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jueves, 27 de febrero de 2025

Paul Collier. El club de la miseria


Idioma original: inglés
Título original: The Bottom Billion
Traducción: Víctor V. Úbeda.
Año de publicación: 2007
Valoración: interesante

A lo mejor ese "interesante" algo tibio podría ser acompañado de un "pero bastante deprimente" en función de como, casi dos décadas después, está el mundo. Sobre todo por lo que se produce justo el año en que se publica. Una enésima crisis global que agudiza las desigualdades, añadamos un nuevo estirón de la población mundial que se produce, especialmente, en alguno de los países que más aparecen en este texto, y puede resultar desasosegante pensar que las premisas del libro siguen vigentes, que muchos de los casos que se citan en él siguen pendientes de resolver, en fin, que el texto podría publicarse justo ahora sin grandes cambios estructurales. De hecho, cuenta con una continuación que intentaré leer, aunque no sé si un contenido adicional justificaría una vuelta al tema en forma de una nueva reseña. 

Acudo a El club de la miseria pues se le menciona en varias veces en La última colonia como uno de los textos a los que acudir para comprobar el desigual (o sea: muy malo para muchísimos, aceptable o bueno para unos pocos) devenir de las naciones africanas, una vez su descolonización, aunque fuera sobre el papel, se hizo efectiva, y sus gobiernos eran elegidos en procesos más o menos claros y preferentemente por sus habitantes (carraspeo muy profundo). El resultado es desolador y Collier, que como Sands es fundamentalmente un cargo técnico, en este caso en bancos, instituciones universitarias o adyacentes a la administración, intenta, con la ayuda de especialistas en la matería - economía - tanto de ámbito global como local, desarrollar un texto estructurado abordando, de forma pragmática y algo desoladora, cuáles son los problemas a que se enfrentan - tiempo presente, me temo -los Estados que, a pesar, entendemos, de todos los intentos, no han conseguido sacar a sus poblaciones de la miseria y la precariedad. Relacionar estos problemas nos lleva a territorios temidos y conocidos: desde el factor climático y la dependencia de las ubicaciones geográficas propias y de los países vecinos hasta la pobreza de las infraestructuras, de los sistemas sanitarios y educativos, la trampa de la dependencia de un determinado recurso propio y su proceso extractivo, y, claro, la inestabilidad política y la tendencia a arreglar las cosas a golpes de estado, de tanque o de machete. Y, last but not least, la corrupción que lo pringa todo.

Collier expone datos objetivos y, reitero que este es casi un texto técnico, un estudio con planteamientos y conclusiones, conduce hacia ciertos planteamientos que pueden resultar chocantes: desde la crítica a partes iguales a autoritarismos de izquierda y derecha hasta la defensa, cautelosa pero defensa, de las intervenciones militares de alcance preciso y limitado en casos justificados (...).

No negaré que la lectura resulta un tanto desoladora, especialmente si uno pertenece a uno de esos países, en vez de a los confortables hogares de Occidente, pero sus crecimientos demográficos, su ebullición como continente, muchos pequeños factores ya se suman para que tengamos claro que mirar hacia otro lado ya hace tiempo que ha dejado de ser una opción.

jueves, 21 de diciembre de 2023

Carlos Barciela, ed.: Autarquía y mercado negro

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2003

Valoración: Interesante con reparos


A nivel de ciudadanos de a pie, o sea, yo mismo, no es mucho lo que sabemos en realidad del franquismo. Sí, su origen golpista, la represión y la ausencia de libertades, su carácter retrógrado, la moralina casposa, el nacionalcatolicismo. Pero por ejemplo en el terreno de la economía en sentido amplio quizá no tenemos muchos datos a la vista, a lo sumo que se inició con una etapa autárquica e inspirada en los regímenes afines, la estabilización y el desarrollismo de los años 60, la emigración masiva a las ciudades y al extranjero. Así que no está mal aproximarse a la gestión económica del franquismo a partir de las decisiones de sus sucesivos Gobiernos, para observar de una forma lo más desapasionada posible cómo se gestionaron estas áreas.

Así lo hace este libro, en el que Carlos Barciela, catedrático de Historia económica, reúne una serie de trabajos de varios autores sobre distintos aspectos de la política económica de Franco en una etapa muy concreta, desde el final de la Guerra civil hasta el Plan de Estabilización de 1959, que supuso una apertura más o menos decidida u obligada hacia una economía de mercado homologable y la entrada de los llamados tecnócratas en puestos relevantes. Se trata de textos de carácter más bien académico en torno a diversos aspectos directamente relacionados con la economía: la demografía, el capital humano y la política educativa, la gestión agraria, la industrialización, la política fiscal y monetaria, entre otros.

Hay que decir que no estamos ante literatura divulgativa, no son exposiciones destinadas al gran público sino más bien al mundo de los historiadores e investigadores. Teniendo estos en cuenta, hay que decir que la lectura se hace a ratos bastante ardua, y en algunos casos plantea dificultades importantes, aunque depende en gran medida del enfoque de cada artículo y de la capacidad (o voluntad) de cada uno de los autores. Tablas y gráficos, a veces de difícil interpretación para el profano, ilustran las tesis presentadas, reforzando el aspecto técnico de buena parte de las exposiciones. Así que queda advertido el lector de que es un texto para muy interesados en la época y el asunto.

Desde el modesto punto de vista del lector meramente aficionado, podemos no obstante sacar algunas conclusiones generales. La principal es quizá que esa etapa que se analiza supuso un retraso de veinte años en el desarrollo económico de España, un lastre con el que, pese al arreón de los 60, ha habido que cargar hasta las últimas décadas del siglo, cuando comenzamos a converger en tantos aspectos con nuestros vecinos. Finalizada la guerra, incluso antes, la gestión económica (como las demás áreas de gobierno) se ve dominada absolutamente por el componente ideológico: de la mano de falangistas y militares (que ocupan buena parte de los ministerios sin más cualificación que su afección al régimen), y a veces henchidos por el seguidismo de alemanes e italianos, se opta por un modelo autárquico, cerrado al exterior, profundamente intervencionista y con amplia discrecionalidad, siempre en manos de cargos políticos. Esto genera efectos como el desabastecimiento de productos, la fijación de precios artificiales, un tipo de cambio ficticio y sobrevaluado y, consecuencia de todo ello, el nacimiento de un potente mercado negro (el famoso estraperlo), que multiplicará la miseria y las dificultades lógicas derivadas de la reciente guerra.

Todo esto, dicho mal y rápido, porque hay muchos otros aspectos, casi siempre negativos, derivados de esas directrices que vienen directamente de las más altas instancias del Gobierno franquista: la contrarreforma agraria que empobreció las cosechas y perjudicó a los productores más modestos, la desatención a la educación primaria que dejaría décadas de retraso en el sistema, la apuesta irracional por una industrialización sin base tecnológica ni logística, el pago de las deudas de guerra (esa ayuda italiana y sobre todo alemana nunca fue gratis)… Todo un repertorio de decisiones tomadas casi siempre por individuos cuyo mérito no iba mucho más allá de la genuflexión ante los gobernantes, y que generalmente no tenían más fundamento que el fanatismo ideológico. Hubo que esperar a finales de los 50 para que, en una situación ya crítica, con el aterrizaje de la financiación norteamericana, el Plan de Estabilización y la llegada de los primeros tecnócratas, las cosas tomaran un rumbo algo más lógico y empezasen a aproximarse a lo que en el mundo occidental ya era un mercado normalizado.

Ya digo que el libro no es fácil, que explora, a veces mucho y a veces algo menos, en aspectos técnicos que quizá no lleguemos a asimilar del todo. Pero aun así la lectura nos dejará un poso de información que entiendo suficiente y valiosa para entender que el franquismo no solo fue malo en su vertiente política y social, que no solo atentó contra la cultura y las libertades o se empeñó en construir (con éxito afortunadamente solo relativo) una sociedad mojigata, aburrida y atrasada, sino que además gestionó, y gestionó casi siempre mal.

P.S.: Casualmente, hace unos días me enteré de que Carlos Barciela ha publicado otro libro titulado irónicamente Con Franco vivíamos mejor, en el que explica muchos de los aspectos tratados en este, por lo que se comentaba con un tono más didáctico y asequible. Podría ser otra opción para interesados en el tema, que da de sí más de lo que parece.


jueves, 10 de noviembre de 2022

VV.AA.: Capitalipsis

Idioma original: Español
Año de publicación: 2022
Valoración: Está bien

Capitalipsis se abre con "Rick, cruces y serpientes". Dicho prólogo, cuya autoría desconocemos, me ha encantado. Deliberadamente panfletario, presenta a las claras las intenciones de este volumen misceláneo, así como de los materiales que lo componen.

Después tenemos dos textos de Estíbaliz Robles y Rubén Íñiguez Pérez. A modo de breves ensayos y experiencias personales, ahondan en torno al capitalismo, la religión y el trabajo. El que me ha parecido más logrado es el primero, titulado "Vicio".

