Interesante que
para su primera coproducción con Polonia, Disney haya escogido un Noir de
época. Teniendo como trasfondo la capital de Silesia en 1936, en vísperas de las Olimpiadas de Berlín,
conocemos a Franz Podolsky un policía que maneja sus problemas personales con
la misma poca ortodoxia con la que maneja la investigación de los crímenes que
le encargan.
Podolsky vs El
Monstruo de Breslau
Es una lástima
que las plataformas de streaming estén tan enfocadas en filmar historias en el
extranjero para luego desenfocarse totalmente de una campaña para promoverlas.
Este primer esfuerzo conjunto entre Disney y la televisión polaca ha tenido tan
poca publicidad que hasta una semana antes de su estreno yo no tenía la
seguridad de que fuesen a pasarla en Estados Unidos.
Comenzamos en Breslau,
capital de Silesia, en el Año de Gracia de 1936 (léase tercer año del reinado
de Adolfo Hitler, el Primero de su Nombre). El comisario Franz Podolsky tiene
ordenes de trasladar un criminal del juzgado, donde se le ha encontrado
culpable de la violación y asesinato de catorce niños, hasta su nueva cárcel.
Debido al dinero
y poder de su familia, el pedófilo se ha librado de la guillotina y de una
temporadita en Buchenwald. “ El monstruo de Breslau” irá a un manicomio en los
Alpes. Podolsky observa entre la muchedumbre aglomerada en la calle a una niñita
morenita de trenzas y aspecto desaseado. Esa imagen le da el valor de seguir
con su plan. Demanda poder viajar con el asesino en un vagón policial.
A la mitad del
camino le quita al preso las esposas, justo cuando Erwin Benk, devoto ayudante
y cómplice de Podolsky, choca su carro contra el vagón. Podolsky saca su
revolver y mata al prisionero. Nadie cree su excusa de que el muerto se desembarazó solo
de las esposas y el comisario es suspendido mientras se investigan los hechos.
La acción pasa a
tres meses más tarde y a tres subtramas. Vemos a la niñita de las trenzas, mendigando
y cantando en yiddish bajo la ventana del ginecólogo de la esposa de Podolsky.
El matrimonio ha venido a que el medico confirme que Lena puede embarazarse.
Mal momento para escribirle a la cigüeña. Podolsky no le ha dicho a su mujer
que lleva tres meses desempleado, que hay una investigación en su contra, y que
es posible que vaya preso.

Va a suplicarle,
sobre copas de vodka―nuestro protagonista es aspirante a alcohólico―a su
superior, Leopold Barens, que le devuelva su empleo. Barens le dice que debió
haberlo pensado antes de matar a Félix von Berg alias “El Monstruo de Breslau”.
La KRIPCO (policía criminal) alemana ha sido fusionada con la SS/Gestapo. Quien
manda ahora es Heinrich Himmler. A los nuevos lideres no les simpatiza un
policía que desobedece órdenes y que es hijo de un carnicero polaco. El
problema de Podolsky es que no entiende los tiempos que vive y no toma a los
nazis muy en serio.
La Muerte de
un Atleta Judío
Entretanto, en la
estación de Breslau se espera a la delegación deportiva polaca. Son quienes competirán
en Las Olimpiada de Berlín, pero han aceptado hacer su entrenamiento en las
facilidades deportivas de la capital de Silesia. Esta generosa oferta a un país
que Hitler desprecia es una manifestación de la atmosfera de buena voluntad que
Alemania pretende crear en la prensa extranjera y así poder continuar siendo la
sede de los juegos olímpicos.
Antes de la
llegada del tren, vemos a un grupo de camisas pardas armados de rocas, Erwin
Benk está ahí y los desarma y dispersa. Se le acerca Zelda, una prostituta
amiga, que lo soborna con cinco marcos para saber en qué hotel estarán alojados
los polacos.
Bajan del tren
los atletas y destaca el lanzador de jabalina, Leon Rosenblum. Con mucho
desplante anuncia que viene preparado para ganarle al campeón alemán, Helmuth
Sule a quien ya ha vencido en otras competencias. Ante las cámaras, Rosenblum
anuncia que con su “fuerza judía y valor polaco” derrotará al campeón ario. El público
lo abuchea. Francamente, este Rosemblun corteja algo más que un par de
piedrazos.

