Final.

En 1972 Jesús Franco fundó su propia productora "Manacoa Films", con la que grabó muchas películas de bajo presupuesto a lo largo de los 80, junto con Golden Films Internacional. En ellas rueda sin cortes y sin censuras, apareciendo el verdadero genio de Jess que rueda de forma compulsiva, repitiendo temas, actores y localizaciones, llegando incluso a rodar 12 películas en un año.

En aquella época del destape Jesús ya rozaba el porno en sus películas, progresivamente fue incluyendo escenas más y más fuertes en las películas normales, hasta que directamente comenzó a rodar películas X por las tardes, cómo complemento a las que se rodaban, con los actores que estaban conformes y no tenían prejuicios. Como no costaban un duro, económicamente iban bien, hasta que la cosa se complicó por querer Jesús hacer cosas más complejas.

De esta época destaca “El Ojete de Lulú”, protagonizada por Lulu Laverne, Pepito Tiesez , Mela Chupen , Jean Morcillón y Pepet Poyalet. En la introducción ya se nos avisa que algunos nombres son simulados para que a nadie se le arrugue, aunque en toda la película no se observe la más mínima erección. A lo largo de la película se nos muestra el progresivo ascenso a la felicidad del infravalorado orificio: al principio es ignorado, después goza de las caricias de una amable lesbiana, y más tarde se alivia con la cabeza de un “Oscar” que utilizan a modo de consolador, en una muestra más del juego simbólico que utiliza Jess en sus guiones.

En esta película la protagonista está tan entregada que hasta se chupa los dedos. También destaca la excelente dirección de Franco en la presentación de los cuerpos totalmente desmembrados, individualizadas las partes, especialmente el sexo, en unos primeros planos rodados como “el origen del mundo” que hacen realidad la célebre frase de Larry Flint : “¡su coño expresa tanto como su rostro!”.
Lo que a primera vista parece pura y dura pornografía, entre las manos de Jesús se transforma en un auténtico acto espiritual. Históricamente el acto sexual ha sido considerado una relación mística a través de la cual el hombre y la mujer experimentan a Dios. El hombre incompleto busca el encuentro carnal con la divinidad femenina para llegar a la plenitud espiritual y alcanzar finalmente la “gnosis”, el conocimiento de lo divino. Los ritos sexuales aparecen en todas las culturas como medio para elevarse al cielo. En el momento del clímax el hombre queda por una fracción de segundo desprovisto de todo pensamiento, y es en este momento de vacío que adivina a Dios.

Para los protagonistas de las películas de Franco el orgasmo es como una oración. Aunque en nuestra civilización occidental la institución de la Iglesia pueda llamar pecado y perversión a este deseo sexual. Quizás por esta incomprensión hacia el cine de Jess, el Vaticano ha llegado a clasificarlo, junto con Buñuel, como el cineasta más peligroso para la salud moral de todos los tiempos.

En este camino de la Horrótika le ha acompañado desde los años 70 la actriz Lina Romay. La trágica desaparición en accidente automovilístico de Soledad Miranda dejó a Franco huérfano de musa y de referente erótico para sus películas. Jess conoció Rosa María Almirall a principios de los 70 en Barcelona, y poco se podía imaginar que acabaría convirtiéndose en su actual mujer y musa particular durante más de treinta años. En aquellos primeros tiempos Lina estaba unida sentimentalmente a Ramon Ardid, uno de los habituales colaboradores de Jess como fotógrafo, que intervino también como actor secundario en las primeras películas de Lina con la que rodaba las escenas de sexo explícito. El nombre artístico de Lina Romay es un homenaje a una cantante neoyorquina de padres mexicanos que en los años cuarenta amenizaba las actuaciones de la orquesta de Xavier Cugat. Lina debutó con Jess en Relax Baby y en La maldición de Frankenstein y poco a poco se fue consolidando como su actriz principal. En 1978 Franco se había separado de su mujer, la millonaria francesa Nicole Guettard, y por otro lado Lina y Ardid habían roto definitivamente como pareja, así que decidieron regresar a España y desde entonces han estado fuertemente unidos en todos los buenos y malos momentos, realizando juntos más de cien películas.

Lina Romay fue de las primeras mujeres en España que traspasó la barrera del softcore y se atrevió a rodar cine porno. Entre 1984 y 1987, una vez legalizado este género en España y regulada su exhibición en las denominadas salas X, protagonizó un paquete de films hardcore en las que acometía, ya sin ningún tipo de simulación, escenas de sexo explícito A partir de la segunda mitad de los años noventa Lina, ya con más de cuarenta años cumplidos, siguió ejecutando con la misma entrega y entusiasmo de antaño sus performances eróticas sin que el paso del tiempo y la madurez de su cuerpo, la impidieran mantener su decidido compromiso para seguir ejerciendo como fetiche sexual femenino de tío Jess. Sus histriónicas actuaciones son siempre vividas con intensidad y provocan la redención de la materia por la sublime manifestación mágica de amar al diablo.


En 1996 Jesús Franco volvió a la carga con "Killer Barbys", donde aparece Santiago Segura, y produciendo un video clip para el grupo Los Planetas que fue censurado. En esta nueva etapa se dio cuenta del potencial del cine digital. Franco ha sido un pionero en el uso del digital, quizás porque, como siempre, sus presupuestos han sido ajustados, y resulta que rodar en digital sale mucho más barato que en 35mm. Además siempre le ha gustado jugar con las nuevas posibilidades técnicas como filtros, encadenados, imágenes múltiples, flous y demás efectos especiales. Para Jess el cine es la libertad de la vida. En este sentido sus palabras son explícitas: “el cine tiene que ser libre, yo soy libre, no me ha gustado nunca ser esclavo de ningún productor y me gusta innovar cuando hago cine”.

