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domingo, 14 de junio de 2015

Diez películas que todo arquitecto debería ver

He visto estos días un artículo titulado "Las 23 películas que todo arquitecto debe ver" y otro titulado "10 películas que todo estudiante de arquitectura tiene que ver". Ante las dos listas he pensado lo mismo: "Menudo rollo". Yo no sería capaz de verlas todas. Me aburriría bastante.
Hay alguna que he visto y me ha gustado, pero no me atrevería a meterme entre pecho y espalda tanto documental encomiástico y monotemático. Si un arquitecto o un estudiante de arquitectura, además de la desgracia que ya lleva encima tiene que castigarse con estos filmes apañado va. Pobrecillo.
Fiel al lema de este blog, "quien sólo sabe de arquitectura no sabe de nada, ni siquiera de arquitectura", no me parece bien que los arquitectos tengamos que ver películas sólo de arquitectura y para arquitectos, leer libros sólo de arquitectura y para arquitectos, contar chistes sólo de arquitectura y para arquitectos, tener sólo amigos arquitectos y, en definitiva, no salir jamás del opresivo círculo de la arquitectura.
Por eso, yo me atrevo a proponer diez películas que creo que todo arquitecto (y todo médico, y todo sexador de pollos) debería ver. Es decir: "Diez películas que todo ser humano debería ver".
Por supuesto que todo ser humano debería ver cientos, miles de películas. Yo aquí le propongo diez que creo que no debería perderse, pero no quiero decir que estas sean las diez mejores de la historia. En otro momento podrían salir otras diez, y en otro, otras diez. Y así. De lo que sí estoy seguro es de que estas diez merecen ser vistas. Hay que verlas.
Todas son muy famosas, y seguro que ya las habéis visto. Pero si os faltan una o dos id corriendo a verlas, y si habéis visto alguna hace mucho y la tenéis borrosa, vedla otra vez.
En todo caso, no titulo esta entrada: "Las diez...", lo que parecería afirmar rotundamente que tienen que ser éstas y sólo éstas. Lo dejo en "Diez...", que significa diez entre miles. Tampoco digo: "debe ver" ni "tiene que ver", como en los dos ejemplos que he señalado al principio, sino "debería ver", que lo deja en un condicional posibilista o tal vez sólo posible. (Y en todo caso tímido).

Con mi amigo Emilio llevo hablando de cine desde que nos conocimos en la ETSAM, hace treinta y ocho años. Tenemos gustos parecidos o, por lo menos, compatibles. Durante años estuvimos pensando seriamente en escribir un guión para un corto. Pasamos mucho tiempo trabajando febrilmente de esta guisa:
-Tenemos que hacer un guión para un corto.
-Sí.
-Sobre una boda. La ceremonia, la salida de la iglesia, los invitados y el banquete.
-El banquete.
-Sí. Sobre todo el banquete.
-Tenemos que hacerlo.
-Sí.
Ese diálogo se repitió muy a menudo, pero no pasaba de ahí. No obstante, en nuestra conciencia queda la idea de que casi estuvimos a punto de escribir un guión para un corto. Sobre un banquete de boda. (Bueno, sobre una boda, pero haciendo hincapié en el banquete). Y, eso sí, de lo que estamos seguros es de que habría sido un corto buenísimo. Los dos sentimos mucho que la humanidad se lo haya perdido. Aunque todavía hay tiempo.
-Tenemos que hacer un guión para un corto.
-Sí.
Aparte de este frustrado guión (la industria del cine es muy difícil; nadie te abre puertas, sobre todo si sólo tienes hecho lo que digo), hemos pasado muchas horas hablando de cine.
Por eso, y porque me fío muchísimo de él, le he pedido que escoja diez películas según lo que estoy diciendo: Que no esté angustiado dándole vueltas, sufriendo por si se queda fuera alguna magnífica película (se tienen que quedar miles). Que no sea su lista definitiva de las diez que más le gustan. No. Sólo una lista de diez maravillosas películas.