A continuación encontramos siete cuentos, uno por cada pecado capital. Todos ellos se pueden enmarcar en los géneros de fantasía, ciencia ficción y terror. Abordémoslos:

  • "Banco Sábado", de José Luis Pascual. En el dedicado a la Ira vemos la venganza de un trabajador de un call center. Es breve pero intenso.
  • "Di mi nombre", de Aránzazu Ferrero. Pereza habla de un futbolista en horas bajas, mataderos y estimulantes. Alberga buenas ideas, aunque su estructura es algo reiterativa. 
  • "Ascenso al trono biónico", de Myke Babylon. Soberbia narra la historia de un rey que, viaje en el tiempo mediante, quiere recuperar su trono. Funciona a la perfección como pasatiempo repleto de acción, drama, suspense y vísceras robóticas; no obstante, hubiera preferido un mayor desmadre.
  • "Él, escritor de terror", de Elena Romea. Envidia nos enfrenta a uno de esos juntaletras anquilosados que se creen genios y desprecian a sus compañeras de profesión. Cumple en tanto que parodia sin grandes pretensiones.   
  • "Will Wird y el viaje hacia Escatón", de H. M. Crespo. En la Avaricia, formato, prosa y argumento conspiran para moldear un simpático homenaje a las space opera. Destacaría su voluntad de deconstruir esos protagonistas intergalácticos de la literatura pulp que son (aparentemente) un dechado de virtudes. 
  • "Vaya higos tiene Alpetragio", de Víctor Martín-Pozuelo. La Lujuria es una gamberrada divertida que se vale de la picaresca, la sátira y la espada y brujería para hablarnos de proezas sexuales.
  • "Mr. Dance y la casa", de Román Sanz Mouta. Gula trata de casas encantadas, riqueza obscena y corrupción. 

En resumen: Capitalipsis es una antología harto irregular. No sólo la calidad de su contenido presenta altibajos; también, o esa impresión he tenido yo, su propósito. Y es que la crítica al capitalismo prometida desde el título del libro se enfatiza o desdibuja en según qué apartado te halles. Con todo, el regusto global que dejan los textos aquí agrupados es positivo. 

martes, 9 de agosto de 2022

Reseña + Entrevista: El coste de la desigualdad, de Diego Sánchez Ancochea

Idioma: Inglés
Título original: The Cost of Inequality in Latin America
Año de publicación: 2020
Traducción: Joan Andreano Weyland
Valoración: Recomendable (especialmente para interesados)

Vivimos tiempos terribles. Quizá sueno demasiado catastrofista; dejémoslo en que vivimos tiempos con un margen de mejora inmenso. Algunos se niegan a verlo porque temen afrontar la verdad, porque les conviene o porque están abducidos por una ideología miope. Sí, es cierto que «se ha reducido la pobreza en muchos países y (...) el mundo es más rico que nunca», pero en general (repito: en general) la desigualdad se ensancha a pasos agigantados, la movilidad social se ha estancado, la meritocracia brilla por su ausencia y las oportunidades escasean.

Y todo esto tiene consecuencias nefastas: la restricción de la libertad, la vulneración de los derechos del individuo, la disminución del poder adquisitivo de las clases baja y media, el descontento social, la desconfianza en instituciones y conciudadanos, el incremento de la violencia, el creciente poder e influencia político de las élites económicas, la creación de monopolios y oligopolios, el deterioro de la democracia, la erosión de lo público, los empleos de baja calidad, la carencia de innovación, el incentivo del populismo, etc...

En El coste de la desigualdad, Diego Sánchez Ancochea aborda la problemática que supone la desigualdad. Lo hace con un talante tan serio y riguroso como abierto al activismo y al optimismo. Lo hace, también, reivindicando en el proceso el papel del Estado, la socialdemocracia, los partidos políticos progresistas, los sindicatos y la movilización activa.

Llegados a este punto, dejad que liste varias de las virtudes que he encontrado en este ensayo:

  • Emplea a América Latina a modo de «advertencia» sin por ello desestimar los aciertos de la región. 
  • Ilustra cómo la desigualdad no sólo implica un presente negativo, sino que nos sumerge en círculos viciosos de los que resultará cada vez más difícil salir en el futuro.
  • Entrega soluciones razonables y plausibles, alejadas de la retórica buenista, simplista y «revolucionaria»: redistribución del capital humano y la riqueza, impuestos a las grandes fortunas, medidas macroeconómicas, regulación financiera, políticas ambiciosas, presión desde abajo a los Estados, movimientos sociales, agendas reformistas, deriva hacia un modelo solidario y comunitario, etc...  

Por no alargarme, diré que el libro de Sánchez Ancochea resulta una agradecida aportación al que, a mi juicio, es un debate clave del siglo XXI: el de la desigualdad. Los datos y argumentos que el catedrático baraja en estas páginas son bastante sólidos. Asimismo, las recetas equitativas que ofrece son siempre bienintencionadas y, aunque en ocasiones su implementación práctica cae en el idealismo, a nivel abstracto me parecen loables.

Lástima que, en un clima intelectual tan polarizado como el actual, El coste de la desigualdad pasará probablemente sin pena ni gloria. Y es que este ensayo reforzará las convicciones de aquellos que ya comulgaban previamente con la inquietud igualitaria, pero provocará indiferencia o rechazo a quienes se oponen a ella. En mi caso me ha ayudado a matizar ciertas ideas, incorporar algunas herramientas analíticas y actualizar bibliografía; no obstante, admito que me ha servido para atrincherarme todavía más en la cámara de eco en la que, de por sí, ya me muevo.


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Me he permitido formular unas preguntas a Sánchez Ancochea. Aunque no todas estaban vinculadas con El coste de la desigualdad, él ha tenido a bien de contestarlas. Gracias, Diego. 

ULAD: En tu libro prácticamente nunca abordas la cuestión de la desigualdad desde una óptica filosófica. ¿A qué se debe esta omisión? ¿Recomiendas alguna obra que sí lo haga y pueda complementar tu exposición?

DSA: Es cierto que el debate filosófico (y ético) sobre la desigualdad es fundamental, pero yo no me sentía como la persona más capacitada para resumirlo dado mi formación de economista político y mi concentración en América Latina. Además, a mí me parecía útil mostrar que, con independencia de la posición filosófica y la visión sobre la naturaleza humana que tenga cada cual, hay que preocuparse por la desigualdad porque tiene un impacto muy negativo en áreas importantes como el desarrollo económico o la calidad de la democracia.

Para mí hay dos autores norteamericanos muy útiles a la hora de reflexionar sobre la filosofía de la desigualdad. Una es Elizabeth Anderson de la Universidad de Michigan, que ha insistido en la importancia de ir más allá de la desigualdad de ingreso y pensar también en la valoración tan asimétrica que hacemos de distintas profesiones y distintas contribuciones a la sociedad. Recomiendo leer su artículo "What is the point of equality?" de 1999 (aunque sea un poco largo), o echar un vistazo a un perfil de ella en el New Yorker de Diciembre de 2018. El otro es Michael Sandel, que ha escrito libros útiles en contra de la meritocracia y el libre mercado.

ULAD: En determinado momento comentas escuetamente que «Somos (...) seres éticos y, por ello mismo, deberíamos rechazar la desigualdad excesiva por ser moralmente errónea.» Suscribo al cien por cien esta premisa y aprovecho para pedirte que la desarrolles un poco.

DSA: Un argumento muy popular es que la desigualdad no debería preocuparnos porque es resultado del esfuerzo de cada cual y es necesaria para que la gente trabaje, invierta y sea creativa. Así, la desigualdad se vincula a los incentivos y se la considera un motor del crecimiento y el desarrollo.

Sin embargo, este argumento resulta poco convincente cuando nos encontramos ante niveles de desigualdad muy altos. En sociedades como la chilena donde el 1% más rico de la población recibe un 30% de todo lo que se produce en un año, los incentivos funcionan en la dirección contraria. Los ricos se dedican a proteger sus intereses y el resto de la población sabe que está jugando a un juego en el que nunca ganará.

Pero más allá de ese argumento pienso que no es fácil justificar un mundo donde el precio de un reloj sea equivalente al salario recibido por muchas personas en toda una vida. Un mundo en que alguna gente gaste en un viaje en avión privado más que lo que gastarán miles de personas en viajes durante toda una vida. Me resulta imposible creer que ese tipo de sociedad sea mejor que una que se preocupa por asegurar un buen nivel de vida para toda la población como objetivo prioritario.

ULAD: Si no recuerdo mal, cuando mencionas formas de paliar la desigualdad especificas que rehuyes las soluciones simplistas y «revolucionarias». ¿Podrías explayarte sobre qué quieres decir con este último concepto?

DSA: Estamos en un mundo donde solemos buscar respuestas novedosas y simplistas ante los graves problemas a los que nos enfrentamos. Pensamos que, por ejemplo, las nuevas tecnologías revolucionarán la forma en que vivimos y que pueden resolver todas nuestras dificultades o promovemos nuestras instituciones que nada tienen que ver con las del pasado.

Yo me pregunto, sin embargo, si lo que tenemos que hacer es mejorar lo que ya tenemos, reconociendo que sabemos las soluciones a problemas como la desigualdad desde hace mucho pero no cómo ponerlas en práctica. Así, por ejemplo, me parece que la democracia juega un papel central en la lucha contra la desigualdad, pero tiene que ser una democracia más auténtica y que se apoye en partidos políticos más sólidos y más participativos. Al final, en el libro acabo con un menú de recomendaciones poco novedoso pero, ojalá, inspirador para luchar contra la desigualdad.