Hay una subtrama
que interrumpe la acción. Se trata de la relación marital de Podolsky. El ginecólogo
le ha anunciado al comisario y a Lena, su mujer, que no hay nada que les impida(físicamente)
la posibilidad de ser padres. Para ayudar el proceso les proporciona el famoso
calendario del ritmo solo que ahora deben usar los días prohibidos para quienes
lo utilizan como método anticonceptivo.
SPOILER: Presten
atención a Lena. Es la gran Pistola de Chejov de la trama.
Ante de ir a
entrevistarse con Barens, el comisario le promete a Lena regresar en la noche
para aprovechar el calendario. Ella exige que le traiga champaña. “El vino es
para las putas” Lo siento Lenita, pero la con facha de zorra aquí eres tú. ¿Tanto collar de perlas
para ir al ginecólogo? El resto del episodio me da la razón.
Con el dinero que
le da su jefe, Podolsky se va a jugar a las cartas, bebe y gana. Compra buena champaña
y un ramo de rosas y vuelve al hogar. Lena lo espera vestida con una sábana,
pero se niega a acostarse con un borracho.
El policía pasa
la noche en el sofá de la sala. Únicamente en la mañana consigue arrimarse a su
mujer en un rincón. Están en lo mejor, cuando tocan la puerta, es el pobre Benk
que viene con mensaje de Barens. Ha ocurrido un doble asesinato y es la última
oportunidad de Podolsky de reintegrarse a la policía.
Cuando Podolski
llega a la suite del Hotel Hungría se encuentra dos cadáveres desnudos. Son la
prostituta Zelda y el atleta judío Rosenblum. El asesino los ha ultimado a
balazos y después les ha quemado los ojos con cloro. Además ha tenido la
precaución de extraer las balas para que los polizontes no puedan identificar
el arma homicida. Podolsky se da cuenta que se las tiene que ver con un psicópata
sádico, pero inteligente.
Se le va la
mañana al policía descartando al atleta rival (muy tonto para ser el asesino)
como sospechoso, y entrevistándose con Barens y su verdadero patrón, el Oberststurmbannfuhrer Johann Holtz que
se ve muy afable, pero es clarísimo. Si Podolsky resuelve el caso podrá
reintegrarse a la policía con todos sus derechos, privilegios y una hoja
limpia. Si no lo hace demostrará que Barens estaba errado. A solas con Barens,
Podolsky descubre que si no encuentra al asesino, se culpará a Holz
de incompetente y que este los arrastrará a todos en su caída.
Buscando Desesperadamente
a Lena
En su retorna al
hogar, a Podolski lo espera un desorden
de vestuario, restos de cocaína y desaparición de Lena. Parte a buscarla y eso
nos permite un atisbo de la alocada vida nocturna breslaviana que no parece
envidiarle nada a la de Berlín. Comienza en el Bar Luxor, sigue en un salón de
baile donde (como corresponde a la imagen “moderna’ que quiere proyectar el Reich) al son del swing, las parejas bailan
jitterbugh, y acaba en un casino donde se encuentra con su forense, el Dr.
Kracauer.
Hay un leitmotiv
en todos estos espacios. Todos los camareros y barmen conocen a Podolsky, saben
que es un alcohólico, saben que tiene una esposa más joven y que su matrimonio
no es ideal. Es en el baño del casino donde Podolsky encontrará a su mujer con
la cabeza metida en el inodoro y semi inconsciente.
La carga de
regreso al hogar donde, mientras Lena duerme su borrachera, el detective
registra el bolso de su esposa y encuentra varias sorpresas. Junto a la cocaína
están las bragas de Lena muy dobladitas. La revisa y ve que anda sin calzones,
parte de la base de que ha tenido sexo con otro (y justo en los días del
calendario).
El tema pasa a
segundo plano cuando encuentra el policía también un recorte de la noticia de
la muerte del “Monstruo de Breslau”. La foto tiene los ojos quemados por
cigarrillos y con la nota viene un mensaje del asesino en serie que comienza
con una cita bíblica para pasar a lo personal: “Tú y yo Podolski somos iguales.
Ambos queremos limpiar la ciudad”.
