MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!
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jueves, 20 de noviembre de 2025

LA SAGA DE LOS AZNAR (n.º 25) El hombre de titanio

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, luchadores del espacio.

Tenemos que ponernos al día con La Saga de los Aznar. El siguiente título de la colección es El hombre de titanio según la portada, pero es Hombres de titanio según el texto del interior y así es como aparece también en la mayoría de listas de títulos. Probablemente las portadas de estos libros se imprimieron con el título mal y no se consideró necesario cambiarlas. En los años 70 no se daba tanta importancia a estas imperfecciones, y el margen de beneficio de los bolsilibros no era tan grande como para que la editorial pudiera permitirse descartar y rehacer así como así un lote entero de portadas.

Continuamos directamente con la trama iniciada en ¡Luz sólida! en la que los humanos, estando en el pináculo de su poder, sufrieron una derrota naval sin precedentes. Más tarde lograron hacerse con una muestra de la tecnología de la luz sólida sadrita, base de la superioridad bélica de estos alienígenas.

Esta novela comienza con Miguel Ángel Aznar llegando a la casa del profesor Castillo para informarle de primera mano del logro. Su visita tiene un segundo motivo, además de ese: Polonia Castillo, la hija del profesor. Polonia siempre ha sido el gran amor inalcanzable de Miguel Ángel, y a lo largo de los años ella le ha dado largas de forma ambigua para no dejarle claro si estaba interesada en él o no. Miguel Ángel ha decidido hacerle una pedida de mano formal, y la lleva a acabo tras pormenorizar todo lo relativo a su participación en la obtención de la tecnología de la luz sólida

Espera que esta notable hazaña, vital para la supervivencia de la humanidad en la próxima e inevitable guerra contra los sadritas, le haga ganar puntos ante ella. Pero la respuesta de Polonia (que insiste en llamarle “Miguelito” para ridiculizarle) es la peor posible: todas las ocasiones anteriores en que ella le dio esperanzas y le dio a entender que consideraría el casarse con él más adelante eran falsas. Polonia nunca estuvo interesada en él como pareja, pero la insistencia del joven soldado la divertía y halagaba. Simplemente estuvo jugando con él. ¡Por personas así es por las que te planteas si vale la pena salvar a la humanidad! Furioso y con el corazón roto, Miguel Ángel abandona la casa de los Castillo de malas maneras.

Por otro lado, el profesor Valera ha estado haciendo cábalas sobre el interés que puedan tener los hombres de titanio en el Sistema Solar, ya que por su propia biología las radiaciones del Sol les resultan absolutamente letales. La conclusión a la que llega es que si tienen verdadera intención de prosperar, los hombres de titanio deben alterar el Sol transformándolo de una estrella amarilla a una totalmente ultravioleta, siguiendo el proceso contrario al que la propia humanidad empleó para extinguir a los hombres de silicio del subsuelo de Redención en División Equis. Proceso contrario… pero mismo resultado y además a gran escala: la muerte de todas las formas de vida nativas del Sistema Solar.

Tras su infructuosa visita a casa de Polonia, a Miguel Ángel le espera otro varapalo. Tan pronto como abre la puerta de la casa de su padre, este le cruza la cara de un bofetón por haber tomado parte en la misión de Urano en contra de su voluntad. Su madre le echa la bronca tanto a él por desobedecer a su padre, como al padre por golpear al hijo, y el autor nos mete aquí un pequeño drama familiar. Miguel Ángel padre, sin embargo, es un militar veterano y tras golpear a su hijo por arriesgar su vida le pide emocionado todo tipo de detalles sobre la operación.

En los días siguientes la tecnología de la luz sólida sadrita es replicada con éxito a toda prisa, pero se tardarán al menos seis meses en equipar con ella a una parte significativa de la flota. Medio año durante el cual los terrestres, de algún modo, tendrán que lidiar con sus incómodos vecinos. Y los científicos reclaman algunos sadritas vivos para poder experimentar con ellos.

Además de su malograda base en Urano, los sadritas han ocupado una base humana abandonada en Oberón, y es allí donde va a tener lugar la siguiente cumbre diplomática humano-sadrita. Esto supone una pequeña ventaja para los terrestres, ya que se conservan los planos de la base y al menos no andarán por ella a ciegas. Se ha decidido que a la delegación diplomática oficial la acompañe un grupo de comandos para infiltrarse en la base. De este modo, el comando viajará en la misma nave de la delegación diplomática, a la que los sadritas ya esperan y han autorizado a aproximarse. Miguel Ángel padre formará parte de la delegación diplomática que se entrevistará con los sadritas, mientras que Miguel Ángel hijo liderará el comando. También varios de los supervivientes de la anterior misión en Urano son reclamados para formar parte de esta, al contar ya con experiencia previa combatiendo a los sadritas. 

Este comando incluye, contra la voluntad de Miguel Ángel hijo, a Polonia y otro cientifíco como asesores. El plan es lanzar a los comandos por una portilla de bombardeo como si fueran proyectiles poco antes de que la nave diplomática autorizada aterrice en Oberón. Los comandos van enfundados en armaduras de combate modificadas para imitar a los cuerpos robóticos de los sadritas y así pasar desapercibidos entre ellos una vez estén dentro de la base. La nave siembra a los comandos en una zona donde quedan literalmente hundidos varios metros en el suelo, justo en el momento que esto sea más difícil de detectar. Luego sigue su aproximación al punto designado para tomar tierra, y allí desembarca al cuerpo diplomático.

Los humanos no son los únicos que tenían intenciones ocultas para esta reunión. Los sadritas capturan a la delegación diplomática y los llevan a rastras a sus laboratorios para descuartizarlos y experimentar con ellos. Básicamente es la misma intención con la que ha sido enviado el comando: capturar algunos sadritas para entregárselos a sus científicos y que éstos pudiesen estudiarlos. Y me ha gustado mucho el detalle de que siendo dos razas tan biológicamente diferentes tengan una mentalidad tan similar. La crueldad disfrazada de practicidad no depende de razas ni formas. 

Los equipos de comunicaciones de las armaduras del comando siguen recibiendo las conversaciones de los delegados, y así es como se enteran de lo que les está ocurriendo. Miguel Ángel hijo se ve entonces en la tesitura de tener que decidir entre dar prioridad a rescatar a la delegación (de la que forma parte su padre) y cumplir su misión. Y como buen militar que es, elige la misión, porque de ella depende el futuro de toda la humanidad.

Surgiendo de las fosas creadas por el impacto de sus armaduras de combate contra la superficie de Oberón, cual si se trataran de almas en pena saliendo de sus sepulcros, los hombres y mujeres del comando avanzan hacia la base. La superficie del satélite carece de atmósfera y está expuesta directamente al vacío del espacio y al cero absoluto (uno de los conceptos que mi generación aprendió viendo Caballeros del Zodíaco). Una vez dentro de la base, en la que se cuelan forzando una serie de compuertas secundarias no vigiladas, el comando busca su oportunidad de capturar algunos sadritas. Los hay a montones fuera de sus cuerpos robóticos, y apoderarse de algunos sería fácil si no fuera porque también hay otros montados en ellos. Al estar reaprovechando una instalación humana muchos de los mecanismos y dispositivos solo pueden ser manejados pilotando sus robots de tamaño y diseño humanoide. 

