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miércoles, 28 de abril de 2010

Irvin D. Yalom: El día que Nietzsche lloró

Idioma original: inglés
Título original: When Nietzsche Wept
Fecha de publicación: 1992
Valoración: está bien

Esta novela tenía muchas papeletas para no gustarme. Por lo general me molestan esos relatos que juegan con personajes célebres y se mueven entre la frontera de la realidad histórica y la ficción. Sobre todo porque el autor suele estar esperando cualquier oportunidad para desplegar su erudición ante el lector de un modo muy mal disimulado. Por ejemplo: "Entonces vio a uno de sus alumnos más prometedores paseando pensativo por las calles de Viena. Sigmund -pensó- llegaría muy lejos." El lector ata cabos y concluye "Ajá, Sigmund Freud"; da un codazo inteligente al autor y éste le corresponde con un terrón de azúcar.

El pasaje -aunque no es literal- está sacado de este libro, pero hay que admitir que Yalom maneja con bastante equilibrio el reto de hacer ficción sobre personajes conocidos. Y tan conocidos. Ni más ni menos que Freud y Nietzsche, junto a Josef Breuer y Lou Salomé. Los primeros no necesitan presentación. En cuanto a Breuer, el auténtico protagonista, yo desconocía por completo su papel fundamental en el nacimiento del psicoanálisis. Fue maestro de Freud e inventó una terapia contra la histeria basada en la hipnosis. Durante un tiempo trató exitosamente los extraños síntomas de su paciente Anna O. haciéndola rememorar, en trance hipnótico, el origen traumático de sus dolencias. La relación de dependencia que la paciente generó hacia él hizo que Breuer abandonara precipitadamente el caso, pero Freud siguió aplicando y perfeccionando el método con otros pacientes.

La acción de la novela transcurre en Viena en el invierno de 1882, es decir, meses después de que Breuer interrumpiera el tratamiento de Anna O. Yalom presume una obsesión erótica del doctor por su paciente, y de esto, desde luego, no se sabe nada, pero tampoco es imposible. Tampoco hubiera sido imposible la premisa fundamental del argumento: la visita de Nietzsche a Breuer durante ese mismo invierno. Al filósofo le quedaban unos 7 años de vida cuerda y es sabido que su mala salud le obligó a vagar por las consultas más afamadas de Europa. Yalom quiere, además, que sea Lou Salomé quien arregle el encuentro. Esta inteligente y bella mujer fascinó a Nietzsche durante bastante tiempo, aunque ella acabó decantándose por Paul Rée, amigo de ambos. Aquí podéis ver una foto de los tres que no tiene desperdicio.

Pues bien, dicho todo esto, la novela puede parecer un amasijo de anécdotas semi-ficticias destinada a los lectores aquejados de morbo biográfico. En parte sí, pero no sólo. Yalom consigue hacer creíble la relación entre Nietzsche y Breuer, animándola con todo cuanto sabemos de ambos sin caer en un exhibicionismo de erudito. En mi caso, al menos, ha logrado que suspendiera mi incredulidad durante la lectura: y eso que estaba bien dispuesto a no hacerlo. Los diálogos entre ambos son sugerentes y evidencian una construcción compleja, paulatina y sutil de los caracteres. Aceptada la premisa ficticia, engancha y se disfruta. Hay adaptación al cine.

martes, 6 de abril de 2010

Colaboración: La filosofía de Nietzsche, de Eugen Fink

Idioma original: alemán
Título original: Nietzsches Philosophie
Año de publicación: 1960
Valoración: recomendable

“Nietzsche no puede escapar, desde luego, al destino de todos los grandes filósofos de ser vulgarizados y trivializados. Mas el que se haya abusado de él no es un argumento en contra suya.” Con esta declaración de intenciones, Fink nos presenta a uno de los filósofos más idolatrados, fundada o infundadamente, de todos los tiempos. Este asistente del fenomenólogo Husserl es consciente de la fascinación que suscita el pensador vitalista alemán, y comienza su reflexión en torno a este maestro de la sospecha preguntándose algo que todo aquel sinceramente interesado por su filosofía se ha hecho en más de una ocasión: la sobreadmiración que Nietzsche despierta, ¿está producida por o pesar de su propia obra?

Es innegable que la fuerza de su estilo aforístico y su despiadada crítica a toda la cultura lo convierten en un sabroso ídolo para todos aquellos con afán antisistema, adolescentes en fase de oposición, entidades contraculturales, fugitivos de los convencionalismos sociales o individuos fóbicos del superyo freudiano. El hecho es que autoproclamarse nihilista y presentarse como nietzscheano sigue haciéndole a uno intelectualmente “cool”. Al parecer, el panorama no ha cambiado mucho en el medio siglo que nos separa de la fecha de publicación de este libro. Y, sin embargo, en palabras del propio Fink, “la filosofía de Nietzsche es lo que menos influye, lo que tal vez no ha sido comprendido todavía”. Es éste, precisamente, el punto de partida de esta obra, una presentación de las claves del pensamiento nietzscheano en la que pretender revisitar sus obras más importantes y resucitar viejos diálogos con el lector que comprobará, seguro, la vigencia de gran parte de la deconstrucción que llevó a cabo a martillazos este filólogo alemán.

Publicada por primera vez en Stuttgart en 1960, La filosofía de Nietzsche consta de cinco capítulos. En ellos, Fink, además de establecer paralelismos con otros autores, hace innumerables referencias a los textos del autor y revela las influencias que condicionaron este “antisistema” filosófico que, por su peculiar estilo, resulta sujeto a tantas interpretaciones que el debate está siempre abierto a nuevas aproximaciones.

Aunque no pretende ser una obra fácil o cómoda, es, pese a rondar las 200 páginas, suficientemente exhaustiva y clara como para que todos aquellos abanderados del nihilismo, todos los pseudonietzscheanos maravillados ante la genialidad de este loco o ante la demencia de este ser tan talentoso (según se mire), comiencen a rendir un homenaje real acercándose, aunque sea someramente, a su obra.

En cualquier caso, la paradoja es obvia. Niezstche ilustró muy bien en su genial autobiografía Ecce Homo, también publicada por Alianza, qué esperaba en torno a su figura: “No quiero ser un santo, prefiero ser un bufón… Quizás yo sea un bufón”. Y sin embargo, hoy sigue siendo ídolo de masas, emblema kitsch, estampa de camisetas, motivo cinematográfico y/o profeta del ateísmo. Para todos aquellos verdaderos creyentes, he aquí la obra ideal para conocerle.

Firma invitada: Naiara

martes, 4 de febrero de 2014

Friedrich Nietzsche: El Anticristo

Idioma original: alemán
Título original: Der Antichrist, Fluch auf das Christenthum
Año de publicación: 1895
Traducción: Andrés Sánchez Pascual
Valoración: quién me mandaba

Pues vaya racha que me llevo. Después del amago de novela del libro de una licenciada en filosofía, de hace algunos meses, voy y me embarco en uno de esos tratados sesudos, en una de esas obras magnas del pensamiento, simplemente porque le tocaba algún día, y por esa malsana curiosidad que surge del hecho de que siempre haya oido comentar que el pensamiento de Nietzsche viene a ser un germen del cual, en una de sus interpretaciones, surge el nazismo.
Pues lo siento: lo único que a un servidor le ha surgido aquí es un bostezo tras otro, de la empanada monumental, del reguero de conceptos, parece, intraducibles y de la, aunque razonada y argumentada, hoy casi ingenua de tan socorrida y recurrente, obsesión del autor por arremeter contra el cristianismo y su raigambre en la moral y la sociedad europea. Pues estamos aviados: igual esto era muy rompedor en 1895, pero en estos tiempos en que religión y sociedad, a mi entender muy afortunadamente, tienden a diverger, las premisas y la visceralidad de Nietzsche, aunque caducas, estaba claro que no presagiaban nada bueno en función de en qué manos cayesen. Confesaré que no soy de los que más profundizaba en mis lejanas clases de filosofía, pero quede claro que interpretar este texto en un sentido o en otro pueden llevarnos a diferentes derroteros, algunos francamente alucinados. Pero dentro de un límite, hoy por hoy no sería descabellado tildar al autor de visionario e igual nos lo encontrábamos de tertuliano en cualquier programa de medio pelo.

