Cosas de mi mala suerte perpetua. Cuando salíamos de noche de marcha (por aquel entonces con mi Honda 125), casi se me caía la baba cuando veía aparcada una Ninja. Cada mes ahorraba como un avaro esperando el momento de tener la mía. Pero los sueños, sueños son.
Ahora David ha empezado a decir que quiere una moto. ¿Qué moto?, le pregunto con sorna. Y va y me suelta el muy cachondo que una de verdad. De pensar que pudiera hacer (cuando fuera mayor, ahora no tiene moto ni de coña) una décima parte de las barbaridades que hice yo en moto se me ponen los pelos de punta (y los llevo casi al cero). Lo mejor: volvemos a casa del cole y en nuestra calle hay varias plazas de aparcamiento para motos; se para y me vuelve a repetir que quiere una moto. ¿Cuál creéis que señala el pitufo? ¡La Kawa ZZR 600!
Esto es genética. Lo que faltaba. Otro soñador en la familia.
(Banda sonora: No tornaran - Whiskyn's)