El grupo de comandos es demasiado pequeño para organizar una batalla a gran escala con las tropas robotizadas que pueda haber en la base, así que se limitan a deambular por ella aguardando una mejor oportunidad. Esta se presenta cuando logran colarse en un amplio montacargas en el que hay varias docenas de sadritas a pie (o quizá sería más adecuado decir a tentáculo). Estos no se alarman pues confunden a los humanos con los miembros de su raza que van pilotando robots por estar encargados de manipular los mecanismos. Pero cuando el montacargas se mueve, los comandos aprovechan el lapso entre plantas para embutir unos cuantos de ellos en sacos y aplastar al resto, haciendo una matanza entre la masa pulposa.

Se disponen a abandonar la base cuando reciben un comunicado de Miguel Ángel padre, al que ya daban por muerto. Al parecer los sadritas lo han dejado para el final y ha tenido la oportunidad de ponerse en contacto con ellos. No para pedir que lo rescaten, sino para informarse del progreso de la misión. Pero para Miguel Ángel hijo la misión ya está cumplida y su padre vuelve a ser la prioridad. Delega el mando en el siguiente soldado del escalafón para que el comando lleve a los científicos y los prisioneros sadritas a un lugar seguro mientras él trata de rescatar a su padre. Todos los soldados se niegan a obedecerle, y solo Polonia y el otro científico afirman querer abandonar la base cuanto antes. Miguel Ángel hijo los despacha con tres de los soldados como escolta y va con el resto en busca de su padre.

Los sadritas ya están alerta por la presencia de intrusos en la base, y grupos de ellos enfundados en robots humanoides se enfrentan al comando. Es un combate muy desigual porque el piloto del robot solo ocupa la cabeza de este, siendo el resto mecanismos que pueden quedar dañados pero seguir funcionando como conjunto. En la práctica, solo se “mata” a los sadritas acorazados acertándoles en la cabeza del robot, que es donde se ubica el piloto. En cambio, a los sadritas les basta con acertar un disparo de luz sólida en cualquier parte del cuerpo de un comando para romper la estanqueidad de su traje y exponerlo a la atmósfera de la base, letal para los humanos. Los humanos compensan esto con su movilidad, más natural al estar vistiendo armaduras en lugar de pilotando vehículos. Consiguen rescatar a Miguel Ángel padre con una sola baja, la de un soldado que es alcanzado en una pierna y se desangra dentro de la armadura al mismo tiempo que se asfixia al escapar el oxígeno contenido en esta.

Los comandos abandonan la base, y al hacerlo se encuentran con los restos de los científicos y los soldados que los escoltaban, aparentemente interceptados y abatidos por otros sadritas. La muerte de Polonia duele a Miguel Ángel hijo mucho menos de lo que él mismo había supuesto. De hecho, lamenta más la pérdida de los tres soldados que le asignó como escolta, a los que apenas conocía, que la de ella. El grupo abandona al fin la base, pero ya no cuenta con una nave con la que volver, puesto que los sadritas no permitirán despegar de nuevo a la nave de la delegación diplomática sin destruirla. Su plan inmediato es acampar durante algunos meses en alguna gruta o cráter olvidado de Oberón empleando equipos que han traído miniaturizados con ellos, que incluyen un búnker estanco, provisiones y renovadores de oxígeno. Y esperar… esperar a que se les presente alguna oportunidad de salir con vida del satélite.

Este no es solo un episodio más dentro de La Saga de los Aznar, sino la verdadera presentación de los sadritas. Sí, es cierto que ya nos los encontramos en la novela anterior y fuimos testigos en ella de su aterrador poder bélico, pero es en esta en la que nos presenta la magnitud de su raza. En las novelas anteriores hemos visto como los thorbod, nahumitas e incluso los propios humanos han devastado y despoblado planetas enteros, combatido razas enemigas hasta su extinción, y cambiado el ecosistema de un mundo para adaptarlo a sus necesidades. Pero los sadritas son capaces de llevar esto más allá de una simple aniquilación planetaria o terraformación. Su plan de cambiar la naturaleza de la estrella central de un sistema solar implica que los sadritas no pretenden solo expandirse por el cosmos, sino rehacerlo a su medida. 

Y nos mezclan todo esto con los dramas amorosos y familiares del protagonista, contraponiendo la épica cósmica con la pequeñez e insignificancia de los dramas personales. Es un recordatorio de que la futura supervivencia de la humanidad dependerá tanto de su capacidad de actuar como conjunto que de la relevancia que se de a las vidas individuales. Y a la voluntad y capacidad de seguir adelante pese a las pérdidas, tanto en el sentido global como en el personal. Es algo que el autor (que recordemos que vivió una guerra en sus propias carnes siendo niño) ya tenía claro en 1957, y que mucha gente ni se ha planteado aún a día de hoy. 

¡Próximamente en sus kioscos, Ha muerto el Sol! Hasta que esté disponible, puedes repasar la saga desde el inicio pulsando aquí.

El hombre de titanio. 1975 (reescritura del texto original de 1957). George H. White [Pascual Eguídanos]. La saga de los Aznar nº 25. Editorial Valenciana S. A. 

viernes, 7 de noviembre de 2025

PROYECTO LIBERACIÓN

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Hoy toca bolsilibro de ciencia ficción, un género narrativo que nació con la intención de proyectar hacia sus últimas consecuencias los cambios sociales y científicos de su época, y explorar así todo lo bueno y lo malo que pudiera venir de ellos. Y si leéis con atención el planteamiento inicial de este, escrito a mediados de los ochenta, veréis que tiene algunos detalles... curiosamente familiares, hasta cierto punto extrapolables a una problemática que está afectando a varios países europeos en este momento.

La historia tiene lugar en un lejano futuro indeterminado en el que todos los planetas habitables de la galaxia conocida (que se reducen a nueve, cuya capital es el mundo Madre) están en manos de un tirano llamado Shanninger, autoproclamado Emperador de las Civilizaciones Unidas. Este mantiene subyugados a los mundos que conquista mediante una multiculturalidad forzosa: ha unificado todas las lenguas en una, y los habitantes de los mundos son redistribuidos de modo que cada planeta, incluso cada ciudad, tenga aproximadamente el mismo porcentaje de miembros de cada raza. Su control sobre la memoria histórica es también absoluto, y se ha encargado de hacer desaparecer todo texto o documento previo a su gobierno, además de todo lo que sea contrario a su propia narrativa. 