Pero esto es un libro y este blog se llama UnLibroAlDía. El de Nietzsche, apenas algo más de 100 páginas de conceptos e insistencia, es un auténtico tostón. Un panfleto alucinado, un mamotreto repleto de obviedades que hoy suena, si uno obvia esa conexión con el nazismo, a tipo subido al estrado ante una audiencia o adormilada o entregada al fanatismo. Puede que en la sociedad en que surgió esta obra el peso de la religión fuera asfixiante como para justificar tanta severidad en la crítica. Pero esto es demasiado. Demasiado denso para plantearse más disfrute que el añadir al conocimiento propio una experiencia en primera persona sobre el autor. Demasiado abierto en interpretación como para no entregar el alma a esos planteamientos de renovación y catarsis colectiva, si se es proclive a ello. Demasiado ensayo, y demasiado trágico, para otorgarle la mínima opción al mero placer de la lectura. Por favor, volvamos a la ficción.

martes, 22 de mayo de 2018

Friedrich Nietzsche: Así habló Zaratustra. El manga

Idioma original: japonés
tulo original: Manga de dokuhu, Zaratustra kaku katahiri
Año de publicación: 2008
Traducción: Maite Madinabeitia 
Valoración: delirante

¿Cómo? ¿Nietzsche? ¿Manga? Pues sí, amigos: el manga. Porque resulta que hay una colección, "la otra h", de la editorial Herder (Herder, nada menos...), dedicada a publicar versiones manga de grandes obras de la literatura y, sobre todo, de la filosofía occidental, desde La Divina Comedia a Los hermanos Karamazov, de Homero a Kafka, de Rousseau a Marx y Engels (pasando, cómo no, por...ejem,  En busca del tiempo perdido ). La idea inicial, supongo, era interesar a los jóvenes japoneses -aunque hoy en día, también del resto del mundo-, en las grandes obras obras del pensamiento a través de un medio que les resultara familiar y atractivo. Perfecto, claro, nada que objetar.

Ahora bien, cuando se trata de obras filosóficas, debido a su propia naturaleza especulativa, se ve que la opción ha sido novelizarlas de alguna forma, para hacer más digeribles los conceptos -en este caso, toda esa mandanga del superhombre y el eterno retorno-; este manga nos traslada, pues, a una ciudad alemana del siglo XIX, donde un pastor protestante tiene dos hijos: Zaratustra, un cabroncete bastante macarrilla y Álex, buen chaval, manso y obediente, pero que vive angustiado por la sospecha de ser adoptado, además de por el bullying constante al que le somete el puñetero de su hermano. Como personajes femeninos, nos encontramos, por un  lado, a la santa y paciente madre  de ambos y por otro, también a una misteriosa y bella mujer, Salomé, que aparece en momentos clave de la historia para burlarse de Zara y deduzco que, de paso, provocar ese punto de acicate erótico para la muchachada otaku que todo manga shōnen debe tener... (wikipedia, amigos, si no, de qué carajo voy a saber yo qué es todo eso).


No voy a extenderme con detalle sobre la trama de la historia -poco que ver con el Zaratustra original, aviso-, pero diré que a lo largo de sus páginas esta nave se va escorando hacia el puro delirio: comienza como una especie de anime de la Nippon Animation (Heidi y todo eso), pasa por un culebrón de época de las sobremesas de TVE, vira hacia La naranja mecánica o una peli de Haneke, para acabar encallando en un refrito de Paulo Coelho pasado por Borges... Y por Nietszche, lógicamente, que era de lo que se trataba. De hecho, qué queréis que os diga (y pido perdón  a quienes nos lean desde allende los mares si no entienden de qué hablo): leyendo este manga no he podido dejar de pensar en Joaquín Reyes disfrazado del filósofo alemán, bigotón en ristre, y sentenciando con su acento albaceteño: "¡Así habló Zaratustra! ¡Zaratuuustraaa!" Pues esa imagen es menos delirante que este manga, creedme (aunque aún peor es la obra original del amigo Federico; eso sí que no se lo puede leer ni Dios... menos mal que para entonces ya había muerto, el pobre).

Bueno, ahora, a por El capital, que también promete...


Dado que no se especifica quiénes son los perpetradores finales de este manga, aquí están otras obras del amigo Friedrich Nietzsche reseñadas en Un Libro Al Día: El Anticristo

martes, 25 de marzo de 2014

Heinrich Böll: Opiniones de un payaso

Idioma original: alemán
Título original: Ansichten eines Clowns
Año de publicación: 1963
Traducción: Lucas Casas
Valoración: imprescindible

Empezando por lo obvio, habrá que reconocer que muchos situamos mentalmente las obras de los autores alemanes del siglo XX en función de su situación temporal respecto a las guerras. Un arquetipo que aún perdurará por un tiempo. Y no es que esta espléndida novela se recree en ello. O al menos no lo parece de primeras. Pero esperad. Cómo que no. 
Esa familia dispersa en la que todo parece abocado a una decadencia, incluyendo un joven payaso de veintisiete años que ya se proyecta hacia la cincuentena. Cuánta cuestión a la que sacar punta. Vaya lección de sutileza en la definición de la diáspora social que representa cada personaje de esta novela. Vaya proyección y con que fino estilete se clava el mensaje. Qué diferente, cuánto más eficaz es la velada crítica que el enfrentamiento abierto y casi colérico de Nietzsche. Por décadas que haya de diferencia qué distinto es el mensaje de Böll al de Nietzsche al hablar del catolicismo, en la forma, pero qué efectivo. 
No sólo sobre la cuestión religiosa, por eso, versan estas reflexiones. Seguro que segundas lecturas, o un conocimiento más profundo de la situación de Alemania en el periodo de postguerra, revelarían capas y más capas de esta excelente novela, edificada prácticamente desde la nada (Hans Schnier, joven payaso expuesto, entre otras desgracias, a la prematura decadencia de su incipiente carrera profesional y al abandono de su esposa, reflexiona sobre su situación y su entorno). No nos engañemos, tan parco argumento es sólo un pretexto para desmenuzar paso a paso toda una sociedad, una excusa para ir hacia atrás e ir estirando de un hilo que se enmaraña. Con unas escenas llenas de ironía y de incomoda carga: las conversaciones con el agente, con la amante de su padre, el último marco que va a parar al barro.
El payaso tiene una hermana fallecida en conflicto armado, un hermano seminarista, una madre rígida y estoica, un padre semi-ausente, una ex mujer convertida al catolicismo, un agente con un comportamiento casi autista; apuesto a que la efectiva narración de Böll ha asignado a cada una de esas figuras un rol que permita, conforme las reflexiones progresan, proyectarlo a gran escala. Así, acabamos comprendiendo un poco esa situación de país dividido, arrepentido, irritado, con diversos idearios que intentan apoderarse de ese vacío, de esa zona cero que dejan devastada por igual el nazismo y la derrota. Böll tiene leña para todos: para los dos grandes partidos que gobiernan Alemania desde hace décadas, para el catolicismo, para el capitalismo, para el funcionamiento social, para el empresariado (qué sutilmente se especula sobre el origen de las fortunas edificadas sobre empresas próspera), para, claro, ese proceso de arrepentimiento que duda entre el qué mal que hicimos y el qué mal que perdimos
Y todo ello con las disquisiciones de un payaso descontento por cómo han bajado sus honorarios.
Me quito el sombrero.

También de Heinrich Böll en UnLibroAlDía: Pero, ¿qué será de este muchacho?El honor perdido de Katharina Blum

viernes, 10 de abril de 2009

Thomas Mann: La muerte en Venecia


Título original: Der Tod in Venedig
Idioma original: alemán
Fecha de publicación: 1912
Valoración: Muy recomendable

El argumento de esta novela breve de Thomas Mann se puede resumir en pocas palabras: trata de la estancia del escritor Gustav von Aschenbach en Venecia, durante la cual se enamora de un muchacho polaco llamado Tadzio (incomprensiblemente, Tadrio en la traducción que tengo) y contrae una enfermedad que le lleva a la muerte. Sí, he destripado el final de la novela, pero ¿qué os esperábais con ese título?

Lo fundamental, de todas maneras, no es la acción. Quien esté buscando acción más vale que deje esta novela para otro momento. Thomas Mann busca transmitir esa inactividad morbosa, ese exceso lánguido que caracterizaba el modo de vida de la gran burguesía a comienzos del XX, y lo hace de modo magistral. Aunque más que una ausencia de actividad, ese ambiente enfermizo parece denunciar una profunda parálisis de la vida, un espíritu infectado de tedio. La novela se encuadra así en esa dolorosa conciencia de la "decadencia de Occidente", que embargó antes de la Primera Guerra Mundial, sobre todo, a los intelectuales conservadores. Se huele en muchos pasajes la influencia de Nietzsche, pero de un Nietzsche descorazonador, que sólo hace más insufribles las convenciones burguesas con su prédica del sí a la vida.