ULAD: Según comentas, «cada país debería concentrarse en los elementos del menú de medidas que le resulten más urgentes en función de su trayectoria histórica y su estructura económica e institucional.» ¿Qué países ves con más potencial llamémosle equitativo, y qué países crees que, al contrario, tardarían en adoptar condiciones propicias?

DSA: A pesar de sus problemas, creo que todavía tenemos mucho que aprender de los países escandinavos. Suecia o Finlandia eran bastante desiguales y no particularmente democráticos a finales del siglo XIX (como lo muestra Thomas Piketty en su libro más reciente), pero fueron capaces de crear sociedades igualitarias y con oportunidades para todos durante el último siglo. Dentro de América Latina, Uruguay es un caso interesante y del que los vecinos pueden aprender mucho.

Me temo que, por el contrario, el resto de América Latina se encuentra con grandes dificultades para reducir la desigualdad. Esto es así porque, como trato de mostrar en mi libro, se enfrenta a círculos viciosos (tanto económicos como políticos y sociales) que son difíciles de romper. Y, por desgracia, hay otros países (como Estados Unidos) que cada vez se parecen más América Latina y van a tener muchas dificultades para hacer frente a una desigualdad desbocada.

ULAD: ¿Has leído La envidia igualitaria, de Gonzalo Fernández de la Mora? En caso afirmativo, ¿qué opinas de los planteamientos allá vertidos?

DSA: Me temo que no lo he leído por lo que, quizás, no debería decir nada. ¡Pero no me resisto a hacer un comentario! Existe un argumento muy habitual que mantiene que se promueve la igualdad por envidia y que las políticas igualitarias generan poco dinamismo económico y limitan la innovación. Estos argumentos, sin embargo, no tienen mucho apoyo en la evidencia empírica. Los países escandinavos que antes mencionaba son de los más dinámicos e innovadores del mundo. Los países latinoamericanos (los más desiguales desde hace décadas), en cambio, tienen dificultades para desarrollarse. Y la envidia tiene poco que ver con los debates éticos que mencionábamos anteriormente y con el deseo de crear sociedades centradas en la promoción de todos los seres humanos por encima de todo.

ULAD: He notado cierto optimismo en tu postura. ¿Qué nos dirías a los que en líneas generales compartimos tus inquietudes igualitarias pero sospechamos que jamás las veremos materializarse de manera satisfactoria?

DSA: ¡Yo soy de talante pesimista, así que me alegro que fuera capaz de disimularlo! Entiendo, Oriol, perfectamente tu escepticismo sobre las posibilidades de cambio. Sin embargo, es importante que esas dudas no nos lleven a la parálisis o a creer que todo va a seguir como hasta ahora. Lo cierto es que el cambio social es posible, que en la misma América Latina hay países con niveles de desigualdad bastante distintos y que sabemos lo que hay que hacer. Creo que lo importante es reconocer que el cambio será lento y sólo posible si somos capaces de ir modificando las políticas y la política de forma pragmática y progresiva pero sostenida.

ULAD: ¿Crees que tu mensaje permeará en gente que hasta ahora no lo compraba? ¿Has logrado, a lo largo de tu trayectoria, hacer que alguien cambie significativamente de parecer?

DSA: ¡Esa es una gran pregunta! Yo traté (no sé con cuánto éxito) de escribir un libro ameno pero a la vez basado en evidencia. Traté, además, de traer al debate una región que no siempre se comprende suficiente y de la que hay mucho que aprender. Ojalá eso lleve a algunos lectores y lectoras a reconsiderar sus visiones sobre la desigualdad o, por lo menos, a estar más dispuestos a hablar sobre este problema y a intercambiar ideas y conversaciones con otra gente. Si logro promover algunas conversaciones entre gente que piensa distinto ya habré logrado bastante.

viernes, 12 de noviembre de 2021

William Deresiewicz: La muerte del artista

Idioma original: Inglés
Título original: The Death of the Artist. How Creators Are Struggling to Survive in the Age of Billonaires and Big Tech
Traducción: Mercedes Vaquero Granados
Año de publicación: 2020
Valoración: Recomendable para interesados (aunque algo obvio)

William Deresiewiczk, ensayista y crítico estadounidense, analiza en La muerte del artista las problemáticas que la era digital presenta a los creadores. El tratado hace especial hincapié en la faceta económica del asunto, por lo que no resulta sorprendente que baraje, entre otras cuestiones, la precariedad laboral o las limitaciones que las condiciones materiales imponen.

«Las principales plataformas tecnológicas han reducido el precio de su contenido digital a cero o nada. La audiencia lo agradece en primera instancia pero no se da cuenta de que poder escuchar música o ver películas de forma gratuita, también tiene un precio que acaban pagando los propios artistas. Cuanto menos dinero haya en las artes en general, más serán un juego de niños ricos.»

El formato de La muerte del artista puede resultar cargante. Esto se debe a que la metodología de Deresiewicz (una mezcla de observación del entorno, entrevistas y reflexión) dilata excesivamente el texto y lo satura de anécdotas. Sin embargo, hay que admitir que este formato tiene sus ventajas: imprime cercanía al conjunto, amén de propiciar una visión panorámica y multidisciplinar.  
 
Algunas de las conclusiones a las que se llega en estas páginas pueden ser obvias, especialmente para personas implicadas en el sector, pero otras tantas pasaban desapercibidas hasta que Deresiewicz las señalara. Así que recomiendo la lectura de La muerte del artista a los interesados en la materia. 

Ah, el escenario retratado aquí no es nada halagüeño, aunque si alguien tiene resiliencia, esos son los agentes culturales. De modo que, ya que, al menos por el momento, nada tiene visos de cambiar, y menos todavía para mejor, no queda otro remedio que afrontar la situación con la resignación que exhibe la mayoría de los entrevistados por Deresiewicz.  

«Es cierto que la gente ahora tiene muchas más herramientas para crear, pero al mismo tiempo, y por la misma razón, es mucho más difícil conseguir ser reconocido. Es un buen momento para los artistas aficionados pero no para los profesionales, aquellos serios que trabajan a tiempo completo y dedican su vida al arte. [...] Una cosa saber que tu vida va a ser un asco mientras te estableces y otra muy distinta es saber que lo va a ser siempre.»

jueves, 10 de octubre de 2019

Andrés Villena Oliver: Las redes de poder en España


Idioma original: Castellano
Año de publicación: 2019
Valoración: Está muy bien

El Poder. Los Poderosos. Quizá sea uno de los asuntos más fascinantes para quienes sienten la curiosidad, o la necesidad, de mirar y comprender cómo son y funcionan las comunidades, humanas o no. ¿Cómo se consigue? ¿Y cómo se mantiene, se preserva, se expande, se impone? ¿Es el Poder intrínseca, necesariamente, violento, coercitivo, cruel? 

Bueno, sin necesidad de ponerse tan estupendo, el periodista Andrés Villena Oliver (Elche, Comunidad Valenciana, 1980), doctor en Sociología por la Universidad de Málaga, se ha dedicado a hacer inventario de los ministros y altos cargos de los últimos gobiernos de España –Rodríguez Zapatero, Rajoy, Sánchez- y su conclusión puede que no sea muy sorprendente, pero si tozudamente reveladora. La inmensa mayoría de los cuadros gubernamentales –tanto los del gran partido de la derecha como los del gran partido de la izquierda, los únicos que en las últimas décadas han formado gobiernos- surgen de unos graneros selectos, bastante cerrados y opacos, como son el conjunto de cuerpos de élite de la Administración del Estado. 

Se caracterizan precisamente por un fuerte espíritu corporativo que controla los puestos más importantes del aparato estatal, desde donde condicionan las políticas públicas y las decisiones gubernamentales, de manera compleja, discreta y sistemática. Y donde se organizan en confederaciones de cuerpos que pelean entre si por colonizar los diferentes ministerios y espacios de poder. Para el autor, creer que se puede gobernar el Estado sin conocer a sus funcionarios más característicos significa no haberse enterado de nada. Cogida al vuelo la respuesta de hace unos días en televisión del político de izquierdas que no ha podido gestar un gobierno de coalición, posiblemente estas sean las personas que garantizan que la sociedad española duerma tranquila. Exclusivamente ellas, por lo visto.

No se trata tan solo de las llamadas puertas giratorias, esa facilidad pasmosa de algunos para transustanciarse a la velocidad de la luz desde el servicio público a la cúpula de las grandes empresas -en formato ida y vuelta- para aterrizar con el culo siempre en las mejores poltronas sino del ecosistema que estos privilegiados ejemplares habitan de forma permanente y natural. Formados en las mejores facultades, becados para pulir currículum entre la nata universitaria anglosajona, entrenados y cuidados concienzudamente para opositar con garantías, son diplomáticos, inspectores de Hacienda, catedráticos universitarios, técnicos comerciales y economistas del Estado –conocidos como tecos, especialmente reclutados por el Partido Socialista-, o abogados del Estado, especialmente estimados en el Partido Popular. Son los cuerpos de élite de la Administración del Estado en España, que ya durante la dictadura y especialmente a partir del Plan de Estabilización de 1959, fueron la mejor manera de acceder, en un sistema con los partidos políticos proscritos, a la actividad pública. En cierta medida, una copia del sistema francés, aunque sin un cauce formal como el de la ENA, la Escuela Nacional de Administración. Aunque sí con una elevada presencia de apellidos con pedigrí aristocrático, que les confiere aires de nobleza del Estado. Y donde, por supuesto, el consenso neoliberal es aplastantemente dominante y los pilares teóricos de la economía neoclásica permanecen incuestionables.