Todo esto ha provocado que nadie sienta ya arraigo por el sitio en el que vive ni sienta deseo de luchar por su propia tierra, ya que ningún lugar se distingue en nada de cualquier otro. Incluso los que no han sido desplazados de su mundo natal no perciben el suelo que pisan como su patria. El interés por defender las tradiciones ha desaparecido, puesto que, por esta convivencia forzada, todas han terminado por desdibujarse y convertirse en algo homogéneo. Es una pérdida total de la identidad no ya a nivel personal, sino a nivel racial, social, cultural e incluso planetario. La chispa de la rebelión no puede encenderse, y no es por falta de ganas o motivos sino por falta de combustible, pues la gente no siente que tiene algo propio por lo que luchar. En cambio, todos los miembros del gobierno y las fuerzas de seguridad pertenecen a la misma raza que Shanninger (que no se especifica), precisamente por lo contrario: para mantener entre ellos una sensación de unidad y propósito común.

Shanninger, sin embargo, está intranquilo. Le han llegado numerosos informes sobre un grupo rebelde que está preparando algo. No una revolución, sino una huida. Puesto que todos los mundos son ahora iguales, este grupo parece estar dispuesto a abandonarlos, a partir hacia el espacio profundo, quizá con intención de descubrir un mundo nuevo en el que establecerse. Para ello han estado robando de aquí y allí tecnología suficiente para construir una gran nave espacial. 

Para aplacar los ánimos, Shanninger ordena que se torture hasta la muerte a unos cuantos individuos aleatorios de los que sus cuerpos de seguridad tienen entre rejas. Dos de estos prisioneros son Zap Zap, de raza wask, y Rebel (rebelde, en catalán), de raza latac. Lo único que se nos dice de ellos es que Zap Zap tiene el cabello negro y despeinado, mientras que Rebel tiene el cabello cobrizo y el tórax peludo. Por la forma en la que se los describe interactuando con su entorno parecen ser antropomorfos, pero a nivel físico esa es toda la información que se nos da sobre ellos. Así que, detalles menores como el número de ojos o dedos quedan a la imaginación de cada lector.

Zap Zap y Rebel no están entre el grupo que va a ser ejecutado, sino que están cumpliendo sus últimos días de condena. Es por ello que se les obliga a presenciar las horribles muertes con la intención de que, cuando salgan, les cuenten a todos sus conocidos el tipo de fin que implica oponerse a Shanninger. Sin embargo, esto provoca en ellos el efecto contrario. Ambos abandonan la prisión más convencidos que nunca de hacer algo al respecto.

Cuando Rebel llega a su barrio, este está siendo arrasado como represalia por la muerte, en un atentado, de varios guardias de Shanninger. Bulldozers gigantescos arrancan con sus palas casas enteras, amontonándolas como escombros, aplastando en el proceso a todo el que no salga a tiempo de ellas. Rebel, junto con su novia Heura (Hiedra, en catalán) y un anciano inventor local, logran huir en un vehículo llevándose con ellos un cargamento de armas y aparatos que habían estado almacenando. Se alejan de la ciudad hasta un paraje remoto y abrupto donde los rebeldes tienen su base: una montaña de piedra volcánica naturalmente hueca en la que están ensamblando, pieza a pieza y de forma manual, casi artesanal, una nave propia con la que escapar de las Civilizaciones Unidas. Allí Rebel se reencuentra con Zap Zap, que había sido liberado unos días antes que él, y vemos que, aunque colaboran y hay una cierta amistad entre ellos, su forma de actuar también es muy diferente. Rebel cree que lo mejor es pasar lo más desapercibido posible hasta que todo esté listo para partir, mientras que Zap Zap está empeñado en hacerle al Imperio todo el daño posible antes de marcharse.

La construcción clandestina de la nave, capaz de albergar a unos pocos cientos de personas de los miles de millones que conforman el Imperio, prosigue a trompicones hasta que solo quedan dos grandes problemas por solucionar: la fuente de energía (de unas treinta toneladas de peso y obviamente demasiado regulada para que un particular la adquiera legalmente) y los alimentos (otras muchas toneladas) para el largo viaje. A Rebel se le encarga conseguir la fuente de energía y a Zap Zap las provisiones.

Como lectores, seguimos a Rebel y a Heura, que se ponen en contacto con un científico de raza avenc (descritos como altos, muy delgados, de piel negra, débiles de físico y carácter, y con grandes ojos redondos y húmedos capaces de ver en la oscuridad) para que les consiga la fuente de energía. Este, sin embargo, está anímicamente destrozado después de haber pasado por una reciente sesión de interrogatorios policiales. Y lo que es peor: aprovechando un momento de inconsciencia tras una de las palizas, se le implantó un micro en el cráneo con el que pueden oír tanto lo que él diga como lo que escuche. Este avenc delata sin saberlo a Rebel y Heura, los cuales se ven obligados a enfrentarse a tiros con algunos guardias que van a por ellos.

Tras librarse de los guardias, y sospechando lo ocurrido, el avenc les informa mediante notas escritas sobre un almacén militar del que pueden intentar robar una fuente de energía. Él estuvo trabajando allí una temporada y sabe que un grupo de esclavos excavó un túnel bajo los muros y alambradas del perímetro, que ha sido mantenido oculto hasta ahora, por si en algún momento fuera necesario introducir algo en la instalación o, como en este caso, sacarlo. 

Valiéndose de este túnel y de los conocimientos del científico avenc sobre el lugar, Rebel, Heura y un pequeño grupo de rebeldes entran en el recinto, pobremente vigilado por unos robots centinelas a los que despachan a tiros. Logran llevarse, con una especie de vehículo grúa del propio almacén, una de las fuentes de energía. Y alguien tiene la ocurrencia de disparar contra el resto, convirtiendo toda la instalación (con el científico avenc y los asaltantes todavía dentro) en un cráter lleno de materia candente. Solo Rebel y Heura, a bordo de la grúa y ya lo bastante alejados de la instalación cuando esto ocurre, se salvan. 

Aún tienen que lidiar con el ataque de unos cangrejos gigantes que toman a la grúa por un rival cuando esta se adentra en su territorio, pero tras abrirse paso entre estos, llegan a la montaña hueca y entregan la fuente de energía. Allí se enteran de que también Zap Zap ha logrado su objetivo y que, además de las provisiones, ha conseguido robar un caza de combate espacial.

Hasta este momento la historia me estaba gustando mucho. Hubiera sido un remate perfecto que los preparativos de la nave se completaran y esta partiera, sirviendo de ejemplo a otros ciudadanos que trataran de imitarlos, pero el autor chafa por completo el final en un intento de hacerlo más épico. Resulta que, cuando están preparándose para partir, son descubiertos por las fuerzas de Shanninger, y un montón de naves de guerra se concentran para atacarles. Pese a que la nave rebelde está ensamblada a mano, no ha habido ninguna oportunidad de probarla y, en principio, era de pasaje y pilotada por civiles, resulta ser muy superior a las naves de guerra y se abre paso fácilmente entre las otras. Con un cañón de energía casero montado a última hora en su fuselaje, destruye la nave insignia imperial en la que Shanninger en persona había acudido para ver de cerca la captura de los rebeldes, con lo que acaban de golpe con el tirano y sus generales. Y a continuación parten hacia el espacio profundo tan rápido que ninguna nave de guerra puede seguirles. Todo esto se nos cuenta aprisa y corriendo en las últimas páginas, en unas pocas líneas, y se nota muy forzado y apresurado. Y es una lástima, porque todo en esta historia (trama, entorno, personajes, el propio estilo de escritura) estaba bastante bien hilado y resultaba deprimentemente realista y coherente. Esta explosión final de acción con una nave de pasaje casera contra una flota de combate, que termina con la muerte del hasta ese momento intocable e invencible tirano galáctico, echa por tierra todo lo anterior.