La muerte en Venecia está plagada de referencias simbólicas a la mitología y la Filosofía clásicas. Tadzio es comparado con Eros, claro: el dios del amor que, según Platón, alienta en los hombres el anhelo de belleza e inmortalidad. Pero también con Narciso, el enamorado de sí mismo. La suya se nos presenta como una belleza inocente pero lejana, tentadora pero imposible. Mediador entre una tierra corrompida (simbolizada por una Venecia enferma de cólera) y un ideal de perfección, Tadzio es un ángel, pero a la manera de Rilke cuando dice "todo ángel es terrible". Como todo ángel, es portador de un mensaje de salvación, en este caso para Aschenbach.

Mientras la enfermedad se propaga a su alrededor y se ceba con su propio cuerpo, Aschenbach debe aprender a salvarse, aceptando su propia verdad y pactando con sus propios miedos. La asunción de su sombra y del mal (no sólo físico) que le carcome hace posible una reconciliación final. En ella puede verse toda una teoría del arte como sublimación y, en general, una doctrina de la búsqueda del sentido en el sinsentido que es la vida. Ésta es la austera esperanza que nos ofrece Mann.

También de Thomas Mann en ULAD: La montaña mágicaViaje por mar con Don Quijote

martes, 14 de septiembre de 2010

Jean-Baptiste Botul: La vida sexual de Immanuel Kant

Idioma original: francés
Título original: La vie sexuelle d'Emmanuel Kant
Fecha de publicación: 1999 (1946)
Valoración: muy recomendable

Desde que Tales de Mileto se cayera a un pozo por mirar al cielo allá en el siglo VI antes de Cristo, es sabido que los filósofos son gente más bien extraña y ridícula. Podemos recordar, por ejemplo, que Pitágoras tenía auténtica fobia a las habas, Pascal veía siempre un abismo abierto a su izquierda y Nietzsche acabó abrazando caballos en la vía pública. En el ranking de filósofos trastornados, sin duda, Kant merece un lugar de honor. Se levantaba todos los días a las cinco menos cinco de la mañana; comía siempre en compañía de más de tres y menos de nueve personas, y después de comer daba su célebre paseo (con idéntico recorrido), durante el cual procuraba no sudar en ningún momento y respiraba sólo por la nariz. Kant estaba muy preocupado por su salud, lo que le llevó a inventar un original artilugio mecánico que le servía para mantener las medias a la altura adecuada sin necesidad de presionar peligrosamente sus piernas con cordones.

Dicho todo esto, os podéis imaginar que su vida sexual no era como la del común de los mortales. Pero refrenad por un momento vuestra calenturienta imaginación y sabed que, más bien, su vida sexual era nula. ¿Por qué dedicarle entonces un libro a este tema más bien entrometido y que da, además, para tan poco? Pues la razón debemos buscarla en una comunidad de emigrantes alemanes que abandonó Königsberg, ciudad natal de Kant, a finales de la II Guerra mundial. En su huida del Ejército Rojo llegaron hasta Paraguay, donde fundaron Nueva Königsberg, una colonia que debía regirse en todo por las máximas kantianas. Pronto se percataron de un pequeño problema que amenazaba el futuro de la comunidad: su modelo de vida se mantuvo célibe hasta que murió. Dispuestos a encontrar una salida a este escollo pidieron a un filósofo francés, Jean-Baptiste Botul, que tratara de explicar los motivos del celibato de Kant. Y así lo hizo, para ilustración de los habitantes de Nueva Königsberg, en una serie de conferencias dictadas en mayo de 1946.

Botul sale airoso de una petición tan peculiar, y ante tan peculiar auditorio. Recuerda las conflictivas (cuando no gélidas) relaciones de muchos filósofos ilustres con las mujeres, y se preocupa en buscar los motivos propios de Kant, leyéndole entre líneas. En el nivel más consciente, su castidad autoinfligida era un recurso para mantener la salud del cuerpo y del espíritu. Kant compartía la creencia, entonces muy asentada, de que cada eyaculación hace perder al hombre algo de energía vital. Sinceramente, creo que esa teoría no tiene la mínima base científica (o así lo espero), pero no debería perderse de vista que vivió 80 años cuando la media en la Alemania de entonces era más bien la mitad...

Pero quizá lo más interesante del libro es cuando Botul se atreve con el núcleo mismo de la filosofía kantiana, y señala las peculiares connotaciones que rodean el concepto central de "la cosa en sí" (das Ding an sich). Algo que nos provoca desde un temible exterior, movilizando nuestras fuerzas intelectivas en un empeño siempre insatisfecho de apropiación. Nunca podremos saber qué es la cosa en sí, porque se resiste a toda penetración de nuestro intelecto. Sin poder evitarlo, nuestra la razón sueña con conocerla, pero este empeño se revela, en manos de la crítica, un delirio falaz. No es tan arriesgado ver aquí una sublimación de sus propias preocupaciones en torno al sexo. Al fin y al cabo, Nietzsche declara que la Verdad es una mujer a la que todos los filósofos pretenden en vano, y Blumenberg sigue los avatares de la metáfora sobre la "verdad desnuda".

En fin, quien busque atroces revelaciones no las va a encontrar, pero sí un libro interesante y bien escrito que nos da acceso al lado más oscuro del filósofo de las Luces.

viernes, 27 de mayo de 2011

Slavoj Zizek: El frágil absoluto

Idioma original: inglés
Título original: 2000
Fecha de publicación: The fragile absolute or, Why is the Christian legacy worth fighting for?
Valoración: recomendable

Hace más o menos diez años, sucedió algo curioso en el panorama de la filosofía contemporánea. En el ala, digamos, más radical y crítica del pensamiento actual, heredera de toda la (heterogénea) línea que va desde Marx a Derrida, pasando por Nietzsche, Lacan o Foucault, se dio una recuperación de temas cristianos tradicionales o, más aún, una defensa de la tradición cristiana misma. Alain Badiou publicó en 1998 San Pablo o la fundación del universalismo, en el que analiza toda la carga política del credo cristiano en su primera formulación coherente, la paulina. Dos años después aparecía El tiempo que resta, de Giorgio Agamben, con el subtítulo: Comentario a la Carta a los Romanos; todo el libro, por tanto, explícitamente dedicado a desentrañar las oscuras expresiones del que es quizá el escrito más relevante de San Pablo para la tradición exegética. Pues bien, ese mismo año publicó Zizek el libro del que hablamos hoy. Su subtítulo es también muy revelador: ¿Por qué merece la pena luchar por el legado cristiano?

Todos estos ensayos tienen un espíritu común, que consiste en reivindicar lo que la fe cristiana tiene de revolucionario, de subversivo, en sus planteamientos originales, para no abandonar ese legado (como había venido haciendo en gran parte el pensamiento de izquierdas) a una interpretación conservadora que lo neutralice. Algo interesante en los tres casos es que los autores no comparten la extendida ilusión que distingue el "cristianismo bueno" del propio Jesús de Nazaret y el "cristianismo malo" de sus seguidores, que sistematizaron el mensaje original en reglas, ritos e instituciones. Nietzsche, por ejemplo, alababa la figura histórica de Jesús y echaba pestes contra San Pablo, el "inventor" de la Iglesia cristiana. En el caso de estos autores sucede al revés: es a la interpretación de Pablo, precisamente, a la que atribuyen la mayor eficacia crítica.

Dicho esto, que Zizek deja claro desde el mismo prólogo a su libro, lo cierto es que en este caso hay que esperar bastante para que se vea por qué vía concreta va a rescatarse esta tradición paulina a la que me refiero. Hasta bien pasada la mitad del ensayo no empieza a contraponerse, por ejemplo, el exigente principio de caridad cristiana (el agápe de Pablo) a un cierto clima de tolerancia liberal, multicultural y New Age que irrita profundamente a Zizek. Tiene cierta miga cómo analiza la actual omnipresencia de los Derechos Humanos como una invitación a transgredir las normas del Decálogo: el derecho a la búsqueda de la felicidad a través de la propiedad privada como derecho a robar, el derecho a la libre expresión como derecho a mentir, el derecho a la intimidad como derecho al adulterio, etc. Según Zizek se percibiría aquí el vínculo entre la ley explícita y el deseo de transgredirla, cristalizado en lo que denomina un "suplemente fantasmal obsceno". La caridad cristiana trataría precisamente de romper ese vínculo.

