Mostrando entradas con la etiqueta Peter Morgan. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Peter Morgan. Mostrar todas las entradas

martes, 22 de noviembre de 2022

La Fórmula de las Reinas: Calumnias, victimización y un velado ataque a la monarquía

 


Este otoño fue un reinado de reinas, valga la redundancia, cual de todas más mediocres y desacreditadas. Ha llegado el punto que temo ver la nueva versión de la tragedia de Maria Antonieta. Temo ver fake news históricas, temo ver invenciones preposteras (¿Toinette, Du Barry y Luis XV en un triángulo erótico?) y temo que las mismas calumnias que llevaron a la reina francesa al cadalso sean eternizadas en servicio de una agenda woke.



Republicanismo vs Monarquismo

En tres palabras, la fórmula de las reinas consiste en tomar una soberana o princesa y ponerla como una eterna víctima de una monarquía absolutista y patriarcal. La vemos rebelarse contra un protocolo que aleja al soberano de sus súbditos y la vemos acercarse a su pueblo. En el proceso muchas veces la reina-mártir es sacrificada por un sistema monárquico que al impedir la libertad de sus gobernantes,  también impide la de la gente sobre la cual reinan. En suma, la formula, que hemos viso en una docena de series y filmes en los últimos cinco años corresponde a una cláusula de la no-escrita agenda woke.

Esta cláusula nace del republicanismo estadounidense que,  desde los días de Thomas Jefferson y Tom Paine,  ve a la monarquía como una aberración arbitraria. Hoy que hay un fuerte movimiento que busca abolir la monarquía en el Reino Unido y en España,  la agenda woke,  cuya bienintencionada norma es libertad y progreso (muy mal entendidos),  la ha hecho suya.

Como todo en lo woke,  al republicanismo se le han agregado otras ramas libertarias como el feminismo que ve en monarquías un ejemplo del patriarcado blanco ( no veo a nadie hablando de derrocar al Sultán de Brunéi, el Rey de Lesoto o el Emperador de Japón) que oprime a los miembros femeninos o LGTB de su entorno. Eso que,  si perduran las monarquías,  tendremos antes del medio siglo reinas por derecho propio en España, Suecia, Bélgica y Holanda.

                              Las futuras reinas europeas

Otra corriente afiliada al wokismo y que también ve con malos ojos que todavía existan reinos hereditarios son los que apoyan a la gente de color puesto que consideran que las monarquías son las causantes de colonialismo opresor. Aunque no andan errados, me hace gracia que no piensen ni se quejen de colonialismos nacidos en democracia o en dictaduras. Nadie habla del colonialismo soviético, por ejemplo.

No es mi intención hacer un panegírico de la monarquía. Con el zeitgeist imperante es imposible, pero no veo esa forma de gobierno más deficiente que mal llamadas democracias donde se elige al peor candidato o donde los “presidentes ”sufren deparafraseando a Pancho Villa un mal que los hace “pegar” el trasero al sillón presidencial.

Tampoco es que la Fórmula de las Reinas sea aplicable a cualquier obra que denuncie un mal rey o a uno incapaz de reinar. La Locura del Rey Jorge ilustra un episodio histórico, pero no es un ataque en contra de un mal gobernante. Alexandre Dumas criticó los excesos de Los Valois y de los Borbones, pero en El Caballero de la Casa Roja mostró los esfuerzos del protagonista (un persone real) por rescatar a Maria Antonieta.



Sin embargo, es Dumas quien crea este retrato de la reina mártir en su obra dedicada a Margarita de Valois,  La Reina Margot, en la cual la casquivana princesa es víctima de su madre, de sus hermanos y hasta de sus amantes.

 

Del Cine Silente a La Anglofilia de Los 80

Desde el advenimiento del cine , incluso en el silente, han existido cintas dedicadas a la tragedia de ser reinas. Cleopatra, Isabel I, Maria Estuardo, Maria Antonieta, y la Reina Victoria han sido temas de innumerables guiones de todas partes del mundo. Se han creado inclusive filmes sobre rivalidades de reinas como todo lo dedicado a Isabel I y a su díscola prima escocesa. Ana Bolena y Catalina de Aragón han provocado debates entre lo Tudormaniacos que dividen sus lealtades entre las esposas de Enrique VIII. Y si creemos que estas nuevas series sobre la competencia entre Diane de Poitiers y Catalina de Médicis son cosa de hoy,  deben ver el filme de Los Cincuenta,  Diane donde Marisa Pavan es la Reina de Francia y Lana Turner es la incómoda Poitiers.



Como todo en el cine, inclusive fuera de Hollywood, las reinas han tenido su encasillamiento: Cleopatra es la femme fatale; Isabel I y Victoria son grande estadistas, Toinette, Catita de Aragón y Maria Estuardo son reinas mártires. En Los 50, en Austria nació el mito de Sisi en pantalla y con ella esta idea de una joven rebelde que se niega a seguir al protocolo impuesto por la pesada de su suegra. Tato éxito tuvo el personaje que su actriz Romy Schneider fue llamada hacer algo parecido con la Reina Vicky en Victoria in Dover. Entretanto,  en Inglaterra,  Jean Simmons encarnaba a Isabel I en su etapa rebelde en Young Bess donde su casto romance con su padrastro no ameritó acusaciones de pedofilia o abuso sexual como ocurriera recientemente con Becoming Elizabeth.



Ninguno de estos filmes atacaba la institución monárquica. Algo que solo ha venido a imponer esta extraña guerra cultural que vivimos hoy. Se hablaba de malos soberanos y reyes tiranos como Enrique VIII o Juan sin Tierra, pero el pueblo estadounidense siempre ha pasado por épocas anglófilas inspiradas por cine y televisión. Nada más conducente a esa admiración que el Masterpiece Theater que desde sus inicios nos llevó a conocer a los reyes y reinas que convirtieron al Reino Unido en la monarquía más característica de nuestro universo.

La primera temporada del Masterpiece fue ocupada por The First Churchills que presentaba un retrato cálido, respetuoso y verídico de la Reina Ana que nada tenía que ver con la calumniadora e indecente obra de Deborah Davis,  La Favorita. Dame Glenda Jackson,  en su insuperable tour de forcé Elizabeth R, inició la pasión obsesiva con Los Tudor que yo califico como Tudormania.  Y a mi llegada a USA,  en 1974, me vi en medio de una fascinación con la Era Edwardiana con programas clásicos como Lilie, Jennie, y Upstairs Downstairs, todas incluyendo entre sus personajes al incorregible Eduardo VII. Hasta le hicieron su propia miniserie en la BBC.



Que este rey travieso, parrandero y mujeriego gozase de tanta aceptación como el que su época resultase tan fascinante para los republicanos yanquis, indicaba una tolerancia por una forma de gobierno que al final era parlamentaria y semi demócrata. Para 1982, la anglofilia estadounidense estaba en su cúspide con programas de televisión como la soberbia Retorno a Brideshead, la segunda invasión del rock inglés y,  gracias a una tal Diana Spencer, la anglofilia se tornó casi en una adoración por la monarquía.

Entre Diana-Víctima y Maria Antonieta-Parasito

Si las bodas reales de Los 80 nos fascinaron con el glamur de la monarquía,  una década más tarde el divorcio y las declaraciones públicas de la ex Princesa de Gales hicieron que,  aun los poco interesados en política,  cuestionasen la existencia de una institución que podía destruir a una joven inocente que entraba en ella. Por algo, el año de la muerte de Diana, se puso en pantalla Mrs. Brown, donde Dame Judi Dench nos muestra a una Victoria enlutada a la que su rol de gobernante y las reglas del protocolo impiden ser feliz. Pero también este filme nos muestra como acercarse demasiado a estos entes de sangre azul puede destruir al simple plebeyo, en este caso John Brown, y como Vicky egoístamente deja que su dolor personal la aleje de sus deberes de reina.



