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sábado, 20 de septiembre de 2025

Investigación del espacio

A Alberto Humanes


Al arquitecto y profesor Alberto Humanes da gusto seguirlo en las redes. Esos lugares llenos de odio y descalificaciones también están poblados de bondad y de generosidad. Alberto Humanes -como otra considerable cantidad de gente buena- transmite cultura y arte, y aporta siempre cosas interesantes.

El otro día ha puesto esta gravitación de Eduardo Chillida y este texto:

“De repente pensé: Por qué en vez de pegar estos dos papeles con cola, no los unes de alguna manera, los coses con cuerda o con lo que sea? Empecé a darle vueltas, a hacer pruebas y claro, inmediatamente apareció la solución. Además me di cuenta de las consecuencias que tenía. En el lugar en que antes estaba la cola metías el espacio “. Eduardo Chillida.

Sin título. 1988. Serie “Gravitaciones”. Galería Guillermo de Osma. 2022.

jueves, 17 de agosto de 2023

Ganitas de tema (1)

Por aquí cuando un niño pequeño está hostigoso y protestón, incómodo, aburrido (y encima con este calor) y se le ve que quiere liarla, se dice que tiene ganitas de tema. Eso me parece que tengo en estos momentos (será el calor), porque he hecho un comentario rápido y un poco provocativo en Twitter, he recibido rápidamente unas cuantas respuestas que no me dan la razón en absoluto y, en vez de dejarlo y olvidarme del asunto, o de reorientarlo drásticamente, insisto trayéndolo aquí para desarrollarlo más extensamente, ponerme aún más claramente en ridículo, e invitaros a que me manifestéis también vuestro desacuerdo y me bajéis aún dos o tres peldaños más en vuestra escala de apreciación.

Que conste que ni porfío por tener razón ni pretendo convenceros de nada, pero este blog es muy bueno para mi equilibrio mental y mi paz interior, y mi psicólogo me dice que lo cuente todo y me desahogue, así que allá voy. Tomadlo como una opinión, que intentaré explicar, pero que ni mucho menos pretende ser la verdad ni haceros verla.

Otro opinador, seguramente tan infundado como yo, pero con infinito mayor talento e infinita mayor intuición, Le Corbusier, estuvo por primera vez en Barcelona en 1928, apenas dos años después de la muerte de Gaudí, y quedó impresionado con la potencia espacial, estructural y plástica del arquitecto catalán ("una fuerza, una fe y una capacidad técnica extraordinarias"), pero indignado por la ridícula decoración de sus obras. De la Sagrada Familia dijo: "¡Hay que descubrirse ante esta maravilla constructiva! Es de lamentar, sin embargo, que el sentido decorativo ahogue el razonamiento matemático. Hay un contrasentido extraño en la obra de este genio".

Pero a los pies del templo encontró por fin la obra para él perfecta de Gaudí: las humildes escuelas. Porque no tenían decoración y porque con un gesto amplio y lúcido resolvían la forma, la función, el espacio y la estructura.

miércoles, 19 de julio de 2023

Arquitectura con clac (y 2)

Dedicado a Eduardo Almalé, detective infalible,
y a Enrique Parra, que se emocionó en el Panteón. 


Josep Quetglas, a modo de provocación, escribió que "solo los [arquitectos] torpes viajan a ver arquitectura". Vamos, que no entendía por qué ni para qué viajamos a tal fin. Señalaba que es una pérdida de tiempo, un gasto innecesario, una confesión de incapacidad o incluso de estulticia. ¿Es que acaso no sabemos leer un plano? ¿Es que no somos capaces de hacernos una perfecta construcción mental al estudiar plantas, alzados y secciones? Pues vaya una porquería de arquitectos que somos.