Al cabo de unos días (se lo ha pensado bien) me ha mandado la lista, y resulta que sibilinamente ha buscado películas que sí son de arquitectura (leches). No obstante, son diez películas que todo ser humano debería ver. En cada una os transcribo entre comillas lo que me ha escrito Emilio (no se puede ser más lacónico, y encima se despide diciéndome que le ha quedado muy largo) y luego digo alguna cosilla, pero poco, porque sí que queda largo para el blog.
Me las ha dado en este orden, que creo que no implica calidad, sino que había que ponerlas en alguno.

1.- El apartamento. (The Apartment, 1960. Dir. Billy Wilder).
Me dice Emilio: "Obvio, ¿no? Y además te lo dije". Sí: Fue la única película que me dijo a bote pronto cuando le propuse esto. Pero ahora no me dice más.
Comentaré muy brevemente que esta es aparentemente una comedia, pero una de esas comedias con muy mala leche. (Recordad que Billy Wilder tenía cuchillas de afeitar en el cerebro). En realidad es un drama romántico, que habla de un pobre hombre cuya mayor pobreza consiste en someterse para medrar, como hacemos todos de una forma u otra. Hasta que se harta de ser tan miserable y se convierte en "todo un hombre".
Arquitectónicamente resalto el espacio de la oficina, sabiamente creado por el decorador Alexandre Trauner, que partió de un espacio realmente grande, pero él lo hizo inmenso a base de ir disminuyendo el tamaño de los muebles según iban formando las filas, creando así una falsa perspectiva forzada -también con el techo- muy agorafóbica, que subraya el peso insignificante del individuo en la gran compañía.
En cuanto a ser soltero y disponer de apartamento, parece la esencia de la libertad, pero aquí no es así.


sábado, 4 de agosto de 2012

Sentimentalismo (I)

Cuando uno hace algo para que otro lo disfrute o lo use (llamémoslo ambiguamente "arte"), incluso cuando lo hace de una manera racional y cerebral, aspira, además de a satisfacer algún tipo de necesidad, a provocar alguna reacción intelectual, afectiva, emocional y, en definitiva, sentimental, en el espectador o en el usuario. No solo no es malo que el "arte" despierte sentimientos, sino que es una de sus misiones irrenunciables. Eso abarca incluso a la arquitectura, que trasciende su utilitarismo inicial para dar varios pasos más allá de sus fines y entrar en el resbaladizo campo del sentimiento y de la emoción.


Creo en la arquitectura funcional, pero también creo que la emoción del espacio es su principal función. O sea, que incluso la más ferozmente utilitaria es antes que nada espacial, y el espacio provoca emociones y sentimientos.


Pero esas emociones no solo las consigue el espacio ampuloso, el gran volumen, porque "espacio" no es solo "volumen". Tampoco es solo lo que entienden la topología ni la geometría analítica. El espacio es todo. El espacio es volumen, geometría, forma, color, textura, olor, temperatura... todo. Y esa totalidad o plenitud del espacio nos provoca sentimientos muy complejos.

Y no solo nos provocan sentimientos estos espacios tan acogedores y cálidos:


Sino también (y muy fuertes) estos otros tan cerebrales:


-Entonces ¿a qué se debe el sentimentalismo? ¿Cómo funciona?
-No tengo ni idea.
-¿Y por qué sacas este tema en tu blog?
-Porque soy tonto. Porque me vuelve loco hablar de lo que no sé, ir buscándolo mientras escribo a tientas.
-Oh, qué cool. (Valiente soplagaitas).

Veo una distinción entre el sentimiento espontáneo (que puede experimentar cualquiera, sin preparación previa) y el sentimiento elaborado desde la cultura o la información (que experimenta alguien que ya está predispuesto y avisado). Por ejemplo, para emocionarse con el Pabellón de Barcelona, el Gimnasio Maravillas o un cuadro de Mondrian hay que haber tenido algún entrenamiento previo, mientras que otras obras se prestan a una fruición y emoción más directas.
También veo una diferencia entre sentimiento a contrapelo, experimentado desde la dureza y a pesar de ella, y sentimiento provocado, remachado sensibleramente.
Y ahí ya me pierdo. Quiero hacer grupos y subgrupos y veo que estoy haciendo el tonto. No sé adónde voy.

¿Me será más fácil entenderlo con el cine? Creo que no, pero al menos los ejemplos son más evidentes, porque el cine es un arte muy sentimental.