Aunque Mrs. Brown y La Locura del Rey George pueden verse como ejemplos negativos de la monarquía, el fin de siglo nos trajo una apoteosis del reinado de Isabel I,  Ia que abrió la puerta a una nueva era de Tudormania. Elizabeth y The Golden Age ponían en alto la labor de un monarca en construir un imperio. No recuerdo haber oído ningún furor antimonárquico en ese entonces, a pesar de que en filmes como The Affair of the Necklace (2001) se mostrase a Maria Antonieta como una mujer egoísta e injusta que al despreciar la solicitud de la Condesa de La Motte labró su propio infortunio.

                        Joely Ricardson como María Antonieta en La intriga del collar

Por el contrario, se alababa la importancia de los deberes de una reina/princesa aun en la literatura juvenil llevada a la pantalla. Mia Thermopolis en Los Diarios de la Princesa podría encontrar ridículas algunas reglas del protocolo, pero a último minuto cuando se dispone a huir de su herencia real, decide regresar y aceptar ser la heredera de un mítico reino con todas las obligaciones que esto conlleva.



Si tuviese que escoger un año para definir el comienzo de la guerra en contra de la monarquía ese fue el 2006,  el año de Marie Antoinette y The Queen. Acabo de ver por enésima vez la producción de Sophia Coppola. Me encanta, bien actuada, lujosísima, un regalo para la vista,  personajes adorables, ect. ect.. ¿Qué más se puede pedir?  Sin embargo, por primera vez percibo el descredito del personaje de la archiduquesa austriaca.

En vez de ofrecernos lo mejor de María Antonieta nos la muestran como una frívola consumista, glotona, despilfarradora, jugadora, borracha e inconsciente. No se mencionan sus logros:  su mecenazgo de artistas como Madame Vigee Lebrun, y Gluck;  de cómo ayudó a transformar la escena musical francesa; de cómo inició dos industrias galas, la moda y la peluquería. No mencionan su buen corazón, su gran lealtad, y el amor que prodigó a sus hijos (pocos saben que adoptó tres niños, uno de ellos de color).



La idea fue mostrarla como una alocada niña rica no muy alejada de los príncipes actuales que se la pasan gastando el dinero del pueblo en excesos y francachelas. En suma, Kirnst Dunst nos dio la imagen más atractiva de un parásito de la realeza. En cambio, en The Queen del mismo año,  Peter Morgan puso la primera piedra al mausoleo de la monarquía con su descarnado retrato de la fría crueldad de Isabel II ante la muerte de una nuera que era una realidad incómoda para la familia real o lo que ellos llaman “La Firma”.



La pregunta que eleva el magnífico personaje de Dame Helen Mirren es si Isabel ha creado un ambiente tan toxico que empujó a Diana a huir y a cometer locuras. O es la monarquía y sus reglas insufribles las culpables de la indiferencia de la Reina y de la histérica desesperación que ha llevado a su nuera a una muerte prematura.

Conscientes del daño hecho, los cineastas intentaron borrar esa imagen nefasta con filmes que exaltaban a buenos gobernantes como Young Victoria; Bertie y Elizabeth y por supuesto, la magnífica El Discurso del Rey. En general , incluso en The Crown hay una visión amable de Jorge VI, no así de su esposa, pero déjenme seguir en orden cronológico.



Amor y Muerte en Dinamarca

Fue en el 2011 que nos llegó un sutil ataque a la monarquía y a su celo misógino que destruye a las mujeres que no se someten a sus reglas. Vino de Dinamarca y convirtió a sus protagonistas, Alicia Vikander y Mads Mikkelsen,  en estrellas. Se trata de la triste historia de amor entre la princesa inglesa Carolina Matilde y el medico Johann Friederich Streussen consejero de su esposo, el príncipe luego rey Cristián VI.

A mitad del siglo XVIII. Carolina recién llegada a la corte danesa, descubre que su marido es un enfermo mental que solo busca degradarla. Atraída por las ideas progresistas del Dr. Streussen, Carolina inicia amistad con el hombre de confianza del príncipe. Acaban en la cama, tienen una hija, se descubre todo, escándalo mayúsculo. Streussen pierde la cabeza, Carolina es separada de su hijos y enviada al exilio. Una historia para llorar océanos y que sin embargo es totalmente cierta, solo que el modo de relatarla crea una nueva guía para los  anti monarquías. La lección de A Royal Affaire es que no solo la monarquía destruye a las mujeres inteligentes e independiente, también permite que asciendan al trono monarcas retrógrados y dementes.





El que Dinamarca sea hoy una monarquía parlamentaria, bien lejos del absolutismo oscurantista dieciochesco , no le importa a una generación de espectadores semi educados que todavía no entienden que los reyes europeos modernos  (y el Emperador del Japón) no gobiernan. Los que si saben eso esgrimen el argumento que el pueblo no necesita mantener a parásitos de sangre azul.

Así llegamos al 2016 el año en que Peter Morgan por fin pudo dar de hachazos a una institución que detesta y a una reina que despreciaba (¡y el desvergonzado dijo, a raíz del fallecimiento de Su Majestad,  que su serie de mentiras era “una carta de amor” a la reina. ¡Carta de amor enviada en bomba Molotov!

En sus primeras dos temporadas,  y en las excelentes manos de Claire Foy, Isabel II fue descrita como una mártir, una mujer que debe sacrificar su derecho a ser esposa y madre para poder gobernar, aunque también Morgan nos deja claro que Isabel no estaba preparada, que era ignorante e ingenua. Como ese tratamiento sería el que recibiría Victoria ese mismo año, nadie se percató de lo ofensiva que era The Crown.



Las primeras quejas surgieron en la tercera temporada cuando Olivia Colman fue horriblemente miscast en un rol que le quedaba grande. Esta Isabel era torpe, ineficaz, perezosa, e insensible, incapaz de ofrecer consuelo a la desdichada Diana. ¡Incapaz de derramar una lagrima por niños muertos! ¿Hasta dónde llegaba la imaginación diabólica de Peter Morgan?

No solo la reina era blanco del vituperio. Su madre, hasta entonces un icono sagrado de la cultura británica, era descrita como una vieja ordinaria, borracha y malévola que interfería en los asuntos familiares como si fuese un padrino de la mafia. El pobre Carlos quedaba como un manipulador pelele y su padre como el posible autor intelectual de la muerte de Diana. Esas falsedades eran cobardes puesto que La Familia Real no podía defenderse de tanta calumnia.



El 2018, a la par de este ataque frontal contra la monarquía, vino un desdichado retrato de Maria Estuardo en un filme que de lo único que puede apreciarse es de ser inclusivo. Al menos no  pusieron a Saoirse Ronan como una tarada arrogante como la interpretase Samantha Morton en Elizabeth, o como tan puta que hasta le quita lo gay a David Rizzio en la malhadada Reinas. Al final que Reign,  con todo su fantasioso script, es el retrato que más honra a la Reina de los Escoceses.

Olivia Colman, Asesina de Reinas

El 2018 no solo fue el año en que Olivia Coleman se las arregló para hacer picadillo a Su Soberana, también fue cuando la Academia la honró por una obra en la que queda claro cuan despótica, vil y privilegiada puede ser una reina.

La última de los Estuardo hoy es más recordada por muebles que se hicieron en su época. A pesar de que filmes como Soldier in Love donde fue magníficamente interpretada por Dame Claire Bloom o The First Churchills donde Margaret Tyzak la encarnó como una mujer devota de su religión y esposo,  The Favorite destruye esa imagen reemplazándola for embustes salidas de la mente caprichosa de la David.



Ingenua tal vez demasiado para reinar, ha sido el veredicto de la historia sobre Ana I. The First Churchills cubría casi toda la vida de esta desdichada reina con énfasis en  la relación entre Ana y su amiga de la infancia,  Sarah Churchill y de cómo esta relación empañó el reinado de la primera. El  argumento se basaba en  documentos oficiales, memorias y correspondencia.