En Las redes de poder en España se incluyen una serie de cuadros gráficos que permiten visualizar muy claramente los vínculos –parentesco, clan, linaje, origen, negocio, gremio, estudios, fundaciones, cátedras…- que mantienen este puñado de preclaros y abnegados patriotas. Los que cuidan del país desde los salones del poder y eventualmente salen a los balcones de palacio para saludar a la masa y recordarnos que continúan entregados sin desvelo en la ardua tarea de gobernarnos. A nosotros, domeñada plebe de ignorantes, sumisos y conformados. Así que libros como Las redes de poder en España, con sus 260 páginas de periodismo vigoroso, reposado y elaborado puede que cuentan una historia que ya nos sospechábamos y no acabe de sorprender pero viene muy bien para recordarnos, nombre y apellidos, a quién tenemos encima.

jueves, 23 de agosto de 2018

Karl Marx: El Capital - el manga

Idioma original: japonés
Título original: Manga de dokuha, Das Kapital / Sequel to Das Kapital
Año de publicación: 2008
Traducción: Jesús Espí
Valoración: entre recomendable y está bien


¿Qué tal, jóvenes lectores de Un Libro al Día? ¿Arde en vuestro pecho el fuego revolucionario pero vuestro bagaje ideológico no pasa de un par de temas de Los Chikos del Maiz y lo que pone en vuestra camiseta con la efigie del Che Guevara? ¿Estáis hartos de sentiros marginados en vuestra pandilla de amigos mientras ellos se enzarzan en interminables diatribas sobre las disquisiciones gramscianas acerca del materialismo histórico? ¿Sois más de derechas que ir a un concierto de Taburete peinados como el padre del cantante, pero también os gusta una chica de clase que es un poco perroflauta, qué se le va a hacer? Tranquilos, que para convertiros en unos rojetes, aunque sea de pega, no tenéis por qué tragaros las obras completas de Karl Marx. De hecho, ni siquiera el propio Marx se las leyó, sino que le dejó ese trabajo al bueno de Engels, que era su pagafanta... digo, su colaborador. Y ahora, ni siquiera eso: gracias a la incansable industria japonesa del manga y a la colección la otra h de la editorial Herder, vosotros también podréis presumir de conocer al dedillo El Capital, obra fundamental del pensamiento económico y político y tal vez la más importante del marxismo (acordaos que es con -x , chavales,  no con -s... que no tiene nada que ver con Bruno).

Como suelen hacer los mangas de esta colección, al menos los que adaptan libros teóricos y no novelas, se echa mano de una historia para ejemplificar lo que se pretender transmitir al lector. En este caso, nos encontramos en una ciudad de algún lugar de Europa, a principios del siglo XX. Robin es un joven que fabrica quesos con su padre en una granja, que luego vende, con gran aceptación por parte de sus clientes, en el mercado de la ciudad. Pero la aspiración de Robin es hacerse rico y por eso acepta los consejos y la inversión de Daniel (amigo de la chica que le gusta a Robin). Junto a éste, monta una pequeña fábrica de quesos y va siguiendo sus instrucciones para hacerla cada vez más rentable... Básicamente, la idea de exprimir todo lo posible a sus trabajadores, empleando métodos coercitivos, si es necesario, para incrementar la productividad y de esta forma aumentar la plusvalía que se consigue de aquéllos. Aún así, y a pesar de su ambición, Robin no deja de tener dudas y remordimientos de conciencia sobre su actuación, lo que concita toda una serie de explicaciones por parte de Daniel acerca del funcionamiento del sistema capitalista (Daniel es bastante capullo, pero sincero).

Gracias a ellos podemos aprender el significado de muchos conceptos económicos -y no sólo marxistas-, como valor de uso, valor de cambio, fuerza de trabajo, capital constante, capital variable, plusvalía extraordinaria, reproducción en escala ampliada, tasa de beneficio... y otros conceptos igual de amenos para el común de los mortales. También nos ilustra, claro está, sobre las injusticias y desigualdades que puede generar el sistema capitalista. Y más aún: en la segunda parte del libro -la que correspondería a los volúmenes editados y publicados por Engels tras la muerte de Marx, es el propio Federico el que nos hace de guía y nos advierte también las contradicciones y peligros del capitalismo -burbujas económicas, recesiones, crisis... vamos, ciencia ficción, como quien dice-, además de una didáctica explicación sobre el sistema monetario y financiero. Hay incluso una aparición estelar al final del manga y una última viñeta realmente epatante. Para quedarse ojiplático, vaya...

Dicho esto, y entrando en el asunto de la valoración del libro: en mi opinión, cumple a la perfección el objetivo que se le supone, de acercar y difundir a los jóvenes (y no tan jóvenes) de forma atractiva esta obra clásica de la política y la economía... que, para qué vamos a engañarnos, a priori no resulta la obra más amena que se nos puede ocurrir. Así pues, el primer párrafo de esta reseña, aunque en tono de broma, no va tan desencaminado. Cierto es que alguno de los conceptos que se explican aquí puede ser discutible o ahaber quedado desfasado (por ejemplo, no sé si, en plena proceso de robotización, como estamos, puede aún afirmarse que el beneficio que supone el valor añadido de las mercancías surge sólo a partir de la fuerza de trabajo y no  de la mecanización del proceso de producción), pero recordemos que El capital original fue escrito hace 150 años, nada menos. Y a quien tenga alguna objección de tipo ideológico, recordarle que en esta misma colección puede encontrar también la versión manga de La riqueza de las naciones, de Adam Smith, que para gustos se hicieron los colores.  Otra cosa es que este reseñista tenga ganas de repetir la experiencia; aunque, bueno, ya veremos...              



Otros títulos de Marx y Engels reseñados en Un Libro Al Día: escritos diversos

jueves, 7 de diciembre de 2017

Yanis Varoufakis: ¿Y los pobres sufren lo que deben?


Idioma original: inglés
Título original: And the Weak Suffer What They ?:
Europe's Crisis and America's Economic Future
Año de publicación: 2016
Valoración: Muy recomendable (para interesados)




“Hay algo que es seguro, y es que Europa es demasiado importante como para que la dejemos en manos de sus despistados dirigentes”
Y.V.
Al escoger una cita de Tucídides (Historia de la guerra del Peloponeso) para dar título a este ensayo, el profesor y ex ministro griego anuncia la orientación que dará a su discurso. Y es que tras lo evidente –su interés por reducir las enormes diferencias entre las zonas más y menos prósperas de la Comunidad Europea– encontramos a un escritor culto, didáctico y ameno, que además de manejar con soltura los conceptos económicos como era de esperar, está familiarizado con los clásicos y es capaz de construir un texto claro, conciso y perfectamente argumentado con las metáforas precisas para hacerse entender.
Para marcar el camino recorrido desde el loable proyecto de crear una Europa unida hasta los terribles desencuentros entre países europeos producidos tras la crisis de 2010, Varoufakis se remonta al papel que ejerció Estados Unidos en la reconstrucción de las economías europeas al poco de acabar la Segunda Guerra, gracias al cual se convertiría en árbitro de la economía mundial a lo largo de unas cuantas décadas. La explicación pormenorizada de las diferentes fases que tuvieron lugar en el complejo entramado internacional y la postura de los políticos más relevantes que influiría decisivamente en los acontecimientos posteriores ocupa más de la mitad del libro. Se trataba –y no era nada fácil– de amigar territorios que hasta hacía poco habían luchado entre ellos, de unificar fronteras y crear instituciones comunes con el fin de reconstruir y prosperar. El plan que levantaría Europa fue diseñado por los New Dealers de Bob Kennedy en 1944 y su derribo, provocado por su expulsión de la zona dólar durante el mandato de Nixon en 1971, hizo plantearse a Francia y Alemania una futura unión monetaria que, al estar mal concebida de raíz, llevaría el germen de su posterior decadencia. Pero antes de eso Estados Unidos adoptaría otra decisión trascendental: conseguir que el resto de países europeos aceptase la condonación de la deuda alemana contraída antes de la guerra convirtiendo con ello a Alemania en la potencia industrial que conocemos.
Como sabemos –y el autor explica con todo detalle –el primer paso para la creación de una Europa unida consistió en crear, en 1951, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), integrada por seis países, para establecer precios comunes y disponer la libre circulación de mercancías que más tarde se ampliaría a los productos agrícolas. La propuesta francesa de una moneda común constituiría una etapa más del largo proceso, liderado por Francia y Alemania, que acabó dando lugar a la actual Unión Europea.
Es fácil concluir que el antiguo liderazgo ha resultado decisivo para configurarla tal como es y determinar los mecanismos de su funcionamiento. El gran fallo –como en su momento predijo Margaret Tatcher– fue organizar la economía al margen de la política, objetivo imposible que dejó las decisiones finales en manos de un sistema financiero que, al no tener que rendir cuentas a los representantes elegidos democráticamente, por fuerza condujo a un sistema esencialmente autoritario, un sistema dirigido por burócratas franco-alemanes que antepone el predominio de los fuertes a la esperada prosperidad de todos. El desenlace, lejos de ser casual, fue programado a grandes rasgos por élites y monopolios para tomar en exclusiva las riendas económicas del continente. Dentro de ese esquema hay agravantes, como ocurrió cuando los bancos europeos se esforzaron en conceder préstamos a los ciudadanos menos hipotecados hasta entonces, los del sur, dejándolos con deudas imposibles de pagar una vez sobrevenida la crisis. El predominio financiero se refuerza a base de  comportamientos, a primera vista ilógicos, como admitir en la zona euro a países que en principio no cumplían los criterios del Tratado de Maastricht y, una vez dentro, obligarles a cumplirlos condenándolos a una pobreza creciente. Y no parece haber otro remedio porque no es fácil empezar de cero recuperando la moneda anterior.
Tal desequilibrio, sin una federación que ampare a la Unión Europea ni instrumentos que regulen los mercados, los desestabiliza y produce crisis periódicas. Pero además Varoufakis comprende que una organización de este tipo no es inmune a los totalitarismos, sobre todo cuando está dirigida de arriba abajo y su riqueza se vuelve cada vez más asimétrica. De ahí, amenazas como el creciente racismo ante quienes, se supone, vienen a usurpar derechos ya de por sí muy deteriorados, la aparición de grupos neofascistas (sobre todo, el griego Amanecer Dorado) o las recientes disputas entre gobiernos por el acogimiento, o no, de refugiados sirios.
Los augurios son, como mínimo, frustrantes: “En un bucle interminable de refuerzo aterrador, el autoritarismo y el malestar económico seguirán alimentándose entre ellos hasta que Europa llegue a su punto de ruptura”. Habrá que esperar que se equivoque. O que las medidas que propone -él y otros- se tengan en cuenta.

