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11 noviembre 2025

REVISIONISMO

 

Revisionismo


 Me imagino que la mayoría de ustedes conocerán la historia de “Alicia en el país de las maravillas”, menos conocido resulta el siguiente “Alicia a través del espejo”. He leído ambos libros pero no me apasionan, quizás porque uno espera encontrarse una historia más parecida a las de películas y cuentos para niños. Cuando estudiaba me pusieron ambos libros como un ejemplo de matemáticas proposicionales. Pero no resulta ello de gran interés, Entre los gustos de Lewis Carroll estaba el de fotografiar a niñas ligeras de ropa. Sus defensores dicen que lo hacía sin mala intención y los woke lo tachan de pederasta y defienden que ninguno de los libros se Carroll sean leídos aunque, como ya he dicho, las historias de Alicia tienen más de matemáticas que de sensualidad mal o bien entendida. Más difícil es saber de John Ruskin un académico escritor de obras soporíferas sobre arte que escribió un delicioso cuento  “El rey del río de oro” para una niña con la que se acabó casando. Tanto Ruskin, como Carroll son un producto de la moral inglesa de su época en que se consideraba a las niñas núbiles, casi mujeres, la representación de la pureza. El que no me guste su vida no quiere decir que no guste su lectura.

 Publica hoy Belén Ester en El Debate un artículo dedicado al cine y que titula “Las razones por las que hoy «Dumbo» jamás se habría realizado” en el que da las razones por las que hoy no hubiese encontrado un sitio en las carteleras, cita entre ellas el abuso de menores, el que la gente trabaje duramente en un circo, que se fume, que haya explotación animal, de asumir estereotipos y de cosas que ahora no gustan. Hasta el punto de que Disney en las portelas de la película en su canal de streaming viene a pedir perdón por haberla producido, la clasifica para mayores de siete años,. Ahora me siento maltratado y maltratador, vi la película con mi abuela cuando tenía cinco años y llevé a mis primos a verla con  tres, cinco y seis años. No me veo muy afectado ni a ellos tampoco. Si Blancanieves y Dumbo son producto de su tiempo  del nuestro son la Blancanieves, con actores, o la Sirenita de color que en el cuento de Andersen era de larga cabellera rubia y piel nacarada.

 La novela de misterio de Agatha Christie “Diez negritos” ha tenido que mutar el nombre a “Eran diez”, En la novela de Roald Dalh “Willy Wonka y la fábrica de chocolate” la descripción del niño alemán Augustus Gloop pasan de ser “gordo” a “enorme”. Según la novela que se lea podemos encontrar desde micromachismos hasta cualquier clase fobias ya sea hacia los gordos, los homosexuales o cualquier grupo que sufra una supuesta persecución. Pero no tenemos en cuenta que cuando uno se ve obligado a cambiar de nombre una novela, a cambiar los calificativos de una persona o a pedir perdón por una producción de hace más de ochenta años se está ejerciendo una suerte de censura.

 Ha llegado de forma imperceptible, primero no queriendo ofender con calificativos de toda la vida, cuando un hombre negro, sólo era un hombre de raza negra, ahora resulta peyorativo, un chino era un hombre de raza amarilla, ahora hay que llamarlos asiáticos, como si los indios fuesen de Almería. Al final ya hemos coartado hasta la exposición de nuestra forma de pensar . Y es que lo políticamente correcto impone uniformidad, la uniformidad encasilla y a las dictaduras son del gusto de cada uno en su sitio y en su parcela.

09 enero 2016

EL TRAJE DE LA PEDROCHE (lo prometido es deuda)


Como ya les dije en mi anterior post, el traje de doña Cristina Pedroche ha sido uno de las incipientes modas de este principio de año, hasta la cabalgata dio mucho que hablar, tras los Reyes Magos pasó al olvido, pero creo que debemos tratarlo.

Y es que la Pedroche, además de una alegría para la vista,  ha sido un tónico que ha dado que hablar en unos momentos que podemos calificar de interesantes. Creo que el público, y las noticias, han demostrado por qué se inclina y opina el respetable entre la futura coalición de un hipotético gobierno o del traje de la presentadora. Es evidente, ha resultado más interesante y atractiva la figura de la Pedroche que las maniobras de los padres de la patria.

Con respecto a los comentarios sobre las campanadas... ha habido de todo. Pero yo no voy a poner en duda ni la belleza, ni la actitud, ni la atracción que haya podido ejercer doña Cristina, creo que ha quedado demostrado y si su objetivo era llamar la atención lo ha conseguido.

Pero algo que ha excedido de sus objetivos ha sido ponernos en evidencia. La verdad es que nos hemos puesto nosotros con nuestros comentarios. Recurriré al primer comentario que se hizo. Aunque podríamos dar el nombre del soez que escribió en el muro de doña Cristina  algo así como "la primera paja del año dedicada a la Pedroche", No pone en evidencia a la presentadora, se pone en evidencia a si mismo y deja mucho que desear de su educación.

Posteriores comentarios, estos más feministas, dicen que la Pedroche da una imagen de mujer objeto, más propia del siglo XIX que del XXI y que no es el paradigma de lo que debe ser la mujer de hoy. De nuevo queda en evidencia la mentalidad de estas personas y la estrechez de sus miras. De hecho el no querer entender que las campanadas son un espectáculo, que cada cadena ha dirigido como ha considerado conveniente. En este sentido Cristina Pedroche, no sé si a gusto o con disgusto, ha interpretado su papel, no sé si ha sido de su agrado ponerse un vestido durante largo tiempo, no sé si su pareja habrá estado conforme con pasar la Nochevieja que ha pasado. Lo que si sé es que los presentadores habrán cobrado por ello y que la exhibición de Antena 3 ha sido el trabajo que se le ha dado a la Pedroche.

Una reflexión un poco más profunda lleva a plantear que si se hubiese utilizado un traje más recatado no habría habido esta clase de comentarios, pero el corolario es evidente: cambiar el vestuario para evitar comentarios es, en el mejor de los casos, temor al qué dirán; en el peor de los casos es censura. Los unos han tenido la tentación de prohibir lo que no les gusta, los otros el mal gusto de expresar de forma tan soez lo que les gusta.