Los Churchill tuvieron una tremenda influencia sobre la Reina Ana y sus decisiones políticas. Eventualmente Ana se sacudió a estos amigos y tomó como confidente a Abigail Masham , prima de Sarah. Como la serie está narrada por la anciana Duquesa de Marlborough, la tenemos en su vejez preguntándose qué la hizo perder el favor de Su Majestad.



En la vida real, Los Churchill (principalmente Sarah) no fueron mansos corderos. En su empeño en dominar la voluntad real y privilegiar a familia y amigos, Sarah se volvió imprudente e insolente. La muerte de su único hijo varón la alejó de la corte. En su luto ni siquiera respondía las cartas de Ana quien también sufriría la muerte de su único hijo (y único sobreviviente de 17 embarazos). La Duquesa añadió insulto a la injuria, negándose a llevar luto por el principito. Es normal que Ana haya buscado otra confidente. La enfurecida Sarah comenzó a hacer circular unos poemas satíricos que insinuaban una relación lésbica entre Abigail y su reina.

Hasta hoy, ningún historiador ha encontrado evidencia de lesbianismo entre Ana y sus favoritas. Ni siquiera las cartas juveniles con las que la Duquesa quería chantajear a su soberana, donde Ana expresaba su amistad y cariño con mucha pasión son vistas como evidencia de una relación erótica. Por un lado, ese lenguaje era común entre las amistades del siglo XVII. Por otro es imposible que una señora que se la pasaba en la cama haciendo hijos con su marido, y que era también muy religiosa, tuviese tiempo para escarceos de lo que entonces era considerado Contra Natura.

Solo en la cabeza de una periodista mediocre como Débora Davis podía nacer la idea de convertir una intriga palaciega en un triángulo gay. Le tomaría casi dos décadas a Davis “colocar” su aberrante libreto en manos de algún productor. El rechazo nacía de que nadie quería meterse con falsedades históricas que además estaban muy mal escritas. De hecho, durante los veinte años antes que La Favorita fuese llevada a la pantalla, Davis tomó cursos de redacción de libretos por correspondencia y sacó un posgrado en el tema. Aun así, se dice que el australiano Tony McNamara fue quien rescribió todo el pastiche.



En el nuevo liberto y subsecuente filme,  Ana, una mujer enferma e infeliz, es degradada hasta convertirla en una demente,  sucia, despótica, aquejada por enfermedades repugnantes que abusa,  incluso sexualmente,  de sus damas. El que los ingleses vieran en la pantalla a Olivia Colman haciendo de Ana y luego en la pantalla pequeña encarnando a la actual Reina de Inglaterra, reforzaba una imagen negativa de la monarquía.

Poco a poco desaparecía la imagen de las reinas que por casi una década había sido dictada por Juego de Tronos donde las malas reinas eran tipo Cersei y las buenas eran como Daenerys, justicieras, generosas, pero sacando energía para dejar el espacio de víctimas y convertirse en poderosas monarcas. Así se las retrató en la británica Victoria, la rusa Ekaterina y la austriaca Maria Teresa, pero esas imágenes fueron disipadas por víctimas de la monarquía que se rebelan contra ella como la actual iconografía de Lady Diana y su sucesora Meghan Markle,  y estos nuevos retratos de Sissi.

Reinas empoderadas VS Príncesas víctimas


Por otro lado,  tenemos sátiras de la institución con reinas que aunque dotadas de buenas intenciones pronto adquieren gusto por el poder y son capaces de todo tipo de actos criminales para conseguirlo. Es lo que hemos visto en sátiras antihistóricas como The Great que hace reír y The Serpent Queen que no saca ni una carcajada y que es tan alejada de la historia que obligan a  criticarla  porque ya traspasa los límites de la suspensión de la credibilidad o de licencias dramáticas.

Quitándole el Halo a Reinas Santas

Por otro lado, está la destrucción de reinas consideradas mártires como Catalina de Aragón que Lionsgate y Emma Frost arrastraron por los suelos en The Spanish Princess. No solo la convirtieron en ambiciosa y perjura, sino que le inventaron todo tipo de ideas que nunca tuvo la pobre señora. En la Primera Parte la encuentran abierta al Islam y a las costumbres moras,  y en la Segunda la ponen quemando libros de herejes y rechazando a la hija que Doña Catita tanto amó.



Otra víctima ha sido la icónica Queen Mum, hasta hace poco un personaje intocable. Hoy no solo Peter Morgan se encarga de faenar a la vaca sagrada de La Casa Windsor. En la noruega Atlantic Crossing, se burlan de la Reina Madre en su momento más glorioso , la Segunda Guerra Mundial y de paso hacen befa de la tartamudez de su esposo. Todo para lapidar a la valerosa monarquía noruega en un cuento Me Too de como el Rey Haakon y su heredero Olaf (que calumnian describiéndolo como un borracho y padre ausente) intentaron opacar a la única que valía en esa familia:  la Princesa Heredera Martha.


Otra manera de denigrar a los reyes, convertirlos en borrachos


A pesar de que hay conciencia de que fue la autocracia del Zar Nicolas la que destruyó su imperio, la Zarina Alejandra siempre ha sido vista como esposa y madre mártir. Eso hasta que el docudrama The Last Czars la puso como drogadicta, calentona con Rasputín,  y tan metiche en la política que destruyó al imperio.



Una ironía es que los rusos que hicieron una revolución para deshacerse del Zar y de su familia son los primeros en blanquear a monstruos históricos como Iván el Terrible o zares usurpadores como Boris Godunov. En sendas miniseries sobre estos señores le echan la culpa a los boyardos y a ambiciosas mujeres de la nobleza de todas las maquinaciones y masacres perpetradas en estos reinados de Iván y de su cuñado Godunov.

En cuanto al personaje de Catalina la Grande, la ponen un poco como Daenerys, un peón en el tablero político sometida a su suegra, a una corte intrigante y a su condición femenina, pero que luego se las arregla para encontrar vías de empoderamiento. Aunque nos la muestran como una gran gobernante no esconden sus flaquezas e implacabilidad para lidiar con los que veía como sus enemigos. Sin embargo, estos relatos no culpan a la monarquía de las fallas de sus emperadores.



E solo en Occidente  donde se aferran a una formula agotadora y falsa. Eso es lo que esperamos de la María Antonieta producción franco-inglesa que ya por ser creación de Deborah Davis trae tufo.

Otra ironía es que España, donde existe un fuerte movimiento antimonárquico, no hacen este tipo de series. Durante el último gobierno de derechas (2011-2018) se hicieron verdaderas loas a reyes del pasado como Isabel la Católica y su nieto Carlos . Incluso  en Tiempos de Guerra, retrataron admirablemente a la reina Victoria Eugenia como una mujer enérgica y decidida que crea un equipo de enfermeras para que vayan a curar heridos en Marruecos.



En cambio, no se ha hecho nada sobre reinas casquivanas y escandalosas como la reina consorte Maria Luisa de Parma, o la reina regente Maria Cristina de las Dos Sicilias o de su extraordinaria hija Isabel II que tuvo doce hijos,  ninguno de su marido que era gay. ¿Será porque la televisión española,  por woke que sea,  no necesita recurrir a escándalos históricos o  imitar una fórmula que ya huele a añeja?  Basta ver los abucheos que ha recibido Peter Morgan por sus ridículas mentiras en la última temporada de The Crown.

lunes, 8 de febrero de 2021

Hasta Aquí Llegué: The Crown 4x7

 


Con esta entrada doy por terminado mi análisis de la Cuarta Temporada. “The Crown” me ha superado. No puedo seguir viéndola, no puedo seguir escribiendo sobre ella. Las mentiras tan fáciles de cotejar que son fakes; la propaganda al servicio de la falta de ética; la irresponsabilidad de la difamación de gente aun viva o recientemente fallecida y que afecta a sus hijos; la propagación ignorante por parte de un grupo de fanáticos, me deprimen así tanto como la aparición de nuevas cepas el Covid. ¿Qué más puedo decir?

El capítulo 7 fue grotesco. ¿Me van a decir que Margarita, que estuvo casada con un bisexual, tuvo amigos gays (ni hablar de Dusty Springfield), iba a necesitar que su ingenua hermana le explicara que Dazzle era…amigo de Dorothy?