miércoles, 20 de abril de 2016

TochoWeek #3. Thomas Piketty: El capital en el siglo XXI

Idioma original: francés
Título original: Le capital au XXIe siècle
Traducción: Francisco J. Ramos y Ana Escartín
Año de publicación: 2.013
Nº páginas: 859 (libro+apéndice)
Valoración: Muy recomendable  (Imprescindible para interesados)

Karl Marx escribió El capital en 1.873, y 140 años después el economista francés Thomas Piketty publica este trabajo, que suscitó gran interés y cierto grado de polémica, no en vano el autor es conocido por sus investigaciones sobre la desigualdad y las grandes fortunas. En realidad, aunque obviamente los dos son libros de economía, el que intentaré comentar hoy no constituye ni una revisión ni una réplica del clásico, con el que apenas coincide en aspectos muy concretos, aunque tampoco excluyo que se haya dejado funcionar el efecto tractor de título tan famoso. 

Tras una muy amplia y clarificadora introducción, en las dos primeras partes se pone al lector en antecedentes sobre algunos de los grandes parámetros que definen las magnitudes económicas a nivel internacional: el crecimiento, tanto económico como demográfico, el binomio capital/renta y las relaciones entre rentas del capital y del trabajo –punto en el que se aproxima algo más a algunos de los conceptos trabajados por Marx. Todas estas cuestiones se analizan, interrelacionan y justifican mediante un universo de datos y gráficos, que nos indica a las claras que estamos ante un estudio serio y riguroso, que busca explicaciones globales en que fundamentar la tesis que expone después. 

Tiene además la virtud de entroncar con un enfoque histórico-político de muy largo plazo, que no sólo hace la lectura menos árida para el profano, sino que permite una visión integrada de los fenómenos económicos. Incluso se permite recurrir con frecuencia a textos literarios –es especial, Balzac y Austen- para ilustrar algunas situaciones sobre la estratificación social, lo que resulta llamativo y francamente se agradece. Y, por otra parte, se ofrece la posibilidad de ampliar aún más la información, remitiéndose al descomunal material contenido en la página http://www.piketty.pse.ens.fr/fr/capital21c (anexo técnico), buena muestra de cómo compatibilizar un texto en papel con los recursos de la tecnología.

Una vez fijados los conceptos básicos, Piketty entra de lleno en el alma del libro, que no es otra que las desigualdades generadas por el sistema. La idea central consiste en que en la esencia misma del capitalismo se encuentra el mecanismo por el que, en unas condiciones dadas, las desigualdades aumentan de forma cada vez más acelerada. Sin entrar en profundidades, se puede decir que estamos ante el supuesto en que el rendimiento del capital es superior a la tasa de crecimiento, una realidad empírica que se cumple históricamente sin excepción. Dicho de otra forma, estamos ante esas estadísticas que periódicamente conocemos por los medios de comunicación, en las que vemos cómo un porcentaje ínfimo de la sociedad posee más de un tercio de la riqueza de un país, a veces incluso mucho más. Y no hablamos ya de dictadores subsaharianos o sátrapas postsoviéticos, sino de élites de Europa occidental y Estados Unidos, es decir, aquí y ahora.

Entrando en este tema, aunque sin abandonar su naturaleza técnica, el tono del libro empieza a cambiar ligeramente. Piketty no se limita a describir sino que se moja con las implicaciones sociales de estas desigualdades desbocadas, y hasta hace detonar algunas valoraciones que dejan claro que no está en la equidistancia:

‘La democracia real y la justicia social exigen instituciones específicas, que no son únicamente las del mercado, y que tampoco pueden limitarse a las instituciones parlamentarias y democráticas formales’

Y, planteado el problema, pasa a buscar soluciones. La única forma de corregir esta deriva –que en términos teóricos puede llevar al infinito, es decir, a la acumulación de todo el patrimonio mundial en manos de un puñado de individuos- reside en medidas fiscales y de control del capital. Las propuestas son a grandes rasgos 1) Un impuesto sobre la renta limpio de las exclusiones por las que se escapan las grandes fortunas, y recobrando la potente progresividad que ha perdido en las últimas décadas 2) Un modelo de tributación sobre el capital a nivel mundial, que el propio autor reconoce utópico a corto plazo, pero deseable como objetivo 3) El fin de los paraísos fiscales y de la opacidad sobre datos bancarios (vaya, una cosa que resulta, desde luego, de la máxima actualidad).

Es decir, que a lo largo de las casi 800 páginas (y miles de datos complementarios ofrecidos on line) se pone números, fechas y ubicación a esas intuiciones populares del tipo ‘los ricos son cada vez más ricos’, o a las informaciones, parciales y a veces poco rigurosas, que los medios transmiten de cuando en cuando y que aceptamos con desinterés y cierta resignación (estadísticas, datos de ONGs, listas Forbes). Pero se trata de realidades, muchas veces de magnitud más escalofriante aún de lo que pensamos, que tienen su origen en el propio sistema, y que son corregibles si hay voluntad para ello.

Es por tanto un imponente trabajo técnico, pero que no rehúye un importante grado de compromiso con el objetivo de combatir este desenfreno en las desigualdades, socialmente inaceptable. A nivel lector, tampoco nos olvidemos de que estamos ante un libro de economía, pero se advierte en él la voluntad de mantenerse más o menos cerca del gran público, adquiriendo así un cierto tono divulgativo que quizá los especialistas considerarán excesivo. Y si, aun sin perder el rigor, puede albergar la intención de provocar cierto debate, de ninguna manera es algo que se le pueda reprochar, porque aún queman los rescoldos de la crisis iniciada en 2.007, y no están tan lejanos los días en que los dirigentes políticos clamaban, presa del pánico, la necesidad de ‘refundar el capitalismo’.

Así que, si nos interesa indagar en este fenómeno económico que define nuestra sociedad en el principio del siglo XXI, el esfuerzo bien merece la pena.

lunes, 15 de febrero de 2016

Zoom: Contra la democracia, de los G.A.C.

Idioma: castellano
Año de publicación: 2013
Valoración: peligroso, en grado sumo

Sin duda, muchos de los que están leyendo esta reseña sabrán que el pasado día 5 del mes en curso, la policía municipal de Madrid y un juez de la Audiencia Nacional desarticularon una insidiosa célula anarquista compuesta por dos titiriteros que perpetraban un delito de enaltecimiento del terrorismo sirviéndose como añagaza de una función de guiñoles (quien no conozca el caso, que busque un poco en internet y se enterará de cómo se defiende al Estado de Derecho en un país de la Unión Europea en este siglo XXI). Entre los adminículos incautados a dichos titiriteros ensalzadores y que probablemente servirán de prueba incriminatoria en un futuro juicio -recordemos que podrían ser condenados hasta a 4 años de prisión- se encuentra, además de las consabidas marionetas y un cartel formado por media cuartilla y un palito de polo, con un texto que vitoreaba a una organización terrorista inexistente -causa principal del delito-; se encuentra,repito, y cito textualmente el auto de prisión: "...una especie de cuaderno-libreta realizado a mano, en cuya portada figura la portada del libro CONTRA LA DEMOCRACIA..."

