He sentido simpatía por el tipo. Yo he hecho lo mismo. También he cedido el paso en puertas varias, ascensores y otras variadas muestras de urbanidad, no me atrevo a llamarlo cortesía. Ni que decir tiene que también he saludado sin recibir la menor respuesta. No siempre es así, pero visto el éxito mayoritario de esas conductas cívicas uno se pregunta si merece la pensa seguir comportándose amablemente.
Ya, si todos dejamos de hacerlo entramos en la ley de la selva. Pero, ¿por qué tenemos que seguir poniendo la otra mejilla unos cuantos? Porque no solo no te lo agradecen, encima parece que eres tonto. Cuando oigo rugir sobre el tema de la educación siempre recuerdo estos ejemplos. ¿Cómo podemos esperar educación, respeto y buenos modales cuando los mayores somos los primeros cafres, damos tan mal ejemplo a nuestros hijos? Joé, que la culpa no es del colegio, es nuestra, a ver si nos enteramos de una puñetera vez.
Otro ejemplo. Un crío de Infantil sacude un palazo (pala de plástico, no de la construcción) a otro en el patio. Resultado: varios puntos en la nariz de la víctima. Dice que fue un accidente al tirar la pala al aire, otros niños testigos dicen que le arreó a sabiendas. El cole se lava las manos. Consecuencias: al día siguiente el padre del "agresor" le dice a la madre de la "agredida"que esta vez le ha tocado a ella, que se joda. Literalmente. Alucinante. Sin comentarios.
Luego nos extrañamos de la indisciplina escolar, de los chavales salvajes, de los casos de violencia juvenil. Entre lo que nos ven hacer a los mayores y nuestra permisividad para con sus desmanes, qué esperamos. Recogemos lo que hemos sembrado.
(Banda sonora: Que tinguem sort - Dani Flaco)