Desde que comenzó la serie, hemos visto a Margarita limpiarse la cola con las reglas de La Firma, hacer lo que ha querido y pasarlo mejor que nadie en la familia. ¿Y ahora que está vieja e inútil, debemos sentir lástima que no le den trabajo? Si lo hubieran hecho, hubieran tenido que pagarle con dinero del fisco, el mismo que se quejan los antimonárquicos como Morgan que solo sirve para alimentar parásitos.

Está bien que Carlos y Ana, que adoraban a su tía, se preocuparan por su salud mental, ¿pero por qué nunca muestran a sus hijos que también la querían?



El cuento de las parientas encerradas en un manicomio, aunque cierto es nuevamente contado de una manera tan grotesca que acabé, en serio, con insomnio.

¿Primero que tipo de siquiatra cuenta las historias de otros pacientes a una paciente? ¿Luego, de cuando la gente es responsable por los actos de parientes?  Parientes políticos más encima. Pero Morgan encuentra una magnífica oportunidad de hilvanar otro cuentito sobre la implacable crueldad y oportunismo de la Familia Real.

En 1987, se hizo público que unas primas hermanas de la Reina, estaban internadas en un sanatorio para deficientes mentales. El escándalo no era el encierro, ni siquiera el abandono en que vivían. Hasta 1979, el procedimiento estándar era que las familias afligidas con un hijo “anormal”, como se les llamaba entonces, lo/la/le recluyeran en una institución. Lo hacían estrellas de Hollywood como Dorothy Dandridge, novelistas bestseller como Jaqueline Susann y políticos. Los Kennedy hicieron lobomotizar a su hija Rosemary, hermana de John, Robert y Ted.

Ni la Princesa Margarita hizo el hallazgo, ni le importó. Así se hacían las cosas entonces y el escándalo fue que según Debrett’s (la guía/diccionario de la aristocracia británica) las hermanas Bowes-Lyon, habían fallecido en 1961. Algo que no era cierto, pero que no afectaba a la Reina puesto que la falsa defunción   fue una decisión de su tía política. A lo más podría decirse que nunca se interesó en la vida de sus primas, pero Isabel tiene más de una docena de primos de los que si se ha preocupado y más cosas de que ocuparse que de dos pobres criaturas que nunca tuvieron más madurez que las de una criatura de cuatro años.

Pero entra Morgan que nos cuenta otra historia. Cuando Margarita confronta a su madre, este mamarracho de maldad que ha inventado Morgan le dice muy descaradamente que fue necesario ese internamiento/alejamiento/enterramiento en vida, puesto que la existencia de esas desdichadas era una mancha para la Familia Bowes Lyon. En días de la Abdicación de Eduardo VII pudiese haber afectado la posibilidad de que el pueblo inglés aceptara a Isabel como princesa heredera. Este discursete cruel es tan imposible como el de Diana a Edward Adeane en el capítulo anterior.

Las primas fueron internadas en 1941, cuando la abdicación, la coronación, las dudas etc. eran cosa del pasado. La decisión de internar a sus hijas recayó totalmente en Fenella Bowes-Lyon (nee Clinton) quien tomó la decisión en conjunto con su hermana Harriet Vane. Las Hermanas Clinton eran conscientes de que el retraso mental de sus hijas venía de sus genes, no de Jock Bowes-Lyon quien ya había muerto.



En 1941, cuando el 80% de los niños británicos estaban siendo evacuados de las grandes ciudades y pasarían 3-4 años lejos de sus padres, a nadie le parecía anormal el poner a estas criaturas en manos de gente más capacitadas para atenderlas que sus familias. Cuando en 1961, Fenella tomo la decisión de dar por muertas a sus hijas, nuevamente lo hizo como algo que solo le atañía a ella. Para entonces, Isabel estaba muy firme en el trono

Creo que hubiese sido más honesto de parte de Morgan contarnos la leyenda de “El Monstruo de Glamis” si quería hacerle creer a Margarita que sus chifladuras eran señal de demencia hereditaria. Además, ¿para qué ocultar una tara familiar, si los Windsor tienen cola de paja en ese respecto?  Desde el malhadado Rey Jorge III hasta el pobre Príncipe Juan, tío de Isabel I, I han existido casos de problemas mentales en La Familia Real Británica.



El caso de “Johnnie” era el más triste. Sufría de epilepsia y posiblemente de autismo.  Por eso tuvo un trato deferencial de parte de sus padres. nunca lo castigaban, y aunque hasta los 11 años hizo apariciones públicas junto a su familia, se la pasaba más en Sandrnigham donde sus padres se aseguraban de que tuviese siempre de compañeritos de su edad.



A partir de los once años, los ataques epilépticos se volvieron más fuertes y continuos obligando a la familia a tenerlo aislado (pero siempre en casas familiares) y no mandarlo a la escuela. El niño murió a los 13 durante una crisis epiléptica. El Duque de Windsor, y entonces Príncipe de Gales, se refirió al fallecimiento de su hermanito como “una molestia lamentable”. A su amante le escribió que John “se había vuelto un animal” y a su madre le escribió una carta tan horrible que ella destruyó.

Para quienes tengan una imagen positiva de Edward, esto les demostrará no solo lo insensible que era, sino también la actitud de entonces hacia los enfermos mentales. En el Reino Unido hasta muy recientemente, los epilépticos eran encerrados en hospitales especiales ya que se consideraba su trastorno como una enfermedad mental.



Ahora la guinda del pastel. Pocos saben que después de su primer intento de suicidio, Diana fue puesta inmediatamente en manos de médicos muy prestigiosos. Sir John Batten, médico de su Majestad, salió con una teoría que coincidió con la de John Pare, director del Departamento de Psiquiatría del Hospital de San Bartolomé.  ¡Diana sufría de una enfermedad mental hereditaria! Con razón Carlos los mandó volar como viento fresco.

Los médicos habían estado tratando a la Princesa de Gales con una combinación de terapia y fármacos que ella se rehusó a ingerir. Carlos consiguió que Sir Laurens van der Post hablase con Diana y la convenciese de ver a un experto amigo de él, Así, Diana aceptó una entrevista con Alan McGlashen que diagnosticó que estaba en sus cabales, solo que se había quebrado ante presiones sufridas en su nuevo estatus. Aun así, Diana se rehusó a ser tratada por McGlashen. Quien sí entró en terapia con el psiquiatra fue Carlos, una terapia que duraría años y que lo ayudaría mucho.

Las enfermedades mentales son un tema espinoso, aun hoy en que hipócritamente fingimos ser más abiertos al tema. Cada vez que nos irrita un político o queremos disculpar el comportamiento psicótico de alguna luminaria aludimos a su estado mental. Por otro lado, el que países civilizados permitan abortar a fetos que puede que nazcan con Síndrome de Down nos quita el derecho a juzgar a quien internaba criaturas que jamás serian adultas mentalmente hablando.



¿Como vivirían hoy Nerissa y su hermana? Tal vez no estarían ocultas, pero no creo que pudiesen ser realmente integradas a la sociedad como se pude hacer con otros minusválidos, incluyendo a los nacidos con Síndrome de Down. Siempre las miraríamos con lástima y habría quien los miraría con burla.

Si vivimos en una sociedad donde por todos lados buscamos librarnos de parientes con “problemas” sea el pariente parapléjico o el abuelito senil poniéndolos en manos de ‘gente capacitada” para cuidarlos, tal vez podamos entender a quienes las internaron justamente durante una Guerra Mundial donde en caso de una invasión alemana…bueno ya sabemos lo que hacían los Nazis con todos los que consideraban “imperfectos”.