Es decir, no un libro, propiamente dicho, sino la tapa de un libro, pero que constituye un vínculo claro de los detenidos con algún tipo de actividad terrorista, puesto que las siglas G.A.C. que firman tal librito no se refieren a la entrañable marca eibarresa de bicis, sino a los Grupos Anarquistas Coordinados, organización coordinadora -valga la redundancia- a la que algunos cuerpos policiales del Estado español atribuyen una finalidad terrorista, pese a que -me duele reconocerlo- nunca se haya reivindicado ningún atentado en su nombre ni haya sentencia judicial alguna que ratifique tal suposición, que yo sepa. Es más, de momento el libro puede descargarse de forma legal y gratuita; por eso, pretendiendo servir a la sociedad por medio del conocimiento y la advertencia de los peligros que la amenazan, he procedido a su lectura, aún a sabiendas de la repugnancia que me podría provocar lo que iba a encontrarme.

Ahora bien, lo que me he encontrado, siento decirlo, no es un manual terrorista, como pretenden algunos medios; nada de guerrilla urbana, fabricación de explosivos y tretas para resistir interrogatorios. El librito no es sino un compendio del ya conocido pensamiento ácrata, más o menos adaptado a los tiempos actuales y tratado en ocasiones con un lenguaje desenfadado e irónico. Poca cosa nueva, en todo caso, para quién conozca los textos de Bakunin, Kropotkin o Malatesta, que se pueden encontrar en cualquier biblioteca pública. Supongo que lo que les habrá parecido más subversivo a las fuerzas policiales es el propio título del libro: Contra la democracia (por cierto, también título de obras de Nietzsche o de Agustín García Calvo). Y es cierto que en el libro se critica desde el primer momento los regímenes democráticos, en especial las democracias parlamentarias liberales, consideradas como las más perniciosas para la libertad individual, por su maquiavélica simbiosis entre los poderes políticos y económicos (esta actitud adversa hacia la democracia es tan evidente, que resulta incluso un poco cargante su insistencia en hacerla explícita a cada momento. Vamos, algo así como si para hablar sobre ETA hubiese que hacer una condena a cada momento... bueno, no sé si es el  mejor ejemplo...).

Los autores de este libro -habrá quien lo llame "panfleto"- hacen también un repaso, asimismo en extremo crítico con sus defectos, como era de esperar, a los principales hitos del sistema democrático, hasta llegar a la actualidad: democracia ateniense, república romana, la breve etapa republicana durante la Revolución inglesa del s. XVII, independencia de Estados Unidos, Revolución francesa, democracias liberales del XIX... Ninguno de estos ejemplos les acaba de convencer y tampoco las llamadas "democracias populares", estructuras políticas propias de los países con "capitalismo de Estado" (o sea, socialistas). En fin, quizás esta desavenencia era de suponer, tratándose de un texto anarquista... Lo que ellos proponen es una reivindicación de la libertad individual y una organización económica y social basada en la autogestión, la democracia directa -allá donde sea posible-, el sistema asambleario y la toma comunal de decisiones, recuperando fórmulas anteriores al capitalismo, la revolución industrial y los Estados modernos.

Es cierto que nos hallamos ante un libro peligroso; de hecho, yo mismo, que más alejado no puedo estar del pensamiento anarquista, al leerlo me he visto arrastrado a reflexionar sobre algunos puntos que aparecen en él... ahora bien, me temo que, por desgracia, no sea una herramienta válida para entrull... quiero decir, luchar contra la lacra que supone el enaltecimiento del terrorismo por parte de titiriteros (por no hablar de tuiteros y  juntaletras). Dicho esto con todo mi respeto hacia la judicatura y las fuerzas y cuerpo de seguridad del Estado, que está claro que hacen lo que pueden. Y si precisan ayuda, aquí me tienen, siempre vigilante... Dispuesto a seguir apatrullando las redes y la ciudad. Por la noche. Con mi coche.

domingo, 7 de febrero de 2016

César Rendueles: Capitalismo canalla

Idioma: español
Año de publicación: 2015
Valoración: recomendable, incluso para discrepantes ideológicos (o no)

Desde que estalló la crisis económica en 2008 y, sobre todo, desde las protestas de mayo de 2011, han proliferado en España los libros que tratan de explicar dicha crisis y sus consecuencias; y más aún, cuestionar el sistema socioeconómico que la ha sustentado, el turbocapitalismo de la sociedad de libre mercado (que algunos de estos libros sean editados por grandes corporaciones editoriales, incluso transnacionales, no deja de resultar curioso... pero supongo que sólo supondrá cierta incoherencia para quien quiera verlo como tal).          

Capitalismo canalla, como puede suponer cualquiera, ya tan sólo a partir del título, es uno de estos libros que critica sin ambages el sistema económico imperante y su avance triunfante a lo largo de los últimos 500 años, hasta su hegemonía actual. Según Rendueles, este sistema de organización económica y, sobre todo, de división del trabajo, corresponde a una etapa transitoria en la Historia de la humanidad; los propios orígenes del comercio serían éticamente dudosos (ligados a la piratería y el pillaje) y el capitalismo naciente usó el esclavismo como banco de pruebas para el imperialismo colonialista del XIX, mientras que la utilización de ingentes cantidades de mano de obra barata en los países industrializados se basaba en la privación de sus modos de vida tradicionales. El hiperconsumismo y la ofensiva neoliberal de los 80 acabaron con la solidaridad entre la clase trabajadora y el contrato social que regulaba la economía, consecuente del New Deal y la II Guerra Mundial, hasta derivar en la actual mercantilización extrema no sólo de las actividades económicas, sino las de todo tipo realizadas por los humanos, cuya única premisa parece ser el individualismo egoísta y vacío. Las condiciones de trabajo -que parece ser el verdadero asunto del que trata el libro-, en consecuencia, han ido degradándose hacia la precariedad, la alienación y la frustración, incluso en los países más desarrollados. La solución a esta dislocación económica y laboral pasa, por lo que sugiere el autor del libro, por recuperar el espíritu de la organización del trabajo de las economías preindustriales y fomentar la solidaridad entre trabajadores a partir de la reivindicación de actividades que hasta ahora se han tenido menos en cuenta, e incluso desdeñado, como es la del cuidado entre personas.

Bien, uno podrá estar de acuerdo o discrepar de las ideas de Rendueles, pero no se puede negar que las defiende de forma elocuente y sorprendentemente amena. Y -lo que más nos puede interesar a los librópatas- para hacerlo echa mano de una enorme cantidad de referentes literarios, que utiliza a modo de ejemplos, pero también como proposiciones del hilo argumental que trata de explicar (menos efectivas, en cambio, resultan las anécdotas y ejemplos sacadas de su propia experiencia vital... rozando el sonrojo del lector, en algún caso). No se trata de una lista exhaustiva sacada de algún canon literario; como reza el subtítulo del libro, éste pretende ser Una historia personal del capitalismo a través de la literatura, así que el autor ha echado mano de las lecturas que le han influido a lo largo de su vida. Aún así, la relación de escritores y obras citadas es apabullante; mencionando solamente a los más conocidos (por un servidor), nos encontramos con: Georges Perec, Daniel Defoe, Bern Traven, Melville, Tomás Moro, Roald Dahl, Antonio Gamoneda, Jim Thompson, Steinbeck, el Lazarillo de Tormes, Dickens, Wordsworth, Von Kleist, Carlo Levi, Olbracht, Rimbaud, Bertold Brecht, Platónov, Leopardi, Dostoievski, Coetzee, George Elliot, Hesíodo, Julio Llamazares, Delibes, William Blake, Lod Byron, Percy y Mary Shelley, Kipling, Joseph Conrad, Céline, Yeats, Auden, Stephan Zweig, Jünger, Horace McCoy, Kerouac, Anthony Burgess, Primo Levi, Pasolini, Chimamanda Ngozi Adichie, Sue Townsend, Brett Easton Ellis, John Cheever, Borges, Zizek, George Saunders, Goethe, Doris Lessing, Isaac Rosa, Erri de Luca, San Juan de la Cruz, Agustín García Calvo y Gloria Fuertes. Y, por supuesto Marx y Engels (y aún hay más que no menciono).

Como bien puede suponer cualquier lector, el autor del libro ofrece una visión propia y no convencional -desde el punto de vista de la hegemonía político-económica actual- de las relaciones económicas y laborales, sino también de muchas de estad obras literarias. Por poner un ejemplo: para Rendueles, Moby Dick sería "básicamente la historia de un emprendedor enloquecido, el capitán Ahab, que construye una mitología nihilista en torno a un proyecto de exportaciones extractivas y arrastra en su caída a una a una plantilla de trabajadores migrantes precarios"... (aunque, si no recuerdo mal, los tripulantes del Pequod eran más bien socios del capitán, pues se llevaban una parte de las ganancias). O en el caso de En el camino, la interpretación habitual -una novela sobre el ansia la libertad, la contracultura, la experiencia interior...- estaría ocultando su verdadero significado, que es el de un "reduccionismo psicológico profundamente anticipador", cuya radicalidad "es un síntoma de la progresiva normalización de los procesos de ruptura social" tras la II G. M. Una novela en la que "Kerouac consigue convertir en una sensación privada de intensificación subjetiva lo que, en realidad, es una derrota política colectiva en toda regla"...

