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miércoles, 10 de julio de 2013

« crimen pluscuamperfecto »

Cuando llegué, ya lo había hecho. Ya había mostrado su sonrisa al sol, guiñando satisfacción, por el rugir de sus dedos ante la garganta de sus hijos. Inertes, yertos. Sucios. Ángeles ante el fuego en llamas demoníacas, caras hirviendo en el pacto del rencor. Sobredosis de humo negro, columnas de sangre derramada, llantos enmudecidos con el pañuelo de sus últimos sueños.

El vahído le impide ser culpable, en su recuerdo no hay dolor, retrocede en el tiempo para olvidar su Apocalipsis. No conoce, no ama, no miente, sí olvida. Olvida como se forjó el principio, como, con las manos abiertas, selló besos para abrir lágrimas, engañó a la realidad para creerse la verdad, prefabricada con cal y arena.

Cada vez que se mira en el espejo se quema en el fuego de sus ojos. Así construyó el fin de su sangre.

En memoria de aquellos a quien, con las cenizas de sus restos, quebraron sus almas.

miércoles, 8 de junio de 2011

« olor a café »

No soporto tu aliento con olor a café, pero no puedo alejar mi olfato de tu cara. Me atraes. Junto a tu mirada se evaporan parte de mis obsesiones y manías. A cinco centímetros de tu boca me siento afortunado por estar junto a ti, en tu cama, aquí, contigo.

Al permanecer sobre tu cuerpo y que el peso de mi carga me marque la piel con la tuya, al agotar tu respiración absorbiendo el rastro de tu exhalar, destilando tu sudor hasta mi interior, descubro más razones para querer establecerme en ti hasta ahogar el fuego que ahora me derrite.

No soporto tu aliento con olor a café pero he aprendido a vivir con ello.