El texto de Quetglas sobre los viajes.
Impagable documento conseguido por Eduardo Almalé

Yo, como todos mis colegas, sí que sé hacerme una construcción mental de un edificio viendo sus planos; lo "entiendo"; pero "vivirlo" es otra cosa. Tengo que experimentarlo. Con los planos lo entiende mi cerebro, pero al visitarlo lo siente mi corazón(1)

Por ello, y lamentándolo mucho, me voy a limitar a comentar solo algunos de los (escasos) edificios en los que he estado(2).

¿Hay arquitectura que tenga un clac, una articulación, una clave, que dé sentido a su espacio y a su idea?, preguntaba el otro día. Y me respondía que sí.

miércoles, 19 de junio de 2019

Qué cosa rara

Qué cosa más rara es la arquitectura.

Estos días -gracias al ayuntamiento de mi pueblo, que organiza las fiestas ante la fachada de mi casa de tal modo que me anima a marcharme a ver mundo- mi mujer y yo hemos pasado un fin de semana largo en Soria.

Dos eran mis metas: los torreznos y la ermita de San Baudelio de Berlanga. Todo lo demás que viniera (San Juan de Duero, San Saturio, Numancia, el cañón del río Lobos...) sería bienvenido, por supuesto, pero lo principal era eso: Torreznos y San Baudelio. Y vive Dios que los disfruté a modo.

Ni el delicado, crujiente y grasiento tacto y sabor de los tesoros del gorrino, ni el emocionante, grávido y mágico sentimiento espacial de la ermita pueden ser explicados aquí por un glosador tan torpe (aunque entusiasta) como yo. No obstante, voy a intentar contaros una sensación rara. Qué cosa rara. Qué cosa más rara es la arquitectura. (Qué cosa más rara es todo).


Voy con ello:
Los torreznos son grasos, pero se comen con ligereza. La corteza crujiente es algo inexplicable, digno de análisis. (Qué porras análisis: disfruta y no le des más vueltas). ¿Cómo es que está todo tan tierno y blando pero con una corteza tan crujiente y quebradiza? ¿Cómo puede explotar aquello de esa manera en la boca al ser masticado? ¿Cómo...?

-Hernández: Tiene usted un blog de arquitectura. Deje de hablar de comida, que además está usted oblongo, qué vergüenza de hombre, ¿qué digo de hombre?: de mamut, y escriba sobre San Baudelio.
-Voy a ello cariño.

Mi esposa tiene razón. Voy con San Baudelio. (Por cierto: A ella también le gustó mucho).

La ermita tiene eso que tienen algunas obras señeras de la arquitectura de todos los tiempos: Es algo esperado, paladeado de antemano, algo en lo que uno se ha documentado un poco antes de ir. De modo que cuando uno al final está ahí comprueba que es lo que ya había visto y leído; es en gran medida lo que esperaba; pero es algo nuevo y que le sacude a uno desde dentro y desde fuera.

Qué cosa rara.

No pretendo "explicar" San Baudelio. Entre otras cosas porque no tengo ni remota idea. Así que no voy a hablar ni de mozárabe, ni de prerrománico ni de nada de eso. Quien quiera saber, que busque a alguien que sepa. Solo pretendo contaros la sensación que tuve, si soy capaz.

viernes, 3 de mayo de 2019

La sala de cristal

(De alguna forma, esta entrada continúa la
anterior. ¿Para qué sirve la arquitectura?)



Acabo de terminar de leer la novela La casa de cristal, de Simon Mawer.
(Nota previa: No voy a destripar nada del argumento. Podéis leer esta entrada tranquilamente. Incluso es posible -ojalá- que os anime a meteros con el libro).


Trata sobre la casa Tugendath, de Mies van der Rohe, pero al ser una historia de ficción el autor crea los personajes y sus circunstancias, y por lo tanto cambia los nombres de todos y de todo.

