(A -por orden de aparición- Lorenzo,
Darío, José María y Andrea. Muchas
gracias por todo).
¡Taratará tarááá! ¡El flexo! Si has entendido esto y lo has tarareado comilfó es que tienes sesenta años, como yo, y hace cuarenta oías la SER.
Darío, José María y Andrea. Muchas
gracias por todo).
¡Taratará tarááá! ¡El flexo! Si has entendido esto y lo has tarareado comilfó es que tienes sesenta años, como yo, y hace cuarenta oías la SER.
Y de eso va esta entrada. Hace un mes conté que cumplía sesenta y no quiero repetirme, pero es que esta provecta edad me está marcando demasiado y también marcó mi parte en lo que sigue y es de lo que quiero hablaros.
El otro día los incansables Stepienybarno convocaron un debate on line sobre arquitectura y blogs y me invitaron a asistir junto con José María Echarte, del blog n+1, y Andrea Griborio, de Arquine. Moderó el arquitecto sevillano-segoviano Darío Núñez, del estudo SF23.
Estuvimos hablando más de una hora y media, y aquí tenéis la sesión completa.
El otro día los incansables Stepienybarno convocaron un debate on line sobre arquitectura y blogs y me invitaron a asistir junto con José María Echarte, del blog n+1, y Andrea Griborio, de Arquine. Moderó el arquitecto sevillano-segoviano Darío Núñez, del estudo SF23.
Estuvimos hablando más de una hora y media, y aquí tenéis la sesión completa.
Para mí es una verdadera angustia (y al mismo tiempo una enorme excitación y un estímulo) estar con los directos de Instagram, los Team, los Zoom y los Güebinar, que ni sé lo que son, y aparecer siempre desorientado y desubicado junto a gente joven y, lo que es peor, algún que otro cuarentón que presume de viejo.
Para empezar os diré que tengo varios ordenadores, pero ninguno tiene cámara ni auriculares ni una buena conexión a internet (la justa para trabajar y consultar cosas). No tengo portátil, y para estos bolos me suelo conectar con una tableta que me regaló mi hijo mayor, que, como es natural en su edad, está muy enrollado con los cachivaches.
Para este tipo de eventos, que requieren mucha conexión a internet (técnicamente diríamos "un buen chorraco"), mi estudio no me vale, y el mejor sitio de la casa es el cuarto de mi hijo, ese hijo tecnológicamente integrado del que acabo de hablar, que recibe la fibra óptica directamente en su mesa y que desde ahí tiene la condescendencia de reenviárnosla al resto de la casa.