Y otro punto en su contra, es que el tema de las razas no está claro. Cuando el texto nos habla de los avenc parece estar describiendo a una raza alienígena. De la raza dominante a la que pertenece Shanninger, lo único que se nos dice es que tienen “los ojos casi blancos”, pero tampoco queda claro si es algo general a todos esos individuos o un rasgo característico de uno de ellos del que nos están hablando en ese momento. De Rebel y Zap Zap se nos dice al inicio que son un latac y un wask respectivamente, pero más adelante se refiere a ellos como “los líderes humanos de aquel grupo”, como si latac y wask fueran etnias dentro de la raza humana, y en conjunto resulta confuso. 

Pese a todo, y sabiendo la forma en que estos escritores trabajaban, a menudo sin tiempo de releer ni corregir su obra debido a los breves y estrictos plazos de entrega, la historia de base me ha gustado mucho.

Más reseñas sobre bolsilibros de este autor pulsando aquí

Proyecto Liberación. 1984. Ralph Barby [Rafael Barberán] (texto) Almazán (portada). La conquista del espacio nº 704. Editorial Bruguera S.A.

domingo, 2 de noviembre de 2025

EL ENVIADO DE BONGO

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Hoy vamos a repasar otro bolsilibro de Joseph Berna, uno de los pocos autores de este peculiar tipo de literatura que quedaban en pie hasta hace poco y que nos dejó en el 2021. 

Casi siempre que hablamos de Berna (el seudónimo más habitual de José Luis Bernabéu López) es para quejarnos de lo malos que son sus libros… y si, la verdad es que esta no va a ser una excepción. Sin duda era el peor de los autores de bolsilibro que se popularizaron pero ¡ah! eso sigue situándolo por encima de todos los autores de bolsilibro que no llegaron a popularizarse. Así que, más que un mal escritor de bolsilibros, podríamos calificarlo como el peor de los buenos escritores, o el mejor de los malos escritores, como se prefiera verlo.

Berna basaba su obra en lo que ahora se llama fanservice y que en su época era simplemente darle al público lo que quería ver o leer. Llegó a escribir más de cuatrocientos libros (¡que ya son libros!), algunos de los cuales tuvieron tiradas de más de veinte mil ejemplares. Los primeros (La misteriosa Stella y Mexicanas a granel) los envió a la editorial escritos a manos en cuadernos escolares porque a sus veintisiete años no se podía costear una máquina de escribir.

Comenzamos en el clásico futuro berniano, a saber; coches voladores, pistolas de rayos láser, ropa de tonos metalizados y desinhibición sexual absoluta y generalizada. Nuestra pelirroja y veinteañera protagonista lleva el complicado nombre de Glynis y está tomando el sol en la playa, llevando solo la pieza inferior del bikini. Está esperando a que llegue su reciente novio, un tipo musculoso y rubio que más tarde nos enteraremos que se llama Darko. 

Los colores de los cabellos son algo a destacar en las historias de Berna porque siempre los indicaba. Era uno de esos detalles que para él parecían ser importantes, y no recuerdo ni un solo bolsilibro suyo en el que el y la protagonista tuvieran el cabello del mismo color, como si en el bernaverso el color de los cabellos funcionara como los polos magnéticos de los imanes, atrayendo a los opuestos y rechazando los iguales.

El caso es que Glynis está luciendo al sol su extraordinario par de hombros y su no menos hermoso par de rodillas cuando empieza a molestarla un tipejo, al parecer interesado por todas las cosas que la joven exhibe a pares. Afortunadamente para ella, otro individuo acude a salvarla y, a modo de presentación, le da un palizón físico al acosador y otro verbal al sufrido lector. 

Algo interesante de esta escena es que este salvador providencial (que se presenta con el para nada extraterrestre nombre de Zorkan) somete al acosador no a base de puñetazos (que era lo esperable en estos libros), sino presionándole con las puntas de los dedos en centros nerviosos que lo dejan paralizado. Esto es algo que a día de hoy ya tenemos muy visto, pero en la España de 1983 era definitivamente bastante original.   

Tras ligarse a Glynis en tiempo récord (algo también habitual en la obra de este autor) Zorkan le confiesa a esta que tanto él como Darko son extraterrestres pese a su aspecto totalmente humano. Provienen de un planeta llamado Bongo, que personalmente me suena a una mezcla de Mongo (el planeta de Ming, en Flash Gordon) y bong (una cachimba para fumar marihuana). Zorkan llegó a la Tierra hace un mes persiguiendo a Darko y otros tres individuos de su planeta, a los que no se si debería llamar bongonitas o bongonienses. Estos cuatro individuos son ladrones y asesinos fugados de su planeta. Glynis acepta toda esta explicación sin pruebas ni reservas, y se lleva a Zorkan a su apartamento para… digamos… darle la bienvenida a la Tierra.  

Tras algunas escenas de acción que no vale la pena detallar, pero que incluyen persecuciones con coches voladores, tiroteos, y una pelea en un gimnasio con un par de sudorosos luchadores de pressing catch, Zorkan logra acabar a tiros con dos de los bongonitas fugados. El tercero de estos, llamado Letno, mata a Darko porque este seguía encaprichado de Glynis y se había convertido en una molestia constante. El plan de Letno es precisamente raptar a Glynis y usarla como rehén, así que liquida primero a Darko para que no interfiera. Esto no le sirve de mucho porque, a los pocos segundos de encontrarse con Zorkan y pese a tener a Glynis de rehén, termina con un bonito agujero de láser en la cabeza.

Resuelta esta ultima formalidad, Zorkan regresa a Bongo y le da a Glynis la opción de acompañarle y casarse con él, que ella acepta encantada. Y fin. Es otra de esas historias que las vendían como de ciencia ficción pero que en el fondo son simples historias policiacas adornadas con pistolas láser y coches voladores que en realidad no influyen para nada en la trama. Un día más en la oficina el bernaverso.  

Puedes seguir repasando la fascinante (a su modo) obra de Berna pulsando aquí

El enviado de Bongo. 1983. Joseph Berna [José Luis Bernabeú] (texto) Almazán (portada). La conquista del espacio nº 694. Editorial Bruguera S.A.

jueves, 24 de julio de 2025

LA SAGA DE LOS AZNAR (n.º 24) ¡Luz sólida!

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, luchadores del espacio.

Aquí estamos cumpliendo con nuestros servicios mínimos, mientras volcamos la mayor parte de nuestro tiempo libre en algunos proyectos propios. Una de las cosas que vamos a mantener es la reseña mensual de un nuevo volumen de La Saga de los Aznar.

