Mostrando las entradas para la consulta Afanásiev ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta Afanásiev ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

lunes, 22 de febrero de 2021

Aleksandr Afanásiev: El pájaro de fuego y otros cuentos rusos

Idioma original: ruso

Año de publicación: 1852-1863

Traducción: Joaquín Fernández-Valdés

Valoración: más que recomendable (y las ilustraciones, imprescindibles)

Aleksandr Nikolaievich Afanásiev no fue un escritor, propiamente diccho , o al menos lo que solemos entender como tal, sino un recopilador de cuentos populares rusos del siglo XIX, aunque nadie piense en un tipo en plan hermanos Grimm trpando a la torre en el bosque para encontrarse arriba cn Mónica Belucci; Afanásiev era más bien un ratón de bilioteca -o de archivo, en realidad-, lo que le permitió, en una ingente labor comenzada en 1852, compilar más de seiscientos relatos, publicados en ocho fascículos como Cuentos populares rusos (amén de 33 Leyendas populares rusas, protagonizadas por santos y hasta por el mismísimo Jesucristo, pero cuyo tono burlón no agradó demasiado al poder zarista, al parecer). la importancia de su obra recopilatoria, sin embargo, se fue poniendo de relieve cada vez más, influyendo en otros escritores e incluso compositores rusos (Stravinski, Rimski-Kórsakov) y, sobre todo, sirvió de base indispensable para el famoso estudio Morfología del cuento  del antropólogo Vladimir Propp

En esta cuidada edición de Libros del Zorro Rojo se ha hecho una selección de siete de estos cuentos (los más representativos, imagino), en los que encontramos todo un colorido mundo de prodigios  de metamorfosis de personas en animales y animales en personas; de muertos que resucitan y héroes y heroínas que reciben ayudas extraordinarias... En contramos a la célebre bruja eslava Babá Yaga (Francesc ya la conoce) en varios de estos relatos, aunque sobre todo en Vasilia la Bella, una suerte de crossover entre Cenicienta  y La matanza de Texas. También al particular Rey Hielo ruso, Koschéi el Inmortal, a un "bello durmiebnte" masculino, en La pluma de Fínist, a una reina guerrera en María Morevna, a zares, zarévichs y zarevnas, huérfanos y campesinos, a pájaros de fuego, caballos parlantes y lobos de buen corazón...

Pero, sobre todo, encontramos unas ilustraciones que son una absoluta MARAVILLA. Realizadas por el magnífico ilustrador y escenógrafo Iván Bilibin para la edición de estos cuentos en 1899 y años posteriores, con un estilo exquisito y detallista, delicado pero dinámico a un tiempo, embebido de la tradición del folklore ruso, pero tambiñén de la estética del art-nouveau, y que justifican por sí solos la publicación de éste o de cualquier otro libro que los incluya, así como aseguran el deleite de quien los contemple. Repito, por si no ha quedado claro: una verdadera MA-RA-VI-LLA. Hala, a disfrutar:

                                 




miércoles, 20 de septiembre de 2023

Zoom: La pulga de acero de Nikolái Leskov

Idioma original: ruso

Título original: Сказ о Тульском косом Левше и о cТальноӣ блохе

Año de publicación: 1881

Traducción: Sara Gutiérrez

Valoración: está bien

Hay una tradición humorística en la literatura rusa (sí, ya sé que últimamente no parecen muy bromistas) que, por lo que repecta al siglo XIX y si yo no me equivoco, tiene sus principales exponentes en Gogol y Chéjov, de quienes sobran comentarios. Entre los escritores "menores" con este registro, por otra parte (y dicho sea con todos los respetos), parece que destaca este Nikolái Leskov, heterodoxo y con menos fortuna literaria que otros colegas más célebres, pero cuya obra más conocida, esta La pulga de acero, sin duda merece nuestra atención, más aún cuando que se trata de un cuento largo o novela breve, escrito con un estilo que agiliza aún más su lectura. Vaya por delante que esa "pulga de acero" a la que se refiere el título no es ninguna alegoría ni metáfora de nada ni el nombre de un navío o un arma secreta steampunk. Ni siquiera el apodo de una famosa cortesana o de un boxeador o... yo qué sé, de un grupo revolucionario nihilista. No, se trata justamente de eso mismo, de una pulga mecánica hecha de acero, más diminuta que una pulga de verdad, puesto que sólo puede ser vista con un "pequescopio" -luego explico de qué va esto-; un regalo que le hacen en Inglaterra al zar Alejandro I cuando éste visita Europa tras el Congreso de Viena y se maravilla ante los avances técnicos ingleses. Junto a él viaja a Londres el cascarrabias general cosaco Platov, quien, por el contrario, defiende la primacía de los artesanos rusos, hasta el punto de despertar el enojo del zar. De vuelta a la Madre Rusia y tras la muerte de Alejandro, su hermano y sucesor, Nicolás I, se entera de la historia y, de acuerdo con Platov, envía a éste con la pulga a Tula, a ver si sus reputados armeros pueden mejorarla.

No voy a desvelar más del argumento. Baste saber que uno de estos armeros, un tipo zurdo, bizco y medio calvo por los tirones de pelo que había recibido cuando era aprendiz ("defectos", por lo visto, casi insalvables para la época) se convierte a partir de este momento en el protagonista de la novelette, sobre todo cuando, a su vez, viaja a Inglaterra y su cachazuda forma de ser y su rusísima visión del mundo contrastan con las de los ingleses. También hay que decir que en esta parte del libro quizás flojee un tanto la historia y, sobre todo, pierda el encanto de entre cuento popular recogido por Afanásiev y relato disparatado de Gogol que posee la primera parte, aunque gana en el aspecto satírico... lástima que esta sátira vaya dirigida, más que nada, contra personajes de la Rusia del siglo XIX de los que hoy la mayoría de nosotros (y seguramente, de los propios rusos), supongo, no tenemos ni idea; también, cierto es, hacia esa mezcla de chovinismo patriotero y admiración por lo extranjero que, por lo visto es, o era entonces, típicamente rusa. Lo cierto es que, al parecer, ni siquiera sus contemporáneos tenían claro si Leskov estaba exaltando el modo de ser de los rusos o choteándose de ellos... Quizá por esa indefinición no llegó a triunfar realmente como escritor.

Por último, y ya en un sentido meramente humorístico, destaca en la novela la utilización vocablos inventados (que supongo debieron traer de cabeza a la traductora) con un efecto indudablemente cómico: así, tenemos, además del citado "pequescopio", las "ninfusorias", los "burocumentos", el "tormentómetro", el mar "Braviterráneo", el "difamatín" o las "empollatablas de multiplicar"...