El tono de Zizek es entretenido, mezclando todo tipo de referencias eruditas con ejemplos del cine comercial o, sin más, anécdotas y chistes. Ahora bien, las referencias eruditas giran casi en todo momento en torno a la obra de Lacan, de tal modo que se hace complicado seguir el discurso si no se conoce aquélla. Los abundantes destellos de genialidad, asegurados con Zizek, no acaban de impedir la impresión de que en sus manos las categorías de Lacan sirven prácticamente para justificar cualquier cosa. Uno acaba el libro con la sensación de haber asistido a una sesión de fuegos artificiales. Y ya se sabe que el humo se lo lleva el viento.

Otras obras de Zizek en ULADArte, ideologia y capitalismoSobre la violenciaEn defensa de la intoleranciaProblemas en el paraíso

martes, 14 de enero de 2025

Jules Verne: Veinte mil leguas de viaje submarino

Idioma original: Francés 
Título original: Vingt mille lieues sous les mers
Traducción:
Íñigo Jauregui
Año de publicación: 1869
Valoración: Recomendable 

Sobran las presentaciones. ¿Quién no ha leído Veinte mil leguas de viaje submarino (o alguna de sus múltiples adaptaciones) en su infancia / adolescencia? ¿Quién no ha visto a Kirk Douglas haciendo frente al Capitán Nemo? ¿Hay algún otro autor del siglo XIX que sea tan relevante en la cultura popular?

Como creo que la inmensa mayoría de los lectores conoceréis de sobra el argumento de la novela, no me enrollo y paso a enumerar los que para mi son sus puntos fuertes y débiles.

En el lado favorable tengo que citar:

  • Las potencialidades del personaje de Nemo: Verne juega con la información que ofrece acerca del personaje, deja espacios en blanco que el lector debe imaginar y esto le confiere una poder de sugestión tremendo.
  • Las potencialidades de la trama, que hacen que Verne pueda optar por diferentes ramificaciones (aventuras, ciencia ficción, distopía, etc) a la hora de desarrollar la novela.
  • Las implicaciones político / filosóficas: ¿Es Nemo un libertador, un hombre que juega a ser un semiDios, un "superhombre" (aunque Nietzsche sea posterior), un pre-Kurz, ...?
  • Su vinculación a corrientes de pensamiento de la época: La novela fue publicada en 1870. Bien, Darwin formuló El origen de las especies 10 años antes, Edison inventó la bombilla 10 años después, el cine se inventó apenas 25 años más tarde, etc. Veinte mil leguas de viaje submarino es un claro reflejo de esa época, de la fascinación por lo imposible.
  • Su plasticidad y el poder de su imaginería, tanto en espacios interiores como exteriores.
  • Un comienzo estilo Moby Dick: No tengo ninguna duda de que Verne había leído la obra de Melville, lo que se aprecia en los primeros capítulos de la novela.
  • La traducción / edición de Nórdica: Se agradece volver a los clásicos y con ediciones modernas, con nuevas traducciones, formato "grande", papel de calidad, etc.
Puntos débiles:
  • Cierto desaprovechamiento del personaje de Nemo: Personaje con un potencial tremendo, queda en cierta forma infrautilizado, especialmente en lo que a su "prehistoria" se refiere.
  • El personaje de Conseil, que me resulta absolutamente prescindible.
  • Las interminables enumeraciones de flora y fauna, que rompen con el ritmo de la novela. En ocasiones, más parece un tratado de ictiología, zoología, botánica, geología o historia de la exploración que una novela propiamente dicha.
  • Exceso de didactismo, ligado probablemente a lo que citaba anteriormente acerca del espíritu de la época y de la fascinación por lo imposible. 
Por cierto, suele catalogarse a Verne como escritor de aventuras, ligero u orientado al público infantil y juvenil. ¡Error, al menos parcialmente! Aunque las escenas de "acción" o de ciencia-ficción pueden hacer pensar en un texto orientado hacia lectores más jóvenes, otras posibles lecturas del mismo, vinculadas más abismos interiores que exteriores, han de considerarse dirigidas a un público más adulto. Además, y pese a que pueda sonar a broma, posee una destacable veta poética.

Sea como fuere, Veinte mil leguas de viaje submarino es una novela perfectamente disfrutable para un lector de 0 a 99 años, si bien la visión o interpretación que uno u otro puedan tener no puedan (ni deban) ser la misma.  Porque aunque podamos seguir asombrándonos ante la maravilla, ahora peinamos canas, arrastramos fracasos, aflicciones, desencantos y hasta martirios. Porque antes éramos, más bien, el profesor Aronnax, cronista inverosímil e historiador de cosas imposibles, o Ned Land y ahora somos el Capitán Nemo.

También de Jules Verne en ULAD:  Viaje al centro de la Tierra

domingo, 19 de febrero de 2017

Jorge Riechmann: Peces fuera del agua

Idioma original: español
Año de publicación: 2.016
Valoración: Se deja leer (pero hay que ser un poco generoso)


Alguna vez habrá que escribir una metaentrada sobre cómo y por qué elegimos los libros que leemos (hasta es posible que ya lo hayamos hecho, pero la verdad, no me he molestado en indagar). En el caso particular, este libro estaba bien situado en un expositor donde suelen colocar títulos recientes e interesantes. Me fío bastante de ese expositor en concreto, me decidí a echarle un vistazo y, en efecto, lo que vi me resultó atractivo. Parecía un libro atípico: un señor que yo no conocía en absoluto escribía cosas en cortos párrafos separados por encabezamientos (no encabezados) en negrita y en minúsculas, en un vistazo muy rápido se veían comentarios acerca de la sociedad actual, el capitalismo, el medio ambiente. Tenía pinta de transgresor, de diferente.

Y la verdad es que esa impresión de la primera ojeada responde bastante a lo que uno se encuentra cuando lee, ya en casita y con más o menos tranquilidad, ‘Peces fuera del agua’. Nada más empezar nos encontramos con unas cuantas páginas con citas de intelectuales, activistas, eruditos, blogueros y articulistas sobre cosas muy actuales, algunas de cierto calado filosófico o sociológico, otras son más bien ocurrencias, reinterpretaciones, también algunos datos objetivos sobre nuestra civilización, un poco de todo.

Terminan las citas pero el esquema general continúa. Ahora es el propio Riechmann el que va tocando asuntos diversos, la mayor parte de las veces apoyado en textos o reflexiones de otros autores, algunos célebres (no sé, desde Tucídides o Max Weber, hasta Terry Eagleton o Lewis Mumford, a quien tendremos en ULAD dentro de poco), y otros perfectamente desconocidos para los que somos ajenos al mundillo del pensamiento. Las referencias son amplísimas, a veces de otros libros, revistas, mails privados, artículos de prensa, blogs, de todo. A veces parece que estemos leyendo un híbrido entre diario y libro de citas: hoy leo un libro y comento un párrafo, mañana es un correo que me manda un colega, otro día lanzo una idea que se me ocurre.

Bueno, y ¿de qué habla ‘Peces fuera del agua’? Pues, dado el formato, como digo, de casi todo lo divino y o humano. Si tomamos como idea principal del libro la que más se repite, diríamos que anuncia nada menos que el fin de la civilización, el ‘ecocidio’ y el genocidio que tendrán lugar en la segunda mitad del siglo XXI (‘el siglo de la Gran Prueba’), el colapso de la sociedad industrial, el agotamiento final de las fuentes de energía, todo ello causado por el ‘tanatocapitalismo’ global digital financiarizado -por resumir un poco. Esta línea de pensamiento se repite cada pocas páginas, a veces más enfocado desde el punto de vista ecológico, otras desde una perspectiva más política (Riechmann tampoco se corta definiéndose como anticapitalista, ecosocialista, ecofeminista y animalista). Ilustro la cuestión con un ejemplo que también se repite varias veces: cuenta el autor que –se supone que conceptualmente- el Titanic ya estaba hundido antes incluso de avistar el iceberg, y lo mismo nos pasa a nosotros: la catástrofe es ya inevitable, pero aun así debemos luchar por minimizar los daños en lo posible. Mucho, eh?