Algo que admiro de estas novelas es que tras haber leído veinticuatro de ellas todavía no han empezado a hacérseme repetitivas o previsibles. Me gusta mucho Stephen King, pero después de leer mucho Stephen King le tomas la medida y empiezas a prever su siguiente movimiento. Me encantan los relatos de Lovecraft, pero cuando llevas mucho Lovecraft a las espaldas el impacto que producen sus extrañas criaturas comienza a atenuarse. Cuanto más se alarga una obra más difícil es que el autor no empiece a repetirse. Le pasa hasta a los mejores ¿En cuántos tebeos de Ibáñez nos encontramos a Mortadelo y Filemón “protegiendo” a una persona que, por una razón u otra, se ha visto reducida a tamaño de bolsillo? Hasta los frenéticos combates de Dragon Ball se vuelven un tanto cansinos cuando una pelea contra el mismo adversario se alarga durante más de cinco o seis capítulos.

El caso es que acabo de leer la vigesimocuarta novela de esta saga. Y sí, hay tópicos inevitables, hay situaciones comunes... Pero pese a lo “limitado” del universo (realmente solo hay media docena de planetas y razas relevantes) aún no han empezado a cansarme. Y es porque el autor no se conformaba con su propia obra. No se dormía en los laureles. Esto se nota más que nada en las innovaciones técnicas. Hay novelas en las que lo más determinante es una tecnología concreta que posee el adversario o que desarrollan los protagonistas, y que cambia por completo el equilibrio de poder. Pero ese avance pronto se ve superado por otro que lo deja obsoleto. 

El terrorífico Rayo Z desintegrador de metales prácticamente se abandona cuando el uso de la dedona y el blindaje cristalino se vuelven algo común. El Rayo Azul nahumita que llegó a poner de rodillas al todopoderoso Valera de un solo disparo pierde por completo relevancia tras un par de novelas. La tecnología de miniaturización que tan buenos e ingeniosos momentos nos dio es rápidamente imitada por toda raza con peso en la trama. Los mismos autoplanetas, marca distintiva de la saga, pasan a formar parte de todas las armadas siderales de cierta relevancia. La historia ni tan solo se apoya en personajes fijos o en reemplazos graduales (retirar unos al tiempo que se mantienen otros y se incorporan algunos nuevos), porque cada tres o cuatro libros la trama da un salto temporal de varias décadas o siglos y cambia toda la plantilla protagonista de golpe.

En esta novela pillamos de pleno otro de esos procesos de renovación; cambiamos personajes, cambiamos de tecnología, y cambiamos de adversarios. La trama tiene lugar al menos veinticinco años tras el fin de la novela anterior. Es la edad del protagonista, y este es el hijo de Miguel Ángel Aznar, que todavía no lo había concebido al final de La bestia capitula. Nuestro nuevo héroe mantiene el nombre del anterior, Miguel Ángel, pero ahí termina todo parecido. Contrariamente a lo habitual en la línea genética de los Aznar, este es bajito, rubio (rasgos heredados de su madre) y con una personalidad y fuerza de voluntad que no pasa de la media humana. Esto último en parte se debe a que no ha tenido ocasión de foguearse en combate como la que tuvieron todos sus antepasados.

El nuevo Miguel Ángel ha alcanzado el rango de Teniente de Navío debido a su linaje y su posición privilegiada. Pero no se ha ganado el respeto de los veteranos con los que tiene que codearse y que, con un rango muy inferior al suyo, han estado involucrados en combates reales. Las hazañas casi legendarias de su familia son para él un motivo de tormento, no de orgullo, ya que todo el mundo lo compara con sus ilustres antepasados. A su misma edad, su padre era ya Almirante Mayor, había derrotado en dos guerras diferentes a los nahumitas y conquistado sus mundos natales. Para más inri, la chica que le gusta, Polonia Castillo, es una amiga de la infancia que sigue refiriéndose a él como “Miguelito” incluso delante de altos cargos militares y científicos, aún sabiendo que esto le hace sentirse ridículo. Es el último descendiente directo de una larga dinastía de exploradores y guerreros que ha salvado a la humanidad de la extinción en varias ocasiones… pero debido a su juventud e inexperiencia todo el mundo le trata con desdén y consideran que no está a la altura del galón que luce en los hombros.   

Hace muchas décadas que el autoplaneta Valera partió rumbo a Redención y los mundos nahumitas, y pasarán cerca de mil trescientos años antes de que llegue a su destino, no hablemos ya de su regreso. El Reino del Sol está en paz tras la última y aplastante victoria contra los thorbod, que ha servido para recordarle a los terrestres la importancia de apretarse el cinturón. El fin de la fase de rearme acelerado impuesta por su padre ha permitido que de nuevo los recursos del planeta puedan dedicarse a trivialidades, comodidades y lujos, y la humanidad está sumida en una etapa de bonanza en la que Miguel Ángel no encuentra ninguna oportunidad de destacar. Pero bueno, seguro que habéis oído alguna vez eso de “Cuidado con lo que deseas” ¿verdad?

Las primeras alarmas saltan desde el observatorio de Oberón, uno de los satélites de Urano. Una flota desconocida se aproxima al Reino del Sol, y lo hace demasiado rápido y en demasiada cuantía como para poder abrigar esperanzas de que se trata de una delegación pacífica. La flota es de diseño desconocido. Sus naves, claramente de combate, tienen una forma que recuerda a la letra omega del alfabeto griego (Ω), debido a lo cual se les asigna el nombre provisional de omegas. La humanidad ya ha aprendido por experiencias pasadas a que todo encuentro debe ser considerado hostil, si no da muestras explícitas de no serlo. La cantidad y tipo de naves y la velocidad a las que éstas avanzan desencadena un ataque preventivo por parte de la humanidad, que no está dispuesta a caer de nuevo en la trampa de “esperar lo mejor” de los desconocidos. 

Se despliegan las flotas, y los torpedos autómata miniaturizados son disparados en inmensas oleadas… y destruidos con pasmosa facilidad. El adversario cuenta con un arma nueva, unos rayos de luz sólida capaces de destruir cualquier material con el que impacten, incluida la dedona y la diamantina, materiales inmunes a los Rayos Z y con una elevada resistencia ante las armas atómicas. Estos nuevos rayos de luz sólida pueden dirigirse y proyectarse a una velocidad aterradora, y barren del espacio tanto a los torpedos autómata como a las naves que los dispararon. Por si fuera poco, las naves enemigas, los omegas, son tan veloces que los pocos torpedos terrícolas que no son abatidos en vuelo no logran fijarlas como objetivo y muchos terminan chocando unos con otros. Es una derrota absoluta, y tras perder miles de naves y tripulaciones, la maltrecha flota humana se retira preparándose para lo peor.