Esto es nada más
que en el primer episodio los otros nos tendrán involucrados en una frenética
búsqueda de un psicópata que alcanza a acabar con cinco vidas (ni hablar de
daños colaterales) antes de ser atrapado y ultimado. En este misterio hay tal
cantidad de pistolas de Chejov y pistas falsas (red herrings) que
dilatan la investigación llevando a Podolsky a cul-de-sacs y que
cofunden al policía y al espectador.
Podolski No me
Simpatiza
Yo soy de las que
se engancha con un relato si los personajes me interesan. The Breslau
Murders no es una excepción. Tengo mis favoritos, los dos únicos decentes
en esta fabula sórdida donde pululan personas depravadas y mezquinas. Me
refiero a Erwin Benk, tan leal, tan honesto, tan buena gente y a su superior Leopold
Barens, un caballero que se debate (para no perder su puesto) entre tener que
inscribirse en el Partido Nazi―todo policía del Reich debía ser miembro―que desprecia,
o seguir apoyando las insubordinaciones de Podolsky.

Obvio que en una
historia donde no se sabe quién es más destructivo: si los nazis o el
protagonista, hay muchos personajes que inspiran compasión: Zelda, la primera víctima;
el Dr. Kracauer; el pobre Abram al que Podolski le toma un inexplicable
fastidio; Uwe Gruber y su familia. incluso me conmueven los poderosos Holz , en
su faceta de padres que descubren que ni ser arios, ni ser nazis, ni tener
poder los libra del miedo y dolor de tener un hijo enfermo. Un tema que mejor
se desarrolló en la Segunda Temporada de Charite.
Los Holz quieren proteger a su hijo de un regimen al que sirven.
Todo este
preámbulo es para explicar que no hay manera en que pueda sentir empatía por el
comisario Podolski. Hay quien ha comparado a Podolsky con Carl Morck del Departamento Q. Hay quien dirá que a mí me gustó Morck
porque lo interpretaba Matthew” Slurpy” Goode y aquí en cambio tenemos un actor
que no sigue los cánones de belleza occidentales.
Por empezar, Tomas
Schuchardt es considerado galán en su patria y a mí me gustan los gorditos si
sus personalidades superan sus kilos de más. Por eso me han gustado muchos
personajes interpretados por Spencer Tracy, Topol, Orson Wells y otros histriones pasados de peso.
Mork y Podolski tenían
en común ser arrogantes e incapaces de demostrar su efecto por otros, pero el protagonista
de Departamento Q poseía una intuición que le falta a su colega alemán.
Mork era lo suficientemente listo para ver el potencial de Akram, Rose y Claire
y a Hardy lo trataba como un igual. Podolsky trata a todos como inferiores
incluso a los superiores. Es tan tonto y egoísta que no ve ni la realidad
política, ni el peligro en que pone a la gente que lo quiere y lo asiste. Su
tratamiento del devoto Sargento Benk es la apoteosis del egoísmo.
Podolsky y su leal Benk
El detective huraño,
dependiente de substancias y arrogante, es un tropo de los whodunnit históricos,
pero Podolsky no tiene cualidades redimibles. Como se lo explica Barens―que es
el Pepe Grillo de este Pinocho― Podolsky, en su incapacidad de entender
que vive bajo un régimen totalitario, “es más estúpido de lo que pareces”. Barens
además lo define como alguien que “destruye lo que toca” y a quien no le importa nadie más que el mismo.
La serie nos dice
que Franz Podolsky es una leyenda, pero nunca llegamos a saber el motivo. Su cuñada se queja de que el carnicero Podolsky gastó lo
que no tenía enviando a Franz a la universidad. No se nota. No solo Franz es
ignorante y poco intuitivo, incluso cuando no está embotado con el alcohol, le
molesta ver gente más culta que él. Por eso se pone celoso al ver a Lena hablar
en inglés con Peter Fox y al oírla recitar poesía con su sobrino.

En Babylon Berlin, la narcodependencia
de Gereon Rath nunca puso en peligro sus
casos. En apariencia era un tipo atractivo y simpático, también un gran bailarín.
Su error era permitir que los prejuicios y problemas personales lo hiciesen
prescindir de personas que podían ayudar en sus casos. Solo en las últimas
temporadas cuando se convertiría en el robot de su propio hermano, que el
personaje decayó . Hemos visto policías
con graves problemas personales en Sol Negro
y en Vienna Blood, pero ninguno tan inoperante, ordinario e infantil como el
protagonista de Los Asesinatos de Breslavia.