Alrededor de esta negra visión se arremolinan mil y un reflexiones sobre temas más o menos conexos: la degradación de la democracia, la tecnociencia, datos acerca de la destrucción de la naturaleza, la desigualdad, el consumismo. Vamos, que no rezuma optimismo la lectura, lo cual tiene bastante lógica si tenemos en cuenta que don Jorge considera al ser humano un ‘simio averiado’ –concepto también reiterado en unas cuantas ocasiones. En un tercer círculo encontramos a su vez reflexiones sobre temas digamos más habituales en el ámbito de la filosofía y el pensamiento: la razón, el autoengaño, el poder de la lucha… En esta zona, Riechmann se muestra más pausado, aunque sin abandonar una cierta acidez irónica que, a fuerza de impregnar todo el texto, acaba resultando un poco cansina.

Y la verdad es que entre esta acumulación de fragmentos de pensamiento y pequeñas explosiones pasadas por el tamiz del ingenio hay algunas cosas que no dejan de tener su interés, y hasta algunos pasajes brillantes (el valor de la poesía, o un divertido párrafo en el que reúne a Sade, Nietzsche y Rimbaud). Aunque también hallamos algunos comentarios que merecen calificarse directamente de majaderías. 

El problema es que las casi 350 páginas se convierten en un muestrario más o menos aleatorio de erudición –y que se note- mezclada con ocurrencias, aforismos y apuntes, un paisaje ideológico abierto y bastante deprimente que nunca termina de constituir un cuerpo teórico coherente. Seguramente, uno es demasiado clásico como para saber apreciar el valor de esta pléyade de sentencias dispersas, pero me da la impresión de que el libro, pese a recurrir a montones de argumentos de autoridad, acaba pareciendo una interminable sucesión de tuits: y con ese formato, pese a que entre ellos encontremos algunas ideas valiosas, el conjunto termina siendo perfectamente prescindible.


sábado, 16 de junio de 2018

Emil Cioran: Breviario de podredumbre

Idioma original: francés
Título original: Précis de décomposition
Traducción: Fernando Savater
Año de publicación: 1949
Valoración: Inclasificable


Veamos. Emil Cioran, rumano, hijo de un sacerdote ortodoxo, nacido en un pequeño pueblo de Transilvania. En una época simpatiza con el nazismo, aunque tampoco está muy claro, y posteriormente parece que se arrepiente. Insomne perdido y seguidor lejano de Nietzsche, se le ve deambular solo, con una vieja gabardina y aspecto desgarbado, por el Barrio Latino de París. De joven tiene el aspecto (uuuhhh, ya estamos) de un peligroso fanático, aunque no es fácil determinar de qué tipo y, ya más entrado en años, adquiere rasgos soviéticos como de ideólogo del Gulag. Es autor de obras con títulos como En las cimas de la desesperación, Silogismos de la amargura, o Del inconveniente de haber nacido, además de este Breviario de podredumbre que intentaré comentar. Qué, ¿nos atrevemos? 

Desde el primer momento tuve claro que iba a ser muy difícil valorar este libro, ni tan siquiera situarlo correctamente. A lo que más se parece es a un libro de filosofía, pero carece de una estructura lógica y no se puede decir que defienda exactamente una hipótesis. Es decir, no es un ensayo en el que se quiera demostrar nada, sino una colección de aforismos, reflexiones que no pretenden constituir una argumento y, más que en torno a una idea, parecen girar sobre una especie de corriente formada por elementos tan reconfortantes como escepticismo, hastío, desesperanza, pereza, asco, cinismo, soledad, pesimismo, vacío, sufrimiento. Un buen cóctel. Pero, aunque Emil no parece tener intención alguna de formular ese pensamiento lineal y coherente, a efectos informativos intentaré extraer algunas de las ideas que expone.

Vaya, las ideas son justo el primer blanco hacia el que este peculiarísimo autor dirige sus flechas. No nos dejemos engañar por el epígrafe que abre el libro ‘Contra el fanatismo’: aunque parece que viene un alegato por la tolerancia y la democracia, Cioran juega en otra liga. El fanatismo es execrable porque (y quizá solo porque) las ideas lo son en sí, y especialmente si se formulan como una certeza. Toda idea es aborrecible, como lo son el pensamiento y la acción. La existencia resulta intolerable, partiendo del hecho mismo de haber nacido: ‘No avergonzarse de respirar es una canallada’, así de claro. Por tanto todo aquello que suponga una reafirmación de la existencia resulta tanto más repulsivo cuanto más intenso sea. De ahí el rechazo a todo lo que no sea la insignificancia, la duda, la enfermedad, dejar el planeta como estaba al llegar. Más o menos que lo que hacía el propio Emil: nada. Salvo escribir, claro.

Si con todo ello concluimos que la vida no tiene sentido, podemos sentirnos cerca de cierto existencialismo, pero Cioran van bastante más allá. Una de sus peculiaridades es que no ofrece ninguna salida, todo lo que no sea vegetar es en sí mismo rechazable, incluida la poesía o por supuesto la religión. De ahí que haya quien sostiene que Cioran fue promocionado para desactivar a los levantiscos de mayo del 68 (realmente, estuvo de moda en los 70 y parte de los 80). Vamos, me atrevo a asegurar que quien no haya leído a este señor no sabe lo que es de verdad el nihilismo.

Y cabe también preguntarse, si la existencia resulta así de insoportable, por qué este hombre se fue al otro barrio de muerte natural a los 84 años. ¿Y el suicidio? Pues resulta que es realmente el único consuelo, pero no su ejecución, sino la posibilidad de llevarlo a cabo. Mantener ese grado de libertad suprema para disponer de sí mismo en cualquier momento y de cualquier forma es el único y gran tesoro de que disponemos, lo que nos sostiene en medio de ese marasmo de corrupción y vergüenza.

Es bastante agotador ¿no? A lo largo de ese discurso en general bastante caótico, empapado en buenas dosis de erudición pero prácticamente sin apoyo en ninguna argumentación lógica, y cayendo en algunas notables contradicciones, a veces se desliza Cioran hacia un lenguaje ligeramente poético. Y en torno a la poesía aparece justamente una de esas contradicciones, porque a veces pondera su pureza frente a lo que es obra del pensamiento, es decir, la filosofía, de la que él mismo procede. Con lo cual se podría concluir que buena parte de sus reflexiones son una rebelión furiosa contra sus propios orígenes, o tal vez hacia ese mundo de la filosofía que nunca le aceptó de buen grado.

Ya bastante avanzado el libro, creo que es en la última de las seis partes en que se divide cuando el autor rumano parece abrirnos un poco el corazón, introduce sensaciones muy personales y llega, como sin pretenderlo, a un punto importante: el insomnio. Aquí muestra una especie de desesperación porque sus horas de vigilia parecen infinitas, y quiere enfatizar la profundidad de la noche como origen de muchas de sus reflexiones. Y uno –que en eso del insomnio tiene también cierta experiencia- se pregunta si toda la devastación que nos es presentada, repetida y reinterpretada no será sino la consecuencia de esas horas interminables que, sin quererlo y aun rechazándolo, se llenan de ideas casi siempre arrebatadas y muchas veces destructivas.  Y, en lo que parece la culminación de algún tipo de delirio, termina Cioran por decir algo bastante terrible: ‘Por haber querido ser un sabio como nunca hubo otro, sólo he sido un loco entre otros locos’. Ostras, hasta un poco de pena da el hombre ¿no hubiera sido mejor relajarse con unos somníferos? 

Con su explosividad y su desorden, el libro, aunque tiene pasajes más asequibles, resulta extremadamente denso. Al lector de a pie –categoría en la que por supuesto me incluyo- le llevaría horas incontables intentar desentrañar con mucho más detalle la mayoría de las afirmaciones de Cioran, y eso que el libro es bastante breve. Podría ser un interesante ejercicio intelectual pero, como lector, tampoco me atrevería a decir que merezca la pena.

lunes, 2 de marzo de 2020

Biografías lectoras II: Windows

Mucho hemos tardado. Fue allá por el quinto aniversario de este Un libro al día cuando quienes por esa época llenaban de reseñas el blog se decidieron a desnudarse un poco y mostrar al mundo algo de su currículum lector, claro está, el anterior a embarcarse en este pequeña aventura. Han transcurrido no ya otros cinco años, sino seis, y todavía varios de ellos conservan humor y afición suficientes para seguir aquí, ni siquiera hace falta que los nombre, porque todos los conocéis: los cuatro fantásticos de ULAD. Y ahora, así, en frío, nos lanzan a los más jóvenes recientes colaboradores una invitación, no sé si algo envenenada, para que pasemos por el mismo trance. No sé si con más pudor que entusiasmo aceptamos la iniciativa, y aquí nos tendréis, uno tras otro, contando nuestras batallitas con los libros, espero que para entretener y no para aburrir.

ooooOoooo

Hummm… esto de las biografías lectoras tiene un peligro evidente: el autobombo, en plan: yo, devorador de libros desde mi la más tierna infancia, a los trece ya leía a Sartre y me había despachado la Ética a Nicómaco, lo que más me divertía era leer a Joyce en versión original para descubrir los matices del humor irlandés, y para mi decimoquinto cumpleaños me pedí las obras completas de… No va a ser mi caso. De hecho mi trayectoria como lector es bastante poco espectacular, discreta, hasta corriente.

