Durante unos años critiqué a mi padre porque era un raro y en nochevieja no comía las 12 uvas. Más o menos dejé de meterme con él cuando empecé a imitarle. Por lo visto ya no me parecía tan apetecible hacer lo que hacía todo el mundo. Un año comí 12 gajos de mandarina pero confirmé que era aún más ridículo.
Mi madre continuaba entusiasta e incansable con las uvas, y siempre nos las dejaba preparadas por si de repente cambiábamos de idea. Hasta que dejó de hacerlo, hace unos pocos años. Entonces me di cuenta de que algo había sucedido, algo que no tenía vuelta atrás.
Así que ahora soy yo quien compra uvas para mi madre y para mí, quien las pela y despepita para que ella no se atragante, y aunque quiera irse a la cama le pido que espere un poco, venga, que ya no falta nada, y aunque me muera de tristeza no se nota demasiado, y me las voy comiendo con mucho cuidado, por si acaso resulta que de verdad da buena suerte.
Feliz año nuevo a todos los que más o menos visibles, andáis por ahí.
6 comentarios:
Feliz año nuevo que esperamos esté llenito de espigas, Cheeer to you Lady V!!!!!!
cheers!!! que me ha quedado fatal
es una putada muy grande comprobar cómo la persona que más quieres en el mundo va perdiendo el entusiasmo. muchos ánimos, a comerse las uvas, todas, por si acaso, y a disfrutar el nuevo año!
ay, Vir, qué penita. pensaré en ti con una uva esta noche, una uva triste. sí.
Te propongo que te propongas esperar cada vez menos de la maldita nochevieja, a mí me funciona... felizmente me dormí en el sofá como cada día, sin gloria pero sin pena.
Y sin uvas... se me olvidaba.
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