Creo que lo más
desagradable de Franz Podolsky ,aparte de sus modales ramplones y su soberbia ,
es su ingratitud. Es ingrato con Erwin,
con el Dr. Kracauer, con Inga y sobre todo con Barens a quien llama “un viejo jodido”
cuando este lo ha rescatado después que el inmaduro policía ha tenido una
pataleta depresiva que lo lleva a lanzarse a un rio.
En cuanto a sus
métodos detectivescos, Podolsky no es ningún Sherlock Holmes . El modo en que
conduce sus interrogaciones no es muy dispar a la de los SS: manipulaciones,
amenazas, chantajes. Es el investigador más
patético que se haya visto desde que Matthew Rhys se puso los calcetines de Perry Mason.
Lo Mejor de
Los Crímenes de Breslau
A pesar de este
protagonista tan poco recomendable, voy
a recomendar la serie, pero antes vamos a examinar sus virtudes
cinematográficas, comenzando por las actuaciones. Al no conocer a muchos
actores, me he quedado con el histrionismo de tres secundarios a quienes veo en
facetas muy diferentes a otras actuaciones que he presenciado.
Encabeza la lista
Adam Bobik quien ya atrajera mi atención en Krol como el líder fascista polaco. En su rol del
Sargento Erwin Benk, Bobik exuda humanidad, lealtad, e intuición. Recuerdo a Carolina
Gruszka quien diese vida a la amante alemana del protagonista de Los Optimistas, a la que una bala perdida ultimaba el día
de la inauguración del Muro de Berlín. Claramente el rol de la Dra. Eissmann exige más de su capacidad actoral.
Ni en IMDB ni en
la Wikipedia mencionan en el reparto a Jan Hrynkiewicz quien me hiciese llorar
como el infortunado Herschel que tras sobrevivir Auschwitz encuentra el amor en
la persona equivocada en la miniserie suiza Laberinto de paz. Aquí da vida a Abram Niepold, un joven
sospechoso que, por una razón incomprensible, merece un trato más duro y hostil
de parte de Podolsky, pero hablaré más de eso en una nota separada.
The Breslau Murders es un agasajo visual gracias a la
filmación en zonas históricas lo que permite apreciar la belleza de la ciudad
reconstruida después de la Segunda Guerra Mundial. En términos de vestuario hay
una ironía. Las mejores prendas se las han puesto a las extras que se pasean
por las calles o por los espectáculos nocturnos breslavianos.

En cambio las
protagonistas no lucen sino deslucen. Inga se entiende, siempre está en drag,
pero Frau Podolski debería haber sido un maniquí para la moda de ese verano. A
la pobre Lena la tienen en tres atuendos: el de Eva: ropa interior, y muchos
vestidos de noche que no llaman la atención tal vez porque la modelo no tiene
con que llenarlos.
En cuanto al
resto, La banda sonora es lastimosa
combinando opereta con lieders; temas del swing estadounidense (la
versión de “Bei Mir Bist Du Schon” de las
Hermanas Andrews (1937) con algo más contemporáneo como un “That’s Life “ que corresponde
a un Sinatra del ‘66 y alguna música incidental que no captura ni la época ni
la atmosfera de novela negra. Con tanta música popular alemana de los 30s que
hay en YouTube, lo mejorcito que encontraron fue este tema polaco de 1932 que
Lena baila durante una de sus borracheras.
Hablando del
libreto, este intenta abarcar demasiado sin nunca decidirse a qué género
pertenece Los asesinatos de Breslavia, si novela negra o drama
histórico. Esto lleva a varias subtramas, algunas prescindibles como la del
periodista inglés, y a una hilera de cabos sueltos que deja el atropellado
final.
Ayuda eso un pésimo
trabajo de edición. Gato Rafael notaba los saltos de cámara y me preguntaba si
se debía a señales para el corte comercial. Como en todo el mundo la ha
presentado Disney sin spots, la única explicación es que esos saltos
corresponden a recorte de material, a lo mejor necesario para darle coherencia
a muchos aspectos de la historia que es muy diversa, pero a ratos poco
histórica. De eso hablaremos la próxima vez.
Contenido
Violento y Gory: Aunque
ver cadáveres sin ojos es bastante Gory, esta serie es menos grafica que Babylon
Berlin e incluso que Krol. Para tener lugar en el Tercer Reich da erróneamente
la impresión de un mundo apacible en donde los únicos que lo pasan mal son los judíos.