En fin, "la verdad os hará libres", dice el Evangelio. Yo no sé si eso es cierto, ni dónde está esa verdad (ni mucho menos propugno que sea este en este libro). Pero lo que sí pienso es que buscarla y, sobre todo, reflexionar sobre lo que encontremos, puede parecerse mucho a esa anhelada libertad. A ello, pues...

jueves, 21 de enero de 2016

VV.AA.: El dinero en The New Yorker. La economía en viñetas 1925-2009

Idioma original: inglés
Título original: The New Yorker On The Money: The Economy in Cartoons
Año de publicación: 2012
Traducción: Vanesa Casanova Fernández
Valoración: recomendable

La afamada revista The New Yorker -ésa que algunos fingen leer habitualmente, aunque no hayan visto un ejemplar en su... bueno, vale, es lo que hago yo... ejem; lo confieso-, además de relatos, artículos literarios y demás, acostumbra a publicar viñetas humorísticas que se han convertido en unas clásicas del género en este libro encontramos una recopilación de las más destacadas, desde los años 20 hasta la crisis de ayer mismo, referentes al siempre jocoso tema del dinero y los asuntos económicos en general (que yo sepa, hasta ahora se han publicado otras dos recopilaciones, sobre la oficina y los libros). Estos chistes son, por tanto, excepcionales testimonios de lo sucedido a lo largo de 90 años: los felices 20, el crack del 29, el New Deal, la economía de guerra, la sociedad del consumo desaforado, la época de los yuppies, las burbujas tecnológica e inmobiliaria, la última -o penúltima- crisis de 2008... Increíblemente, los distintos autores han sabido sacarle punta, a lo largo de todas estas épocas y circunstancias, a asuntos en principio tan serios y aun áridos como son el finero, sus flujos y reflujos, los mecanismos que rijen éstos -o lo parece-, las relaciones laborales...

La forma de buscarle las vueltas a estos temas se basa en una premisa muy sencilla: puesto que la gente que tiene una visión economicista de la vida -debido a su oocupación  pero tsmbién su ambiente social, etc...- considera que quienes ponen el dineto en segundo plano frente a prioridades de otro tipo -ya sean afectivas, familiares o artísticas- no viven en el "mundo real", llevemos esta visión hasta sus últimas consecuencias, y quedará  patente lo absurdo, y por tanto cómico, del planteamiento. Así, por ejemplo, en una reunión social un escritor le comenta a un amigo:"Todavía no hemos acercado posturas. Yo quiero un adelanto de seis cifras y ellos se niegan a leer el manuscrito". 

O dos jóvenes damiselas charlando en un sofá, sobre el pretendiente de una de ellas: "Es inversor, o especulador o malversador; en cualquier caso, es rico".

Es curioso comprobar cómo existe una cierta tipología en estos chistes, que se ha ido repitiendo a lo largo de esos 90 años. De esta forma, tenemos la típica reunión de un consejo de administración ("Resumiendo: no hemos tenido una huelga en diez años, así que les hemos estado pagando demasiado"); la consabida arenga del empresario a su empleado ("Esta espiral viciosa de salarios y precios en aumento tiene que parar en algún momento, Fleming, y voy a empezar por usted") ; o un clásico de la tradición financiera: los arruinados suicidas que se arrojan al vacío (dos ejecutivos que están mirando el teletipo de la Bolsa y ven caer a un tercero, al otro lado de la ventana: "Hombre, ¡pero si es Prescott! Imagino que sabe algo que nosotros ignoramos"). La conflictiva relación del ciudadano norteamericano -y no sólo ellos- con los impuestos es también objeto de numerosas viñetas; un señor, ante un inspector en la oficina de Hacienda: "¿Cómo hay que hacer para meter la pata tanto que el gobierno se conforme con un porcentaje de lo defraudado?".

Por supuesto, también los que hacen hincapié en las vicisitudes del eslabón más débil de la cadena: un mendigo que lee el periódico le dice a otro: "Pues mira, a mí me alegra muchísimo que el dólar esté fuera de peligro, porque si el dólar estuviera en peligro, imagínate las monedas de diez centavos".

Dos linces que persiguen a un conejo: "El sistema no es perfecto, pero, válgame Dios, sí que es claro".

(Sin pretender meterme en camisas de once varas, hay también una viñeta de los años 40 en la que se ve a una oficinista que teclea a máquina mientras mueve la cuna de su bebé. Su jefe le dice a un visitante: "Estamos tomando medidas para conciliar la vida laboral y la familiar" ).

¿Cómo?, ¿que la crítica sólo parece ir en un sentido, que no se ironiza sobre planes quinquenales, koljós o falta de suministro de productos básicos? Lógico, porque la revista en cuestión se llama "El neoyorquino" (lo pongo en masculino, ya que su icono es un caballero decimonónico con chistera y monóculo), no "El moscovita" o "El habanero", y en Nueva York están Wall Street o Madison Avenue, no el Soviet Supremo... En todo caso, pensemos que no deja de ser una virtud encomiable de un sistema político-económico la admisión de la crítica a ese mismo sistema (a no ser, claro, que sea un sistema basado en la conversión de todo elemento que quede a su alcance en un objeto de consumo, incluyendo la propia crítica al sistema, en cuyo caso... en fin, mejor dejémoslo...).

Acabo esta ya demasiado larga reseña apuntando los nombres de algunos de los autores, los más prolíficos, de estas divertidas y, me temo, certeras viñetas: Alice Harvey, Garret Price, Carl Rose, Alan Dunn, Barbara Shermund, Sydney Hoff, Lee Lorenz, Robert Weber, Charles Saxon, Joseph Farris, Jack Ziegler, Leo Cullum, J.B. Handelsman, Charles Barsotti, Alex Gregory... Éstos son algunos, pero falta un largo etcétera.

Y un último chiste: un tipo que está jugando al golf le comenta a su compañero: "Los estudios dicen que no por ser más rico soy más feliz, pero, ¿tú sabes lo que ganan los que hacen esos estudios?"

jueves, 12 de noviembre de 2015

Honoré de Balzac y E. M. de Saint-Hilaire: El arte de pagar sus deudas sin gastar un céntimo

Idioma original: francés
Título original: L'art de payer ses dettes et de satisfaire ses créanciers sans débourser un sou
Año de publicación: 1827
Traducción: Jürgen Jencquel
Valoración: entre recomendable y está bien


Pues sí, amigos, ULAD ha decidido abrir su exclusiva relación de reseñas a ese popular -popularísimo, incluso- género que es el de los libros de autoayuda. ¿Cómo? ¿Que éste no es un libro de autoayuda, sino un clásico del siglo XIX, de todo un Balzac, nada menos? Pues fijémonos en el título completo del libro, a ver qué nos parece: El arte de pagar sus deudas y de satisfacer a sus acreedores sin gastar un céntimo en diez lecciones o Manual de derecho comercial para uso de gente arruinada, deudores, desempleados y demás consumidores de dinero. Por el que fue mi tío, profesor emérito.

(El tal tío, que resulta haber sido un moroso de dimensiones legendarias, lo era, en todo caso, del colega de Balzac, Emile Marco de Saint-Hilaire, si examinamos la biografía del célebre escritor y sus espinosas relaciones familiares. Quien, por otro lado, si de algo sabía por experiencia propia era de deudas y acreedores: a los 28 años, edad a la que escribió esta obrita, ya se había arruinado, entre otras cosas por su ocurrencia de meterse a editor y publicar "tratados" como éste o como El arte de anudarse la corbata  y cosas así...).

Bueno, a lo que iba: ¿es o no es un libro de una practicidad absoluta, lo más útil que cualquier ciudadano del siglo XXI (y también de hace 200 años, por lo visto) puede leer? Vaya que sí... ahora bien, El arte de pagar sus deudas... supone algo más que un manual de truquitos para esquivar acreedores -aunque también lo sea-, al estilo del artista moroso de 13 Rue del Percebe; representa toda una filosofía de vida y más aún, toda una doctrina económica que explica y clarifica en gran medida las relaciones comerciales, financieras y has personales entre individuos, empresas y países, a las que asistimos cada día, estupefactos; más aún desde hace cierto tiempo... Dos o tres de los axiomas del famoso señor tío en los que se basa el libro, a modo de ejemplo:

"I ) Mientras más deudas se tienen, más crédito se tiene; mientras menos acreedores se tienen, menos ayuda se puede esperar.
VI ) Hasta con la mejor administración, una nación siempre se divide en dos partidos totalmente opuestos. Puede ser una nación tan grande como quiera, tan unida como pueda, pero siempre sucederá.
Es decir: 
Primer partido: individuos que roban.Éste es el partido más fuerte.
Segundo partido: individuos que son robados. Éste es el más grande.
Dejo al lector escoger el partido que más convenga, pues no es posible escoger un partido neutral o de transición (como se hace en política); ¡según nuestra interpretación no puede existir tal partido!
X ) Es obvio que el mundo está compuesto de personas que tienen demasiado y de gente que no tiene lo suficiente. Su deber es en lo que concierne a su propia persona, establecer el equilibrio"...