El matrimonio encargante de la casa no son los Tugendhat, sino los Landauer, pero también son judíos ricos (él es judío, ella no, y sus hijos son "mestizos"). No se dedican a la industria textil, sino a la automovilística. El arquitecto de la casa no es Mies, sino Rainer von Abt (que en un momento dado, a modo de guiño y de cameo, menciona a Mies como un gran arquitecto a quien conoce), y la ciudad donde se construye la casa no es Brno, sino la inventada Mêsto(1), también en la recién creada República de Checoslovaquia.

Sin embargo la casa, aunque ahí se llame Landauer, es la Tugendhat: No solo se describe minuciosamente en todo momento y en todos sus detalles, sino que se muestran sus cuatro alzados en las portadillas de cada una de las cuatro primeras partes, y una axonométrica en la de la quinta y última.


(Lo que es una pena es que para la portada hayan escogido otra casa. Incluso se aprecia que el ventanal es en arco. La imagen va muy acorde con una sensación de luz y de dominio de las vistas desde arriba que se menciona y se siente mucho en la novela, pero yo habría buscado una foto de la casa auténtica).

Las fechas de construcción son las mismas, las circunstancias muy parecidas, y la casa es esa. No cabe la más mínima duda: La parcela en pendiente, el jardín, la gran sala dominando desde la altura, con unos cristales que se escamotean en el sótano mediante unos motores, el acceso por arriba, la curva en el porche superior... Todo es igual.

viernes, 27 de julio de 2018

El espacio no cuenta

Se me ocurrió este tema para el blog y se me había olvidado.
Carla Arnal y Manuel Baena me ayudaron a recordarlo.
Por ello les dedico esta entrada.


Hace unas semanas he estado en Salamanca y he vuelto a disfrutar de sus dos catedrales. Se entra por la fachada norte (plaza de Anaya) de la catedral nueva y se pasa de esta a la vieja y después al claustro.
El claustro es, pues, la guinda final de un fantástico recorrido, la despedida, y tiene este magnífico aspecto:


Sí, bueno, claro. Le han plantado esas cabinas. Hay que entenderlo: Hay muchos turistas viendo la catedral, y han pagado -lo que les hace poseedores de derechos-, y algunos tienen que dar rienda suelta a sus apretones.
El punto rojo, en el centro del claustro, señala el emplazamiento de los urinarios.

Dejo esto aquí un ratito. Voy a perderme y a contradecirme un poco por ahí y ahora vuelvo.

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martes, 21 de noviembre de 2017

Los libros de la tía Felisa

Los arquitectos MVRDV han hecho en Tianjin-Binhai (China) una biblioteca A-LU-CI-NAN-TE.


Siempre he dicho que la arquitectura es espacio, y que el análisis y la valoración de la arquitectura ha de ser la del espacio que configura. En ese sentido esta biblioteca es plausible y admirable. Y con bola.



Es un espacio impresionante, absorbente e hipnótico. Es un espacio de una vez, como el Guggenheim de Nueva York o el Panteón de Roma. Es arquitectura en esencia, es arquitectura de pata negra.
Es una obra magnífica. Estupenda.

viernes, 29 de abril de 2016

Laberintos

El laberinto es el arquetipo de una cierta concepción espacial, o espacial-psicológica-topológica.
Es un modelo que siempre ha fascinado al ser humano. Hay muchos mitos, muchas historias y muchos símbolos que ocurren en un laberinto o tienen un laberinto como fondo o como referencia, o configuran ellos mismos un laberinto.
Antes de entrar en faena, de meterme en un jardín, en definitiva, de entrar en el laberinto, diré lo que no lo es. Esto no es un laberinto:

El no-laberinto de la catedral de Chartres

En el suelo de algunas catedrales hay un mal llamado laberinto. Es una alegoría de la vida. Se entra por un punto señalado y se va recorriendo hasta llegar al centro, que es la muerte y la resurrección. Ese camino es enrevesado, da muchas vueltas, hace que vayamos hacia el norte y de repente hacia el sur, hacia el este y de pronto hacia el oeste. Muestra la desorientación de la vida, el desconcierto. Pero al final se llega al triunfo.
Es costumbre recorrer ese aparente laberinto en oración o en meditación.
Sin embargo, no es un laberinto en absoluto. No tiene pérdida. No admite ninguna opción, ninguna decisión. Sólo hay que seguirlo atenta y disciplinadamente. Es imposible perderse en él, pero también es imposible tomar ningún camino imprevisto. Es la dictadura absoluta. "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Si seguimos el trazado señalado nos salvaremos. Es muy fácil, pero también muy árido y muy rígido. Es tan fácil que es imposible hacerlo mal. No hay manera de perderse.

Falsos laberintos de las catedrales de Chartres y de Reims.
Muy enrevesados, llenos de vueltas y más vueltas, pero la
meta se encuentra siempre. Imposible perderse.

Otra alegoría del camino de la vida, que sí tiene algo más de laberíntica, es esta:

Juego de la oca

(De hecho, una de sus casillas es el laberinto).
También es una alegoría de la trayectoria vital, con sus éxitos y fracasos. En este caso sí hay diversas circunstancias que pueden dar al traste con nuestros proyectos. Aquí no se gana siempre, como en las catedrales. A veces se pierde momentáneamente y luego se gana, y a veces se pierde definitivamente. Pero ello no es fruto de nuestras decisiones, sino de la mera suerte, del dado. Es una alegoría desasosegadora. Somos juguetes en manos de la fatalidad. Pasan cosas diversas, pero tampoco tomamos decisiones ni podemos hacer nada.

Un laberinto, según la RAE, es un "lugar formado artificiosamente por calles y encrucijadas, para confundir a quien se adentre en él, de modo que no pueda acertar con la salida". Creo que el quid de esa definición está en la palabra "encrucijadas". En los laberintos de las catedrales no hay encrucijadas. En el juego de la oca sí las hay, pero el dado decide por nosotros.
Observemos que la definición de la RAE es sólo aparentemente cruel, pero en realidad alberga una esperanza. Quien nos mete en un laberinto nos da una oportunidad de escapar. Al Minotauro no le encerraron en una jaula, sino en un laberinto, lo que es muchísimo mejor. Por muy bien diseñado que estuviera (y Dédalo lo diseñó realmente bien) tenía una posibilidad de escapar.
El laberinto es una oportunidad.
(Por otra parte, estoy convencido de que el Minotauro, después de tanto tiempo, ya conocía de sobra el trazado del laberinto, y si no salía era porque no quería. Vivía con comodidad, y le alimentaban regularmente con jóvenes, que atrapados en aquella trampa desconocida para ellos quedaban a merced del monstruo).

Laberinto de pasatiempo de tebeo

Mi primer recuerdo de laberintos data de los tebeos de mi infancia. "Ayuda a Pedrito a encontrar sus libros", "Haz que el coche llegue a la playa". Ahí sí había dudas. A cada paso había que elegir.
La vista privilegiada desde arriba me permitía dominar el laberinto en planta, y el uso de un lápiz me ayudaba a no repetir errores. Así que con apenas dos o tres correcciones lograba el objetivo. Habría que imaginar qué se siente caminando por un laberinto sin ver más allá y sin saber si se ha pasado ya antes por el mismo punto. Recuerdo los de las películas La Huella y El Resplandor.

Fotograma de La Huella (Sleuth, 1972)

Fotograma de El Resplandor (The Shining, 1980)

(En esta última el niño tiene una idea genial aprovechando que la nieve puede actuar como mi lápiz en los tebeos).

martes, 23 de junio de 2015

Cero en arquitectura

El número cero nos parece algo tan obvio que no nos imaginamos vivir sin él. Forma parte de nuestra forma de contar, de numerar, de entender el mundo y de vivir, y nos parece algo consustancial con nosotros, elemental y evidente. Sin embargo es de una sofisticación extrema.
Los griegos y los romanos, que eran tan listos, jamás intuyeron su importancia. El cero era la nada, la no existencia. Por lo tanto, no servía para nada y no se tenía en cuenta. Bueno: Ni los griegos, ni los romanos, ni los cristianos medievales... Hasta hace cuatro días no lo hemos adoptado en nuestras vidas.

