Mañana empiezo a trabajar de nuevo. Una de las cosas que más cambiará a partir de ahora serán mis despertares. En la casa de Catherine y Jacques, nuestro despertador era el olor inconfundible a croissant "pure beurre" que llegaba de la cocina. A partir de mañana, volveré al pi-pi-pi de mi despertador Casio, cuando ni siquiera sea de día. (Un mal cambio, ya lo sé.)
Chez Catherine, nuestra primera visión matinal.
Lo primero salir a la terraza a ver qué día hace
"Nuestra" casa, a pleno sol. A veces pienso que tengo espíritu de aristócrata


La mesa del desayuno. Lo normal era coincidir con otros huéspedes
Para desayunar hay que tomarse un tiempo. Cómo lo echaré de menos!
Durante el día, apenas disfrutamos de la piscina, pero de vez en cuando se agradece un chapuzón
y pasar un rato en el jardín
La casa limita por un lado con un espeso bosque de pinos
Algunos días, al regresar, aún es de día
y apetece remojar los pinreles antes de cenar (esta foto me quedó un poco Twin Peaks, no?)
A las 8 en punto de la tarde, como clavos en la sala del aperitif. Yo pruebo el
Floc de Gascogne
Compartimos cena con propietarios y huéspedes. La mezcla de personal es curiosa, y la conversación interesante. Progresa y se relaja según vamos dando cuenta del vino de Bordeaux. (Ah! el don de lenguas que da el vino!) Catherine se ha esmerado con la mesa, porque N. cumple 14 años, y hay que celebrarlo.
Así que además de todo, tenemos tarta y champagne.
1 comentarios:
y sí, después de estar alojada en ese paraíso terrernal yo también estaría un poco inquieta ante el inminente sonido del casio...
(creo que no puede haber nada mejor que despertarse con ese aroma a croissants).
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