No soporto la cumbia y está en el podio de odio junto a engendros como la salsa y la música country. Pero uno de esos derivados, el cuarteto cordobés, es algo diferente cuando lo utilizó Rodrigo. El bombo veloz en negras junto a la fuerza de un hi-hat estridente asimila al rock volviéndolo mántrico. Pero quiero ser honesto: sin el carisma de Rodrigo Bueno no me hubiese interesado en lo más mínimo este estilo.
Bien apodado El Potro, en el escenario era un caballo desbocado con voz afónica que lo definía como algo extraño. Se volvió popular y empático, de esos personajes que sabés que está todo mal pero los querés igual. Parte del club de los que mueren a los 27, un loquito querible.
Su música me interesó cuando mi hermano me propuso acompañarlo y ser parte de una banda homenaje. Ni lo dudé ya que lo hacía por él y un poco por Rodrigo. Lo que me aportó de experiencia además de tocar para multitudes, es que el cuarteto me liberó de algunos prejuicios musicales. Muchas veces me vi exigido por los polirritmos que tuve que sortear para darme cuenta que toda música por mas simple que parezca lleva su complicación.
El auto boicot terminó lo que podría haber sido una linda carrera. Hablo de mi hermano y Rodrigo a la vez. Hoy este artista es uno de los shows nostálgicos como la imitación de otros artistas populares aquí como Sabina, Arjona o Andrés Calamaro.