La Prehistoria 

Podría llamar así a esa etapa inicial de la infancia, más o menos tardía, porque todavía ni siquiera había comenzado propiamente mi historia como lector. Uno no era nada parecido a esos niños ensimismados/entusiasmados tras las páginas de un libro en un desván (vamos, el Bastian de La historia interminable), ni siquiera despachaba con avidez colecciones para chavales, y de hecho nunca he leído nada de Los Cinco o similares. Las que sí volaban eran las páginas de tebeos de Mortadelo, Zipi y Zape y cosas así, ya saben, Ibáñez, Vázquez y toda esa tropa, además de algunos antiguos de Superman y Hazañas bélicas de mi hermano mayor. Entre aquella marea de historietas ilustradas apenas pudo hacerse hueco alguna cosa de tapas algo más sólidas: El principito que mandaban leer en el colegio, Viaje al centro de la Tierra (único Julio Verne que quise leer de una amplia colección a mi disposición) o, algo más tarde, el Diario de Ana Frank, además de un venerable tomo sobre astronomía que todavía luce su lomo azul en lugar preminente del salón, faltaría más. Las ventanas eran pequeñas, apenas dejaban ver el exterior, pero sí se podía intuir que algo asomaba por ellas.

La verdad está ahí fuera

Efectivamente, el primer impulso para ver lo que había detrás de los libros parece que me llevó, más que hacia la literatura, hacia los misterios de lo paranormal. No sé hasta dónde pudo influir la combinación previa entre Julio Verne y el libro sobre los cuerpos celestes, creo que no mucho, más bien debió ser el descubrimiento de los libros de mi primo Javi, que incluía unos cuanto títulos de gente como Erich von Däniken o Charles Berlitz. No sé cuántos de esos libros leí ni cuáles eran, solo se me ha quedado grabado el título de El triángulo de las Bermudas. Pero en todo caso eran distintos (aunque me temo que muy semejantes) tipos de misterios sobre ruinas mayas, extraterrestres, mensajes ocultos o desapariciones inexplicables. Servidor era desde luego muy crédulo, y debatía con ardor frente a quien se atreviese a poner en duda mis asombrosos descubrimientos. El asunto terminó de golpe cuando leí (no sé si en libro o en alguna revista) que J.J. Benítez afirmaba que había estado (de cuerpo presente, no en ensoñación) en Ganímedes, el satélite de Júpiter que yo conocía tan bien por el libro de astronomía. No, este señor no había estado en Ganímedes ni de coña, y en tiempo récord me convertí en agnóstico en materia paranormal. Posiblemente gracias a eso estuve preparado para abrir la siguiente ventana. La buena.

Los hermanos Maristas

Es muy posible que sea el único que lo diga, pero es de justicia: en favor de mi afición lectora intervinieron de forma decisiva dos profesores de Maristas de Bilbao. El primero fue el hermano Palencia (nunca supe su nombre). El plan de estudios incluía por esa época más bien algunos clásicos, supongo que el Quijote, el Lazarillo, Bécquer y no recuerdo qué más. O sea, nada demasiado atractivo para un chaval de quince o dieciséis años. Pero es que el hermano Palencia, desde luego muy a su pesar, nos hacía tanta gracia cuando hablaba enfáticamente de esos libros o cuando leía algún párrafo, que terminó por engancharme un poquito. También por ahí pudo empezar a entrar cierta afición a la poesía, quizá Machado, Lorca, mi paisano Blas de Otero, y tal vez la que podría considerar mi primera lectura seria: La catedral, de Blasco Ibáñez.

La estocada decisiva me la dio don Pedro Orbezua, a quien seguramente haya ya citado alguna vez aquí. En clase era el hombre más serio y enérgico del mundo, inflexible, granítico, nos tenía acojonados pese a estar ya (nosotros, no él) en edad plenamente contestataria. Pero oiga, cada día entraba en clase con cuatro o cinco libros para leer pasajes concretos en que apoyar sus explicaciones. Y ahí sí que se abrieron las ventanas de par en par. En el irremediable orden cronológico entraron el 98, la generación del 27, Cela y Sender, y sobre todo la narrativa española de los 60 tras los pasos de Joyce o Faulkner, el existencialismo, Camus… En fin, todo ese mundo de la literatura irrumpió por aquella ventana como una luz inmensa, desordenada, inabarcable y fascinante.

Y todo lo demás

Cuento tantas cosas de ese momento cero porque a partir de ahí todo fue un flujo interminable que ha llegado hasta hoy mismo, con la misma ansia de conocerlo todo y sin nada que se pareciese a un sistema. Quizá de lo primero realmente potente, tras amagar con el Retrato del artista adolescente y Dublineses, fue el Ulises, pero mezclado con mil cosas heterogéneas: el descubrimiento de que los clásicos griegos no eran un tostón incomprensible (La Odisea, Sófocles), La metamorfosis, César Vallejo, La muerte en Venecia, Shakespeare, Sartre, Valle-Inclán, León Felipe, Nietzsche, Jorge Manrique, libros políticos a cascoporro, la Biblia y el Corán, Quevedo, por supuesto Cien años de soledad… 

No sería capaz de destacar hitos concretos, seguramente cada uno de esos grandes títulos de la literatura fue en sí mismo un gran empujón, el impulso hacia otras de las miles de ofertas que este arte iba sembrando aquí y allá. Pero tal vez hubo momentos en que determinados títulos me ayudaron a abrir nuevas ventanas a libros que escapaban a los clásicos consagrados. Ahí tuvieron bastante culpa El nombre de la rosa y, unos años más tarde, Juegos de la edad tardía. Efectivamente, había vida más allá de los 60 o 70 del siglo pasado y, aun manteniendo mi reverencia hacia los clásicos, también había que conocerla. Así se ha ido formando un aluvión casi aleatorio, una masa creo que bastante respetable, aunque muy modesta en comparación con mucha gente, seguramente todos mis compañeros de blog y muchos de nuestros habituales lectores. 

¿Qué ha quedado en limpio de todos estos años de lectura caótica? Pues muy buenos ratos, algunas decepciones y tiempo perdido en cosas que no lo merecían, recuerdos de libros venerables, muchos olvidados por mi escasa memoria, y la sensación de haber explorado, aunque solo sea un poquito, el genio y el trabajo de muchos tipos brillantes que lo dejaron ahí escrito para que otros, en el momento o muchos años después, lo disfrutemos o aprendamos con ellos.

Y esto continúa.

martes, 25 de diciembre de 2018

Camille Paglia: Vamps & Tramps. Más allá del feminismo

Idioma original: Inglés 
Traductor: Santiago García
Año de publicación: 2001
Valoración: No sé

Camille Paglia, profesora de Humanidades en la Philadelphia University of Arts, fue catapultada al espacio mediático tras la publicación de su ensayo más académico, Sexual Personae (1990). Desde entonces, la pensadora ha sido omnipresente en la radio, la televisión y la prensa estadounidense. Sus radicales y polémicas sentencias siguen dando de qué hablar incluso a día de hoy, pues algunas de sus inquietudes están todavía vigentes.  

Pero, ¿quién es, realmente, Paglia? Depende. Para algunos es una abanderada de la libertad de expresión y de pensamiento, la altavoz de un feminismo «razonable», una heroica militante que aboga por una reforma de la Universidad. Para otros, una mera agitadora, una intelectual oportunista y deshonesta, la figura de la celebridad de pandereta por excelencia.  

¿Y si preguntamos a la propia Paglia cómo se definiría ella misma? La respuesta, me temo, es de lo más frustrante. Al menos, si nos basamos en la que podemos obtener de Vamps & Tramps, la primera obra de la autora publicada en España, descatalogada en la actualidad. Y es que en este libro misceláneo, compuesto por ensayos, entrevistas, artículos, columnas, críticas literarias, transcripciones de proyectos audiovisuales, etc..., lo más cerca que está Paglia de autodefinirse es el término vago e impreciso de «libertaria». También se considera una feminista «comprometida» y «disidente». Pero, como digo, estas palabras tan abstractas nada nos ayudan a la hora de ubicarla ideológicamente. En cambio, su forma de pensar sí que podría darnos algunas pistas al respecto. 

