Apenas 6000 dólares costó la grabación de "Ramones", el debut de cuatro harapientos de un suburbio de Nueva York, la antítesis de genios, que sin embargo iban a dar con una fórmula que por simple no había sido explorada, momento a partir del cual el rock ya no sería lo mismo. Tan simple que era genial, tan revolucionario que escupiría sobre los excesos sonoros de las grandes bandas, tan macarra que allanaría el camino a los inadaptados de su era. La importancia de "Ramones" en la historia del rock y de la cultura popular estadounidense no debe ser pasada por alto, y hacerlo debe ser considerado delito musical de envergadura.