El haber manipulado una tragedia solo para avanzar su agenda antimonárquica, me hace despreciar más a   Peter Morgan. por eso es por lo que su serie superó mi límite de tolerancia y por fin, dije “Hasta aquí llegué”. Agradezco a todos los Crownies que me han leído. Las primeras temporadas, aun con licencias poéticas, fueron maravillosas, pero a medida que avanzamos sobre terreno que nos fue contemporáneo, la deformación de los hechos y el daño que se le hace a imágenes veneradas y a personas aun vivas ya raya en lo criminal, y no engrandece la serie, más bien la hace mediocre..

lunes, 25 de enero de 2021

Diana, Reina de Oz: The Crown 4x6

 


La Premisa de “Terra Nullius” es casi refrescantemente cercana a la realidad. En 1982, Los Príncipes de Gales viajaron a Australia.  Diana se ganó el cariño de un pueblo e incurrió en los celos irracionales de su marido. Ana y su cuñada se llevaban pésimo, pero ese aquelarre de brujas envidiosas de la joven y bella Cenicienta sigue siendo un cuento de hadas de Hans Christian Morgan. Como tampoco me creo que la Reina Isabel fuese una suegra infernal.

En 1982, Australia, bajó su primer ministro Bob Hawke, se preparaba para recibir a la comitiva real capitaneada por los Príncipes de Gales. Aunque el episodio exagera la importancia del viaje y el republicanismo del Primer Ministro, lo cierto es que era una prueba de fuego para una jovencita inexperta como lo era Diana.

                       Richard Roxburgh como Bob Hawke

La Reina tenía sus preocupaciones (puesto que ya conocía la bulimia y las manías suicidas de su nuera). Preocupaciones que se desvanecieron cuando, tras un inicio un poco incomodo, Diana se ganó los corazones de los australianos y alejó cualquier resquemor de que tuvieran que rendir tributo a una dinastía extranjera. Lamentablemente, el enamoramiento de los hijos de Oz con la Princesa no abarcó a su marido. Carlos siempre inseguro, le agarró envidia a su mujer culpándola de quitarle cámara.

En sus grabaciones, Diana tiene un raro momento en que comprende a su marido “cualquier hombre orgulloso se hubiese sentido mal en esa situación”, pero, y con razón, se queja de que Carlos fue injusto en sus criticas de un comportamiento que lo honraban tanto a él como a La Corona. En Nueva Zelandia, Diana no pudo más y sucumbió a la bulimia. Sin embargo, en los anales de su reinado, este viaje fue su gran triunfo. El primer paso para convertirse en La Reina de Corazones fue ser Reina de Oz.

          Los Gales y Los Hawke en Canberra

Aunque es más que posible que ya para estas alturas Isabel II encontrase paz y consejo en las mujeres de su familia, “The Crown” las presenta como un aquelarre de mujeres envidiosas que conspiran en contra de la princesa del cuento. Solo Margaret expresa alguna compasión hacia Diana. Irónico porque, al final, Margaret se volvió peor enemiga de su sobrina política que todas sus otras parientas juntas.

¿Qué hubiera ocurrido si Diana se hubiese adaptado como hizo Felipe y tal como espera La Reina Madre? Es que esto va más allá de adulterio (¿me van a decir que una nena joven y guapísima no se las iba a poder con una mujer avejentada, usada y más encima casada?) El problema es que Diana tenía problemas.



 La gente se cohíbe cuando debe describir los problemas de la Princesa como mentales, emocionales o psicológicos. Lo siento. Si vomitas lo que comes, si te tratas de suicidar una vez al mes, y si en medio de una discusión marital, agarras un cortaplumas y te haces cortes en el pecho, no estás en tus cabales. Necesitas ayuda médica, medicamentos, terapia de apoyo y la Familia Windsor no tenía la preparación para asistirla y menos Carlos que tampoco era muy estable emocionalmente.

La serie nos muestra que Carlos, su hermana y su madre están celosos de la popularidad de Diana. Jamás he oído que se acuse a Isabel de envidiar a su nuera, pero Ana si tenía un problema con su cuñada. Desde antes del matrimonio, Ana consideró a Diana como “una niña tonta” y que no estaba a la altura de lo que debía ser una Princesa de Gales. Pero también debe haber habido un elemento de celos. Ana se quejaba de la adoración que su cuñada generaba en el pueblo, algo que ella nunca consiguió.

Es que, para ser francos, la personalidad de puercoespín de la Princesa Real nunca la hizo una favorita de la prensa. No tiene nada que ver con belleza física (ahora todos la quieren) sino con su actitud rebelde y malcriada. Diana era toda ternura y simpatía. Era imposible no quererla.



Eso me lleva a una gran queja que tengo con Emma Corrin. Es cierto que Diana era irascible e impaciente, peto no creo que anduviese todo el día con cara larga o haciendo muecas como nos la muestra la serie. Y su peor lado (cuando despidió criados, expulsó a los amigos de Carlos de su vida y hasta exilió al perro del marido) no afloraría sino hasta después del nacimiento de Harry.

Hora es de hablar del famoso Magical Mystery Tour por Australia, y de sus mitos, algunos inventados por Morgan, otros por la prensa que endiosó a la Princesa de Gales, pero también la usó, manipuló su imagen, lucró a costa de ella y finalmente la mató.



Bebé a Bordo

El primer mito, y que molestó incluso a la Princesa, es que ella insistiese en llevar a su hijo a Australia. Primero que es un absurdo total cargar con una criatura de menos de un año, y que está en medio de su dentición, al otro lado del mundo en un viaje complejo donde no se sabe quién lo va a cuidar. Segundo, Diana le contó a Andrew Morton él lo incluyó en su biografía oficial que ella nunca quiso exponer a William,, que era consciente de que ella iba cumplir con sus deberes oficiales y no iba a tener tiempo de atenderlo: “Estaba dispuesta a dejarlo, aunque no me iba ser fácil”.

La razón por la cual se decidió romper un precedente y cargar con él bebé fue por consejo de un ex primer ministro australiano, Malcolm Fraser, quien consideró que añadiría humanidad y simpatía a la joven pareja. Por eso se tomaron medidas. Al principito no lo iban a arrastrar al errático tour de sus padres. Él iba a tener una experiencia australiana en un pueblito ovejero (lo que allá se llama una “sheep station”) llamado Woomargama que quedaba entre Sídney y Melbourne.

El niño y su nana, Barbara Barnes, que viajaba con Los Príncipes de Gales, fueron alojados en la propiedad de Los Darling. Estos amigos del famoso Mike Parker, secretario del Duque de Edimburgo, ya habían sido anfitriones del Presidente Reagan y la Primera Dama en su viaje a Australia.

                Los Príncipes y Wills en Nueva Zelandia

Diana puso algunas exigencias (sobre la seguridad de William) que se cumplieron por lo que el bienestar del niño no jugó un rol en el estado emocional de la Princesa. Toda esa sorpresa cuando le arrebatan al bebé en el aeropuerto’, su histérica insistencia en interrumpir el tour para visitar él bebé, esa entrada impulsiva y corriendo a la casa de los Darling son licencias melodramáticas que, más que mostrarnos a una madre angustiada, retratan a Diana como histérica y descontrolada.



Es casi igual de absurda que ese interrogatorio pedante y humillante al que Diana somete al pobre Edward Adeane cuyo único resultado es hacer creer que ella no quiere separarse de su hijo porque es bonito y no llora. Lo chistoso es que el bebé se larga a llorar justamente al final del discurso. ¿Tendrán grabado el llanto o será que los alaridos de la Corrin alarmaron a la criatura? Sabido es que gatitos y bebés se contagian del ánimo alterado de quienes están cerca de ellos. Lo que hace pensar sobre como los bochinches de los padres habrán afectado la psiquis de William y Harry.



Morgan vs Australia

El pueblo australiano se ha sumado a larga lista de descontentos con la Cuarta Temporada de The Crown”.  Según The Guardian la representación del tour en “The Crown” ha dejado descontentos a los habitantes de Oz. El primer ultraje ha sido en contra del ex primer ministro Bob Hawke quien nunca comparó a la Reina Isabel con una cerda, y aunque republicano, tenía otras preocupaciones como las de reducir el nivel de pobreza de su pueblo antes que salirse de la Commonwealth.