Lo que se nos ha descrito aquí es uno de los mayores tópicos de la ciencia ficción, los rayos láser. L-a-s-e-r son las siglas de Light Amplification by Stimulated Emission of Radiation (Luz Amplificada por Emisión Estimulada de Radiación). La referencia más antigua que se conoce a los rayos láser (aunque aún no tenían ese nombre) es en la novela El sueño de un ingeniero (1882) del ruso Vladimir Odoevsky, que ya describía un futuro utópico con herramientas que proyectaban luz dirigida de alta capacidad destructora.  El láser no es una de las muchas cosas en las que el autor de La Saga de los Aznar fue pionero. De hecho, lo que sorprende en este caso es lo mucho que tardó en recurrir a ello cuando las armas láser eran la punta de lanza de la ciencia ficción. Hay montones de novelas o películas de la época que son simplemente historias del salvaje oeste o de detectives donde se hace poco más que cambiar los revólveres por armas láser y algún otro cambio estético. El que Eguidanos esperara a su vigesimocuarta novela de esta saga para introducir el concepto del láser, cuando esto solía ser lo primero a lo que se recurría, es otro de sus toques de genialidad.   

Volviendo con la historia, tras este primer encuentro los omegas no avanzan más hacia la Tierra, pero toman posiciones y reorganizan sus filas para lo que parece un ataque final masivo que la humanidad no tiene forma alguna de detener. Unos pocos omegas sí llegaron a ser destruidos por los torpedos autómata, aunque no en cantidad significativa como para ser tenida en cuenta en el balance total de la batalla. Sin embargo, esto sirve para que los terrestres recuperen algunos restos de naves para estudiarlas, y un cadáver. Al principio toman el cadáver por algún tipo de mascota que el piloto debía llevar a bordo, pues se trata de un pequeño pulpo amarillo con un gran ojo y veinticuatro cortos tentáculos, mientras que los restos recuperados sugieren un piloto humanoide. Este pulpo presenta una sorprendente característica biológica. Así como la mayoría de seres encontrados hasta el momento basaban su biología en el carbono, y los habitantes del interior hueco de Redención se basaban en el silicio, estos pulpos parecen estar basados en el titanio. 

Como descubren más adelante, este pulpo no era una mascota del piloto, sino el propio piloto. Se trata de una raza que se llama a sí misma sadritas. El motivo por el que el diseño de su nave es para un piloto humanoide se debe a que estos seres emplean unos poderosos cuerpos robóticos que les sirven tanto de protección como de arma y herramienta. Y aquí nos topamos con otra de esas situaciones en las que este escritor casi desconocido (a nivel internacional) anticipaba algo que hoy en día nos resulta familiar no por sus obras, sino por obras posteriores. Nos habla de pulpos amarillos de un solo ojo y montones de tentáculos metidos en cuerpos mecánicos artificiales. No voy a insistir más en el tema, pero os dejo aquí abajo un fotograma de un dalek de Dr. Who fuera de su exoesqueleto artificial, y os recuerdo que esta novela es de 1957 y la primera aparición de los daleks fue en 1963. Que cada uno saque sus propias conclusiones.     

Volviendo (por segunda vez 😅) con la historia, esta da un vuelco cuando los sadritas envían una delegación de paz. Pese a haber infligido una derrota aplastante a las fuerzas de La Tierra y haberla dejado casi sin capacidad de respuesta tras un solo combate, son ellos los que proponen no ya una tregua, sino una paz definitiva. Afirman que su único interés en el Sistema Solar se centra en el planeta Urano. Quieren establecerse allí y no desean nada de ningún otro mundo, ni de los terrestres. No dan importancia al hecho de haber sido atacados, ni tampoco parecen sentir especialmente las bajas provocadas al defenderse. No dan explicaciones a su interés por Urano, y desde luego no piden permiso para ocuparlo, solo informan de que van a hacerlo. Teniendo en cuenta que podrían exterminar a los humanos con absoluta facilidad, que en cambio les ofrezcan la paz es una oferta que estos no tardan en aceptar.  

Pero Miguel Ángel padre no puede aceptar esta situación más que como un respiro temporal. De cara a los sadritas acepta el trato, pero de cara a sus hombres determina que una vez los alienígenas hayan instalado una colonia en Urano, un pequeño comando será enviado a tratar de hacerse con uno de sus proyectores de luz sólida para poder replicarlo por ingeniería inversa. Solo cuando la humanidad disponga también de esa tecnología podrá pactar en igualdad de condiciones con los sadritas, y estará en disposición de tratar de expulsarlos del Reino del Sol si las cosas se tuercen.

El comando incluye a Miguel Ángel hijo, pero lo hace a espaldas de su padre. Este se negó explícitamente a que su hijo participara, porque si el comando es descubierto o capturado por los sadritas, los humanos negarán saber nada del asunto, y lo achacarán a un ataque independiente de un grupo de bandidos o terroristas sin vinculación con el gobierno terrestre. Miguel Ángel hijo logra formar parte del comando moviendo algunos hilos, ansioso de demostrar que está a la altura de las hazañas que se atribuyen a su estirpe. El comando irá enfundado en unas armaduras de combate hechas especialmente para ellos, que imitan el aspecto de los robots sadritas. La nave que los lleva hasta Urano es un modelo obsoleto restaurado para la ocasión, casi una pieza de museo, que se podría justificar como propia de unos bandidos.

El grupo desembarca en Urano y se acerca a pie a una de las bases que los sadritas están montando a toda prisa. Está en sus primeras etapas, por lo que el perímetro aún carece de alarmas o sistemas de seguridad, y es poco más que un amontonamiento de cajas de suministros. Deambulando entre los repuestos tratando de identificar lo que buscan, son descubiertos por un auténtico sadrita pilotando un robot. Éste se da cuenta del engaño casi inmediatamente y pronto se ven luchando a brazo partido contra él. El robot sadrita lleva una mano a su cadera y un compartimento se abre en su cuerpo metálico, del cual brota una pistola… sí, como en Robocop. Otro detallito a la lista😅.

Durante el combate, Miguel Ángel consigue hacerse con la pistola del sadrita y le dispara con ella. Un fino rayo de luz sólida brota del arma y destroza la cabeza del robot, donde se ubica el pulpo que lo controla. La alarma ha cundido ya por la base y el grupo se ve obligado a huir. Para borrar todo rastro posible de su paso por allí la base es bombardeada con torpedos autómata desde una pequeña nave auxiliar que luego recoge al comando y los lleva a la nave principal de la que vinieron. No ha sido precisamente una actuación tan sutil como se pretendía ni han obtenido un proyector de luz sólida… pero Miguel Ángel ha conservado la pistola que le arrebató al sadrita, y esta parece funcionar con el mismo principio, por lo que replicarla para su uso en naves sería tan solo un problema de escala.

Y aquí termina esta entrega. ¡Próximamente en sus kioscos, El hombre de titanio!

¡Luz sólida!. 1975 (reescritura del texto original de 1957). George H. White [Pascual Eguídanos]. La saga de los Aznar nº 24. Editorial Valenciana S. A. 

miércoles, 2 de julio de 2025

EL CRATER DEL TERROR

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                ¡ALERTA DE EXPOILERZ!

