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Pequeños consumidores

Todos sabemos que la misión del márquetin y la publicidad es vender, generar necesidades -reales o no- que necesitan satisfacerse, y crear nuevos consumidores. Los expertos en la materia codician el mercado infantil, los futuros consumidores. El problema es cuando los padres, conscientemente o no, caemos en esa trampa y les seguimos el juego.

Así, ya existe la figura del "niño consumidor", críos entre 7 y 10 años que tienen muy clarito que productos, como ropa y móviles, quieren comprar. Y, encima, les gusta ir de tiendas. La pregunta, como acertadamente se hizo James McNeal, experto en consumo infantil, es ¿cómo es posible que niños de 6 y 7 años no solo tengan dinero, sino además lo estén gastando? Los culpables son evidentes: los padres.

Sí, puede que el mercado nos ponga la zanahoria delante de las narices. Pero quién si no los padres facilitan el dinero y, llegado el caso, incitan o toleran ese comportamiento en sus hijos. Es más, al menos en los EE.UU. es una tendencia consolidada: son los padres quienes animan a sus hijos a comprar. Según ellos, comprar es tener independencia. Ser independiente es ser maduro. Y los padres estadounidenses quieren hijos maduros. No deja de parecerme curioso que mientras queremos adultizar a nuestros hijos, muchos adultos padezcan del síndrome de Peter Pan, quieran parecer siempre jóvenes, comportarse casi como adolescentes.

Es un tema de concepto. Para mí madurez equivale a responsabilidad. A un niño no se le puede exigir la misma responsabilidad que a un adulto. Mucho menos que se comporte como un adulto, o que reproduzca los mismos clichés y errores que los padres, en este caso, el consumismo desaforado. ¿Ser maduro es gastar irresponsablemente? Porque anhelar unas bambas de marca tal, o una camiseta de marca cual, ¿es consumo responsable?

Puedo entender que Alba quiera unas zapatillas en las que salgan unas princesas de Disney, porque le gustan, o David otras en las que esté el dibujo de Spiderman, pero no comprendería que se emperraran en que les comprara unas Converse, unas Nike, Adidas, etc. Por supuesto, al final se comprará lo que digan sus padres, aunque se tenga en cuenta su opinión y sus gustos, pero todo ello dentro de la normalidad. El día que David me pida unos calzoncillos de Calvin Klein se me caerá el alma al suelo.

Pero si los propios padres son fanáticos de las marcas, asumen que consumir determinadas marcas implican ciertos valores o te invisten con determinadas cualidades, apañados vamos. Nuestros hijos son pequeñas fotocopias de nosotros mismos. Y no siempre se refleja en ellos lo mejor de nosotros.

Consumo, luego existo. ¿Se supone que esto es la evolución?

(Banda sonora: Efecte Dòmino - u_mä)

¿Medidas para ahorrar?

Llegó la cuesta de enero, el primer Tourmalet del año. Esta es mi receta personal:
¿Realmente lo quiero? Sí. ¿Lo necesito? Sí. ¿Me lo puedo permitir? Sí. ¿Es imprescindible? Sí. ¿Debo prescindir de cosas más necesarias para tenerlo? No. ¿Sería preferible dedicar el dinero a otros menesteres? Llegados a este punto tanto da la respuesta. Tengo tan mala conciencia que ya ni me planteo comprarlo.




(Banda sonora: Only Love Can Break Your Heart - Saint Etienne)