Contenido
Sexual y Desnudos:
Tenemos dos cadáveres sin ojos y sin ropa en el primer episodio. Lena anda
siempre a medio vestir y ofrece varios topless. En el tercer episodio, tenemos
lo que debería ser una escena erótica con imágenes superpuestas de Los Podolsky
teniendo sexo en el baño (con un preámbulo de Podolski orinando. ¡Qué
sexy!) con el pobre Benk viendo porno y excitándose con las imágenes de la
difunta Zelda.
Imagino que la
idea era presentar una dicotomía entre una pareja casada haciendo el amor y un
hombre solitario que necesita de pornografía para interesarse en el sexo. Pues
no quedó así. Benk me dio lástima porque a esas alturas, ya está claro que
estaba enamorado de Zelda y los Podolski son una pareja tan dispareja, tan poco
sana, que la escena se siente vergonzosa, no es ni romántica ni erótica.
El sexo en la
serie es visto como moneda de intercambio (prostitución , chantaje) pero
también como arma. Es lo único que tiene Lena para defenderse del mundo e
incluso de un marido al que ni ama ni respeta. Es la ausencia de amor y ternura
lo que hace a la pareja principal más deprimente e indigna, algo que no ocurría
en Babylon Berlin. Sobre todo porque es en el capítulo final que
descubrimos que Lena posee una carga de devoción y ternura que se ha perdido en
su desdichada vida matrimonial.

Amor a la Babylon Berlin/amor a la Breslau. Cuál es mas romántico?
Factor Feminista: Un problema de las series polacas, y no
solo las de época (Eastern Gate) es que los personajes femeninos son
deplorables. Por eso me gustó tanto Guerreras. Ahí había chicas con voz (incluso una
judía) y que contribuían al bien de su sociedad. En Breslau no parece
haber ninguna mujer decente, útil o inteligente. Lo más cercano es Inga
Eissmann, pero por su profesión y orientación sexual no puede considerarse un ejemplo
típico.
Gran parte de la
trama gira en torno al misterio de Lena, un rompecabezas cuyas ultimas piezas
solo se juntan en el último episodio. Es obvio a partir del segundo episodio
cuando una amiga de su mujer le grita a Podolsky “¿Sabes por qué se casó
contigo?” que intuimos que Lena tuvo razones para convertirse en Pani Podolsky
que nada tienen que ver con amor. El hecho de que Franz no se interese por descubrir esas razones demuestra no solo su estolidez sino que establece que
tipo de relación existe en esa pareja.

Para Podolsky, Lena
es una vagina y un útero. La encuentra guapa, la quiere cuidar como algo de su
posesión, pero no se puede amar a quien no se conoce y él no quiere conocerla.
Se lo dice Lena a Inga. La psiquiatra agrega que el comisario es machista y no
sabe tratar a las mujeres. Lo notamos en su comportamiento con otras féminas: o las amenaza como a Gerda Holz y a la
pandilla de Lena, o las ataca físicamente como a la pobre chinita Frida y a Frau
Gruber, o las desprecia como a la prostituta Lila.

En realidad, para
el comisario, acostumbrado a pagar por sexo, Lena no es más que una prostituta
cara. La trata como tal, le echa en cara lo que se ha gastado en ella y la
obliga a ser obscena, ordinaria y borracha como las rameras que él conoce. Ahí
vi la diferencia entre este policía y el Rudle Havlik de Los Misterios de Praga, que, antes de casarse con una prostituta, la trae
a su entorno doméstico, la convierte en madre de su hija adoptiva, y le da el
respeto que merece su compañera y señora de su hogar.
Rudle Havlik era un policia que respetaba a su mujer
En un podcast
polaco encontré dos conclusiones que definen como la mala relación matrimonial
de Podolski ayuda a enredar la trama innecesariamente. Por un lado, los
podcasters no entendían la raison d’etre de ese matrimonio. Cierto, si
no se quieren y no hay química entre ellos, ¿por qué siguen juntos? La
otra conclusión es que si Podolsky se hubiese preocupado por conocer a su
mujer, por saber su pasado, por entender sus motivaciones, tal vez hubiese
dejado de seguir pistas falsas, hubiese hallado al asesino antes y no hubiese
dejado una estela de cadáveres tras de si.