Si bien es cierto que la presencia de Diana creó más sentimiento monárquico entre los australianos, nadie estaba predispuesto en contra de la Visita Real. Nunca hubo protestas en Canberra ni en ningún otro sitio de la isla-continente. Tampoco la audiencia se burló cuando Carlos se cayó durante el match de polo. Por el contrario, lo aplaudieron al verlo continuar el juego. A la que le están haciendo “buuh”es a la serie porque, para colmo, muchas escenas de Australia las grabaron en España.

Un dato curioso es que el público australiano, y principalmente el gremio periodístico, no esperaba mucho de Diana. Gracias al Daily Mirror su bulimia era conocida por todo el mundo. Muchos creían que no iba a aguantar el arduo recorrido sobre todo en ese clima inclemente que caracteriza los veranos Down Under. Lo cierto es que el calor casi la mató. El Príncipe Carlos dio explicaciones públicas de que su mujer y él sufrían de jetlag para explicar sus caras rojas y su cansancio. Sin embargo, poco a poco, se acostumbraron al clima y todo comenzó a funcionar.



ES hora de hablar de la infame representación de ‘the Crown” del ascenso a Uluru. Diana nunca la llamó “Ayers Dock” y si no pudo escalarla fue porque llevaba un vestido abierto en el frente y el viento le alzaba las faldas obligándola a enseñar lo que las princesas no deben mostrar. No fue porque fuera “frágil y patética” como en la serie la describe Carlos a Camilla.

             La verdadera razón para la incomodidad de Diana en Uluru

Solo en una ocasión Diana perdió los estribos. Fue en Sídney cuando la multitud se le abalanzó encima arrinconándola. Ahí la Princesa se echó a llorar. Leí en la Paula en 1968, y me lo confirmaron gente que estuvo ceca de ella, que ocurrió algo parecido con Isabel II en Valparaíso. Los porteños rompieron el cerco de Carabineros y le cayeron encima a Su Majestad. Alarmada, Isabel no lloró como su nuera, sino que se taimó y se puso de muy mal humor. Se entiende, es una experiencia que asusta casi ser arrollada por un tumulto.

        

Sin embargo, el tour fue un triunfo gracias a la simpatía y sencillez de Diana que se metió a los australianos en el bolsillo.  Una lástima que sus esfuerzos solo consiguieron envidia de parte de su marido. Eso arruinó lo que pudo ser una verdadera luna de miel.  A su llegada a Nueva Zelanda, la pareja se llevaba mal y Diana estaba exhausta. Mas encima, el recibimiento en el país de los kiwis no fue muy agradable. Ahí si hubo protestas, les lanzaron huevos al automóvil donde viajaban y el infamoso activista maorí Te Ringa Mangu Mihaka les mostró las nalgas. No es de sorprender que, con tanta presión, Diana recayese en sus ataques de bulimia.

              La serie hace parecer que la danza maorí provocó la bulimia de Diana

Una Audiencia con la Suegra

Sin embargo, es la última escena del episodio la más irritante porque es imposible que haya sucedido. Una Diana alteradísima irrumpe en el saloncito de la suegra, acusa no solo a Carlos de resentir sus logros, sino también a La Familia Real en pleno. La Reina se pone a la defensiva y Dina remacha su faux pas abrazándola y llamándola “mamá”. Isabel cuenta este suceso a su horrorizado aquelarre que ponen caras de asco. ¡Por favorrrr!

1.       Diana, tal como hoy lo hacen la Condesa de Wessex (esposa del Príncipe Eduardo) y Duchess Kate, llamaba a Isabel y a Felipe “Mamá” y Papá”. No se entiende la sorpresa de la Reina cuando su nuera lo hace.

2.       La Reina está acostumbrado a que la abracen y no solo sus íntimos. Michelle Obama, deportistas y hasta políticos, la han abrazado. Aunque su costumbre es saludar de besos a íntimos, no es como que un abrazo la desarme.




3.       Diana estaba acostumbrada, en los primeros cinco años de casada, a ir frecuentemente a visitar a su soberana y a pedirle consejo. Siempre salía más tranquila de esas reuniones y en una ocasión le conto a la biógrafa Íngrid Seward “tengo la mejor suegra del mundo”.

4.       A diferencia de lo que nos muestra “The Crown”, La Pareja Real no llegó de Nueva Zelanda a Londres en medio de lluvia y dándose codazos. Para descansar, se pasaron unos días en Las Bermudas y estuvieron muy cariñosos. Las fotos no mienten. Pasado el viaje, Carlos superó sus inseguridades por un rato y comenzaron días felices para los Príncipes de Gales. Recordemos que menos de un año más tarde, encargaron a Harry, y que Diana recordaría esta etapa como las feliz de su matrimonio.

               Y esto pasó despues del tour australiano, Carlos y Diana en Eleuthera

jueves, 10 de diciembre de 2020

Cuando Carlitos conoció a Lady Di: The Crown 4x1

 


Se me hizo tan difícil comenzar a verla. Los clips me mostraban escenas paródicas de eventos y momentos que conocía tan bien, yo, la Diana friki por excelencia, que sentía vergüenza ajena. Entiendo que el propósito de Peter Morgan este año es asestarle la estocada mortal a la realeza, dejar tan mal al futuro rey que la monarquía misma se sienta sin futuro. ¿Lo logrará?

Diana era un Árbol Loco

Este primer episodio no fue tan malo como esperaba. De hecho, hubo cosas que me gustaron, aun cuando son inventos, como ese primer encuentro con Diana disfrazada de árbol (Mad Tree). Estuvo muy bonito y romántico. Sobre todo, si se piensa en que Diana tenía 16 años y Carlos 29. Pero hablaré de eso más adelante.

Lo otro que me gustó es la serie de montajes de la Familia Real (incluyendo a Lord Mountbatten) asesinando algún animalito antes del atentado. Me conmovió que Dickie devuelva al mar una langosta con huevitos y que lo haga con sus nietos, como enseñándoles a los niños a respetar la vida justo cuando la de ellos es irrespetada.



Como todo en esta serie, las interpretaciones son ambiguas. ¿De qué lado está Peter Morgan?  ¿Del ERI o de las familias de las víctimas? Nunca oímos a la Familia Real manifestarse sobre ese punto. En la vida real, unos meses más tarde la Princesa Margarita estuvo en Chicago, y al hablar con la Alcaldesa Jane Byrne, se refirió a los irlandeses como “cerdos”.

La llamada de pésame de Margaret Thatcher fue tan rimbombante que pensé que la Reina le iba colgar diciéndole que no se entrometiese en asuntos familiares, pero lo que la futura Baronesa le recuerda es que simultaneo al atentado que cobró la vida del Tío Dickie, su nieto y su consuegra, hubo otro atentado en el que murieron 18 policías británicos.



 Lo sucedido va más allá de una tragedia familiar. Yo he sido pan-celta toda la vida y mi deseo es ver una Irlanda unida, pero condeno el terrorismo como una manera (ya probada como inútil) de conseguir ese propósito.  Sobre todo, cuando se cobra la vida de un anciano octogenario y su nieto de catorce años.

Lo que no me gustó

El Bajo Perfil de Ana

Siguen opacando a la Princesa Real. Muestran al marido, pero no nos cuentan quién es, cómo lo conoció, ni nos muestran la boda (ni el precioso vestido). Únicamente que está casada y no es feliz. En 1979, Ana inició su infamoso romance con su guardaespaldas Peter Cross.  Ni siquiera nos han dicho que ya hizo abuelos a Isabel y a Felipe.



Tampoco nos presentan las competencias que ganó, ni su participación en las Olimpiadas de Montreal, la primera vez que un miembro de una familia real lo hacía. En cambio, nos la ofrecen asustada y con dudas de fracasar en su próxima competencia. ¡Como le gusta a Morgan exhibir a los Windsor como fracasados disfuncionales!