¿Qué es para nosotros el cero? El vacío, la nada. Sí. Pero sobre todo es un hueco.
(Y ahí entendemos hueco como sitio -hacer sitio-, como espacio, como vacío, como casilla, como...).
Mejor lo diré con un ejemplo: El 0 no es nada, pero no es lo mismo el 0 de 106 que el de 160, ni tampoco es lo mismo que no lo haya: 16. Tampoco son iguales 1600 y 10000000006. Las cifras significativas de estos ejemplos son el uno y el seis, pero no podemos decir que el cero no sea nada o que no sirva para nada. El cero tiene el inmenso poder de poner al uno y al seis en distintos sitios, y con valores muy diferentes.

Piet Mondrian, Composición en rojo, azul y amarillo.
(Podríamos ver el blanco como cero que sirve para
"colocar" al amarillo, a los rojos y a los azules)

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El concepto moderno de espacio arquitectónico

Los del ranking de blogs de arquitectura me han subido de golpe del puesto 72 al 39. ¡Vaya! Esto me carga de responsabilidad, así que hoy debo ser serio y endiñaros un poco de doctrina.
(Que conste que me han debido de subir por algún ajuste raro. Lo primero es que de Wikio han pasado a llamarse ebuzzing, y lo segundo es que nadie o casi nadie baja de puesto, así que ha debido de haber una limpia general, y a partir de ahí volveré a bajar y a normalizarme, y trataré de las banalidades habituales. Pero hoy voy a ser pero que muy serio).
Hay un libro de Giulio Carlo Argan que se titula El concepto de espacio arquitectónico desde el Barroco a nuestros días, de los años sesenta y hoy descatalogado (como tantos y tantos libros fundamentales), que a mí me parece interesantísimo. (Era de la editorial Nueva Visión, de Buenos Aires, y aprovecho para agradecer a las editoriales argentinas la inmensa labor que han hecho por la cultura en castellano, y lo mucho que les debemos desde España. También saludo con cariño a las bibliotecas y a las librerías de viejo, que nos dejan conocer tantísimos libros que el mercado y la moda han devorado).
Bueno: Al grano. He dicho que hoy me pondría estupendo, pero tendré piedad de vosotros y simplificaré todo lo que pueda.
Aparte de esto, hay que tener en cuenta que cuando se habla de términos tan resbaladizos hay que exagerar o, por decir así, forzar los contrastes. Ni lo blanco es tan blanco ni lo negro es tan negro. Es una forma de entendernos.
Argan dice que el espacio no es una relidad objetiva, definida, con una estructura estable, sino que es un concepto; es decir, una idea que tiene un desarrollo histórico propio.
Desde el Barroco hasta nuestros días ese concepto de espacio se ha transformado desde ser considerado algo previo hasta entenderse como consecución final.
Antes del seiscientos la arquitectura se pensaba como representación del espacio, pero en el Barroco se transformó hasta concebirse como determinación del espacio.
El arquitecto del Barroco se da cuenta de que el espacio no existe previamente, sino de que él lo puede crear. Imaginaos la normativa estricta del Renacimiento, los órdenes, la claridad de composición. Entonces el arquitecto también creaba, pero su creación era para constatar que el espacio era como tenía que ser, que la obra se había realizado correctamente.
Sin embargo, el arquitecto del Barroco crea convexidades y concavidades que chocan, explosiones imprevistas y desordenadas, contradicciones. El espacio no es previo, sino que se va determinando a través de las formas arquitectónicas. El arquitecto hace que el espacio palpite, y el ser humano se ve inmerso en una concepción mental, en una abstracción que, no obstante, se materializa muy carnal y concretamente.
El espacio da vértigo.
El arquitecto ya no representa el espacio, sino que lo hace.