Las controvertidas opiniones de Paglia (sobre la pedagogía, la legalización de las drogas, la prostitución, la homosexualidad, la pornografía, etc...) suscitan reacciones muy polarizadas, como podréis imaginar. A continuación, dejad que señale algunas de las tesis que defiende en Vamps & Tramps, sin entrar en juicio de valor alguno. Por cierto, las voy a extraer de este enlace, pues Eugenio Sánchez Bravo las ha simplificado de un modo admirable: 


  1. «El excesivo proteccionismo legal logrado por el triunfo de los movimientos gays y feministas convencionales impiden el desarrollo, la eclosión, del verdadero potencial de hombres y mujeres.»
  2. «El feminismo tiende a una victimización constante de la mujer y el niño, amenazados por un patriarcado feroz. La inocencia originaria de niño y mujer tienen su fundamento filosófico en Rousseau. Frente a esto, Paglia propone otra visión del ser humano, más consciente de su perversidad, que se apoye en Freud, Darwin, Nietzsche, Sade…»
  3. «El objetivo feminista de terminar con la violencia de género reeducando o reprogramando a los hombres es una estupidez que ignora los abismos del inconsciente. Son las mujeres quienes tienen que aprender a defenderse por sí mismas. (...)»


Llegados a este punto, aclaremos algo. Los trabajos compilados en Vamps & Tramps no gravitan exclusivamente en torno a las ideas políticas de Paglia. No obstante, éstas son sin lugar a dudas las aportaciones más interesantes del volumen; además, en ocasiones Paglia las mete con calzador en textos que no necesariamente tendrían por qué incluirlas. Es por estas razones, pues, que he decidido enfocar esta reseña en las cuestiones políticas que plantea Paglia y apenas incidir en otros temas que puedan aparecer en el libro. 

Y sí, aunque hasta ahora he sido completamente neutro, ha llegado el momento de que me moje un poco. Empecemos destacando los que, a mi juicio, son aspectos positivos del discurso de Paglia:

  • Está a favor de las «metas últimas» del feminismo y la liberación gay. Para mí, esto es innegociable: dichas metas son objetivos legítimos y, sobre todo, deseables. Otra cosa es cómo alcanzarlos, claro...

  • Señala a intelectuales dogmáticos y proclives al doble rasero, ideas sobrepolitizadas, gimnasias mentales y trampas retóricas (sobre todo las de la izquierda americana)... Y temas tabú sobre los que, se quiera o no, hay que debatir. 

  • Es muy atractivo para las masas. No sólo porque la pensadora aborde temas actuales o haga alusiones frecuentes a la cultura pop, sino porque, además, lo hace alejada de la erudición plomiza.   

  • Su manera de criticar, implacable y sin concesiones, sienta como un soplo de aire fresco en un ambiente asfixiado por la corrección política. 

  • Ah, y no puedo olvidarme de la idiosincrasia pagana que emplea Paglia. Gracias a ella logra imágenes muy poderosas (en especial, literariamente hablando): la mujer como suma sacerdotisa de un jardín del edén, dueña de un poder atávico y turbador; la esfera social en tanto que circo sexual repleto de guerreros y atletas... 

Y ahora, listemos los aspectos negativos del discurso de Paglia: 

  • Tiende a caricaturizar a su oposición (llega a usar tres nombres satíricos a lo largo de Vamps & Tramps, que yo recuerde, para designarla). O a aludirla de forma condescendiente. Y claro, sé que en EEUU hay corrientes de pensamiento verdaderamente esperpénticas, pero enfocarse solamente en feministas neuróticas y victimistas, estudiantes sectarias e infantilizadas, académicos oportunistas o alejados de la realidad, activistas amargados o periodistas adoctrinados, no me parece intelectualmente honesto. 

  • A veces, Paglia se monta unos hombres de paja que ya le gustaría a los habitantes de Summerisle. Y ni siquiera cuando se centra en figuras más definidas, como Rousseau o Foucault, ataca en serio a sus argumentos.  

  • En ocasiones usa ejemplos o comparaciones de cuestionable relevancia para reforzar su punto de vista. Esto se puede percibir cuando emplea su idiosincrasia pagana para apoyar sus palabras. Como ya he adelantando, ésta es muy funcional literariamente, pero carece de solidez científica como para avalar ningún argumento. 

  • Desempolva al obsoleto psicoanálisis freudiano. Un ejemplo perfecto es cuando lo usa para aseverar que «cualquier mujer, gay o hetero, que no pueda responder a los penes o que los encuentre horrendos o risibles es que ha quedado traumatizada por alguna temprana experiencia».  ¿Y qué hay de esa vez en la que lo emplea, junto a una interpretación errónea de la novela Lolita, para impulsar su ética sexual sobre los menores de edad?  

  • Paglia parece, en algunos de sus trabajos, más preocupada en promocionar Sexual Personae que en abordar el tema que tenga entre manos. También la he notado, puntualmente, tan empeñada en causar controversia y ser rupturista que prefiere soltar cualquier frase altisonante a una reflexión más honesta pero menos poderosa. 

En definitiva, Vamps & Tramps es un muestrario excelente con el que tener una visión panorámica del pensamiento de Paglia. Sin embargo, lo recomiendo solamente a lectores desprejuiciados que sean capaces de obviar la ocasional barbaridad proclamada por la académica estadounidense y puedan, asimismo, extrapolar las virtudes de su discurso.

Entendámonos. La edición de este volumen, a cargo de la editorial Valdemar, es irreprochable: traducción libre de gazapos, pertinentes notas a pie de páginas, índice onomástico, algunas imágenes y un breve pero intenso prólogo redactado por Jesús Palacios. Y, como ya he dejado claro, el libro tampoco es un mal comienzo si uno quiere adentrarse en la mentalidad de Paglia. Pero hay que reconocer que, si no es el caso, se puede volver algo cargante. Su heterogeneidad conlleva una dispersión perjudicial para el discurso de la autora; por un lado, se siente poco profunda y, asimismo, reiterativa; por otro, le sobran páginas que se desvían de los temas interesantes. Porque si algo hay en Vamps & Tramps son páginas. Muchas páginas. Demasiadas.  


También de Camille Paglia en ULAD: Sexual Personae

viernes, 18 de noviembre de 2016

Mathias Enard: Brújula

Idioma original: francés
Título original: Boussule
Año de publicación: 2015
Traducción: Robert Juan-Cantavella
Valoración: bastante recomendable

Siria, Turquía, Irán, Egipto... ¿qué nos traen a la cabeza los nombres de estos países? Vale, no hace falta que nadie conteste; cualquiera que vea los informativos de la tele sabe que las noticias que llegan de por allí no son precisamente halagüeñas: guerra, atentados, integrismo religioso, yihadismo, inestabilidad, éxodo de refugiados... Esa es la percepción que tenemos ahora mismo de ese Oriente Próximo. Pues bien, el francés Mathias Enard se ha propuesto con esta novela dar la vuelta a esa imagen de lo "oriental" (amigos uruguayos, no va por ustedes: es por emplear el mismo término que el escritor; en apariencia más vago, pero en realidad más inclusivo y hasta preciso que "árabe" o "musulmán"). Lo que pretende Enard es demostrarnos que entre Oriente y Occidente ha habido, al menos durante los últimos doscientos años, un diálogo constante, un juego de espejos en el que se han reflejado mutuamente las imágenes concebidas sobre el otro... aunque en verdad la novela se limita a dilucidar sobre esa idea de lo "oriental", generalizada hasta el punto de que incluso las propias sociedades actuales de esa zona del mundo, parecen haber asumido, en buena medida, la concepción occidental de la misma.