Los Celos de Felipe

Mostrárnoslo borracho, en el peor humor de bully, lleno de rencor contra su hijo por haberle quitado el afecto de Tío Dickie es otra manera de arrastrar por el lodo a la familia. Es cierto que Lord Mountbatten fue padre y abuelo para Carlos, pero también fue una figura paterna para Felipe y solo dejó de serlo cuando vio a su sobrino bien encaminado y a Carlitos a la deriva sin alguien que le sirviese de guía.



Nunca había oído que Felipe se sintiese desairado porque Mountbatten quisiese que fuese Carlos quien leyera su elogio funerario. Un momento tan conmovedor y tiene que meter Morgan sus neurosis y rencores personales, porque sabido es que un motivo de su divorcio es que les tenía celos a sus hijos y acusó a su esposa de darles a ellos más comida que a él (WTF?) Oye Morgan, no todos son tan patanes o malos padres como tú.

La Ausencia de Amanda Knatchbull

Cuanto más me interno en el laberinto construido por las pesadillas de Peter Morgan y la cacofonía de voces clamando por relatar “la verdadera historia de los Príncipes de Gales” me sorprende que se pueda obviar una importante pieza de ajedrez como lo fue Lady Amanda Knatchbull. Me asombraría que ningún historiador o biógrafo que se haya interesado en Carlos y Diana no haya buscado la opinión de Mrs. Charles Ellingworth, aunque Amanda lo haya despedido cortésmente porque su dignidad, respeto por su familia y por la institución de La Corona sellan sus labios.

                             Lady Amanda de pequeña

Pero yo le suplicaría que escribiese su versión y la hiciese sellar en los Archivos Reales con órdenes de abrirse tras su muerte, porque solo ella y Carlos conocen los detalles de una relación que si hubiese llegado al altar hubiese cambiado la vida de Diana, tal vez mejorado la del Príncipe, y ciertamente le habrían evitado muchos dolores de cabeza a la Reina Isabel. Aun así, Amanda fue, sin quererlo, una manzana de la discordia, la última página de ese duelo que desde la Abdicación existía entre la Reina Madre y Dickie Mountbatten.

Tal como Mountbatten había orquestado el matrimonio de La Reina y su sobrino, ahora quería ver coronada a su nieta Amanda. Consciente de este deseo de quien veía como su padre-abuelo, Carlos desde 1974 se había acercado a quien consideraba la más bonita de sus primas, Amanda de 16 años. Aunque Lady Patricia, su madrina y madre de la cortejada, le había aconsejado al Príncipe que esperase a que Amanda saliese de la escuela, Carlos, siempre impetuoso, se había acercado a su prima con la que llegaría tener una amistad muy íntima basada en confianza y respeto mutuos. Exactamente lo que no existía entre Carlos y Diana.

                            Lord Mountbatten en el Caribe, con su nieta y Carlos

No quiero repetir lo que ya he dicho en otra entrada. El viaje a la India en el que en un momento se planeó que Amanda acompañara al Príncipe; la compra de la mansión Chevigny donde Charles planeaba vivir con Amanda una vez casados; la propuesta de matrimonio hecha poco después del asesinato de Lord Mountbatten, etc..

Lo importante es que después que su prima le dio la bota, Carlos quedó al garete. Tan desorientado que rápidamente se enredó con la bochinchera Anna Wallace ¡a la que le propuso matrimonio dos veces! Por suerte, ella lo rechazó dos veces, aunque siguieron un romance loco que acabó en marzo de ese año, cuando en el cumpleaños de la Queen Mom, Carlos abandonó a Anna para bailar toda la noche con Camilla. En un despliegue del famoso mal genio que le había ameritado el mote de “látigo”, Anna le aulló a Carlos que no quería verlo nunca más.




Esto es interesante, porque Carlos anunció al mundo en 1996 que hacía diez años que era amante de Camilla. Su biógrafa Penny Juror asegura que los hoy Duques de Cornualles reiniciaron su romance en 1978, tras el nacimiento de la hija de Camilla, y el incidente Wallace demuestra que para marzo del 80 la pareja ya había vuelto a las andadas.

En el primer episodio, vemos una cena familiar en palacio. Están todo, menos Carlos, y la conversación parece el chismoseo de la cocina de Downton Abbey. Todos repasan la lista de amantes/novias del ausente e incluyen las que no existieron (nunca hubo una Christabel Borgia) o las que todavía no llegan (Anna Wallace). De pronto dirigen su irritación contra el pobre Mountbatten, muy calladito, ocupado con su sopa, acusándolo de haber convertido a Carlitos en un Casanova. Él se hace el de las chacras y todo se olvida cuando mencionan a Lady Sarah Spencer, a quien la familia en pleno parece aprobar.



A ver, entonces estamos en 1977. Carlos y Amanda, ahora en la universidad, siguen pasando tiempo juntos. Hay fotos de ambos en las Bahamas junto a Dickie Mountbatten. Su Señoría no puede estar más contento cuando su nieto adoptivo le escribe alabando a Amanda “cariñosa y leal” …y dotada de “un glorioso sentido del humor”.

Según se rumora, Felipe no está descontento con tener otra Mountbatten en la familia, pero callan porque saben que la mayor enemiga de esa unión será la Reina Madre que sigue viendo a los Battenberg como advenedizos y peor aún, alemanes. Carlos adora a su abuela y ella tiene una gran influencia sobre el Príncipe.

Sin embargo, la Reina Madre no es tonta y tiene más “pajaritos” que Varys para informarla. De acuerdo con Buckingham Babylon de Peter Feardon, la madre de la reina ha confiado en su dama y amiga, Lady Fermoy, quien ha postulado a dos de sus nietas como futuras consortes. Es por eso por lo que en la serie todos los parientes de Carlos parecen encantados con el prospecto que Lady Sarah Spencer (“Johnny’s Girl”) sea parte de la familia.



Es obvio que nadie (quizás ni Lady Fermoy) saben que Sarah es lo que entonces se conocía como “promiscua”; anoréxica y alcohólica. Todo lo que importa es que es de pedigrí aristocrático, descendiente de Carlos II, y no es una Battenberg.

Diana Obsesionada, Traumatizada y Manipuladora

La serie entonces salta a ese primer encuentro tan de novela rosa. No me malinterpreten, me encantó, pero precisamente porque lo he visto en una docena de filmes, leído en docena de novelas sentimentales e incluso yo misma he escrito escenas parecidas. La colegiala, todavía no presentada en sociedad, tiene ese encuentro imprevisto con un hombre maduro importante del que se enamora a primera vista.



Sarah le explica a Carlos que el encuentro no ha sido accidental, que Diana “estaba obsesionada” con conocer al Heredero de la Corona. Ahí revela algo interesante. Peter Morgan parece estar del lado de Diana. No es así. Él está del lado de todo lo que desprestigie a la monarquía. Y lo que hace al final de la escena es retratar a Diana como manipuladora. Alguien que lo ha orquestado todo, esa aparición impromptu  sin preocuparle que Carlos pretenda a su hermana

El segundo encuentro entre ambos también es un poco ficticio. De regreso de Badminton, Carlos se encuentra con Diana que se le cruza ante el carro y lo saluda. ¿Qué hace Lady Di ahí?  Es casi un descampado donde han instalado un tiovivo. ¿Trabaja en esa feria? ¿Va a comprar el pan? ¿Anda de stalker? ¿O acaso vende flores a la vera del camino?  Para Carlos es un hada que le tae palabras de consuelo por el fallecimiento de tío Dickie



Otra escena, que jamás sucedió es la de Charles llamando a Sarah, a punto ella de casarse, para pedir detalles sobre su hermanita. Esto después de un extraño encuentro (que nunca tuvo lugar) en la carretera. Me gusta esta escena porque Carlos es un villano total. Solo le falta atusarse el bigote.

Hay cincuenta personas a las que el príncipe puede consultar sobre hábitos y vida de Lady Diana Spencer. Llamar a la ex es solo para refregarle en la cara lo que desperdició y ahora será de su hermanita. Sarah cae en la trampa, llena de celos le cuenta que Diana coquetea con los padres de los alumnos, que la tiene limpiando su inodoro, y que siempre se ha creído destinada a un destino grandioso por eso en casa la apodan “Duquesa”.