sábado, 2 de octubre de 2010

Sobre Frank Lloyd Wright

Entro en mi blog a menudo, lo confieso, con un poco (bastante) de vanidad. Lo que empezó hace un par de meses siendo solamente el desahogo de un protestón está teniendo más éxito del que podía imaginar.
Pero me parece que la mayoría de los que entran aquí lo hacen por error. Miro las estadísticas y veo que entra gente de Argentina, de México, de Estados Unidos, de Canadá, de Rusia... Me parece increíble. Pero miro qué post se ha visto más veces y compruebo, con vergüenza, que el más leído es el titulado "Frank Lloyd Wright. Post veraniego", en el que escribo cosas tan importantes como que un personaje de los Simpsons (Kent Brockman) tiene una casa de Wright, y que el arquitecto de la super caja fuerte del Tío Gilito toma el nombre prestado de Frank Lloyd Wright. Hay muchísimas personas en todo el mundo que teclean "Frank Lloyd Wright" en google , y algunos de ellos acaban encontrando esa entrada en mi blog. Qué vergüenza.
Lo titulé "post veraniego" para indicar que era una cosa ligera, relajada, en broma, y más o menos vine a insinuar que en su momento trataría a Frank Lloyd Wright con seriedad y rigor. A eso quiero ponerme ahora, y me resulta inabarcable.
A Wright le he dedicado años de mi vida, primero con mi tesis doctoral y luego con una novela. (Esa novela, titulada La Hoja Desnuda, os la podéis descargar si pincháis el dibujito de su portada, ahí, a la derecha; un hermoso diseño de Gema, lectora y participante activa en este blog).


domingo, 11 de julio de 2010

Moholy-Nagy en Madrid

El Círculo de Bellas Artes de Madrid expone una serie de fotografías, pinturas, películas y objetos de uno de los grandes artistas de las vanguardias del siglo 20, László Moholy-Nagy.


Fue profesor de la Bauhaus, con Kandinsky, Klee, Gropius y tantos otros personajes apabullantes. Es un artista colosal. Su afán de trabajar con la materia, el movimiento y la luz le llevó de la pintura y la escultura a la fotografía, al cine, a la construcción de artefactos que se movían, producían reflejos y destellos, disolvían la forma en apariencias mutantes, etc.
No pretendo extenderme, ni dar una clase, ni nada de eso. Sólo quiero señalar un detalle: Hay un momento en que el arte de vanguardia descubre la íntima relación del tiempo y del espacio, del tiempo y la forma. Para explorar esto (la mal llamada dimensión temporal del espacio), algunos como Moholy-Nagy prueban a que los objetos artísticos se muevan, lancen destellos y reflejos, de modo que el espectador vea cómo la forma espacial evoluciona en el tiempo y queda condicionada y modificada por éste.
Otros dejan las formas quietas, y hacen que sea el espectador el que las recorra, empleando tiempo, y que ese tiempo de exploración y análisis modifique la percepción de la forma. (Pongamos por ejemplo al primer Frank Lloyd Wright y a De Stijl).
Y, por fin, otros liberan al espacio de su modificación temporal, y lo aíslan en un "cromlech" mágico, intemporal y antitrágico. Lo trágico es el tiempo, no el espacio. Aislando el espacio lo salvan. (Pongamos como ejemplo a Oteiza, al Wright del Museo Guggenheim de Nueva York y al último Mies van der Rohe).
En esta apresurada evolución, Moholy está en el primer estado. A Mies no le caía muy bien. No le gustaba nada Moholy. Pero a todos nosotros nos entusiasmará. Nos vemos en Madrid, en el calorazo de julio y agosto, sintiendo el frío sobrenatural de las fotografías y artefactos de Moholy. Una maravilla, superior incluso al aire acondicionado.