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores. 

Esta historia (de Juan Gallardo, no os quejaréis) nos presenta a Sir Dorian Clemens, un joven dandy inglés con la vida resuelta. Tiene unos altos ingresos a base de rentas que le permiten vivir muy holgadamente sin necesidad de dedicar ni un minuto de su tiempo a trabajar. Hasta ahora ha llenado ese tiempo con safaris de caza, pues forma parte de un club de cazadores al que está comenzando a aborrecer.

Con el tiempo, su mentalidad ha ido cambiando. La idea de matar animales sin necesidad le provoca cada vez más rechazo, y Dorian termina abandonando el club de cazadores con algún que otro de los socios maldiciéndole. Esta escenita sirve por una parte para dejarnos claro el carácter del personaje: no le importa quedar mal con su estrato social y los ambientes que frecuenta a cambio de seguir sus propias convicciones. También el que fuera cazador en safaris nos indica cosas como que está familiarizado con las armas de fuego, que probablemente sea un buen tirador, y que está habituado a un ambiente de calor asfixiante o malas condiciones de salubridad. Puede que sea un dandy con una vida regalada, pero tiene aptitudes que lo hacen apto para una historia de acción.

El caso es que Dorian sale por última vez del club de cazadores y emprende un largo paseo a pie hasta su casa por las calles de Londres. Está cruzando el famoso puente por unas calles casi desiertas cuando ve cómo una jovencita se sube a la barandilla del mismo, con la clara intención de lanzarse a las aguas del Támesis. Tal como si estuviera acechando a otra presa, se lanza hacia ella a tiempo de atraparla de un pie cuando ésta empezaba ya a caer. Pese a las protestas de ella exigiendo que la suelte y la deje morir, Dorian consigue izarla y ponerla a salvo. La muchacha, a la que se describe como una hermosa pelirroja de mirada perdida, viste lo que parece ser una bata gris propia de hospital o psiquiátrico. No lleva zapatos ni ningún tipo de identificación. Tampoco recuerda cómo se llama ni puede decir nada sobre ella misma, ya que al parecer está amnésica, con grandes lagunas en su memoria.

Dorian toma un coche para llevarla hasta su propia casa, y, al día siguiente, trata de averiguar algo sobre ella. Logra enterarse de que ha escapado del Saint James Hospital, donde le pusieron el nombre provisional de Peggy, puesto que ellos tampoco saben nada sobre su identidad. Al parecer la chica fue encontrada en el lugar más inverosímil posible, a bordo de un hidroavión en pleno vuelo sobre el mar de Tasmania, siendo ella la única ocupante. Un par de helicópteros del servicio de guardacostas australiano flanquearon la avioneta y se pusieron en contacto por radio con ella, dando instrucciones a la joven que le permitieron amerizar cerca de costa. Las autoridades de Australia la remitieron a Londres porque llevaba un anillo con la inscripción Londres y una fecha, como un típico artículo de recuerdo que se vende a los turistas, siendo esta la única referencia que tenían sobre ella. Peggy ignora cómo llegó a la cabina de la avioneta. No sabe siquiera si era ella la que pilotaba o era otra persona, y en ese caso qué pasó con esta. Lo único que la ata a su pasado, además de la propia avioneta y el anillo genérico, es una extraña piedra a la que se aferraba con desesperación. Esa piedra sigue en las dependencias del hospital, donde fue llevada por las autoridades. También es de resaltar que sus ropas estaban desgarradas y ella presentaba múltiples arañazos y pequeñas heridas sin importancia.

Sir Dorian, hombre rico e influyente, no tiene demasiados problemas para que el director del hospital le entregue la piedra en cuestión. Es una roca negra, de bordes cortantes e irregulares, de apariencia volcánica. Habiendo abandonado recientemente su afición a la caza, Dorian se vuelca ahora totalmente en el caso de la joven. Ésta sigue sin recordar su nombre pero dice que el de Peggy no le gusta. Tiene otro rondándole en la cabeza: Jane. No sabe si Jane es su verdadero nombre o el de alguien que conocía, o si simplemente es un nombre que le gusta, pero Dorian y ella misma acuerdan llamarla así en adelante. Tras hacer que el personal de servicio la instale en la casa y proporcionarle ropas adecuadas, Dorian lleva a Jane a consultar un conocido suyo que es geólogo.

Este examina la piedra volcánica y encuentra en ella un diminuto fósil. Es, además, un fósil muy específico, de una especie muy rara. Juntando todas las pistas que tienen (localización geográfica habitual de ese tipo de fósiles, lugar en el que fue avistada la avioneta, combustible que quedaba en los tanques, posible punto de origen teniendo en cuenta el combustible gastado), Dorian llega a determinar un área como el punto de origen más probable de la avioneta. Es un área bastante amplia, pero ya es algo para empezar a tirar del hilo. Y para alguien rico y acostumbrado a los safaris, organizar una expedición a esa zona no supone un gran problema. Pero Dorian y Jane no son los únicos interesados en el origen de la joven, o más bien en el origen de la piedra que ésta traía consigo. Ada, la voluptuosa ayudante del geólogo consultado, hizo una inspección preliminar de la piedra antes de pasársela a éste. Comprobó que emitía una fuerte dosis de radiación y entregó la piedra a su jefe sin informarle de esta circunstancia. En cambio, sí informa a un conocido suyo, un delincuente llamado De Kowa. En la naturaleza, la fuente de radiación más común son los yacimientos de uranio. Y en plena era atómica, el uranio es el nuevo oro. Ada y De Kowa planean hacerse de algún modo con todo este uranio, y puesto que ella va a ser incluida en la expedición, al igual que su jefe y algunas personas más, resulta que ya desde el inicio del viaje tenemos un topo en el grupo.

A bordo de una avioneta, la expedición de Dorian se dirige a Nueva Zelanda, pasando primero por Tasmania para ir acotando la zona de búsqueda. Tras algunas paradas para descansar y repostar, en las que también aprovechan para recabar información de los lugareños, la historia de Jane va tomando forma. La avioneta en la que fue encontrada Jane pertenecía a la expedición del profesor Copland, un biólogo del que se sabe que no contaba con ninguna mujer en el reducido equipo con el que despegó. Según los lugareños, la expedición de Copland buscaba una isla volcánica en la que se dice que aún existen dinosaurios vivos.

En otra pequeña isla en la que se ven obligados a aterrizar debido a los daños sufridos durante una fuerte tormenta, el grupo se topa con un fornido holandés que parece mandar sobre una tribu de pigmeos. Aunque el europeo se muestra amistoso, Jane lo reconoce. El verle desbloquea los traumas que habían provocado el colapso de su mente, y los recuerdos vuelven a ella. Jane ya ha estado en esa isla. Es donde su padre, el doctor Bancroft, y algunos miembros de su expedición fueron devorados por el holandés y los pigmeos, que practican el canibalismo. Al verse descubiertos, los antropófagos les atacan saliendo por docenas de entre la espesura. La expedición de Dorian se defiende a tiros y logra despegar in extremis. Pese a que han estado a punto de terminar en el estómago del holandés y los pigmeos, lo ocurrido y los restos que encuentran luego en la isla volcánica sirven para que Jane recupere sus recuerdos y podamos reconstruir toda la historia, por fin.