Todos estos axiomas se pueden resumir en el último, especialmente expresivo:

XVII ) "...¡Lo que otro tiene en el bolsillo estaría mucho mejor en el mío!...¡Lárgate, para que pueda sentarme yo en tu puesto!...
En pocas palabras, éste es el principio básico de toda moral"

Bastante esclarecedor, ¿no? Cabe decir que para los autores del libro -esto es, para el famoso "tío"-, la sociedad está dividida en "productores" y "consumidores": productores serían los que disponen de dinero de sobra, hasta el punto de que no saben qué hacer con él y consumidores, los que no tienen ese dinero pero lo necesitan y tienen muchas ideas sobre como gastarlo de manera satisfactoria. Los primeros se convierten en acreedores y los segundos en deudores, para conservar el equilibrio financiero -e incluso espiritual- del mundo. es una doctrina que, como se ve, ha tenido mucho éxito en los últimos dos siglos... ¡si hasta el tío de marras podría haber presidido un banco español, para sacarle sus ahorros a los jubilados con las preferentes!

En fin, fuera de estas cuestiones más generales, el libro tiene un carácter práctico indudable: Sólo hay que fijarse en los temas de los distintos capítulos: tipología de las deudas; formas de amortización de las mismas (la más eficaz, muerte del acreedor), características necesarias -físicas y morales- para ser un deudor (la más importante: el aplomo); elección de zona y vivienda para poder dedicarse a tal práctica, modos de vida, etc... Empero, es cierto que los últimos capítulos dedicados a las vicisitudes que acechaban al deudor francés de principios del siglo XIX (a saber: los temidos alguaciles, el secuestro corporal a petición del acreedor o la cárcel de Saint-Pélagie, donde podían ser encerrados), aunque interesantes, no son de utilidad para sus émulos del siglo XXI... No ocurre lo mismo, sin embargo, con la verdad indiscutible que anima a esta pequeña pero gran obra, una verdad que sigue siéndolo hoy en día y seguro que lo será dentro de otros dos siglos:

"Siempre es mejor encontrarse sin un céntimo en el bolsillo que sin crédito."

Que se lo pregunten a más de uno de la lista Forbes...


(Casi se me olvida: deliciosas ilustraciones de Honoré Daumier, de regalo. A ver quién da más...).

Otras obras de Honoré de Balzac en ULAD: Eugenia GrandetEl elixir de la vida


sábado, 20 de diciembre de 2014

Linda McQuaig/Neil Brooks: El problema de los super-millonarios

Idioma original: inglés
Título original: The Trouble with Billionaires
Año de publicación: 2013
Traducción: Emilio Ayllón
Valoración: recomendable


La buena gente de Capitán Swing va haciéndose un hueco, poco a poco, en un sitio que, en los tiempos que corren, sería demasiado peligroso dejar de lado. Una de sus líneas editoriales es lo que podríamos definir como obras de denuncia que, y espero que lo estén consiguiendo, intentan concienciar a la gente sobre diversos aspectos sin dejarse llevar por el populismo barato (tan en boga), el dogmatismo que busca equilibrar la balanza para el otro lado o la cuestión directamente panfletaria.

El problema de los super-millonarios es, por ejemplo, un ensayo que contiene un capítulo que se llama Por qué Bill Gates no merece su fortuna y otro que se llama La reforma de la lotería ovárica. Quién puede resistirse ante semejantes anzuelos. Aunque, debo ir advirtiendo, este es un ensayo que será mucho más disfrutado desde cierta posición social e ideológica, creo que las reflexiones a que nos conduce no son nada despreciables. La cuestión central es reflejar como las políticas neo o ultraliberales vigentes en el mundo anglosajón (eras Reagan y Thatcher hasta hoy) sólo han hecho que acentuar las desigualdades entre las partes más ricas y las más pobres de las sociedades. Y que esta desigualdad es el germen de la actual crisis galopante, y que para nada se está tomando, vía austeridad a rajatabla, el camino adecuado para que las cosas mejoren. Esto es muy resumido, porque (y creo que aquí la extensión del libro es algo excesiva) las 300 páginas son, desarrollando diversas líneas de investigación e, inevitable en este tipo de lecturas, aportando profusión de datos, estadísticas y gráficos, un camino hacia una conclusión bien presente desde el principio: las sociedades son más justas cuanto más impuestos se pagan y cuanto estos actúan con más progresividad gravando las rentas más elevadas. Punto. Defendiendo las tesis keynesianas, el sector público ha de tirar cuando el sector privado no se acaba de decidir. Claro: de no ser el lector uno de esos supermillonarios, los planteamientos del libro no pueden ser menos que aplaudidos. Noruega, Dinamarca, Suecia. Siempre los mismos ejemplos para hablar de sociedades con enormes cargas tributarias, pero cuyos ciudadanos obtienen un bienestar del estado que les hace conformarse.
Pero siempre hay un pero.
Leer este libro en este estado llamado España, donde cada semana nos enteramos de un nuevo caso de señor gobernante que, encantado y feliz de la vida con esos impuestos que se pagan, se ha dedicado a hacerse con ellos y metérselos en sus bolsillos, en los de sus amantes, en los de sus esposas, amigos, amiguetes, primos, primos segundos y cuñaos, en los de testaferros, en los de sociedades domiciliadas en islotes pintorescos o en estados montañosos, no resulta el más halagüeño de los escenarios. Y, aunque la amena lectura de El problema de los super-millonarios resulta didáctica y hasta entusiasta, no sé si este es el momento oportuno para convencer a la gente que renuncie al 30, al 35 por ciento de sus ingresos a favor de un estado que cada vez da menos servicios y más disgustos.
Así que esta reflexión puede llevarnos tanto al refuerzo de las convicciones, como a pillar un cabreo de un par. 

domingo, 14 de abril de 2013

Joseph Heath: Lucro sucio

Idioma original: inglés

Título original: Filthy Lucre, Economics for People Who Hate Capitalism

Año de publicación: 2009

Valoración: Recomendable




Un ensayo que, bajo el marchamo de absoluta objetividad, expone los principales conceptos de la economía de mercado de una forma tan elemental y didáctica que, en ciertos momentos, ni siquiera parece dirigida a adultos. Pero esta (excesiva) claridad solo se da en las definiciones, en cambio, los argumentos para defender su postura me han parecido escuetos y farragosos. Y no es extraño, ya que en la primera parte rebate los argumentos de la derecha y en la segunda los de la izquierda. Un reto tan atrayente para el autor, sobre todo si este es filósofo, como para los lectores. Naturalmente, siempre que juegue limpio, hable claro y no se contradiga. No podría afirmar que cumple las tres condiciones. Tampoco lo contrario. Después de tanta réplica y contrarréplica, estoy confundida, también me siento un poco engañada.

A pesar de que advierte del peligro de la simplificación en que se basan las predicciones de los economistas, es evidente que muchos de los ejemplos y modelos que propone para avalar sus tesis son también excesivamente simplistas. Aunque no niego que ese recorrido por las normas y principios que rigen la economía moderna es un buen ejercicio que nunca viene mal y menos en estos momentos. Para aclarar ideas no es preciso estar de acuerdo con todo lo que se expone en los tratados, con reflexionar sobre los argumentos y confrontarlos con los que teníamos previamente asumidos es más que suficiente. Incluso si la obra en cuestión está escrita en los primeros meses de la crisis porque los esquemas que maneja siguen siendo los mismos.

Lo que parece meridianamente claro es que ningún ensayo de contenido económico puede alardear de objetividad si no pone en tela de juicio las estructuras existentes. Y Heath parte de una actitud acomodaticia, no solo ante las de base sino en relación con cualquier factor que le favorezca personalmente, mientras critica todo aquellos que suponga discriminación positiva hacia sectores sociales de los que no formará parte jamás. Es decir, adolece de la misma actitud que reprocha en otros cuando afirma:

A lo que normalmente se oponen los prestamistas e inversores no es al seguro social, ni siquiera al principio de seguro social, sino simplemente a los tipos específicos de seguro social que protegen a los demás, especialmente a los trabajadores y consumidores.”


A medida que avanzamos, y sobre todo en la segunda parte, abundan los impedimentos a la intervención estatal y los ataques al sector público, excepto cuando este sirve para garantizar la estabilidad financiera, como en el caso de la emisión del papel moneda y otros similares. Aquí me pregunto ¿por qué no regular asimismo la oferta de trabajo disponible, el techo de los salarios o la contribución impositiva del capital? Sin embargo, muchas de sus afirmaciones sugieren que si la gente no prospera es por su culpa. Según Heath, es la impaciencia y falta de autocontrol lo que motiva la compra a plazos que encarece los bienes y servicios. ¿No será –me pregunto- a causa de la previa escasez de recursos? Pero confundir causas y consecuencias es la forma más simple de hacer demagogia.

Todo eso de que la economía se regula sola y que las leyes del mercado son las únicas sensatas –que venimos escuchando desde antes de tener uso de razón- se estaba quedando obsoleto a medida que lo escribía. Después del enorme intervencionismo estatal para remediar los desastres bancarios no sé cuáles serán sus argumentos. Porque es muy posible que los tenga.