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martes, 21 de diciembre de 2021

Pastelería y bellas artes

A M. Carmen Montolío Burgués,
seguidora generosa de Twitter, que
me ha hecho el regalo que cuento aquí.


No me atrevo a decirlo, pero creo que ya soy un influencer, o al menos un poquito influencer, una especie de influencer but not too. (En español decimos ma non troppo). Un influens minor, obviamente, pero que se está decantando hacia la especie influens gorronis, o algo así.

En definitiva: Soy un mierdecilla, poco más que un cero a la izquierda, pero me regalan cosas. A mí con eso me vale. Me planto ahí. Yo ya lo firmo.

Me encanta. Yo, que fui educado en la austeridad y que siempre he vivido de una manera comedida y ordenada, ahora me estoy convirtiendo en un caprichoso. Y todo es por las redes: Mis seguidores me miman y yo ya he perdido el pudor: Pido cosas. Y lo malo es que me las dan. Y a menudo aunque no las pida. ¿Qué locura es esta?

Me han mandado, así que yo recuerde a bote pronto, ejemplares de la revista Nueva Forma, tortas, aceite de oliva, bizcochos, una réplica de una placa de la casa Ennis, libros... yo qué sé. Un montón de regalos que no merezco y que no entiendo, pero que me hacen muy feliz(1).

Y todo porque soy un bocazas impúdico. La última ha sido porque alguien ha juntado dos tuits que he lanzado: uno al salir de mi exitosa revisión de oncología, en la que no solo me han dicho que lo tengo todo en su sitio y en correcto estado de revista, sino que además me han aflojado la cuerda citándome para dentro de cuatro meses y no de tres, y el otro sentado en el sofá de mi casa, comiendo frutas de Aragón, que me encantan a pesar del odio que suscita la fruta confitada en mucha gente.

Pues eso: que por un lado digo que qué suerte tengo de pasar mi revisión con éxito y por otro cuánto me gusta el dulce, y recibo un mensaje de una seguidora anunciándome el envío de una caja de la prestigiosa pastelería Fantoba, de Zaragoza, experta en estos cacharritos de fruta y chocolate, para que lo celebre a gusto.

"¿Pero yo qué he hecho?" "No me lo merezco", decimos cuando nos cae una bofetada inesperada e injusta. Sin embargo, lo que es una maravilla es recibir de una manera igualmente inesperada e injusta no una bofetada, sino un beso, un piropo, un regalo. Qué enorme placer es recibir algo bueno que se merece, pero qué placer muchísimo mayor es recibirlo cuando no se merece. Qué feroz alegría disfrutar de una injusticia que te beneficia. Vivan esas arbitrariedades. Vengan dulces, que aquí estoy yo agradecido y emocionado

mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente.
Y ríase la gente.

Con esa emoción he ido a ver la web de tan prestigiosa pastelería y lo que he leído en ella me ha terminado de enamorar:


En 1660 «LA MOLINA» preparaba el chocolate para la Infanta María Teresa de España y Luis XIV, rey de Francia.
Antonin Carême (1784-1833) fue el más grande de los cocinautores, rey de cocineros y cocinero de reyes, arquitecto, pastelero y un extraordinario grafómano. Inventor del vol-au-vent, cocinero de Talleyrand, del Zar Alejandro, del barón de Rothschild…

La pastelería Fantoba ilustra a la perfección esta frase de Antonin Carême: «Las bellas artes son cinco, a saber: la pintura, la escultura, la poesía, la música y la arquitectura, la cual tiene como rama principalísima la pastelería». Lástima que el ilustre cocinero muriera 33 años antes de 1856, año de su fundación, porque, de no ser así, con seguridad Carême mismo hubiera hablado de Fantoba.


¿Pero qué maravilla es esta? ¿Pero quién fue este cocinero-arquitecto francés llamado Antonin Carême que vivió a finales del siglo XVIII y a principios del XIX y que dijo que la arquitectura tiene como rama principalísima la pastelería?

A mí, desde luego, ya me ha ganado para siempre, y desde ahora mismo lo añado a mi altarcito particular de grandes personajes de la humanidad.