Desde luego, Mathias Enard está más que bien pertrechado para la tarea: orientalista también él, ha vivido en los países de los que habla en la novela y domina las lenguas árabe y persa (además de hablar el castellano mejor que yo y creo que también el catalán). En consecuencia, el despliegue erudito -pero sin llegar a la pedantería- de referencias culturales variadas resulta impresionante: por la novela desfilan orientalistas ilustres como los austríacos von Hammer-Purgstall, o Alois Musil (primo de Robert),alemanes como Friedrich Rückert y Max von Oppenheim, franceses como Charles Mandrus, traductor de Las mil y una noches, el padre Antonin Jaussen o el teórico racista conde de Gobineau; incluso el palestino Edward Said... pero también escritores y, sobre todo, poetas en diversas diversas lenguas: Annemarie Schwarzenbach (a medio camino con el apartado anterior), Georg Trokl, Osama Ibn Munqidh, Ernst Bloch, Ibn Arabi, Badr Shakir Al Sayyab, Kafka, Chateubriand, Dick al-Djinn, Marcel Proust, German Nouveau, Parviz Baharlou, Suhawardi, Thomas Mann, Nietzsche, Washington Irving, Sadeq Hedayat, Hafez al Shiraz, Heine, Flaubert, Henry Levet, Fernando Pessoa -Álvaro de Campos mediante-, Balzac, Goethe, Faris Shidyaq, Omar Jayam... Por último, y por razones inherentes a la novela, también un buen número de músicos, clásicos y contemporáneos: Félicien David, Karol Szymanowski, Julien Jalaleddin Weiss, Henry Rabaud, Hasbeyov, Bizet, Doménico Scarlatti, Franz Liszt, Mendelsohn, Wagner... y por encima de todos, Beethoven. ¿Son muchos nombres? Pues me he dejado unos cuantos...

El hilo que utiliza el autor para hilvanar todas estas referencias culturales, así como las recurrentes alusiones al reconocimiento de la "alteralidad" y la "construcción común" de un imaginario (glups... ahora que lo pienso, espero que este libro no lo lean los muchos inquisidores del anti-buenismo, o está apañado, el pobre Enard... Bueno, no; no creo que lleguen a leerlo), es la figura de un musicólogo orientalista vienés, Franz Ritter, que a lo largo de una noche de insomnio va desgranando toda una serie de disgresiones sobre esta fascinación occidental por Oriente, así como los recuerdos de sus vivencias en estos países... motivadas, en buena parte, por su prolongado enamoramiento por Sarah, que no es una moderna Scherezade, sino una especie de Lisa Simpson pelirroja y parisina, también orientalista, ella. Es la historia de estos personajes, más algún que otro secundario (Bilger el arqueólogo loco, Faugier el opiómano), lo que convierte al libro en una novela, y no en un ensayo o incluso un libro de viajes. Un viaje siempre hacia el este, siguiendo la brújula del protagonista, que marca ese punto cardinal, hacia el Oriente como metáfora del ansia vital, de la huida de la inmovilidad que prefigura la derrota y la muerte. Individual pero también cultural, colectiva. Ahora bien: si el bueno de Franz está bien definido y trazado (qué menos, si toda la novela se desarrolla a través de un monólogo en primera persona), representado como un entrañable y melancólico pagafantas con lecturas, la trama que le une con Sarah y a ambos con los demás personajes no resulta demasiado convincente. 

En mi opinión, quizás sea éste el punto débil de la novela, aunque no debió de parecérselo así al jurado que le concedió el premio Goncourt en el pasado 2015. Como, acostumbrado a los entrañablemente amañados premiso españoles, esto de los que se conceden en otros países me pilla un poco fuera de juego, no opinaré si esta concesión fue la más adecuada o no. En todo caso, sí que me parece justa. Brújula es un libro magníficamente escrito, muy interesante y, al menos para mí, ha sido grato de leer (aunque ya aviso que no me parece que la "gran historia de amor", como ha sido definida en algún medio, sea aquí lo más importante). Hasta qué punto se puede considerar una novela o no, es otra cuestión, pero, tratando como trata de la mixtura creativa, de la rotura de los compartimentos estancos en los que nos empeñamos en encerrar la diversidad de los elementos culturales, de la mezcla entre distintas concepciones del mundo... tampoco creo que eso tenga demasiada importancia.


Otros títulos de Mathias Enard reseñados en Un Libro Al DíaZona

lunes, 8 de febrero de 2016

Adolf Hitler: Mi lucha

Idioma original: alemán
Título original: Mein Kampf
Año de publicación: 1.925
Valoración: Intragable 

El pasado mes de enero se publicó en Alemania, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, una polémica reedición de Mi lucha, el libro escrito por Adolf Hitler como compendio del pensamiento político del nacional-socialismo. Se trata de una edición crítica, con anotaciones de historiadores y expertos, teóricamente dirigida a desmontar el mito nazi. La reseña actual se refiere no obstante a la edición original, tal cual, y dadas las peculiaridades del autor y el propio texto, intentaré ser lo más aséptico posible.

Dice Hitler en el prefacio que sus seguidores le impulsaron a poner por escrito sus ideas, aunque él considera que es la oratoria y no los textos escritos lo que mueve a las masas a la acción. Es una opinión que reitera en varias ocasiones, y que suena a justificación a priori de sus evidentes limitaciones para componer un texto, frente a las amplias dotes para la comunicación oral que siempre le fueron reconocidas.

Pese a lo que pueda parecer, el libro tiene cierto perfil autobiográfico, en especial en su primera parte, y que reaparece puntualmente en la segunda. El autor va explicando cómo desde su juventud comenzaron a tomar cuerpo las ideas que irá exponiendo, y muy pronto nos encontramos con lo que más o menos todo el mundo espera. Este punto de vista tan subjetivo permite detectar grandes dosis de rencor, que se desprenden en cada etapa que se va describiendo (los años juveniles en Viena, el tiempo en el frente de la Primera Guerra Mundial), y es sin duda el rencor la materia prima sobre la que se asienta el entramado teórico posterior. Es desde luego la voz de la Alemania vencida, humillada y arruinada pero, aún más allá, el tono desabrido y una ironía pobre y amarga ponen de manifiesto el resentimiento de un hombre mediocre que con seguridad carga con unas cuantas frustraciones.  

Como decía antes, enseguida se presentan las tres o cuatro ideas sobre las que se sustenta todo el libro: la supremacía de la raza aria-germánica (una especie de interpretación paleta de Nietzsche) y la consecuente necesidad de la expansión territorial de Alemania; el odio fanático -término que se repite una y otra vez- a la democracia, al marxismo y a los judíos, un triángulo contemplado como una única realidad; la exaltación de la fuerza y la intolerancia como armas políticas... En fin, todo ese universo ideológico del que cualquiera tiene una imagen interiorizada. 

El texto está lejos de la literatura política clásica, no hay una elaboración teórica real, ni las ideas se presentan de forma estructurada, ordenada o coherente. Es un continuo de ocurrencias y opiniones, que en la primera parte versan sobre todo en torno a acontecimientos políticos de la época, y pasan después a intentar conformar el ideario del partido nazi, momento en que el texto se introduce por completo en el terreno de la sandez. Pongamos como muestra este párrafo, referido a la ‘raza aria’:

‘… Resulta ultrajante representar a los pueblos germánicos de la era anterior a Jesucristo como bárbaros desprovistos de cultura. Jamás fueron semejante cosa. El áspero clima de su nórdico país los obligaba a vivir en condiciones que impedían el desarrollo de sus cualidades creadoras’. Criaturas. Valían un montón, pero es que pasaban mucho frío.

Y así, la colección de disparates, trivialidades e invenciones sonrojantes continúa al hablar de la educación, el Estado, la política de alianzas o el cultivo de la gimnasia. Todo ello, eso sí, teñido del mesianismo de un individuo que se creyó llamado a una empresa descomunal que él mismo se inventó.

Quizá lo que más sobrecoge al leer Mi lucha es cómo las ideas y propuestas de acción fueron haciéndose realidad, una tras otra, por absurdas que fuesen, de la mano del militarismo exacerbado y el fanatismo irracional que capturó a toda una nación. El resultado del delirio: una guerra que provocó más de 50 millones de muertos, el exterminio físico de al menos otros 6 millones de judíos y comunistas, y buena parte del planeta devastado.

Y una aclaración sobre la valoración. Como tengo por costumbre ajustarme de forma estricta al baremo propio de ULAD, he dudado mucho con qué calificación quedarme. Había pensado poner un ‘Se deja leer’ como rareza histórica, algo propio de una época pasada que no está de más conocer en su fuente original. Pero, sinceramente, viendo cómo ciertas corrientes -fanatismo religioso, xenofobia, violencia e intolerancia- se extienden por el mundo a estas alturas del siglo XXI, no cabe considerar inocuo semejante texto. Sería por tanto ‘repugnante’ por su contenido; pero como encima está mal escrito, y dice cosas tan alejadas de un mínimo de inteligencia, le dejamos como ‘intragable’. Vamos, que no merece la pena ni por curiosidad.