Jess Franco se queja amargamente de que su cine siempre ha sido menospreciado, y que ha sido al romper el siglo, ya en su vejez empieza a recoger reconocimientos y honores. Actualmente algunas de sus últimas películas ya se han editado en DVD, son películas que llevan hasta el límite la sinceridad de su director, en un intento de contar aquellas cosas que no se cuentan normalmente en el cine, justamente porque aun hay mucha dependencia de las productoras y de las grandes estrellas.

En esta etapa rueda películas como “Carne Fresca”, que en un principio se había propuesto como un proyecto conjunto de Franco con José María Ponce, el rey del porno hispano, pero al final sólo rodó Jess. Ello nos privó de un encuentro increíble: Lina Romay versus María Bianco, las dos musas de los cineastas, ambas con una edad que no perdona a sus cuerpos, pero que seguro habrían provocado una tensión erótica inédita .

El film describe el reclutamiento, secuestro, perversión, tortura y caza final de una apetitosa jovencita. Para el desarrollo de semejante película Jess utilizó a la omnipresente musa Lina Romay y dos viejas glorias masculinas: Aldo Sambrell y Alain Petit. Franco insiste en sus obsesiones más habituales: fetichismo, números de cabaret, lesbianismo de vibración lingual, y sadomasoquismo en acciones tan dispares como succión de tacones “bajo mesa” o elaboración de un suculento plato con orina de la esclava doméstica.

Escondido entre inverosímiles seudónimos, Jesús Franco se ha ganado a pulso la corona del cine ‘trahs’ español. Sin duda en los altares de la historia del cine aparecerá su figura junto a la del otrora inclasificable Ed Wood. Las múltiples coincidencias entre estos dos monstruos del cine de terror les unen en un mismo destino de incomprensión y denostamiento inicial para acabar como seres míticos. En ambos casos abusaron de sus actores fetiche, y sus improvisaciones y puestas en escena que fueron increíblemente abominables. Han sido, son y serán maestros del cine cutre y marginal donde cuanta más el contenido que el continente, fieles a su cámara y su libertad.

Clasificar el cine de Franco de ‘cine basura’ o ‘trash’ resulta polémico, pues cualquier tipo de manifestación artística, ya por definición, merece un respeto y una valoración contextual. El cine basura se distingue por la intención de sus autores de realizar películas ofensivas culturalmente, hacer un producto provocador y repulsivo para el gran público. Este cine nace de la crisis cultural, ética y estética de nuestra civilización occidental, y nos muestra sus elementos más perversos como la vulgaridad, el exceso y la superficialidad, siempre llegando a extremos nauseabundos.

Es un hecho que el cine basura ha existido siempre y normalmente ha sido consecuencia involuntaria de la pobreza de medios y los bajos presupuestos, aunque estas limitaciones presupuestarias y artísticas han marcado, para bien o para mal, las características sutiles de la filmografía de Franco: un director de bajo presupuesto que nos ha obsequiado siempre con aquel plano inútil, aquel diálogo surrealista y ridículo y aquellas escenas destructoras que tanto cuestan de digerir.

Jess Franco nos ha proporcionado un enorme lote de films donde encontramos extensamente tratados los más variados géneros, del horror al thriller, con espías, comedias, westerns y porno. Una extensa Tierra Incógnita considerada basura e inmundicia, tempranamente repudiada, odiada y ridiculizada por críticos y público que ahora recibe una segunda oportunidad y experimenta un merecido renacimiento, sobretodo entre esta juventud apocalíptica que busca sus santos en personajes controvertidos, polémicos y freakis.

El videoadicto puede disfrutar hoy de las películas más fantásticas con zombis, monstruos, vampiros y vampiras. Hay películas cómo "Sadomanía", " El Sadico de Notre Dame", "Sadiesterótica", "Vampyros Lesbos", o "Tender and Perverse Emanuelle" que se habían perdido en las filmotecas de innumerables países, y que ahora se están buscando desesperadamente. Películas que te absorben aunque no estén dobladas y no entiendas nada de lo que dicen, pues lo que cuenta es su atmósfera .


“Muchas de mis películas están empezando a descubrirlas ahora, porque a mi me ha pasado una cosa dramática, yo tengo un numero considerable de películas que todo el mundo ha encontrado despreciables, repugnantes y una mierda , ahora, 10 años después de que yo las he hecho empiezan a decir "ahh... aquellas", no jodas… impresionantes!!!” – dijo Jess.

Los deseos más ocultos quedan al descubierto en el cine de Jess Franco. Su mundo es un lodazal húmedo de sexualidad consentida entre sábanas infinitas manchadas de sangre y gemidos perversos que cortan la atmósfera llenándola del aroma del deseo. Toda una provocación que con sus mensajeras ambiguas, mitad mujeres y mitad diosas, despiertan nuestros sueños líquidos.

Hay películas mágicas que dan buena suerte. Todavía sigo viajando por el metro con la lujuria del monstruo entre las manos. Temo el día que deba regalar la película, los objetos llegan a nosotros deseosos de transformarse en símbolos y somos nosotros que los convertimos en sagrados con nuestra voluntad.

Esperando eternamente la ‘mors justi’, la muerte de los justos, aquella en que el cuerpo se libera a la muerte por agotamiento lujurioso debido a un exceso de placer o sufrimiento y que sobreviene en el mismísimo orgasmo final. Como la rosa que nace entre el estiércol, el universo fenomenológico se manifiesta con la energía de unas palabras protagonistas, y a través del mapa de tu cuerpo rindo culto al amor perverso, someto mi alma al diablo entre las incertidumbres de tus vacíos:
“ sed caleat cunnus semper amore mio “