Tendría 7 u 8 años cuando Iribar me regaló esta foto. Me habían diagnosticado una escoliosis , con la consiguiente obligación de ir a nadar casi a diario al Deportivo, y de vez en cuando, a hacer rehabilitación a un centro de fisioterapia. Casualmente, los jugadores del Athletic solían pasar por allí cuando tenían alguna lesión, y yo, desde mi camilla, me acostumbré a escuchar sus bromas y sus gritos ¡Rojo! ¡Dani!. En aquellos años yo no era nada futbolera ni vivía todo lo relacionado con el Athletic como los niños de ahora, pero incluso una criaja como yo, más interesada por las cocinitas y por mi Nancy que por el fútbol, sabía perfectamente quién era Iribar, y sabía que la presencia del Chopo en los alrededores era todo un acontecimiento.
El día que Bego, mi fisioterapeuta, me anunció que en la sala de al lado estaba Iribar "Voy a decirle que venga a conocerte", me entró el pánico escénico y me escondí debajo de la camilla, en un rincón de la pared. Enseguida vi sus piernas desde mi trinchera, pero tenía claro que no saldría de mi escondrijo bajo ningún concepto.
Sin embargo él se agachó, me sonrió, me dijo alguna palabrita engatusadora que ya no recuerdo y me ofreció la mano para salir de allí. Fue entonces cuando nos pusimos de pie y me pareció el hombre más alto y más guapo del mundo. Él siguió con sus palabras seductoras a las que yo respondí con un mutismo absoluto (aunque el corazón me iba a mil), y entonces me dedicó la foto.
Recuerdo que volví a casa como una heroína, enseñando a mi hermano y sus amigos mi trofeo, como si lo hubiera logrado después de una lucha encarnizada con una manada de leones.
[Esta entrada se la debía al Txe, que la reclamó.]
El día que Bego, mi fisioterapeuta, me anunció que en la sala de al lado estaba Iribar "Voy a decirle que venga a conocerte", me entró el pánico escénico y me escondí debajo de la camilla, en un rincón de la pared. Enseguida vi sus piernas desde mi trinchera, pero tenía claro que no saldría de mi escondrijo bajo ningún concepto.
Sin embargo él se agachó, me sonrió, me dijo alguna palabrita engatusadora que ya no recuerdo y me ofreció la mano para salir de allí. Fue entonces cuando nos pusimos de pie y me pareció el hombre más alto y más guapo del mundo. Él siguió con sus palabras seductoras a las que yo respondí con un mutismo absoluto (aunque el corazón me iba a mil), y entonces me dedicó la foto.
Recuerdo que volví a casa como una heroína, enseñando a mi hermano y sus amigos mi trofeo, como si lo hubiera logrado después de una lucha encarnizada con una manada de leones.
[Esta entrada se la debía al Txe, que la reclamó.]
5 comentarios:
Ay,Virginia! esta espiga es cojonuda para cualquiera a quien el corazón le haya ido alguna vez a mil... aunque no siempre hay "camilla" ni final con autógrafo ;)
gracias Txe!!!
Joder que sí !! (uy, perdón)y tanto que es buena !! Ay perrilla, ya tenías buen gusto desde pequeña... claro que era guapo !! jajajaja, y encima sacarte de allí, si es que lo tenía todo. Claro que, puso el listón muy alto... a ver quien es el guapo que te rescata ahora y sube el nivel.
Alto, guapo y encantador. Que lo es. Menudo héroe Vir. Ni Conan...tus hermanos alinarían ¿no?
La verdad es que vivimos en una nueva era, no sé si mejor o peor, pero ya es casi imposible que un héroe te rescate de debajo de la camilla del fisioterapeuta a los ocho años, te dé un beso y te firme una foto suya con esa dedicatoria: "Con simpatía". Parece de otro mundo. ¡Qué suerte!
¿Es casi imposible? No me digas que tengo que dejar de esperar! La verdad es que con qué poquito puedes construir una historia que se te queda grabada toda la vida...(Por cierto, no se ve bien, pero la dedicatoria dice "con afecto y simpatía" (todavía mejor!).
Publicar un comentario