El verdadero nombre de Jane es Vivian, pero como este es ya el tercer nombre que se nos da para ella, voy a seguir refiriéndome a la joven como Jane, por mantener la claridad. Su padre era también científico. Su expedición y la del doctor Copland coincidieron en la pequeña isla volcánica, en la que cada cual buscaba elementos diferentes. El doctor Copland estaba llevando a cabo un experimento con la fauna local, con la que pretendía agigantar a determinados animales. Se da la circunstancia de que en el cráter de esa isla volcánica se había estrellado un meteorito compuesto casi totalmente por plutonio, el material más radioactivo de la naturaleza, mucho más aún que el uranio. Un accidente con la fórmula del profesor Copland hizo que esta se esparciera por el cráter. En realidad, toda la isla es prácticamente el cráter del volcán, que es lo único que emerge del mar. Los bordes del cráter se mantienen unos metros por encima del nivel del mar, por lo que toda la fauna de la isla se ha desarrollado en su profundo interior. El derrame de la fórmula de Copland afectó a los animales de un modo inesperado, pues a los efectos agigantadores de su fórmula se unió el imprevisible efecto mutante de las radiaciones, concentradas en el forzado ecosistema del cráter. Debido a ello, los animales crecieron mucho más de lo esperado, poniendo en peligro a todos los presentes.

Aunque los nativos de otras islas cercanas les habían hablado a los miembros de la expedición de Dorian que la isla estaba llena de dinosaurios, y ellos mismos habían especulado sobre que la radiación en el área podría haber regenerado y devuelto a la vida algunos fósiles prehistóricos, lo cierto es que los monstruos que hay en el cráter son simplemente animales comunes agigantados y mutados. Algunos de los miembros de la expedición Bancroft consiguieron huir de la isla empleando la avioneta de Copland, puesto que su propio hidroavión había quedado destrozado por los gigantescos monstruos. Su siguiente parada fue la isla del holandés caníbal, de la cual solo Jane logró despegar, siendo ese el momento en el que el terrible trauma de ver como su padre y amigos eran devorados borró su memoria. Pese a todo lo que Jane les cuenta, los miembros de la expedición de Dorian deciden seguir adelante con ella. Una isla casi inexplorada, habitada por monstruos gigantescos y mutantes, producto de los experimentos de un científico loco y la radiación de un descomunal meteorito de plutonio, es algo demasiado atractivo como para no verlo de cerca.

Además, la propia Jane necesita esto como una catarsis final para exorcizar a sus demonios. Pero cuando llegan a las inmediaciones de la isla-cráter, la historia de la expedición Bancroft se repite. Monstruos gigantescos derriban la avioneta viendo en ella a un rival, y el grupo no tiene más remedio que alcanzar el cráter en unos botes neumáticos. Una vez dentro del cráter que constituye la práctica totalidad del terreno, encuentran los restos destrozados del campamento de Copland. Es en este punto donde, revisando algunos informes, descubren qué consistía el trabajo de Copland y lo ocurrido con su fórmula. Lo he explicado antes junto con el resto de la historia porque en el libro toda la información va apareciendo fragmentada y salteada, y he pensado que para un resumen quedaría más claro así.

El caso es que el grupo está preguntándose qué hacer, varados en esa isla llena de monstruos y sin apenas recursos naturales que puedan aprovechar para sobrevivir, cuando aparece un helicóptero. Se trata de De Kowa y sus mercenarios, a los que Ada ha estado transmitiendo su posición y movimientos en secreto, para que actuaran tan pronto como Dorian encontrase la isla-cráter. De Kowa viene dispuesto a arrasar con todo, ya sean humanos o monstruos, con tal de apoderarse del enorme meteorito de plutonio y la riqueza material que este supone. De hecho, puesto que ya no necesita a Ada, no tiene el más mínimo reparo en añadirla a la lista de bajas que piensa dejar atrás. Se entabla un tiroteo entre los ocupantes del helicóptero y el grupo de Dorian, refugiado entre los restos de la cabaña, y entonces De Kowa decide terminar rápido y les lanza una granada.

El explosivo se desvía en su caída y en lugar de hacer estallar la cabaña con todos sus ocupantes termina por explotar en el fondo del cráter… donde despierta algo. De debajo de la tierra y cenizas irradiadas se alza un humanoide titánico, de la altura de un edificio de diez plantas, desnudo y con la piel quemada y descarnada. Pese a lo alterados que están sus rasgos, Jane reconoce en el gigante al doctor Copland, enloquecido y mutado por la radiación y su propia fórmula. Ahora es un auténtico coloso que extiende su brazo hacia el ruidoso helicóptero sin advertir a los diminutos hombres y mujeres que pululan entre los restos de la cabaña. De un manotazo arranca una portilla del helicóptero y lo zarandea, atrapando a De Kowa y haciendo caer al cráter al resto de mercenarios, salvo al piloto. Este lucha desesperadamente por estabilizar el helicóptero e impedir que se estrelle. Al hacerlo lo acerca tanto al borde del cráter en el que están los restos de la cabaña que Dorian, viendo la que posiblemente sea su única posibilidad de salir con vida, salta a su interior. El helicóptero continúa dando tumbos en el aire sin control mientras Dorian y el piloto pelean, y finalmente es este último el que cae y se precipita entre la masa de reptiles gigantes que, a los pies del titán, se disputan los despojos de los mercenarios.

Dorian posa el helicóptero para que su grupo (incluida Ada) embarque, y se alejan de la isla-cráter. Justo a tiempo, porque la explosión de la granada inició instantes atrás una reacción en cadena que hace que el meteorito, y con él toda la isla y sus gigantescos habitantes, detonen como una bomba atómica que borra toda prueba de lo ocurrido.

Y cuando todo parece haber terminado, el helicóptero da un repentino bandazo. ¿Un último ataque del titán? ¿Una avería por la explosión? ¿Un fragmento de roca impactando en su fuselaje? No… es el efecto en Dorian, que es quien estaba pilotando, de un repentino beso de amor que le planta Jane en los morros, a modo de punto final de la historia. Este cierre, con un beso impulsivo forjado en los fuegos del peligro y del encuentro con lo imposible, supone un nuevo punto de partida justo después de la devastación total de la isla. Una isla que desde el principio era su meta, que han encontrado solo para horrorizarse ante lo que han descubierto allí, y que se ha perdido para siempre justo a continuación.

Diría que me ha gustado mucho… pero en realidad eso es como no decir nada, porque es lo normal en los bolsilibros de Juan Gallardo. 

Puedes repasar todos los libros comentados de este autor pulsando aquí.

El cráter del terror. 1983. Curtis Garland [Juan Gallardo Muñoz] (texto) García (portada). Tam-tam nº 64. Editorial Bruguera S.A.