Para Carlos la llamada es un éxito. saber a Diana considerada atractiva por otros hombres lo enorgullece, nota que es Cenicienta maltratada por sus hermanas mayores, eso lo hace sentirse protector y lo de “Duquesa” presagia que Diana puede llegar a ser reina.  Es triste que no haya ocurrido tal escena, porque si Carlos hubiese sido más protector, se hubiese sentido más orgulloso de su mujer, otro gallo cantaría. Diana sufría de muchos trastornos, traía un bagaje de traumas infantiles y, en sus propias palabras, era muy inmadura. Pero Carlos también tuvo mucha culpa en el fracaso de su matrimonio.

Después de la visión de Morgan, vale la de la Princesa misma contada en esos casetes que grabó en 1992 y que han servido de base para el documental “Diana: In Her Own Words”.  Puesto que sus dos abuelas eran damas de la Reina Madre, los Niños Spencer hacían visitas anuales a la Residencia Real de Sandringham. Diana recuerda que odiaba esas visitas porque siempre los hacían ver el mismo filme “Chitty Chitty Bang Bang” de Disney. Debido a la diferencia de edad, Diana nunca conoció a Carlos, en cambio jugaba con Andrés y Eduardo.


     Lady Diana Spencer en su infancia

Su primer encuentro fue en 1977, cuando Sarah llevó a Carlos a pasar uno de esos famosos country house weekends en Althorp, la residencia de los Spencer. Se vieron por primera vez en una cacería. Siendo Diana una colegiala no tena mucho que aportar al Huésped Real, pero ocurrió algo especial. Después de la cena, Carlos le pidió a la más pequeña de las Spencer que le diera un tour por la galería pictórica de la mansión.

Años más tarde, en una entrevista a la BBC, Carlos recordaría que Diana lo impresionó por ser “una chica alegre y llena de vida”. En cambio, Diana lo recordaría como un hombre “triste”. Puesto que Carlos andaba de romance con Sarah parece contradictorio que se viese “triste” y puede ser una apreciación típica de la imaginación soñadora de Diana. Sarah no hacía feliz al Príncipe, solo Diana podía hacerlo.

Esto coincide con lo dicho por Tina Brown en The Diana Chronicles que, en una excursión de esquí en los Alpes, Diana les anunció a sus amigas que algún día se casaría con Carlos (¡!!) porque “es el único hombre en Inglaterra que no puede divorciarse de mi”.  Aquí entra en juego el trauma infantil de Diana provocado por el divorcio de sus padres. La madre de Diana, al irse con otro hombre, perdió custodia de sus hijos. Diana siempre vio esos hechos como un abandono por parte de su madre. Cuando su padre se casó con una mujer que Diana detestaba, la futura princesa de nuevo se sintió abandonada.

 Lady Di leyendo las novelas de su "abuelastra"Barbara Cartland.

Una obsesión de Diana era que no se repitiese en ella la historia de sus padres. Mas allá de sentirse poco importante o inadecuada, estaba el terror de ser rechazada por su marido. Diana nunca quiso un divorcio. Ella misma dice en sus grabaciones que quería una separación amigable, que Carlos se fuese con “su dama” (Camilla), y la dejase a ella con el título de Princesa de Gales y con la custodia de Guillermo. Diana quería encargarse personalmente de la educación del heredero al trono. La ironía es que ella misma precipitó ese divorcio.

Después de ese fin de semana y del aparatoso rompimiento de Carlos y Sarah, Diana no tuvo más oportunidades de ver a su futuro marido. Sin embargo, tanto Sarah como Diana fueron invitadas al trigésimo cumpleaños del Príncipe Carlos “¿Por qué Diana?” preguntó Sarah. La respuesta es que las abuelas conspiradoras ya estaban intentando poner a Lady Di en el camino del Príncipe.


Lady Di en la epoca de su primer encuentro con el Príncipe Carlos

La Versión de la Princesa

Es posible que ellas estuviesen también detrás de la invitación de Diana al fin de semana en la mansión de los De Plass. Según Diana, Philip de Plass la llamó y le pidió que viniera “para alegrar al Príncipe”. Aparentemente Carlos andaba triste en esos días. Diana cuenta que estando a solas, él le habló de lo doloroso que había sido para él la pérdida de “su amigo Mountbatten” y el rompimiento “con su novia”. Dos aseveraciones que se prestan a ser interpretadas. ¿Por “novia” Carlos se refería a Anna Wallace o a la Prima Amanda?

Pregunto, porque Diana nunca pudo pasar a Amanda y cuando la nieta de Mountbatten se casó en 1987, Diana se rehusó a acompañar a su marido. ¿Sería porque pensaba que ver a Amanda le recordaría Carlos la posibilidad de haberse casado con una mujer “más adecuada” (léase más centrada, paciente, menos conflictiva)?

Lo de “su amigo Mountbatten” también me descolocó es imposible que Diana no supiese que Dickie era tío abuelo de Carlos y la figura paterna más importante en la vida del Príncipe de Gales. Ese es un punto en contra de las grabaciones. Primero que dan un visión subjetiva.

  Lady Di en 1980, cuando comenzó a salir con el Príncipe de Gales

Segundo, que no es una entrevista formal. El propósito principal de las cintas era que el instructor de Diana, Peter Settelen, lo consideraba un buen ejercicio para que la Princesa mejorase su expresión vocal pública. Tercero, Diana recuerda de manera descuidada sucesos que ocurrieron hace una década y que ella percibe a través de un cristal opacado por rencor, tristeza y humillación. Por tal razón, ella se contradice contantemente y se refiere a su marido y todo lo relacionado con el de manera tan displicente.

La reacción de Carlos (según Dian) a sus muestras de simpatía también fue estrambótica. Aparéntemente,  el futuro rey se abalanzó sobre la adolescente y comenzó a besarla con pasión. Gesto que, en vez de agradar a Diana, la hizo sentirse incomoda. En sus propias palabras, ella nunca había tenido novio ni enamorado formal o informal (se estaba guardando para ese hombre importante que había idealizado en su mente) y no sabía cómo manejar las cosas. El hecho es que juiciosamente se rehusó a acompañarlo a su residencia de Buckingham Palace.

Sin embargo, aceptó ir al yate privado de la Familia Real para la Semana de Cowes (agosto 1980) porque habría otras personas. Diana fue muy juiciosa en sus encuentros con el príncipe antes del compromiso, 13 según su memoria (el resto fueron charlas telefónicas). Siempre se encontraban en sitios públicos o donde habían otros presente. Nunca hicieron nada que pusiese en peligro su reputación.



Contrasta este comportamiento maduro y discreto con las decisiones impulsivas, torpes e insensatas que tomaría una década más tarde. Asombra ver lo cuidadosa que era la futura princesa que en sus propias palabras ya estaba enamoradísima. Claramente quería evitar los errores de su hermana y de otras “novias” de Carlitos. Tampoco es que fuese calculadora.  Simplemente es como nos educaban a las “niñas bien” de entonces (La Princesa era dos años menor que Servidora). Diana tenía muy claro su objetivo en la vida, casarse con el hombre soñado y, en ese momento, ese individuo se llamaba Charlie Windsor.

Suena extraño cuando amigos, e incluso parientes definen a Lady Di como “una mujer determinada”. Choca esa imagen con la que ella se construyó de “la virgen sacrificada” y “el corderito rumbo al matadero”. Inclusive en el punto en que Diana se sintió atrapada, superada, incapaz de hallar soluciones a sus problemas, fue perfectamente capaz de tomar decisiones, aunque fuesen las peores. Algo para tener en mente cuando se observa este mamarracho que ha construido Peter Morgan. Diana Spencer era un ser fascinante, muy compleja, no esté espantapájaros que Emma Corrin insiste en interpretar y que es nada más que la última carta de los anti monarquistas.